Partida Rol por web

-Bien. Vayamos por partes... como dijo Jack*... xD

Cyryatan entrega uno de los salvoconductos que le entregaron al encomendarle la misión, es un contrato mercantil a nombre de Cyryatan y Azrubêl, primero y segundo del Manawnûl, y que os confiere calidad de haradrim de paz**. Evidentemente, es falsa, aunque no lo parece. El problema es que no podréis llevar el documento con vosotros, ya que debes dárselo a Yazán, teniente del Manawnûl y haradan de confianza, para que él y algún otro haradrim -los númenóreanos serían peor vistos- vayan hasta Fanuilond para hacer aguada y adquirir un nuevo ancla. O comprar en fin todo lo que haga falta para el tornaviaje.

Yazân, haradan que hace de teniente en el Manawnûl.

- Si no tenermos que entrar en  Pelargir y basta con acercarnos por el exterior, concretamente hasta el foso, cerca del muelle...quizás si sería conveniente ir en barca...Si no pasa nada extraordinario, llamaremos menos la atención que si vamos a pie...un grupo tasn singular como el nuestro no pasa tan fácil desapercibido, a no ser que hagamos dos grupos. Si algo sale mal en un grupo, simpre queda el otro...que puede correr mejor suerte...así es más dificl que la misión no tenga éxito.

Miro una a una la cara de todos los que allí nos encontramos, no logro acertar hasta que punto entienden lo que quiero decir, todavía no tengo la suficiente agilidad labial para expresarme...tengo que controlar estos nervios tan fatales.

- Decís que hemos quedado en el callejón del Ahorcado con un contacto...pero también decís que no conoceis a dicho contacto...entonces...¿cómo sabemos que no es una trampa? De ser así, nos estarán esperando con las armas afiladas.

-Bueno, el contacto nos encontrará a nosotros. El santo y seña es 'Rey Castamir'. En cuanto a temerme una trampa, no lo creo. Me lo encomendó el mismísimo alguacil de Umbar, que no creo que nos mande hasta Pelargir para tendernos una trampa -precisamente a nosotros que somos unos mindundis-, cuando perfectamente podría hacernos prender en Umbar o emboscar en sus peligrosas callejuelas.

-En cuanto a los dos grupos es, efectivamente, bueno para la misión. Habrá el doble de posibilidades de que tengamos éxito, pero también el doble de que alguno de nosotros sea pillado. A parte de que el contacto, si no me ve aparecer a mi, quizás ni aparezca...

-Eso mismo pienso yo. Desde luego, no debemos temer ninguna trampa, al menos hasta que tengamos en nuestro poder ese dichoso cofre. Aunque dado este secretismo, nadie debería saber del cofre salvo el alguacil de Umbar y sus esbirros más allegados, que lejos nos pillan ahora... -opina el contramaestre- Por lo demás me parece todo bien: pareced lo menos Hombres del sur posible, hablad en el más melifluo adûnaico de Gondor, si sabéis -y el que no lo sepa que cierre el pico- y encomendaros a Ulmo y a Melkor y a la puta que los engendró-finaliza, con la mirada reprobadora de Kreontas que tan hiriente juramento saca de nuevo del sopor.
 

-Y lo demás dejádselo a su merced-fulmina Kreontas irónico, señalando al contramaestre con el pulgar y  con regular semblante- que parece llevarse divinamente con los dioses; por la familiaridad y la desverguenza con la que los tutea...

-Sí, juar, juar...-ríe Azrubêl- se me olvidaba: el mando del Manawnûl me lo podéis dejar a mi tranquilo, capitán, sabéis que soy hombre de poca fe pero de mucho cuajo...

- Lo que decís es cierto Capitán, pero...sigo pensando que un grupo grande puede levantar demasiadas sospechas...lo importante es la misión, y si el grupo que tiene que recoger el cofre cae en garras eneminas...ahí estamos el resto para seguir luchando por la misión y recuperar el cofre. Mientras que si caemos todos...sería el final...Además, no iríamos muy separados...sólo lo necesario para que no puedan atraparnos a todos juntos, pero sin llegar a perdernos de vista.

-mmm... viendo la muralla que tendríamos que saltar veo más factible ir hasta el muelle en barca, con las suficientes medidas y pericia podríamos acercarnos sin demasiados problemas. Con lo que los dos grupos ya no tendría demasiado sentido. Salvo el hecho de que el segundo grupo espere en el bote a que Kreontas y yo gestionemos el asunto. Si hubiera un problema serio, debería huir y encargarse posteriormente de conseguir el cofre o informar. Bueno, también me llevaría a Huraiva para que no le tiente liarla en la barcaza si se empieza a aburrir-termina Cyryatan, mirando de reojo a la haradan.

-Si Huraiva le va a suponer algún problema, la puede dejar con nosotros, capitán, que sabremos ciudar de sus delicadas y angelicales asaduras-ríe el contramaestre.

-Y ni que decir tiene que si nos pillan por separado: nadie conoce a nadie y lo único que hacíamos era pasar contrabando de una orilla a otra, grog, por ejemplo, bebida cuyo consumo está prohibido tras los muros de Pelargir-apunta Kreontas.

Cyryatan posa la mirada en el contramaestre con la fijeza de un puñal apuntando a las entrañas. No había ya más que comentar respecto a las hembras en este barco. Se había dicho todo al respecto. Y el contramaestre comprende, con un diplomático carraspeo y varios tientos al vino, que se acababa de servir.

-Todo correcto entonces... ¿algo más que apuntar?...

Pego unos tragos de vino aún sabiendo que no debería, me sabe a gloria aunque sea vinejo aguado... Además, el ardor que me produce en el estómago me genera siempre un cálido dormir.

- Bueno- digo con la voz un poco achispada - por lo menos hemos avanzado algo...y estamos todos conformes entonces en ir en barca. ¡Brindemos!

Me noto cansada, como me gustaría poder alargar más estos ratos y disfrutarlos, pero tengo que descansar bien si quiero tener todos mis sentidos despiertos para la misión.

- Con sus permisos, una que se retira. Si hay novedades...mmm...podrán esperar a mañana. Buenas noches tengan. ¡Capitán! -digo, a modo de despedida a un superior.

Sólo restaba reunir a a la marinería y comentarles los planes; así durante apenas un minuto, Cyryatan habla a su tripulación. No es hombre de discursos, ni su gente aficionada a ellos, se trataba de corsarios, no de infelices reclutados a la fuerza en un buque de guerra, a los que hay que leer cada semana la ordenanza de la Real Armada para meterles en el cuerpo el temor a Ossë y a los oficiales, amenazándolos con penas corporales incluida la muerte, y por añadidura con todos los castigos del Infierno. A gente como esta, sobraba con hablarles de botines, a ser posible detallando cantidades, y ahí estaba precisamente el problema, esta vez no había botines, e incluso si se cruzaban con algún mercante gondoriano debían evitarlo.

Por ello que Cyryatan, cuando todos los corsarios se retiran de cubierta, resbaladiza de humedad bajo el cielo estrellado, para irse al catre, susurra al contramaestre:

-¿Azrubêl, qué dice la gente?

El contramaestre se encoge de hombros.

-Hay de todo, capitán. Aunque nada ha dicho uced, esperan alguna especie de premio al llegar a la dichosa isla de Kjwàjyarântan -tuerce el gesto y hace una pequeña pausa, mas finalmente se decide a seguir- Muchos cuchichean que en dicha isla No hay nada, que está desierta; y otros, que está llena de monstruos y brujería, y por ello nadie se atreve a acudir a ella. Monstruos, brujería y nada de botín, ya sabe... Aunque también sabe que la mayoría lo seguiría hasta las mazmorras de Utumno -esgrime su media sonrisa- nunca nos ha fallado, capitán. Sólo esperan que esta no sea la primera vez.

-¿Y tú, qué opinas?-fulminó Cyryatan meditabundo, con esa mirada suya que sólo disponía en ocasiones como esta -esos ojos que parecían escarcha y que te horadaban sin piedad en busca de sinceridad y lealtad- y que el contramaestre tan bien conocía. Bien sabía lo peligroso que podía ser un motín, y lo veleidosos que podían ser los marinos ante la falta de botín, ya que no se regían por la disciplina militar como los soldados de la Real Armada.

Vuelve a cruzar su rostro esa media sonrisa, Azrubêl ya estaba acostumbrado a encajar ese tipo de miradas en su capitán: -Somos corsarios, capitán, no sodomitas gondorianos que hay que estar pagando y mentalizando cada jornada. Uced me acogió cuando nadie daba una higa por mi, y nunca me ha fallado. Si tengo que morir en Gondor ensartando dúnedain, o en la jodida isla de Kjwàjyarântan ensartando monstruos se me da un ardite.

Todavía es de noche aún cuando sois despertadas por Cyryatan. Y una vez preparados los pertrechos a llevar, los elegidos descendéis por el portalón del incursor hasta el esquife, donde os espera Kirik, uno de los timoneles, que será quién os acompañe hasta la orilla del Anduin y después vuelva al Manawnûl. Más allá empieza vuestro camino.

Veis desaparecer a Kirik en la niebla chapoteando rítmicamente, mas en vuestra dirección la niebla se disipa casi de repente, como si se hubiera ubicado únicamente en el área que rodea al Manawnûl, cual siniestro cómplice.

Voy siguiendo los pasos del Capitán, por nada del mundo quiero tener un percance y poder ser un estorbo, además tampoco quiero que me manden de nuevo al barco. El timonel desaparece en la noche, si a penas yo puedo verlo dudo mucho que pudiese avistarnos el enemigo...aunque no está demás andar con cuidado, toda precaución es poca.

Falta poco para el alba. Empieza a soplar un viento que se hace más violento por momentos, soplando sin obstáculos, por el paisaje bajo de las salinas, arrastrando torbellinos de polvo y arena que ocultan las estrellas. Eso clava mil alfilerazos invisibles en las cinco siluetas que desde hace más de una hora os movéis en la oscuridad, chapoteando en el fango, cubriendo el rostro para protegeros de las picaduras despiadadas del viento. Desde que bajasteis del esquife, el viento ha ido arreciando, aunque es bastante normal en esta zona. Ahora sopla tan fuerte que, cada vez que camináis un trecho fuera de un caño o un canalizo*, el aire seca enseguida el agua salitrosa y el barro sobre vuestras ropas.

-Esperemos que Ulmo esté de nuestra parte, pues parece que Manwë no lo está-susurra el capitán.

Kreontas se detiene y murmura un antigua y gutural salmodia. Y en sus manos comienza a formarse una esfera de luz, cruzada por relámpagos rojos, como venas en un orbe; Y tras unas últimas palabras, se eleva y se pierde en la noche por delante de vosotros.

-¡Rediós, ladrón!.. Esa luz podría delatarnos-increpa Cyryatan.

-Esa luz es un Ojo místico, númenóreano descreído, y lo que nos va a delatar son tus gritos...

Os mantenéis agachados, en silencio y aguzando el oído. Sólo se escucha el rumor del viento entre los matorrales y el agua agitada en la marea decreciente del canal cercano. Al poco, el astrólogo susurra:

-Ahí delante está el primer arroyo -Evidentemente, vosotros no veis nada. Aún- al norte hay puestos de guardia. Habrá que ir con ojo, aunque de momento no hay gondorianos en la costa.

-Toca mojarse otra vez. Treinta varas**-comenta Kreontas. Tal es la anchura del caño en esa parte. Por suerte, hechos desde niños a las inclementes aguas de la bahía de Belfalas, sabéis como manteneros a flote en estos humedales. Así que uno a uno os agrupáis en la orilla. Bultos silenciosos y resueltos. No es la primera vez que realizáis operaciones nocturnas. Y con el astrólogo de guía os sentís seguros. Sería muy interesante no perderlo en esta peligrosa empresa.

Llevamos caminando por las marismas lo que a mi me parece un siglo, y lo peor es que no me da la sensación de estar avanzando. Para colmo de males se está levantando un viento que no hace si no empeorar la situación. Con la cara medio cubierta para resguardarme, con los ojos semi-cerrados evitando la entrada de arenilla y las vestimentas ni mojadas ni secas, más bien húmedas…pesando un quintal ¡Eru quiera que no tenga que salir huyendo para protegerme!. Parece que un tuerto nos ha echado un mal de ojo.

Tan ensimismada voy que no me doy cuenta de que Kreontas y el Capitán se han detenido - ¡Uy! Perdón- digo, dedicando la mejor de mis sonrisas, tras impactar mi cuerpo con el de Cyryatán.

Me quedo quieta como una efigie…¿pues no estoy viendo una gran bola brillante salir de la mano del Maese? Conozco de sus poderes pero no por ello dejo de sorprenderme.

-Pues si, ver lo que se dice ver…no veo nada - le susurro al Capitán – pero si Kreontas dice que ahí hay un arroyo…seguro que hay un arroyo.

Ya en la orilla me ajusto bien todas las pertenencias  que llevo encima, no quisiera perder nada y hacer regalos a Ulmo gratuitamente, ya le rezaré cuando estemos sanos y salvos.

Después de abandonar la "comodidad" del esfique en completo silencio, el capitán anduvo al frente del grupo junto a Kreontas. Con paso firme fueron avanzando poco a poco por la marisma, que en ocasiones se clavaba hasta la cintura o los obligaba a nadar unos metros. No era la primera ni la segunda vez que Cyryatan se veía en una de estas y, a pesar de que el tiempo no acompañaba en absoluto, lo que preocupaba al corsario eran las numerosas tropas gondorianas que seguro había por la zona. De todo el grupo, Cyryatan era el más fuerte y estaba al mando de la operación, aunque fuera "terrestre", por lo que siempre se mantenía atento a un posible error de las chicas o el hechicero, con el fin de echarles una mano, completamente concentrado en salir cuanto antes del cenagal.

Elenna sigue a sus compañeros, a pocos metros. Mira de lao a lado y con todos los sentidos agudizados. Kreontas se había percatado de un pequeño arrollo, se dirigían hacia él. Durante toda la caminata no abrió la boca por miedo a llamar demasiado la atención con su potente voz.

-seguro que todo irá bien… -piensa para si misma.