Me incomoda un poco ver que no estamos solos y tener que hablar bajo con Vicenç sin saber si Teresa está durmiendo o se hace la dormida.
-Vicenç, vengo del pueblo. He ido a buscar a alguien para que cumpliera las ordenes que me diste por escrito. Pero dicha persona no sabia leer y he tenido que mirar yo lo que apuntaste... No se como decirlo, pero no entiendo que estás haciendo. Y te lo digo desde la confianza que me da recordar todas las veces que juntos hemos hecho trastadas y locuras, pero creo que tu orden se pasa de la raya. No he podido llevar a cabo tu encargo. Creía que era cuestión de lanzarle barro a su paso, o meterle un gato muerto bajo sus ropajes cuando no mirara, pero no llego a comprender la crudeza con la que habéis ordenado destruir la vida a vuestra hermana.
A mitad de frase, hago salir a Dionís de la habitación, desde luego no era tema para discutir delante de Teresa, dormida o no.
Voy con mi amigo hasta la torre, en donde un guardia nos hace un gesto de respeto, le miro. Déjanos solos, vuelve en una hora, si alguien pregunta le dices que te he dado yo la orden de dejar tu puesto.
Una vez solos me dirijo a mi amigo. Dionís, ¿Acaso crees que quiero dañar de esa forma a mi hermana? Todo es una estratagema, un plan para ganarme su confianza de nuevo. Necesito salvarla para que vuelva a confiar en mi. Cuando ese hombre esté a punto de violarla apareceré yo para salvarla de tamaña humillación. ¿Ahora lo entiendes? Necesito a mi hermana de mi lado Dionís, el problema es que mi tío es una víbora que la ha carcomido el cerebro en mi contra.
Ya no somos niños, el barro ya no sirve, ahora debemos ser más... realistas.
Mi cara reveló claramente mi situación de haber metido la pata hasta el fondo. Habia desconfiado de Vicenç y eso no podría perdonármelo facilmente.
-Lo siento buen amigo. Me doy cuenta que te has convertido en una gran persona y yo sigo pensando como cuando eramos niños. Disculpa mi atrevimiento pero tenia que entender como era posible que hubieras llegado a cambiar tanto. Es una exelente idea y te pido mil disculpas por haber puesto en duda tu audacia. Si sigues confiando en mí, pondré el plan en marcha inmediatamente.
Claro que confío en ti querido Dionís, no te preocupes, entiendo tu recelo. De hecho, mi mirada se vuelve fría y seria por unos segundos, lo que tardo en decir lo siguiente: Tan sólo confío en ti en este maldito castillo, ya no puedo fiarme ni de madre.
Perdonad la ausencia, han sido unos días convulsos. Esta tarde posteo.
Lo siento, acabo de ver esto:
Tírame IRR. Si superas la tirada, puedes elegir el caballo, el lado de tu alma que prevalece.
Si no, entonces es el caballo negro, aquel que te atraía hacia la figura encapuchada, el que habría ganado el combate. Y tú lo sabes. En este caso, tira 1D8 puntos de IRR nuevos que se restarán de RR.
Perfecto.
Motivo: irracionalidad
Tirada: 1d100
Dificultad: 46-
Resultado: 86 (Fracaso)
Motivo: ganancia de irracionalidad
Tirada: 1d8
Resultado: 2
Por cierto, Teresa se ha ido porque acaban de llegar los invitados castellanos y debe fingir que llega con ellos a Alós.
La comitiva se acercó con toda su fanfarria hasta donde tú estabas. A izquierda y a derecha del camino veías a los nobles catalanes acercarse y cuchichear, visiblemente incómodos por unos extranjeros que hacían un alarde de poder y riqueza tal.
Te erguías frente a ellos altiva, orgullosa, como una madre. Los caballos de los heraldos y caballeros fueron separándose hasta que, de entre ellos, apareció una figura anciana montada con una rica capa y un porte noble.
Era Gonzalo Fernández de Lara, uno de los hombres más poderosos de Castilla y, por ende, de la Península. Te saludó con una inclinación de cabeza.
-- Saludos, mi señora. Mi nombre es Gonzalo Fernández, conde de Lara, y soy vuestro humilde servidor. Vuestro hijo, Vicenç, invitó a mi casa a vuestra justa pintoresca.
Lo dijo lentamente, en castellano, pero fuiste capaz de entenderlo perfectamente.
Saliste con tus mejores galas a ver al Conde de Empúrias. Lo encontraste en su pabellón, discutiendo con unos cuantos nobles de menor ralea. No te ha visto aún. ¿Qué haces?
Rodrigo está ensimismado en unos documentos, y tiene la puerta entreabierta. Muy concentrado en su lectura, así que no te oye llegar. ¿Qué haces?
¿Qué va a hacer tu personaje?
Voy a ver a mi señor de Rosellón.
Entiendo.
Voy a buscar a mi hermana a sus aposentos.
Abro la puerta sin llamar. Hola hermanita, ¿Puedo pasar? ¡JA! No te molestes en responder, claro que puedo. Cierro la puerta y me acerco a ella.
Echo un rápido vistazo a la habitación. Vaya, que decepción, esperaba encontrar a tío Manel dándote una refriega, o limpiándote la orina de... Bueno, tu ya sabes de donde.
La miro de arriba a abajo, lenta y descaradamente detengo la mirada en sus zonas íntimas. Ciertamente te has vuelto atractiva, pero no entiendo por qué el jinete rojo está tan interesado en ti. Quizás sea porque eres virgen aún, ¡JA! Francamente, no tengo ni la más remota idea de lo que quiere de ti. Me siento en la cama. Pero eso de que seas virgen no va a durar demasiado ¿Verdad? Ven, acércate, tengo una sorpresa para ti.
No estoy en mi habitación...
Salvo que el máster diga que me encuentras saliendo de mi habitación...
Cuando se pronuncie, contesto a una u otra cosa
A ver, a no ser que quieras hacer la escena cuando vuelves... Pero de momento Clara ha salido un momento del castillo.
Bien, entonces se encontrará con que en la habitación no hay nadie. Ya, que me diga si se queda hasta que Clara vuelva o lo hace cuando vuelva... Voy a lo otro entonces.
Observé con atención las conductas, los gestos, los tonos y los movimientos de aquellos hombres. Fijándome en cada uno de ellos, aprendiendo y estudiándolos.
Sabía que no debía molestar, que yo, como mujer y niña, a sus ojos, debía permanecer sumisa y apartada. Me quedé en un segundo plano, aunque visible en parte para el Conde y el resto de nobles. Mi porte era regio e incluso algo sensual para lo que era normal en mí, debía comenzar a hacer uso de ciertas habilidades o atributos...
Esperé a que reparara en mi, indicándole que deseaba hablar con él, si él podía... Para ello se lo hice saber también a uno de sus criados, indicándole que no tenía prisa.
Después de hablar con el Conde debía ir a hablar con Madre... Necesitaba de su apoyo y su comprensión, así como de su consejo y, además, la echaba de menos...
Tras mi ardua búsqueda del Padre Rodrigo, al fin le encuentro. Parece estar ensimismado en unos documentos que lee. Toco en la puerta, tres veces antes de abrirla del todo, para darle a saber que acaba de llegar e iba a entrar.
Padre Rodrigo, tendría un momento de su tiempo.
El conde te mira y, tras un momento, sale a recibirte con una sonrisa.
-- ¿Cómo os encontráis, querida? ¿Ya habéis acabado con mi fogoso hijo? Jajaja. --y suelta una risita de padre.