Partida Rol por web

Todo está en blanco y negro. Es el mismo lugar, las mismas casas, la misma tierra... pero todo lúgubre y gris. Astaroth os ha trasladado aquí, eso significa que ha gastado sus pergaminos y que al menos tus amigos estarán a salvo. Ahora mismo solo piensas en vuestras remotas posibilidades de sobrevivir y, si lo consiguierais, en cómo escapar del Plano.

-Mago contra druida. Aunque yo tengo siglos de vida y tu apenas llegas a la decena de años. Será injusto pero bueno. -clava su mirada en la dríade. -Apártate de él y te dejaré vivir. Yo amé a una de tu especie.

La dríade se aferra a ti y enseña sus afiladas uñas. Va a defenderte hasta su último aliento.

Blanco y negro, la sorpresa de Hardem era mayuscula mientras abrazaba también a la driade. Estaba en el plano de las sombras.

-Qué mala suerte. Gastar mi último pergamino para atraparte solo a vosotros dos. En fin, será un placer mataros.

 Estaba asustado pero ver como la driade estaba con él tratando de protegerlo le dio coraje. - Has fracasado. Has fracasado contra un grupo de niños, eres una verguenza. Le provocó Hardem temblando levemente. - Quizás te conformes con mi misera vida, pero que sepas que no la voy a regalar.

-Mago contra druida. Aunque yo tengo siglos de vida y tu apenas llegas a la decena de años. Será injusto pero bueno.

- ¿Druida? Tu no has de llevar ese nombre. dijo con rabia. Por su sangre corria la misma sangre que aquellos que una vez vencieron a ese ser oscuro. Él era joven e inexperto pero haría lo posible por acabar con él. Levantó su dedo señalando al falso druida y susurrando unas palabras, un proyectil mágico escapó de su dedo para ir a parar directo contra Astaroth.

- Protejamos la tierra de los seres viles. Le dijo a la driada animandola aunque el seguía temblando levemente del miedo a enfrentarse a su posible muerte.

Astaroth es sorprendido por el proyectil mágico, el cuál le impacta en todo el pecho. Por un instante su sonrisa y sus aires de superioridad desaparecen. Pese a ello, el elfo se incorpora rápidamente y hace el movimiento de cargar una flecha en un arco imaginario. Al instante un arco y una flecha hechas de oscuridad se forman a medida que Astaroth va susurrando.

-Tu lo has querido. 

Tensa el arco sombrío y dispara contra la dríade. La flecha negra atraviesa el costado de la criatura, haciéndola gritar de dolor. Pero es dura, y el espíritu del bosque se levanta lista para atacar al druida caído.

La dríade antes de atacar parece vacilar. Como espíritu del bosque que es, está vinculada a un roble mágico la cuál, si se aparta mucho de él, le puede provocar la muerte. Al cambiar de plano, lo que podría durar horas, se convierten en segundos. Pese a ello se lanza a la yugular del elfo con su daga de acero frío.

Tras un breve forcejeo, la criatura clava su arma en el antebrazo de Astaroth. Éste la aparta de un golpe y la pone en su radio de ataque. Al menos sabes que mientras esté ocupado luchando con ella, tu estás a salvo. La dríade va a sacrificarse por ti.

La situación es complicada: con un solo hechizo ha dejado malherida al espíritu del bosque; la ha apartado de su vínculo provocándole una muerte casi instantánea y lo que es peor: has gastado uno de tus mejores hechizos.

- Noooo gritó al ver como la driade era herida. Estaba en un lugar del que no sabía nada por lo menos ahora no le acudía nada a la mente mientras combatía. La driade luchaba con intensidad y sabía que el tarde o temprano tendría que atacar con su bastón. Por ello comenzó a desplazarse hacia la izquierda rodeando a Astaroth para que cuando llegara el momento de entrar en combate cuerpo a cuerpo pudieran atacar la driade y él cada uno desde un lado. Pero por el momento gastó su último conjuro más poderoso. Una vez más alzó su dedo señalando y lanzó a plena potencia su último misil mágico que impactó dolorosamente sobre el descarriado druida.

- ¿Como te atreves a dañarla? Lo pagaras caro. le amenazo

Recuerdas las palabras de Hargun: "la sombra es un guardián de la prisión de Gloomwrought, de donde se escapó el Pastor de Calabazas". Quizás si alargáis lo suficiente el combate, los seres que allí moran detecten su presencia y vengan a buscarle.

El disparo volvió a dar en el costado del elfo, que estaba luchando cuerpo a cuerpo con la dríade. Sacó su afilada hoz plateada y se la intenta clavar, aunque ésta logra resistir y contraatacar con su daga. Ves a tu aliada visiblemente cansada. No aguantará mucho más. Pese a ello, Astaroth está sangrando y su armadura está hecha jirones debido a tus ataques y a la furia de la dríade. 

"Podemos ganar" piensas para tus adentros.

Alargar el combate pasó por su cabeza pero al ver como la driade sufría no podía quitarse de la cabeza que tendrían que salir de allí lo antes posible. Quizá si más criaturas de aquel plano se acercaban ellos mismos estarían en problemas. Pero tenía que probar algo para acelerar el proceso. Estaban en un plano de sombras y quizás, sí quizás si utilizara su conjuro de Luz, primero podría molestar a la vista del antiguo druida acostumbrado al plano de las sombras y segundo crear un foco que atrajera a otros seres a aquel lugar. Quizás podrían ganar aquel combate pero no sabía como podrían salir allí. Pero aquel era un problema para otro momento. Pero no, era incapaz de lanzar un conjuro de luz en aquel lugar. Aún tenía capacidad para lanzar más conjuros de bajo poder.

Aún así se lanzó al ataque con su bastón tomando la espalda de Astaroth de modo que favoreciera el combate a la dríada y ella a él.

Sudas mucho, tanto que se te escapa el bastón de las manos. Astaroth clava sus ojos oscuros en ti.

Astaroth intenta concentrarse para lanzar un hechizo pero no lo logra. La patosidad del mago le ha despistado. La dríade aprovecha esos instantes para volver a descargar su daga sobre el elfo. La sangre brota del trapecio desnudo del druida. Éste, debilitado por el ritual y envejecido tras siglos encerrado en Gloomwrought, ve como aquellos dos seres le estaban venciendo.

-¡No! ¡No podréis conmigo, lo juro!

Su manos sudadas por el nerviosismo hicieron que el bastón se le cayera de las manos. Hardem se maldijo a sí mismo por su torpeza en un momento así y no le quedó otra cosa que hacer que volver a depender de su magia, de lo poco que quedaba de ella. Por ello dio un paso atrás y conjuro un pequeño orbe de ácido que lanzó hacia Astaroth.

Estaba debilitado el antiguo druida pero aún era peligroso.

La salpicadura le llega al oído, quemándole parte de su pelo y de su picuda oreja.

-¡Aaaaaaaargh!

Pero parece que, aunque le dolió, no le afectó demasiado. La dríade se asustó y se apartó del ácido, dándole unos preciosos instantes al elfo para que conjurara un hechizo. De la nada, entre Hardem y Astaroth salió un oso negro.

Pese a ello la dríade no se achantó y lanzó su daga a la yugular del animal, clavándosela muy cerca. El animal ruge e intenta quitársela de encima con sus zarpas delanteras, pero no lo consigue.

El orbe ácido impacto sobre Astaroth con precisión dañándole levemente. Estaba ya muy herido cuando pudo convocar un enorme oso de nuevo. Aquello era impresionante y el oso atacó con ferocidad a la Driada. - Casi lo conseguimos. gritó al ver como la driade impactaba con saña con su daga. 

Era la ocasión, volvió a dar un paso más atrás y para completar su tarea lanzó un orbe ácido de nuevo hasta Astaroth.

Astaroth aprovechó que la dríade cambió de objetivo para arrojar su hoz a la cabeza de Hardem. Al no ser una arma arrojadiza ni el elfo un maestro en ese arte de lucha, el arma no dañó gravemente al mago, el cual solo recibió un pequeño por encima de la oreja izquierda. La sangre brotó por primera vez del cuerpo de Hardem.

-Ya tocaba. Y ésta es la primera de muchas. Te voy a romper con mis propias manos.

La dríade, por su parte, pareció sufrir un ataque. La daga resbaló por la piel del oso, abriéndosela un poco más. El animal rugió y volvió a intentar sacarse al espíritu de encima, cosa que consiguió. Zarandeada en el aire, la dríade cayó como un saco en el suelo, inerte.

-Vaya, parece que alguien está demasiado lejos de su vínculo del bosque -rió el druida.

La dríade estaba en las últimas. Había conseguido dañar al oso y debilitado al druida y, pese a ello, no había conseguido acabar con ninguno de los dos. Durante sus últimos instantes de vida miró a Hardem y le dedicó una última sonrisa.

-A... diós -murmuró antes de fallecer.

Astaroth soltó una carcajada. Su estado era pésimo pero veía como las tornas del combate volvían a favorecerle. Con el oso a su lado, Hardem no tenía ni la menor oportunidad. El animal volvió a rugir y se acercó poco a poco a su presa. Había que actuar, y debía hacerlo rápido.

- Malditooo....! Exclamó Hardem al ver como la driade caía y se desvanecía. Una lágrima cayó de su mejilla, aquel ser lo había dado todo por protegerle, un ser que pocos había como él y sin embarfo había perecido en manos de aquella criatura tan vil.

Ahora estaba sólo, en aquel plano desconocido y con un enemigo herido pero terrible y un oso convocado mágicamente. El sólo no podría contra ambos, es más. Dudaba que pudiera el sólo contra Astaroth sin su magia a pesar de estar malherido. Aún así no se rindió, se frotó las sienes y sonrió.

Recordaba de su maestro que las convocaciones de aliados de otros planos eran de tiempo bastante límitado y que transcurrido el tiempo suficiente volverían a su plano. Ya había pasado un pequeño lapso de tiempo desde que el oso había llegado. No podía quedar mucho más. Por ello y esperando obtener más posibilidades cuando luchara sólo contra Astaroth partió a correr alejandose del animal peludo.

-¿Dónde vas cobarde? Hahahahahahahahaha... ¡Qué espectáculo!

Astaroth caminó tranquilamente y recogió su hoz, la cuál guardó en su cinto. Acarició al oso y le susurró al oido en un perfecto silvano.

-Corre.

El oso soltó un rugido y salió tras él. Cuatro patas siempre han corrido más que dos por lo que era cuestión de tiempo que el animal atrapara al mago.

Le daba igual que aquel tipo se burlara. Su vida pendía de un hilo y no se iba a arriesgar más de lo debido con el oso. El problema vino cuando el oso comenzó a correr. Se le había echado casi encima por lo que pronto le alcanzaría. Dismiyo su velocidad, sacó la daga y esperó que el oso le alcanzara. La suerte estaba echada. tendría que aguantar hasta que el oso desapareciera. Tenía que quedar poco tiempo.

Astaroth camina tranquilamente, viendo como su oso se acerca al mago con una rabia inusitada. Cargó rápidamente contra Hardem intentando morderle pero éste lo esquivó con facilidad. El corazón le iba a mil y parecía que su parte salvaje, su parte Uthgardt comenzaba a aflorar.

-¡Buenos reflejos! Nadie diría que eres un vulgar hechicero de tres al cuarto.

Intentaba evitar escuchar a Astaroth, pero no podía evitarlo dándole mucha rabia. Pero tenía un problema encima, uno muy pesado y grande que arremetía contra él, sólo la pura suerte había conseguido que esquivara el primer golpe del oso negro como el carbón. El maldito conjuro no acababa, Astaroth era más poderoso de lo que el temía y sus cálculos de tiempos no le habían salido bien. El oso seguía allí y tenía que defenderse hasta que desapareciera. Luego, si sobrevivía ya trataría con Astaroth.

Se concentró plenamente en los movimientos primitivos del oso, sea como fuere necesitaba concentrarse para esquivarlo.