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Constantinopla Nocturno - El sueño perdido

Septiembre de 1259 - Constantinopla

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27/08/2014, 22:01
Director

Últimas horas de la noche.

Las calles de Constantinopla lucen desiertas a aquellas horas de la noche, en las que tan sólo las aves nocturnas, las alimañas y los borrachos se atreven a deambular libremente, sin miedo a que un ladrón o alguien con oscuras intenciones se interponga en su camino. 

Desde que llegaras a la ciudad, las calles se muestran cada vez más desiertas cuando cae el ocaso, a excepción de los barrios en los que soldados y marineros por igual acudían a tabernas de mala muerte a satisfacer su sed y sus ansias de carne. La Cuarta Cruzada había robado a la joya del derrotado Imperio Bizantino gran parte de su esplendor, y muchos griegos abandonaron la ciudad huyendo del catolicismo y sus costumbres. Muchos además murieron asesinados durante el asedio, y otros tantos de hambre y enfermedad durante los meses posteriores. 

Sin duda aquella era una ciudad hermosa, pero mientras tus pasos se dirigían hacia el mismo lugar peregrino de cada noche, no podías evitar percatarte de que jamás la conocerías tal y como fue antes de que Venecia truncara lo que pretendía ser una expansión religiosa en el seno de lo profano. 

Bajo el mandato de Alfonso de Venecia, los vástagos indeseables poblaban las calles. Su control sobre la proliferación de los mismos era descuidado, y sus intereses se centraban más bien en el hedonismo y la gloria personal para él y aquellos que tenían a bien lamerle los zapatos. 

Los latinos por su parte, habían desvalijado templos y desmantelado estatuas para llevarlas consigo y adornar con ellas sus grandes ciudades estado a lo largo de la costa de Italia. Y la principal saqueadora había sido Venecia, que ahora gozaba de una reputación excelente en cuanto a lo pujante y hermoso. 

Tu gran casa, de estilo bizantino y planta cuadrada con patio interior, suponía una joya en medio de aquel esplendor apagado. Quizá no resaltaba tanto en la zona en la que habitabas, escogida por muchos ricos comerciantes y nobles que aún conservaban fortuna alguna. 

Como siempre, todo estaba dispuesto para que visitaras el lugar en el que tu sire, al que habías desprendido de ti por propia voluntar, descansaba en un sueño que parecía prolongarse indefinidamente. Como siempre, además, lo encontraste allí, tendido, intemporal e impetérrimo, pálido y rígido. Mudo. 

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04/09/2014, 14:57
Beatrice Lasso de Gamboa

Una noche más Beatrice se deslizaba en silencio y embozada por las calles de una ciudad despojada. Y una noche más abrió la trampilla que escondida daba acceso al pasadizo que llevaba a la cripta bajo la casa. Lentamente descendió los escalones de piedra y se dirigió al centro de la sala, donde Diego se mantenía en un silencio que cada vez más amenazaba con ser eterno. 

Beatrice se detuvo junto a él y estiró la mano para acariciar con la yema de los dedos el rostro de rasgos tan delicados como fuertes que la había acompañado durante los últimos años. Si siguiera siendo humana habría suspirado. Pero hacía ya demasiado tiempo que sus pulmones no necesitaban que el aire entrase por ellos y ese tipo de gestos, tan fútiles como adecuados delante de los mortales, cada vez se veían menos en la mujer morena y madura cuyos ojos reflejaban una honda añoranza.

Como si de un ritual se tratase, sacó del bolsillo de su oscura capa un pequeño frasco y lo destapó con cuidado de que no se derramase ni una gota. Vertió el contenido entre los labios de Diego y después limpió con un pañuelo bordado con sus iniciales una pequeña gota que había quedado en la pálida mejilla del hombre. Había perdido la cuenta de cuántas noches había realizado los mismos movimientos, alimentando a su sire y esposo con el líquido vital de personas de toda clase y condición. Pero llevaba un tiempo sin probar ningún nuevo experimento. Tras intentar darle más o menos cantidad, al caer el sol o justo antes de que se elevase el amanecer, con la esperanza de que algo distinto funcionase, se había resignado a esperar, perdiendo cada vez más la esperanza de obtener un resultado. Y sin embargo, aquella noche había decidido intentar algo nuevo. Algo que no esperaba que a él le agradase si llegaba a enterarse, pero que resultaba una medida tomada por una mujer que empezaba a estar desesperada.

Sacó de otro bolsillo una pequeña daga de plata, tan afilada que podría cortarse el aire con ella, y apretando los dientes realizó un pequeño corte en su muñeca. Cerró el puño para que la Vitae brotase de sus venas con más fuerza y con cuidado acercó el brazo a los labios de Diego, dejando que su sangre se derramase entre ellos. No se molestó en elevar una oración pidiendo al cielo que funcionase, como habría hecho hacía años, pero en sus ojos se podía ver una mezcla entre desesperanza y desazón por no saber qué más podría hacer para recuperarlo a su lado. 

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09/09/2014, 13:10
Director

Derramaste tu propia vitae, en medio de la desesperación que comenzaba a atenazarte, sobre la boca entreabierta de tu sire, y esperaste, deseando que cualquier tipo de reacción brotase de su cuerpo. Una que no fuera permanecer inmóvil y eterno. 

Durante un instante, creiste ver cómo sus mejillas robustecían, haciéndose de alguna manera, más tangibles y vivas. Quizá incluso le oiste proferir un suspiro, pero dado que no sucedió nada más, lo más probable era que tu deseo enardecido de ver a Diego por fin alzarse de aquel sueño de muertos te hubiese llevado a ver lo que deseabas vislumbrar. 

Tu muñeca reposaba fría, sobre sus labios, sin que estos se movieran. Y como cada noche, el desánimo se hizo presente, cuando incluso dejaste que la sangre manase durante largos instantes, y de nuevo, nada ocurrió. Convencida de que no ibas a obtener ninguna respuesta a tus plegarias, alejaste lentamente tu muñeca de su rostro, dispuesta a marcharte, o a lamentarte. Y entonces, unos dedos pálidos se aferraron a ella. 

Diego abría los ojos, inyectados en carmesí, y con una mueca feroz, llevaba tu carne a sus labios, hincando en tu delicada muñeca sus filosos caninos, y bebiendo de ti la vitae, con inusitada avidez, sin lugar a dudas poseído por la Bestia, que junto a él, había despertado. 

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10/09/2014, 20:23
Beatrice Lasso de Gamboa

La desesperanza se adueñó del pecho de Beatrice una noche más al ver que tampoco aquello parecía funcionar. No había tenido demasiadas expectativas, pero sí una pequeña llama de esperanza que se apagaba rápidamente mientras ella apartaba los ojos del rostro del hombre que parecía condenado a dormir para siempre. 

Al sentir unos dedos aferrándose a su muñeca sus ojos se abrieron como platos buscando a Diego mientras sentía cómo su estómago se encogía, haciéndola sentir como si estuviera viva de nuevo. El temor por la fuerza con que la asía y la alegría por verlo moverse se agolpaban corriendo por sus venas con rápidos latidos impulsados por los labios de su sire al beber de ella. 

No le hizo falta mirarlo dos veces para comprender que la Bestia que habitaba su interior se había adueñado de sus actos y sabía que en ese estado ni siquiera podría reconocerla. Temió por su vida entonces, como no lo había hecho desde hacía muchos, muchos años, y ahogó un grito que podría enardecer aún más al depredador que bebía de su muñeca. 

Su mente acudió a Andreas de inmediato y en un acto desesperado trató de contactarlo, sabiendo que el hombre debería estar cerca, en algún lugar de la casa. - [color=#8300A8]¡Andreas! ¡Es Diego! ¡Ha... Ha despertado! ¡Necesito ayuda, alimento! ¡Necesita sangre! Trae algún criado... ¡Trae a alguien![/color] - La desesperación y la urgencia se podían leer con facilidad en cada sílaba que trataba de enviar al cerebro de su ghoul. Mientras tanto, sus ojos castaños no se separaban de Diego y a pesar de la situación en la que se encontraba, no podía evitar regocijarse al verlo despierto de nuevo. 

- Tiradas (1)

Motivo: Inteligencia+Subterfugio

Dificultad: 6

Tirada (6 dados): 8, 10, 3, 7, 9, 9

Éxitos: 5