Partida Rol por web

Campanas de sangre

Libros de sangre (Prólogo Roselyn)

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12/02/2018, 13:39
Matilde Heminway

La rubia notó el desagrado de su opinión en tus gestos y aunque su voz no esgrimió ni media disculpa, recogió los labios en castigo hacia ellos y volvió a dirigir sus ojos al cementerio.

Tras el largo silencio al que ella no parecía hacer más aprecio que un punto final a esa corta relación, un parpadeo lento y marcado agradeció la aclaración de tu pregunta y con unos ojos más blancos que al principio a pesar de seguir mostrando las venas marcadas volvió a mirarte.

Mademoiselle —pronunció en un perfecto francés con un acento que no mostraba ni un suave deje en el inglés—. Señorita, quiero decir —tradujo manifestándose como francesa en un lugar público aun solitario en la peor tierra posible para simpatizar siquiera con aquella nación—. Y así será en todos los tiempos puesto que mi hermano no va a permitir que nadie me despose. Espero que usted tenga o haya tenido mejor fortuna.

Bajó los ojos a tus manos en una mirada fugaz que pretendía buscar un anillo que hablara por ti pero tan solo encontró guantes.

Estoy leyendo el retrato de Dorian Gray, escrito por un hombre llamado Oscar Wilde, que en realidad vivió como mujer. El relato trata de la eternidad y su precio, ¿lo conoce?

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14/02/2018, 12:19
Roselyn Pemberton

Matilde, evidenciando un origen francés más bien impopular en aquellas tierras, dejó constancia de su situación como mujer soltera. Al parecer, además, por mucho tiempo, dado que según ella misma, su familia, en la figura de su hermano, no albergaban la más mínima intención de permitir que se desposara. Mi ceño se frunció ligeramente, extrañada por tal problemática tan alejada de lo habitual. Todo el mundo de quien tenía conocimiento se enfrentaba al dilema contrario, buscando desesperadamente un matrimonio lo más beneficioso para toda mujer casadera. En la inmensa mayoría de ocasiones, incluso el deseo o la felicidad de la mujer era un asunto menor, en comparación con valores como el dinero o el poder.

Eso depende del punto de vista... ¿Puedo llamarla Matilde? -Sugerí, sonriendo con cierta ternura antes de proseguir- No estoy casada, si es a lo que se refiere. -Mis ojos vagaron un instante por aquel sacro lugar, meditando acerca de ello- Pero tampoco nadie me fuerza ni me prohíbe, en lo que se refiere al matrimonio. Nunca he recibido una propuesta formal, por otra parte. Será por vestir de forma tan austera... -Me atreví a bromear, recordando su anterior apreciación. Lo hice con cierto pudor, una sonrisa discreta mientras agachaba mi mirada unos instantes.

Al preguntarle acerca de su lectura, mi corazón se aceleró suavemente al percatarme de la temática de aquel libro en concreto. La historia de un hombre que se arrastra a través del vicio de la inmortalidad, abandonando su alma en el camino. Eternamente hermoso, mientras su realidad se vuelve más y más horrible. El paralelismo con la naturaleza de Jacob, y tal vez también de ella, resultaba aterrador. Y sin embargo, algo en aquella mujer me recordaba una cita en concreto de tal obra, muy lejos quizás de lo que parecía atraerla del conjunto del libro.

"Detrás de toda hermosura hay algo trágico". -Recité, lentamente, mirándola de medio lado con expresión ensombrecida- Es usted muy hermosa, Matilde. Espero sinceramente que el señor Wilde se equivocase con usted.

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16/02/2018, 19:40
Matilde Heminway

Las arrugas en tu frente atrajeron las pupilas de Matilde que acudieron a leerlas como polillas a la luz. La mujer parecía asombrada con cada pequeña expresión de tu rostro y te contemplaba como si fueras un cuadro viviente, lleno de secretos ocultos en los trazos.

Escuchó tus palabras con oídos y ojos y al finalizar con aquella cita de su preciado libro su sonrisa se curvó para caer en la simpatía y aceptó de buen grado su nombre de pila en tus labios a pesar de haber querido negartelo segundos antes con un mohín que preparaba un "no" tan áspero como la opinión que tenía de tu ropa.

Usted también es muy hermosa, Roselyn y según dice afortunada en libertad —guardó silencio al tragar el amargor de la envidia—. Si de verdad desea una proposición yo podría ayudarla. Estoy convencida que una dama como usted cuando no debe acompañar a su abuelo goza del mejor de los vestidos; y de no ser así, puedo cederle alguno de los míos.

Su mirada dejo tus ojos en ese punto para ir más allá de tu espalda, hacia la puerta de la Iglesia y las campanas repicaron cuatro veces: palabra.

Aquello significaba que la misa no tardaría en dejar libres a sus adeptos y que empezaba la comunión con el cuerpo de Cristo.

La tragedia no tiene porqué acompañar su belleza —sacó la mano del bolsillo de su abrigo con una estilográfica posicionada en ella preparada para escribir pero cubierta por su tapón y ambas, mano y pluma, quedaron colgando al costado de su cuerpo—.

Notas de juego

Adelanto turno porqué mañana tendré visitas.

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20/02/2018, 00:30
Roselyn Pemberton

La señorita Heminway desvió mi apreciación, devolviéndome el cumplido. No me pasó desapercibido, pues no negar mi sospecha era lo mismo que confirmarla. De algún modo, aquella mujer parecía sufrir y estar acostumbrada a ello. Sin embargo, se ofrecía a ayudarme incluso a encontrar una felicidad que a ella se le negaba, prestándome si era preciso uno de sus, estaba convencida, preciosos vestidos. Estaba claro que estilo no era algo que le faltase a aquella mujer, pese a que careciera de otras cosas más importantes.

Bueno, lleva razón en que no visto igual cuando la ocasión no incluye a mi abuelo y la visita a lugares sagrados, pero me temo que ninguno de mis vestidos es tan hermoso como los que a buen seguro usted posee, señorita Heminway. No hay más que verla, usted derrocha estilo, mientras que yo soy más... un ratón de biblioteca. -Reí un instante, de forma contenida, cubriéndome los labios con una mano, antes de ponerme sería, aunque con una mirada llena de lástima, ante su última apreciación- Tampoco debería acompañar la suya...

Me giré lo justo para contemplar la entrada de la iglesia, aún vacía. Se había anunciado la próxima finalización de la misa, y en seguida habría de acudir en busca y auxilio de mi abuelo. Sin embargo, y a pesar de que no había olvidado el fin primero por el que me había aproximado a aquella mujer, no pude por menos que dar un paso al frente.

¿Sabe, señorita Heminway? Deberíamos quedar alguna vez. -Propuse, dedicándole una amistosa y brillante sonrisa- Para tomar el té alguna tarde, o algo así. -Añadí encogiéndome de hombros- Podemos charlar de moda, de la obra de Óscar Wilde, o de lo que nos apetezca. Incluso podemos permitirnos criticar un poco... -Propuse con una cierta picardía que pocas veces me permitía- Las damas tenemos que apoyarnos, ¿no es así? Aunque usted, seguramente, ya tenga muchas amigas...

Yo carecía de ellas, más allá de unas pocas conocidas, pero dejé caer esa palabra a propósito, a fin de que tomase en serio mi propuesta.

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20/02/2018, 22:04
Matilde Heminway

En tus primeras palabras Matilde no solamente encontró halagos de cuya sinceridad dudaba, sino que se dejó halagar sin que le importara su motivación.

Ladeó la cabeza con tu risa y sus ojos parecieron haber perdido el brillo de un cuerpo con alma durante los cortos instantes en que la melodía de tu júbilo salía de tus labios. No hizo aprecio a su piedad más allá de enderezar su cabeza y pintar una sonrisa vacía y aun así elegante.

Heminway parpadeó de nuevo con el mismo deje mecánico con el que lo había hecho con anterioridad al escuchar tu propuesta para con el té, entendiendo en ella que la aceptabas como casamentera.

Será un placer, Roselyn Pemberton —dijo alargando hacia ti su mano y estilográfica que hizo girar sobre sus dedos para que quedara ofrecida a ti—. Visíteme cuando usted quiera y si por casualidad la recibiera mi hermano, dígale que viene a devolverme la pluma y márchese.

Un murmullo estalló en tu espalda. Las puertas de la Iglesia habían sido abiertas y pronto aquella plaza se llenaría con los dueños de los pocos carruajes aparcados y las suelas de quienes emprendían el camino a pie, como tu misma y Josuha.

Vivo en la casa salmón de la calle Buenaventura.

Volvió a guardar sus manos y su mirada regresó al cementerio.

Conocerla ha sido muy revelador, y un auténtico placer.

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27/02/2018, 15:09
Roselyn Pemberton

Tuve que disimular mi extrañeza ante aquella mención de su hermano. ¿De veras debía regresar sobre mis pasos si al ir a visitarla me encontraba con ese hombre? ¿Tan atada tenía a su propia hermana que ni de una amiga podía disponer? Había muchos hombres, por desgracia, que gustaban de subyugar a los miembros femeninos de sus familias, pero de todos los casos que habían llegado a mis oídos aquel me resultaba con mucho el más extremo, de ser el caso.

El placer ha sido todo mío, Matilde Heminway. -Respondí ya con aquella pluma en las manos, sonriendo con amabilidad- De por sentado que la visitaré pronto. Al fin y al cabo... -Mostré cierta picardía, alzando aquella pluma y agitándola entre mis dedos- ...tenemos una buena excusa para vernos, ¿no es cierto?

Desvié mi mirada en dirección al pórtico de la iglesia, donde los asistentes a la ceremonia ya comenzaban a salir al frío exterior. Mi abuelo no tardaría en aparecer, y debía acudir en su busca.

Buenas noches, Matilde. -Le deseé, apoyando un instante mi mano en su antebrazo, antes de comenzar a caminar hacia el templo.

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04/03/2018, 22:20
Matilde Heminway

La joven rubia terminó por tomar tu promesa, confidencia y buenas noches con una sonrisa cuyos tintes ensoñados hacían dudar de si seguía escuchándote o algo en el cementerio había captado con más fuerza su atención.

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04/03/2018, 22:35
Barón Jeshua Pemberton

Tu abuelo, por otro lado, no solo había lanzado su mirada en ti como si de un arpón se tratara, sino que tiraba fuerte de la cuerda para que llegases a él más rápido de lo que él llegaría a ti sin su juventud como motor.

La viuda Turner era persistente y seguía bien pegada a tu abuelo descargando en su oído un sin fin de palabras que hasta los ángeles desde las nubes podían ver que el barón aborrecía y que alimentaban su mal humor. Pero si la viuda lo veía era algo que tan solo su velo negro y ella se contaban.

Discúlpeme ahora, señora Turner, pero debo ir con mi nieta, no quisiera usted ni nadie que la vieran sola en noche entrada ¿No es así? —se excusó cuando tu proximidad le permitía saltar de la dama non grata a ti.

Y fueran sus palabras o tu presencia, tu abuelo consiguió que la mujer de falso luto reculara para volver a meterse en la iglesia.

Te lo has perdido todo, Roselyn. Espero que ese cirio arda con fuerza para que no cojas un resfriado y por lo demás, yo he rezado por ti— se enlazó a tu brazo—. ¿Regresamos?

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05/03/2018, 12:05
Roselyn Pemberton

La despedida de Matilde Heminway había estado teñida de ese aura de rareza que acompañaba a esa mujer, de ausencia y tragedia, y tuve que recordarme con mis primeros pasos hacia la entrada del templo que el objetivo con el que me había acercado a ella no había encontrado cumplimiento. Realmente no sabía gran cosa de aquella mujer, ni su posible relación con el mundo de Jacob, sus enemigos, rivales o aliados. Pero sí que sabía una cosa, algo que Burberry se había empeñado en hacerme asimilar. Las cosas se obtenían con paciencia, sembrando semillas que cosechar el día de mañana. Y durante aquel encuentro había sembrado una semilla, una que pensaba regar cada cierto tiempo.

Sin embargo, las tareas a largo plazo debían quedar en un segundo término, me dije, dado que veía ya a mi abuelo en compañía ¿aún? de la viuda Turner. Aquella mujer era un absoluto dolor de cabeza, y mi ceño se frunció ligeramente al verla insistiendo de forma tan persistente al oído de Jeshua, apresurando mis pasos para llegar hasta él.

Buenas noches, señora Turner. -Saludé con una comedida sonrisa, puesto que un rostro verdaderamente alegre habría sido impropio del lugar y la situación- Me temo que debo privarla de la compañía de mi abuelo. La noche es fría, y debemos regresar al calor del hogar, ¿no está de acuerdo?

Al parecer, mis palabras unidas a las que Jeshua ya le había dedicado eran más que suficientes para que la viuda se retirase, concediéndonos la intimidad precisa para poder alejarnos lentamente, al paso que mi abuelo era capaz.

Lamento no haberme sentado a tu lado, abuelito. -Me disculpé con cariño, rememorando la forma en que empecé a dirigirme a él de pequeña, cuando nuestra relación al fin se afianzó y pude descubrir el calor de su corazón- La ceremonia había comenzado y me daba vergüenza caminar por aquel pasillo ante la vista de todos. Pero no te preocupes, no he estado sola aquí afuera, eso no habría sido adecuado. He conocido a una dama, creo que nos hemos hecho amigas, o lo haremos. -Maticé con soltura, aferrándome con más fuerza al brazo de Jeshua- Se llama Matilde Heminway. Y eso me recuerda que paso tanto tiempo entre mis libros que no dedico nada de tiempo a las relaciones sociales, ¿sabes? Debería invitar a alguna amiga un día de estos a casa, para tomar el té... -Medite en voz alta, fingiendo que la idea se me ocurría en aquel momento- A Caren Matthews, por ejemplo, hace mucho que no se de ella...

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06/03/2018, 21:48
Barón Jeshua Pemberton

El apodo que utilizaste con tu abuelo rebajó su cara de perro demostrado que era completamente cierto que las niñas doman a las bestias y es que para tu abuelo por hermosa y formosa que crecieras nunca alcanzarías edad suficiente para dejar de ser su pequeña.

Bobadas —protestó como si a pesar de como te veían sus ojos el crío fuera él ante tu excusa—. No he críado a una vergonzosa —comento sin que resultara claro si bromeaba, reprochaba o hablaba sin causa ni fundamento—.

La plaza, Matilde y la iglesia pronto quedaron atrás y la niebla, la luz velada de las farolas y el húmedo ladrillo de las calles os recogieron en el camino de regreso a la mansión de la que habíais hecho un hogar.

Sus cejas se retiraron cuando hablaste de amistades y una mezcolanza de ilusión y alivio dilató sus pupilas.

Deberías hacerlo. Llámala o escríbele pero no salgáis en busca de una tetería, solo encontrareis bares de malas manos. Celebra la fiesta en casa, el salón es vuestro — ofreció abrir las puertas de su casa a tus amigas por el miedo residual a que un bombardero cayera de nuevo en Shieffield y no por genuina generosidad—. Yo tal vez vaya a la ópera ese día.

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09/03/2018, 10:09
Roselyn Pemberton

Aquellos arrebatos casi infantiles de mi abuelo siempre me despertaban una divertida sonrisa. Cuando se quejó de que me comportarse como una vergonzosa, se apreté más contra su brazo, acercándome a su oído para replicar en apenas un susurro.

Tampoco a una desvergonzada. -Repliqué, disimulando una ligera risita- Pero no te preocupes, la próxima vez desfilaré ante todos para que puedas lucir a tu nieta delante de todo el pueblo. Eso es lo que quieres, ¿no? -Bromeé haciéndole rabiar.

El tema de conversación derivó en mi idea de quedar para tomar el té, lo que se enlazaba en secreto con la petición de Jacob. Jeshua se mostró totalmente de acuerdo con la idea, pero acotando que no buscásemos fuera lo que podíamos disfrutar en casa.

Por favor, abuelo, por supuesto que me refería a hacerlo en casa... -Quise aclarar, para su descanso y tranquilidad- No es necesario que te marches, aunque si lo haces... ¿Qué obra están representando? Ya sabes que me encantan los clásicos...

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10/03/2018, 16:27
Barón Jeshua Pemberton

Joshua palmeó la admiración por la contra que le diste en tu brazo y todo su cuerpo buscó tu perfil en lo más parecido a un abrazo que sabía dar. Su actitud había cambiado con los años y especialmente desde que descubriste la biblioteca pero en los últimos meses la tristeza por la perdida su hijo y esposa parecía empujar contra su piel desde dentro renacida con la cantidad de cenizas humanas que la guerra había traído a las calles de Shefield.

Pero ni siquiera tu, siendo lo último que le quedaba, le habías escuchado hablar de alguno de ellos hasta esa noche. Y al preguntarle por la ópera viste algo en sus ojos que se asemejaba al amor que le había encandilado frente al cercofago de tu abuela.

No estoy seguro —dijo a falta de inventiva—. Cualquiera me parecerá bien.

Algo callaba pero sabías que llegaría el día en que te lo contaría aun sin que llegases a preguntar.

¿Y bien? ¿Cuándo quieres celebrar la fiesta? ¿Vas a dejarme sin Geoffrey?

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12/03/2018, 17:35
Roselyn Pemberton

En la mirada de mi abuelo veía algo que no estaba segura de ser capaz de identificar. Daba la impresión de haber perdido la fuerza que en otro tiempo fuera impulsada por el jinete de la rabia y la convicción, reemplazada después por el cariño que creí despertar en él. En aquel momento carecía de esa fuerza, o de un jinete capaz de manejarla, de la convicción con que seguir adelante. Tenía la impresión de que se hubiera rendido al tiempo, al cada vez más reducido tiempo que le quedaba.

O tal vez sólo era una impresión.

En cualquier caso, me pregunté cómo sería no tener que padecer los estragos del tiempo, como él, como todo anciano, sabiendo que se disponía de una eternidad por delante. ¿Cuánto se podía aprender en una eternidad? ¿Cuántos misterios cabía desentrañar? ¿Cuántos secretos del mundo desvelar?

¿Eh? -Las preguntas de Jeshua me sorprendieron, ausente como me encontraba con mis pensamientos- Oh, vamos, no seas absurdo. Y deja de llamarlo "fiesta", tan sólo hablo de una pequeña reunión para tomar un té con pastas. -Le corregí, riendo ligeramente. Hacía tiempo que no acudía a una fiesta de verdad, y cuando las había frecuentado era en compañía de Thomas- No te voy a arrebatar la siempre fiel compañía de Geoffrey, abuelo, ni a él el privilegio de acudir a la ópera a tu lado. ¿Crees que mañana sería muy precipitado? Sí, supongo que sí... -Medité en voz alta, llevándome un dedo a la comisura de los labios- ¿Pasado mañana, quizás?

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27/03/2018, 09:21
Barón Jeshua Pemberton

Aquel "solo" que empequeñecía tu fiesta se clavó en el pecho de tu abuelo arrugando sus labios hasta atarlos como un saco bien cerrado.

Sus hombros se sacudieron aceptando lo que tu querías aunque ello chocara con su intención primera. Sus pasos perdieron peso o ganaron prisa pero en cualquier caso se hicieron más cómodos para el camino aproximado vuestro hogar.

La niebla se desplazo con un gesto negativo de su cabeza produciendo un hermoso efecto visual que la convertía en una prolongación de Joshua y le llenaba de ese señorío que había tenido en su día con el que llenaba la habitación con su viluntad, o en ese caso, la calle entera.

Geoffrey no vendrá conmigo. Pero le necesito a mi dispocisión.

En el mes venidero llegará un hombre al que debo ver por negocios. Y necesito que Geoffrey le atienda antes, en Rotherham. Por lo que va a estar un tiempo ausente.

Dejó tu brazo al encontrar el pequeño escalón que separaba las puertas de la mansión Pemberton de la calle de todos y buscó la llave en sus bolsillos con una mano mientras la otra tiraba del picaporte.

Si lo deseas podemos contratar una doncella para que te ayude durante ese tiempo.

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28/03/2018, 10:21
Roselyn Pemberton

La respuesta de Jeshua me causó cierta extrañeza, aunque afortunadamente no tardó en explicarse mejor. Era cierto que hacía cierto tiempo que no veía a mi abuelo ocuparse verdaderamente de sus negocios, de modo que enterarme de que iba a tratar asuntos de relevancia con un desconocido me causaba cierto alivio. Demostraba que aún quedaban fuerzas en él para encargarse de sus asuntos como siempre había hecho.

¿Una doncella? -Medité en voz alta, mirando al cielo nocturno- ¿Por mí? No es necesario. Si la contratas, que sea para atenderte a ti, ya sabes que yo no necesito mucho. Me paso el día enfrascada en la lectura, y puedo encargarme de mis necesidades sola. Recuerda que incluso he vivido sola, en Oxford. -Tuve que rememorar para él, acercándome más para susurrarle- Tampoco has criado a ninguna inútil... -Bromeé, echándome a reír en voz baja tras regalarle un suave beso en la mejilla, sintiendo el cosquilleo de su barba en mis labios- Y respecto a esa reunión, tan sólo será servir unas tazas de té, un platito de pastas y, si nos volvemos un poco locas, una copita de licor. Lo complicado será seguir la conversación, me temo. Estoy más versada en culturas antiguas que en la actualidad de Sheffield... -Tuve que admitir, no sin cierto humor.

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04/04/2018, 11:14
Barón Jeshua Pemberton

Era evidente que para tu abuelo lo poco que hacías no lo consideraba suficiente para una vida plena y aun respetado tus gustos poco sociales no podía evitar tirar de la cuerda que había atado a tu cintura en el funeral de tus padres para acercarte un poco más a la vida en sociedad y esperar que dieras el paso marcado. 

Sin embargo, no insistió ni volvió a llamar a tu reunión fiesta. Estaba satisfecho con la idea de que vieras unas cuantas caras femeninas y sobretodo con ver él tu rostro feliz.

Tu susurro elevó sus comisuras en orgullo y el beso en su mejilla fundió toda su guerra para ser enterrada en las chiribitas de sus ojos. Te miraba exactamente que cuando eras niña y podrías jurar que bajo sus pies no había el mismo camino adoquinado pero cargado de tierra, sino un puente de nubes. 

- Y por ello eres cien veces más interesantes que cualquier otra mujer de Sheffield, del planeta -Geoffrey abrió la puerta y os dejó paso al interior. Momento en el que tu abuelo te guiñó un ojo pidiendo discreción sobre el tema que acababa de comentar probablemente porqué vuestro mayordomo todavía no sabía nada de su viaje-. No te angusties, la actualidad no será vergonzosa en abrirse paso en esa reunión y al segundo estarás versada en ella.

 

El barón hizo un gesto hacía Geoffrey pidiéndole unos minutos para hablar, en su despacho. Por lo que si no necesitabas más palabras, ambos desaparecerían tras unas puertas dobles que encerraban la sala de zanjar asuntos, como Joshua la llamaba.

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07/04/2018, 06:45
Roselyn Pemberton

Mi rostro no pido evitar sonrojarse por el exagerado halago de mi abuelo, una demostración del gran aprecio que me dispensaba. Era el suyo un amor que le nublaba la mente, haciéndole ver en mí mucho más de lo que realmente había. Así, al menos, lo veía yo. Aunque debía admitir que algo de verdad había en sus palabras, pues el interés que podía despertar nacía a buen seguro de la diferencia, y yo era muy diferente de la mayoría de damas de la ciudad, de nuestra sociedad en su conjunto. Aunque eso no necesariamente estuviera bien visto, cosa que no me importaba en absoluto.

Yo era feliz con mi búsqueda de conocimiento, donde otras lo eran en lo superficial o reivindicativo...

Qué suerte, poder versarse en una materia a tal velocidad, con lo que tardo en estudiarme mis libros... -Bromeé, acerca de la velocidad a que me instruirían las damas acerca de la actualidad de Sheffield. Lo cierto era que aquella actualidad poco o nada me interesaba, pues mi verdadero objetivo era otro muy distinto. Pero, bien pensado, sí que había algo que podía lograr desentrañar de tal instrucción. No estaría de más averiguar algo acerca de la señorita Heminway- Os dejaré con vuestros asuntos, abuelo. -Indiqué regalándole un beso en la mejilla, dispuesta a retirarme a descansar, pues se había hecho tarde. Aunque no descartaba dedicar un rato aún a la lectura. Me apetecía rememorar costumbres de la antigua Roma...

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16/04/2018, 00:53
Narradora

La lectura te acompañó hasta bien entrada la noche. Roma incluso se inmiscuyó en tus sueños llenando tu olfato de mar y sobretodo de sal, tus pies con el hormigueo de la arena y el frío del mármol y tus párpados con la majestuosidad de sus esculturas, edificaciones y vastas calzadas.

En concreto un camino tomó tu atención. El mismo que empezó a descender en espiral hasta una biblioteca que parecía flotar en la oscuridad. Un par de antorchas con fuego verde iluminaban los libros encadenados en sus estanterías flotantes. Y en medio de esa sala circular con paredes de densa oscuridad y peldaños un libro de piel escrito con tinta de sangre esperaba por ti en un pedestal invisible.

En su cubierta unas letras granates rezaban: «Fugitivos a Enoc». Pero cuando tus manos llegaron a él, éste se deshizo en cenizas carmesinas que se escurrieron de entre tus dedos. Y un fuerte dolor se instaló en tu pecho obligando a tus ojos a abrirse en un nuevo día.

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17/04/2018, 15:36
Roselyn Pemberton

Mi despertar no fue para nada agradable. Mi mente desembarcó en la realidad con la horrible sensación de que un gran descubrimiento se me escurría entre los dedos, es más, se perdía para siempre. Me alcé en mi cama mirándome las manos, como si esperase encontrar entre mis dedos las cenizas de un antiguo saber. Aquella palabra resonaba aún en mi cabeza, como si hubiera quedado grabada a fuego en mi retina.

Enoc...

¿Qué significaba? ¿Dónde lo había leído? No era capaz de recordarlo, pero sentía la necesidad de recordarlo. En el fondo, me parecía ridículo. No era más que un sueño, ¿qué importancia tenía? Desde luego, no tanta como para pasarme las siguientes horas en la biblioteca, buscando entre la extensa colección de libros. Y sin embargo, era lo que me pedía el cuerpo.

Pero tenía otras cosas que hacer. Si no fuera porque eran asuntos que me había exigido Jacob, tal vez los hubiera enviado a paseo, pero a él no podía negarle nada. Me levantaría, me cepillaría el pelo y me vestiría para bajar a desayunar. Tenía que contactar con la señorita Matthews para invitarla a tomar el té, lo que podría ser un bonito paseo por Sheffield que me ayudase a despejarme.

Tal vez después, hasta la reunión, podría buscar un rato en la biblioteca...

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22/04/2018, 22:54
Narradora

El desayuno esperaba en la mesa cuando, acicalada, bajaste al salón en el que Geoffrey solía servirlo.

Tu abuelo no se encontraba en la majestuosa silla aterciopelada en la que casi cada mañana te recibía con una sonrisa fresca en un rostro cansado además de añejo. Su ausencia era común, en menor medida que su presencia, pero común a fin de cuentas; sin embargo, los platos servidos eran algo extraño que hacían más notoria fl vacío de la habitación: Geoffrey tampoco te recibía esa mañana.

Una carta cuidadosamente doblada con tu nombre escrito en el exterior en caligrafía turbulenta sustituía todos aquellos saludos que hoy no llenaban la mansión Pemberton.

Y a lo lejos pudiste oír una voz femenina, desconocida, jovial y joven responder al timbre de la puerta.