Partida Rol por web

Shail se despertó en cuanto olió el desayuno. Dio un brinco en la cama asustado, como si aquel olor tuviera algo que ver con el aliento del hombre toro que acababa de asesinar. Se agarró a la cama algo más relajado al comprobar que se encontraba seguro en su celda. Jamás había tenido que batallar con semejante ser, pues, además, jamás lo había visto. Por unos momentos comenzó a preguntarse como habían logrado traer semejante bestia hasta allí, cuantos hombres habrían necesitado para abatirle y en qué tipo de carromato o carruaje lo habrían transportado. Estaba claro que todo aquello movía millones de monedas de oro, pues semejante enemigo no podría haber sido seleccionado de forma casual.

Se estiró en la cama notando cada herida y cada cornada que el hombre toro le había propinado. Aún estaba muy lejos de sentirse perfectamente, y seguir estirándose podría ser una verdadera tortura, así que lo mejor que hizo fue relajarse y destensar sus músculos. Colocó en sus botas las dagas que tenía bajo la almohada y se dirigió a desayunar.

Tomó un poco de gachas y un buen vaso de agua y en cuanto vio como los Luchadores Libres le hacían hueco, sonrió, asintió dando las gracias y se sentó en el hueco que viera libre, aunque no quería pegarse mucho porque no se sentiría muy cómodo junto a ellos.

Moviendo las gachas en círculos, y echando una mirada de cuando en cuando a alguno de los gladiadores, alzó la mirada para comenzar a preguntar todo aquello que necesitaba saber. En primer lugar quién había montado aquella apuesta, en segundo lugar, quién era ese hombre y qué razones tendría para quererle muerto, y en último lugar, dónde podría encontrarle. De momento esa era la primera información que quería obtener, todo ello, dando los sutiles y necesarios roleos para que nadie sospechara de sus acciones, si no que más bien lo vieran como un ajuste de cuentas para un futuro. Algo completamente normal en un hombre que había estado a punto de morir ensartado por un ser que jamás había visto.
 

La conversación en la mesa era animada y, una vez que Shail se unió a ella, no tardó en pivotar a la batalla a muerte del día anterior; lo que permitía al explorador ir hilando sus cuestiones de forma bastante discreta entre medias de los comentarios del resto.

Todo el mundo parecía bastante impresionado con el exótico hombre toro y aún más con la victoria de Shail, la forma en que sus hachas volaban como centellas, varias veces Durin, el enano, sugirió que el humano sería bienvenido en la hermandad y que era la más ventajosa por sus bajas cuotas, a pesar de ser la que tenía coberturas más básicas. Pero los hábiles trucos verbales de Shail no tardaron en dirigir la conversación a temas que le eran más deseables, como la naturaleza del minotauro.

-“¿Qué coño era esa cosa? ¿Cómo consiguen esos monstruos?” – preguntaba un gladiador medio anónimo, un novato que ni siquiera peleaba todavía en los juegos.

Las teorías y pensamientos volaron todos a la vez, quien más quien menos tenía sus opiniones, infundadas unas, alocadas otras, hilarante alguna, como la del que pensaba que la hija de Safraner tenia extraños gustos en la cama. Pero entre ellas una le llamó la atención, no porque explicase el misterio, sino por las implicaciones y la información que contenía.

-“Pues a mi, una bardo itinerante, me contó que últimamente en los caminos se ven a menudo bestias extrañas, sobre todo en algunos lugares tenebrosos. Bestias increíbles que no deberían existir, y las autoridades lo ocultan y silencian.” – era otro de los miembros menores de los Luchadores Libres, no sabía su nombre, pero le apodaban ‘Tres Patas’.

Cuando Shail preguntó por esos lugares, el hombre parecía no saber tanto como había dado a entender, resultaba ser un simple propagador de rumores, citó un condado y una baronía, pero sostenía que su amiga conocía bastantes más, aunque él no los recordara. No era mucho, pero suficiente para darle cierto crédito: él conocía los dos sitios mencionados, había tenido una misión en uno - un rescate de un espía - y Xera, en el otro - algo relacionado con robar unos informes del baboso señor local - ambos señoríos tenían a sus Señores aliados con el Puño de Hierro.

Cuando dirigió la conversación, como quien no quiere la cosa, a quién podría haber organizado aquello metiendole en ese lío, el mismo novato que preguntó por los monstruos le miró alucinando:

-“¿Lo preguntas en serio? Pero si lo gritó a todo el Coliseo, ¿quién va a ser? Safraner, el que te presentó, a ti y al bicho.” – fue Espadasombra, el elfo, quien le contestó, haciéndole sonrojar con su respuesta airada.

-“No seas imbécil, novato, lo que pregunta Lobo es quién es Safraner: Es un comerciante que se ha enriquecido trayendo Azafrán del Este, nadie sabe de dónde exactamente, pero más allá de las tierras de los elfos. Y dicen que tiene inversiones en barcos piratas. O corsarios, depende de a quién preguntes. Tiene su residencia en el distrito noble, una casa grande con valla junto al acantilado, con vistas al río y a los almacenes de su propiedad en el puerto, que son unos cuantos. También tiene una naviera mediana en Puerto Armada, bajando por el río.”

Aquello le libró de tener que pedir detalles de dónde vivía, no había una forma sencilla de plantear aquella cuestión sin levantar sospechas sobre sí mismo, antes o después. Buena suerte, pues plantear por qué querría verle muerto provocó miradas de extrañeza y chanzas.

-“No te lo tomes tan a pecho, hombre. Eres un gladiador, no es nada personal, para ellos sólo somos dinero y fuente de poder; Safraner querrá casar a su hija con algún noble y está haciendo méritos y criando fama, ponerte frente a la muerte sólo es un medio para un fin para él.” – quien así había hablado era Durin, el enano, que hizo un gesto como restando importancia al tema. Era obvio que no veían ninguna mano negra detrás del tema, pero él, que tenía más información, seguía pensando lo contrario por desgracia, exponer sus sospechas requería abrirse demasiado y eso no era factible, no debía revelar su pertenencia a los Comandos; de hecho, en aquel ambiente, era preferible que ni siquiera supieran de su existencia, no sólo por él, sino que Andrik y su labor también podían verse comprometidos si no tenía cuidado.

El niño me había visto, pero rápidamente alejé esa preocupación de mi cabeza. No dejaba de ser un pobre diablo. Seguramente, cuando lo contase, nadie le creería. Fábulas de niños. Pero, aún así, debería tener cuidado. Si lo contaba con demasiado detalle, quizá supondría un peligro para alguien que supiera de magia.

Pero no era el momento de pensar en ello. Ante mí, el corredor de apuestas y su matón no resultaban del todo amigables. Mis intuiciones habían fallado. Sólo quedaba en él lujuria, podía notarlo. Pero no iba a ser amable. Podría ser bastante agresivo y no me convendría usar magia para deshacerme de él.

Bueno, al final no hice apuestas. Creo que eso es lo tuyo, y no me gusta meterme en los negocios de otras personas levanté las manos, para que viera, aunque fuera un gesto casual, que iba con intención de hablar, solamente.

Vengo a contarte una cosa que me encontré en un callejón. Algo por lo que tus apuestas quizá puedan no dar su fruto deseado. continué sin acercarme Que quede claro que no es ninguna amenaza, sólo es información.

La novata que se fue y no participó en el combate, intentó ser violada y Lobo Urbano la salvó, eso creo que lo sabes. Pero lo que no sabes es que sus cosas salieron al mercado pronto. Adquirí las pieles de la muchacha. Y el que me las vendió, me dio esa información. Así que si se hubiera topado con alguien que quisiera apostar, podrías haber perdido dinero.

Esperé a ver su reacción, siempre atenta a ver cómo se movía y cómo actuaba. Si la información le resultaba llamativa, le pediría información a cambio.

Shail asintió ante las observaciones que le daban los que le rodeaban. No quería despertar mucha más curiosidad en los demás, por lo que prefería no continuar con la batería de preguntas o resultaría demasiado sospechoso. Era mejor dejarlo como estaba, ya había obtenido una serie de nombre y de lugares donde seguir investigando y tan solo tendría que encontrar el momento para poner en común todo aquello con su hermana

El explorador urbano terminó de desayunar tranquilamente, despachando con delicadeza a los luchadores novatos que se acercaban a él en busca de consejo y curiosidad. Estar en boca de todos no era plato de buen gusto para el Lobo, pero tenía que responder a sus fans si quería obtener una respuesta de ellos en caso de necesitarla.

Ahora debía enterarse cuando terminaría toda aquella arena, cuando se harían públicos los nombres de los ganadores de las apuestas, y sobre todo, debía encontrar el momento para encontrarse con su querida hermanita. Seguir estando allí mucho tiempo, terminaría por hacer que alguien lo descubriese.
 

El tipo bufó despectivo cuando le dijo que no había aprovechado el soplo.

-"Más tonta eres tú. Como te dije sólo tenías que ir al puerto, a mi no me hubiera dado tiempo, de todos  modos."

Cuando le habló de la posible desaparición de la gladiadora, se encogió de hombros, no parecía en absoluto afectado, aunque desde luego tampoco parecía que conociera la información: simplemente, le daba igual.

-"Así que la fulana está muerta. Bien. ¿Qué más me da? Lo único que me importaba es que no participara en los juegos, de eso iba la apuesta. ¿Que alguien la ha matado? Bueno, no he sido yo, y eso no era el objetivo de la apuesta. El hecho es que ha habido un novato. Yo gano, limpiamente. Nadie puede acusarme de nada." - se lo pensó un poco y añadió - "No deberías meterte en esas movidas, pelo de plata, si alguien capaz de matar a una gladiadora, incluso novata, está metido en eso tu linda cabecita corre peligro. Seguro que hay cosas mejores que puedes hacer con ella" - terminó sonriendo con lascivia y provocando la risa de su matón.

Shail no tardó en quedarse prácticamente sólo, Andrik había pasado para anunciar que se iniciaban los entrenamientos y la mayoría de novatos y algunos otros se fueron hacia la salida de la arena para ello. Nadie se extrañó de que Lobo no tuviera interés en los entrenamientos: un gladiador capaz de hacer rodajas de hombre toro no necesitaba mejorar y tampoco participar en coreografías o combates multitudinarios para conseguir buenas bolsas.

Aún tuvo tiempo de preguntar dónde podía enterarse de cómo habían ido las apuestas, dado que enseguida le dijeron que esa información no era pública, en el sentido de que no había listados ni nada parecido. Sus discretas preguntas le permitieron conocer una taberna en el puerto donde se reunían muchos de los principales apostadores en los juegos, de hecho era la temática del local.

No encontró gente especialmente interesante allí, borrachos, ludópatas, corredores de apuestas ilegales y registrados y alguna prostituta en busca de clientes tempranos. Pero sí información abundante sobre las apuestas, no estaba seguro de no haber sido reconocido, pero en cualquier caso obtuvo algunos datos que podía meditar:

· Su combate había movido mucho dinero pero no en grandes premios, las probabilidades se calculaban casi al 50% por lo que los premios no habían sido espectaculares: nadie pagaba por encima de 1,75 a 1 por ninguno de los dos bandos. No era un combate en el que hacerse rico, salvo los corredores. Casi todos habían hecho negocio con él, los mas grandes más, los más pequeños menos. Al menos tres caballeros o nobles habían apostado fuertes sumas, de hasta cinco monedas de oro con lo que habían hecho cierto beneficio, pero con gran riesgo. Otros dos, que se supiera, habían perdido sumas parecidas.

· Si había habido un gran ganador, una mujer que había apostado mucha plata en un combate con un resultado sorprendente, donde un novato, un siervo de deudas con el que Shail no había hablado, ganó a un veterano luchador del ludo de Harrenbal, se pagaba 12:1 de modo que se embolsó algunas monedas de oro por su arriesgada apuesta. Shail averiguó incluso su nombre, Glenda y que vivía en alguna zona al pie de la colina, cerca de los hospicios. Y que ahora los corredores no la tenían ninguna estima.

· Había por ahí un corredor ilegal que se había pasado la noche recolectando pingües beneficios de mucha gente, no grandes en importe pero sí en rentabilidad, dado había apostado un bronce contra una plata (10:1 en la práctica) con mucha gente a algo inusual: él sostenía que habría sólo un novato, cuando todo el mundo creía que habría dos, dado que así figuraba en los carteles. No se le había visto desde por la noche, pero era normal porque estuvo cobrando apuestas hasta muy tarde.

· El valor de Lobo en las apuestas había subido mucho y se hablaba de que movería mucho dinero en el futuro inmediato, ya había algunos que movían ficha para contactar con él y ver si había posibilidades de hacer apaños.

· Los corredores están entusiasmados con el resultado del combate a muerte, han ganado mucho dinero y harán presión para que se repita en el futuro.

Shail había dedicado el resto del día a intentar profundizar en el tema de las presuntas desapariciones, particularmente la de Yemma. Esperaba que su nuevo estatus de estrella local le ayudara en sus pesquisas, y ciertamente, su fama resultó en un arma de doble filo. Los Hermanos del Foso se habían vuelto extremadamente hostiles, cuando se acercó a uno de ellos a sacar el tema de Yemma no tardó en encontrarse con la hosca hostilidad de varios cofrades juntos, aunque el momento de tensión alcanzó un pico cuando otros gladiadores de los Luchadores Libres parecieron estar dispuestos a respaldarle en una potencial confrontación para inmediatamente disiparse cuando todos decidieron que lo mejor sería mantenerse alejados unos de otros.

Los Luchadores libres resultaron una mejor fuente de información. Las pesquisas fueron relativamente fáciles de presentar con ellos, a todos les gustaba charlar de rumores y se decía – con razón – que él tenía información de primera mano sobre la chica que se había ido sin llegar a debutar, estaban encantados de intrigar y charlar para tratar de averiguar qué había pasado exactamente la penúltima noche. Se decían cosas que iban desde las cercanas a la realidad hasta barbaridades, en el mismo camino de lo que había pasado, pero muy truculentas.

Durante la mayor parte del día, todo el mundo parecía pensar, sobre todo si Shail lo confirmaba, que Yemma había estado a punto de ser violada en grupo y que la chica se habría marchado. Varios habían visto cómo salía del coliseo a primera hora, sin desayunar siquiera, con su petate y pertrechos y algunos también la habían visto hablar con alguna Comadre de la Arena durante la noche. No había sido la única en salir temprano esa mañana, algunos Hermanos del Foso e independientes habían salido también, solos o en pequeños grupos.

Las Comadres eran mucho menos habladoras, le costó lo suyo conseguir, con conversación, algo de flirteo y unas jarras de buen vino, averiguar que habían ofrecido a Yemma un contrato, poco generoso, para integrarse en su hermandad. Un acuerdo que la hubiera ofrecido protección tanto en la arena como en la vida en el coliseo, incluyendo una celda más segura en las galerías de las Comadres. Pero, a cambio, tendría que pagar una cuota que se comería, prácticamente, todo su fijo en los combates. La chica dijo que se lo pensaría, pero se marchó con viento fresco por la mañana, así que asumen que eso fue un no.

Respecto a otras desapariciones, los gladiadores pasaron a darle una consideración un poco más seria, lo justo para pensar en ello, ahora que tenía un cierto peso en el ludo. Notó que, si se lo planteaban, era porque él daba credibilidad a dicha circunstancia, de hecho esperaban que él ofreciera algo consistente para dar jugo a la conversación y su interés en ello se desinflaba cuando no podía dar argumentos, ejemplos, ni pistas. Sobre todo entre los Luchadores Libres, que tenían – más o menos – claro dónde y porqué se habían ido todos sus miembros que habían dejado el coso en los últimos años, aunque reconocían que no eran pocos. A Shail, escamado y alerta, le llamó la atención que había unos cuantos (ellos consideraban un número razonable) que no habían vuelto de lo que llamaban “servicios auxiliares” una metáfora para indicar trabajos peligrosos de matón, guardaespaldas, asesino o, en general, violencia bajo contrato; los gladiadores no le daban mayor importancia porque en ellos, lógicamente, a veces se acababa mal: muerto, malherido o incapacitado. Y las cuotas de la hermandad no cubrían esas contingencias para dichos trabajos por lo que era lógico que no volvieran por el foso, sobre todo si sufrían el primero de esos riesgos.

Fue entre luchadores libres de menor nivel donde tuvo un poco más de éxito. De hecho, tal vez, dónde él extendió la paranoia. Cuando empezó a hablar de desapariciones misteriosas de novatos, de secuestros y gente que no volvía, no tenía mucho éxito en un principio, nadie recordaba nada raro, o hacía un comentario que resultaba un hilo demasiado suelto del que tirar. Pero llegó un momento donde consiguió hacer debate entre media docena de aspirantes a entrar en alguna cofradía o en el ludo de un noble que jugaban a los dados. Tras perder algunas monedas de plata, que ayudaron a mejorar el humor y soltar la lengua, una frase dio pie a un argumento, que dio paso a un recuerdo, el cual resultó compartido por otro.

Al final, varios novatos ya no estaban tan seguros de que algunos conocidos se hubieran ido:

Uno siempre había dado por supuesto que un conocido de la arena, Garg de las Cumbres Frías, se había marchado de vuelta con sus hijos, a los que echaba de menos y siempre estaba hablando de ellos, pero que lo último que dijo es que iba a la taberna. Le vio salir con lo puesto, pero a la mañana siguiente no quedaba nada en su celda.

Otro, que había puesto como ejemplo de que no pasaba nada a un jovenzuelo llamado Ulfric con el que había trabado amistad porque llegaron juntos, y al que habían violado una noche, cayó en la cuenta de que prometió escribir al llegar a su Puerto Sur natal, en ese momento, con la intranquilidad creciente que se formaba en el grupito, le hizo caer en la cuenta de que de eso hacía ya tres meses, tiempo más que de sobra para ir y volver dos veces.

Un tercero, que al principio dijo no saber nada de desapariciones, se lo pensó mejor según salían cosas raras. Recordó que había un tipo Ralf Navajero, que decía ser campeón de una arena desconocida de tercera fila, durante la partida de dados de la noche se había mostrado muy ilusionado con su siguiente combate, un duelo que permitiría al ganador entrar en el desafío de los Juegos del Duque, toda una oportunidad de gloria. Según había dicho al salir, se iba a un burdel cercano a celebrarlo, pero al día siguiente resultó que se había marchado para siempre.

Otro recordó, y varios asintieron, a Brenda Sawova, una gladiadora que resultó herida de consideración en el último “combate a muerte” antes del Shail, que no tenía nada que ver con éste, sino que era una filfa en la que algunos luchadores veteranos mataban lobos, jabalíes o como mucho pequeños osos pardos, con prácticamente ningún peligro real salvo por el hecho de que se recibía alguna herida verdadera, que se exageraba con teatro. Brenda acabó con una mordedura grave en el muslo y fue a curarse a una clínica, porque una cicatriz le habría afectado a su fuente secundaria de ingresos, como acompañante y para “peleas privadas”. No volvió de la sanadora y todo el mundo pensaba que habría muerto en la operación, porque sangraba mucho al irse.

Al final todo el mundo sacaba posibilidades macabras a todas las marchas, a cual más peregrina o tonta, pero esas cuatro tenían más visos de credibilidad. El ambiente fue in crescendo el resto del día.

Era ya de noche, o al menos la luz no se filtraba por las rejas del techo y su hogar temporal estaba iluminado por candiles y quinqués cuando uno de sus nuevos admiradores se acercó a decirle algo que había oído por las tabernas del puerto: alguien había apostado a que Yemma no debutaría hoy y una mujer había comprado su soberbia armadura de pieles a un traficante de objetos robados de poca monta.

Arrancarte la lengua sería una de esas cosas, rata asquerosa no pude contener la rabia que sentía ante aquel desagradable hombre. Con un simple movimiento, podría lanzar una de mis dagas a su cabeza y acabar con su vida antes de que el gorila pudiera reaccionar, pero no era lo mejor. Así pagas a tus informadores, genial. La información se paga, y se paga cara. Has perdido una fuente de gran valor. Me giré, pero siempre atenta a mi espalda. Por ese camino no iba a conseguir nada, estaba claro. ¿Quizá mi hermano estaba teniendo más suerte metiendose de lleno en el problema? Con todo eso en la cabeza, y vigilando lo posible al gordo, me volví a la posada donde había dormido. Quizá conseguía allí algo de información.

El corredor de apuestas miró a Xera con fijeza y hostilidad. Su guardaespaldas notó el incremento de tensión y echó mano a la empuñadura de las armas, aunque esperó a que su jefe le dijera qué hacer.

Este se puso colorado de ira y, amenazando a la muchacha con un dedo espetó, lanzando espumarajos por la boca:

-"¡Tu a mi no me amenazas, fulana barata! Puedes meterte tu información por el culo, que no sera lo único que te metan en él si no te marchas de inmediato con tus amenazas a donde sirvan de algo. Si quieres dinero, mejor que traigas algo útil, algo con lo que pueda ganar dinero en apuestas. No soy un correveidile, sino un gran apostador." - era obvio que le tipo no tenía a Xera calada en lo más mínimo, las mentiras e interpretaciones de la chica le tenían completamente despistado.

En cualquier caso el gambitero no parecía tener deseos de pasar a mayores, se mantuvo detrás de su matón, que estaba atento pero a la defensiva, dejando que Xera se marchase a su aire mientras él permanecía allí rezongando y protestando a la vez que se marchaba también tan pronto como estuvo seguro de que ella no planeaba ninguna jugarreta.

Cuando retornó a la posada, bastante lejos, la gente ya recogía sus negocios y tenderetes, aprovechando los últimos rayos de sol. Los faroleros empezaban su ronda, puesto que pronto serían necesarios sus servicios. La taberna en sí estaba poco concurrida - apenas unos cuantos que seguían celebrando su éxito en las apuestas de los juegos - cuando ella llegó, lo que le permitió coger el sitio más de su gusto, mientras empezaba a llenarse de los visitantes que habían decidido alojarse allí esa noche y los lugareños que iban acudiendo a tomar un vino (o varios) tras su tarea del día.

Shail había averiguado más de lo que esperaba en un principio. Al menos su buena o mala fama le habían ayudado a encontrar una serie de hilos bastante interesantes de donde tirar. Quizá su hermana pudiera ayudarle con ellos y entre los dos, atar las piezas de aquel puzzle que parecía negarse a unirse.

Todo parecía tener un punto en común, como si todos los casos, incluído el de Yemma, indicasen lo mismo. Pero el hecho de que todos habían ido a los distintos lugares, le habían descartar aquellas posibilidades. A no ser que el problema estuviese en el camino. Como si alguien los inteceptase y se los llevase.

Lo mejor sería que Shail hiciera de señuelo, y fingir querer abandonar la arena como habían hecho el resto, pero Shail había llamado demasiado la atención y no sabía si lograria pasar desapercibido. Además, no podía irse sin ver a Xera y contarle su plan.

La otra opción es que fuera precisamente ella la que se presentase voluntaria para salir de allí, aunque al no ser una guerrera experta y conocida, seguramente nadie se interesaría.

Shail se sentía acorralado, no sabía bien que paso dar adelante, y tenía la imperiosa necesidad de hablar con Xera o con alguno de sus contactos.

Escapé de ese hombre sin ningún problema, estaba claro que sus palabras no servían para nada, me había movido por un mundo en el que ese ser se lo haría todo encima.

Con mucha calma y observando las calles, me dirigí hasta la taberna. La misión estaba muy clara pero, ¿por qué apenas había conseguido información? ¿Me había equivocado en mis elecciones? Shail se había metido de lleno en el campo de batalla. Yo había decidido quedarme por las bajas esferas, intentando enterarme de lo ocurrido. ¿Quién, si no era la gente de la calle, iba a rumorear más y mejor de todo lo que pasaba?

Con esas ideas en la cabeza, llegué a la taberna y elegí un asiento tranquilo y resguardado. La posada se iba llenando poco a poco, pero la camarera le llamó poderosamente la atención. ¿No había sido ella la que había tonteado conmigo? Quizá podía sacar algo de información...

Perdone, señorita dijo, alzando la mano delicadamente. ¿Puede traerme algo de cena? Algo caliente... Estoy un poco asustada, ¡me han contado cosas horribles de la arena! Me han dicho... ¡Que una joven desapareció sin dejar rastro! ¡Qué horrible!

La camarera, que había girado tras una amplia sonrisa al recibir la comanda, se paró en seco al oír que le seguían hablando, quedándose con la sonrisa, apoyada en la mesa, para cotorrear un rato.

Escuchó las palabras de Xera, con una mirada de compasión y afecto por ella, totalmente engañada por su actitud de niñita aterrada. Incluso le dio unas palmaditas en la mano con su mano, ligeramente curtida por el trabajo duro y los platos fregados.

-“Pero querida, ¿cosas horribles de la arena? Yo no he podido estar, pero todo el mundo habla de un espectáculo increíble. Ese tal Lobo Urbano ¡Ha matado un hombre-toro del tamaño de un caballo! Dicen que le daba seis cuchilladas por cada una que recibía. ¿Te lo imaginas? Y dicen que es tan guapo…” – suspiró soñadora – “Un ángel vengador, rápido y hermoso como un halcón” –

La chica parecía realmente entusiasmada con esas historias y a Xera le costó un cierto esfuerzo que las abandonase para centrarse en los posibles conocimientos de los cuentos que a ella realmente le interesaban, pero lo consiguió. No había nada que Xera no pudiera en lo que se refería a convencer a la gente simple como esa camarera.

-“Si es verdad que ha habido algunas movidas con las apuestas. Todo el mundo decía que hoy iba a debutar, además del guapísimo Lobo, una chica joven, las nuevas gladiadoras siempre crean expectación y ésta, decían, era mona, llamativa. Todo el mundo sabe que eso lleva a muchos hombres a la arena.” – hizo una pausa, a la vez que un gesto despectivo – “Pero todo el mundo dice que no debutó, que se ha ido o algo así.” – bajó la voz, se acercó mucho a Xera, aprovechando para aspirar su perfume, aunque ya no estaba tan fresco después de todo el día en danza, y puso cara de conspiración y miedo – “Pero yo he oído a gente que tiene oídos dentro de la arena, que ésta noche la habían violado o algo, los Hermanos del Foso, el sindicato más importante dentro de la arena. No todos, claro, unos cuantos. Y que ese debe ser el motivo por el que se ha ido del coliseo sin llegar a debutar, ésta mañana de madrugada.” – mientras se levantaba, tras terminar la confidencia, añadió, como si no fuera importante o se hubiera dado cuenta en el momento – “Pero nadie del puerto ni de la puerta ha dicho que la ha visto marchar en esas conversaciones… Tal vez vuelva a la arena, o esté planeando venganza.”

No se ha ido de la ciudad... pensé detenidamente al ver cómo la camarera se iba para seguir atendiendo las mesas. Mi mente viajo a mi cuarto, donde estaba la armadura de pieles que había comprado a ese menguado hombre. ¿Quizá podría intentar detectar la posición de la joven con mi magia? No la conocía, pero en el sueño de anoche la había visto. ¿Bastaría eso para ver dónde estaba? Si era otra luchadora que había desaparecido totalmente, quizá el conjuro me ayudaría a saber dónde estaban o habían estado las demás víctimas.

El corazón me empezó a latir con violencia. La magia quería salir, quería expandirse, y tuve que serenarme para retenerla. No tenía claro que pudiera servir, pero era lo único que se me ocurría en esos momentos sin recurrir a otro tipo de ayuda.

Terminé de limpiar el plato con comida y me levanté. Era la única manera, había que intentarlo. Había que hacerlo.

Xera volvió a su cuarto, se aseguro varias veces de que no había nadie, así como de tener los postigos cerrados. Tras cubrir las ventanas con una sábana y la parte baja de la puerta con un trapo, inspeccionó una última vez todo. Hacer magia sin licencia era un crimen capital. Si la descubrían tendría muchos problemas, probablemente no pudieran cogerla, pero seguramente tendría que abandonar la ciudad y esconderse una temporada. Aquellas precauciones evitarían que alguien pudiera ver los efectos de sus conjuros que, a veces, creaban destellos, fumarolas u otros efectos demasiado vistosos para que la gente los pasara por alto. Sobre todos los conjuros de carácter ritual como el que pensaba hacer.

Se acomodó en la cama, sentada, y agarró la armadura contra la piel desnuda de sus brazos. No había visto a esa chica más que una vez, a parte de un sueño que, tal vez, tuviera algo de profético... o de clarividente, no lo tenía muy claro. ¿Sería otra manifestación de sus misteriosos poderes sobrenaturales? En cualquier caso, toda ayuda que pudiera reunir era poca, el conjuro no alcanzaba demasiado lejos, no conocía a su objetivo lo suficiente y estaban en una ciudad costera con un río que la cruzaba. Muchas variables negativas. No tenía demasiadas esperanzas.

Realizó los pases mágicos, pronunció las palabras de poder cuidando la entonación y el tempo, sin olvidarse de enrollar en su mano la tira de tela de piel de cánido que llevaba para éstos menesteres en su bolsa de componentes. Sintió el ligero mareo y la visión borrosa habitual cuando el conjuro funcionaba, se arrodilló en la cama para poder girar más a gusto. Poco a poco fue moviéndose, muy despacio, en previsión de que su magia tuviera éxito e indicase la dirección correcta, se concentraba en la figura de la gladiadora pelirroja, muy difusa en su mente, aferrada a la armadura de pieles para potenciar su sensación.

Entonces ocurrió algo extraño, cuando miraba en la dirección que, según su estimación, deberían estar el puerto y el barrio costero, la luz de su cuarto se difuminó, se hizo más suave pero más extensa, como si estuviera en el exterior, aunque en un momento con algo más de luz, tal vez el anochecer... o más probablemente el amanecer. Tenía la sensación de que estar allí, oía el mar a apenas doscientos metros, olía la sal, escuchaba las gaviotas, paseaba entre las sombras de edificios altos sin ninguna luz propia...

Entonces sintió un penetrante y fuerte dolor en la espalda, una agonía punzante que la hizo abrir la boca para gritar; pero no tenía aliento. Todo se puso muy negro, salvo un par de ojos rojos, violentos, furiosos, rabiosos, que la expulsaron muy lejos.

Ahora estaba tirada en la cama, desmadejada, le dolía mucho la cabeza, estaba muy mareada y muy cansada. Y le dolía la espalda mucho. Trató de levantarse, pero no pudo. Un latigazo de agonía le azotó a la vez desde un punto debajo del omóplato y desde las profundidades de su cabeza. Estaba tan cansada... Y le dolía tanto. Cerró los ojos, un momento, sólo para descansar un segundo.

Cuando los volvió a abrir era de día. Aunque con todas las medidas que había tomado por la noche para aislar su cuarto le costó unos segundos darse cuenta. Estaba desmadejada en la cama en la misma postura que cayó cuando el conjuro funcionó tan... raro, con la ropa de calle puesta y sin arropar. La cabeza le dolía ligeramente y también un punto en la espalda a donde no llegaba a tocarse, aunque nada que ver con la agonía que la había dejado inconsciente.

Recordó que una de las cosas que quería hacer era tratar de reunirse con Shail, si no quería poner en peligro sus tapaderas la forma más fácil era hacerse la encontradiza en algún momento que saliera de la arena. El ideal parecía a primera hora, cuando la mayoría de luchadores salía a atender sus asuntos fuera del coso. Se arregló con prisa y desayunó aún más rápido, todo lo que le permitía su malestar, despachando a las camareras que parecían interesadas en otra sesión de cotilleo, al que tan aficionada les parecía Xera después de varias charlas.

Shail se había ido a dormir pensando en un plan para hallar a su hermana y poder contarle su idea, desde luego sería una gran ayuda, potencialmente. Siempre tenía buenas ideas. Por desgracia no sabía dónde encontrarla, preguntar por ella directamente podría estropear sus respectivas tapaderas. La mejor solución parecía, por el momento, despertarse pronto y vigilar la plaza de delante de la Arena. 

La lógica decía que Xera habría buscado alojamiento lo más cerca posible, por muchas razones. Si esperaba en esa plaza tendría una buena opción de verla salir de una de las posadas que había cerca cuando se levantase para ir a sus propias investigaciones. 

Con esa idea en la cabeza, consiguió la suficiente tranquilidad mental para conciliar el sueño en su oscura celda. La noche no fue tranquila, en algún punto que no sabría determinar le despertó una pesadilla. El hecho de que la recordara perfectamente, con todo detalle, como si fuera una vivencia o una premonición más que un sueño le puso aún más nervioso.

En la pesadilla él era su hermana, aunque era pelirroja y tenía unos músculos mucho más pronunciados de lo que recordaba de Xera, tal vez por ello su voluminoso busto, que tanto destacaba, no era tan prominente como debería. El-su hermana con el pelo rojo caminaba cerca del mar, entre edificios altos sin ventanas. Estaba anocheciendo, o tal vez amaneciendo, y había magia por todas partes, veía raro, difuso, como si estuviera mareada, o sea mareado... Era tan confuso. Y entonces se caía, porque le dolía la cabeza y la espalda, cómo dolía la espalda, aunque a él no le dolía nada, salvo su hermana pelirroja que le dolía mucho. Pero ¿cómo te puede doler una hermana? Y todo se hizo negro. Fue entonces cuando se despertó, cubierto de sudor y respirando agitadamente.

Le costó volver a conciliar el sueño y sólo lo hizo a ratos, plagados de pesadillas, totalmente naturales y de las que te cuesta acordarte una vez despierto, pero que igualmente hacían el sueño poco reparador. Al amanecer, con bostezos y estiramientos, desayunó con la primera tanda, para estar en la plaza a primera hora, cuando incluso los vendedores y asalariados estaban caminando hacia sus puestos de trabajo.

Shail llevaba una hora vigilando entre las penumbras de la salida del sol a todas las figuras que pasaban por la plaza, muchas le reconocían y recibió más saludos que en toda su vida. También unas cuantas ofertas de conseguirle una cama, si no tenía donde dormir, para su sonrojo... Y no todas de mujeres.

Xera surgió de un callejón con prisas, como si fuera a algún sitio y estuviera llegando tarde. Aunque parecieron acabársele al llegar a la plaza. Shail la vio primero a ella, dado que ya estaba vigilando, pero lo que vio fue que ella también estaba examinando la plaza y no tardó en verle a él tanto como el chico en decidir qué hacer.

Sus miradas se habían cruzado y los dos sabían que el otro quería verle y hablar.