Partida Rol por web

Knhoss volvió a la superficie de Albur justo a tiempo para ver cómo Ghiskhaft concluía la última página del libro que pensaba obsequiarle a Él. Sonriendo, se acercó a su Menor, para felicitarlo. El pequeño estaba haciendo mucho por el mundo, y este don que había otorgado a los Kohiri marcaba el inicio de su tiempo en la creación. A partir de ese momento no todo sería encontrar el mejor modo de sobrevivir. A partir de allí, las almas de los seres racionales también tendrían su alimento. Más su tarea recién comenzaba. Vendrían otros que también necesitarían ese maná. Y cuando vinieran otros, deberían convivir en armonía, mantenerse unidos, respetándose entre razas.

Knhoss sabía que ello dependería en gran medida de la tarea que tenían por delante con Ghiskhaft, más no estaban sólos. Su corazón se sintió aliviado al reparar en Ailnor. Á había provisto al mundo de uno de sus hijos, quien sería el encargado de mantener el equilibrio y de impartir justicia.

-Mira Ghiskhaft. Contempla el mundo en su estado más puro. Aún no hay odios ni rivalidades. Más no falta mucho para que empiecen a notarse. Llegará un momento en el que, si no intervenimos para prevenirlo, las criaturas se volverán unas contra otras y de tanta belleza sólo surgirá la destrucción. No sólo debemos alimentar su sed de conocimiento. También deberemos enseñarles el valor que tienen el respeto y la amistad.

Apenas había acabado de pronunciar esas palabras, cuando una explosión terrible los sacudió a ambos.
Por un instante, quedó ciega y sorda. Nada se podía percibir en el fulgor que aún quedaba en Albur. Mas ese instante pasó y sus ojos vieron que su primera creación, ese lugar tan sagrado destinado a satisfacer un propósito ulterior, había sido arrasado por su hermano menor, el más caótico, el más envidioso.

Amargas lágrimas surgieron de sus ojos. Más ella era la Diosa de la Sabiduría, la Diosa de la razón. Así que mientras su corazón se entristecía por la vil obra de Yradakos, su mente comenzó a trabajar para restituir aquello que había desaparecido de los confines de Albur.

-Dharma no será destruída. ¡Yradarkos, te has vuelto ambicioso y eso no lo toleraré!-

Su voz resonó a lo largo y a lo ancho del mundo.
 Sus manos comenzaron a tejer hilos invisibles. Una luz ambarina y cálida la rodeó. Las gemas que componían la corona que Korag le había obseqiado refulgían en una gama de colores irisados, nunca antes contemplados en esa tierra.
Poco a poco, los átomos volvieron a agruparse, y volver a la posición en la que se encontraban originalmente. Suavemente, como danzando, la materia volvió a tomar forma, se fue coloreando, y poco a poco, los Picos del Principio volvieron a aparecer en el horizonte de Albur.

Más la Diosa no concluyó allí su tarea. Todo debía volver a estar como antes, incluso el desierto y la muralla de huesos que allí existían. Ella no era dueña de la obra de Yradarkos, no intentaría arrebatarle su creación.
tras mucho esfuerzo, la isla de Dharma volvió a ser lo que era. Mas la Diosa quedó agotada y regresó a su hogar, en el éter, sin poder apreciar las demás maravillas que sus hermanos habían creado.

El influjo del terrible poder de Yradrakos, el Señor de la Destrucción, había barrido la Isla de Dharma buscando hacerla suya en su totalidad. El calor, el poder, se replegó en si mismo ante los deseos de Khnoss, no menos poderosa en su Divinidad, por ser la Primera, quien restituyó la Isla a su forma original.

Por años los Kohiri miraron los cielos asombrados, pues un terrible caleidoscopio de color había teñido la cúpula celeste y se rehusaba a ir, vestigio de las fuerzas enfrentadas.

Aún tiempo después, a veces, los amaneceres se llenan de estas partículas de magia, iluminando el cielo con la Furia de Yradrakos y la Barrera de Khnoss, en un despliege de color sin igual. Y cuando el cielo está claro, por las noches, puede verse allí arriba, hacia el norte, una cicatriz ocre en el cielo donde los Dioses combatieron por primera vez... algunas Razas la llamarían el Camino, otras una Vía Celeste, pero los Kohiri guardarían siempre en sus corazones el temor a la Cicatriz.

Arezos compemplo la creacion desde lo alto, comenzaba la rivalidad entre dioses y especies superioriores y otras inteligentes comenzaban a poblar Albur, ajenas a las tramas y conspiraciones de cada Dios.

El Dios del tiempo sonrio como el que ve un juego desde lejos, disfrutando del espectaculo, el futuro estaba llegando y traeria grandes avances... Pero aun no era el momento, asi que simplemente siguio observandolo todo.

Fin del Turno 4, Primera Edad

Comienzo del Turno 5, Primera Edad

turno 5

Creo un portal en 29,5 (el medio de la puas de hueso)

En lo alto de su templo Yoonel contemplo de cerca la explosión creada por su dios, la cual fue tan destructiva que convirtió las grandes y poderosas montañas en meros remolinos de polvo. La nube de cenizas, tan grande como el propio Skragg, se alzaba en el cielo aterrorizando a todo ser que la veía.

Cuando por fin el ruido acabo y las cenizas empezaban a caer Yoonel se dispuso a completar su parte del plan, extendiendo el desierto blanco al que llamaba su casa con la satisfacción que se siente cuando un plan sale bien. Pero en ese momento todos sus planes acabaron cuando Knhoss llego, y con el mismo poder que Yradarkos utilizo para destruir, ella lo utilizo para revertir todo lo hecho a su estado anterior.

Yoonel se enfureció a esta intromisión. ¿Quien era ella para deshacer todo su trabajo? ¿Acaso ella estaba haciendo algo con la isla? Yoonel sabia muy bien que en el último milenio el único habitante había sido el.

Pero no importaba, sus planes no se retrasarían por un pequeño contratiempo, y el Gran Dragón ya se había preparado para una posible intervención de la diosa. Así que con una ultima mirada a las montañas al norte, Yoonel extendió sus sentidos para abarcar todo el desierto, hasta la última mota de hueso pulverizado que lo formaba y que en el fondo seguía siendo una parte del Dragón, y de repente... desapareció.

Observo las criaturas que habían creado los otros dioses con fascinación. Sin duda sus poderes eran inigualables. Sentía admiración por aquellos que habían creado cosas tan bellas.

Mi madre guiaba a algunas, conviviendo entre ellos mientras yo observaba y aprendía. Me sentía perdida sin su compañía y sola. Motivo por el cual no me alejaba demasiado de donde ella se encontraba. Pero mi curiosidad iba mas allá.

Con delicadeza me siento como india entre medio de los arboles que habíamos creado. Su aire y su calma me brindaban una paz inmensa.

Comencé a dibujar en la tierra con mis dedos. Sin nada definido y sin prestar atención. Pero aquellos arabescos comenzaron a tomar forma. Abrí mucho los ojos al ver el dibujo final. Eso era...lo que necesitábamos con mi Señora.

Me puse de pie rápidamente, y comencé a recolectar cosas de la tierra. Piedras de color celeste. Piedras de color rojo. Hojas finas. Piedras filosas. Iba a intentarlo.

Volví a sentarme frente a un árbol y arme un pozo de tierra, haciéndole una corona alrededor. Poniendo todo adentro. Apoye las manos con suavidad sobre los materiales y cerré los ojos.

-Su piel sera dura como la roca...sus ojos serán tan brillantes como el sol... Sus alas serán ligeras y perfectas como las hojas. Seras la criatura que viva en Neltheros... y pronto conocerás el motivo de tu creación...mis pequeños Dracos Menores...-

Susurro con suavidad mientras comienzo a tejer los hilos a partir de aquellos elementos recogidos. Como habíamos hecho con mi Madre. Poco a poco fueron tomando forma. Me sentía emocionada. Eran las primeras criaturas que creaba a pesar de no tener consciencia serian mías. Me sonreí.

Cuando la criatura comenzó a crecer, me puse de pie. Danzando a su alrededor para poder crearlas. Un rugido salio de ellas cuando estuvieron listas. Apoye mi frente sobre su lomo. Agitada y agotada. Pero satisfecha. Acaricie su piel, antes de guiarlas hacia donde estaba mi madre.

Me situé frente a ella haciéndole una reverencia. Mientras mis animales me imitaban.

-Madre...ellos son los Dracos Menores... Serán los animales de carga y transporte de Neltheros...-

Le susurro con suavidad, levantando la vista para observar la expresión de aquella diosa que me había creado. Esperaba su aprobación. Estaba nerviosa y algo insegura. Pero dentro mio sentía que iban a gustarles. Eran criaturas fuertes y leales.

Podría haber sido peor... ah, me olvidé de sumarle el +2 por quedarme con 5 pts el turno anterior.

Total en este turno: 9 

Y lo que aquel guerrero Kohiri vió aquella noche lo maravilló y sobrecogió al mismo tiempo...

Aquel día había salido con sus compañeros de manada a cazar en Tierras Lejanas ya que seguían a una manada de ciervas hasta que fuera la época de cría par apoderlas cazar más fácilmente, pero... Una mañana se encontraron ante una criatura que no habían visto jamás, una especie de lagarto gigante que los persiguió y los mató a casi todos, menos a uno que consiguió dejar atrás a aquella bestia.El era uno de los mejores guerreros de su estirpe, incluso de su raza y poseía unas patas capaces de alcanzar velocidades incluso más rapidas que el vuelo de un ave rapaz en picado.

Pudo refugiarse en un bosque, y decidió seguir el solo con la cacería ya que su honor estaba en juego delante de todo su pueblo.Decidió seguirlas y viajó muy hacia el sur, hasta los límites de una jungla y allí izo su campamento. Pronto se vió sorprendido por una tormenta que el no pudo preveer en las estrellas de los cielos las noches anteriores

Confundido y asustado corrio a buscar un refugio, pero un estruendo invadió toda la zona y sobrecogido miroó al cielo y vió una imagen maravillosa y apabullante

Una criatura nadando en aquella tormenta, allí arriba en el cielo, que cuando coleteaba esparcía rayos por doquier en aquella tierra alejada de cualquier vestigio de razón

Á descansó, llevado por las corrientes. Había despertado de un largo sueño, y veía como sus Hijos iban creando, formando, existiendo a través de la Vida, la Muerte.

No era raro, claro. Ese espíritu creador era suyo, era su hálito divino insuflado en cada uno de ellos. Las nubes se enredaron en sus dedos, mientras ocioso contemplaba el asunto durante 30 días.

Pero faltaba algo, algo que había soñado en su celeste descanso. Y Eria, la pequeña, encadenada Eria, parecía haber notado un atisbo de ese sueño. Pero el sueño, la vívida creación de Á que existe en todos los planos, era suyo y suyo solo, nadie podía hacerlo en su lugar.

Entonces se deslizó, una bruma invisible incluso para los Dioses. 

Tomó de Ailnor una pizca de carne, esencia física del cuerpo de un Dios en envoltura terrena.

Tomó de Aildor una de sus plumas, que le permitían ser el más veloz de los dioses.

Tomó de Arezos la capacidad de razonar lo imprevisible.

Tomó de TocToc la capacidad de narrarlo.

Tomó de Él la capacidad de mantenerlo en silencio.

Tomó de Jeldhor el ansia de sentir el viento en la cara.

Tomó de Shenkis el hálito vital.

Tomó de Eria la creatividad y la solidez.

Tomó de Khnoss el conocimiento de todas las cosas.

Tomó de Ghiskhaft la curiosidad por este conocimiento.

Tomó de Kraag la dureza y permanencia.

Tomó de Korag la capacidad de crear.

Tomó de Pyaray el coraje de no conocer el miedo.

Tomó de Karak la ira y la fuerza.

Tomó de Yradrakos el conocimiento de la Muerte.

Y finalmente, acercándose a Yoonel... tomó la forma.

Sobre Skraag, entre sus vapores eternos, Á tomó las piezas. No trazó designios, ni hizo pozos, ni las unió como rompecabezas. Simplemente lo quiso, y así creó a sus últimos Hijos.

Pero les faltaba algo, les faltaba el nombre. Entonces Á descendió por la innumerables cavernas y recogió las piedras vivientes de Korag, brillantes en su mano, susurrantes en su oído.

Con un dedo, talló en cada una un Nombre, un Nombre Verdadero, y así las llamó y las reconoció. Y en cada uno de sus nuevos Hijos embutió una piedra, como su Alma, y nacieron los Dragones.

Y los Dragones despertaron, los ojos brillantes con el calor de las gemas de Korag. El Gran Á bajó entre ellos, y les enseñó el habla. No el habla común de los niños, los mortales, sino el mismo lenguaje de los Dioses. Así los Nombres fueron dados, y las cosas del Mundo nombradas; y con el conocimiento de esos Nombres, ese lenguaje, pudieron cambiar el Mundo.

Como puedes ver me he liado un poco con el modificador xD. No hagas caso a los resultados, la tirada es 4 y 3+2= 9 Antes de hacer el turno, esperare a que me lo des por valido o si debo de repetir la tirada para hacerla bien.

Por cierto ¿que tengo que hacer para que me regales un dragon? xD.

Eso me costaria los puntos de un Evento? Si es asi, no, que son muchos puntos y los pobres Tal-Kohiri llevan casi un milenio buscando su casita xD. Si no... cualquier cosa es bienvenida xD. Y claro que tienes la parte que quieras xD. Incluso un Dragon podria ser el que lleve los escritos o las historias a los historiadores de la ciudad, ellos si que forman parte de Albur xD.