Partida Rol por web

Cuando el brote de la infección comenzó a salirse de control, Tadeus estaba en su oficina. Había escuchado los rumores de la gente violenta y canibal, pero rápidamente lo atribuyó al amarillismo de la prensa y la histeria colectiva. 

Pero esa tarde, esas convicciones se derrumbaron al asomarse por la ventana y ver en primera mano a un niño colgado ferozmente del cuello de un hombre, desgarrándolo con los dientes. En ese momento, todo el peso de la gravedad de la situación le cayó encima. Su recepcionista había dado parte de enfermo y comenzó a sentirse muy sólo y vulnerable en ese lugar. 

Antes de que fuera más tarde, tomó la resolución de alejarse del centro de la ciudad y refugiarse en un motel que estaba en las cercanías. 

Albergaba la esperanza de que las autoridades controlaran la situación mientras él estaba fuera. Alquiló una habitación y esperó una semana encerrado. Contrariamente a sus predicciones y deseos, la situación pareció tornarse peor. Su celular y no tenía señal y el teléfono que comunicaba con la recepción del motel sonaba sin respuesta. 

Mientras repasa mentalmente sus posibilidades, escucha un grito desesperado en una habitación cercana. Es un pedido de ayuda de una voz que parece ser femenina. 

¿Qué sería lo mejor? ¿Debería salir con intención de ayudar? ¿O simplemente esconderse y esperar que pase? 

No me gustas, se dijo Tadeus mientras miraba su rostro en el pequeño espejo del baño. Sus ojos claros miraban aquel rostro – que era el suyo -, de piel rosácea y ojos pequeños y muy juntos que le daban un aspecto porcino. El resto de su cuerpo no auguraba mejoras, las carnes blandas y claras, la abultada panza y aquella increíble mata de pelo claro que le recubría como un poncho el puto cuerpo.

No me gustas nada, se repitió antes de desviar, adrede, la mirada de su propio reflejo y volver a la habitación.

Se vistió metódicamente, no había apuro ahora que todo parecía haberse ido a la mierda. Ni horarios de trabajo, ni citas programadas, no había que correr tras el bus y nunca alcanzarlo o llegar tarde al metro. En cierta forma, el “evento” – como había decidido llamar a lo que fuera que estaba pasando -, se había llevado todas las obligaciones salvo la más importante.

Sobrevivir. Como fuera.

Y en ello parecía no tener opinión la selección natural, ¿Cómo sino había sobrevivido Tadeus a toda la violencia y el peligro?, ¿suerte?, era improbable tener tanta suerte y, por lo tanto, la única opción viable posible era, que debía vivir, había sido señalado para eso.

Tenía algo por hacer. Pero…¿Qué cosa?.

Sus cavilaciones filosóficas se esfumaron al escuchar el grito cercano de una mujer. Sintió la electricidad del miedo recorriéndole la espalda y el corazón se salto un par de palpitaciones. El sonido era desgarrador, emanaba emociones como una lluvia. Desesperación, miedo, vulnerabilidad y quizás dolor. Emociones que bien conocía Tadeus, emociones que detestaba.

Contrario a lo que podría pensarse, puesto que en nada auguraba su persona el hecho de actuar con valentía, Tadeus cogió del armario la larga vara que servía para colgar las prendas, y tras mirar hacia el exterior buscando comprobar que no hubiera nadie afuera, intento salir, despacio, sin hacer ruido y como una gigantesca vaquita de San Antonio con 130 kgs de peso.

Con la barra en mano, Tadeus sale por la puerta con un sigilo sorprendentemente agudo para alguien de su complexión y nivel de nerviosismo. Al salir, puede comprobar que el pasillo medio del motel está desierto, Otro grito agudo alerta a Tadeus de que el problema se encuentra en otro pasillo. Con ese mismo paso, el ingeniero se acerca a revisar y puede finalmente ver la situación. Un hombre calvo, claramente infectado, tiene la mano metida en la ventana de una habitación del motel. Dentro, una mujer de cabello rubio, forcejea desesperada mientras el infectado intenta traerla para sí. Ninguno de ellos ha notado a Tadeus en las cercanías, hasta el momento. 

Tadeus pasaba mucho tiempo consigo mismo. Al carecer de amistades o familia cercana el pobre muchacho se pasaba las largas horas muertas entre libros, series y juegos. Le gustaba meterse en la “piel” de los personajes principales, salvar al mundo, vencer al archivillano y, sobre todo, salvar a la chica de turno.

Tal vez por eso, tras ver a aquella indefensa mujer asustada, decidió llevar un paso más allá su inicial aventura y, sin pensarlo con la debida calma, intento atacar al infectado por la espalda.

Quesalgabien, quesalgabien, quesalganbien se repetía mentalmente implorando por un poco de buena suerte.

El violento palazo impacta al infectado en la sien y le hace soltar a la pobre damisela en apuros. Sin embargo, no parece haber sido suficiente para noquearlo. El calvo tuerce su atención hacia Tadeus y lanza un manotazo que no llega a tocarlo. La chica se aleja de la ventana y Tadeus queda frente al infectado.

Ay ay ay, el infectado era mas duro de lo que pensaba. Ojalá lo hubiera pensado mejor pero ya estaba en el asunto y tocaba seguir bailando la danza de los condenados.

Tadeus volvió a atacar.

El segundo golpe de Tadeus surte el efecto deseado y el infectado cae al suelo, presumieblemente muerto. La mujer se asoma por la ventana con un cenicero de cristal en la mano, lista para arrojarlo. 

Es casi chistosa su cara de sorpresa cuando ve al infectado en el suelo y al agitado y heroico Tadeus. -¿Eh? -balbucea la mujer.

-¿Está... está muerto? -pregunta temblorosa. Ahora, podía vérsela mejor. La mujer tiene cabello rubio y largo, y viste una remera sin mangas color negro. 

Cuando el infectado cayo aparentemente muerto Tadeus sintió una descarga eléctrica recorriendole el cuerpo a la vez que se llenaba de euforia. Quizás a esto sabía el ser el Alfa. El podía acostumbrarse a eso.

Miró entonces a aquella chica y no pudo evitar pensar que en otro mundo, uno en donde a el le fueran los chochos y las tetas, quizás hasta podría haber besado a aquella desconocida.

Emm si, creo, le dijo por lo bajo. ¿Estás bien?. No se sentía muy a salvo allí afuera en el pasillo y cada tanto miraba hacia ambos lados atento a cualquier sonido.

La chica bajó el cenicero, viendo que la situación parecía estar controlada. 

-ah..eh..si, sí... Gracias. Me salvaste. ¿Tú estás bien? ¿Llegó a morderte o algo? 

Parecía una chica agradable, pero despistada. Tal vez el aspecto poco amenazante de Tadeus la convenció de que no era un peligro. -¿Quieres pasar? No es seguro estar afuera. Soy Clarissa, por cierto. 

A la distancia podían verse algunos infectados caminando sin rumbo fijo. 

Con un marcado mohín en el rostro Tadeus paso por encima del finado sin quitarle ojo de encima no fuera que le diera por volver a la vida, no vida o como demonios se llamase el estado en el que caía la gente víctima de esta enfermedad.

Tras ingresar en el cuarto, dejo que sus ojos vagasen por la estancia, no podía evitarlo, su TOC tenia mucho que ver con querer observarlo todo, solo luego de que la mujer cerrase la puerta y ya pudieran volver a sentirse medianamente seguros Tadeus se permitió responder con su voz ligeramente aflautada.

No me mordió, acabe con la criatura rápido, fue suerte, remarcó con énfasis para no crear falsas expectativas, me llamo Tadeus, Tadeus Rapp, Ingeniero, agregó porque, ¡mierda!, se había pelado el puto culo por conseguir el jodido título y se sentía orgulloso de si mismo por ello; Por eso, no perdía oportunidad de usarlo en cuanta frase pudiera. ¿Cómo llegó a este sitio Clarissa? – no la tuteaba -, ¿está usted bien?.

Ante la formalidad de las palabras de Tadeus, la mujer adopta un aire formal también. 

-ah...Clarissa Peach. Artista. Sí, estoy bien... Llegué aquí con mi novio hace unos días para... bueno, pasar unos días juntos. Pero debido a esta situación no pudimos volver a irnos. Él salió a buscar algo de comida ayer por la tarde, pero aún no ha regresado. Cuando abrí la ventana para intentar ver alrededor se me lanzó ese hombre encima. Hasta que llegast- llegó usted, Sr. Rapp. Le agradezco mucho. ¿no vió a otra persona por los pasillos o algo? Mi novio se llama Brad. 

Pobre mujer, pensó Tadeus que ni se percato del cambio en la forma de hablar de ella, su novio debía haber sufrido algún problema allá afuera, quizás incluso algo realmente malo, pero, aunque no podía empatizar con quien no conocía algo en lo que ella dijo hizo saltar todas las alarmas en la mente de Tad.

Él salió a buscar algo de comida

El tampoco tenia “comida” propiamente dicha salvo algún que otro snack mierdoso. Lo típico de un motel de mediana calidad. En cualquier momento precisaría salir a buscar algo, y quizás si iba solo también le pasase lo mismo que al novio de esta chica.

Aquello le hizo sentir nuevamente miedo y, sin proponérselo, comenzó a sudar un poco.

Yo…lo s..siento, dijo sin saber bien que decir y cambiando el peso del cuerpo de una pierna a la otra, si, no..emmm…le molesta Clarissa podría quedarse conmigo hasta que su novio regrese…es peligroso estar solo ahora, apuró.

Ojalá acepte, pensó, porque en realidad la propuesta iba mas dirigida al miedo que el sentía por dentro que a otra cosa.

Yo…lo s..siento,

-Ah, no creo que le haya pasado nada. Debe haberse retrasado, solamente. Lo que sí, tengo bastante hambre. ¿no tendría algo de comer, Sr. Rapp? Brad y yo no trajimos comida con nosotros. No pensábamos estar tanto tiempo aqui, realmente. 

Con aire más tranquilo, la mujer se sienta en la cama con un pequeño rebote, y juega con el cenicero de cristal en las manos.

podría quedarse conmigo hasta que su novio regrese…es peligroso estar solo ahora,

-Se lo agradezco, Sr. Rapp. Por cierto, ¿qué hace usted aquí? ¿Está con alguien... o buscando refugio? 

Ojalá fuese así, pensó, aunque, a decir verdad, no lo creía. Afortunadamente la chica cambio de tema evitándole a Tadeus el mirarla con su cara de espanto. El caso de la falta de comida era cosa seria y se pondría peor casi con total seguridad.

Quizás fuese bueno rebuscar en las habitaciones cercanas, quizás hasta se lo proponía a la Clarissa.

Rebuscando en los bolsillos la suerte quiso permitirle a Tad el encontrar un par de caramelos “medía hora”, su gusto era, como poco, peculiar y aunque Tadeus los adoraba, a la gran mayoría de las personas les resultaba desagradable, pero, ¡oye!, era mejor que nada ¿verdad?

Tengo esto, le dijo extendiendo la mano con los dos caramelos, la miro a los ojos y luego miro su propia mano saboreando mentalmente el sabor puesto que el hambre ya le estaba haciendo rugir la panza.

Anda, cómelos, dijo ofreciendo ambos y haciendo caso omiso a sus propias necesidades, y quizás, si luego te animas, podamos salir a buscar algo más de comida dentro del motel, concluyó sin mucha seguridad.

La mujer mira la mano de Tadeus y puede verse perfectamente la reacción normal de la gente ante los Media Hora. A pesar de ello, sonríe y toma uno de los dos. 

-Gracias, Sr. Rapp. -le dice amablemente, mientras lo guarda en un bolsillo. -Lo comeré un poco más adelante. Tenga el otro para usted. -aclara Clarissa, tal vez con intención de cuidar de Tadeus un poco o de evitar esos caramelos.

podamos salir a buscar algo más de comida dentro del motel

-Supongo que sería lo mejor. Por otro lado, tal vez lo más sensato sería salir pronto, mientras tenemos aún fuerzas. Sufrir un calambre ahora por falta de alimento podría ser muy peligroso. 

Si le parece, podemos salir en unos minutos. -propuso la mujer con gesto serio. 

En gesto de preparación, se ató el pelo en una coleta alta y se puso una camisa verde oscuro sobre la remera negra. 

Tomó una cartera vacía y puso el cenicero de cristal dentro. 

Una rápida inspección le permitió a Tadeus reconocer que no había en la habitación otros objetos que pudieran usarse como armas. El caño del ropero habia sido arrancado de su lugar. Tal vez por el novio de Clarissa o por huéspedes poco cuidadosos. 

-¿Deberíamos revisar la recepción? No sé cuánta comida podamos encontrar en otras habitaciones... -sugiere Clarissa. 

-¿Deberíamos revisar la recepción? No sé cuánta comida podamos encontrar en otras habitaciones... -sugiere Clarissa. 

La mujer hablaba y Tadeus no dejaba de recorrer la habitación con los ojos mientras pensaba en diversas formas de poder agenciarse con aquellos elementos que pudieran ayudarles a sobrellevar mejor el problema y el peligro en el cual ambos iban a lanzarse de cabeza voluntariamente. El orondo muchacho era una criatura dada a los pensamientos prácticos un poco por su formación profesional y otra por culpa de lo aprendido en la adolescencia.

Allí parecían no haber cosas que usar como armas, pero, quizás, tan solo quizás, si hubiera cosas que usar como escudos.

Quizás si o quizás no, le dijo a Clarissa mientras se dirigía al pequeño baño de la habitación. Dentro de la misma encontró las típicas cosas que podría haber esperado encontrar cualquiera en un lugar como este, inodoro, lavamos, ducha, papel higiénico, un par de jabones, champú y crema enjuague en sache, palo y trapo de piso, cortina cutre de lona para cerrar el espacio de la ducha, un par de toallas y poco más.

¿Puede sostenerme esto Clarissa?, le dijo entregándole las dos toallas y el trapeador mientras el descolgaba la cortinita de lona.

Volviendo a la habitación, comenzó a cortar irregularmente la cortina en tiras poco parejas pero largas mientras, sin mirar a la mujer, le seguía hablando.

Por ejemplo, dijo sin dejar de trabajar, mire esto, artículos sencillos y cotidianos pero que dadas la situación actual que ambos nos vemos obligados a vivir, pueden volverse en herramientas valiosas de supervivencia concluyó mientras se volvía hacia la mujer.

Estire su brazo menos hábil por favor, le pidió sonriendo ligeramente y a continuación comenzó a enrollar la toalla como si fuera una manga gruesa sobre la ropa de Clarissa, nuestro problema actual radica en exponernos a los infectados y como podrá ver no soy nada parecido a un guerrero de película de acción y creo, apuro sin mirar a los ojos a Clarissa, tampoco lo es usted….ejemmm, carraspeó incomodo,  dicho esto, supongo que nuestra mejor opción es intentar protegernos lo mejor posible de la próxima situación peligrosa a la cual vamos a lanzarnos, le explicó Tadeus atando la toalla con las tiras de lona y a continuación entregándole el palo para trapear el piso, ¿ve?, ya parece mas peligrosa y todo.

Mientras Tadeus trabaja con sorprendente tranquilidad y habilidad manual, Clarissa lo observa sorprendida. El hombre era una extraña combinación de nervios y serenidad. 

tampoco lo es usted….ejemmm

-Tal vez podría ser un personaje de relleno -bromea la mujer. -De esos que sobreviven porque nadie les presta atención... 

Mientras el ingeniero se esmera en envolver los brazos de la artista con toalla y cortina, la mujer comenta -Esperemos que sea suficiente para mantener sus dientes alejados. ¿Sabe si es cierto el rumor de que se contagia por mordidas? 

El palo de madera del limpiador estaba viejo, pero al menos era mejor que nada, así que Clarissa lo toma cuando Tad se lo ofrece. 

Quizás si o quizás no,

-O sea... que... ¿dónde dice usted de ir? ¿Se le ocurre un lugar mejor que revisar...? Brad no me dijo hacia dónde fue, creo que por esta zona hay un minimercardo, aunque está a unas calles del motel...

Tadeus trabajaba con empeño y toda su atención puesta en los detalles. Ajeno, al menos de momento, al exterior y sus muchos peligros e incluso a Clarissa, en cuyo brazo estaba enrollando un “escudo” de trapos y plástico.

Parecía calmado, aunque en realidad la emoción que ahora dominaba su corazón tenía más que ver con la resignación, porque, ¡seamos claros!, antes o después tendría que haber salido por comida y bebida. ¿Verdad?

Mejor era hacerlo en compañía, las chances eran mayores matemáticamente hablando dada su formación y pensamiento practico y por ello, “Tad” estaba más que decidido a hacer el mejor trabajo que pudiera en este momento.

Había terminado de atar los nudos del improvisado escudo de trapo y mientras revisaba su trabajo con las manos, intentando encontrar partes sueltas o con menor protección, respondió a Clarissa sin quitar los ojos de su actual tarea.

Esperemos que sea suficiente para mantener sus dientes alejados. ¿Sabe si es cierto el rumor de que se contagia por mordidas? 

-O sea... que... ¿dónde dice usted de ir? ¿Se le ocurre un lugar mejor que revisar...? Brad no me dijo hacia dónde fue, creo que por esta zona hay un minimercardo, aunque está a unas calles del motel...

No podemos saber que pueda haber en las otras habitaciones, dijo, y dado que ambos desconocemos la cantidad de infectados que pueda haber en el interior del edificio yo preferiría ir moviéndome con cautela Clarissa, aunque, aquí no hay patrones, lo decidamos entre los dos, explicó sonriendo y, a continuación, se acomodo las gafas de pasta sobre el puente de la nariz.

Permíteme, pidió mientras tomaba de las manos de Clarissa el palo de piso y le entregaba la improvisada “lanza”. Mire Clarissa, le dijo tomando con ambas manos el palo de piso y extendiéndolo por delante de su cuerpo para que la “T” apuntara hacia la puerta del baño. Nuestra mejor opción es trabajar juntos, yo voy a intentar detener al infectado con el que nos crucemos, soy mas em…recio…explico evitando decir gordo, mientras tanto, su trabajo consiste en repartirle tantos golpes como sean necesarios para hacerlo caer, ¿entiende? concluyó.

No sé cómo se contagie esta enfermedad, si por aire, agua o por la sangre, pero, mientras mas lejos podamos tener a esta gente infectada y al parecer fuera de sí, por mi mejor.

-Entiendo, Sr. Rapp. Pero debe prometerme que no hará nada imprudente. Debemos cuidarnos entre los dos. -responde la mujer con gesto serio. 

La improvisada protección y arma de Tadeus quedó con suficiente rigidez para aguantar un par de impactos sin desarmarse. 

Se encuentran en la parte más alejada de la recepción. Hay varias habitaciones en el camino que pueden revisar, así como también los baños de acceso público. 

-Podemos asomarnos por las ventanas de las habitaciones antes de entrar, o tal vez... tal vez golpear los vidrios o puertas por si hay...alguien dentro. -sugiere Clarissa. 

-Por mi parte, si ya está listo, podemos salir. No quiero esperar a que mi voluntad flaquee. -agrega con una mano en el pomo de la puerta, esperando la aprobación del ingeniero.