Partida Rol por web

La Mansión Archer se asienta en una de las colinas exteriores de la cosmopolita ciudad de Londres. Hogar durante generaciones de una de las familias de más prestigio de toda Inglaterra, actualmente alberga en su seno al patriarca de la familia, Douglas, y a su única hija, Madeleine.

Maddie comenzaba a registrar los fardos de papeles que su padre había dejado pulcramente ordenados sobre el bonito escritorio de caoba, procurando dejarlos después tal y como los había encontrado.

La mayoría versaba sobre los aburridos viajes en calidad de representante diplomático del Foreign Office que tantas y tantas veces Douglas debía realizar. Muchos de ellos ya habían sido finiquitados, y declarados cerrados, mediante un sello que el propio Archer estampaba al final de cada informe, y que debía guardar en uno de aquellos cajones.

Uno de ellos, sin embargo, permanecía sin cerrar, sin haber sido sellado.

No obstante, justo cuando comenzaba a leerlo con atención, el timbre de la puerta principal sonó estruendosamente...

Tras unos escasos minutos de espera, la puerta principal de la masión, se abrió, dejando asomar una cabellera pelirroja, sin duda perteneciente a la doncella principal de Madeleine, Alice, según creía recordar David. Y no era habitual que él recordara esos nimios detalles, pero siempre podría venirle bien.

Buenos días, señor Wilson-Harris saludó muy cortesmente la joven, agachando la mirada por un instante, tímida como siempre. ¿En qué puedo servirle, señor?

Ojeaba los papeles de la mesa sin encontrar ninguno de interés, ya estaba empezando a pensar que no tendría suerte pero el último fajo parecía poder ser de ayuda. Justo en el momento en que comencé a leer suena el timbre de la puerta.

El ruido me sobresaltó, no quería que nadie me viese allí. No es que estuviese haciendo algo malo, pero... si papá me viese aquí me reñiría.

Corro hacia la puerta y la cierro por dentro para que nadie sospeche ni pueda entrar. Me acerco de nuevo al escritorio, cojo los papeles que tenía en la mano, apago la luz y me acerco a la ventana para poder seguir leyendo sin que nadie piense que hay alguien dentro del despacho, y procuro mantenerme lo más en silencio posible sin moverme.

Madeleine actuó rápida y eficazmente, y cuando alguien, presumiblemente Alice, recorrió el pasillo en dirección a la puerta principal, ni siquiera se percató de que alguien hubiera entrado en el despacho de Douglas.

Una vez en la ventana, aprovechando los diminutos rayos de luz que atravesaban los pesados cortinajes, Maddie continuó con la lectura.

El documento versaba sobre algo llamado el Club de la calle 57, una especie de proyecto secreto que Douglas investigaba. Sin embargo, para decepción de la joven, la mayor parte del documento estaba encriptada, y sin el código resultaría imposibe para ella descifrar su contenido.

Por fortuna, una de las últimas frases antes de que la escritura casi de médico de Douglas cesara, hablaba de un viejo conocido de la familia, el anciano profesor Herbert Donaldson. Al parecer, el viejo explorador y cazador de tesoros estaba relacionado de algún modo con el extraño Club, y por tanto, podría saber algo sobre el paradero de Douglas.

Comienzo a leer minuciosamente los papeles -Club de la calle 57... ¿qué será? -pienso. Mientras descubro que el resto está encriptado y soy incapaz de saber qué pone -¡Qué rabia! -Pero llegando al final de la lectura descubro algo que sí entiendo -¡Herbert! Tiene que ser el profesor Herbert... -al menos es una pista para poder conseguir más información, aunque debo ser cautelosa si voy a hablar con él no sea que me meta en un lío, no tengo claro si puede estar relacionado con mi padre para bien o para mal.

A pesar de lo que he descubierto no me siento del todo contenta con la información, me gustaría poder saber qué esconden los cajones cerrados con llave. Entreabro un poco las cortinas para que entre algo más de luz, poquita, la suficiente para ver mejor en la habitación sin que se note desde fuera. Observo todo el despacho y me pongo a buscar dónde podría estar la llave que abre los cajones: debajo del tapete de fieltro del escritorio, por entre todos los tinteros y plumas, en las estanterías de libros y en el mueble bar. Siempre con suma cautela y lo más silenciosamente posible.

-Buenos días Alice, ¿se encuentra Madeleine en casa?, he venido a traerle un regalo, ¿serias tan amable de llevarlo a su alcoba? - David, hizo ademan de entregarle los paquetes con la ropa, esperando educadamente que la muchacha le invitase a pasar.

Madeleine dedicó un poco más de tiempo a buscar la llave de los cajones que debían ocultar más secretos de su padre. Tuvo suerte, pero sólo en parte. Bajo el tapete de fieltro halló un par de ellas, pero tan sólo aquellas que abrían los cajones superiores, que al parecer sólo contenían material de oficinia. Quedaban cuatro cajones por abrir, y no hubo manera de encontrar sus propias llaves.

Mas de pronto Maddie escuchó hablar a Alice con alguien...

La joven doncella quedó un poco descolocada, pues no estaba segura de cómo proceder, mas enseguida se recuperó y tomó el control de la situación.

Por supuesto, señor Wilson-Harris dijo tomando con premura pero delicadamente el paquete entre sus brazos. Si es tan amable, pase a la salita de espera, avisaré a la señorita Archer de inmediato.

Dicho lo cual, se giró y se dirigió rápidamente hacia las escaleras, ascendiendo al piso superior.

Alice sin duda acababa de abrir la puerta a alguien y ese alguien no era otro que David, a juzgar por su tono de voz algo engolado y rimbombante. Tampoco es que fuera culpa suya, era un noble, y le habían criado así. Pero desde luego, no era Rick.

Por cierto... ¿dónde demonios se habría metido ese yanki sinvergüenza?

Buenos días Alice, ¿se encuentra Madeleine en casa?, he venido a traerle un regalo, ¿serias tan amable de llevarlo a su alcoba?   dijo David, contestado enseguida por la joven doncella.

Por supuesto, señor Wilson-Harris dijo Alice Si es tan amable, pase a la salita de espera, avisaré a la señorita Archer de inmediato.    Los pasos de la joven doncella resonaron entonces justo por delante de la puerta del despacho de Douglas, en dirección sin duda hacia las escaleras, y la planta superior.

Estaba frustrada por no encontrar nada más de utilidad en el despacho -¡Maldita sea! ¿dónde podrán estar las llaves de los otros cajones? -cuando escucho a Alice hablar con David y la oigo subir hasta mi habitación a buscarme.

Rápidamente me guardo el papel encriptado del despacho de mi padre, y abro la puerta sin hacer ruido. La cierro tras de mí con llave y me la guardo también. Subo en dirección a mi cuarto para cruzarme con Alice antes de que me descubran.

David pasó a la salita y echó un vistazo por la ventana recordando extrañamente su palpito anterior, tras lo cual tomó asiento y se devanó un poco los sesos repasando la escasa información que tenia del señor Archer.

Madeleine abandonó con suma cautela el despacho de Douglas, aparentemente habiendo sacado cuanto pudo de él, para encaminarse a sus aposentos.

Una vez arriba, en la primera planta, se topó con una Alice que ya estaba buscándola.

¡Oh, estais aquí, señorita! exclamó sorprendida porque la joven apareciera casi por detrás de ella sin haberse percatado. Milady, vuestro prometido os espera en la salita de abajo. dijo mientras abría la puerta de la alcoba de Maddie y la conducía dentro ¡Y os ha traído un regalo! señaló el paquete que había dejado sobre la cama, primorosamente envuelto, y atado con un bonito lazo rosa.

David etaba absorto e sus pensamientos.

Aparezco sigilosa por detrás de Alice sin que ésta se percate de mi presencia, asustándola un poco. Me encantaba asustarla, era tan fácil -¡jijiji! perdona Alice -le dije con sonrisa picarona.

Me viene a avisar de lo que ya sabía, David estaba en casa -¡qué lata! me ha interrumpido justo cuando estaba con cosas más importantes -Entonces Alice abre la puerta de mi habitación y me muestra un enorme paquete -¡Rosa! ¡Tenía que ser rosa! en fin...

A pesar del ese horrendo lazo rosa me emocionan mucho las sorpresas y los regalitos cuanto más grandes mejor. -¡Oh Alice!¡Un regalo!¡Qué bien! -Corro a la cama a abrir el paquete. Primero lo miro, lo toco, y pienso qué podrá contener. Sin esperar mucho comienzo a romper el envoltorio tirando el lazo rosa al suelo.

Jijjij rió quedamente la doncella al ver cómo Madeleine retrocedía a su más tierna infancia cada vez que tenía la oportunidad de abrir un regalo, cuanto más grande mejor. Y aquel paquete era bien grande.

Los pedazos del caro papel de regalo salieron volando hechos trizas, revelando el magnífico contenido del paquete:

Con la etiqueta de la famosísima y exclusiva Boutique de L'Ornerat de Paris, el regalo de su prometido consistía en un perfecto vestido azul con pamela a juego, para lucir en el hipódromo, con algunos accesorios que incluían unas de esas extravagantes y poco decorosas gafas con los cristales ahumados. Todo un elegante conjunto a juego que haría que Maddie fuera la envidia de cualquier dama de buena posición.

Oh, señorita Archer, qué galante es el señor Wilson-Harris, ¿verdad?

Cuando vi el regalo pensé que David no tenía nada de mal gusto, me encantaba el conjunto y esperaba la ocasión ideal para lucirlo, puede que en una fiesta de cumpleaños, mi fiesta de cumpleaños. Sonreí pensándolo. David se había ganado un poco el corazoncito de Madeleine con ese detalle inesperado.

A pesar de lo que pudiese parecer por sus actividades poco lícitas debido al contrabando y a tener gustos más propias de hombres, Madeleine también tenía su lado femenino y coqueto y cuando lo sacaba era las más elegante de todas las jovencitas de la sociedad londinense. Había sido muy bien enseñada por la estricta ama de llaves, la señora Danvers, que en ausencia de su padre había sido la responsable de la buena educación de Madeleine. Todo lo demás lo había aprendido de Rick, como es obvio.

Estaba absorta en el regalo, colocándome el vestido por encima de la ropa y mirándome al espejo para ver cómo me quedaría, cuando Alice me despertó de mi fantasía. Parecía que a Alice le impresionaba mi prometido y sus regalos -Muy galante, Alice. Él sí que sabe ganarse a una dama -contesté -Lástima que yo no lo sea -pensé con una sonrisa picarona -¿Crees que debería bajar a agradecerselo?

Alice parpadeó sorprendida, dudando unos segundos antes de atreverse a responder Pues... por supuesto. No sería correcto dejar que el señor Wilson-Harris esperase demasiado tiempo, señorita comentó extrañada por el hecho de que Madeleine no estuviera deseando ver a su prometido.

Además continuó  sabe que está usted en la casa  confesó, ya que había sido ella misma quién le había confirmado a David su presencia.