Partida Rol por web

¡NO HAY PUERTA NI PORTÓN QUE RESISTA LA REVOLUCIÓN CONEJIL! - gritó entusiasmada al derribar, nuevamente, la cadena de la puerta.

-Entonces que opinas si me das una mano, después de los demás- señale el grillete - no esperas que peleé con esto en el pie, además estoy de tu lado- le dije al zorro esperando un poco de auxilio.

Era normal que los castillos tuvieran armerías y salas de entrenamiento de ser así buscaría una oportunidad para vestirme y apoyar en el combate.

Afuera se escuchaba un jaleo del bueno y  otra vez revolución conejil, ¿Pero si no todos eran conejos? bueno poco importaba ahora.

Raanmar trata de avistar alguna posible entrada que con la revolución en marcha hemos podido pasar por alto...el asunto de mantener a las masas en alza ya parece asunto de la coneja, que desde luego del tema sabe lo suyo.

La multitud enfurecida entró al castillo y comenzó a luchar contra aquellos guardias rinocerontes; pese a que estos eran grandes y fuertes y estaban muy bien pertrechados, el gran número de la población sublevada los mantenía a raya para que no pudieran hacer otra cosa que aguantar la entrada al castillo de por sí, pese a que la fortaleza ya había caído y todos se encontraban en el patio luchando.

Una flecha perdida cruzó el firmamento y entró en una ventana abarrotada, chocando contra un poste de madera del interior; mientras que un perro cojo se acercaba a esa misma ventana y lanzaba al aire un arco que una mano peluda, al otro lado de los barrotes agarró sin mucha dificultad.

Una criatura aparentemente anciana y venerable ya había sido liberada por Robin Hood cuando este recogió el arco por la ventana; aquel que tenía como atuendo los hábitos de un monje se remangó la túnica para dejar caer una larga cuerda que entregó un extremo Robin Hood sin muchos más miramientos, mientras este ataba la otra punta al pilar que la flecha había aterrizado.

Robin Hood lanzó a Pyro las llaves para que se liberara si quisiera, mientras este arrancando la flecha que había aterrizado dentro de los calabozos, ataba la cuerda a la parte trasera de la misma; cargaba el arco y disparaba contra el balcón del edificio de enfrente, lo que podría considerarse, presumiblemente, como los aposentos del rey.

-¿Crees que podrías doblar estos barrotes con tu llave excesivamente grande para abrir cerraduras?.

A los pocos segundos, esa misma flecha viajera volvió a cruzar el firmamento, esta vez desde lo que a todas luces parecían ser los calabozos de la fortaleza hasta llegar dentro de un balcón en el edificio que se encontraba enfrente de ellos; lo que también pudiera significar que ahí se encontraba los aposentos del Rey.

Primero abrir los grilletes y una vez libre era hora de prestar la ayuda- te dije que no soy tan inútil-  si mi llave no servía para abrir las cerraduras al menos debería servir para algo menos ortodoxo como abrir ventanas de una prisión, la coloqué de tal manera que pudiera doblar los barrotes, al menos en eso si podía ser útil.

-Listo- dije cuando al fin lo logré aunque para eso se tuvo que sudar la gota gorda -escapen ustedes primero yo les cubro la retirada, de esa forma si vienen por aquí tendrán alguien que los distraiga-  le dije al zorro mientras me preparaba para defender a los habitantes por si los guardias al fin notaban de la fuga.

Milagrosamente, una vez liberado Pyro, este logró hacer algo de utilidad al doblar los barrotes de aquella ventana por la que la flecha había entrado; ahora era lo suficientemente angosta como para que alguien pudiera pasar, pero no estaba a un nivel del suelo lo suficientemente cerca como para que todos salieran por ahí con seguridad.

-Nos vemos -Dijo Robin Hood mientras agarrándose a la cuerda salía por la ventana.

Extrañamente, saliendo de la ventana con aquellos barrotes, ahora doblados y más ancheados, apareció Robin Hood agarrándose con brazos y piernas a aquella cuerda escalando hasta el balcón de los apostentos del Rey. Mientras tanto, abajo, la batalla encarnizada había llegado a un punto muerto, los guardias del castillo no iban a retroceder más y los campesinos no podían avanzar tampoco.

¡Venga soldaditos, aceptad la derrota! Sabéis que no estáis luchando por una causa justa. - intentó convencer la coneja a aquellos enemigos a la auténtica reina. Cuando tiraran las armas e hicieran sonar la campana, sería el momento perfecto para masacrarlos ¡y convertirse en reina! Aunque pensándolo mejor, el poder se le estaba subiendo a la cabeza, no quería que la trataran como la reina loca, así que mejor encerrarlos a todos cuando se rindan. - ¡Rendíos o pereced!

-Seguir a Robin y arriesgarse a deslizarse para apoyarlo o buscar otra salida- la opción dos era la más segura esperaba no lamentar lo siguiente, tomé las llaves y abrí las rejas de la prisión, ahora era tiempo de salir de aquí con mucho cuidado  y quizás organizar el asalto a la armería, si era cierto que el lobo panzón  era descuidado con las llaves, sería igual con la armería y teniendo que cuidar el frente no se preocuparía por detrás.

-Gente apoyemos a los revolucionarios, busquemos la armería, hora de derrocar al gobierno tírano y opresor, revolución conejil- si sonaba tonto querer imitar a Yae pero era lo único que se me ocurría por el momento - Apoyemos a Robin.

La flecha con cuerda volvería a volar, esta vez en dirección contraria, entrando por la ventana abarrotada desde el balcón de los aposentos del Rey; al parecer esto iba a ser ligeramente importante o quizás fuera parte del plan de alguien; sea como fuere, en el interior de aquellos calabozos la gente hizo caso omiso de un prisionero desnudo y desengancharon la cuerda de la flecha y la ataron al otro extremo.

-¡Vamos, tirad!. -Se escuchó decir al Fraile mientras tiraba de uno de los extremos de la cuerda- ¡Tenemos poco tiempo!.

Cual tendal gigante, la cuerda comenzó a moverse haciendo un movimiento circular, y si eso fuera poco, la cuerda cuando venía traía cierto peso, en concreto, pequeñas bolsas de monedas de oro que salían de los aposentos del monarca hasta los calabozos donde los prisioneros los desenganchaban y los acumulaban para su próximo transporte.

En el patio exterior, aquel enorme oso se encontraba luchando mano a mano con el Sheriff del pueblo, dandole una trompada de palos a aquel sabueso salvaje y finalmente derrotándolo en un combate singular, mientras que los niños del pueblo se encargaban de los dos ayudantes con ballestas lanzándoles piedras con el tirachinas.

El resto del pueblo mantenía a duras penas a raya a los guardias rinocerontes y a los arqueros comadrejas; el tiempo justo para que la última bolsa de oro fuera robada y trasladada desde los aposentos hasta los calabozos, donde al final, los prisioneros lograron salir por la puerta cuando, del otro lado, esta fue derribada por el triunfante Little Jhon.

Los prisioneros provisados de las bolsas de oro comenzaron su escape de aquella fortaleza, con Little Jhon al frente, mientras el resto del pueblo seguía manteniendo a raya a los guardias. Entre este grupo de escape se encontraba un lobo rojo en pelota picada, lo cual no era otro que Pyro, el cual se reunió con la revolución conejil sin demasiado inconveniente.

¡Hey! Lleváis un montón de bolsas de oro ¿no habréis encontrado por casualidad una espada o el fragmento que envió Dios? ¡Me hace falta para volverme más poderosa y acabar con el tirano! - hablaba ignorando totalmente a su desaparecido y desnudo compañero, al cual no podía mirar por razones evidentes.

La figura de un león escuálido aparecería del balcón por el que Robin Hood había saltado segundos atrás, se podía ver que aún llevaba ropa de cama debajo de la túnica que se había puesto hacía escasos segundos antes de salir al balcón y comprobar con temor como todo su tesoro real estaba siendo saqueado.

-¡A LOS LADRONES! ¡PRENDEDLOS! ¡PRENDEDLOS!

Unas ordenes bastante claras y directas a aquellos guardias, pero por desgracia para estos, no podían cumplir con ellas, pues estaban siendo contenidos por aquel pueblo enfurecido y levantado en armas; pese a ser mucho más altos y fuertes, el gran número de los levantados en armas era lo suficiente apabullante como para estos tener una oportunidad.

Reptando al lado de aquel Rey una serpiente comenzó a susurrar en su oreja algo que nadie pudo escuchar debido a la distancia que estos dos se encontraban de todo el mundo; pero lo que sí se puede observar era que al Rey no le agradó lo más mínimo lo que le dijo... o que le hiciera cosquillas en las orejas, pues agarró del cuello -o del cuerpo- a la serpiente y la zarandeó un poco antes de soltarla.

El Rey sacó de la parte interna de su corona una de las gemas con sus propias garras y la lanzó a la plaza.

¡POR EL ORDEN DEL REY! ¡YO TE INVOCO!

¡RECAUDA LOS IMPUESTOS

El viento comenzó a arremolinarse alrededor de aquella gema que el Rey había lanzado al patio; llevándose consigo algunas de las monedas de las bolsas; poco a poco el viento fue en aumento hasta que las bolsas fueron despedidas de las manos de aquellos pequeños animales y desaparecieron a pocos centímetros de tocar aquella gema que ahora se encontraba flotando.

En apenas unos segundos, todo el botín había sido recuperado por aquella gema ante la mirada maravillada del Rey quien no podía estar más contento de haber logrado solventar toda esa situación de los ladrones, aunque sin pensar demasiado en cómo iba a recuperar el dinero que había sido devorado.

Antes de que nadie pudiera hacer nada, esa gema comenzó a brillar y alrededor de ella se comenzó a ver el cuerpo gigantesco de lo que parecía ser un fantasma blanquecino llevando una enorme guadaña en su mano derecha. Un aspecto realmente amenazante y aterrador, casi tanto como lo que hizo a continuación; zarandenado su arma lanzó una ráfaga de viento que despejó la plaza de todos, excepto de los tres habitantes de Insomnia.

¡HIYA! - gritó la coneja invocando su llave-espada. - ¡Devuélvenos ese fragmento! ¡NOS PERTENECE MALDITO REY! ¡Y DEJA DE SER TAN TIRANO O TENDRÉ QUE QUITARTE LA MALDAD A PALOS!

¿Qué en este mundo no iba a encontrar ropa?, para este punto daba igual, así que sería pelear de nuevo.

-Revolución Conejil, enserio te das cuenta que la mitad del pueblo son de otras especies y no solo conejos- recriminé a Yae - como sea me da gusto volver a verte- para este punto me daba igual si la coneja me miraba o no.

EL intercambio de palabras se vió interrumpido, el fragmento del cristal estaba en las manos de ese león que al parecer era el monarca y ahora invocaba a uno de esos monstruos.

-Vaya suerte otra vez- me preparé para el combate al parecer sería más difícil que la primera vez.