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Constantinopla Nocturno - El sueño perdido

Noviembre de 1259 - Adrianópolis

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25/08/2014, 09:48
Tiberius Fabius Lupus

La belleza del interior de la villa no es algo que me deslumbre. Sin embargo no puedo evitar abrir los ojos al contemplar el esmero de Ana en los detalles. Siempre pensé que la perfección estaba en los detalles. Y Ana está cumpliendo con creces.

Sonrío al contemplar las cuatro mujeres. Exóticas pero muy bellas. Bien.

- Querida Ana. Como siempre sabes cómo complacerme. – Un brillo de apetito refulge en mis ojos pero domino mis impulsos y espero pacientemente a que las esclavas acaben de lavarme los pies. Examino con detenimiento en concreto a la mujer del cabello rojizo y extiendo la mano para sujetarle la barbilla antes de que se postre. Mi mirada examina su rostro, como si tratara de penetrar en su alma, luego me centro en su dentadura y finalmente la libero y la dejo hacer. Sí, ésa será mi elección para después.

- Muy hermosas todas. – comento a modo de cumplido. – Aunque ni de lejos como tú.

Vuelvo a sonreír. Va siendo hora de pasar de los halagos y cumplidos a temas más interesantes y fructíferos para ambos.

- Dime Ana. Antes de que me pongas en antecedentes de todo lo que va a acontecer… - comento sabiendo que tiene mucho que contarme. – Cuéntame sobre Drusus. Es un vástago interesante. Servicial. – Especifico. Aunque los vástagos serviciales suelen ser los que más traicionan. - ¿Quién es? – claramente pregunto por su linaje. Su sire, su clan, ese tipo de cosas que nos interesan a los Ventrue. - ¿Cómo entró a tu servicio?

- Parece muy interesado en nuestra relación, o en lo que tú puedas sentir por mí. ¿Ya le has embaucado con tus artes? – pregunto con una sonrisa maliciosa pero sabiendo que Ana entenderá que estoy bromeando con ella. - ¿Debo preocuparme por un joven enamorado que pueda ver en mí una amenaza? -

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25/08/2014, 11:49
Ana Comnena

La mujer del cabello rojo fue incapaz de mirarte a los ojos, pero se dejó hacer, visiblemente asustada. Su dentadura, que evidenciaba su salud potencial, se encontraba en buen estado, al igual que el resto de su anatomía. En cuanto terminaste con ella, se postró apresuradamente ante ti, bajo la atenta mirada de Ana, que observaba cada uno de sus movimientos.

— Drusus... — dijo, alargando las sílabas— Digamos que es el vasallo declarado de un gran aliado, que en estos momentos no se encuentra aquí. En su ausencia, se le ha sido encomendada la tarea de proporcionarme sus servicios. Y en efecto he procurado que me guarde un poco de lealtad voluntaria, utilizando mis propios medios. Pero la verdad es que es un hombre de intenciones ocultas—dijo, encaminándose hacia el patio interior— Sé que no romperá su palabra y le será fiel a todo aquel que pertenezca a la familia Micaelita, y eso significa que sólo le debe lealtad a un vástago, y a su progenie, si es que considera que aunque haya sido creada sin el auspicio de las Tres Familias puede ser considerada parte del Legado. 

Tomó asiento en un diván, rodeada de mullidos cojines, en los que apoyó sus codos. Te hizo un gesto para que tomaras asiento cuando las esclavas volvieron a levantarse, y se situaron en pie, tras los divanes, con la mirada perdida en la pared que tenían en frente.

— En resumidas cuentas, tengo asegurada su lealtad mientras aquel a quien le ha dado su palabra me guarde lealtad a mí. 

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25/08/2014, 12:08
Tiberius Fabius Lupus

Bien Ana. Al menos eres capaz de discernir la verdadera naturaleza de Drusus. Dices que es fiel a los Micaelitas y me llama la atención el hecho de que existan chiquillos fuera del Legado. Sobre todo que sea algo de tan común conocimiento.

Tomo asiento junto a Ana con movimientos gráciles, casi perfectos. Me acomodo en el diván hasta que encuentro una postura que es de mi agrado.
- De acuerdo. Has hecho bien los deberes. – Admito sonriente. Pienso que quizá no sería mala idea que Ana se asegurara bien de la lealtad incorruptible del amo de Drusus, pero ya habrá tiempo para hablar de eso. – Explícame entonces qué hago aquí. Cuál es el objetivo y a quién nos enfrentamos.

Intuyo que tendremos una fuerte oposición. De lo contrario Ana no me habría llamado. Varios bandos seguramente y al final todo se decidirá entre los dos más fuertes. El resto de bandos dividirán su apoyo.

- ¿Hay algún nombre que deba conocer o investigar? – pregunto. - ¿Algún antiguo enemigo que vuelva creyendo que puede hacerte frente? – una sonrisa maliciosa escapa de mis labios. No estaría de más toparnos con algún brujah al que pueda hacer pagar por sus insolencias y por la caída del gran Imperio.

- Necesitamos saber si nuestros aliados nos apoyarán, y qué quieren nuestros enemigos para volverse de nuestro bando. La empresa que has comenzado se ganará con información. El arte de poseer nosotros la verdadera información, y el arte de desinformar a nuestros rivales. -

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25/08/2014, 12:22
Ana Comnena

— No dudo de que tendremos una ayuda considerable en la contienda. Pero mi problema no es la guerra en si, Tiberius. La mayoría de las fuerzas bizantinas, y algunos reinos menores cristianos, se han mostrado dispuestos a proporcionar ayuda en forma de hombres, barcos, provisiones o refugio.  

Su mirada refulgió, con un brillo cargado de ambición— El problema no es liberar Constantinopla de las garras de esos sucios latinos. El problema es, obtener los apoyos suficientes para gobernarla después. Y en ese aspecto, mi inconveniente principal tiene un nombre, que probablemente te resulte familiar: Natalya Svyatoslav—dijo, apretando ligeramente el puño.

— Esa mujer fue un día mi aliada, pero como bien sabes, uno no puede fiarse de la impulsividad de esos Celotes, que no son más que príncipes y reyes venidos a menos.—el desprecio que emanaban sus pupilas era casi palpable— Debo tolerarla, porque posee una de las pocas fuerzas capaces de truncar mis planes de gloria. Contaré con sus hombres para conquistar la ciudad, pero sé que ella no se contentará con eso— sus labios se fruncieron en una fina linea— Ella quiere gobernarla Tiberius. Quiere erigirse como matriarca, y ese honor me pertenece por derecho.

 

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25/08/2014, 12:32
Tiberius Fabius Lupus

Natalya Svyatoslav… Claro que recuerdo ese nombre. Ahora entiendo por qué Ana me ha llamado. Realmente no sé por qué tuvo que aliarse mi sobrina en el pasado con los Celotes. Nunca fueron de fiar. Entiendo que hay veces en las que es planteable hasta pactar con el Diablo, pero con un Brujah… Ellos causaron la caída de Roma y de una forma u otra haré que ardan y paguen por ello.

- Tenemos que calcular cuándo hará Natalya su movimiento. – Respondo entendiendo de inmediato la situación. – Esperará a conquistar la ciudad, eso por descontado. Pero una vez la ciudad sea vuestra, actuará con rapidez.

Mi mano se posa en mi mentón mientras me quedo un instante con aire pensativo. – Me gustaría poder hablar con los líderes de cada facción. Quiero hacerme una idea de cómo son. Asegurarme de si nos traicionarán o no. Ver quiénes pueden caer en el bando de Natalya y atarlos bien en corto. Incluso hacer creer a Natalya que tiene más apoyos de los que en verdad tiene. Y ella no se fiará de mí. Pero si pudiéramos manipularla… Quizá hasta fuera buena idea que Constantinopla sea gobernada por ella. Sólo tienes que asegurarte de ser la persona adecuada que guíe sus pasos con las palabras más acertadas en sus oídos.

No lo digo pero siempre está la posibilidad de que Natalya sufra un “accidente”. Nadie se preocupará por otra brujah más que desaparezca. Son menos útiles y leales que los propios Gangrel, a los que siempre he considerado unos buenos perros de presa. Trátales bien y nunca morderán la mano que les da de comer. Y lo mejor de todo, no les preocupa la política para nada.

Miro a Ana a los ojos directamente. – Sé que te importa mucho el honor Ana, y que el derecho a ser matriarca es tuyo… ¿Pero realmente quieres gobernar y pintarte una diana en la frente? ¿No prefieres que ese título de boquilla sea para otra? Para tu enemiga… Y mientras tú gobiernas en las sombras… Sólo es una idea pero es una cuestión de perspectiva. Si deseas ser la matriarca ese honor será tuyo. Yo me encargaré de ello.

Dejo que mis palabras calen en su mente. – Pero piénsatelo. -

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25/08/2014, 12:52
Ana Comnena

— ¿Natalia, la Matriarca? ¡Nunca!— dijo, airada, perdiendo durante unos instantes la compostura, aguzando la mirada, y levantándose de golpe del diván, tirando con su gesto un jarrón de exquisita talla, haciéndolo pedazos. 

Miró alrededor entonces, descubriendo la mirada de las sorprendidas esclavas sobre ella. Una mezcla de ira y vergüenza se reflejó entonces en su expresión, y sus labios se torcieron en un rictus de desaprobación que hizo que las muchachas mirasen al suelo, asustadas. Sus gestos entonces se suavizaron, y su cuerpo se dejó caer nuevamente sobre el diván— Discúlpame, Tiberius. Es sólo que, tan solo con imaginar a esa mujer ostentando ese rango, me hierve la sangre— se llevó las manos al cabello, recolocándoselo tras aquel gesto iracundo— Entiendo tu razonamiento, pero Natalya no es una mujer fácil de gobernar, y con ese poder, podría deshacerse de mí. Podría alejarme de Constantinopla para siempre. Y yo fui criada para gobernarla. Cuando los Comneno éramos la familia más pujante del Imperio, iba a casarme, iba a ser la Emperatriz, junto a mi esposo. Pero mi hermano, mi maldito hermano, me arrebató lo que me pertenecía y me condenó a la soledad de un convento.— el rencor en sus palabras era evidente— ¿Qué diría él, desde el más allá, si viera que de nuevo fracaso en mi empresa? No, sé que es arriesgado, sé que conlleva grandes responsabilidades y grandes peligros, pero si alguien debe ser la Matriarca de Constantinopla, esa debo ser yo. 

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25/08/2014, 15:49
Tiberius Fabius Lupus

Por eso nunca llegarás todo lo lejos que podrías querida Ana. No comprendo cómo puedes haber explotado por unos comentarios tan nimios. Ni siquiera intentaba provocarte, pero muestras tus debilidades muy a la ligera. Te expones demasiado y eso es algo que tus enemigos usarán en tu contra.

- No te preocupes. No hay nada que disculpar. – Me apresuro a responder. – Puedo entender tu rabia pero recuerda que debes controlarla… utilizarla. – Coloco una mano sobre su hombro de forma suave. – Conmigo puedes explotar pero no lo hagas con otras personas delante. Probablemente ella – me refiero claramente a Natalya - intente hacerte rabiar, y será mucho más explícita. No debes dejar que tus emociones te dominen. – Deslizo la mano con suavidad desde su hombro, apartándola de su piel y pasando por delante de su rostro hasta apuntar con mi dedo en su frente. – Esto es lo único que debe gobernar tus actos si quieres prevalecer.

He escuchado tus palabras Ana, y sólo he visto orgullo. Puede contigo. Es tu ego. Sí, fuiste criada para gobernar Constantinopla. Pero a veces la vida da muchas vueltas y hay que saber adaptarse. Está bien que sepas cuál es tu sitio. Porque es tu derecho de nacimiento. Veamos si te expongo mis argumentos por otro camino.

- ¿Estás abierta a otras posibilidades? – pregunto seriamente. – Por ejemplo, a apoyar a un tercer candidato, más manipulable y del que podamos asegurarnos su lealtad, a cambio de que Natalya no sea la que gobierne Constantinopla. ¿O tu única opción es ser tú la matriarca? – Mantengo la mirada sobre sus bellos ojos. – Tan bien está una opción como la otra pero tú decides. Sólo quiero saber para no equivocarme en el futuro si tengo que negociar algo en tu nombre o a tu favor. -

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25/08/2014, 17:17
Ana Comnena

Ana asintió ante tus palabras, avergonzada— Tienes razón, nuevamente, te pido disculpas. Te prometo que esto no ocurrirá delante de quien no debe saberse victorioso en su empeño por minar mi paciencia— dijo, fijando la vista sobre la fuente que presidía el patio interior. Se mantuvo entonces en silencio, escucándote

— ¿Y quién más va a ostentar ese rango? No conozco a nadie que pueda o quiera hacerlo—negó, con el rostro— No, Tiberius, esa es mi tarea, es el legado que me ha sido encomendado— concluyó — Confío en ti, y sé que me ayudarás.—te miró entonces, y sus ojos castaños refulgieron, implorantes— Lo harás, ¿verdad?

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25/08/2014, 17:28
Tiberius Fabius Lupus

- Para mí la familia es lo primero, y lo sabes. – Devuelvo la mirada a Ana. A estas alturas debería saber que no hace falta que use esos trucos conmigo. Sonrío apacible. – Claro que te ayudaré. Yo me encargaré de que ocupes el lugar que te corresponde y de que esa detestable mujer no pueda arrebatarte lo que es tuyo.

Es raro pero siento hacia ella cierto afecto… paternal. Desde que Ducas desapareció Ana se ha tenido que desenvolver por su cuenta, y aunque lo ha hecho bien… me preocupa el destino de la progenie de mi hermano.

- Ahora relajémonos un poco. – Digo cambiando de tema para liberar tensión. – Luego habrá tiempo para que me pongas al día sobre nuestros aliados… y sobre los apoyos de Natalya. – Me recuesto en el diván y hago un gesto a la esclava pelirroja para que se agache junto a mí. Es hora de alimentarse un poco, y divertirse tras el largo viaje.

Juguetear un poco con la comida antes de probar bocado hace que las sensaciones sean luego más… placenteras. No le dolerá, de hecho le gustará más que cualquier cosa que haya probado en su vida. Yo lo sé y la esclava lo sabe, o lo sabrá muy pronto.

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25/08/2014, 17:41
Ana Comnena

Algo más relajada, Ana adoptó una cómoda postura mientras la esclava a la que habías llamado se acercaba a ti, temerosa, con el cabello del color del fuego cayendo en bucles sobre sus hombros. Llevaba una túnica propia de la servidumbre, que tapaba menos carne de la que en aquel entonces tapan las mujeres bizantinas, y unos brazaletes que eran la evidencia de su estatus. 

Se agachó a tu lado bajo el escrutinio de su señora, que por su parte tomó a la mujer de piel oscura y comenzó a acariciarle el cabello, también oscuro y rizado, mientras observaba cómo pensabas proceder— Puede que te interese saber, que por lo que sé con total seguridad, ninguna de estas esclavas que he dispuesto para ti, ha perdido su virgo— dijo, mirándote con interés. 

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26/08/2014, 09:59
Tiberius Fabius Lupus

Mi mirada torna a una de mayor interés tras las palabras de Ana. Sonrío lascivamente a mi sobrina y examino con detenimiento a la esclava junto a mí recordando épocas pasadas. Ah, el esplendor de Roma. Puede que nunca vuelva a conseguir una sociedad similar pero al menos en mi casa se seguirán esas costumbres.

Alargo mi mano para acariciar con suavidad y firmeza el rostro de la esclava. Mis dedos acarician su suave piel y mi mano se entretiene jugueteando con sus cabellos rojizos.

- A pesar de los años sigues sorprendiéndome, querida Ana. – digo mientras mi mano continúa su movimiento y desliza el borde superior de la túnica de la esclava para que caiga hasta el suelo dejándome contemplar toda su desnudez.

En otra época ya tendría una erección considerable ante la expectativa de lo que está por venir. Ahora no. Ahora puedo controlar cuándo y cuánto tiempo tendré la erección.

Hago un gesto a la esclava para que se tumbe y me acerco a ella como un depredador. Separo sus piernas lentamente y mi cabeza se aproxima a su sexo. Esos pelos del color del fuego llaman poderosamente mi atención y acerco mi mano para juguetear con los bordes de su clítoris.

- ¿Así que no has conocido varón? – pregunto retóricamente a la joven. Me tomo mi tiempo para saborear su temor a lo desconocido, su expectación ante lo que está por venir. Mi lengua sale a recorrer sus partes íntimas y se desliza con suavidad por toda la zona. No paro hasta escuchar sus gemidos de placer. Tras unos minutos y antes de que se corra paro, me pongo en pie y me quito mis ropajes dejándolos caer descuidadamente al suelo. Agarro de nuevo a la joven por la muñeca y llevo su mano hasta mi miembro. Mientras me concentro para que la sangre se mueva en mi organismo mi miembro crece hasta alcanzar su máximo esplendor.

Entonces me siento e indico a la joven que se suba. Contemplo su rostro. Siendo su primera vez seguro que le dolerá al principio, pero me gustará ver su cara cambiando, del dolor al placer. Lo bueno de ser un vampiro es que mi erección no bajará hasta que yo quiera. Haré que esta joven goce durante un buen rato para acabar bebiendo su sangre, aunque aún no he decidido si morderé en el cuello o en otra zona más erógena.

Supongo que Ana, junto a nosotros, estará más excitada ahora y apostaría a que estará jugueteando con su esclava de piel oscura.

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26/08/2014, 11:45
Director

La sonrisa de Ana se ensancha, de una forma casi lupina, mientras la muchacha tiembla, asustada, bajo tu tacto. 

Te obedece dócilmente, a pesar de que sus ojos humedecidos parecen estar a punto de romper a llorar. Cuando la desnudas hace un ademán de intentar taparse, sin llegar a hacerlo. Su cabello, pelirrojo en toda la amplitud de su cuerpo de curvas sinuosas, resalta sobre su piel lechosa. 

Acaba por tumbarse, y cierra los ojos con fuerza cuando tomas sus piernas, y sólo vuelve a abrirlos, con cierto asombro, cuando tu lengua comienza a paladear la carne cálida de su sexo. 

Es entonces cuando te percatas de que su cuerpo ha sido debidamente lavado y perfumado, a pesar de que un inevitable olor a feminidad invade tus sentidos. La joven, rígida, aún atemorizada, reacciona emitiendo pequeños jadeos, y a medida que su cuerpo se amolda a aquella nueva experiencia, notas sus piernas más flexibles y maleables. Notas como entrecierra los puños, como si quisiera agarrarse a ti, sin atreverse a hacerlo por temor a faltarte el respeto. 

Cuando te detienes, te mira, sorprendida. Te observa, con un renovado sonrojo, cuando te despojas de tus ropas, y cuando llevas su mano hacia tu miembro, lo agarra, de nuevo temerosa, como si no supiera qué se debe hacer con él. Su boca se abre, con sorpresa, cuando se vuelve duro y enhiesto. Lo acaricia, con palpable timidez, antes de que te separes de ella y tomes asiento, ordenándole algo súmamente evidente.

Su cuerpo vuelve a temblar. Casi puedes paladear su miedo. Sin duda no ha conocido varón alguno. 

La joven se acerca, despacio, como obligándose a cumplir con aquella orden. Se sienta sobre ti, y se coloca como intuye que debe hacerlo. Y entonces se deja caer, y un gemido lastimero, sale de entre sus labios. Sus ojos se llenan de lágrimas, y sus piernas, de nuevo tensas, se cierran alrededor de tu cuerpo. 

Otro jadeo, que no procede de la boca de aquella joven, se expande entre las paredes del patio interior. Uno que sin duda procede de los labios de Ana, que te observa fijamente, con aquella muchacha de piel oscura tendida en el diván, a su lado, desnuda, con los pezones rezumantes de vitae, y una expresión de puro gozo en el rostro. 

Los labios de tu sobrina, embadurnados en carmesí, se cierran de nuevo en torno a uno de aquellos generosos pechos, y durante unos instantes, puedes ver cómo toma de ellos aquel elixir que ambos tanto apreciaban, tal como Rómulo y Remo habían mamado de la loba que había tenido a bien proporcionarles sustento, mientras sus delicados dedos, también manchados de sangre, se abren paso entre las piernas de la dulce esclava.

Cuando vuelves de nuevo la vista hacia la muchacha que se encuentra sobre ti, el dolor aún corona su expresión. La observas, y las pruebas de la inmediata pérdida del virgo que aún conservaba asoman entre sus piernas, en forma de pequeñas gotas rojas que emanan de su sexo de vello rojizo.

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26/08/2014, 13:35
Tiberius Fabius Lupus

El olor de la sangre y del sexo hace que aumente mi excitación. No dejo de observar el rostro de la esclava mientras arqueo mi espalda para elevar mi rostro y acercarme a sus pechos. Comienzo a mordisquearlos suavemente mientras con mis manos tomo su cintura y la obligo a subir y a bajar de nuevo, adquiriendo ritmo poco a poco.

Con el rabillo del ojo vigilo a Ana y su disfrute con la otra esclava y en cuanto escucho su siguiente gemido, muerdo el pecho de la mía y bebo con avidez pero controlándome. Deleitándome con su sorpresa inicial, y con el placer que la recorre después a medida que me alimento. El Beso es una bendición. Un placer para mí y una bendición para la esclava. Espero que lo disfrute y lo honre como se merece.

Me deleito unos segundos más con el sabor de su sangre dejando que pequeños hilillos se deslicen desde mi boca por mi barbilla, y sigo incitándola a moverse arriba y abajo mezclando mis recuerdos con una época pasada cuando disfrutar de una virgen era de lo más habitual para alguien como yo.

Otra idea pasa por mi mente, ya que ha sido hoy desvirgada no estaría mal que la sodomizara también. Un segundo desvirgamiento. La idea es estimulante pero no es el momento adecuado por mucho que pueda apetecerme. Y la verdad es que el sexo no me encandila tanto si no hay alimento de por medio. No quiero desangrarla ni que luego se encuentre débil. Ya nos divertiremos más adelante. Sigo obligándola a que continué el movimiento aunque creo que ya ha cogido el ritmo, le gusta, y sigue por inercia.

No paro hasta notar que ella se corre y aprovecho ese momento para volver a morderla y beber un poco más incrementando su placer en ese instante único. En cuanto acaba dejo que caiga en el diván junto a mí, imagino que debe estar agotada y necesita recuperarse del esfuerzo y de la pérdida de sangre. Con la mano llamo a la joven de cabellos rubios y le indico que me lave y me limpie el cuerpo entero. Estoy manchado de sangre y no estoy presentable.

Sin pudor, ignoro el estar desnudo por completo y giro mi rostro hacia Ana.

- Un gusto excelente, querida. Podría acostumbrarme a esta vida con facilidad. -

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26/08/2014, 14:06
Director

La esclava se sobresalta al notar cómo tus caninos le perforan la piel. El cuerpo rígido de la muchacha se ablanda en el acto, en cuanto comienzas a tomar su vitae. Su voz juvenil comienza a emitir gemidos, mientras, llevada por el éxtasis que supone el Beso para cualquier mortal, termina por olvidar quién es y cómo debe comportarse, agarrándose finalmente a ti, buscando llenar ansiosa su interior mientras tomas la vida de su cuerpo. 

Los gemidos de las esclavas llenan el patio interior, subiendo in crescendo. Las otras dos muchachas miran, arreboladas, asustadas y excitadas, cómo sus compañeras gozan de manera indescriptible mientras tú y Ana tomais de ambas lo más preciado. La sangre. Y el virgo. 

La muchacha pelirroja termina por arquearse sobre ti, sollozante, mientras su cuerpo se contrae y notas cómo su interior ardiente palpita, atrapándote. Su sangre en aquel momento te resulta exótica y sobreterrena, arrebatadora. Casi desmayada, se deja caer sobre el diván en cuanto se lo permites, con las mejillas pegajosas debido a las lágrimas resecas y la respiración agitada. 

La joven rubia se acerca a ti, presurosa, cuando le haces señas para que te limpie, y se dispone a ello, utilizando un pequeño barreño de madera y una esponja suave. Notas su pulso tembloroso y su rostro sonrojado, notas cómo sus ojos intentan evitar posarse sobre la sangre que mancha tu cuerpo, y sobre tu virilidad, sin conseguirlo. Percibes además la turbación en su expresión. Lo que ha visto sin lugar ha dudas la ha hecho desear, pero debe pensar que es pecado.

Ana por su parte te observa, satisfecha, mientras deja que otra de las esclavas haga lo propio, limpiándole las manos y arreglando su peinado— Mi querido Tiberius, te prometí que te recibiría como a un príncipe, y eso hago—dijo, mirándose en un espejo de metal bruñido antes de volver a posar sus ojos castaños sobre ti— Tienes un aspecto apolineo. Todas tus gestas parecen estar escritas en tu cuerpo.

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26/08/2014, 15:22
Tiberius Fabius Lupus

Me divierte notar la turbación en la joven rubia. Estos mortales son siempre tan predecibles. Creo que más tarde la llamaré a mi lecho. Seguro que esa sensación de no saber si está bien desear lo que ha visto, o si es pecado, la mantiene en vilo. Que la duda le corroa, eso hará que la sangre luego sepa mejor.

Miro a Ana y centro mi atención en ella, pues el resto de la estancia carece de interés. Su cuerpo inmaculado y prácticamente perfecto atraería a cualquier varón. Estoy seguro de que causa estragos en los jóvenes humanos, y provoca infartos a los más ancianos.

- No comencemos con los halagos o yo debería indicar que Venus a tu lado parecería una campesina fea o una vulgar esclava. – Respondo a su cumplido deleitándome con sus curvas. Es realmente bella. – Estoy seguro de que provocas el deseo en cualquier mortal… y en numerosos cainitas. – Ensancho mi sonrisa.

- Deberías aprovecharlo un poco más. Tendrías a numerosos vástagos comiendo de tu mano. Aunque resultaría difícil tenerles a todos contentos para que no se maten entre ellos. – Aunque la idea en principio me pareció buena, la verdad es que probablemente la situación se le descontrolaría a Ana si tuviera más de dos o tres amantes y no los mantuviera en secreto a unos de otros.

- Gracias por este recibimiento. – Reitero por si no hubiera quedado clara mi aprobación. – Te prometo que conseguiré lo que me has pedido, y nunca falto a mi palabra. – Me relajo dejo a la esclava hacer mientras me acomodo en el diván.

No sé qué más tendrá reservado Ana pero este recibimiento es digno de un cónsul romano.

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26/08/2014, 16:18
Ana Comnena

— No debes agradecerme nada, Tiberius. He dispuesto para ti este recibimiento con sumo gusto. Y te pido que aceptes a estas jovencitas como un tributo hacia tu persona. Son un regalo para ti y puedes disponer de ellas como desees— observó a la mujer de piel oscura que descansaba sobre el diván— Aunque me temo que deberás perdonar mi glotonería. No he podido resistirme a acompañarte en la degustación y he probado antes que tú a una de ellas. 

Se levantó entonces, y se acercó hacia la fuente, mojando su mano, y humedeciendo con ella la parte trasera de su cuello pálido y fino— Sin duda tengo muy en cuenta lo que me propones. No soy necia, sé que los hombres me miran. Y por supuesto, me aprovecho de ello. Pero no todo sale siempre como una desea... A veces ser hermosa no es suficiente.—una sombra de tristeza oscureció por momentos su mirada, antes de que volviese a asegurarse de estar esbozando una sonrisa. 

La joven rubia parecía haber terminado de limpiarte, y se encontraba arrodillada en el suelo, cabizbaja, y en silencio, cerca de tus ropas. Un solo gesto por tu parte bastaría para que te vistiese. 

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26/08/2014, 16:48
Tiberius Fabius Lupus

La sombra de tristeza que por un segundo asoma a los ojos de Ana no me pasa desapercibida. Aunque muestra instantáneamente una sonrisa sé que es una máscara y trato de pensar. Cómo he podido estar tan ciego. Mi sobrina esperaba otra cosa. Claro. ¿O no?

Se ha esforzado mucho en que mi llegada sea perfecta y en que encuentre todo a mi gusto. Los halagos, las disculpas. Saber que es bella pero que no todo sale como una desea. Desde luego no me está hablando de planes ocultos o amantes secretos. ¿O quizá sí? No puedo jugármela en ningún sentido pero sí voy a mostrarle que puede contar conmigo. Algo debo hacer.

Me levanto aun desnudo y me acerco con pasos firmes y seguros a Ana ignorando a las esclavas. Levanto mi mano y la acerco a su rostro, acariciándolo con el dorso con suavidad.

- Estoy seguro de que con tu belleza conseguirás lo que te propongas… y a quien te propongas. - acerco mis labios a su oído para susurrar otra palabra – Sobrina.

Luego alejo mi rostro unos centímetros de nuevo, pero me mantengo terriblemente cerca de ella.

- No tienes que disculparte por nada de tu comportamiento hasta ahora. Ha sido intachable. Si quieres podemos compartir a las otras dos muchachas… Resultará más interesante que divertirme sólo con ellas. – Me giro un poco para que pueda ver a las mismas esclavas que ella me ha entregado. – Y si alguien ha osado rechazarte u ofenderte, no tienes más que decírmelo. Haré que lo pague. – No hace falta que se lo especifique pero es una promesa. Y nunca he incumplido una promesa.

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27/08/2014, 02:41
Ana Comnena

— No será necesario, Tiberius— dijo, ensanchando su sonrisa, que ahora parecía brotar naturalmente de sus labios y no ser un mero adorno— Sé ingeniármelas por mi misma para hacer pagar cualquier tipo de ofensa. Tarde o temprano. Después de todo, ¿acaso no es tiempo aquello que nos sobra?— posó una mano sobre tu pecho, y acarició tu piel desnuda sin descaro— Quizá debería vengarme. Ya sabes. Ojo por ojo. Traición por traición—se acercó entonces a tu oido, para susurrarte tal y como tú habías hecho— Un príncipe bizantino pierde una corona, y un cónsul romano gana otra... —murmuró, casi rozándote la piel con sus labios, mientras su mano acabó por deslizarse hasta tu abdomen, para luego dejarse caer a un lado de su cuerpo.

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27/08/2014, 09:24
Tiberius Fabius Lupus

Si eso es lo que quieres sobrina. Mientras tengas claro lo que es esto. Tu Sire ya no está. La mía tampoco. Somos una familia y yo soy el Pater Familias ahora. Puedo disponer de la vida, muerte y venta como esclavo de cualquier miembro de mi familia.

Devuelvo la sonrisa a mi sobrina. También me sale natural, en cierto modo piensa como yo aunque de vez en cuando se deja llevar por otros impulsos.

- Sí querida. El tiempo es nuestra mejor arma. -

Ignoro deliberadamente la caricia sobre mi pecho mientras contemplo el cuerpo desnudo de Ana. Es bella, muy bella. Hasta alguien como yo sabe apreciar la belleza. Pero lo mejor es que ella sabe que lo que más debe apreciar es la inteligencia.

Un príncipe bizantino… no puede ser otro que Nabuk. Y evidentemente el cónsul romano soy yo, y la corona tú, Ana. ¿Quieres vengarte Ana? ¿Y pretendes utilizarme para ello? Más bien quieres que te ayude con ello. Sabes que no me gusta caer en esos juegos y que el sexo no significa nada para mí. Pero aun así te tienta la idea de poner celoso a Nabuk. De hacerle rabiar. Puedo entenderlo. Venganza.

- Un príncipe puede concederte un Reino. Un cónsul puede llegar ser Emperador. Y un Imperio siempre empequeñecerá a un Reino. – Digo sonriente en respuesta a sus susurros. No conozco a Nabuk más que de oídas. – Si yo tuviera que escoger elegiría ser Emperatriz antes que Princesa. – Mi sonrisa se ensancha.

Alzo mi mano para apartar unos pocos cabellos del rostro de Ana mientras mis ojos la contemplan con cierto brillo. Refulgen aunque ella no sabrá decir si es por una mirada depredadora y peligrosa, si es por deseo, ansia de posesión o todo a la vez. Quizá considere que Ana es en parte mi propiedad, o quizá no. Sé que fríamente la idea le desagrada, pero en lo más hondo de su ser realmente lo anhela.

Aparto la mano y la dejo caer con suavidad junto a mi cintura mientras sigo parado frente a ella, a escasos centímetros. Su cuerpo y el mío separados tan sólo por la longitud de mi miembro aun erecto y firme como un mástil.

- Pero no soy yo quien debe decidir. – Si quiere que inicie ella el movimiento. Sabe que puede contar conmigo para lo que quiera, incluso para hacer rabiar a un antiguo amante.

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27/08/2014, 13:05
Ana Comnena

— Dejemos que sea la propia verdad la que inflame los odios de otros.  —dijo, posando una mano en tu cuello— ¿Qué mejor que la propia verdad para emplear una daga retórica? Hablar de sucesos inexistentes es  humillante. Y nosotros estamos por encima de eso... —se acercó a ti, recorriendo la escasa distancia que la separaba de tu cuerpo, haciéndote notar la piel de su vientre sobre tu miembro enhiesto que ahora se replegaba contra tu abdomen. 

Ana no era una mujer especialmente alta, pero no lo necesitaba— Yo no soy una Princesa, Tiberius. Antes quizá si lo era. Una Princesa bizantina, sí, una Princesa sin Reino, cohibida por los designios de los hombres. Pero ahora un Imperio colma mis anhelos de gobierno. Ahora soy una Emperatriz, y es mi bendición particular que un Cónsul sepa apreciar mi magnificiencia sin ardides. Sin la necesidad de atemperar mis palabras o mis actos ante su presencia, pues él entiende en dónde reside el poder, y comprende cosas que otros encontrarían reprobatorias. —su rostro se acercó al tuyo, y pudiste sentir el roce de sus labios, el aire que exalaban sus palabras al pronunciarse en su garganta— Toma mi corona, Tiberius. Arrebatémosle la corona al Príncipe bizantino.