Partida Rol por web

Mientras hablaban el guerrero y el pícaro seguían acosando al gigante, que además resultó chamuscado por un rayo del mago. El coloso pétreo empezaba a estar en serios problemas, aunque el guerrero también había tenido que dar un paso atrás para que el clérigo pudiera curarle.

El aviso del bardo fue captado y, aunque aquello complicaba mucho las cosas, disipaba toda duda. La actitud de Garv cambió de forma instantánea. El enemigo de mi enemigo es mi aliado. Lo cierto era que se quitaba un peso de encima, si estaban buscando partidas de élite que se dedicaba a atacar a los Grandes Osos, aquello parecía ser una. Tal vez no la única, cierto era, pero sí un inicio prometedor.

-Que tu luz guíe a los justos y les permita cumplir su misión- murmuró mientras imponía sus manos sobre el gigante herido, aún algo dubitativo de si reaccionaría igual que la elfa, pero era necesario. No se podían permitir perder un potencial aliado ni que una criatura natural cayera si querían mantener su acuerdo con la archidruida. Asegurada la retaguardia avanzó, espadón en ristre, manteniendo a la vista a los cuatro oponentes.

Ahora aquello empezaba a parecerse a un combate más justo, no una cuadrilla contra uno, sino contra tres. ¿Su objetivo? Acercarse a los lanzadores de conjuros y quitarlos del medio lo antes posible, aunque contaba con que tanto el guerrero como el que tenía aspecto de cuatrero intentarían oponerse, conscientes de la importancia que suponían. Aunque ellos ahora contaban, como poco, con Venpaulo y su música y, con suerte, el gigante afrontaría el enfrentamiento con más ganas ahora que no se encontraba solo.

El bardo dejó de cantar, aunque el efecto inflamador del ánimo de su música persistía en el corazón de Garv, sin dejar de tocar el arpa formuló un nuevo verso:

-"Guerrero poderoso

Tres contra uno no es honroso

Actúa valeroso

Derriba al pícaro presuroso"

Mientras recitaba se había alejado hacia un flanco, separándose del combate central. Al hacerlo gritó:

-"No ataquéis al guerrero está dominado."

La giganta pareció escuchar al bardo y, por algún motivo, no dudó en hacerle caso se giró dejando al guerrero que había retrocedido y miró al pícaro que, de repente, se encontró solo contra la colosal figura y abrió los ojos presa del pánico.

El bastón cayó como un árbol hundiendo al pícaro en el suelo para un segundo después molerle los lomos de forma brutal, antes de que pudiera rematarlo, el humano rodó a un lado y se puso en pie, amoratado, sangrando por la boca y tambaleante. No parecía que fuera a aguantar mucho más.

El machacado humano volvió a rodar, con cierta torpeza, evitando a la giganta furiosa hasta alejarse de su presa inmediata y situarse detrás del clérigo, perdida la ventaja en el cuerpo a cuerpo parecía decidido a retirarse hasta recibir curación.

Mientras lo hacía el hechicero tejió sus poderes, entonando un cántico arcano ininteligible y muy complicado mientras movía sus manos formando un cono, sujetando uno de cristal con ellas. La figura que trazaba cobró forma como un torbellino de nieve y hielo. Finalmente empujó la figura en dirección a la giganta y Garv, atrapandoles en el medio de una deflagración helada que les dejó tiritando y escarchados. La giganta se había vuelto de espaldas y se protegió con su capa a tiempo para que ésta se congelase, pero salvar su piel de lo peor de la arremetida.

Entonces fue cuando todo se volvió contra los servidores de la tiranía, el pícaro esperaba su curación, protegido por sus aliados, cuando el guerrero se dio la vuelta y le incrustó el pomo de la espada en la cabeza. El hombre menudo cayó al suelo desmadejado como un títere al que hubieran cortado las cuerdas. El hombretón de la armadura de guerra se quedó quieto, mirando a su compañero caído, como si no entendiera bien lo que había pasado; aunque unos segundos después levantó la mirada, bovina y vacía, en dirección a Venpaulo como si oyera algo que sólo escuchaba él.

El clérigo se acercó a Garv, escorado para no atravesar frente a la giganta mientras guardaba su maza. Con una plegaria vomitiva en sus labios hizo arder su mano con energía oscura y agarró a Garv del cuello, el paladín notó cómo la energía negativa del clérigo pasaba a su cuerpo tratando de absorber su misma vida.

Apenas había terminado de curar al gigante cuando la voz de Venpaulo resonó en el claro y el guerrero se lanzó hacia el pícaro con saña. Garv iba a avanzar, pero por el rabillo del ojo vio cómo el hechicero lanzaba algo en su dirección y con movimientos flexibles y ágiles impensables de alguien tan blindado realizó una pirueta que le permitió evitar la totalidad del conjuro. Aquello no estaba bien, esa magia era poderosa y fijó como objetivo al mago. 

Sin embargo las veleidades del combate tenían otra lógica diferente y el otro individuo, a todas luces un clérigo por su aspecto, le agarró del cuello intentando sobrecargarle de energía negativa. Pero la mente del Inquisidor estaba blindada con fe y no sólo con metal. Se sacudió el agarre y la influencia nefanda no le afectó. Y ya que tenía a ese individuo siervo de un poder infernal delante, su oficio se antepuso a todo lo demás.

-Y la Luz conoce tu nombre y serás juzgado, criminal-la admonición del juicio se manifestó con brillo plateado a lo largo de la hoja. Pero dispuesto a dar ejemplo Garv fue más allá aún -El bien conoce tus actos y pagarás por ellos-el brillo se intensificó con fulgor azulado-Pues yo soy la espada de Justicia que hiende el costado del Mal hasta su total destrucción-con las últimas palabras la luz se extendió por su cuerpo y el espadón descendió certero cercenando profundamente la carne maldita del enemigo. 

Garv extrajo el arma, con la luz aún recorriendo su figura y con una ágil maniobra lanzó una potente estocada que encontró su objetivo entre las defensas de su contrincante, aún sorprendido por el primer golpe. sin embargo el movimiento final fue evitado con la rápida reacción de éste que se agachó en última instancia evitando ser decapitado.

El bardo se abrió en dirección contraria al lugar donde luchaban el clérigo, la giganta y Garv, manteniendo de frente a él al mago. Después de unos cuantos pasos tañó en el arpa una nota y la cantó a la vez. Era una nota aguda, muy alta, que sonaba como una garra arañando metal, un sonido desagradable y chillón que daba dentera. Sin embargo lo peor se lo llevaron el guerrero y el mago, quienes empezaron a sangrar por las orejas y se llevaron las manos a los oídos, cuando el grito terminó ambos parecían un tanto desorientados. 

La giganta lanzó violentamente su bastón en un golpe de abajo a arriba contra el clérigo, que interpuso su escudo. Sin embargo la brutal fuerza de la mastodóntica mujer resultó excesiva para el trozo de madera, que se hizo añicos sin reducir la inercia del cayado.

El siguiente obstáculo con el que se topó fue la cabeza envuelta en yelmo del clérigo oscuro. Esta también cedió al empuje y con un desagradable crujido cedió el paso al madero, inclinándose hacia atrás de un modo que un cuello normal no permitiría. El clérigo cayó hacia atrás desplazado varios metros, con los brazos en cruz y la cabeza torcida de forma antinatural.

Rápidamente el mago reaccionó: mientras el guerrero miraba perdido y con ojos vacíos a Venpaulo sin dejar de sacudirse las orejas, su compañero se apresuró a gritar un conjuro de sílabas retorcidas y vocablos complicados. Era obvio por su entonación que estaba sordo, pero de algún modo, por experiencia seguramente, fue capaz de pronunciar correctamente el difícil verso en lengua arcana. Titiló durante un par de segundos y, de repente, desapareció de forma muy similar a Beshaabel cuando "saltaba".

El guerrero desorientado, se quedó quieto, sin hacer nada, mirando el sitio que un momento antes ocupaba el arcanista.

De forma harto predecible el hechicero desapareció dejando en la estacada a su compañero. Aquello, aún siendo quiénes eran, hizo torcer el gesto de Garv, que activó sus habilidades sobrenaturales para detectar el mal. No sólo por el guerrero, sino porque existía la posibilidad de que el conjurador aún estuviera por la zona. En teoría le había parecido reconocer el mismo tipo de conjuro que los que empleaba Beshaabel para moverse, pero nunca estaba de más asegurarse.

-¿Sigue bajo tu control?-preguntó al bardo mientras se acercaba con cautela hacia el guerrero, ya fuera para aceptar su rendición o poner fin a su historia. El arma baja, pero aún desenvainada no dejaba mucho lugar a la duda-Depón la lucha y entrégate-eso nuevamente plantearía ciertos problemas logísticos en caso de aceptar. Con todo y con eso el Inquisidor ofreció la oferta como hacía con todos.

Y aún quedaba pendiente el gigante, no estaba seguro de poder comunicarse con él y no terminaba de sentirse cómodo dando la espalda al coloso habiendo presenciado de primera mano su fuerza sin par. Los restos del clérigo oscuro daban buen testimonio de ello. Pero un problema a cada vez...

Venpaulo arrugó el morro y se encogió de hombros, como diciendo ni si ni no y respondió:

-"No está hechizado. Está controlado, esclavizado, si lo prefieres. Durante muy poco tiempo." - tras eso, cuando Garv ordenó la rendición, el bardo le espetó abrupto al hombre:

-"Tira las armas inmediatamente, no se te hará daño. No te muevas hasta que te diga que puedes hacerlo." - el guerrero, con mirada perdida y vacía hizo lo que se le ordenaba y se quedó quieto.

En ese momento la giganta se abalanzó sobre el bardo.

La giganta agarró a Venpaulo. 

Durante unos segundos Garv temió haber elegido mal sus opciones, sin embargo la criatura ¡le estaba abrazando!

Apenas pasaron un par de segundo, la forma femenina empezó a encoger y mutar, perdió su aspecto pétreo mientras reducía su tamaño a menos de la mitad. Unos segundos después era una mujer quien abrazaba al bardo. Su aspecto podía reconocerse como el que le habían descrito que tendría Brunhilda.

-"Justo a tiempo, viejo amigo. Me alegro de verte. Y a tu amigo también."

El bardo, a quien por primera vez Garv había visto auténticamente sorprendido fue pasando en su rostro sucesivamente por el terror, la sorpresa, el miedo, la perplejidad y el alivio. Hasta devolver el abrazo cuando la humana quedó claramente distinguible. Cuando se separaron sólo pudo decir.

-"Vaya, Gilda, tu poder de transmutación ha crecido en los últimos años."

El Inquisidor asintió a las palabras del bardo mientras guardaba su espadón y, aprovechando el saludo que intercambió con la druida, se acercó al guerrero para maniatarle y que cuando el conjuro se disipase no supusiera un problema. No dudaba de las habilidades de Venpaulo, pero prefería ahorrar en capacidad mágica por si acaso, pues se encontraban en terreno manifiestamente hostil.

-¿Dónde se encuentra vuestro campamento?-preguntó de forma inocente al guerrero mientras aseguraba la ligaduda. Tras su respuesta se dedicó a revisar los cuerpos de los caídos con poca ceremonia en busca de algún documento relevante, aunque dudaba que portasen nada, no había ningún daño en revisar por si acaso fueran tan descuidados.

Una vez cumplidas las prioridades se acercó a Brunhilda y la saludó estrechando con firmeza la mano -Estábamos buscandoos-dijo a modo de presentación mientras se retiraba el yelmo. Por experiencia sabía que un rostro humano se presta más a la colaboración que una celada metálica-Soy el Inquisidor Sevatar, ¿cómo está la situación y en qué podemos ayudaros?-prefirió ir al grano antes que perder tiempo con cháchara de poco provecho, tenía presente que el tiempo apremiaba y aunque hubieran eliminado a una patrulla, como mínimo quedaba un hechicero suelto.

El guerrero se resistió a ser atado hasta que Venpaulo dirigió una breve mirada y murmuró algo. Era obvio que no estaba hechizado, era algo menos fijo pero mucho más poderoso, Garv no sabía demasiado de magia y no reconocía fácilmente los conjuros de los magos, pero no podía dejar de preguntarse si la magia de Venpaulo tampoco sería académica como la de Meelock o si sería, directamente, herética – o ilegal, si se quería ser más comedido con el vocabulario – como la de Beshaabel.
 
El sectario miró con hostilidad al inquisidor al ser cuestionado, iba incluso a escupírle, pero una mirada de Venpaulo, que no pareció para ello ni interrumpir su conversación, en la que se ponía al día con Brunhilda, para eliminar la hostilidad del individuo. Tras pasar por una expresión de abatimiento, la mirada del hombre brilló con picardía cuando pensó el algo que consideraba inteligente:
 
-“Acampamos dónde nos pilla la noche. Merlock hacía un truco que subíamos a una cuerda y desaparecíamos para dormir.” – el paladín no necesitaba esforzarse para leer en los patéticamente inocentes gestos del tipo que se estaba guardando información, pensando un poco los términos de su propia pregunta dedujo que había más campamentos a parte del que él consideraba el suyo.
 
No hizo falta que Venpaulo hiciera nada para hacerle responder a la cuestión de dónde había más campamentos. El hombre agachó los hombros al ver vencida con tanta facilidad su astucia y contestó con un brillo asesino en los ojos y echando espuma por las comisuras de los labios, de la furia con la que dejaba ir las palabras.
 
-“Hay un asentamiento principal, con cabañas y tal, en las montañas, a un día del bosque donde podemos ir para aprovisionarnos. Allí hay jaulas y cosas, pero yo no se nada de eso, sólo me pagan por ayudar a cazar osos. Cuando cogemos uno Merlock se lo lleva por teleportación a algún lugar que sólo sabe él. No se si está cerca del campamento principal o no.”
 
Tras eso se quedó farfullando y maldiciendo furioso y rabioso en un rincón mientras Garv se acercaba al bardo y la druida.
 

Brunhilda respondió a su apretón de manos con firmeza, aunque tenía un aspecto atractivo - sobre todo por su excepcional forma física - su piel, de natural clara como su pelo, estaba curtida, incluso un poco encallecida en las manos, propia de quien pasa su vida a la intemperie y está acostumbrada al trabajo físico. No parecía tan fuerte o robusta como el propio paladín, pero viendo la fuerza que podía manejar transformada no parecía que importase mucho si su cuerpo humano no era excepcionalmente poderoso.
 
-“Mi nombre es Brunhilda Tae. Hierofante del Valle Profundo.” – Respondió a la presentación y con una sonrisa amplia que iluminaba de forma agradable su curtido y moreno rostro añadió – “Os esperaba, los pájaros me informaron de vuestra llegada y venía a vuestro encuentro cuando escuché a ésta patrulla. Era la primera vez que me encontraba con una físicamente, de modo que no podía dejarla pasar. Le estaba dando a Venpaulo las gracias por vuestra oportuna intervención, porque me temo que esos secuestradores era demasiado para mi sola.”
 
Su sonrisa, que se había suavizado para seguir hablando, volvió a relucir cuando le preguntó directamente sin más dilación.
 
-“Directo al grano, sin preliminares, como a mi me gusta.” – su guiño dirigido al bardo hizo atragantarse al bardo, que tosió para disimular – “La situación no es buena, han desaparecido al menos unas docenas de Grandes Osos. Son criaturas orgullosas y solitarias de modo, que a pesar de su poder individual, están teniendo serios problemas con las tácticas de éstos grupos.” – señaló al individuo que seguía rezongando sentado en el suelo – “hay varias de estas bandas, bastante poderosas. No sé deciros si más que éstos o parecidas. Deambulan por el Valle Profundo, aunque se esconden bien, no he localizado ninguno de sus campamentos de modo que no he podido rastrearles, cuando encontraba un rastro finalizaba abruptamente en la escena de una batalla. En ellas a veces había cadáveres, siempre con ese símbolo de un guantelete de hierro, otras sólo rastro de batalla; incluso una vez encontré el cadáver de un gran oso.” – su sonrisa sólo había durado lo justo para su broma, el tono de sus palabras era tan ominoso como si alguien narrase el asalto y saqueo de un poblado de campesinos por un ejército de orcos – “Se que las cosas no les van bien a los osos porque cada vez hay menos, puedo pasar tres días sin ver ni sentir a ninguno. Ellos también están furiosos, la última vez que me acerqué a uno no me dejó hablar y se puso muy hostil, tuve que retirarme para no luchar contra él.” – la chica se encogió de hombros para finalizar – “No se dónde se los llevan, todos sus grupos llevan magos poderosos. Creo que si pueden los hechizan, paralizan o debilitan hasta ser incapaces de moverse, luego usan magia para desaparecer. No tengo muy claro cómo, pero debemos detenerles. No sé para qué se llevan a los osos, pero no puede ser para nada bueno; los Grandes Osos nunca han sido demasiados, unas pocas docenas son una parte importante de la población en todo el bosque. Debemos detener ésta sangría.”
 

El Inquisidor asintió con gesto serio al rápido resumen de Brunhilda y meditó unos instantes en silencio antes de tomar de nuevo la palabra. -Por ahora tenemos pocos indicios, únicamente el campamento que ha mencionado aquí tu amigo-señaló con el pulgar al guerrero retenido mágicamente por el bardo-Por lo que dices no podemos esperar apoyo de los Grandes Osos, lo que es un contratiempo, pues un frente unido sería mucho más útil. Pero no creo que por el momento podamos arriesgarnos a una disputa entre quienes deberíamos ser aliados. Como último recurso podríamos intentar jugar esa baza.-meneó la cabeza, pues la situación era harto complicada.

-Si cuentan con magos con el poder suficiente para teleportarse, serán rivales muy complicados todos y cada uno de ellos. De hecho-apuntó con la mirada al lugar donde se fue el hechicero durante el combate-estarán sobre aviso de que estamos aquí. Si bien han perdido efectivos y eso siempre es positivo.-el gesto serio no indicaba únicamente la gravedad de la situación sino que valoraba todas las posibilidades que se les ofrecían-Podemos o bien vagar por el bosque esperando que la suerte nos acompañe y demos con más grupos-el tono dejaba a las claras lo que opinaba de eso-o bien acercarnos a ver qué tienen en ese campamento. Extremando las precauciones, Venpaulo, ¿crees que serías capaz de detectar las custodias que habrán levantado?-

Esperando la respuesta del bardo volvió a dirigirse en exclusiva a Brunhilda-Nuestras sospechas nos llevan a pensar que están formando una armada de animales mágicos para asaltar poblaciones, por ello sólo acaban con ellos en casos extremos. Si conseguimos encontrar dónde los almacenan muy posiblemente el bosque recupere casi todos los Grandes Osos. Pero no será fácil, ¿conoces alguna otra opción en la zona? Lo que sea que pueda ayudarnos-Garv había asumido ya que la druida les acompañaría, no sólo había visto cómo se desenvolvía en combate sino que recordaba cómo la había descrito su propia madre.

Venpaulo asintió con una sonrisa y un rasgueo de arpa que sonó como una risa.
 
-“Sí. Puedo detectar la magia en una zona e incluso intuir su naturaleza hasta cierto punto. Lo que no puedo es eliminarla.” –
 
Se giró señalando hacia el cautivo y advirtió:
 
-“El conjuro de control mental no va a durar mucho más. Tendremos que pensar qué hacer con él.”
 
 

Brunhilda por su parte asintió a la idea de marchar contra el campamento.
 
-“Vagar por el bosque es lo que he estado haciendo yo, con escaso resultado; no es fácil encontrarse con los invasores, sus campamentos no pueden ser localizados, probablemente por la magia esa de sus magos que dijo ésta escoria” – señaló al guerrero cautivo – “Me temo que acabaríamos encontrándonos con los Osos con cierta frecuencia, dado que vosotros no estáis sintonizados con la naturaleza. Es preferible la opción de buscar el campamento, las indicaciones que nos ha dado son suficientes para reconocer la zona.”
 
A continuación se encogió de hombros cuando dio respuesta a las siguientes preguntas que le dirigió Garv:
 
-“No he visto ninguna acumulación de osos cautivos ni he detectado indicios de ellas. Es obvio que no los mantienen en ninguna parte del bosque, o usan una magia inconcebiblemente poderosa para esconderlos. No hay lugar donde esconder tantas criaturas así de grandes sin que se note.” – se quedó pensativa un tiempo – “Sin embargo la zona de la que habla en la que están acampados es lejana, no la hemos explorado pues queda fuera de nuestros dominios, es montañosa. Tal vez si tuvieran los osos allí sus congéneres los habrían escuchado o habrían sabido de ellos por otros medios – o la archidruida, en su defecto – pero lo cierto es que hay muchas cuevas y cavernas en las que podrían haberse refugiado en la seguridad de que no serían detectados fácilmente.”
 
Fue entonces cuando Venpaulo hizo su advertencia, Brunhilda sacó su cimitarra y la hizo girar entre sus manos en una pirueta, para acabar empuñándola con fuerza y gesto ceñudo. Era obvio cual era su respuesta, pero se quedó mirando a Garv para que él decidiera mientras el guerrero la miraba – a todos ellos, pero a la cambiaformas especialmente – con una mezcla de miedo, odio e ira.
 
 

Aunque no fuera lo más lógico sí era necesario y eso Garv lo entendía. No podían permitirse el lujo de perder una semana llevando al guerrero hasta un lugar civilizado en el que sería juzgado adecuadamente. Por ello hizo un gesto indicando a Brunhilda que se apartase, esto era tarea suya.

-Por el poder investido sobre mi por la Iglesia, en calidad de Inquisidor de la Orden, yo te juzgo por los crímenes cometidos contra el pueblo del bosque y sus habitantes-Se colocó frente a él, siempre elegía hacer las cosas de frente-por tus asaltos continuados en compañía de tus compinches ya ejecutados o dados a la fuga te condeno a morir bajo la hoja de la Iglesia-Un movimiento fulgurante y definitivo. Un corte horizontal con precisión y potencia. Y la cabeza rodó por el suelo-que tu alma arda en los fuegos del Purgatorio hasta que esté pague por sus pecados antes de presentarse ante la Luz-

Volvió con los otros dos, limpiando el arma con un trapo para enfundarla nuevamente. Sabía que no había sido bonito pero era lo que debía hacerse. Sin embargo no ahondó en ello, dispuesto a tratar lo que tenían que hacer allí -Iremos a su campamento. Venpaulo, confiaremos en encontrar un medio a través de sus defensas. Una vez allí veremos qué podemos encontrar sin armar demasiado escándalo, previsiblemente nos superarán en número.-miró a la druida antes de continuar-No creo que mantengan presos allí a los Grandes Osos, hay magos con capacidad para transportar criaturas grandes distancias sin ser  vistos-Meelock sin ir más lejos habituaba a teleportarlos donde fuera necesario-pero tal vez encontremos indicios suficientes para localizar ese lugar y liberarlos.-Se encogió de hombros-E incluso puede que tengamos suerte y aún tengan alguno allí para poder devolverle su libertad.-

Echó su petate al hombro, que había dejado caer antes de cargar al combate -Guíanos, por favor-si había entendido bien tardarían alguna jornada en llegar hasta el lugar. No había que descartar la posibilidad de otro encuentro pues al haberse fugado un miembro del equipo vivo el Puño sabía que había alguien más allí.

El viaje en compañía de Brunhilda resultó de nuevo mucho más llevadero. No parecía tener menos habilidad que Ashai para encontrar vericuetos y sendas ocultas, y su paso resultaba igualmente ágil y rápido, al borde de lo sobrenatural. Además parecía capaz de cambiar a formas alternativas, no sólo de animales, sino de otras criaturas cuando era menester para sortear obstáculos o facilitar caminos de otra forma imposibles.

Ya caía la tarde cuando los árboles, densos y enormes, empezaron a ralear a la vez que el camino picaba notablemente hacia arriba. No llegaron a apreciar cómo la densa jungla se abría a unas montañas pedregosas, probablemente ofreciendo un paisaje arrebatadoramente cargado de belleza natural, porque para ese momento el sol se había ocultado tras el horizonte, dejando para sus ojos sólo sombras alargadas.

Venpaulo y Brunhilda habían conversado muy brevemente entre ellos en todo el día de viaje, aunque se notaba que había química entre ellos, la druida rubia parecía mucho más comedida que su compañera más joven. O bien, algo atemperada sus sentimientos. 

Cuando Garv empezaba a preguntarse cuándo buscarían un lugar para acampar o si la hierofante pretendía hacerles caminar hasta que se abrieran la cabeza al tropezar con una piedra, distinguieron en lontananza, mucho más allá de lo que permitía ver en continuidad la penumbra cada vez más oscura, un punto de luz. Una hoguera de buen tamaño y, a su vera, la sombra de una alta torre que sobresalía sobre los picos más cercanos, Tras cambiar a la forma de un águila tan grande como ellos, Brunhilda confirmó que había una figura en ella.

Se trataba de una atalaya de vigilancia y, de acuerdo a los cálculos de la druida, custodiaba el paso hacia la zona de cuevas donde se esperaba que estuviera el campamento del Puño.