Partida Rol por web

Dhalia, aunque intenta aparentar que ignora la mirada de Hamah, está claramente picada. Cuando le llega su turno, baja con fuerza la hoja y cercena limpiamente la cabeza de una de las ratas. La sangre le salpica las manos y la armadura.

Envalentonada por su éxito, decide atacar a otra alimaña, pero la mala suerte hace que la espada le resbale de la mano, quedando fuera de su alcance.

- Joder, menuda mierda de suerte...

Zeleste había apoyado su peso sobre la pierna de atrás y estuvo esperando, en tensión, a que volvieran a aparecer aquellas alimañas. En el momento que vio a la primera asomar el hocico extendió las manos mientras pronunciaba las palabras arcanas que harían que de sus dedos salieran sendos proyectiles...

La rata a la que golpeas con los proyectiles mágicos se tambalea un poco, aturdida. Menea la cabeza y al recuperarse te mira con los ojos rojos, llena de rabia. Se lanza al ataque y te clava los dientes en la mano que tenías extendida para conjurar, dejando un buen surco.

Dhalia, ahora sin la espada, aparta a sus enemigos, evitando sus fauces abiertas. Después, se dedica a intentar encontrar su espada mientras no quita la vista de los horrendos seres.

El joven, ahora sin enemigos, se gira hacia donde estás tu y, aprovechando que la rata esta atenta a tus movimientos, se pega a la pared de la caverna para clavarle la daga al bicho en un costado.

Quiere el infortunio que al lanzarse al ataque, golpee con la cabeza una esquina que no había visto, quedando aturdido durante un rato en el suelo, desorientado.

Zeleste apretó con fuerza los dientes al sentir aquel nuevo mordisco. Un sudor frío perlaba su piel y su rostro había palidecido. Pero haciendo acopio de valor empezó a conjurar nuevamente.

La rata que la estaba atacando estaba malherida, así que la joven le lanzó uno de los proyectiles y el segundo hizo que impactara en una de las que estaban atacando a Dhalia.

Las dos ratas mueren ante el impacto de los proyectiles mágicos. La que queda intenta arañar a Dhalia pero ésta la aparta de una patada, justo empuñando su espada y la atraviesa con la hoja de lado a lado.

Tras unos gorgoteos en los que sangre y babas caen al suelo, la bestia muere. Simba, que había estado desaparecido hasta el momento, o habíais estado demasiado ocupados para percibirlo, maúlla desde el túnel del frente, instandoos a seguir.

Hamah parece que se ha recuperado un poco del golpe y se agacha para seguir al pequeño animal. La mujer guarda su arma entre jadeos entrecortados de cansancio y se dispone a seguirte.

Durante unos escasos segundos, Zeleste se quedó mirando hacia los agujeros por si aparecía alguna rata más. Su respiración estaba ligeramente acelerada. Poco a poco fue calmándose y entonces una mueca se formó en sus labios. El brazo ardía... Miró hacia el túnel por el que acababa de aparecer Simba y suspiró aliviada. Durante todo el combate había estado demasiado centrada en él y no sabía dónde se había metido el gato. Aunque lo sentía cerca y por eso no había temido que le hubiera ocurrido algo, la sensación de que alguna de esas ratas le hubieran atacado... Bufff... Menos mal...

Hamah se dirigió hacia el túnel y ella le siguió sin entretenerse. Le dolían muchísimo las heridas pero no podían quedarse parados lamiéndolas porque podían aparecer más criaturas de esas. Se mordió el labio y continuó caminando...

Cuando salís del angosto túnel, pudiendo alzaros por fin de nuevo, dais paso a una enorme caverna. A pesar incluso de vuestra antorcha y de los pocos hongos que quedan en la zona, apenas vislumbráis las siluetas rocosas del techo.

Pero lo que os deja boquiabiertos es lo que hay en el centro de dicha caverna. Una enorme plaza circular, rodeada de columnas de piedra (algunas de ellas destruidas), ocupa gran parte del lugar y, a un lado del círculo de columnas, veis una figura que entre tanta oscuridad se os antoja tan solo una sombra. Parece que gira la vista hacia vosotros, pero al momento vuelve su interés hacia lo que observaba.

No reacciona, permanece impasible a vuestra llegada. De pie, mirando hacia algún lugar más allá de la plaza.

Zeleste deslizó su mirada por la cueva que acababan de encontrar. Sus ojos violáceos se detuvieron en la plaza circular y empezó a caminar hacia ella, hasta que descubrió la figura que se erguía a un lado de ésta. Se detuvo y miró a sus compañeros con la duda reflejada en sus iris. ¿Quién sería? ¿Por qué tras mirarles continuaba a lo suyo y parecía ignorarles? 

La joven caminó unos pasos más hacia delante...

- ¿Hola? ¿Quién hay allí? - Preguntó sin alzar mucho la voz, ya que aquella enorme cueva ya se encargaba de hacer que ésta resonara. 

Os empezáis a acercar los tres. Dhalia a tu derecha y Hamah, con la antorcha, a tu izquierda. A medida que os acercáis notas que la luz de la antorcha disminuye ligeramente, como si las sombras se cernieran sobre ella. Simba, con el pelo erizado, se mueve entre tus piernas.

A unos metros de distancia, la figura oye tu voz y se da la vuelta con parsimonia. Y ahora lo ves bien. No era la oscuridad lo que hacía parecer una sombra a la figura, es que la figura es una sombra en sí. Su negra piel es apenas visible en la oscuridad del casco y parece que flotara en el suelo, aunque vez claramente unos pies apoyados en la tierra.

Dhalia hace el gesto de ir a por su espada pero los ojos del ser, que refulgen en un color blanquecino, se fijan en ella. Su voz retumba en la sala, hueca y potente a la vez.

- No es necesario. No tengo interés en atacaros. - Luego te mira a ti. - Mi nombre poca importancia tiene aquí, pero me llamo Marius.

¡Umbra...! Zeleste se detuvo al reconocer la clase de criatura que tenían delante. Sus ojos se abrieron como platos y sus labios se entreabrieron en una expresión de sorpresa. Gilean le había hablado de ellos, pero nunca había creído encontrárselos. Hasta hacía poco su vida había sido monótona y tranquila, y en las últimas semanas había cambiado tanto, que no paraba de ir de sorpresa en sorpresa. 

- Mi nombre es Zeleste... - Le dijo tras mojarse los labios con la punta de la lengua. Sabía que los umbras no eran criaturas de las que pudieran fiarse, pero en aquel lugar no tenían otras opciones.

- Estamos buscando cómo salir de aquí... ¿Podríais... ayudarnos? - Preguntó con un tono de voz suave pero firme. 

La sombra, sin hacer caso alguno a tus muestras de sorpresa, te mira fijamente y parece sonreír debajo del casco. Sus ojos brillan por un segundo.

- Podría ayudaros, sí. Pero, ¿qué conseguiría yo a cambio?

A pesar de la pregunta, da muestras claras de que sabe lo que podéis hacer por él.

- ¿Qué es lo que quieres? - Zeleste, viendo que ninguno de sus dos compañeros daban muestras de querer interceder en aquella conversación, dio un par de pasos hacia adelante y clavó sus ojos violáceos en los de Marius. Quería ir al grano y prefería decir las cosas directas a ir dándole vueltas a lo mismo. Estaba claro que sin ayuda nunca podrían salir de aquel lugar... Todo eran túneles y túneles y sin continuaban caminando sin conocer su destino acabarían perdidos en aquel lugar...

La figura se gira y comienza andar de una forma extraña, como si flotara, hacia lo que parece ser una de las salidas de la caverna, atravesando la plaza.

- Sígueme. - Es lo único que dice.

Dhalia empieza a andar, obedeciendo, pero Hamah te coge del brazo y te mira fijamente, con sus ojos azules brillando bajo la antorcha.

- ¿Crees que podemos confiar en él?

Zeleste se disponía a seguir a la umbra cuando sintió la mano de Hamah sujetándola para retenerla. Se volvió hacia él y negó con la cabeza.

- No... No es de fiar... Pero no tenemos otra opción... - Le dijo en un susurro e intentó sonreír para darle ánimos. Aunque la verdad es que la joven estaba asustada. Le dolía horrores los mordiscos y era consciente de que si seguían a ciegas en aquellos túneles podían no salir con vida...

Se soltó del brazo del joven y empezó a caminar detrás de Dhalia. ¿Qué hace aquí...? Se preguntó sin apartar sus ojos violáceos de la espalda de aquella criatura. ¿Qué querrá de nosotros...?

La figura llega a un pasillo largo y cuadrado, claramente manufacturado. El lugar, a medio camino, esta iluminado por una luz amarilla, como si el mismo sol lo alumbrara, cosa extraña pues la humedad y el aire viciado siguen notándose en el ambiente.

El umbra levanta la mano y señala hacia el final del pasillo.

- Hacia allí, atravesando varios pasillos, hay un antiguo templo. En dicho templo se encuentra un objeto arcano, un objeto que deseo... - Las palabras se mueven como susurros al mencionar dicho artefacto. - Si lo traéis, os ayudaré a salir. Si por casualidad, os diera por quedaros con el objeto, tened por seguro que moriréis en el Anauroch.

La criatura se gira para observarte con sus brillantes ojos.

Zeleste había estado mirando en la dirección que le indicaba la umbra mientras su voz llegaba arañando su conciencia. Cuando éste terminó de hablar, la joven se volvió y clavó sus ojo violáceos en los de la criatura.

- ¿Qué clase de peligros entraña ese templo para que no podáis ir vos mismo a por ese objeto? - La joven deseaba salir de aquel lugar, pero Gilean ya le había explicado en su día que los umbras no eran de fiar. Era posible que en aquel lugar hubieran peligros que les superara...

Le mantuvo la mirada sin temor alguno. Aunque por dentro se sentía como una gelatina, no permitió que ese temor traspasara sus defensas.