Partida Rol por web

Menudo día llevaba. Los días lluviosos normalmente eran buenos para el negocio, porque la gente se quedaba en casa y pedía pizzas para llevar. Pero últimamente no estaba teniendo demasiada suerte. El local estaba lleno a medias, pero tampoco auguraba una gran facturación aquel día.

Como si no tuviera suficiente trabajo, tenía que vigilar que su hermano no se metiera en líos. Ya había tenido que llamarle la atención a Willie para que dejara tranquilas a aquellas dos chicas. Esperaba que no se hubiera ido de la lengua... aunque por otro lado, las chicas no tenían pinta de polis.

Y para colmo, un viejecito casi la palma en su local. ¡Menudo susto! Por suerte, el hombre parecía que se encontraba más o menos bien.

- Me llamo Michael.- dijo, mientras le traía al señor un vaso de agua y un plato de alitas de pollo. Se lo pensó unos momentos y finalmente dijo:- Tenga, invita la casa.

Seguro que Willie lo hubiese mirado con desaprobación, pero qué diablos, no se iban a arruinar por unas alitas de pollo.

La voz cavernosa hizo que Izzy levantara la cabeza de los elementos de la escena del crimen... para encontrarse con la Muerte en persona. Parpadeó un par de veces mirando alternativamente a Robert y a la parca, antes de encogerse de hombros y volver a lo suyo.

«Creía que la muerte hablaba con mayúsculas» se dijo, intentando quitarle hierro al asunto.

Era una pena que el cuerpo no estuviera aquí, porque tendría mucha información de la cual ahora sólo podía suponer cosas. Era de esperar que la ropa del hombre no estuviera empapada, pues entonces nadie en su sano juicio habría asumido que se trataba de un suicidio.

— Si este tipo se suicidó, yo soy la reina de Saba — comentó. Curiosamente, era incluso posible en esta ciudad que se hubiera cruzado con la verdadera reina de Saba en alguna ocasión.

Se levantó de nuevo y siguió observando el local, evitando cuidadosamente fijarse en la invocación de Robert. Lo último que quería era llamar la atención de la propia Muerte en estos momentos. Estaba casi convencida de que ese agua indicaba la presencia de alguien sobrenatural, otra Brecha, y la relación directa con el tiburón de la carta que había recibido no le pasaba deesapercibida. No tenía forma de saber directamente quién había sido, al menos, no sin clonar alguno de los poderes de adivinación de sus compañeros, pero al menos sí podría deducir, por los rastros que habían podido dejar, cuántos eran.

Robert estaba demasiado preocupado en elegir las palabras correctas como para prestar atención al ingenioso comentario de su compañera — que, por otro lado, hubiera entendido a la primera — y notó cómo la garganta se le secaba cuando la etérea y tenebrosa figura le explicó lo que sabía. ¿No se ha presentado a la cita? ¿Qué significa eso?

Lo que le dejó sin aliento fue la pregunta que le hizo la Muerte. Abrió la boca para responder pero no llegó a decir nada, mientras en su cabeza se amontonaban una decena de posibles variantes. A lo largo de su vida había leído infinidad de personajes que se encontraban con deidades primigenias y negociaban con ellas, pero aquello era el mundo real y por muy personaje de cuento que fuera, Robert sabía el poder que la narrativa reflejaba en ellos. Sujetó el libro contra su pecho, tentado de abrirlo para enviarla de vuelta, pero supo que eso sería jugar sucio: llevaba el tiempo suficiente utilizando aquel mágico artefacto como para no saber que había una serie de reglas implícitas.

—Yo... —empezó a decir, cuando un sonido polifónico de baja calidad resonó en su bolsillo, haciendo que el bibliotecario pegara un respingo. Samantha, seguramente le estaba buscando o necesitaban apoyo en la pizzería. Eso le hizo pensar en cómo continuaba el cuento que había utilizado—. Estamos en la tienda frente a la pizzería.

Dejó escapar el aire como si llevara aguantando la respiración varios minutos. Esas breves palabras con la portadora de la Diosa de la Oscuridad le dieron fuerzas para responder a la Muerte—Bien, no dudo que serás una buena madrina para mi hija. Si alguna vez faltamos su madre o yo, deberás cuidar de su bienestar y asegurarle un próspero futuro.

Izzy siguió dando vueltas por el escenario del crimen, intentando hacerse una idea de cuánta gente había pasado por aquí antes que ellos. La presencia de agua y polvo ayudaba a encontrar rastros, y la investigadora pudo ver que había huellas de dos o tres pares de botas de policía (podría identificarlas a una legua, siempre el modelo oficial). Además de las botas de poli, encontró lo que sin duda era un par de huellas de zapatos de tacón de mujer.

Sonó el politono del móvil de Robert, y si no fuera porque era imposible ver ese gesto en un cráneo humano, se diría que la Muerte levantaba una ceja.

Mientras hablaba con Sam, Robert pensaba qué respuesta dar a la Muerte sin ofenderla pero sin comprometerse demasiado. Sabía que en los cuentos era imposible engañar a la Muerte, la moraleja siempre decía que cualquiera que lo intentaba lo acababa pagando, como el protagonista de “La Muerte madrina” de donde había salido aquella aparición. Pero aquello era la realidad, no un cuento. ¿Verdad? ¿Aquella era la Muerte “de verdad” o tan solo un personaje de un cuento, una visión de los hermanos Grimm sobre un posible aspecto de la Muerte? Había tantas cosas que aún no sabía sobre aquel libro...

- Así lo haré.- contestó la Muerte.- También la visitaré para darle mi regalo de madrina, que será un gran don. Pero si algún día usa mal ese don, lo pagará caro.- dijo finalmente, de igual manera que en el cuento.

Antes de que Robert pudiera protestar, la parca desapareció entre la bruma que se colaba por las ventanas del colmado. Justo en ese momento, Samantha entraba en el almacén.

- Aquí estáis. Me ha parecido oír una voz, ¿estabais hablando con alguien?

Ary se despidió con un gesto de cabeza de Sam. Aprovechando el tiempo en que Michael se fue y volvía aprovechó para sentarse en la mesa con Dino llevándose su pizza y su coca-cola, terminando de sentarse instantes antes de que llegase Michael.

- ¿Le apetece compañía? Yo soy Amanda – le extendió la mano a Dino presentándose – Así seguro que el muchacho se puede despreocupar – dijo con una sonrisa a Michael que dejaba las alitas en la mesa – Has sido muy atento al preocuparte así por un cliente. – le dijo ampliando más todavía su sonrisa y apoyando levemente la mano en el antebrazo del chico que quedaba cerca de la mesa por el gesto de dejar el plato – Vuestros padres deben estar muy orgullosos de vosotros dos. Llevando entre los dos el local. – comentó para halagarlo – Tienen mucha suerte. Sois muy responsables. – retirando la mano del brazo, aún sonriéndole.

Claramente nervioso al notar el tacto de Amanda en el antebrazo, Michael se sonrojó y contestó con cierto tartamudeo.

- No...no...no es nada. Espero que se encuentre mejor.- dijo el chico.- No, nuestros padres no... no están. Solamente somos Willie y yo.- dijo, con un encogimiento de hombros.

- Oh, cuanto lo siento. – se llevó la mano a la boca – Lo siento muchísimo, de verás. ¿Sucedió hace mucho?  ¿Y tú sólo te encargas de educar a Willie? Lo estás haciendo magníficamente. Se ve a la legua que es un chico muy responsable y sensato. – prosiguió yendo del tono de condolencia al halago al final.

El Narrador dejó escapar un leve suspiro cuando la Muerte — o esa aparición que el libro había creado a imagen de la narrativa del cuento original — se marchó dejándole con la duda de si había gestionado correctamente su encuentro con ella—. Tampoco me ha resuelto demasiado... ¡Ah! Hola Samantha. Estábamos echando un vistazo a esto, Elisabeth sostiene que ha sido asesinato. Cuidado con ese charco.

Se recolocó la bandolera que portaba el libro y echó un ojo a lo que su compañera ya había descubierto: el agua salada, las pisadas de calzado femenino, la soga.

—Por lo que entiendo, el difunto, Sam Saddle, debía de morir hoy pero ha fallecido antes de tiempo. Es decir, alguien se ha adelantado. Sumado a las huellas que has encontrado y que esa soga difícilmente podría haber servido para ahorcarse, podemos deducir que esa mujer lo mató y preparó el escenario —cada frase iba acompañada de una mirada de soslayo a la investigadora. Al fin y al cabo, ella tenía mucha más experiencia en ese tipo de lides y él se estaba limitando a tirar las piezas del puzle contra el suelo a ver si se colocaban de alguna manera coherente—. Esa mujer tiene alguna relación con el agua de mar. ¿Quizás su sea el espíritu de un tiburón? 

No sabía que Izzy ya había pensado en ello, así que se limitó a pasear por el palacio de su memoria a ver si encontraba algún mito relacionado con tiburones. Muchos: hay deidades, leyendas, cuentos clásicos. Podría ser cualquier cosa.—¿Ha habido suerte con el chaval de la pizzería?

-Muchas gracias Michael- respondió Dino con una sonrisa -No se ve tanta amabilidad hoy en día-

Se había quedado anonadado con el efecto que había sentido al intentar conectar nuevamente con los cuervos de Odín. Pero tampoco pudo pensar demasiado al respecto, cuando Amanda se cruzó a su mesa.

-Oh, eres muy amable, niña- le dijo amablemente -Tanto como Michael- y le guiñó un ojo al muchacho, en complicidad.

Quería hacer algunas preguntas, pero dado que Amanda había tomado el control de la situación, y era una máquina de hablar, mejor era no interrumpir o pisarla. De nada serviría abatatar a Michael.

Mientras tanto, disfrutaba de unas alitas exquisitas, y observaba el local, buscando información que pudiera estar a simple vista, pero que no estuvieran considerando.

- Sí, bueno, hago lo que puedo. Es difícil llevar un negocio en este barrio, ¿sabes?- parecía que Michael intentaba impresionar a Amanda con sus supuestas dotes de emprendedor.

O no había oído la pregunta sobre sus padres, o directamente había decidido ignorarla.

- Oh, sí, que debe serlo. – reconoció con voz dulce – He visto muchos negocios cerrados en la plaza… - indicó para dejar que él rellenara el hueco con más información. A todo pavo real le gusta mostrar sus plumas para impresionar a la hembra.

Izzy se enderezó y miró a Samantha. — No preguntes y no correrás el riesgo de saber... — dijo con tono divertido cuando la mujer comentó que había oído otra voz... Aún se le ponía la piel de gallina al recordar la imagen de la Muerte con su guadaña, aunque utilizaba el humor para intentar controlar sus nervios.

Robert resumió perfectamente lo que habían descubierto hasta el momento, así que la detective no tenía mucho más que añadir. En vez de seguir con la conversación, se quedó mirando el resto del local, observando si había algún tipo de destrozo en la tienda, más allá de lo que habían visto en el otro cuarto.

De repente se le ocurrió una idea y alzó la mirada, buscando cámaras de seguridad. Si había alguna, seguramente podrían encontrar las grabaciones en algún lugar, dependiendo de si se trataba de un circuito cerrado o si estaban en línea con alguna empresa de vigilancia. Si no había ninguna a la vista, tal vez detrás del mostrador podría encontrar alguna, pues era bastante típico en estos locales colocar una cámara allí como medio de disuasión para un atracador ocasional.

Sam abrió la boca para decir algo en respuesta al comentario de Izzy pero se encogió de hombros y lo dejó pasar con tan solo una sonrisa. Pocas personas sabían valorar la felicidad de la ignorancia tanto como los que conocían la verdad sobre lo que ocurría en aquella ciudad.

- Ary está en ello. - dijo intentando no ahondar demasiado en el tema. - Ella y Dino van a intentarlo también con su hermano mayor. Es posible que sepa algo más sobre los tiburones.

La joven se agachó junto a la soga mientras aún meditaba sobre las palabras de Robert. Sorprendentemente, se sentía más cómoda allí, en mitad de la oscuridad que en la pizzería rodeada de gente. Al menos en aquella trastienda oscura disponía de algunas herramientas con las que ayudar en lugar de asustar niños que ya lo habían pasado mal.

A continuación, echó un vistazo a su alrededor sin ni siquiera levantarse del centro de la trastienda. Había algo que no encajaba allí. Por la escena, el señor Saddle simplemente había entrado en la trastienda y se había colgado hasta morir pero las pruebas indicaban que la cuerda no podría haberle ahoracado. Había que buscar un nuevo enfoque a aquella situación.

- Si la cuerda no podía sostener a una persona, tuvieron que matarle primero antes de colgarle de la soga. - pensó en voz alta, tratando de que Robert pudiera seguir su línea de pensamiento por si algún detalle se le escapaba. - Sin embargo, no hay signos de lucha y, si hubieran limpiado el escenario para disimularlo, habrían recogido el agua salada casi con toda seguridad. El tal Saddle se ahogó sin presentar batalla... pero nadie se queda de pie mientras lo estrangulan.

Según la visión de sus compañeros, los tiburones poseían dones por encima de lo normal. Aún así, con fuerza sobrehumana, el hombre hubiera pataleado, forcejeado o intentado gritar. Además, las marcas del cuello revelarían unas manos clavadas sobre su garganta o algo similar. Y, por otro lado, estaba ese charco de agua salada que no acababa de encajar.

- Lo ahogaron con agua salada... - dijo en apenas un susurro. Luego, volvió a hablar en tono algo más elevado. - Lo ahogaron con agua salada. De esa forma, no tendría rastros de violencia y los signos externos después de la muerte coincidirían con un ahorcamiento. Posiblemente, ni siquiera pidan una autopsia.

En un barrio como aquel, la policía solía tener demasiados problemas como para perder el tiempo con un suicida.

- Creo que nuestra tiburona es capaz de crear agua marina de alguna manera. No sé cómo. ¿Qué opináis?

- Sí, la peluquería de Sandra lleva como una semana cerrada. La cotilla de Catherine, la de la lavandería, dice que Sandra le debía dinero a gente peligrosa, y que se ha marchado de la ciudad.- dijo Michael, a quien parecía que se le estaba soltando la lengua.- Pero eso a mí no me pasará, yo tengo mis planes.- dijo, con aire de suficiencia.

Mientras Robert y Samantha discutían diferentes teorías sobre lo que podía haber pasado con el tal Sam Saddle, Izzy se dedicó a buscar cámaras en la tienda. En el almacén no había ninguna, pero en la tienda principal sí que encontró una cámara, que apuntaba justo hacia la caja.

Izzy sabía lo suficiente de sistemas de vigilancia como para identificar que aquello era un montaje casero. Una cámara IP de las baratas, conectada mediante cable de red a un ordenador, que controlaba también la caja. La investigadora conectó el ordenador, pero este estaba protegido por contraseña. Después de probar las combinaciones más obvias sin éxito, pensó que iba a necesitar la ayuda de Amanda si quería acceder. Aunque ya llevaban bastante tiempo ahí dentro, y quizá estaban tentando a su suerte...

—No es mala teoría —le agradó encontrar otro punto de vista a la respuesta de La Muerte, quien a cambio de un trato del que desconocía las implicaciones, le había dado una vaga respuesta. Mal trato—. Yo creo que aquí no hay mucho más que ver, me voy al coche a esperar para que no vayamos todos a la pizzería que va a ser muy evidente.

Que Samantha estuviera allí le resultaba raro, ¿por qué no se había quedado con Amanda? Pero prefirió no preguntar, ya que la muchacha seguramente tendría sus razones y él no era nadie para andar vigilando los pasos de nadie. No quiero cabrear a esa sombra suya.

Izzy cogió el teléfono mientras asentía mirando a Robert. Cuanto menos llamasen la atención por aquí mejor. Marcó la tecla rápida en la que tenía la llamada a Amanda y esperó a que cogiera. «Mierda, Ary. Ahora que tengo un ordenador para ti, no coges el puto teléfono», pensó cuando el móvil le devolvió la señal de que no contestaban en el número de destino. «Vale, tendremos que coger el disco duro», se dijo sacando una pequeña navaja suiza de su cazadora. Con eso debería valer para quitar los tornillos de la torre del ordenador.

— Sam, ¿puedes preparar alguno de tus trucos para que no nos vea nadie desde fuera? — Le pidió. — El policía me dió un cuarto de hora, y no debe faltar mucho para que pase ese tiempo...

- Oh,… - Amanda iba a comenzar su réplica cuando su móvil comenzó a sonar. Miró el smartwatch de la pulsera, viendo que era Izzy. Podía esperar y si no volvería a llamar. Colgó con un toque del reloj.

- No te preocupes, era solo una amiga. Luego la llamó. – le aclaró a Michael para rápidamente recoger el ritmo de la conversación por donde se había quedado – Me alegro de que es no te vaya a pasar a ti. Hay algunos prestamistas que son auténticos tiburones. Ten mucho cuidado de no acercarte a esa gente. No quiero que te pase nada malo. – dijo colocando suavemente de nuevo la mano en su antebrazo y cruzando la mirada con él – No quisiera quedarme sin poder comer la mejor Quattro formaggi de la ciudad. – le dijo dulcemente retirando la mano de nuevo. A ver si se tragaba el anzuelo de los tiburones…

Michael no pudo evitar ponerse nervioso al oír la palabra "prestamista". ¡Maldita sea! ¿Por qué le pasaba siempre eso delante de una chica guapa? Ya empezaba a tartamudear otra vez, y no ayudaba nada que ella no dejara de tocarle el brazo. ¿Se lo estaba imaginando o realmente tenía posibilidades?

"Tranquilízate, joder, no seas idiota."

- Eehhmmm... No, no, claro. Quiero decir... todo el mundo necesitamos ayuda, ya sabes, es duro llevar un negocio. Pero yo tengo a un amigo de verdad que me ayuda, ¿sabes?

Me había estado fijando en su lenguaje corporal, era capaz de ver más allá de su fachada y percibir como se ponía nervioso cuando lo tocaba. Distraídamente acaricié su mano al coger el vaso para beber antes de contestarle.

- Tener amigos es muy importante. Sobre todo si es un amigo de verdad. Eres muy afortunado de tener un amigo de verdad. ¿Él te puede proteger de los tiburones? Me encantaría conocer a alguien capaz de arriesgarse tanto por otro y de ayudarle con algo tan complicado… - comentó Ary, aunque notaba que estaba tensando tal vez demasiado la cuerda. Con la mirada buscó un momento la de Dino, pidiéndole su ayuda para terminar de convencer al chico.