TURNO 6

De no haber sido por la presencia de los dos gigantes la moral de los orcos se hubiese venido abajo tan seguro como que era de día. Puede que no hubiesen huido aterrorizados, pues ninguno de ellos era un guerrero bisoño, pero a buen seguro no hubiesen llevado a cabo lo que estaban a punto de acometer.

Davros  había limpiado la zona a su alrededor tan eficientemente que pronto se hicieron visibles los espacios para aproximarse al gigantesco bárbaro. No sin riesgo, uno tras otro los orcos comenzaron a presionar a los que se encontraban delante y en un abrir y cerrar de ojos Davros y Jeldrich se encontraron con varios enemigos encima, lanzando terribles estocadas con sus gigantescas hachas. En más de una ocasión los mellados filos encontraron la carne en las desprotegidas piernas del bárbaro haciéndole brotar chorros de sangre como si de una fuente de varios caños se tratase. El método de ataque de los orcos se asemejaba mucho al que habían utilizado para cortar los mismos árboles con cuyos troncos se había levantado el pequeño fuerte. Estocadas directas de abajo a arriba justo en las rodillas.

Mientras tanto, aprovechando que las torretas de vigilancia permitían ponerse no sólo ya a la altura de la cabeza de Davros sino también saltar al otro lado, varios orcos tomaron las escaleras de mano y se apresuraron a subir a las plataformas. Dos de ellos, tuvieron el tiempo suficiente para descolgarse al otro lado de la empalizada, lejos de las estocadas de Davros. Sin embargo, uno de ellos, quien había dejado sobre la plataforma de vigilancia a un compañero descabezado, tuvo la mala fortuna de toparse en su descenso con la afilada hoja de Vishna, la cual se coló sin dificultad por debajo de su cintura e insertándose profundamente en la ingle.

- ¡DAVROS!- Por un momento la porta-antorchas pensó que su amigo había perdido la razón. Tal era el impacto que causaba la manera de luchar del bárbaro en la bardo que casi le daban ganas de vomitar. Convertía en papilla sanguinolenta todo lo que se ponía en su camino, una verdadera picadora de carne. El combate no daba a pie a reflexiones mucho más profundas y, en cuestión de segundos, Onga tenia a un orco encima. Le pinchó con Vishna aunque comparado con los ataques de sus compañeros no parecía más que un ataque de advertencia, como si quisiera decirle un "no te atrevas a tocarme". A pesar de saber que Hagen venía a por ellos era evidente que tendrían que resistir allí un tiempo. Su dulce voz comenzó a resonar a su alrededor, una cancioncilla que aprendió de uno de los viejos libros de su padre que relataba la peculiar relación etre enanos y gigantes, nada más apropiado para lo que veía en el campo de batalla.

SOMOS LOS GIGANTES

TAN FUERTES, TAN GRANDES,

CON PASOS TAN LARGOS,

Y SALTOS TAN ALTOS,

LLEGAMOS MUY PRONTO

Y DORMIMOS COMO UN TRONCO.

SOMOS LOS ENANITOS

TAN MENUDOS, TAN CHIQUITOS

SALTARINES, CORRETONES,

TRAVIESILLOS, JUGUETONES

A LOS GIGANTES DESPERTAREMOS

Y A ESCONDERNOS CORREREMOS.

Las vibraciones provocadas por su voz reverberaban en el medallón que colgaba de su cuello de cisne. Tal era la sensación que provocaba su canto que erizaba el vello del cuerpo. Hasta ella se sentía envalentonada y capaz de cargarse al orco que se encaraba a ella.

¡ERGAMIR SMOR! ¡ERGAMIR SMOR! - Los gritos del pequeño explorador goblin alertando del ataque contra el campamento era algo que se había postergado por mucho tiempo; demasiado tal vez. Sin embargo, ningún orco, ni siquiera el Gran Muzhal se había planteado que aquella situación pudiese darse con un ejército mayor que la población de Crímmor rodeándole. Pero había ocurrido y allí estaba él, el pobre Xyzmir, corriendo para salvar su vida, pues sabía que, pasara lo que pasase, una vez el combate hubiese cesado y apareciese el cadáver del Gran Muzhal, se desataría una pelea por el poder y él poco podría hacer en ella sino morir como una rata.

El enano se giró y vio como ninguno de sus compañeros corría. El rostró se le congestionó al ver que era el primero en correr y que ninguno le adelantaba. ¿Cómo podía ser el primero en huir? Incluso la niña luchaba con ahínco con un horco que le hostigaba. El nuevo también parecía ayudar en lo que buenamente podía. No era un diestro guerrero, pero si de espíritu. Por su parte, Davros llenaba el suelo de rojo carmesí, como si de un lienzo se tratase. Su espada dibujaba arriba y abajo trazos casi perfectos. Sus enemigos parecían estatuas de gelatina. Casi no podían parar ninguno de los golpes de Davros, no eran rival. No tenían ni una oportunidad contra tan diestro enemigo. Los miembros cerciorados volaban y caían al ritmo que marcaba sus manos. Y pensar que Kormack y su escudo habían estado varia delante de tan brutal enemigo, aquella vez tuvo suerte, el asesino que dormita en él, no tiene la sangre fría que tiene el sereno. Sin duda, el que hace que sea letal. 
El enano ni corto ni perezoso dio un paso lateral clavando el hacha en la costillas del orco. Un golpe en la nariz con el escudo pillo desprevenido a su enemigo, este golpe levantó todas sus defensas. El último golpe acabó alojado en uno de los pulmones. Al extraer el hacha solo podía contar un rival muerto... Sólo pudo mirar con impotencia a la niña sin poder abrir la boca. -Voy a porrrr el gigante. Nio te metas en líos...- dijo a Ogna agarrando el hacha con fuerza.

Losse no imaginaba el torbellino de destrucción que Davros iba a generar tras su ataque. Los enemigos caían como espigas bajo la hoz de un segador. Pero, a pesar de ello, el ingente número de enemigos estaba dejando huella en el bárbaro. Tenía un ataque prodigioso pero, a cambio, sus defensas no podían ser tan poderosas como las de Kormack, quien ahora avanzaba a hacer frente a Glombro, el gigante al que le había caído un frasco de ácido hacía unos instantes.

Jeldrich también luchaba con gran valor, aguardando de que las heridas de Davros no cobraran más importancia, algo que, sin duda, marcaría el devenir de la batalla. Y, entre toda la algarabía y gritos de esas bestias, emergió la aterciopelada voz de Ogna, cuya música volvía a inspirar, como siempre, a sus aliados. De pronto Losse se centró únicamente en Spujnur y en aquel gigante que portaba dos de sus flechas en la espalda. El tiempo pareció detenerse por unos segundos, los necesarios para insertarle otras dos flechas más que le sacaban de su concentración y permitía que sus defensas bajaran para dejar que Davros acabara con su vida. Pero bajo los pies de la muralla, algo distrajo a Losse. Uno de los trasgos comenzaba a huir y, probablemente éste diera la voz de alarma. El explorador quiso acabar con la vida del gigante para después centrarse en esa escurridiza alimaña pero, quizás agobiado por la escapatoria, su último disparo erró.

Dos golpes, tan sólo dos golpes había recibido mientras estaba totalmente rodeado. No era mala proporción, pero no podría aguantar mucho más si no seguía reduciendo el número.

Trató de acabar lo que Losse perseguía, tumbar a Elbro, pero por dos veces erró. Debía estar atento a todas las armas que tenía alrededor, y eso provocó que su nuevo mangual no alcanzara su objetivo.

No debía ser así, debían estar ya lejos de el campamento, pero Davros se veía totalmente rodeado de orcos, el gigante tras ellos y otro que llegaba a continuación.

Las fuerzas flaqueaban, una ocasión más para recordar en los días futuros o para ser recordado en las canciones...

A pesar de los dolorosos aguijonazos que recibía en su espalda, Elbro seguía presionando hacia adelante, hacia el único enemigo que podía alcanzar y sobre el que veía cómo sus golpes comenzaban a hacer mella. La sangre de su enorme corazón era bombeada con fuerza, resonando sus latidos en la cabeza del gigante aislándolo del ensordecedor ruido del combate que se desarrollaba a su alrededor.

El trozo de árbol endurecido que utilizaba como arma voló por encima de las cabezas de los orcos impactando de nuevo en el costado izquierdo del bárbaro,  justo por debajo de la rodela. Aunque no fue un golpe muy fuerte, hecho que permitió a Davros esquivar el segundo ataque dirigido hacia el mismo lado, sí que arrancó una dura protesta entre dientes cuando el aire contenido en sus pulmones hubo de salir forzosamente por su boca a fin de mantener el resuello.

De pronto, la vibración de una enorme pisada por detrás de él acabó alertándolo de la presencia del segundo gigante. Lo había visto saltar por encima de la empalizada por lo que supuso que sus embestidas no tardarían en llegar, como así fue. El hecho de encontrarse preparado contra aquellos que podían propinarle los golpes más demoledores, le valió al bárbaro para salir medio bien parado de ambos golpes. Glombro no estaba tan debilitado como su hermano;  si bien el primer ataque pudo ser esquivado el segundo llevaba tanta fuerza que cuando Davros trató de detenerlo la gran clava acabó apartando a un lado el mangual y terminó impactando de lleno contra su cara con su rugosa y áspera superficie. La sangre comenzó a manar a mares de su nariz, rota por multitud de partes, y por dos heridas dejadas en la frente que aunque no eran profundas sí que dejaban escapar gran cantidad de sangre.

TURNO 7

Sombras difuminadas se movían alrededor del bárbaro a toda velocidad. Podía escucharlos moviéndose de un lado a otro, gritando enfurecidos por la irrupción del grupo de aventureros en su campamento y por la muerte de su líder. Las hojas de sus grandes hachas volaban de un lado a otro haciendo saltar grandes lascas de carne a sus castigadas piernas. Davros sólo podía apretar los dientes y resistir, aguardar a que de nuevo un chorro de energía curativa llegase desde las manos de Jeldrich como ya había hecho anteriormente. El escozor en los ojos, debido a la sangre y al sudor mezclándose de forma inmisericorde para castigar aún más al bárbaro, hacía que este no pudiese abrirlos del todo. No obstante, tal y como había indicado Ogna, la figura alada cayendo en picado desde las alturas ya era visible sobre sus cabezas.

Hagen descendía a gran velocidad con las alas pegadas a lo largo de su cuerpo y las patas encogidas para hacer que su imponente figura cortase el aire de manera más eficiente. En efecto todos distinguieron la gran soga que éste llevaba atada a su montura en previsión de lo que debería ser un rescate arriesgado. Pronto tendrían al hipogrifo encima de ellos y su pasada sería tan rápida que más valía a aquellos que intentasen asirse a la cuerda el estar preparados, pues seguramente el tirón sería tal que los arrancaría de forma literal del suelo que pisaban en ese momento.

Davros sufría golpes por todas partes sin que Ogna pudiera ayudarlo. Era su "secretkeeper" y no iba a permitir que muriese allí. Dio gracias por tener a Jeldrich en el grupo pues sin él, su amigo ya habría sucumbido.

- ¡Aguanta Dav!- Gritó en un acto desesperado mientras rebuscaba algo en su bolsa de componentes. Pero fue en su extraordinario cerebro hiper-desarrollado donde encontró la idea. Ya lo había hecho antes con gran éxito. Bueno, no había sido para tanto por un pequeño error que había cometido, pero sabía que podía funcionar. Se alejó aún más de la refriega buscando una posición segura tras un árbol y desde allí comenzó a mover las manos rítmicamente y a entonar una cancioncilla, oculta entre la que ya estaba cantando sobre gigantes y enanos. De la punta de sus dedos salieron unos hilos plateados que se hicieron con el cuerpo del enorme gigante llamado Glombro.

¡TE TENGO!- Estaba excitada como pocas veces había estado en un combate. ¡Podía controlar a Glombro como había hecho con Muzhal! Pero esta vez no iba a cometer el mismo fallo. Iba a machacar orcos antes de acabar con su propia vida.

El gigante ileso es mío.- Susurró y mágicamente sus palabras llegaron al oído de Davros y Losse.

- ¡No dejéis que se acerquen a mí!

Las voces, tanto de los miembros del grupo de aventureros como las de sus oponentes, se apagaban convirtiéndose en ecos distantes a medida que el explorador goblin se alejaba más y más del improvisado campamento donde el cuerpo del Gran Muzhal aún seguía caliente. Xyzmir no tenía nada que hacer allí. A medida que sus pequeñas zancadas lo alejaban del combate su voz cobraba más fuerza, su tono se volvía más agresivo y su mirada más fiera. Las llamadas de auxilio exhortandos a sus compañeros a volver la mirada hacia Fuerte Bueno se hacían más apremiantes adoptando la forma de órdenes. Fue así como gracias a un insignificante goblin varios orcos que habían permanecido en los alrededores del establo en llamas se percataron de lo que sucedía más al sur. Las noticias de la incursión del grupo de aventureros no tardarían en llegar a las posiciones más rezagadas de la ofesiva contra Crímmor, puesto que gran parte de la tribu del escalofrío aún permanecía en el interior de los edificios del fuerte. 

El enano acababa de acabar con uno de sus enemigos, pero sólo veia a Davros atacando. Aunque también le veía recibiendo de lo lindo. -Así no se defiende... ¡NO-SE-ÑOR!...- decía protestando. Además se sentía como al típico crío que echas del combate cuando la cosa se ponía difícil. Estaba dolido y se sentía desplazado. Creía que era una estratagema para correr y huir del combate, pero sólo era una sucia estratagema del asesino para lucirse en el combate y conseguir halagos. Eso no iba a suceder si no lo impedía el enano. Kormack corrió hacia el orco que estaba junto a Jeldrich. -¡Quita de aquí!- dijo enfadado al nuevo. Su hacha se clavó en el gaznate del orco. -Dile a tus amigos que hay un enano en la MIERRRRDA de poblado que vivís. VENIRRRR A PORRR MÍ.- gritaba malhumorado...

Contra todo pronóstico Davros había fallado sus anteriores ataques al gigante que había quedado a su merced. Losse no podía dejar que Elbro siguiera más tiempo con vida y sus dos últimas flechas certificaron su muerte, atravesando finalmente su garganta mientras alzaba su gran clava para asestar otro golpe más al bárbaro del grupo.

Durante un breve instante el iniciado en la Orden del Arco se detuvo para analizar la situación. Junto a la torreta, uno de los orcos que rodeaba a Davros había sido ya alcanzado por las armas de sus compañeros y tenía la certeza que si una de sus flechas le alcanzaba, éste sería enviado al mundo de los muertos. Efectivamente, el dúo que formaban Losse y Spujnur finiquitó al orco y eliminó un enemigo más que pudiera dañar de nuevo a Dav.