Partida Rol por web

Caos en el Mercadona (HLdCN)

Día 7: Un nuevo horizonte

Cargando editor
27/10/2014, 00:45
Mercadona

Amanece nuevamente en el Mercadona de la calle Prosperidad. El supermercado parece más vacío que nunca, y tan sólo cuatro personas permanecen aún en su interior. Eva, Mauricio, Sara y Pascual. Miradas indescifrables se cruzan entre ellos, en una tensión sostenida casi tan dura como el pan de centeno que lleva una semana en las estanterías. 

Los pasos de Enrique Muñoz interrumpen el momento de La Mirada múltiple, que parecía haberse contagiado desde Eva hacia los demás. El Bulldog mira alrededor, y parece dispuesto a soltar alguna clase de improperio, a juzgar por su expresión, pero de pronto...

¡PLAS PLAS PLAS PLAS PLAS! ¡FSSSSSSSSSSSSSHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH!

 

En medio de un estruendo ensordecedor, un torrente de espuma se eleva desde la pescadería, cubriendo el techo del supermercado, provocando que el encargado de un grito más propio de una niña que de un hombre como él y se lleve una mano al pecho, retrocediendo, asustado, junto a sus armarios. 

El mostrador de pescados que con tanto mimo atendía el Lejía, ahora ausente, parece una piscina de líquido marrón. Las botellas de cola light hacendado y los paquetes vacíos de mentos que se encuentran delante de la pescadería delatan que aquello ha sido otra fechoría más de los infiltrados.  

Pero aquello no era todo. Empapado en cola mercadona, en medio de todo el desastre, un montón de pescados, de esos que el pobre Lejía presumía tanto y que reservaba para sus clientes más selectos, pretende simular un corazón. Una dedicatoria envenenada quiza, con branquias y escamas, cubierta además de hojas de despido escritas con letra emborronada en la que se leen haikus al estilo

Mi patada giratoria

Te envía

Lejos.

Homosexual

eres homosexual

Enrique Muñoz mira alrededor, iracundo como nunca antes. Y es tal su enfado, que aprieta los puños y rechina los dientes, y sin pronunciar palabra alguna, rojo de rabia, coloca con rudeza la urna de cada día sobre uno de los mostradores del supermercado, marchándose a grandes y briosas zancadas llenas de vergüenza e ira. 

Cargando editor
27/10/2014, 12:34
Mauricio Malaleche

Mauricio amanecio solo rodeados de bellazas, bueno y el Pascual ademas de caligrafia escrita con prisas y sin sentido.

-No seme haga muxo caso peo, yo creo que el Lejia ha sido expulsao y de premio el mesmo se llevo al Damien, y de enseguro, la Asun quiso char al niñato y ette ha echado en represalia a la Asun, vamos entre ellos se piran to, y como la Justina taba con ella pos que...-Se encogio de hombros dejando caer la nota, tras un resoplido al sentir el estomago aun hinchado de la panzada de la cena de anoche.

-Macaba de repeti la cena Eva, no necesito ni desayuna.-No era un reproche, no había cosa mas agradable que no tener que comer para seguir saboreando el gusto por la comida.
-Menuo rebujito.

Cargando editor
27/10/2014, 15:39
Despedido - Pascual Angulo

Amanece un nuevo día en el interior del supermercado. Y en este caso, lo hace con un apocalipsis de bebida capitalista mezclada inconscientemente con caramelos. Del mismo modo en que la vorágine del capital consume los recursos naturales produciendo el caos y la destrucción, los Mentos han consumido el refresco de Cola hasta llenarlo todo de espuma marrón. Y como la espuma de la marea, el salpicón parece haberse llevado por delante a cuatro frecuentes del supermercado.

- ¡Ozú! ¡Va un zabotaje! ¡Zi ezto ze ha quedao vacío! Cagüen diez, to ezto' recurzo van a llevar un quintal de trabajo pa el zindicato, ze o' lo juro. ¿To lo' prezente' eztamo entero'?

Cargando editor
27/10/2014, 18:44
Sara López

Sara se despertó al escuchar los gritos del Bulldog. Se incorporó y sus ojos se dirigieron hacia la pescadería. Estos se abrieron como platos y tuvo que morderse el labio para no soltar una carcajada delante del encargado. 

Cuando éste se hubo ido, se levantó y se acercó para ver todo el estropicio. 

- Joder, tíos, ¿quién coño ha hecho esto? Os habéis pasado, hostia puta jajajajajaja... - Se volvió a mirar al resto y en ese momento fue consciente de que sólo quedaban ellos cuatro. Parpadeó, sin terminar de creérselo. - ¿Qué cojones ha pasado esta noche? - Miró al Mauri y volvió a pestañear. - Me cago en la puta, pues menuda guerra de papelitos han tenido estos chalaos. Entre ellos se lo fuman y se lo comen - Quizás quería decir que se lo guisaban y se lo comían. - ¿Y ahora qué? - Preguntó, volviéndose a mirar al Pascual. - Pascual, tío, ¿tú no puedes hacer nah? Ya va siendo hora que hables con el puto Bulldog y que abra ya la jodida puerta - . Sacó un peta del bolsillo y se lo llevó a los labios, prendiéndolo y aspirando con fuerza el nocivo humo. - Yo tampoco tengo hambre, Eva, la cena de ayer fue la hostia - .

Cargando editor
28/10/2014, 00:55
Eva Sánchez Banderas

En esta ocasión, tras tantos días de encierro, yo me desperté pronto, y al ver lo que se avecinaba pensé en muchas cosas. Una de ellas era la falta que podía hacernos la Asun aquí dentro en unos minutos. Sin embargo no hice nada por evitar las grandes cascadas cocacolianas. Más que nada porque no sabía cómo de peligroso sería meterme en medio.

Justo después, cuando entró el Bulldog y comenzó a gritar como una nena directamente rompí a reír. Quién iba a decirlo. La mayor pena era que no lo hubieran visto todos para comentarlo, aunque con los presentes tampoco estaba mal.

Luego escuché a mis amigos hablar, y me sorprendió un poco que ambos se negasen a desayunar. Por un momento me dio miedo que no les gustase como cocinaba y que estuvieran evitando desayunar algo que hubiera preparado yo por eso. Sin embargo no terminaba de imaginárselos mintiendo en algo así. A otros - como Aicha - puede, pero a ellos no.

- Bueno, pues yo sí voy a tomar algo. - Anuncié mientras me dirigía hacia la estantería de batidos, lista para tomar uno de chocolate y alguna otra cosa.

- Sara tiene razón, Pascual. - Le indiqué. - Ve a hablar con el Bulldog, que ya va siendo hora. Yo lo tengo claro como Mauricio: que los infiltrados de los dos bandos se han despedido esta noche entre sí. Ya es momento de que se de cuenta.

Cargando editor
28/10/2014, 15:59
Mauricio Malaleche

Malaleche estaba con los brazos cruzados escuchando a las dos niñas y asentía con la cabeza y ni corto ni perezoso se acerco al Pascual para cogerle por el hombro.

-Amo estranjero , hacele caso a las mijas has tu trabajo de una vez.-Y le alento con el brazo hacia la puerta del Bulldog.

Cargando editor
28/10/2014, 21:30
Enrique Muñoz

Sin embargo, antes de que el sindicalista pueda llegar a hacer nada, la puerta marcada con el cartel de "Privado" se abre y de ella sale el Bulldog con un papel en la mano. Al pasar junto a la urna echa un vistazo a su interior, donde se puede ver un triste voto solitario, pero a pesar de lo esperable, no dice nada al respecto. 

Se acerca a Pascual y le tiende una carta de despido. - A la puta calle con el sindicalista. - Dice con rencor enconado. Y uno de los armarios se acerca y toma a Pascual del brazo para sacarlo del supermercado.

Enrique no parece estar de humor ni siquiera para insultaros, pues se da la vuelta y sin decir nada más, se mete de nuevo por la puerta, cerrando con un portazo.

Cargando editor
28/10/2014, 21:45
Sara López

Al ver que la puerta se abría de nuevo y por ella salía el Bulldog con un papel en la mano, el rostro de Sara palideció. Sus ojos se abrieron como platos y tragó saliva. Por un momento pensó que se la habían jugado, que los de fuera habían hecho alguna de sus jugarretas para putearles. Apretó con fuerza los puños y durante unos segundos contuvo la respiración. Pero cuando vio que se acercaba al Pascual, dejó salir el aire y relajó su postura.

Cuando se quedaron los tres solos, se volvió a mirarles con una expresión difícil de descifrar.

- ¿Qué coño ha pasado? Mauri, ¿has sido tú? - Le preguntó y dirigió de nuevo la mirada hacia la puerta, como si estuviera esperando que volviera a abrirse.

Cargando editor
28/10/2014, 22:49
Enrique Muñoz

Pasan algunos minutos de desconcierto y la puerta vuelve a abrirse. Por ella sale el Bulldog, contemplando un papel que tiene en la mano con incredulidad. Da pequeños pasos, como si se sintiese desconcertado, y finalmente los armarios se asoman por encima de su hombro para ver qué pone en el documento.

Uno de ellos suelta una carcajada al ver que es la carta de despido para el propio encargado. Los dos armarios se miran, asienten, y al unísono cada uno de ellos agarra a Enrique Muñoz de un brazo y empiezan a llevárselo hacia la zona de almacenes. 

- ¡No, no no! ¡Esto es un error! - Empieza a gritar el tipo, intentando liberarse. - ¡Tiene que ser un error! ¡Soltadmeeeeee!

Su voz se pierde a lo lejos y apenas unos segundos después los armarios aparecen de nuevo, quitándose las chaquetas y frotándose los ojos, con una mezcla entre alivio y cansancio acumulado. Parecen felices de poder volver a dormir.

 

Notas de juego

La partida en sí ha terminado. Felicidades, parece que ha triunfado la amistad :P. Podéis hacer vuestros últimos posts hasta que publiquemos el final mañana. Aprovechad para no dejaros nada en el tintero, es vuestra última oportunidad para absurdear en el super ^^.

Cargando editor
29/10/2014, 00:14
Mauricio Malaleche

Mauricio Malaleche sonriente y sincero le hizo un corte de mangas al Enrique cuando se lo llevaron.
-Ay te pudras cabro.-Terminado con ello, palmeo las manos como si hubiera terminado el trabajo y miro a las chicas.

-Bue que, ¿Nosvamo a dar una cenita de las wenas? Invita el Mauri.-Se golpeo el pecho con el dedo de señalar, orgulloso de que al fin todo esto haya terminado.

Pero antes de recibir cualquier respuesta se acerco a si vieja silla de minbre y vio su cartelote y la parte de atrás que gritaba: "Vuelvo emseguida. No quiero revolución" y la puso delante de la puerta del mercadona antes de volver con las mujeres*, pero con una mano ocupada arrastrando su sillaca, una cosa era volver a tener curro otra muy distinta, dejar aqui sus escasas pertenencias de cuando era protestante.

Notas de juego

* Cariñoso homenaje a Farmacia de Guardia XD

Cargando editor
29/10/2014, 00:55
Eva Sánchez Banderas

Cuando los armarios se llevaron al sindicalista me acerqué a mis amigos con una sonrisa en los labios. Sin embargo sólo un poco después el Bulldog fue el siguiente, y aquello me arrancó una risa sincera al escucharle suplicar. Luego suspiré sintiéndome aliviada: parecía que al fin iba a terminar todo esto, y las cosas no podrían haber acabado mejor. Era cierto que algún que otro compañero había perdido su trabajo, pero no quería darle demasiadas vueltas a eso para no estropear el momento sintiéndome culpable.

Los pasillos vacíos y en silencio eran algo totalmente extraño, y antes de hacer nada más me dispuse a terminar lo que sí tenía pendiente: desayunar.

Cuando acto seguido Mauricio nos dijo lo de la cena y se preparó para salir me di cuenta de que también iba siendo hora para mí, así que me metí algunos paquetes de galletas de dinosaurios en la mochila, cogí la que ahora era mi libreta hasta que recuperase la mía de verdad y busqué la mano de mi amiga para comenzar a caminar hacia la salida.

Cargando editor
29/10/2014, 11:47
Sara López

Sara se había quedado en silencio. Le había pillado por sorpresa que el Bulldog fuera despedido. Se lo tiene merecido, hijo de puta. Se acercó a la urna, que continuaba allí, abandonada, y cogiéndola la tiró al suelo y le dio una fuerte patada. Tantos días teniendo que votar y echar a sus compañeros, sabiendo que si no lo hacías te podían echar a ti. Tantos días aguantando discusiones, durmiendo en el suelo y, en resumidas cuentas, malviviendo, sin saber qué podía ser de una. Habían estado a punto de mermar el carácter de la joven. Pero se había mantenido fuerte, mostrando su debilidad tan sólo en los momentos en los que habían puteado a alguno de sus amigos.

Y ahora estaban allí, con el supermercado en silencio, sus pasillos vacíos y el eco de los gritos del Bulldog por todas partes. Ahora que todo había acabado, Sara sintió como si la presión que había tenido todos esos días en su pecho se aflojara y las lágrimas acudieron a sus ojos. Se llevó las manos al rostro y empezó a llorar. Era una mezcla de alegría porque todo aquello hubiera acabado, y de pena por aquellos que estaban fuera. Se había mostrado fuerte, como siempre, pero en ese momento se sentía vulnerable, y qué mejor que con tus amigos para poder desatar todo ese torrente de emociones.

- Lo hemos conseguido, chicos - . Dijo, levantando un momento la mirada arrasada por las lágrimas y esbozando una sonrisa. Pero ésta estaba cargada de tristeza.

La Eva se le acercó, extendiendo su mano y Sara la miró a los ojos, agradecida por su gesto. Lo único bueno que había sacado de toda aquella mierda era la amistad que ahora le unía a ellos. - Sí, salgamos de aquí cuanto antes. No quiero pasar ni un puto minuto más - . Miró hacia atrás, hacia la caja donde normalmente se solía colocar y se mordió el labio. Mañana presentaré mi dimisión. No quiero volver nunca más. No... No podría. Ya hablaría con el Raúl, seguro que él también le diría que dejara el puto trabajo. Ya saldrían adelante como fuera, pero ella no quería volver a aquella jaula y no soportaría volver a escuchar su mierda de cancioncilla. 

Cargando editor
29/10/2014, 13:17
LIDL

Poco después de que los armarios se lleven a Enrique Muñoz, varios furgones con el membrete del LIDL adornando su lateral llegan al Mercadona de la calle Prosperidad. Un hombre trajeado, con pinta de empresario, entra en el super acompañado de una cuadrilla de obreros que empiezan a cargar herramientas y mercancía para empezar a transfigurar el local. 

El hombre se acerca a Sara, Eva y Mauricio, con una sonrisa blanqueada radiante que le va de oreja a oreja. Su placa reza que se trata de Adolfo Martínez, encargado de los supermercados LIDL de la Comunidad de Madrid. 

Mis felicitaciones- dice, abriendo una carpeta y sacando unos papeles que reparte a los últimos empleados que permanecen en Mercadona- Habéis cumplido con los objetivos pactados, y por tanto, vengo a traeros vuestros nuevos contratos. Y no tendréis que moveros de vuestra localidad, porque éste supermercado será en breve reabierto como uno propio de nuestra franquicia. Hasta hemos hecho una promoción y todo, para celebrar la nueva apertura, y para que los viejetes del barrio no se quejen de nuestros yogures, que no tienen pasas- acto seguido hace una seña a uno de los obreros, que le da al botón de la megafonía. 

Ésta hace un ruido extraño, parecido al de la canción de cada mañana que suele sonar en Mercadona, y de pronto suelta un chirrido, para luego aclararse. Una música diferente, y una voz de hombre desconocida promocionando chándales de mujer y el sorteo de un Audi A1, nada más y nada menos.

El hombre, que parece tremendamente satisfecho tras escuchar el anuncio, se ríe- Ese Enrique. Siempre pensé que era un capullo. Cómo me voy a reir de él en la próxima reunión de empresarios del sector alimentación. Seguro que va a mendigar un puesto al del Carrefour, pero a ese me lo conozco yo, y lo pondré sobreaviso. -dice, con un brillo vengativo en la mirada, guardando los contratos firmados y cerrando la carpeta, dándole un par de palmaditas de felicidad a su solapa. 

Tras eso, se encamina a la puerta que tantas veces había empleado el Bulldog para ir a su despacho, llevando una caja consigo, dispuesto a tirar todos los efectos personales de aquel que había sido hasta hoy el encargado. A rey muerto rey puesto. ¿O ese refrán no es el ideal para esta situación? En cualquier caso, era una situación casi dramática de depredación empresarial. 

Y tras la firma, los trabajadores quedaron libres. El super volvía a estar abierto, y pudieron irse a sus casas, para ducharse y cambiarse de ropa tras días de encierro. La promesa de una mariscada brillaba en el horizonte, al igual que la de un futuro carente de productos hacendado. 

Una simple mirada hacia atrás, permitió ver cómo las letras verdes del neón que era la cabecera de la entrada caían una a una, desatornilladas por los trabajadores del LIDL, al igual que los carteles de ofertas, mientras los productos hacendado comenzaban a salir envasados en cajas, Dios sabe a dónde. 

La vida cambiaba. Y una nueva era, la era del LIDL, llegaba amenazando la supremacía del gigante catalán de la alimentación.