Partida Rol por web

Hamah baja la vista, como decepcionado.

- No tardes mucho en dormirte...

Apenas unos minutos después, ya estaba roncando suavemente, con el cuerpo medio caído y los brazos cruzados sobre el regazo.

Simba restriega su cabeza por tu mano, para que le acaricies mientras come y maúlla débilmente.

Antes de ponerse a dormir, Zeleste se acercó a la mujer y comprobó como se encontraba. Escuchó que Hamah ya dormía y le miró, esbozando una tenue sonrisa. 

Tras comprobar que la mujer parecía seguir estable, buscó entre las cosas del carro hasta hallar unas mantas. Con una de ellas la cubrió a ella. Después se acercó a Hamah, intentando no despertarle, y también le tapó con cuidado. Durante unos segundos se quedó mirándolo... Suspiró y se fue a un rincón para recostarse y echarse también a dormir. Dejó que Simba se hiciera una bola contra su pecho y arrebujándose en su manta cerró los ojos.

Duermes horas y horas. El suelo esta duro, pero no tienes frío y no hace viento, por lo que duermes bastante mejor que en la caravana. Además, la sensación de libertad y de haber sobrevivido te permiten tener un sueño reparador.

Notas que Simba se levanta y se va de tu lado durante la noche, parece que solo a juguetear así que vuelves a dormirte de seguida. Cuando finalmente, no sabes ya cuantas horas más tarde, despiertas, Hamah sigue roncando en su sitio, pero la mujer esta despierta, apoyada en un trozo del carro y mirándote. Te sonríe con claro esfuerzo, aunque parece estar mucho mejor.

Con el estómago lleno y la tranquilidad de saber que estaban libres, Zeleste durmió de un tirón. Cuando abrió los ojos tardó en recordar dónde se encontraba. Es verdad... Se incorporó y miró hacia Hamah, comprobando que todavía estaba dormido. Entonces volvió sus ojos violáceos hacia la mujer...

- ¡Oh...! Buenos días... - La saludó en un susurro, acercándose un poco a ella para no despertar al muchacho. - ¿Cómo te encuentras...? -

La mujer sonríe al ver que te despiertas y se acerca pesadamente hacia ti también. Es algo más alta que tu, tiene el rostro sucio pero aun así es bastante mona.

- Bien... - Contesta también en voz baja. - Me habéis salvado la vida, muchísimas gracias. - Mira a Hamah y acaricia al gato, que pululaba por allí.- Habéis tenido mucha suerte. ¿Sabes si ha sobrevivido alguien más?

Su voz es agradable, cortés. Y ella es tan amable como lo fue en la caravana.

Zeleste se encogió de hombros, quitándole importancia, cuando la mujer le agradeció que le salvaran la vida. Es lo que hubiera hecho cualquiera que no tuviera el corazón retorcido por el mal, ¿no? Suspiró y negó con la cabeza tras su pregunta...

- No, no hemos visto a nadie más... con vida... - Le respondió y una mueca se perfiló en sus suaves labios. Ni habían visto soldados ni a los otros prisioneros que tenían. 

Frunció ligeramente el ceño y se atrevió a formular la pregunta que rondaba por su mente.

- ¿Por qué estabas con esa gente tan malvada...? -

Ella asiente pesadamente cuando le dices que no has visto nadie más con vida. Cierra el puño y lanza una maldición por lo bajo. Ante la segunda pregunta se te queda mirando.

- ¿Malvada? - Levanta los brazos, en gesto indiferente. - Si, quizás eran malvados, pero yo soy una mercenaria. Yo no miro qué esta bien o esta mal. En un mundo como este, es una tarea complicada diferenciar un lado del otro. A mi me pagaban por defender la caravana. ¿Me consideras una persona malvada?

Zeleste apartó la mirada, avergonzada por haber formulado aquella pregunta. Se mantuvo unos segundos en silencio y finalmente suspiró mientras negaba con la cabeza.

- Defendiste mi honor, y eso te lo agradezco. No, no creo que seas malvada, pero tampoco eres una persona buena, no tienes escrúpulos... Aunque seas una mercenaria, está en tu poder elegir para quién trabajas o para quién no - . Volvió a mirarla y una tenue sonrisa se formó en sus labios. - No te ofendas por lo que te he dicho. Tan sólo quiero saber si puedo confiar en ti o no... Te hemos salvado la vida y me gustaría que, cuando te recuperes, podamos salir juntos de aquí. Pero si no puedo confiar en ti, nos iremos, dejándote comida y bebida suficiente para que puedas apañarte... -

El gesto de la chica se tensa al oír tus palabras.

- ¿Escrúpulos? Mira, bonita, yo no soy una esclavista ni contrabandista. Yo soy guardaespaldas y defiendo la vida de las personas. En este caso os defendía a vosotros tanto como a mi cliente o a mis hombres. - Se levanta airada, aunque con dificultad y empieza a rebuscar entre los restos del carro. Finalmente saca una espada larga y suspira, mirándote con un gesto algo más calmado. - En cuanto a lo de confiar en mi... El que me pagó salió volando cuando la caravana fue devorada por la arena, imagino que eso rompe nuestro contrato. Yo también quiero salir de aquí y os ayudaré en lo que haga falta.

Vuelve a sentarse a tu lado.

Las palabras airadas de la mujer no harían cambiar de opinión a Zeleste. Estaba claro que ella había decidido, y si eres capaz de trabajar para alguien que se dedica a secuestrar personas y venderlas como si fueran simples objetos, no, no eres una buena persona... Pero prefirió no insistir en ese tema y asintió con la cabeza cuando ella le confirmó que les ayudaría.

- No sabemos dónde nos encontramos... Supongo que seguiremos ese túnel a ver a dónde lleva... - Le informó señalando hacia el pasillo donde la había encontrado. - Cuando te encuentres mejor nos pondremos en marcha... -

Ella asiente.

- Por cierto, me llamo Dhalia. - Te tiende la mano para estrechar la tuya. - La verdad es que todavía me encuentro algo débil. Pero... - Se gira, rebuscando entre las telas del carro. - Me pareció ver por aquí unas pociones... No las cogí por que estaba aturdida... ¿Dónde estarán?...

- Yo soy Zeleste... - Se presentó a su vez, alargando también la mano y estrechando la de Dhalia. Al escuchar que buscaba pociones, se levantó y se dirigió a buscar el pequeño macuto que había recuperado. Lo abrió y sacó una de las pociones que tan celosamente guardaba.

Se la acercó a la mujer... - Aquí tienes, supongo que es lo que estabas buscando... - Le dijo mientras se la tendía.

La mujer coge el frasco, agradecida, y pega un largo sorbo. Cuando se termina el contenido, suelta un suspiro y sonríe.

- Mora... curioso sabor. Muchas gracias.

Se levanta y empieza a colocarse la armadura, intentando no hacer ruido.

- Cuando tu compañero se levante, podemos ponernos en marcha. - Mira a un lado y a otro de la cueva, con las grebas a medio poner. - No sé que seres pueden vivir en este lugar infesto, pero prefiero no averiguarlo.

- De nada... - Zeleste sonrió y dejó que Dhalia se pusiera la armadura mientras iba a revisar los alimentos que habían encontrado. 

Espero que a Hamah no le importe que Dhalia vaya con nosotros. Si hay peligros nos podrá ayudar... Ahora mismo estamos todos en el mismo saco...

Cogió algo de comida y preparó lo mejor que pudo un desayuno. Tenían que comer algo antes de emprender el camino. Miró a Simba y se acuclilló delante suyo, mientras ponía un poco de carne delante suyo.

- Ten... Come algo... - Le dijo mientras le acariciaba suavemente el lomo. 

Hamah despierta con el olor del desayuno. Abre los ojos y empieza a desperezarse cuando ve a la mujer de pie, con la armadura puesta y la espada envainada. Le lanza una mirada hosca mientras se acerca al desayuno.

La mujer lo mira y sonríe de medio lado.

- Será mejor que te bajes los humos, muchacho. Ahora estamos todos en un problema, así que mejor que cooperemos para salir de aquí, ¿entendido?

- Buenos días... - Le dijo Zeleste a Hamah cuando éste se despertó. Miró de soslayo a Dhalia y dibujó una mueca con los labios. 

- Es normal que no le haga gracia que vengas con nosotros... Hasta ayer protegías la caravana que nos llevaba a algún lugar lejano para ser vendidos como esclavos... - Le dijo y suspiró. Sabía que Hamah estaba dolido por todo lo que había ocurrido. Y ella estaba preocupada. Pero les iría bien que Dhalia les acompañara, al menos hasta que salieran de aquellas cuevas. Parecía fuerte y capaz de utilizar ese arma.

- Venga, desayunemos que tenemos que ponernos en marcha... - Dijo, dibujando una sonrisa y alargándole al muchacho su ración de desayuno. 

Desayunáis tranquilamente, cogéis las cosas que os pueden ser útiles, entre ellas armas para tus dos compañeros, y os ponéis en marcha, con Hamah a la cabeza con la antorcha en la mano y Dhalia en la retaguardia.

Avanzáis por el túnel, dejando atrás el lugar donde encontrasteis a la mujer. Tras varias aproximadamente hora y media de viaje, la caverna se divide en cinco ramas diferentes.

Zeleste caminaba en medio, con Simba a sus pies. No sabían a dónde dirigía aquel túnel, pero tenían que continuar adelante y encontrar una salida.

Se detuvo cuando llegaron a los diferentes pasillos. Se acercó a cada uno de ellos, para ver si notaba algo de aire, o alguna cosa que le indicara que aquél les llevaría hacia una salida.

- ¿Por dónde vamos...? - Preguntó volviéndose hacia sus compañeros. Durante todo el viaje se habían mantenido en silencio, y como ella había estado perdida en sus pensamientos, tampoco había sido consciente de ello.

Hamah y Dhalia estuvieron inspeccionando la entrada de los túneles, mirando el suelo, las paredes, escuchando... Deambulan de un lado para el otro, siempre separados, evitándose y sin mirarse. Observan los cinco posibles caminos y los vuelven a repasar.

Tu les imitas, intentando encontrar algo que te de una pista sobre cómo salir de aquí, aunque nunca has sido ducha en esta. En la taberna nunca se te hubiera ocurrido hacer uso de estas habilidades. Finalmente parece que los dos tienen algo. Se colocan en el centro, asienten y dicen, al unísono.

- ¡Es por aquí! - Los dos señalan con el dedo una boca de túnel, desafortunadamente, una diferente cada uno. Por desgracia tu tampoco sabes cuál puede ser la salida.