Partida Rol por web

Izzy negó con la cabeza viendo el caballito de Ary. Luego se volvió hacia Dino.

— Pero, ¿te has venido a los muelles con un coche de lujo? Con la pasta que tienes podrías comprar alguno un poco más discreto — le dijo con una sonrisa. —  Si hay alguna Brecha en los alrededores va a dar lo mismo que nos presentemos de una forma u otra, sabes que acabarán sintiéndonos. ¿Has olvidado nuestro primer encuentro? — comentó, divertida.

— Pero razón no te falta, no tenemos por qué ir todos a la pizzería. Echaré un vistazo por allí antes y, si no hay nada extraño, puedo preguntar un par de tipos de la zona. Conozco al dueño de una tienda de tatuajes que va a estar enterado de quién se mueve por allí, si hay nuevas bandas o algún tipo de mafia local.

Miró hacia arriba y un extraño viento empezó a soplar por la zona.

— Nos vemos allí. Si necesitáis algo urgente, dadme un toque — dijo mientras empezaba a elevarse en el aire impulsada por un viento al que daba forma con su voluntad.

Dispuestos a intervenir en lo que fuera que estuviera sucediendo en la plaza Miller, los buscadores se pusieron en marcha. Amanda y Sam salieron como una flecha atravesando la lluvia con la moto de la hacker, mientras Dino y Robert se dirigían de forma más pausada a Sleipnir, el flamante automóvil que era el ojo derecho del magnate. Por su parte, Izzy, ignorando las molestias de la lluvia, invocó a los vientos para elevarse en el aire y tomar la ruta más directa.

Izzy sobrevoló el barrio trabajador. Desde arriba se veía como un auténtico puzzle de edificios de viviendas y casas adosadas, que a su vez se habían dividido en apartamentos más pequeños. La plaza Miller estaba en el centro del barrio, una plaza monótona y deslucida, en la que se concentraban la mayoría de tiendas y negocios del vecindario.

Izzy aterrizó en la plaza, sabiendo que ningún Durmiente se daría cuenta de ello. La lluvia seguía cayendo de forma constante, de manera que la plaza estaba desierta. Las alcantarillas obstruidas empezaban a escupir el agua que no podían tragar sobre el pavimento. Izzy vio que había multitud de charcos en el pavimento roto, cosa que le obligaba a caminar con cuidado.

Además de la pizzería que buscaban, había unos cuantos negocios más en la plaza. Extrañamente, un par de ellos estaban cerrados, a pesar de que todavía era media tarde. Pero lo primero que llamó su atención fue una tienda tipo colmado, que estaba precintado con cinta policial. El escenario de un crimen.

Robert llevaba trabajando con aquellas mujeres el tiempo suficiente como para saber que eran demasiado impulsivas para Dino y para él. El anciano era de la misma forma de pensar que él: estratega, pausado. Algo que seguramente había aprendido con el tiempo, o quizás gracias a su don. Por su parte, él siempre había sido un chico tranquilo que encontró en la Biblioteca el trabajo ideal. Pero si todos fuéramos como yo, no habríamos conseguido nada hasta ahora. Necesitamos un buen equilibrio.

Se encargó de cerrar el inmueble mientras Dino arrancaba su flamante vehículo, se arrebujó en la gabardina que le protegió a duras penas de la intensa lluvia y se sentó en el asiento del copiloto manteniendo el libro en su regazo. Aún le fascinaba cómo parecía seguirle a todas partes: aunque no pensara deliberadamente en llevarlo consigo, de alguna forma siempre lo cogía inconscientemente. Seguramente fuera parte de lo especial que era.

—Lástima que no conozcamos a ninguna Brecha de Thor, Tlaloque o Ameonna —mencionó, mirando al cielo—, los días lluviosos tienen algo que me entristece. Y aún no he encontrado ningún cuento que controle el clima.

Izzy aterrizó directamente en la plaza y echó un vistazo a su alrededor. «Mierda» se dijo al ver el cordón policial. Sabía que no iba a poder evitar acercarse a echar un vistazo. Deformación profesional. Pero también sabía que, quienquiera que la hubiese atraído hasta aquí, sabría perfectamente que ese lugar la atraería como un imán. «O como la luz a una polilla» pensó, pues aún no había descartado que todo esto se tratase de una trampa.

Inspiró con fuerza, casi como reflejo para hacer que el viento fluyera hacia ella, esta vez de forma mucho más sutil que cuando salió volando, esperando únicamente recabar los sonidos de sus alrededores mientras observaba a su alrededor, buscando a cualquiera que pudiera estar observándola mientras caminaba directamente hacia el cordón policial.

Izzy se acercó cautelosamente hacia el cordón policial, con todos sus sentidos alerta. Por desgracia, la lluvia resonaba en el pavimento, en los cristales de las tiendas, en las farolas... haciendo muy difícil interpretar las sutiles variaciones del viento.

Viendo que no había nadie cerca, Izzy levantó el cordón para pasar por debajo y acercarse a husmear por el cristal de la tienda. Pegó la cara al cristal y entonces un haz de luz la deslumbró. Girándose de golpe, vio a un policía que aguantaba una linterna sobre el hombro, enfocándola directamente.

- ¡Eh! ¿No entiende lo que significa el cordón? ¡No se puede pasar!

- Disculpas, amigo, no tenía pensado hacer nada, sólo estaba curioseando.- dijo Izzy, tratando de quitarle importancia, mientras salía fuera de la zona acordonada.

- Ya, claro... No quiero volver a verla por aquí, señorita. Venga, circule.

Debido a la lluvia Amanda condujo con algo más de precaución de lo habitual; ni que pudiera saltar, ni sus reflejos acelerados le iban a ayudar mucho si la rueda patinaba y acababan las dos quemando el asfalto con sus chaquetas.

Aparcó directamente en la puerta de la pizzería; si iban a hacer el papel de clientes normales no había motivo para andar más de la cuenta, menos con la que estaba cayendo. No se le pasaron desapercibidos los comercios cerrados, ni la tienda con la cinta policial.

Al refugiarse bajo el toldo de la pizzería y quitarse el casco, le dijo a Sam.

- Verás como ahí habido un ahorcamiento. Veremos si se han molestado en encubrirlo como un suicidio o ni eso.

Antes de entrar en la pizzería se sacudió un par de veces las piernas para que cayese la mayor parte del agua de los pantalones de lluvia que se habían puesto para no empaparse en el trayecto. Miró a Amanda.

- ¿Una Quattro formaggi? – la mirada añadía claramente la coletilla a la pregunta: ¿antes de colarnos en la escena del crimen?

Izzy se dió la vuelta y miró al policía  bajo la lluvia mientras salía del perímetro.

— Disculpe agente — dijo mientras sacaba su identificación de la cazadora — soy investigadora privada. Trabajé durante años con el Teniente McDarren — el bueno de Mac seguramente no tendría problemas en que utilice su nombre. Años compartiendo vehículo, investigaciones y problemas unen a la gente y, aunque se hayan distanciado desde que la expulsaron del cuerpo, aún cenan juntos dos o tres veces al año. — Sé que no debería haber cruzado el precinto, pero estoy investigando un caso en esta zona y pensé que podría tener relación con lo que ha ocurrido aquí... Colaboro a menudo con la policía y me preguntaba qué ha ocurrido en este lugar para tener un precinto policial.

Tras el viaje en coche con Dino*, durante el cual Robert se permitió disfrutar de las comodidades de un vehículo privado, blindado y con la última tecnología de cara a la conducción, el bibliotecario se arrebujó en la gabardina y corrió a resguardarse bajo un voladizo. Le sonaba parcialmente la plaza — seguramente habría pasado un par de veces por la zona — pero aprovechó mientras el anciano apagaba el motor para examinar los alrededores.

Lo primero en que reparó fueron los abundantes charcos provocados por la deficiente labor de mantenimiento. A ojos de un niño una plaza medio inundada bien podría imaginarse como un acuario o un pequeño lago. Su mirada fue pasando por los distintos negocios, anotando mentalmente — y eso, considerando su prodigiosa memoria, significaba para siempre — el estado de cada uno y cuáles estaban cerrados antes de hora. Finalmente, se detuvo en el establecimiento precintado. ¿Es esa Elisabeth? Qué impaciente.

Si era sincero consigo mismo, no podía culpar a la ex-policía. Parecía algo instintivo.

Amanda y Samantha estaban por entrar en la pizzería, así que Robert aprovechó y echó un vistazo a los negocios cerrados.

Dino había sólo meneado la cabeza ante la insistencia de Amanda. A veces actuaba con la mente más fría, pero últimamente estaba más adolescente que nunca. Al menos a los ojos del viejo Wodanaz.

Ya en el auto, esperó a que Robert subiera.

-Sería interesante conocer a alguien así- dijo sonriendo -Si lo hubiera, seguramente se dirigiría a mi empresa, ¿no crees?- sonrió ante lo gracioso que sería recibir un curriculm de alguien diciendo ser Thor.

El viejo manejaba muy bien, de reflejos afilados, parecía que el automóvil fuera una extensión de su cuerpo. Tal vez por eso no dejaba que nadie más se pusiera en el volante. Ni siquiera Collin. Además, todos sabían que Dino le había hecho colocar algunas "amenities" dignas de dueño de la mayor empresa de armamento del país.

Apenas salieron de la zona de los muelles, Dino pensó en su automóvil como si lo viera de afuera, y como un diseñador, comenzó a modificarlo a pinceladas. No habían hecho ni media cuadra cuando lo que transitaba por las calles no era el lujoso Sleipnir, sino un auto bastante corriente, con una leve abolladura en un costado.

-Como para que no se enoje Elizabeth- le guiñó un ojo a Robert.

Desde fuera parecía todo normal, desde dentro, seguía siendo el lujo de siempre.

Cuando dejó a Robert en la pizzería, Dino se quedó un momento con el motor apagado, mientras la lluvia repiqueteaba en el parabrisas. Le gustaban esas lluvias. No sólo a él, sino también a Odín. ¿O era a él que le gustaban y Dino sólo se había acomodado? Por momentos, no sabía bien quién tomaba el control, si él seguía al mando, o si era Odín.

Hacía un tiempo que cada vez se había decantado por esa parte oculta, poderosa e inexplicable. Cada vez más lo atraía ese Destino a la vez que le temía. Ese Ragnarok, ese Final. Él ya estaba cerca del suyo. ¿Sería también de los demás?

Se bajó y con el bastón en la mano como si realmente se ayudara a caminar, se cubrió con el sobretodo oscuro, mientras dos cuervos sobrevolaban la plaza con sordos graznidos. Dino les dedicó una fugaz mirada, mientras su ropa era la de un simple viejo y el bastón se volvía de aluminio y goma, y sus rasgos se modificaban levemente, volviéndolo otra persona.

-Joven, ¿le llama la atención algo?- le dijo a Robert, simulando una voz más cascada, y menos autoritaria que de costumbre.

El policía le echó un vistazo a la identificación de Izzy con su linterna. Aunque relajó el gesto al no tratarse de un simple civil, aún no parecía muy convencido (*Aquí no tienes autoridad).

- A mí no me cuentan los detalles del caso.- dijo, encogiéndose de hombros.- Pero todo el mundo en la comisaría sabe que el dueño se ha suicidado.

- Así que investigando un caso, ¿eh?- añadió, con curiosidad.- ¿Qué tipo de caso?

Mientras tanto, Robert le echaba un vistazo a los negocios cerrados. El primero era una floristería llamada "Los Ramos". A pesar de que claramente había sido uno de los negocios más alegres de la plaza, ahora estaba tapiado con tablones de madera, con la vitrina rota. Flores marchitas flotaban en cubos llenos con agua de lluvia en la acera. En la otra esquina de la plaza, en el "Salón de belleza Sandra" colgaba el cartel de CERRADO. Las luces estaban apagadas.

Usando su memoria prodigiosa, Robert repasó mentalmente la última vez que echó un vistazo a los permisos municipales, y no recordó haber visto ningún permiso de obras en la plaza Miller. Y si no lo recordaba, es que no existía.

Instantes después, una mujer de mediana edad se acercó bajo un paraguas gris a la peluquería, y se quedó consternada al ver el cartel de cerrado. "Pero si tenía cita...", murmura, antes de darse la vuelta cabizbaja.

Mientras decidían si entrar en la pizzería o hacer otra cosa, Ary aprovechó para pasear su vista por toda la plaza. Aquello había sido la pecera en su visión, quizás cada negocio era un pez, o cada individuo, por lo que quizás allí hubiese algo más escondido, algo que no se podía ver a simple vista...

Izzy miró un momento hacia atrás. ¿Suicidio? Bien sabía ella que era una de las formas más comunes de ocultar un asesinato, aunque también era posible que realmente el dueño se hubiera suicidado. Y, en ese caso, ¿estaría relacionado con algún grupo mafioso que estuviera presionando en esta zona?

Volvió a girarse hacia el policía, pensando. No había forma de contestar con evasivas a su pregunta, salvo diciendo que era algo confidencial, pero eso sólo serviría para que la echase de ahí aún más rápidamente.

— Bueno, acabo de terminar de investigar un caso de estafa entre dos socios de una empresa. Uno no tenía pruebas de que su compañero le estaba robando, así que me contrató a mí. Ahora que las tiene, seguramente os llegue la denuncia en los próximos días — comentó. No era necesario hablar de eso, pero le venía bien recordarle al policía que, después de todo, estaban en el mismo bando y podían colaborar entre ellos.

— Pero no es eso lo que me trae a esta zona. He recibido un anónimo y parece que hay algún grupo criminal presionando alguien de esta zona... Aún no sé prácticamente nada, pero al llegar y ver esto — señala al precinto — pensé que podría estar relacionado y... ya sabes... deformación profesional.

Parándose un momento a pensar, cogió una tarjeta de la cartera que aún llevaba en la mano después de enseñarle su identificación.

— Ahora que lo pienso, seguro que podemos ayudarnos entre nosotros. ¿Podrías llamarme si encuentras algo que pueda ser de interés por aquí y yo haré lo mismo? — Si al hombre le interesaba un ascenso, podía ser un buen trato: Izzy podía saltarse una burocracia que limitaba a la policía, como bien sabía, y él podría llevarse algo de crédito por la investigación sin romper ninguna norma.

Las palabras de la mujer confirmaron sus sospechas, que inmediatamente compartió con Dino —Se fueron a toda prisa. ¿Ves ese cristal roto en la vitrina? Suena a advertencia. A todas luces parece que vuestras visiones —utilizaba aquellos términos con un deje de incomodidad—, están en lo cierto: ¿extorsión, quizás? Me parece un método demasiado anticuado.

Y es que no dudaba que hubiera mejores formas que ganar dinero ilícitamente que extorsionando a unos humildes tenderos en pleno siglo XXI. Sobre todo en la Ciudad, donde no sabías quién podía esconderse tras una fachada de civil inocente. Eso le recordó que quizás podría utilizar el Libro para investigar dentro de los establecimientos a ver si había notas de amenaza o ejemplos de violencia, tal y como habían visto Amanda y Dino en sus visiones. Inspiró profundamente, abrió el libro que llevaba colgando de una banda y posó los dedos sobre su superficie. Inmediatamente, las letras empezaron a surgir ante sus ojos.

—... y allí entraba un niño de poca edad, muy pálido y vestido de blanco. La criatura, sin mirarlo, le tomó de la mano y juntos atravesaron las tablas de madera.

Mientras decidían si entrar a la pizzería, o ir a buscar a Izzy o a los chicos, Amanda puso los ojos en blanco, intentando reconectar de nuevo la visión que había tenido en el almacén con la plaza barrida por la lluvia. De nuevo, su visión se sustituyó por un espacio rodeado de agua por todas partes. Como si ella misma fuera un pez, intentaba orientarse dentro de aquella agua oscura. Se cruzaba con otros peces de colores, aunque la mayoría no parecían prestarle atención. La sombra de un escualo enorme seguía planeando sobre todos ellos, y todos los peces corrían asustados. Solamente había un pez rallado, naranja y blanco, que parecía ignorar la amenaza.

Amanda el pez corrió también por instinto, para salvarse de la enorme amenaza. La sombra finalmente atacó a otro de los peces, un pececillo gris... y la visión acabó con aquel pobre pez flotando boca arriba en el agua sucia de la pecera.

El policía cogió la tarjeta de Izzy, le echó un vistazo y se la guardó en el bolsillo de la camisa.

”Qué demonios. Es una investigadora privada, seguro que es más hábil que la mitad de idiotas de la comisaría. A lo mejor tengo suerte y si encuentra algo, esto me da números para un ascenso que me saque de la calle. Estoy harto de patear las calles”

- Trato hecho, compañera.- dijo, con una sonrisa. Izzy notó el cambio de “señorita” a “compañera” y esbozó una sonrisa mental.

- Tengo que seguir con la ronda, pero esta lluvia me está calando hasta los huesos, creo que me voy a tomar un café. Necesitaré que alguien vigile que nadie se cuele aquí mientras tanto, no sé si me entiendes. Durante los próximos... no sé... ¿quince minutos?

Acompañado del niño fantasmal, Robert se internó con cuidado por entre los tablones de madera, colándose por la vitrina rota de la floristería. El interior del local era un desastre: estanterías volcadas por todas partes, flores muertas cubriendo el suelo, cristales rotos... Robert se fue adentrando con cuidado, siguiendo la estela del niño fantasma.

De repente, notó como un cristal crujía bajo el peso de sus pies, partiéndose con un crac estruendoso. Acto seguido, oyó en la trastienda unos pasos que empezaban a alejarse corriendo y una puerta que se cerraba de golpe. Maldiciendo por su torpeza, se acercó hasta allí como pudo. La puerta llevaba al callejón de atrás, la abrió pero quien fuera que había estado en la tienda había desaparecido ya en la lluvia...

La plaza parecía mucho más vacía de lo que debería a esa hora. Locales cerrados, escaparates rotos cinta policial. Todo encajaba con las visiones de sus compañeros. Sam se bajó de la moto, agradeciendo poder apartarse al fin de la lluvia, se quitó el casco y se soltó el pelo un poco el pelo con la mano libre.

- O puede que alguien sucumbiera a la presión. No parece que los tiburones se anden con tonterías. - respondió en voz baja a Amanda sin perder de vista la tienda precintada.

Podía ver a Izzy hablando con un agente de policía desde donde estaba. Posiblemente, un civil dando vueltas por allí no ayudaría en nada. Parecía que Dino y Robert se disponían a dar un paseo por la plaza. La pizzería sería su zona de investigación.

- ¡Claro! ¿Por qué no? - añadió mientras comenzaba a caminar hacia el establecimiento. - Si ves alguna referencia a tu visión, dímelo.

Amanda y Sam entraron en la pizzería sacudiéndose la lluvia de encima. El olor a mozzarella y salsa de tomate les dio la bienvenida mientras buscaban una mesa libre. La pizzería estaba organizada con mesas atornilladas al suelo y a la pared lateral, con bancos con respaldos altos a cada lado para dar privacidad.

Las chicas vieron a un chico joven de pelo rizado, vestido con un delantal rojo, que iba de arriba a abajo, de la cocina a las mesas. En el mostrador, haybía un chaval de diez u once años con el mismo tipo de delantal, atendiendo la caja y anunciando las comandas con un micrófono.

Viendo que Robert utilizaba uno de sus habilidades divinas, como se refería Dino a esas capacidades, para entrar a uno de los locales, Dino decidió avanzar hacia la pizzería. Confiaba en las capacidades del bibliotecario, tanto las humanas como divinas, y además tenían formas de pensar parecidas, por lo que no lo necesitaría allí.

-Voy a la pizzería, Robert- le avisó y se alejó.

Mientras avanzaba, pasó frente a Elizabeth y el policía.

-Buenas tardes, agentes- dijo con una inclinación de cabeza -Menudo diluvio...-

Tampoco era necesario allí. Vio a Amanda en uno de sus trances, por lo que tampoco podría ayudar allí. Por un momento, se sintió inútil, como cuando su hijo le mencionaba que por qué no se retiraba. Sintió la lluvia repiquetear en su cabeza, y sonrió. Se sentía fuerte, aún más desde que Odín se había empezado a hacer presente en su vida.

Cruzó el umbral de la pizzería, y se sentó en una mesa desde la que podía ver todo el local y la entrada. Quería ver si había algo que le llamara la atención, inclusive si veía al muchacho.