Partida Rol por web

Resoplo cuando me pregunta por mi vida anterior.- Era profesor, enseñaba a los niños a leer y a contar y porque esta mal bebe su orina sin filtrarla antes... A las mujeres de mi tribu les gustaban mas los guerreros valientes y los cazadores. Un dia llebaron los esclavistas, lo arrasaron todo, quemaron todo... Habia una niña de ocho años en mi clase, vi lo que querian acerle y salte encima sin pensar. No me mataron porque pensaron que podian venderme a buen precio... si, si soy tonto. Me deje coger como si eso fuera a cambiar las cosas....

Escucho sus palabras y las imágenes desfilan ante mis ojos. Su relato me entristece, nunca me había puesto a pensar en el pasado de un esclavo... era una sensación nueva para mí. También me asombra descubrir que en las tribus exista gente culta.

Ya veo por qué mi padre me trajo a este entre tantos que podría haber elegido. No es un esclavo cualquiera. Es instruido, aunque un poco tosco. Y ha conocido los aspectos más oscuros del mundo.

-No te sientas tonto por hacer lo que creías correcto. Quién sabe, tal vez sí estás cambiando las cosas.- Mi espíritu festivo había quedado relegado a un lado. Por primera vez en mi vida, ví Harold, y en él a todos los esclavos que había conocido, como un ser humano, con anhelos y sentimientos como los míos y el estómago se me hizo un nudo. -Siento las cosas feas que te dije hoy. Trataré de no ser tan desagradable de ahora en adelante.

Alli, bajo la mesa, me sentí junto a un igual. La sensación duraría lo que tardara en volver a la sociedad, pero en ese momento, a mis ojos, Harold era tan libre como yo.

- No eres desagradable.- le digo con una sonrisa y sin pensar si es apropiado le hago cosquillas como si fuera una niña pequeña.- Deja esa cara tan seria, es TU fiesta de cumpleaños, deberias salir y bailar, pasartelo en grande. Puede que tu principe azul aparezca y no se le ocurra mirar bajo la mesa.

Bromeo con ella, es solo una chiquilla pero no tiene culpa del mundo en el que vivimos, lo hace lo mejor que puede. Viendo la familia que tiene me parecer increible que sea tan sensata.

Las cosquillas me tomaron por sorpresa. La risa afloró sola, transportándome al menos diez años atrás en el tiempo, cuando mi padre solía hacerme reir de esa forma. Lejos de sentirme molesta, disfruté la sensación de volver a sentirme pequeña, cuando el mundo era simple y no había necesidad de medir cada una de las acciones. -¡Basta ya Harold! que me harás llorar de la risa.

El momento pasó, pero los restos de alegría aún brillaban en mis ojos.

-Creo que tienes razón. Debo volver allá afuera. Si mi madre ha notado mi desaparición, podría armar un gran escándalo, sin importarle lo que comenten mañana en la prensa rosa. Cuando desees retirarte, hazlo. Ya conoces dónde quedan tus dependencias, pero si necesitas ayuda, busca a alguno de los otros esclavos que te guiarán.

No sentía verdaderos deseos de abandonar el refugio de mi esclavo, pero la fiesta era por mí, así que volvería a representar mi papel, aunque me encontrara cansada de la impostura.

Con cuidado, me asomé por debajo de la mesa, volví a colocarme los zapatos y acomodé mi vestido antes de volver a mezclarme entre los invitados. Al parecer, nadie había notado mi ausencia.

Me asomo y la miro desde el suelo, con el mantel sobre la cabeza.- ¿Puedo quedarme aqui?.- pregunto sin ganas de salir, como si aun fuera un niño. No me siento a salvo en otro lado, con toda esa gente enloquecida por el sexo por todas partes.

-Puedes quedarte todo el tiempo que quieras- A pesar de lo grande y atlético que era, Harold se veía indefenso, apenas asomado por debajo del mantel. Qué duro debe resultarte esto querido esclavo. Hasta esa mañana jamás creí que podía llegar a sentir afecto por un esclavo, pero el contacto con Harold, mas las emociones del día habían hecho estragos con mi orgullo. Lo único que falta, es que termine siendo como Cath. Lejos de repulsarme, lo irónico de la idea me divirtió.

-Si necesitas que te rescate... de cualquiera... me buscas- le sonreí, esperando por si necesitaba algo más, antes de ir a reunirme con mis amigas.

Dakota fue y paso el resto de la fiesta riendo con sus amigas. Algunas hacian insinuaciones pues habian visto a Harol y la envidiaban mucho.

- ¡Que suerte! Un exclavo para ti sola.- era el comentario que mas oiste seguido de.- ¿Y que vas a hacer con el?.- con tono mucho mas intimo.

- Es muy guapo.- susurro una entre risitas

Pero cuando paso la novedad volvisteis a hablar de vuestras cosas, de los estudios, de los chicos... os reisteis mucho y bailasteis.

Tus padres lograron que tu fiesta fuera aclamada en los ecos de sociedad de todos los periodicos de la ciudad.

Mientras Harol se hizo con una botella de refresco con burbujas y un bol de cortezas de trigo, convirtiendo su improvisado refugio en una fiesta particular.

Al termino de la fiesta todos los invitados se fueron comentando lo maravillosa que habia sido hasta que al final no quedo nadie mas que tu y los exclavos encargados de limpiar.

La noche tocaba su fin. Poco a poco los invitados fueron retirándose. Los saludos se prolongaron un poco más, pero por fin había quedado sola, en medio de los restos de la fiesta. Estaba agotada pero feliz. Ya podía irme a la cama. El evento había sido todo un éxito y por mucho tiempo se hablaría de él.

Cansada, me quité los zapatos y me encaminé descalza a mi habitación, esquivando la suciedad más gruesa, pero sin importarme demasiado en que estado terminarían mis medias ni la parte baja del vestido.

Mientras caminaba por el gran salón, los esclavos asignados a las tareas de limpieza comenzaron a hacer lo suyo.

Mañana tendría tiempo de volver a revisar y clasificar los regalos. Varios acudieron a mi cabeza y me dieron risa. Otros algo de desagrado. Pero lo mejor de todo es que había logrado arrancarle a mi tío un viaje sin supervisión adulta, todo por su cuenta. Tendría que hablar bien con mis primas para organizarlo. Pero podía esperar hasta mañana, a que hubiera descansado.

Feliz, sonriendo para mí, subí las escaleras con un único pensamiento en mente: lo cómoda que era mi cama.

Salgo corriendo de debajo de la mesa, creo que a una de las sirvientas ha estado a punto de sufrir un infarto por el susto pero no hay tiempo de dispulparse. ¡Dakota!.- le grito para no pillarla de sorpresa. La alcanzo en dos zancadas y a la carrera la cargo sobre mi hombro subiendo los peldaños de la escalera de dos en dos lo mas rapido que mis piernas me permiten

Tardé en reaccionar ante el llamado de Harold así que no supe bien cómo, pero en un instante estaba subiendo las escaleras a duras penas y luego me vi elevada por los aires y cargada cual si fuese una bolsa.

-¡Harold por favor! ¡Bájame! ¡No puedes llevarme como si fuese un saco! ¡Soy grande para esto!- mis protestas eran débiles. Estaba cansada y aunque me sentí aun poco humillada por como esataba siendo transportada, era agradable no tener que dar un paso más.

La puerta de entrada se abrio de par en par. Exclavos con armas comenzaron a disparar a los exclavos fieles que limpiaban el piso de abajo conviertiendo el salon en una orgia de sangre. El padre de Dakota fue corriendo a ver que pasaba y lo ultimo que vio fue a Harol cargando con ella.

No pudo decir nada, ante el desconcierto una bala atraveso su sien dejando ese recuerdo en la joven retina de Dakota.

Harol no se detuvo, los hombres armados hablaban en su confusa lengua, palabras de odio y venganza.

El joven esclavo alcanzo la segunda planta y entro en la unica habitacion que conocia, la de su ama. Atrincherandose en ella y bloqueando la puerta con lo que pudo encontrar.

-¡Bájame Harold, no soy una niña!- aún me encontraba intentando recobrar mi dignidad, aunque fuese más cómodo ser llevada en andas, cuando el caos se materializó en forma de balas.

No sabía de dónde habían surgido. Ni por qué estaban allí. Ni cómo era que atacaban a sus hermanos.

Ni una demanda, ni una consigna, nada de nada. Esos esclavos sólo buscaban sangre.

Estaba estupefacta. La impresión me hizo callar de golpe. Pero mi vista siguió todo el desarrollo de la escena con morbosa fascinación.

Mucha sangre. Miembros amputados por la metralla, vísceras que se derramaban en el suelo del gran salón, manchando sus paredes y salpicando todo a su alrededor. Todo hedía. Y yo miraba a travez del hombro de Harold.

Fue así que no logré apartar la vista a tiempo. Como si el aire se hubiese espesado, casi pude percibir la bala, certera, que surcó el espacio hasta alojarse en la cabeza de mi padre, haciendo volar un pedazo de cráneo junto con una masa gris sanguinolienta. Lo habían asesinado frente a mis ojos, con los suyos clavados en mi rostro y la incredulidad pintada en cada uno de sus gestos finales.

La escena volvió a su ritmo normal. Los sonidos se intensificaron y un aullido agudo perforó mis tímpanos. Más tarde comprendería que era mi garganta quien gritaba, pero en ese momento mi cuerpo y mi mente no eran una misma unidad.

Harold logró llegar a mi habitación y allí nos encerramos.

Como si fuese un pequeño cachorro, busqué el rincón más lejano a la puerta y me hice un ovillo, intentando borrar los últimos acontecimientos de la noche. Pero esa bala, y la expresión de sorpresa de mi padre seguían allí, a pesar de que cerraba los ojos con fuerza y mis manos cubrían mis oídos, en un intento de obviar la realidad.

Silenciosamente comencé a llorar.

- No, no, no.- susurro acercandome a ella, cayendo de rodillas para consolarla.- Escuchame preciosa, no estamos a salvo aqui, hay que escapar.- le digo poniendo la mano en su mejilla.- Ahora tienes que ser muy fuerte, buscaremos a tu madre y saldremos de aqui ¿De acuerdo?.- le digo buscando las palabras que puedan ayudarla a reponerse lo mas prontamente posible.

La presencia de Harold me reconforta, pero apenas soy capaz de pensar. Como una autómata asiento y me incorporo para salir de allí por el balcón de mi habitación, único lugar posible ya que la entrada nos conduce nuevamente al lugar de la matanza.

Apenas doy dos pasos cuando tropiezo con mi vestido. Allí un dejo de lucidez vuelve a mí.

-No puedo escapar así vestida.

Sin prestar atención a que mi esclavo se encuantra allí presente, busco en mi vestidor un equipo de gimnasia y me cambio sin importarme si me ve o no.

Luego vuelvo junto a él y me quedo espectante, aún no soy capaz de actuar por mi cuenta.

Cuando la chica se cambia yo miro para otro lado, aprovecho para mover el escritorio y atrancar la puerta con el.

Despues la tomo de la mano y le beso la frente.- Tranquila, te sacare de esta.- le susurro mirando si seria posible descolgarnos por la ventana o el balcon.

Tomé la mano de Harold y prácticamente me aferré a él. Me sentía perdida, sola. El shock de ver morir a mi padre aún no se disipaba. Pero mi instinto de autoconservación me llevaba a intentar no entorpecer nuestro escape. Esperaba que las habilidades de supervivencia de mi esclavo fueran mejores que las mías.

-Harold, la habitación de mi madre está dos ventanas más allá- le señalé. -Dime la verdad... ¿es posible salvarla?- no quería perderla a ella también.

 Resoplo, no me apetece nada salir por la cornisa pero la veo tan desamparada que asiento.- Voy a intentarlo, tu metete en el armario y espera.- Le susurro encaminandome a la ventana.

No puedo creer que este a punto de hacer esto...¡Con el verigo que tengo! No mieres abajo Harol, no mires abajo...

No quería dejarlo ir. Su mano me daba seguridad, pero mi madre podía estar aún viva. Asintiendo en forma muda lo solté y me escondí en el armario como me lo pidió.

-Vuelve pronto, por favor... y cuídate- le dije antes de entrar.

Allí adentro, a pesar de la oscuridad, poco a poco me fui calmando. No podría decir que me acostumbré a la imagen que aún tenía grabada en la retina, pero mientras pasaban los segundos, se hacía más soportable. Al cabo de unos minutos ya podía pensar. Todo lo vivido se sentía como un mal sueño, a pesar del dolor que tenía clavado en el pecho. Estaba viva, y así debería continuar hasta llegar a un lugar seguro y pedir ayuda a la familia. Por ahora, sólo podía esperar que Harol tuviera la suerte que mi padre no había tenido.

Sentiste como golpeaban tu puerta.- Aqui, esa pequeña zorra tiene que estar aqui escondida, no queda otro cuarto de la casa sin revisar.- Oiste mientras los golpes se hacian mas violentos, la puerta no aguantaria mucho mas, te encontrarian, era irremediable.

No podía esperar la llegda de Harol. Debía huir de allí. La única ruta de escape posible era la que había seguido mi esclavo.

Tratando de ser lo más sigilosa posible, salí del armario y me acerqué a la ventana. Mi instinto me pedía a gritos que saltara del balcón sin más y corriera hasta que las piernas no me sostuvieran. Al parecer, ese sector del jardín se veía vacío.

Pero la esperanza de que mi madre estuviera viva y la razón, me impulsaban a seguir los pasos de Harol. Debíamos permanecer juntos, así tendríamos más chance de escapar de la mansión y del infierno que allí se había desatado. Me dispuse a escapar, pero me volví unos instantes para tomar algo de dinero de un cofrecito que tenía sobre mi tocador. Luego me asomé a la ventana y sin mirar abajo me encaramé a la cornisa, buscando la venana de la habitación de mi madre.