Partida Rol por web

Constantinopla Nocturno - El sueño perdido

Secretos y ardides - Morgian

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19/06/2014, 17:49
Director

Esta será tu escena privada. En ella podremos discutir los pormenores de la creación y evolución del personaje, así como todas las dudas individuales, aclaraciones personales, maquinaciones, traiciones y planes maquiavélicos que vayan surgiendo a lo largo de la partida. 

Siéntete libre de sugerir/preguntar cualquier cosa aquí. De igual manera, yo te preguntaré a través de esta escena cualquier aclaración necesaria relacionada con tu personaje.

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11/07/2014, 01:55
Beatrice Lasso de Gamboa

 

Beatrice Lasso de Gamboa

 

En una noche sin luna, llena de euforia por el regreso de los soldados triunfales tras el éxito de la Primera Cruzada, la pequeña Beatrice fue concebida. No hubo amor en lo que se asemejó más a una violación que a un acto de alegría mutua. Sus padres no volvieron a verse después de ese breve encuentro que finalizó con un puñado de monedas repiqueteando sobre la mesa. A pesar de que el esposo de su madre nunca supo que la niña no le pertenecía a él sino a un desconocido, la infancia de la pequeña vino marcada por la Guerra Santa desde su concepción y hasta el final de su vida.

Pronto se hizo notoria la capacidad de Beatrice para el canto. Su voz era dulce y entonaba difíciles melodías con la facilidad que le daba un talento natural. Fue ese el motivo de que pidieran permiso a sus padres para que la niña participase en el coro de la iglesia a pesar de su juventud. Y fue allí donde Gonzalo Recaredo, hijo menor de una familia noble de poca importancia, se fijó en ella.

El hombre quiso desposarla a pesar de su baja cuna y su corta edad. Era un hombre entrado en años, había sido soldado en su juventud hasta que había resultado herido en combate y desde entonces debía ir siempre acompañado de un bastón debido a una pronunciada cojera. Ya había contraído nupcias anteriormente y tras su viudedad se dedicaba a coleccionar obras de arte en su pequeño palacio. Para él la voz de Beatrice era tan sólo una pieza más para su colección y desposarla el método más sencillo para adquirirla.

Los padres de la niña no podían negarse ante una oferta de semejante magnitud, pues hasta ese momento la mayor aspiración de la pequeña podría haber sido desposar a un soldado de baja categoría. Sin embargo, decidieron esperar hasta la primera sangre que la convirtiera en mujer antes de entregársela a Don Gonzalo.

Convertida en mujer a la fuerza, Beatrice se veía hermosa y candorosa al mismo tiempo, envuelta en su vestido de novia al entrar en la iglesia. Los ojos le brillaban ilusionados, cargados de las promesas con las que habían regalado sus oídos para asegurarse un buen comportamiento por su parte. Pero tras la boda vino el banquete. Y tras el banquete una noche de bodas para la que nadie se había molestado en prepararla. Las sábanas se tiñeron de rojo al mismo tiempo que sus ojos de dolor y su corazón de un rencor enconado que nunca antes había sentido.

A través de los siguientes meses su posición en la jerarquía del hogar quedó clara. Condenada a ser considerada poco más que un mueble, tanto por su esposo como por la servidumbre, Beatrice pasaba mucho tiempo a solas, leyendo, cultivando su voz y aprendiendo a tocar el arpa para acompañar sus melodías. Tan sólo solía ser reclamada su presencia como la de un adorno para asistir junto a Don Gonzalo a eventos sociales, en los que inevitablemente debía cantar para el público haciendo que envidiaran a su señor por poseerla, o para calentar la cama de un hombre que empezaba a tener dificultades para mantener una erección más de diez minutos seguidos.

Beatrice tardó aún cuatro años en reunir el valor suficiente para tejer una telaraña lo suficientemente enrevesada como para que nadie pudiera relacionarla con el envenenamiento de su esposo. Esperaba poder tomar su posición en el palacio entonces, poner en su lugar a todos los criados que habían ignorado su existencia y a todas las fulanas que se habían portado como si tuvieran más derecho que ella a ocupar la cama de su señor.

 

 

 

Sin embargo, no había contado con la familia de su esposo. Su hermano inmediatamente mayor, Felipe, era quien controlaba las tierras y la fortuna de la familia. Y sin un testamento por parte de Gonzalo, siendo Beatrice su segunda esposa y sin una familia noble que la respaldase, Felipe se presentó en el palacio con la intención de despojarla de todo lo que había pertenecido a su hermano, para sumarlo al patrimonio familiar.

Tras la primera impresión llena de impotencia, Beatrice aplacó su rabia. Había aprendido con Gonzalo que la venganza se sirve en un plato frío y sabía que tenía las de perder contra el hermano de su esposo. Se mostró servil y atenta, discreta y encantadora, con una dulce sonrisa prendida en los labios en todo momento. A Felipe no le interesaba su bonita voz, pero sí las curvas que rellenaban cada vez con más firmeza los vestidos de la joven que había dejado atrás su niñez.

El hombre siempre había ansiado tener hijos, pero no había tenido demasiada suerte con las mujeres. Su primera esposa había muerto de unas fiebres poco después del matrimonio. Y la segunda había muerto en el parto junto a su primer hijo. Desde entonces se había contentado con concubinas que le habían dado algunos bastardos que mantenía como escuderos, pero a los que su rigidez moral no permitía convertir en herederos.

Beatrice dedicó todos sus esfuerzos a conquistar a un hombre cuyo rasgo más característico era el fervor de su fe. Y no le fue difícil conseguir que Felipe empezase a plantearse que ella era una más entre todas las posesiones de Gonzalo que había viajado para tomar para sí. La joven sin embargo jugó bien sus cartas poniendo el paso por el altar ante los ojos de Dios y los hombres como condición para aceptar las atenciones de Felipe.

Así fue como Beatrice volvió a entrar en la iglesia a la edad de dieciocho años recién cumplidos. Sin la inocencia que había adornado sus ojos la vez anterior, pero con una belleza adolescente que contrastaba con las arrugas de su nuevo esposo, aún mayor que el anterior.

En su nuevo hogar la joven entró pisando con más firmeza que en el anterior, afianzando su posición en el palacio desde el primer momento. Felipe dedicaba la mayor parte del día a rezar y a resolver la economía del lugar, dejando a Beatrice libertad para encargarse de la organización del servicio. El hombre poseía una gran biblioteca, abastecida de libros en distintas lenguas y fue allí donde la muchacha comenzó a estudiar otros idiomas, movida por una curiosidad impropia de su sexo pero inherente a su juventud.

Beatrice dio dos hijos a Felipe antes de conseguir unas hierbas anticonceptivas en la choza de una herborista cercana. Los consideró un pago suficiente por todo lo que había conseguido a su lado. El primero, Jorge, murió con tan sólo un año de edad. Sencillamente dejó de respirar mientras dormía. Su nodriza aseguraba que las hadas se lo habían robado para llevarlo a su mundo, pero Beatrice no creía en ese tipo de cuentos paganos. El segundo, Jeremías, sufrió un accidente al colarse en las perreras del palacio cuando tenía cuatro años, poco después de la muerte de su padre a manos de un ladrón convenientemente pagado por Beatrice para colarse en el palacio y atacar al señor.

Se había asegurado en esta ocasión de que su esposo hubiera dejado un testamento claro a su favor. Sin embargo, cuando un caballerizo llevó a sus pies el pequeño cuerpo ensangrentado, la joven entró en estado de shock. Pasó una semana encerrada en sus aposentos, culpándose a sí misma por la muerte de sus retoños. Era doblemente viuda y cada uno de sus hijos había muerto poco después de la muerte de uno de sus esposos, como si de un castigo del Señor se tratase. Dos hijos a cambio de dos maridos. A ojos de la joven Beatrice se trataba de un ojo por ojo, cruel pero equilibrado.

 

 

 

Durante los siguientes años dedicó todos sus esfuerzos al manejo de su hogar, acallando todas las voces que se escandalizaban porque decidiese seguir soltera en lugar de buscar un hombre que se hiciera cargo del palacio y la pequeña fortuna que había heredado. Al principio fueron tiempos difíciles pues era difícil hacerse respetar a tan corta edad mientras aprendía a realizar tareas de las que nunca había imaginado hacerse cargo. Pero poco a poco durante los siguientes años consiguió manejar el palacio con soltura, tomó un secretario y no tardó en acostumbrarlo a su forma de hacer las cosas hasta poder delegar en él muchas de las tareas.

Pasaron tres años hasta que Beatrice vio cómo su vida daba un vuelco completo. Contaba ya veintiséis años de edad y había dejado de vestir los negros ropajes de la viudedad. En el palacio todo funcionaba como un reloj y la joven se sentía cómoda con su posición y lo que la rodeaba. Pasaba la mayor parte de su tiempo entregada a la música y a la lectura en la biblioteca del palacio. No desdeñaba la oportunidad de acudir a eventos sociales donde relacionarse con otros nobles. Los que conocían su origen la miraban por encima del hombro, pero eran los menos. Había pasado mucho tiempo desde que Gonzalo la había sacado de la pobreza y la posibilidad de escuchar su voz, cada vez más cultivada y aterciopelada, era motivo suficiente para que recibiese invitaciones frecuentes. No entraba en sus planes volver a contraer nupcias, ni tener más hijos, pero lo cierto era que Beatrice no tenía muchos planes más allá de continuar con una vida tranquila que se le antojaba repleta de felicidad.

Fue en una de estas fiestas donde conoció a un bardo de voz tan prodigiosa como la destreza de sus dedos al pulsar las cuerdas del laúd. Se llamaba Dante y tenía los ojos del color de la hierba fresca recién cortada. Desde la primera nota que compartieron Beatrice se enamoró perdidamente de él, como nunca lo había hecho antes. Tiempo después ella diría que con esa nota sus corazones habían comenzado a latir al unísono.

Dante empezó a visitar el palacio de la joven viuda con asiduidad, con la excusa de enseñarla a tocar el laúd. Beatrice sabía que podía tomarlo como amante sin que ninguna mirada se posara en ella, al fin y al cabo había cumplido su deber con Dios al desposarse en dos ocasiones. Pero la joven, llena de un amor casi adolescente, deseaba compartir con el bardo algo más que su lecho.

Haciendo frente a todas las habladurías que se levantaron en contra de la idea, Beatrice se desposó por tercera vez, tres años antes de entrar en la treintena. ¡Y cómo brillaban sus ojos en esta ocasión cuando caminaba hacia el altar! Parecían dos luceros rebosantes de la felicidad que henchía su pecho hasta dolerle.

Quizá fueron las miradas arrobadas que la mujer dedicaba a su nuevo esposo las que hicieron que los rumores se acallasen relativamente pronto. O quizá fue la noticia de que una Segunda Cruzada tendría lugar pronto, que acaparó la atención de la nobleza de la zona, dejando que la feliz pareja disfrutase durante un tiempo de lo que parecía una felicidad inquebrantable.

Sin embargo, la suerte no parecía acompañar a Beatrice en los asuntos del corazón, pues dos años después, mientras ella seguía tan enamorada como el primer día, Dante, de naturaleza inquieta y volátil, había comenzado a hastiarse de su hermosa esposa y había empezado a poner los ojos en las criadas del palacio.

No pasaron más que un par de meses antes de que la suspicacia de Beatrice la llevase a tenderle una trampa a su adorado esposo y espiarlo desde la alcoba contigua mientras él pensaba que estaba fuera del palacio. Y él cayó de pleno en la trampa, siendo sorprendido por su esposa entre los brazos –y las piernas- de una de las doncellas de la cocina.

Beatrice lloró lágrimas amargas ese día y los siguientes. Pero siempre a escondidas. De cara a su esposo y a la gente del palacio fingió estar sencillamente indispuesta para poder quedarse en su alcoba. Y desde ella sentía su ira crecer en su interior mientras su corazón se endurecía. De nuevo las ansias de venganza tomaban un puesto privilegiado en su mente. Y no esperó demasiado esta vez. Apenas dos meses después de descubrir en secreto la traición de Dante, el hombre murió envenenado. Todas las pruebas apuntaban hacia una bonita doncella que solía ayudar en la cocina y que fue ejecutada por atentar contra su señor.

Beatrice se mostró dolida y no tuvo que fingir en absoluto para ello, pues realmente sentía su alma destrozada por lo que había tenido que hacerle a su amado. Sin embargo, no había terminado su desdicha. Tres meses después al caer del caballo en una excursión al campo sus enaguas se tiñeron de rojo y descubrió que albergaba en su vientre un hijo de Dante, confirmando una vez más lo que parecía asemejarse más a una maldición que a un castigo divino.

 

 

 

La mujer cambió después de estos sucesos, afectada por sus dos últimas pérdidas: el primer hombre al que había amado y su hijo nonato. Sus ojos perdieron el brillo y sus canciones se volvieron tristes y melancólicas. Siguió encargándose del palacio, apoyándose cada vez más en su secretario, al que había llegado a apreciar con el paso del tiempo, pero cada vez acudía a menos reuniones sociales y cuando lo hacía rehusaba alegrar los ánimos con su voz.

Varios años pasaron en los que Beatrice se convirtió en una sombra de lo que había sido en el tiempo pasado junto a Dante. Varios años que se desgranaron lenta y cadenciosamente, como gotas de aceite flotando en el agua del tiempo mientras ella se sentía atascada, paralizada en una existencia que había perdido su significado. En ocasiones se arrepentía de lo hecho, se repetía que quizá podría haber encontrado otra salida, que tal vez había sido un error… Pero no podía cambiar el pasado y tan sólo le quedaba torturarse el tiempo que le quedase de vida.

Poco después de su trigésimo quinto cumpleaños recibió una invitación para la fiesta de Navidad en un palacio cercano. Los anfitriones iban a recibir a unos visitantes importantes que venían del Este y deseaban impresionarlos. Le solicitaban encarecidamente que cantase para ellos y Beatrice por algún motivo decidió aceptar. Quizá con la esperanza de encontrarse a sí misma de nuevo se vistió con sus mejores ropas y acudió a la fiesta acompañada de su secretario y un par de doncellas. El lugar estaba alejado de su palacio y permanecería allí varios días. Parecía también un buen momento para ponerse al día sobre lo que sucedía en Tierra Santa y saber de primera mano qué había de cierto en los rumores sobre la Segunda Cruzada que se escuchaban cada vez con más fuerza.

En un salón engalanado para la ocasión e iluminado con la luz titilante de las velas, Beatrice liberó su voz en público después de varios años en los que la había mantenido para sí misma. Su tono seguía siendo igual de dulce y las notas seguían saliendo de su garganta con la misma facilidad. Sin embargo, en el fondo de su voz se podía vislumbrar la nostalgia profunda de una herida que nunca había cicatrizado. El ambiente era propicio, los presentes guardaban un silencio atento y respetuoso y la mujer sintió su alma desatarse del nudo que la había oprimido durante mucho tiempo. Cantó durante largo rato, acompañándose del arpa hasta que después de un tiempo que no supo precisar la última de las canciones murió en su garganta y la última de las notas se perdió en la sala lentamente.

Tras un silencio sobrecogedor que duró varios segundos los presentes empezaron a reaccionar. Algunos aplaudieron y otros se limpiaron los ojos discretamente, pero nadie parecía haber quedado indiferente.

Fue entonces cuando Beatrice conoció a Diego. El hombre se acercó a ella cuando ya la gente había dejado de felicitarla y se encontraba en un rincón apartado, con la luz de una vela bailando en sus pupilas fijas y ausentes. Era alto, de tez pálida y cabellos oscuros y apuesto, muy apuesto. Pero lo que más llamaba la atención en él eran sus ojos, tan oscuros que parecían dos pozos profundos en los que perderse. Con un suave ademán tomó a Beatrice del codo y la sacó de sus pensamientos. La mujer no habría sabido precisar por qué, pero la simple presencia del hombre le resultaba sencillamente fascinante. No era capaz de apartar los ojos de él y el sonido de su voz, perfectamente modulada, la mantuvo en vilo, encandilada durante el tiempo que duró la primera conversación de las muchas que mantuvieron en aquellos días.

No era el palpitar de su corazón enamorado lo que sentía, como había sido cuando conoció a Dante, pero no podía apartar los ojos de Diego cuando se movía por los salones. No era la única pues las miradas de los presentes lo seguían por doquier. Y sin embargo, él parecía tener sólo ojos para Beatrice. Alentada por él dejó que su voz se escuchase noche tras noche, siempre perfecta, pero siempre cargada de melancolía. Y cuando en medio de las canciones buscaba su mirada, la encontraba fija en ella, como hipnotizado de una forma salvaje que llegaba a provocar una punzada de temor en su pecho. Y sin embargo, cuando terminaba él siempre acudía a besar el dorso de su mano y conversar con ella, atrapando su mirada con sus ojos oscuros y profundos y su atención con el aura de su presencia.

Antes de que se marchase de vuelta a su palacio Diego manifestó su intención de convertirse en su cuarto esposo. Encandilada como estaba, Beatrice no fue capaz de negarse a pesar de haberse prometido a sí misma que después de Dante no volvería a cometer el mismo error y en apenas unos meses se celebró la boda a la caída del sol. Acudió Beatrice con una belleza serena y madura, pero con los ojos llenos de la fascinación que Diego provocaba en su espíritu.

Diego se instaló en el palacio de Beatrice tras explicar al servicio algunas de sus extrañas costumbres. El hombre decía ser muy sensible a la luz por una enfermedad que había padecido de niño, así que solía hacer sus quehaceres de noche. Así mismo de su alimentación debía encargarse solamente su asistente personal, ya que su estómago era muy delicado. Sin embargo, a pesar de tan extravagantes indicaciones, su encanto era tal que todos en el palacio lo aceptaron de buen grado.

Cuando su esposo estaba despierto, no había nada en él que a Beatrice le resultase extraño, solía pedirle que cantara para él y siempre decía que adoraba esa dulce melancolía de su voz, pero la mujer empezó a sentir primero curiosidad y luego temor durante sus horas de descanso en las que se encerraba a cal  y canto.

En apenas unos pocos meses las costumbres de Diego habían provocado que Beatrice investigase a escondidas lo suficiente como para intuir que no era un hombre normal y en menos de un año comenzó a sospechar que ni siquiera era humano, aunque quizá lo habría sido alguna vez. El miedo que sentía le dio valor para intentar librarse de él y se encargó personalmente en esta ocasión de verter un fuerte veneno en una de las botellas de vino tinto que consumía con asiduidad. Respiró más tranquila, sabiendo que al siguiente anochecer sería libre de nuevo.

Sin embargo, algo falló y Diego salió con normalidad de sus aposentos. La mirada y la sonrisa que dedicó a su esposa fueron elocuentes y Beatrice supo que él sabía perfectamente lo que había intentado.

Pero el hombre no estaba dispuesto a renunciar tan fácilmente a la voz de Beatrice y realmente le había divertido el burdo intento de su esposa por acabar con una vida que hacía mucho que se había extinguido. Esa misma noche la Abrazó después de hacerla cantar para él durante horas. 

 

 

 

Los primeros meses fueron confusos para Beatrice, acostumbrándose a su nuevo ser, a vivir de noche, a sentir una Bestia asesina e instintiva latiendo en su interior. Pero poco a poco y con la ayuda de Diego fue aprendiendo a mantenerla bajo control, a ocultarse de las miradas peligrosas y a utilizar los encantos de la depredadora en que se había convertido para fascinar a sus víctimas como él había hecho con ella.

Pero con el tiempo ella sentía la necesidad de tomar las riendas de su propia vida de nuevo. Había cambiado, pero no quería depender de Diego ni deberle nada. Y odiaba haber fracasado en su intento de acabar con él.

Volvió a intentarlo una vez y otra cada cierto número de años. El tiempo se había convertido en un compañero de viaje en lugar de un enemigo y Beatrice se deslizaba en él, sintiéndose eterna e inamovible, siempre joven y hermosa. Sin embargo todos sus intentos fracasaban. Una y otra vez Diego parecía adelantarse a sus intenciones o estar preparado para contrarrestarlas.

Y llegó a convertirse en una suerte de juego que ambos disfrutaban sin reconocerlo en voz alta. Para él era estimulante tras el hastío de los siglos vividos, los fútiles intentos de su esposa y chiquilla le hacían mantenerse despierto, siempre en vilo y preparado para lo que pudiera pasar por la mente de ella en cualquier momento. Para ella era un reto que la estimulaba a mejorar, a ser más discreta, más certera, tejer una telaraña más enrevesada cada vez.

La Segunda Cruzada, tan anunciada durante décadas llegó y se llevó a Diego con ella hacia el Este, pues tenía intereses en la zona. Beatrice se quedó en el palacio y aprovechó la ausencia de su sire y esposo para conocer a otros cainitas cercanos [insertar cainitas italianos], comenzando a crear sus propios lazos sin depender por completo de los de Diego.

Cuando él volvió se encontró a una mujer más independiente y capaz, que empezaba a ser conocida en la sociedad cainita de la zona. Permanecieron juntos en Italia durante el desarrollo de la Tercera Cruzada más entregados que nunca a su particular juego mortal, pero cuando empezó a hablarse de la Cuarta, Diego puso su atención en ella, ya que tenía intereses políticos en la zona del bando de los ortodoxos.

Debía partir y Beatrice decidió acompañarlo en esa ocasión. Cerraron el palacio, pues no sabían cuándo podrían regresar y si lo hicieran aprovecharían para disimular el paso de los años haciéndose pasar por sus descendientes. Y emprendieron el viaje hacia Tierra Santa llegando a tiempo para presenciar la caída de Constantinopla.

Allí se instalaron, pero mientras Diego se entregaba a sus asuntos políticos, Beatrice se aburría y comenzó a depurar la siguiente estrategia con la que sorprender a su esposo. Y en esta ocasión le salió mejor que nunca pues al anochecer el cuerpo de Diego permanecía inmóvil y rígido, como si la vida que insuflaba su cadáver lo hubiera abandonado para siempre.

Beatrice se sorprendió y asustó de sí misma al contemplarlo, sin ser capaz de creerse que hubiera conseguido matar a Diego de una vez por todas. Pero su cadáver no se disolvió en cenizas, tan sólo estaba aletargado y ella se encargó de conservarlo bajo tierra en una cripta, donde no pudiera ser molestado.

Noche tras noche descendía para hablar al cadáver de su esposo y depositar vitae entre sus labios, en un intento de reanimarlo que no daba frutos. Y mientras tanto las amistades y aliados de Diego [insertar aliados y contactos en Constantinopla] acudían en su busca y tenían que contentarse con ella.

Con Diego durmiendo en letargo y sus asuntos completamente en sus manos, Beatrice cayó en la tentación de jugar a dos bandas, compartiendo parte de la información de los aliados de su esposo con los latinos que habían tomado Constantinopla y viceversa [insertar gente de ambos bandos con los que se relaciona]. Ambos lados la consideraban un agente doble de su parte y sin embargo, Beatrice tan sólo estaba de parte de ella misma.

 

 

 

Era una noche sin luna cuando Beatrice volvió de su última incursión en la ciudad, embozada y ocultándose entre las sombras que la escondían de las miradas indiscretas. Se dirigió como era su costumbre a la cripta donde descansaba el cuerpo de Diego, ajeno a las actividades de su esposa y al perjuicio que podrían causar a sus propios intereses. Y allí, se sentó junto a él, para verter con cuidado el líquido que daba vida a los cuerpos inertes de los que eran como ellos. Hacía años que había comenzado a perder la esperanza de que funcionase, pero cada noche, como si de un ritual se tratase, se sentaba en ese mismo lugar y le hablaba tras mojar de rojo sus labios. Nunca lo habría reconocido cuando la motivación en su vida era matarlo, pero lo cierto era que lo echaba de menos. Una noche más, contemplaba sus rasgos, su rostro pálido pero perfectamente delineado. Y una noche más suplicaba porque él se levantase y tomase su mano, dispuesto a seguir acompañándola en la eternidad en que se había convertido su existencia.

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12/07/2014, 16:44
Beatrice Lasso de Gamboa

 

Imágenes

 

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12/07/2014, 16:45
Beatrice Lasso de Gamboa

 

Ficha

 

DATOS DEL PERSONAJE

Nombre: Beatrice Naturaleza: Superviviente Clan: Toreador
Jugador: Morgian Conducta: Competidor Generación: 8ª
Crónica: El sueño perdido Concepto: Viuda negra Refugio: 

 

ATRIBUTOS

Fisicos 5 Sociales 10 Mentales 7
Fuerza (1)+1 *Carisma (1)+4 *Percepción (1)+3
*Destreza (1)+3 *Manipulación (1)+3 Inteligencia (1)+2
Resistencia (1)+2 *Apariencia (1)+3 *Astucia (1)+3

Destreza: Preciso.
Carisma: Gentil.
Manipulación: Persuasivo.
Apariencia: Rostro inolvidable.
Percepción: Atento.
Astucia: Emboscadas.

 

HABILIDADES

Talentos 12  Técnicas 20  Conocimientos  8
Alerta  1 Armas Cuerpo a Cuerpo 2 Academicismo   3
Atletismo  1 Comercio 1 Investigación   
*Empatía  4 Equitación 2 Leyes  
Esquivar    *Etiqueta  4 *Lingüística   2
Expresión  3 *Interpretación  4 Medicina   
Intimidación   Pericias 1 Ocultismo  1
Liderazgo 1 Sigilo  2 Política 1
Pelea   Supervivencia  1 Sabiduría popular 2
Prestidigitación   Tiro con arco 1 Senescal  
Subterfugio  3 Trato con Animales  1 Teología 1

Empatía: Ganarse la confianza.
Etiqueta: Sociedad vampírica.
Interpretación: Cantar.
Lingüística: Latín (Materno), Griego, Árabe.

 

VENTAJAS

DISCIPLINAS TRASFONDOS VIRTUDES
Auspex 4 Recursos 3 Conciencia (1)+2
Celeridad 2 Rebaño 3 Autocontrol (1)+3
Presencia 5 Posición 2 Coraje (1)+2
Ofuscación 2 Generación 3    
    Dominio 3    
    Criados 2    
    Aliados 2    
    Contactos 2    
    Edad 2    
MERITOS/DEFECTOS HUMANIDAD

- Blasé (M3, libro de clan)

- Voz encantadora (M2, básico)

- Vitae estéril (D5, básico)

7 -2 = 5
FUERZA DE VOLUNTAD
3 + 5 = 8
RESERVA DE SANGRE
15 (3xturno)
DEBILIDAD
 
Capturado por la belleza. Tirada de fuerza de voluntad para librarse de ella.

 

Blasé (Mérito de 3 puntos)

No es fácil que nadie te impresione: resistes automáticamente todos los poderes de la disciplina Presencia. Sin embargo, si el Vástago que esté usando la Presencia es mucho más poderoso que tú, el narrador puede exigirte el gasto de un punto de Fuerza de Voluntad.

Voz encantadora (Mérito de 2 puntos)

Tu voz tiene algo que no se puede ignorar. Cuando das alguna orden los demás se sienten intimidados. Cuando seduces se desmayan. Ya sea atronadora, gentil, persuasiva o completamente normal, tu voz llama la atención. La dificultad de todas las tiradas que incluyan el uso de la voz para persuadir, fascinar u ordenar se reduce en dos.

Vitae Estéril (Defecto de 5 puntos) 

Durante el Abrazo, algún terrible fallo hizo que tu sangre mutara ante el estrés de la muerte y la resurección. Todos aquellos a los que intentas Abrazar mueren. No importa lo que hagas, nunca podrás crear Chiquillos. Sin embargo, tu Vitae puede emplearse en la Vaulderie o para cualquier otra actividad vampírica, como la creación de ghouls.

 

Puntos gratuitos (20+55=75):

- 7 ptos para Trasfondos.

- 49 para Disciplinas.

- 5 para FdV.

- 6 para Habilidades.

- 8 para Atributos.

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12/07/2014, 23:18
Director

Procedo a hacer algunas preguntillas para concretar detalles de tu personaje y de tu participación en la partida:

1- ¿Qué religión profesa tu personaje? ¿Qué tipo de costumbres, en su caso, muestran que es practicante de esta religión (ejemplo: ir a misa, comulgar, santiguarse, abstenerse de alimentarse un viernes...)? Ten en cuenta que ser ateo en esta época es algo excepcional. 

2- ¿Qué motivos le han llevado a meterse en los asuntos de la reconquista de Constantinopla? ¿Qué espera obtener de todo ello?

3- ¿Qué es lo que más odia? ¿Qué es lo que más teme?

4- ¿Algún objetivo a largo plazo?

5- ¿Cuáles son los valores que más apreciaría tu personaje? ¿Cuáles despreciaría más?

6- ¿Qué opinión le merecen los Cruzados? ¿Y los venecianos?

7- ¿Qué esperas, como jugador, encontrar en una partida de vampiro? 

8- ¿Qué clase de cosas crees que no podrías tolerar a la hora de jugar una partida? Tanto detalles fuera de juego como temas que se puedan aludir en una narración.

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15/07/2014, 19:20
Beatrice Lasso de Gamboa

1- ¿Qué religión profesa tu personaje? ¿Qué tipo de costumbres, en su caso, muestran que es practicante de esta religión (ejemplo: ir a misa, comulgar, santiguarse, abstenerse de alimentarse un viernes...)? Ten en cuenta que ser ateo en esta época es algo excepcional.

Cuando estaba viva era cristiana. No tengo muy claras las diferencias entre católicos y ortodoxos, pero ella sería de lo que fuese más normal en Italia en esa época. Era bastante creyente y practicante, aunque nunca confesó a un sacerdote los asesinatos de sus maridos. De hecho, como Dios la castigaba directamente por ello -eso pensaba ella- pues ya no había motivo para confesarlo. 

Ahora en su no-vida no le veo demasiado sentido a que siga ninguna religión. Sí tiene fe, cree en Dios y en que todo el rollo de Caín y Abel y todo eso es cierto, cree que existen los ángeles y el paraíso. Pero no sigue los preceptos de ninguna porque... ¿para qué? Su alma está maldita, no va a poder vivir la vida eterna en el cielo... Tiene sus creencias, pero no practica ninguna religión. 

Políticamente está del lado de los ortodoxos, como su sire y esposo. Pero lo ve como algo más político que religioso.

2- ¿Qué motivos le han llevado a meterse en los asuntos de la reconquista de Constantinopla? ¿Qué espera obtener de todo ello?

En primer lugar fue allí siguiendo a Diego, pero cuando él entró en letargo ella continuó con sus labores ya que la gente venía a requerir cosas de él y él no estaba para atenderlos. Al principio tenía la esperanza muy viva de que él volviese pronto y quería mantener las cosas tal y como estaban. Luego empezó a verle la gracia al tema y fue cuando comenzó a jugar a dos bandas, en parte por diversión y en parte por empezar a hacerse un hueco en esa zona.

3- ¿Qué es lo que más odia? ¿Qué es lo que más teme?

Lo que más teme es que Diego no despierte nunca, o que le pase algo a ella antes de que despierte y no esté allí para recibirlo.

Lo que más odia es sentirse un objeto sin independencia. Después de la muerte de su primer esposo decidió tomar las riendas de su vida y odiaría perderlas.

4- ¿Algún objetivo a largo plazo?

Aumentar su posición, conseguir más poder, crecer en general. Durante años tuvo el objetivo de matar a Diego, pero al dejarlo en letargo y darse cuenta de que realmente no quería hacerle daño realmente, ese objetivo ha desaparecido.

5- ¿Cuáles son los valores que más apreciaría tu personaje? ¿Cuáles despreciaría más?

Aprecia la osadía, pero no la estupidez. Aprecia la creatividad y la vitalidad. Desprecia la cobardía y el servilismo. 

6- ¿Qué opinión le merecen los Cruzados? ¿Y los venecianos?

Pues no sé muy bien, la verdad. Pero es por desconocimiento mío como jugadora y no por el pj. Supongo que le caen mal ya que son los que serían los enemigos de Diego y los que han tomado la ciudad. Pero no puedo añadir mucho más.

7- ¿Qué esperas, como jugador, encontrar en una partida de vampiro? 

Investigación, traición, acción, politiqueo, colmillos, sangre... Cosicas de vampiros en definitiva :3

8- ¿Qué clase de cosas crees que no podrías tolerar a la hora de jugar una partida? Tanto detalles fuera de juego como temas que se puedan aludir en una narración.

No tengo temas tabú, ni sensibilidades hacia ningún tipo de temas que puedan ser narrados. No me ofende la violencia, las violaciones, el sexo, las masacres... Después de la escena de los gemelos Collins y su madre estoy más que curtida..

No me gusta el metajuego, ni que otros jugadores decidan lo que hace, piensa o cómo reacciona mi pj. Tampoco me vuelvo una loca histérica si me lo hacen, pero si es reiterado puedo llegar a pedir en el off, de buen rollo, que no me lo hagan. Que lo haga el máster, mientras sea justificado, no me molesta tanto :P.

Notas de juego

Sobre los trasfondos que tengo que implican poner nombres y apellidos, como contactos, aliados, rebaño o criados... ¿Me echarás una manita? Porque no tengo mucha idea de a quién podría poner >.< 

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15/07/2014, 21:25
Beatrice Lasso de Gamboa

Rebaño: Grupo de esclavos comprados en el mercado y luego convertidos en libertos que me deben por ello cierta lealtad y me dejan alimentarme de ellos.

Criados: Un mayordomo y un guardia de la casa.

Contactos: Uno de cada bando, un ortodoxo cabreado y un latino cabrón.

Aliados: Alguien de la puerta de la ciudad que me permite entrar y salir y un latino de dentro que se ha encaprichado conmigo y me envía cartas contándome cosas de vez en cuando.

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15/07/2014, 21:53
Beatrice Lasso de Gamboa

Méritos/Defectos añadidos:

Secreto Siniestro (Defecto de 1 punto)
Guardas algún tipo de secreto que, de ser descubierto, representaría un inmenso problema para ti y te convertiría en un paria de la sociedad vampírica local. Podría ser cualquier cosa, desde haber asesinado a un antiguo hasta pertenecer a los Anarquistas.

En este caso, por haber colaborado con los latinos anteriormente, mientras Diego estaba aletargado.

Sed Controlable (Mérito de 1 punto)

Gracias al tiempo que pasan entre los mortales, resistir el frenesí por la visión, olor o sabor de la sangre resulta más fácil para los Toreador. Resta 3 a la dificultad siempre que el personaje haga una tirada de frenesí por este motivo.

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04/09/2014, 14:49
Beatrice Lasso de Gamboa

Criados:

Andreas Pinzano, secretario.

Dorano Olloqui, guardia del palacio.

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16/09/2014, 13:40
Director

Cuando miras alrededor, tratando de situarte y de discernir entre los asistentes a aquella reunión, todos los engranajes de repente encajas y lo comprendes:

Los asistentes miran a aquel grupo de cuatro y a la pareja del diván porque se trata de Ana Comnena, con el que se sospecha, es su nuevo amante, que no es otro que Tiberius, un vástago famoso por haber sido miembro de la familia de los Ventrue Antoninos de Constantinopla (al igual que Ana) y por profesar un aférrimo rencor hacia los brujah en general, al punto de haber dirigido implacables guerras contra ellos. 

El otro grupo, siguiendo el hilo de los acontecimientos, está compuesto por Nabuk el Micaelita, también amante de Ana, al menos hasta hace unos cinco años, cuando acudió a Hungría y abrazó a una mujer que según los rumores rivaliza con la primera en belleza (sabes, por boca de Gabriella y de Diego, que Ana incluso mejoró su apariencia por medio de artes tzimisces para conquistar al Micaelita, y que es muy vanidosa, por lo que esa chica, que debe ser la del cabello del color del fuego, no lo tendrá fácil con ella). Junto a él, se encuentra además su primera chiquilla, Varvara, la mujer rubia de apariencia más comedida. El hombre que va con ellos no te resulta especialmente familiar. Simplemente sabes que pertenece a territorios húngaros y que Nova Arpad, a quien ha nombrado él, es una Ventrue con cierto poder en esas regiones, que ha tomado controvertidas decisiones políticas en los últimos años. 

Además, en la sala, puedes ver a más personas en las que no habías reparado en un primer momento. 

Un hombre de cabello oscuro y porte claramente bizantino está situado en la esquina opuesta a la tarima del patio interior, observando la escena. Por su apariencia, y por el sello que lleva como anillo en su mano, descubres que es un Lasombra Magnus (una antigua familia de Constantinopla) y deduces así que debe tratarse de Drusus, el mensajero de los Micaelitas, que por lo que sabes, sobrevivió a la cruzada junto a Nabuk y algunos vástagos más. 

Sabes que Gabriella, Diego y Drusus mantienen correspondencia habitual. 

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23/09/2014, 17:56
Director

Gulam es un guerrero conocido por su ferocidad en batalla, al cual se le ha apodado de manera más que acertada "El Golem de Krujas", pues procede de Krujas, una región situada al oeste en la costa del Mar de Mármara, y su tamaño y fuerza son incuestionables. 

Es chiquillo del Barón Thomas Feroux, un gangrel fiel a bizancio, fundador de una familia retoño de Constantinopla, que rendía vasallaje a los tzimisce Obertu, que eran una de las grandes familias de la Trinidad. 

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23/10/2014, 13:15
Director

Resuntado de la tirada de Inteligencia+Posición: Según los rumores, Ana y Natalya fueron aliadas durante los años que siguieron a la caida de Constantinopla. Sin embargo, algo que la mayoría define como "disputas territoriales", hizo que hoy en día ya no lo sean y más bien se hayan convertido en rivales.

Ambas, por separado, son las candidatas más fuertes e identificables para ocupar el puesto de Matriarca en caso de que se llegase a reconquistar Constantinopla de manos de los Latinos.