Partida Rol por web

Cada vez lo tenía más claro: no servía como investigador. El no saber qué excusa había ideado el detective hizo que, cuando la escuché, la sorpresa apareciera en mi cara aunque, con una rapidez un tanto torpe, intenté disimular para que el dueño de aquella casa no sospechase de ellos. Apelé a mi sangre fría, la misma que usaba para abrir cadáveres en canal, para mantener la compostura, pero sentía cómo los nevios se habían apoderado irremediablemente de mi cuerpo, asintiendo en silencio con expresión alelada, a cada palabra que Edgar pronunciaba.

Una vez en el interior, y ya reunidos todos, el caos saltó en cuestión de segundos. Por unos instantes había creído que nos saldríamos con la nuestra, aunque no tenía ni idea si la pareja habría conseguido alguna pista interesante, y que no tardaríamos en encontrarnos sentados de nuevo en el coche a salvo. Pero no... todo se torció con el sonido de una botella rompiéndose contra el suelo y el olor penetrante del vino.

No lo pude evitar, estaba demasiado alterado para no reaccionar ante el ruido que la botella produjo. Di un salto sorprendido que se convirtió en un par de pasos hacia atrás al ver el mismo tipo de animal que habíamos visto en casa del farmacéutico. Ahí estaba, la prueba de que la botella equivocada había salido de esa casa.

Ya no había escapatoria, nos encontrábamos encerrados en esa casa la cual, con toda seguridad o así me lo imaginaba yo, estaría llena de hombres armados como los que nos habíamos topado en la farmacia. Nos matarían sin remedio, y todo por una botella de vino... Bueno, una botella de vino con un pulpo en su interior, algo nada normal.

Sentía como el sudor bajaba por mis mejillas, empapaba mi impoluta camisa y dejaba mis manos húmedas.

—Por favor señores... Cálmense. Seguro que todo se puede arreglar pacíficamente y podremos llegar a un acuerdo. La señorita ha cometido un delito, pero el caballero —señalé al dueño de la casa— tampoco debería tener alcohol en su casa. Una botella con un contenido bastante curioso, todo hay que decirlo.

No sabía de donde había sacado el valor para hablar de aquella forma y mucho menos para acercarme de nuevo a la botella rota en el suelo donde se veía el pequeño animal en mitad del charco oscuro que había dejado el vino sobre la madera.
 

De nuevo y alarmado en cuanto vi reaccionar a Flannely yendo a coger el telefono de nuevo volví a pulsar el interruptor para que no diera señal y puse una mano en su pecho para alejarlo tratando de evitar que tratara de volver hacerlo. Edna estaba atemorizada por los nervios, y en parte era normal cosa que tendríamos que arreglarla ya y en parte las palabras de Hubbard eran muy ciertas, tenía que resolver esto de una manera pacifica sin tener que llegar a las armas, pero tendría esta preparada como plan B si todo saliese mal.

Entonces miré a Flannely tras las palabras del buen doctor y dije - Parece que no se da cuenta Flannely. Hay un segundo motivo, y ahora un tercero por lo que veo para que pase un buen tiempo bajo la sombra, pues la extorsión policial es un delito grave, y parece que no se dá cuenta de ante quien está. El segundo motivo que no le había dicho, ya lo ha comentado tanto usted como de por sí el doctor Hubbard. El contenido de ese vino. Reconozco que es... raro, y un tanto asqueroso, pero se podría considerar una manera perfecta de posesión, consumición o comercio de estupefacientes, y no solo por el alcohol. - Entonces me llevé una mano hacia la parte traseja de mi pantalon para coger unas esposas y mostrarselas ligeramente y de lejos a Flannely.

Tranquilamente y aún tratando de separarle más si pudiera del telefono deseando que uno de mis compañeros me ayudara con este aparato infernal, proseguí con mi explicación - A estas alturas, tiene usted dos opciones. O me deja interrogarle de buenas siendo sinceros entre ambos y se va de rositas tranquilamente, o le detengo y le interrogo a mi estilo y acaba entre rejas por los delitos que antes le he mencionado. Usted elige, pero yo no soy la policía que usted conoce. Yo no soy facil de convencer. - Le miré entonces con una cara decisiva para dejarle claro que todo lo que le estaba diciendo claro y obviamente, en caso de que siguiera negandose no tendría más remedio que recurrir a las malas.

Edna permanecía en silencio junto a Ray. Estaba en estado de shock, no sabiendo qué hacer ni qué decir (no había matado a nadie, pero aquel robo y puesta en escena con Ray no había al final servido de mucho, y estaba ahora "vendida"). Hubbard intentó hablar a los "contendientes" con la calma que solían darle los cadáveres de la morgue cuando hacía su trabajo. Ambos habían cometido delitos en cuestión de momentos, pero aquello no apaciguó al enjuto Flannelly. Finalmente, cuando con aquella voz pausada y calmada el detective Williams habló al anfitrión (y sobre todo, le enseñó las esposas) éste colgó el teléfono, sabiendo que las tenía todas contra sí. Cuando colgó el aparato, quedó la mano sobre él, cerró los ojos, miró a la pared, tomó aire y resopló con indignación y derrota, profundamente.

No tiene ni idea detective. ¿Estupefacientes? -entonces andó unos pasos hacia el recibidor, donde estaba todo el charco-. Puede hablar, y preguntar,  mientras voy recogiendo este desaguisado, ¿o eso también le parece mal? -echó una última mirada inquisitiva a Edna-. Fue a la cocina a por unos trapos y un cubo para empezar a ponerse de rodillas e ir empapando (y limpiando el suelo del vino). Tal vez quedaran los tablones ennegrecidos.

Respiré aliviado al comprobar que, de momento, todo parecía calmarse. Por lo menos la policía no sería avisada y eso era un gran paso en todo aquel embrollo. Observé al dueño de la casa mientras intentaba limpiar el charco de vino que, con toda seguridad, acabaría estropeando y desluciendo la pulcra madera del suelo y, cuando mis ojos se centraron en el charco, volvieron a encontrarse con el extraño animal que hasta hacía unos instantes se encontraba encerrado en la botella.

—¿Podría explicarnos por qué hay un bicho como ese —dije señalando al animal— en el vino? ¿Por qué son tan importantes esas botellas? ¿Acaso ese animal le confieren un sabor único?

Era lo que más me llamaba la atención y, desde el mismo instante en que lo había visto por primera vez en casa del farmacéutico, tenía mucha curiosidad por saber de qué se trataba y los motivos que habían llevado a alguien a introducir semejante animal en una botella de vino.

De alguna forma que no lograba a comprender del todo el detective había conseguido calmar la situación a base de amenazas veladas, salvando la situación y posiblemente su cuello, haciendo que soltara un leve suspiro, aliviada al ver como colgaba el teléfono.

Se retiró unos pasos para alejarse de aquél bicho, pero en la dirección contraria de la puerta para que no confundieran sus intenciones, dejando que los dos hombres siguieran con el interrogatorio mientras ella se mordía el labio inferior, aguantándose las ganas de intervenir en la escena para formular sus propias cuestiones y sobre el contenido del propio maletín, pero intervenir solo desestabilizaría los esfuerzos de Edgar.- No es el momento.

Sin embargo al verle inclinado sobre el charco, limpiando lo que ella había ocasionado, sintió una punzada de lástima y arrepentimiento, agachándose a su lado mientras alzaba los bordes de su vestido y bata para no mancharse.

Permítame ayudarle.- En el momento que sus miradas se cruzadas, le dedicó una avergonzada sonrisa mientras retiraba los trozos de cristal con cuidado y los depositaba en la palma de la otra mano.

Esas botellas son muy caras. Un grupo de amigos y un servidor las importamos desde lejos. No sé exactamente si confieren un sabor único -respondiendo-, pues nunca las hemos probado... son para otra cosa. Nos confieren poder, ¡sí!, ¡Mucho poder! y ahora mismo, imbéciles, habéis roto una de ellas... -el pequeño "octópodo" comenzó a reducirse sobre sí, encogiéndose en su propio espacio de una manera asquerosa. El poder ha sido liberado, pero no aprovechado, ¿véis? Malditos... ¡Iros de aquí! ¡No es asunto vuestro!

Edna comenzó a recoger los trozos de vidrio aún húmedo.

Respiré más tranquilamente cuando parecía que el señor Flannelly había razonado, bajo coacción y amenaza, pero al fin respondía. Aunque aquella frase inicial que dijo me mosqueó un tanto, pensé en no hacerlo caso y actuar más en el papel de mi mismo. - Tranquilo, tampoco hace falta ser extremistas señor... - pregunté el nombre de nuestro anfitrión. No mostré preocupación por Edna, no solo porque fuera compañera, sino porque estaba encerrada en la casa. Entonces fue cuando Hubbard inició la ronda de preguntas lo cual agradecí. Tras escuchar las primeras respuestas del señor, formulé las mias propias - Creo que ambos sabremos que voy a preguntarle. ¿Como obtuvo esas botellas? Sinceramente... lo del grupo de amigos, no suena convincente. Y por supuesto ¿Con que fin? Supongo que era algo más que venderlas, pero ¿poder? Desde cuando una bebida confiere poder a alguien.  - Entonces volví a mirar a Edna, y pensé que tendría que tratarla igual que a Flannelly, ya que sino podría sospechar.

No era algo que me hiciera mucha gracia pero igual gracias a ello podría hacer que ella misma lanzara sus propias preguntas hacia Flannelly. Un doctor tiene unas preguntas objetivas quizás a las medicinas y la ciencia, un detective más a lo criminal, las organizaciones criminales y esas cosas pero... Y una periodista ¿Qué tipo de preguntas podría tener con esta referencia? - Y usted señorita... - traté de ocultar el que ya la conocía para que dijera su nombre - No se crea que por ayudar a limpiar se libra del propio delito que ha ocasionado esto. Digame ¿Cual es su razón para haber eso esto? - A Ray simplemente lo obvie, parecía bastante en shock como para que respondiera.

Mantenía la oreja pegada a la conversación mientras recogía los pedazos de vidrio con cuidado de no cortarse. Cuando Flannelly mencionó el tema del “poder” recordó la conversación que habían mantenido en la velada, justo cuando el farmacéutico les enseñó aquella botella, el principio de todo. En aquél momento fue el señor Hubbard quién recalcó las costumbres de colocar pequeños seres en las bebidas alcohólicas para mejorar la salud pero, ¿poder? Nunca había oído nada semejante, haciendo que alzara una ceja incrédula, como si escuchara un cuento.

Distraída por la charla, no se percató de que el octópodo había menguado su tamaño, haciendo que se contrajera de una forma tan asquerosa que le produjo un respingo a Edna, haciendo que se pusiera de pie de un salto y se apartara, dejando que los cristales que había recogido cayeran de nuevo al suelo, bajo sus pies.- ¿¡Qué es eso!? – Verlo tan de cerca le había ocasionado una desagradable impresión.

¿Los pulpos hacen eso? – Señaló al octópodo con el índice, dejando de lado la pregunta de Edgar.

No había duda alguna, estábamos en presencia de un loco. Poder, ¿cómo una botella de vino con un animal en su interior podía otorgar poder a alguien? Sí, aquel hombre estaba muy mal de la cabeza.

Pegué un respingo al ver la reacción de Edna, que se había puesto de rápidamente en pie dejando escapar los cristales que había recogido y, cuando miré para saber la causa de su sobresalto, no pude evitar estremecerme ante la asquerosa presencia del octópodo con un tamaño más reducido. ¿Cómo era posible? ¿Acaso el rojo líquido que se había derramado conseguía mantener de alguna forma al pulpo? Por más vueltas que le daba no dejaba de pensar que lo que estaba viendo era una aberración.

—Siento curiosidad por saber qué pretenden sus amigos y usted... ¿Qué tipo de poder creen que les puede dar eso? —Pregunté un tanto asqueado señalando el líquido y el octópodo—. Mejor aún ¿por qué creen que les da poder?

¿Como obtuvo esas botellas? Sinceramente... lo del grupo de amigos, no suena convincente. Y por supuesto ¿Con que fin?

Eso qué más da, ni si quiera yo lo sé. El hampa, señor Williams -respondió-. Siendo usted detective sabrá a lo que me refiero. Nadie pregunta. Una razonable suma de dinero es suficiente para obtener cosas. Un amigo mío, Oswald Edelson, lleva este asunto en concreto. Él adquiere las botellas, y nos las manda.

—Siento curiosidad por saber qué pretenden sus amigos y usted... ¿Qué tipo de poder creen que les puede dar eso? —Pregunté un tanto asqueado señalando el líquido y el octópodo—. Mejor aún ¿por qué creen que les da poder?

Samuel Hubbard parecía sumarse al interés del detective.

El fin es algo nuestro, una tradición de amigos, simplemente -le respondió al doctor-. Hay quien juega al billar en clubes nocturnos, quien tiene un prostíbulo con muchos clientes y quien juega al golf en los campos junto a sus mansiones. No hacemos nada malo a nadie: ni matamos, ni robamos, ¿les queda claro? ¿Tienen algo más que decir?

Flannelly estaba acabando de limpiar mientras respondía a las preguntas. Volvió un instante a la cocina a por más paños, los cuáles extendió en el suelo, sobre el tablero de madera aún húmedo. Parecía que estaba siendo sincero, pero lo que si era cierto es que estaba cansado (era muy tarde ya), y no le apetecía tener más compañía en su casa.

Cuando el señor Flannelly mencionó el hampa, mi cara cambió a una expresión seria y cabreada. No pude evitar sentir que necesitaba salir de allí cuando ya tenía pistas que seguir, y realmente el hampa no es que tuviera un historial precisamente corto. Además también nos dió un nombre "Oswald Edelson" sin duda tendría que buscar algo sobre el y lo facil que sería preguntar... Una división mental tenía en mis adentros en un duro tira y afloja tratando de decidir si preguntaba más.

Finalmente caí, no es nada fácil resistirse a una pista facil - Entiendo... ¿Donde se podría encontrar al señor Edelson actualmente? - logicamente iriamos a por el, pero entre tanto tendría que hallar la forma de que uno no se comunique con el otro, además de llevar el contenido del maletín con nosotros - Por mi parte, si responde con sinceridad, será mi última pregunta. Y pasaré por alto la botella de vino, y de paso me llevaré a la ladrona a hacerle unas preguntas. Doctor Hubbard ¿si usted tiene alguna pregunta más? Le recuerdo que nuestro trabajo principal es localizar a esa mujer, aunque tengamos que hacer una parada por comisaría antes. - Intenté tratando de llevar la conversación a buen punto, haciendo que nuestro extraño y anfitrión quisiera ser sincero para irnos de aquí cuanto antes.

Si sus más allegados la vieran en estos momentos posiblemente pensarían que estuviera enferma, tan callada, relegada a un segundo plano sin apenas formular palabra por voluntad propia. Le dolía la cabeza de todas las preguntas que tenía al hombre, pero cada una les llevaba a un final fatídico.- Maldición, estoy perdiéndome todo.- Lanzaba miradas cargadas de esperanza a Edgar, como si esperara que pudiera leerle la mente y preguntara lo que ella no podía con palabras.

De la misma forma le ardían los objetos que había podido coger del maletín en el bolsillo, los cuales no había tenido tiempo de poder observar con detenimiento para investigarlos, menos aún para explicarle a sus compañeros todos sus hallazgos. Había sido la único que había visto lo que verdaderamente guardaba el misterio del maletín, pero no podía hablar más de lo debido.- Tengo que llevarles hasta ello.

Respiró hondo unos segundos antes de que una chispa se encendiera en su mente, girando el rostro hacia el detective, alzando esta vez la voz para hacerse oír.

En el maletín había algo más, parecía una máscara.- Recordó aquella horrible careta de gran peso.- Me recuerda a una escultura que robaron hace poco en un museo. Leí sobre ella en el periódico, había una fotografía junto la noticia.- Mintió, esperando centrar la atención en el maletín.

Escuché lo que Edna dijo - Por fin hablas mujer... - y al oirla tras sus últimas palabras dirigí la mirada a Flannelly esperando que supiera lo que le iba a decir - Pese a que haya intentado robar, mi trabajo es investigar todo lo sospechoso. Si me hace el favor de abrirme dicho maletin, no me gustaría hacerlo en contra de su voluntad. - Tenía el reflejo de ir a coger el arma por si acaso reaccionaba de otra manera mala o rara. Las puertas estaban cerradas así que esperaba no tener que disparar, pero nunca se sabe

¡Son cosas mías! -se quejó- ¿Ahora va a decirme que todo lo que hay en mi casa le recuerda a tal o cual cosa? ¿Usted? ¡Lárguense de aquí! Lo siento detective, si no trae una orden no va a registrar aboslutamente nada. Y si lo hace en contra de mi voluntad me pesa mucho decirle que se arrepentirá.

Se giró hasta el mueble que había en el recibidor, junto a las escaleras casi en el fondo de éste y sacó un pequeño bloc de notas y tinta y tintero. Acto seguido escribió ciertos caracteres en éste y se lo entregó al detective.

Aquí está la dirección de Oswald -estirando el brazo con la nota-. Es amigo mío, pero no tiene tanta paciencia como yo -aseguró cabreado-. Anda, y vayan a verle. Rezad si no os echa a patadas, ¡todo esto me sabe a tinglado mal orquestado!

Las respuestas de Flannelly no satisfacían mi curiosidad, de hecho comprobaba que no arrojaban ninguna luz a lo que le estábamos preguntando, sobre todo a lo que yo le había preguntado. Pero estaba claro que el hombre no iba a soltar prenda sobre el tipo de poder que creían que conseguirían con ese vino, y esa reticencia a contar lo que sabía, sólo conseguía aumentar mi curiosidad. Sin embargo me tendría que quedar con las ganas.

Lo que ya no me gustó tanto fue el cariz agresivo que, una vez más, comenzó a tomar la situación, sobre todo al ver el amago de coger su pistola por parte del detective. Flannelly no era tan estúpido como para permitir que anduviéramos así como así con sus cosas, por mucha amenaza que le lanzásemos, algo con lo que yo no estaba de acuerdo y lo que más quería en ese momento era salir de allí, más ahora que habíamos conseguido la dirección del amigo del que Flannelly hablaba.

Por otra parte, el hecho de que nuestra encantadora periodista tuviera tanto empeño en que viéramos lo que se guardaba en el maldito maletín, me indicaba que tenía que ser muy importante y sería bueno para nosotros tener la oportunidad de echarle un vistazo. Pero desde luego por la fuerza no creía que fuera la mejor idea del mundo.

—Ya tenemos la dirección del tal Edelson, ¿qué tal si vamos a hablar con él? Aunque no me parece que sea una hora prudente para hacer visitas.

Quería ver lo que contenía el maletín, pero lo que no estaba dispuesto era comprobar que se abría por la fuerza o que Flannelly acabase explotando y llamando a la policía. Verme toda la noche en un calabozo no era la idea que yo tenía como broche para una velada que había pasado de una cena agradable a un ir y venir de locos por toda la ciudad.

Creo que estoy un poco confundida por la situación, debo haberme imaginado el parentesco.- Se apresuró a decir ante la reacción de Flannelly, colocándose la mano sobre la frente. Estaba claro que le habían llevado al límite al dueño, y que no podrían sacar más de él, por lo que seguir insistiendo más en el tema solo acarrearía peores consecuencias. Mejor era salir ahora que les daba la oportunidad, al menos que podían con la información que les había brindado.- Si no les importa, caballeros, prefiero declarar en comisaria.

Miré a Flannelly con una sonrisa al ver que al menos nos había pillado en algo. - Bueno... en eso tiene razón. No se preocupe por ahora, con la información que nos ha dado será suficiente, aunque tenga que pasarlo a algún compañero de la policía. - Entonces fue cuando me giré a Hubbard y a Edna principalmente ya que Ray estaba aún en shock - Menos mal que al fin razona... En fin no creo que le haga falta estar esposada pero... - saqué las esposas, mientras le hacía un gesto con la mirada a Edna dandole a entender que cogiera el maletín, y se las día Hubbard - Solo por si acaso tengalas a mano Doctor.

Entonces me giré a Flannelly de nuevo y le hice una petición - Al menos antes de irnos no me negaría un vaso de agua ¿Verdad? Llevamos bastante de pie y aún no he bebido nada. Además hay un asunto que tengo que tratar en privado con usted en privado - me acerque a el y le susurré algo tratando de evitar que mis compañeros se enteraran. Aún tenía una baza si algo me han enseñado tantos años de oficío, y tenía que jugarla si al menos quería quitarnos un obstaculo de en medio. Tras ello le miré y le señale con la cabeza para que fuera por delante. - Doctor, lleve a la ladrona y al pobre en shock al coche.

Al acercarme a Flannelly para susurrarle le dije - Ahora vaya a la cocina, antes que la mujer y ese hombre descubran algo más, señor Flannelly - Totalmente con aquella frase me había puesto de su lado, o al menos eso quería hacerle creer. No había dicho antes su nombre con lo cual que lo supiera daba razón a que lo que le decía fuera totalmente cierto.

¡¡LÁRGUESE DE AQUÍ, detective!! -dijo tras oir las palabras a susurradas a su oído*-. Aquella orden la dió con un evidente vociferio, haciendo que las intenciones de Edgar se disiparan enseguida. Su voz era autoritaria, pese a su aspecto raquítico. Y ciertamente no haría falta mucho para formaros un jaleo en aquel barrio de Elbereth Street. Era tarde y no eran horas como para estar pidiendo vasos de agua.