Partida Rol por web

–Creo que entiendo, sí. –Respondo echando un vistazo rápido a los guardias. Por qué se visten así? –Pero cómo sé yo qué es lo que los preocuparía? Míralos bien, con esas pintas que traen ya parecen bastante preocupados. Sobretodo aquel con el ceño fruncido, está tieso como una estatua.

Respeto y educación... No pienso respetar a alguien que no se lo merezca, pero supongo que por esta vez pasa, que no quiero que todos estos monigotes se me abalancen encima a la vez.

La mujer te mira mientras suspira, como si estuviera agotada, pero no contesta.

Se limita a seguir adelante hasta que os lleva a un gran salón con todo tipo de lujos. Aunque toda la decoración es... Diferente a lo que estás acostumbrada. Al igual que los guardias, todo en el interior tiene un aspecto diferente. 

Y tumbado en un diván había un hombre.

Sus rasgos eran claramente orientales y su aspecto era el de un amante perfecto: camisa abierta, rosa en la mano y una pose estudiada.

- Al fin llegas Elisa... -dice mirando a la mujer con un tono de aburrimiento-, me estaba empezando a aburrir.

El hombre os mira a los dos nuevos.

-¿Son ellos? ¿Ya les pusiste a prueba?

Elisa asiente en silencio.

-¡Genial!

El hombre se levanta y se acerca a vosotros caminando de la misma forma como un felino.

-¿Estáis preparados para una fiesta? ¡Espero que sí!

–Pff... –Contengo una risa al ver las pintas de este payaso. Muy cómodo él ahí en su sillón.

Fiesta? No será justo aquí la fiesta de la que hablaban estos otros... Bueno, es una ciudad grande, puede haber muchas fiestas. Pero sería cómico encontrarme con ellos.
Echo un vistazo al lugar, muy lindo todo. Supongo que tendremos que quedarnos cerca si estamos para vigilarlo.

Aquel sonido que sale de tu garganta provoca que el hombre te mira con curiosidad, mientras que tu armado compañero parece recolocarse dentro de su armadura.

-No son muy habladores, ¿verdad?

Parece que dice más para si.

El hombre se pone en pie y se acerca primero al de la armadura, dando un par de golpecitos sobre la coraza.

-Espero que haya alguien vivo ahí dentro...

Pero antes de que conteste, vuestro "jefe" se retira y te mira.

-Tú eres hermosa... Y espero que sepas usar eso que llevas en la cintura.

Después de aquello mira a Elisa.

-Tenemos tiempo de sobra. Llevales a sus habitaciones, que se den un baño, se quiten el polvo del camino y buscales algo más adecuado para estar por casa. Luego haz que bajen aquí. ¿Sí?

Elisa asiente y se coloca delante de vosotros.

-Seguidme.

Y, tras esto, os conduce por varias de las estancias de la casa hasta que, a ti, te deja en un baño privado. Con una gigantesca bañera, un tocador y todo tipo de lujos que nunca antes habías visto.

-Vete desvistiendo, ahora mandaré a alguien para que te llene la bañera.

Jeh, tú dime eso de nuevo y te hago comer tu rosa, pajuato.
–Ooh, tomar un buen baño en un lugar como este debe ser una experiencia magnífica, me apunto, me apunto. –Sonrío un poco, la verdad es que siempre he querido relajarme en una bañera del tamaño de una pista de atletismo, haber pillado este encargo ha sido una muy muy buena idea.

Y el baño no me defrauda. Me desperezo con ganas mientras me dan las indicaciones y comienzo a quitarme la ropa. –Vale vale, haz lo que quieras, yo voy a darme un chapuzón. –Pero al ver la cosa vacía comprendo lo que me ha dicho. Y ahora que lo pienso, no tomaría horas todo esto en llenarse...?
–Em... solo para estar segura, este baño es privado, no? –Pregunto mientras termino de desabrochar la camisa, con un vistazo rápido al anillo del hombreras, pensando en el gran alivio que me ha traído. Algún día espero poder agradecerle, se lo merece. –No quiero que se me aparezca ningún personajillo de estos ni nada.

La sirvienta, vestida de negro y un pulcro delantal blanco, te mira y sonríe de forma educada.

-No se preocupe señorita -empieza a decir mientras deja varias toallas sobre una cómoda-. Nadie la interrumpirá. Tiene jabón, toallas y todo lo que necesite en el baño. Aunque, si necesita algo más, tiene ahí una campanita -y te la señala sobre la cómoda-, tóquela y vendré de inmediato. Cuando termine llameme y vendré a ayudarla a vestirla.

Tras decir eso asiente, vuelve a sonreír y te deja sola.

Un baño, digno de la realiza, solo para ti. 

El baño fue uno de los mejores que habías tomado en tu vida... De echo, creo que el mejor de todos...

No solo contabas con un baño para ti sola, sino que también disponías de todo tipo de jabones, champús, peines... Todo lo que te pudieras imaginar y, muchas cosas, que ni siquiera sabía para qué servían. 

Nadie vino a interrumpirte y todo fue a las mil maravillas. Sin incidentes. 

Una vez bañada y seca, saliste del baño para llegar a un dormitorio. Allí habían dejado ropas nuevas para ti. Ningún vestido ni nada así, todo lo contrario: botas altas, pantalones, una camisa blanca, su chaleco y una larga gabardina. Esta última parecía confeccionada para el combate, ya que tenía diferentes protecciones y costuras reforzadas que tu gabardina normal no tenía*.

A parte de tu estoque normal, el cual habían limpiado ya abrillantado, habían dejado a su lado otro nuevo. Parecía más elaborado, con la empuñadura más hermosa y algo más estético. En un primer momento incluso piensas que es todo de pega pero, al desenfundarlo, ves que esta incluso más afilado que tu estoque.

Una vez pareces estar lista, una doncella viene a recogerte.

-Disculpe la interrupción señorita. Espero que esté todo a su gusto. El señor me ha pedido que, si está usted preparada, la conduzca a la biblioteca. 

Pues sí, ha sido una experiencia increíble que jamás hubiera imaginado. Incluso hay un estante con perfumes, estuve mucho rato decidiendo cual usar.

Menos mal que estuve atenta en cada momento, para ponerme el anillo de hombreras rápidamente luego de haber estirado bastante las alas, justo cuando aparece la sirviente a darme unas indicaciones. Y doy un suspiro para canalizar el susto.

Tras secarme y ponerme la ropa interior me llevan a un cuarto, donde me desperezo por el camino, bostezando. Me echaría a una siesta, de no ser porque casi olvido que tengo trabajo que hacer, se supone.
—Qué... es esto? —Pregunto a la sirviente. O mejor dicho, la pregunta debería ser "por qué". —Es todo... —Señalo las ropas, y a mí. —Para mí...? —Qué es lo que pretende este tipo? Me está cortejando? A mí que no me vengan con regalitos... No entiendo, es sospechoso. Vale que esté podrido en dinero, pero... hacer regalos así a extraños... ah, claro, —Debería cuidar esto como si fuera prestado, no? Me resulta extraño quedarme con todo esto.

En fin, me pongo la ropa, pero me quedo mirando las armas. Es bastante bonito, y debe de ser extremadamente caro, de verdad. —Esssto... —Miro con una cara llena de dudas a la mujer que me acompaña. —Vale entonces. —Me encojo de hombros y me lo ciño al cinto junto con el otro. Destaca bastante más, y noto que hace ya un poco de bulto, pero es manejable.

—Estoy preparada, supongo, vamos. —Le habrán dado todo este lujo al enlatado también?

Ante tus palabras, aquella señorita te mira y te sonríe.

-No Señorita. Esas pertenencias son regalos del señor Relgus, puede quedárselos. Ahora si me acompaña...

Tras esto la mujer sale de la habitación.

Con decisión, te va conduciendo por pasillos y estancias. Todas vacías y de gran lujo y detalle. Todas te parecían iguales y diferentes a la vez. De echo no estabas segura de como aquella mujer se podía guiar por allí con tanta seguridad. A ti te parecía un laberinto...

Un laberinto de lujo.

Vais avanzando hasta que llegáis a lo que parece una biblioteca: una estancia repleta de estanterías y libros. En uno de los lados hay un escritorio repleto de papeles y una silla tras el mismo. 

No había más asientos, así que de pie, esperando, estaba el hombre de la armadura. La otra persona que había sido escogida para el trabajo.

Por lo que puedes apreciar, habían limpiado la armadura y abrillantado, estando ahora limpia y reluciente.

También habían cambiado la ropa que llevaba bajo ella, ya que la de ahora parecía más elegante y resistente.

Y sobre los hombres llevaba una capa que tenía aspecto de ser más decorativa que otra cosa. 

-Esperen aquí -dice la sirvienta-. El Señor vendrá en seguida.

Y con esto os deja solos a ambos.

—Ah, vale.

...

Y aquí estoy, a solas con este blindado, que no parece tener ganas de hablar mucho. Estoy un rato mirándolo, parece qeu le dieron los mismos lujos a él, menos mal, ya estaba empezando a pensar que el monigote aquel me estaba tirando cañas.
—Yyy la lustras todos los días?
Doy unos golpecitos con el dedo al brazo. —Anda, pero si hasta le han sacado brillo. Puedo ver mi cara. —Me acomodo el flequillo y hago un par de muecas delante de su torso. —Cuando te aburras de ser mercenario podrías hacer de espejo, conocerías muchas chicas guapas.

El hombre se gira cuando empiezas a hablar con él.

- No... No la suelo limpiar todos los días... Me llevaría mucho tiempo.

Te contesta con una media sonrisa.

-Tal vez una vez a la semana... Depende del tiempo que tenga o lo ocupado que esté. El tiempo que estoy entre trabajos aprovecho para ponerla al día y evitar que se oxide y esas cosas... Sería un mal mercerario si mi armadura rechinara mientras camino. ¿Qué imagen daría?

Pregunta más para si que para ti.

-Y había pensado ser estatua de un palacio o un museo... No me había planteado ser espejo... Tendré que pensarlo...

Comenta con una sonrisa. 

—Ooh, entonces sí tienes sentimientos! —Finjo algo de asombro, llevándome una mano a la boca. —Pues resulta agradable ver que al menos alguien más le pone sal a la vida y no es tan aburrido.

—Ya sé que ya nos presentaron... o momento, creo que no, no lo recuerdo. Da igual, soy Sera.
Le tiendo una mano.
—La armadura tiene nombre?

-Es un placer Sera.

Ves como hace una leve inclinación con el Yelmo.

-Yo soy Gladius. Y no, me temo que la armadura no tiene nombre... Solo armadura... La he ido mejorando y cambiando piezas demasiadas veces para que siga siendo la misma del primer día...

Tras esto se detiene un momento para mirarte.

-¿Sabes de qué va el trabajo exactamente? Porque me parece que nos están tratando demasiado bien...

—Sé lo mismo que tú. —Cruzo los brazos.

Es verdad que nos tratan demasiado bien como para ser simples guardaespaldas, y tengo algunas sospechas de que podrían pasar cosas raras, pero bueno, mejor no preocuparse todavía y ya cuando llegue el momento se verá.

—Pero qué más da, si llega a pasar algo raro recurriré a mi táctica secreta, que siempre me ha sido útil en todo momento.

-¿Tu técnica secreta? 

Pregunta el hombre sorprendido.

-¿Y puedes decir de qué se trata? ¿O es un secreto profesional?

La pregunta queda en el aire, y la respuesta tiene que esperar, ya que la puerta se abre.

Veis entrar al tal Henry Relgus, señor de aquella casa.

-Veo que ese baño os ha sentado realmente bien -dice al veros-. Espero que hayáis podido recuperar algo de fuerzas y esteis preparados.

El hombre da la vuelta por la mesa y se sienta tras el escritorio. Delante del mismo no había sillas ni nada así, de manera que os tenéis que quedar en pie.

-No sé si sabéis que, los Duques de Caitbre dan una fiesta en breve. A ella, a parte de la nobleza local, acudirán algunos grandes empresarios, comerciantes y, en definitiva, gente de poder -dice todo aquello con una amplia sonrisa en los labios-. Por mi parte, al ser un herrero famoso de oriente, me han invitado a asistir. Y, aunque no dudo de la seguridad de los Duques, prefiero llevar mi propios guardaespaldas al evento. Siendo ese vuestro cometido.

El hombre suspira.

-Por desgracia, no se pueden llevar guardaespaldas a la velada -al decir aquello se encoge de hombros-. Así que uno de vosotros se tendrá que quedar fuera de la fiesta, vigilando si ocurre algo extraño. Mientras que el otro tendrá que hacerse pasar por mi acompañante y entrar conmigo a la fiesta, por si es en el interior donde la situación no es amigable...

Tras decir aquello os mira a los dos.

-Así que os toca decidir a vosotros: ¿quién quiere venir conmigo y quien quiere quedarse fuera?

—Eeesto... —Miro al armadura, y luego al pipistrilo, pensando en que no me quedará otra que acompañarlo, será más fácil que yo me haga pasar por su acompañante. —Vale, te acompaño dentro. —Todo sea por el dinero. —Pero no me pidas que baile ni nada parecido.

—Pero ahora me asalta una duda. —Cruzo los brazos. —Dices que no te parece suficiente la guardia de una mansión de un tipo importante. Acaso estás en realidad esperando que algo malo pueda ocurrir? Qué podríamos hacer mejor solo nosotros dos que un contingente entero de soldados entrenados para proteger?

El hombre mira a Sera y alza una ceja.

-¿No sabes bailar? ¿Y quieres ir a un baile? -pregunta algo escéptico-. No sé lo que encontraremos dentro, aunque, si te has ofrecido voluntaria, espero que sepas adaptarte a cualquier situación...

Su tono de voz no te da demasiada confianza, casi como si te estuviera evaluando.

Aunque tras aquello rompe en una carcajada.

-¿Un contingente entero de soldados? -pregunta entre risas-. Claro, que protegerán el lugar de los atacantes de fuera. Pero, ¿qué pasa con los de dentro? -sonríe al mismo tiempo que levanta una ceja--. Al igual que tú vendrás para protegerme, ¿quién dice que no haya un asesino dentro del baile? De eso no puede protegerme los soldados del exterior. 

—Aa... Sí, supongo que tienes razón. —Me encojo de hombros. Qué más da, ahora todo lo qeu tengo que hacer es acompañar a este y cuanto más pronto acabe todo, mejor.

—Sí, sí, me adapto a todo, soy muy adaptable, totalmente. Entonces vamos?
Y le doy unas palmadas en el hombro a Gladius. —Pena que te pierdas de la fiesta, si quieres luego pido que te lleven bocadillos. —Por supuesto, la buena comida allí no debe faltar, y aprovecharé cada segundo.

El hombre te mira y sonríe.

-Me gusta tu iniciativa. Aunque el baile es mañana por la noche.

Mientras dice eso abre uno de los cajones y saca dos carpetas.

-Así que, hasta que llegue la hora -se levanta del asiento, da la vuelta por la mesa y se coloca delante de vosotros-, os toca estudiar.

Al decir aquello os tiende una carpeta a cada uno.

-Estos son los planos de la mansión y los terrenos colindantes. Espero que los estudiéis con dedicación y que los tengáis memorizados para mañana -después de eso vuelve detrás de la mesa-. También hay un pequeño listado de los sirvientes que habrá en la fiesta.

Se detiene un momento y te mira.

-Por cierto, espero que estés cómoda con un vestido de fiesta.

—Ah.. vale...

Entonces habrá que esperar... pasaré la noche aquí? Eso sería genial. Ya puedo imaginarme el lujo que tendría la habitación... a menos que nos manden a dormir a otra parte, pero no creo, el baño que acabo de tomar me dice que no será así.
Y qué demonios es esto? —Estudiar? No voy a estuciar nada, me contrataste para proteger tu rimbombancia, no para leerte cosas.
No pienso estudiar un caramelo. —Estaré cerca tuyo durante todo el rato, y si viene alguien a hacerse el gracioso, lo corto. Es así de sencillo. No tengo que aprenderme nada.
...
Qué acaba de decir...?

—Un vestido...? —Pero ni de broma! Me veo tonta con esas cosas! —Jamás! Además, si quieres que te cuide bien, necesitaré movilidad, y con un vestido es difícil pelear. Iré así, que me veo tan guay como cualquier otro noble de esos.