Partida Rol por web

- Zeleste... Zeleste. Despierta.- Estas consciente. Unas palabras susurradas por una voz que te resulta familiar y reconfortante te devuelven a la vida. Sabes que no estás en ningún tipo de cielo porque el dolor que atraviesa tu cuerpo es demasiado intenso y real.

El rostro de Hamah esta encima tuya y te sacude con delicadeza. Cuando ve que despiertas, una enorme sonrisa aparece en su cara. - Menos mal...

Otra rostro familiar te saluda, lamiéndote la cara y maullando, entre preocupado y alegre. A tu alrededor están las paredes de un extraño y amplio túnel de roca viva. Detrás hay un montón de rocas y arena que imposibilitan el paso. Delante, la oscuridad, tan solo atenuada por la débil luz de unos hongos extraños pegados a la pared.

- Zeleste... Zeleste. Despierta.-

La voz de Hamah atravesó el velo de inconsciencia que rodeaba a Zeleste... La joven gimió y abrió los ojos. Intentó moverse pero una mueca se dibujó en sus labios... Todo parecía dolerle, sentía todo su cuerpo agarrotado... Enfocó la mirada, clavándola en el joven...

- ¡Ohh! ¡Hamah! - Se incorporó y abrazó al muchacho. Había creído que morirían, su último pensamiento antes de perder la conciencia fue que se reuniría con su madre...

Aquel gesto había hecho que sus músculos se quejaran, pero no le importó... ¡Estaban vivos! Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas. 

- ¿Dónde estamos? - Dijo al cabo de unos minutos, cuando pudo recuperar el sonido de su voz. Se apartó del muchacho, mientras sus mejillas se ruborizaban ligeramente. Miró alrededor, buscando alguna señal de vida... - ¿Dónde están los demás? -

Hamah se encoge de hombros.

- Por lo que yo sé, estamos debajo del desierto, pero bien podríamos estar en el Infierno. - A pesar de sus palabras, notas un brillo vivo en sus ojos, una alegría muda que le invade por seguir vivo. - En cuanto a los demás... Sólo he visto a ese pobre desgraciado... - Hamah, con las manos aun encadenadas, señala hacia las rocas que bloquean el paso. Debajo de una de ellas yace el cuerpo de un guardia mutilado. Te fijas en que tu también sigues con los grilletes.

Cuando vuelves a mirar el cuerpo destrozado del guerrero te das cuenta de que algo ha brillado ligeramente en su mano.

Zeleste deslizó sus ojos violáceos, siguiendo la mirada de Hamah, hasta detenerlos en el pobre desgraciado que yacía bajo una roca. Un escalofrío recorrió el cuerpo de la joven... Nosotros podríamos haber acabado como él... Pensó mientras tragaba saliva. Iba a apartar la mirada, cuando descubrió algo que parecía brillar en su mano.

- Tiene algo... - Murmuró mientras se levantaba. Un cosquilleo recorrió sus piernas, llevaba demasiado tiempo inactiva en aquel carro y sentía como poco a poco empezaban a despertar. Dio un par de pasos tambaleantes, hasta que recuperó el control sobre su dolorido cuerpo. Se acercó al guardia caído y cayendo de rodillas junto a él buscó lo que tenía en aquella mano.

Reconoces el casco y la armadura del tercio de cuerpo que queda intacto. En su mano izquierda, como si aferrara lo último que le quedara en la vida, hay un manojo de llaves.

Las llaves...

Zeleste arrancó el manojo de los dedos inertes del guardia y se volvió hacia Hamah, con los ojos brillantes. Levantó ambas manos, ya que todavía estaban engrilletadas y le mostró las llaves. Una sonrisa iluminaba su rostro...

- Veamos si están aquí las de los grilletes... - Le dijo, acercándose a él y empezando a probar una detrás de otra. Sentía su corazón latir con fuerza. No sabía dónde se encontraba, desconocía si podrían encontrar alguna salida, ni si había alguna posibilidad de sobrevivir en aquel lugar... Pero por fin era libre...

Hamah da un par de palmadas de alegría que detiene instantáneamente al escuchar cómo resuenan en la cueva. Finalmente consigues quitarle los grilletes con una de las llaves. - ¡Al fin! - Exclama en un grito casi controlado. Se masajea un poco las muñecas y estira los brazos todo lo que puede, contento. Se fija que tu todavía tienes los grilletes y raudo coge las llaves para intentar liberarte a ti. Al segundo intento lo consigue. Cuando tus grilletes caen al suelo notas un rara y agradable sensación, como si un peso se te hubiera quitado del cuerpo.

Hamah pega un par de saltitos y se estira durante un rato.

- Bueno, será mejor que nos pongamos en marcha. No hay agua y comida por aquí, así que habrá que darse prisa... o nuestra libertad durará bien poco.

Zeleste también se masajeó las muñecas mientras sus labios esbozaban una sonrisa. Se hubiera puesto a dar saltitos y palmadas al aire como hacía Hamah, pero se contuvo y cogió a Simba para abrazarlo con fuerza.

Miró a Hamah y asintió con la cabeza.

- Sí, tienes razón... Pongámonos en marcha... - Murmuró mientras dirigía su mirada hacia el camino que les esperaba. ¿Qué encontrarían por allí? Un escalofrío recorrió su espalda, el sentimiento de libertad era rápidamente sustituido por el temor a lo desconocido... Con Simba todavía en brazos, sintiendo su constante ronroneo contra su pecho, empezó a caminar junto al muchacho...

Empezáis a avanzar por los oscuros túneles. Sin saber donde estáis, todavía aturdidos por el incidente, y sin nada que os guíe vuestro paso es errático e inseguro.

Han pasado muchos minutos, quizás una hora, y el conjunto de cavernas parece interminable, un laberinto y más de una vez pensáis en que estáis dando vueltas.

Después de estar tantos días encerrados, sin poder caminar y con escasa alimentación, Zeleste se sentía algo débil. Al principio empezó a caminar animada, sentía la libertad y eso le había dado fuerzas... Pero cuando ya llevaban unas dos horas dando vueltas, sin tener un rumbo fijo y sin saber hacia dónde ir, empezó a preocuparse, aunque no quería alertar a Hamah y prefirió no decir nada...

Llegó un momento en que los brazos le pesaban, así que soltó a Simba para que fuera caminando. 

En ese momento notas algo en Simba. Está tenso, tiene las orejas inclinadas hacia una de las cuevas y el rabo se le mueve de un lado a otro.

Hamah te mira, asiente y se lleva el dedo a los labios para avisarte de que no hagáis ruido, mientras señala hacia el mismo lugar que mira el animal.

Empieza a avanzar poco a poco hacia allí.

Zeleste caminaba con aire abatido. Tenía sed, muchísima sed... De vez en cuando se apoyaba en la roca y avanzaba... De repente vio como Simba parecía ponerse alerta. Volvió sus ojos violáceos hacia Hamah y comprobó que él también parecía haber escuchado algo... No sabía qué podía ser, ya que había estado tan centrada en sus desdichas que no había prestado atención a su entorno. Asintió con la cabeza y siguió al muchacho, intentando no hacer ruido. Pero sin querer le dio una patada a una piedra suelta y esta empezó a rodar. La joven se detuvo, con los ojos completamente abiertos y el corazón desbocado...

Los dos se mueven prácticamente al mismo paso, en un silencio absoluto, como sombras. En ese momento una piedra rueda delante de tus pies y el eco de la misma retumba por la cueva. Hamah y el gato se giran de golpe hacia ti, con gesto de reproche.

Tras ver que no pasa nada, siguen avanzando por el túnel hasta que finalmente llegáis a otra pequeña cueva, es decir, una caverna un tanto más amplia. Hay un par de guardias en el suelo, inmóviles. Algo más adelante hay un gran carro destrozados, la tela y la madera cubren un montón de objetos y pertenencias. Viales rotos, ropa, trozos de armadura, comida y alguna cosa más, todo desparramado por el suelo.

Perdón... Zeleste juntó ambas manos delante suyo mientras formaba aquella palabra con sus labios. Había intentado no hacer nada de ruido, pero su patosidad podía delatarlos ante cualquiera que estuviera acechando en la oscuridad.

Llegaron a la cueva y vieron el carro destrozado. Los ojos de Zeleste brillaron, había comida, ropa... Allí podrían encontrar lo que necesitaran para sobrevivir hasta salir de aquel lugar... Sin tomar muchas precauciones se acercó al carro, pasando junto a los guardias y mirándolos compungida.

Hamah empieza a mirar a los guardias, confirmando vuestras sospechas. Están muertos.

Entre los restos del carro ves varios sacos, muchos cuyo contenido está esparcido entre las piedras y los trozos del vehículo. A un lado del carro, entre unas rocas ves media espada que te resulta extrañamente familiar. Caes en la cuenta de que es el arma de la chica que te "salvó" de aquél asqueroso, pero el cuerpo de ésta no está en ningún lado.

Al mirar hacia allí ves una capa que instantáneamente reconoces, puesto que es la tuya.

Durante todos aquellos días de viaje, Zeleste había odiado a sus captores... Había deseado que viniera alguien a rescatarles y los matara a todos. Pero ahora que veía el trágico final que habían tenido, sintió una presión en su pecho. 

Se volvió a mirar a Hamah y una triste sonrisa se dibujó en sus labios. 

- Hemos tenido mucha suerte... - Susurró, acercándose al carro y buscando las cosas que podían salvarse. Entonces sus ojos tropezaron con la capa y brillaron... La cogió con mucho cariño, acariciando la suavidad de su tela, y se la puso por los hombros... 

Hamah asiente, mientras rebusca también entre varias cosas. Consigues salvar muchos de tus objetos personales. Otros están destrozados, como el espejo, que encuentras partido en trozos a un lado de las piedras. Algunas cosas tampoco las encuentras, pero las puedes suplir con los contenidos de otros sacos, como la ropa y similares.

Destaca la ausencia de la antorcha siempreardiente. Hamah te observa y dice, en voz baja.

- Si que hay cosas por aquí. - Mira el estuche de rollos que encuentras. - Mmm. Eso será de Kharcatiff. ¿Para qué lo quieres?

Zeleste se había puesto de rodillas mientras sacaba las cosas. Recuperó sus pergaminos y una sonrisa se dibujó en sus labios. Sonrisa que se desvaneció al escuchar la pregunta de Hamah. Se volvió a mirarlo...

- Es... mio... - Le confesó, sabiendo lo que el chico había comentado sobre los lanza conjuros. En sus ojos violetas se podía ver el temor de su rechazo. 

Hamah te mira a los ojos, mira de nuevo el estuche y, sin decir nada, termina de recoger las cosas que ve por el suelo. En ese momento oyes un ruido proveniente de uno de los túneles cercanos, parecen pasos que se alejan.

El chico centra su atención en el túnel y notas de nuevo las emociones de Simba, parece que ellos también lo han escuchado.

Sin mediar palabra, el joven se levanta y empieza a caminar hacia allí, con cautela. El gato te mira, intrigado por lo que quieras hacer.