Partida Rol por web

Erin notaba el ambiente del bosque cargado, como si el peso del aire pudiera aplastarles poco a poco. Mirando a su mentor, se dio cuenta de que no era la única con esa sensación, y aferró el arco con más fuerza. 

Cuando empezaba a notar la falta de aliento, la oscuridad se cernió sobre el grupo, y una comitiva fantasmagórica salió a recibirles.

Erin abrió la boca, alzó el arco con la intención de disparar, bajó el arco... y ya no hizo nada más. Dejó caer ambos brazos a los lados, y su cuerpo empezó a temblar incontrolablemente: estaba aterrorizada.

De haber podido habría gritado, sin embargo la voz se atragantó en su garganta a pesar de que su boca permanecía abierta. Miro a Erin no con reproche sino con incredulidad, él había confiado en la muchacha no había portado fuego ni fuente algo de luz, le apoyó una mano en el hombre y cuando ambas miradas se cruzaron cada uno de sus rostros era el puro reflejo del terror que sentía el otro.-Ti, ti tienes que sacarnos de aquí.-entre susurros y titubeos el lucerano fue lo único que inteligible que consiguió articular antes de caer al suelo de rodillas. Todos sus recuerdos le daban vueltas, sabía que merecía ese destino un infierno en vida por sus muchos pecados. El mercenario se había quebrado y ahora mismo su mente jugaba en su contra, solo en mitad de la oscuridad sin su fiel compañero, sin poder cumplir su última promesa sin haberse podido despedir una última vez. Ya nada le quedaba su hora había llegado, lo sentía en sus huesos, unas tímidas lagrimas empezaron la limpiar sus sucias mejillas.

Y a pesar del terror que le helaba la sangre tuvo un pequeño atisbo de paz, la del reo al aceptar su cadalso. Duque no lloraba por él, lloraba por ella. Porqué nunca jamás podría volver a ver su sonrisa, ni disfrutar del dulce aroma de sus cabellos porqué al final el demonio que él mismo había engendrado había aparecido para cobrarse su alma. Un precio más que justo por las vidas truncadas de aquellos infantes. Con callada resignación aceptó su sentencia, pues rezar en aquel momento encomendándose a la serenísima no sería más que mancillar su santa nombre entre sus profanos labios. El fin había llegado...

No daba crédito. Reconoció a varios de ellos, a sus viejos amigos, los que lo acogieron a pesar de lo difícil que era tratar con él. No se lo podía creer, el elfo sintió como algo se rompía dentro de él, y no solo era el miedo que provocaba aquella visión, que deseó que fuera una de sus pesadillas. No, eso era real, eran cadáveres andantes, y ellos estaban allí. Dio varios para atrás, tratando de sobreponerse del miedo que le dominaba, pero no era capaz, solo sintió la lengua áspera y la garganta seca. 

Ussia levantó la cabeza, sobresaltada al ver cómo la luz se había "ido". Se detuvo en seco y escuchó cómo algo se acercaba cada vez más... hasta que los vio. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, mientras sus ojos se movían de uno a otro, intentando ver la verdad pero sin querer hacerlo. Había escuchado muchas historias en sus viajes, muchas de ellas leyendas o cuentos de terror para mantener a los niños en casa por las noches. Pero ninguna de ellas la había preparado para lo que estaba viendo. 

Sin darse cuenta, retrocedió un par de pasos, con la mano agarrotada cual rigor mortis sobre su ballesta. Lágrimas de miedo comenzaron a caer sobre sus mejillas y en un intento desesperado de desaparecer de allí, de evitar que parecieran aún más reales, se llevó la mano a la boca, acallando los gritos que sentía en su interior.

No era su intención avanzar tanto en la espesura, sucedió que la oscuridad vino de pronto tomándoles por sorpresa. Estaban ahora rodeados y como otras veces, obligados a lidiar con una situación inesperada. Al escuchar unos pasos no comprendió el significado hasta que las figuras renqueantes aparecieron, carentes de piel sobre los huesos. Portaban armas consigo, ni siquiera semejaba que fueran a ser capaces de levantarlas.

- Muertos vivientes, algunas veces llegaban a puerto historias sobre estos seres.

Aturdido por aquél encontronazo, no supo si estaba en sus manos enfrentar a esos muertos, la duda le paralizó y ni pudo extraer uno de sus estoques, tan solo mantuvo a Brioso en el sitio.

- Acaso hay escapatoria, es posible que la oscuridad no nos deje salir con tanta facilidad.

Decía en respuesta al Duque, creyendo que esa sustancia negra tenía voluntad propia.

La orca se sumió en uno de sus habituales silencios cuando entraron al bosque e inmediatamente se alegró de haber dejado al joven Aiden en el poblado. Ese sitio tenía algo que no le gustaba nada. Le empezaba a dar la impresión de que aquella oscura floresta se les iba a tragar enteros para no volver a escupirlos jamás. ¿Sería aquel ambiente tan opresivo lo que había vuelto loco al viejo cazador?

Gorsha frunció el ceño cuando vio cómo la niebla se espesaba. Normalmente no era algo que le molestara, pero por algún motivo aquella niebla le inquietaba. En realidad, todo aquello le inquietaba. ¡Y ella normalmente no se sentía así! Agarró su hacha con firmeza. Empezaba a arrepentirse de haber acudido a aquel lugar. Y en el momento en el que las luces se apagaron por completo, la orca soltó un juramento en su lengua materna.

Gorsha aguzó sus sentidos, escuchando cualquier sonido que pudiera delatar la presencia de enemigos. Por suerte la oscuridad se levantó de sus ojos justo a tiempo de ver a lo quese iban a enfrentar.

Su madre le había hablado de esas criaturas. Le había contado historias de terribles hechiceros y chamanes que usaban sus poderes para atar las almas de los fallecidos a este mundo y controlar sus putrefactos cadáveres. Impedir que las almas de los antepasados viajaran al reino de los muertos era la peor blasfemia que uno podía cometer a ojos de los orcos. Pero Gorsha siempre creyó que eran historias, que nunca existiría alguien tan retorcido como para condenar a los muertos a vagar como criaturas parodiando la vida. Pero ahí estaban, avanzando lentamente hacia ellos. Una blasfemia andante.

La orca apretó los dientes y aferró el hacha con más fuerza, tensando sus músculos y sintiendo un nudo en el estómago como jamás había sentido. Estaba asustada. Por primera vez desde que había alcanzado la madurez, Gorsha Urgat del Clan Quebrantarrocas estaba paralizada por el miedo. Maldita sea.

El miedo se adueñó del grupo al ver qué eran las garras en la oscuridad a las que se habían referido Estraven y Borka. Las últimas palabras que les había dedicado este resonaron en las mentes de algunos. "Cazador cazado", había dicho. No era extraño que una partida de caza entera, salvo por el anciano, hubiera perecido al verse enfrentada a aquello, rodeados de no muertos en medio de la negrura.

Hubo un relincho de terror, el caballo de Yriel pataleo encabritado, queriendo seguir su instinto natural y salir de allí corriendo. En una de aquellas sacudidas logró soltarse de la mano de su amo, demasiado atenazado por el espanto como para darse cuenta de los tirones de su montura. Brioso se dio la vuelta dando otro relincho y echó a cabalgar por la dirección por la que habían venido, perdiéndose rápidamente en la negrura, aunque siguió escuchándose el sonido de sus cascos al golpear el suelo, cada vez más débil.

A pesar de toda su experiencia y conocimiento, Nimrod no estaba en mejor estado que el resto de aventureros — No... no puede ser... — murmuraba una y otra vez — ¡Es imposible! — gritó, mientras su mente racional trataba de encontrar una explicación a lo que estaba viviendo.

Con sus pasos arrastrados, los no muertos seguían acercándose hacia ellos, de forma lenta pero inexorable. Los más cercanos alzaron sus brazos hacia ellos mientras emitían gemidos sordos con lo que quedaba de sus cuerdas vocales. La negrura se iba retirando para revelar más y más de aquellas criaturas por detrás de las primeras, pero entonces se detuvo, y volvió a crecer de nuevo, recuperando el terreno retrocedido, volviendo hacia ellos. Debía de haber por lo menos una veinteina de no muertos, aunque se iban escuchando más sonidos provenientes del bosque y de la oscuridad.

Pudieron escuchar como Nimrod balbuceaba unas palabras, tropezándose con ellas y maldiciendo cada vez que le pasaba. Finalmente, debió de conseguir lo que se proponía, porque un relámpago dorado salió de una de sus manos e impactó en el no muerto más cercano, atravesándolo de lleno y dando a otro que tenía detrás. Ambos cayeron al suelo, con un agujero humeante en el pecho.

El hechicero se volvió hacia ellos — ¡No son historias, pero sí algo a lo que ya se ha vencido en el pasado! — les gritó, buscando sacarlos de su parálisis — ¡Habéis salido de situaciones peores! ¡Reaccionad! ¡Luchad!

De lo contrario, su destino estaba sellado. Los no muertos no iban a esperar cortesmente a que se defendieran, y estaban ya peligrosamente cerca y aproximándose desde todas direcciones. El espacio disponible para moverse se reducía por momentos, y en uno tan cerrado, los arcos y la ballesta no iban a tener suficiente campo de maniobra como para poder ser usados con efectividad.

El tirón de Brioso le obligó a intentar retenerlo pero era vano, el caballo tenía una fuerza descomunal y se zafó, lo soltó o de lo contrario iba a ser arrastrado en esa huída. Era igual de espantoso perder a su montura que la visión de los muertos que caminaban renqueantes.

Como viavenés no quería pensar que el mundo fuera un lugar lleno de espantosas criaturas, mas como bardo tenía numerosas historias en su elenco. Siempre las creyó falsas, entretenimientos. Ahora estos seres producían un oleaje en la cabeza del semielfo.

- Hay que intentarlo, el templario tiene que estar en alguna parte y al encontrarlo nos aclarará todo o parte de este misterio. ¡A por ellos!

Con eso deslizó un estoque fuera de la vaina encarándose al primero de los muertos, y buscando un punto débil pudo encajar la fina hoja en el cuello del primero, hincándola y luego tirando hacia arriba con toda la intención de separar la cabeza del cuello.

Al sentir la manaza de Duque de Montalbo sobre su hombro, la joven se repuso de su terror inicial y recobró cierta compostura.

—Sacarnos de aquí... — las palabras redoblaron como un tambor en su cerebro — Tengo que sacaros de aquí...

Erin respiró hondo, como si acabara de emerger de un estanque en el que hubiera estado a punto de ahogarse: había sentido algo. Más allá de los latidos de los corazones aterrados de sus amigos y de los pasos silenciosos de los no muertos, en el bosque bullía otra vida en callada quietud: una vida que hundía sus raíces oscuras en la tierra negra, como garras aferrándose a una presa ensangrentada. Erguidos sobre los siglos, los árboles se alzaban con una majestad que ningún rey podría siquiera imitar.

Un clamor ancestral en un idioma que ningún oído vivo podría reconocer surgió de la garganta de Erin al tiempo que sus ojos, azul y verde, se abrían con una mirada febril, casi enloquecida: estaba hablándole a los árboles en una exhortación tan extraña como temible; ¿qué podía hacer que aquellos seres, viejos e indiferentes, participaran en la suerte de unas criaturas tan efímeras como ellos? ¿Qué clase de palabras podían conmover unos corazones de madera?

El mismo bosque pareció estremecerse ante la convocatoria: con un crujido leñoso las raíces de los árboles frente al grupo se retorcieron, surgiendo de la tierra apenas un par de palmos. Lo justo como para hacer tropezar al desigual ejército que avanzaba hacia ellos, ciego ante la trampa que les aguardaba.

La situación no era la mejor para la mediana, por mucho que el mago intentara animarla. ¿Situaciones peores? Sí, desde luego que las he pasado. ¿Cómo las he pasado? O dejando que se encargara Syndra o huyendo y dejando un rastro de muerte a mis espaldas... Dirigió una mirada al bosque por el camino por el que habían llegado, pero luego negó con la cabeza. Si tengo que enfrentarme a la muerte... No quiero hacerlo sola como una cobarde. 

Así que con el pulso aún tembloroso y apretando los labios en un intento de contener las lágrimas de pánico, comenzó a cargar su ballesta. Estando tan cerca era complicado, pero finalmente consiguió apuntar a una de las carcasas vacías que eran los esqueletos, estando más pendiente de evitar que llegaran hasta ella que otra cosa.

Arahan se vio bloqueado el tiempo suficiente como para que acortaran distancias los no muertos. El elfo, contrario a usar un arco élfico a tan corta distancia, no le quedó otra que desenvainar su espada corta y atacar al primero que tuviera cerca. Estaba en silencio, completamente perturbado, con los ojos fuera de sus órbitas, terriblemente afectado por lo que estaba viendo, por lo que su ataque no iba muy bien dirigido e iba falto de fuerza, como sino quisiera golpear a los que un día fueron su familia. Estaba condenado.

-¡Maldita sea, son demasiados!¡No vamos a poder contenerlos por mucho tiempo!¡Contra un árbol, los magos contra el árbol!-las armas del lucerano salieron de sus vainas como una centella, pero esta vez no para matar sino para tratar de poner algo de orden en todo aquel caos. Apartó de una patada al no muerto que hostigaba al elfo, tomando una posición defensiva entre él y la mediana.-Vosotros dos nos seriáis de mucha más ayuda subidos a ese árbol. Iros, os cubriré.-en cuanto sus compañeros retrocedieron Duque de Montalvo cruzó sus hojas adoptando una posición defensiva, cediendo terreno poco a poco a la horda mientras iba comprobando su alrededor esperando que el árbol al menos les cubriera las espaldas. Eran pocos, muy pocos contra tanto enemigos, pero con la magia de sus lado y los dos tiradores en posición todavía no estaba todo perdido.- ¡Yriel, Gorsha formemos un triangulo alrededor de Nimrod y Erin!¡Tenemos que mantenernos firmes y darles tiempos, no corramos riesgos innecesarios!.-sonrió a la semiorca con una tensa calma.-Ni se te ocurra morirte o vendré a buscarte al infierno, todavía me debes una borrachera de hidromiel por lo de Skule jajaja.- la sonora carcajada venía marcada con el halito de la desesperación puesto que el mercenario no las tenía todas consigo, sin embargo demostrar ese miedo en público no haría más que contagiárselo al resto. Algo fatal en aquellos momentos y por muchos que fueran los pecados de aquel hombre jamás les desearía tanto mal a sus compañeros.

La única ventaja de enfrentarse a aquellos descerebrados era que Duque no tenía que preocuparse en la astucia de sus rivales, un empujón aquí, una barrido allá. Las hojas buscaban las rodillas de sus enemigos derribándolos para mantenerlos lo más alejados de ellos, no buscaba acabar con los no muertos tan solo dar tiempo a los suyos hasta que estuvieran posicionados. El brillo de los filos causado por los rápidos movimientos del mercenario en la oscuridad de aquel claro se iba perfilando poco a poco como una telaraña acerada que sus enemigos, por el momento, no conseguían superar.

El miedo paralizante que había afectado a todos empezaba a disiparse. Y en el caso de Gorsha, fue sustituído por otro sentimiento: ira. Fuerte,rugiente, ardiendo intensa en su pecho mientras se preparaba para la batalla. Esos malditos despojos andantes habían ido a toparse con el grupo de aventureros equivocado.

Siguiendo las indicaciones de Duque, Gorsha se puso en formación, dispuesta a diezmar a todos aquellos cadáveres que se pusieran al alcance de su hacha. Que vinieran con ella a morir otra vez.

 -¡Ja, te tomo la palabra, Lucerano! ¡Ni se te ocurra morirte!

Aferrando su arma, Gorsha asestó un fuerte tajo al primer zombi que se puso a su alcance. No pensaba permitir que tocaran a sus compañeros. No mientras le quedara un soplo de vida en el cuerpo.

Todavía sobrecogido por el descubrimiento del destino que habían sufrido los que consideraba como los suyos, Arahan apenas pudo alzar su espada para intentar defenderse, y pronto quedó rodeado por tres de las criaturas, que se aferraban a sus brazos y cuerpo tratando de rasgarlo y morderlo. Duque trató de ir en su ayuda, pero pronto se encontró demasiado entretenido con su propia ración de no-muertos, aunque por el momento lograba aprovechar su lentitud y falta de sesos para evitar sus acometidas y entorpecer su avance como fuera. Una patada a la rodilla allí, un empujón en el momento justo... uno, dos, tres no-muertos cayeron al suelo, con dos pasando a arrastrarse por el mismo y el tercero tratanto de levantarse, los tres siendo pisoteados por los que venían detrás de ellos.

A pesar de la reducida distancia, Ussia se las apañó para encontrar un hueco por el que disparar su ballesta, y ya fuera por la buena puntería por lo apretados que se estaban volviendo los no-muertos, el virote dio de lleno allí donde había estado el corazón de uno, apagando su no-vida de inmediato, cayendo el cadáver, ahora definitivo, al suelo para quedar cubierto por la neblina y por los cuerpos de las demás criaturas.

Nimrod pronunció de nuevo aquellas palabras al tiempo que las acompañaba con un gesto de sus manos, y un nuevo relámpago dorado salió de ellas, impactando ahora en tres de las criaturas seguidas, fundiendo su interior y dejándolas destrozadas. Erin también recurrió a sus poderes, entonando una especie de oración o canto que al principio no pareció surtir efecto alguno, aunque todos habían podido sentir una atrayente energía fluyendo a través de la muchacha. Entonces, nuevos sonidos se unieron a los de la lucha. Los sonidos de las raíces rompiendo la tierra para elevarse, enroscándose en los pies de los no-muertos, haciéndolos tropezar, de las ramas sacudiéndose como agitadas por un viento fantasmal, golpeando sus cabezas. Una docena de las criaturas se vino abajo, dando un breve momento de respiro al grupo, aunque más venían por detrás de ellas, y estas seguían sin estar acabadas, solo derribadas.

Yriel y Gorsha cubrían la retaguardia, pero ante aquella amenaza no dudaron en avanzar para situarse junto a Duque y Arahan, enfrentándose con valentía a los no-muertos. Su carga dio algo de respiro al resto, ya que tanto la estocada del semielfo como el hachazo de la orca despacharon a sendas criaturas, ganando el suficiente espacio como para que las que venían detrás no llegaran a causarles daño alguno.

Pero más y más de aquellos seres acudían, saliendo de la oscuridad, que seguía creciendo hacía ellos, amenazando con tragarlos. En el poblado de Arahan habían vivido unas cuarenta personas, pero a aquél número debían de sumarse viajeros perdidos, partidas de caza como la surgida desde la aldea de Estarven... era imposible saber su número real, al igual que era imposible saber desde hacía cuanto había alguien en aquél bosque que se dedicaba a levantar a los muertos.

Aunque lograran acabar con una de esas criaturas de qué servía si una docena aparecía para seguir luchando, la pelea no es que pintara mal, es que la oscuridad era sinónimo de muerte y después, servidumbre ante la mano que debía haber detrás, fuera mortal o inmortal.

- Hagamos ese triángulo, pero Nimrod y Erin, ¡más os vale recurrir a toda vuestra magia porque nos jugamos la vida y hasta el alma! ¡Contamos con vosotros!

Atravesar con el estoque a estos muertos era más bien fruto de la desesperación, pues falto de opciones solo le quedaba confiar en que algo iba a cambiar las tornas. No sabía mucho de magia, lo que deseaba era que las viejas historias que narraban maravillas y milagros ahora demostraran ser reales.

Yriel lanzó otra estocada, menos certera ahora, casi seguro insuficiente. Daba igual, su arma no tenía el poder de salvarlos.

- ¡Vuestro lugar está bajo tierra, no arrancando la vida a los que os han sobrevivido!

Por su fértil imaginación pasó la idea de que podía haber un rey esqueleto en alguna parte guiando a estos súbditos, llenando sus vacíos cráneos con macabros pensamientos que rezumaban maldad.

Estaban muertos, o al menos él. Eso fue lo que sintió Arahan en su interior, un funesto sentimiento dominó al elfo de los bosques que trató de acabar con al menos uno de los seres que lo acosaban y habían logrado herir. Acostumbrado a mantener la distancia, el explorador silvano se encontró en la situación más indeseable para este. A pesar de ello, cerró filas con sus compañeros de desgracias y apretó los dientes.

Duque esperó a que el elfo acabase con uno de los no muertos que le hostigaba. Gracias a las bajas que causaban Yriel y Gorsha el Lucera había podido avanzar hasta convertirse en la punta de la cuña que ahora formaban. En un último movimiento se colocó delante del elfo a medida que empezaba a retroceder, la pausa que les había concedido Erin hacia que la mayoría de la hueste no se les hubiera echado encima aún.-¡Te cubro elfo!¡Ve! Nos serán más útil sobre el árbol.-por un momento cruzó las hojas y empujó a los cadáveres andantes para darles un respiro. Estaba claro que los descerebrados no eran rivales para el mercenario, sin embargo este seguía siendo humano y tarde o temprano acabaría cansándose. El acero no dejaba de moverse buscando las rodillas de sus adversarios, no para causarles heridas de gravedad sino para que al caer la propia horda los aplastase. Todos los esfuerzos del Lucerano iban destinados a defenderse mientras desviaba algunos hacia los lados cuando se veía abrumado para que Gorsha y Yriel fueran acabando con ellos. Por cada uno que mataban tres ocupaban su lugar, Nimrod era el único que conseguía abatirlos a una velocidad digna de mención, quizás cuando la hafling y el elfo estuvieran posicionados estos pudieran aliviar la presión en el frente. Pero por el momento solo podían apretar los dientes y aguantar como fuera aquellas continuas oleadas de carne putrefacta cuya ansia por devorarlos no parecía tener fin.

La primera fila de no-muertos caída en el suelo dificultaría el avance del resto de la hueste, y esto le daba más margen de reacción a los Cazadores Grises.

Erin decidió aprovecharlo, y, con un gesto rápido de las manos, intentó cegar a los oponentes más próximos. No estaba segura de que aquel hechizo pudiera afectar a criaturas muertas, pero... merecía la pena intentarlo. Si no podían verles, sus compañeros les harían trizas como a muñecos de paja.

Para alivio de la mediana, aquellos muertos andantes se podían "matar" de nuevo. Y aunque sabía que estaba con varios guerreros curtidos, el asalto en la torre había sido la prueba necesaria para demostrar que no eran del todo infalibles. Pero sigue siendo mejor opción que salir de la poca luz que tenemos ahora mismo. Ussia comenzó a preparar otro virote cuando escuchó al lucerano, mandándoles subirse a un árbol. Mientras no sepan trepar... La mediana asintió y se cargó la ballesta a la espalda, aprovechando el hueco que habían abierto sus compañeros para trepar rápidamente por uno de los árboles moribundos.

Puede que esas cosas estuvieran vivas en la muerte, ¡pero seguían teniendo carne que desgarrar y huesos que romper! Podían acabar con ellos si atacaban lo bastante rápido y con fuerza.

Gorsha hinchó sus pulmones y gritó. Fue un grito salvaje, primitivo, un grito de pura rabia y de frenesí guerrero dirigido contra aquellos cadáveres. No iba a permitir que esas abominaciones tocaran a sus compañeros. ¡Tendrían que pasar por encima de su propio cadáver para ello! Y si finalmente llegaba su hora en aquel horrible lugar putrefacto, ¡lo haría llevándose por delante a todos los monstruos que pudiera!

 -¡MI HACHA TIENE HAMBRE DE VUESTROS CADÁVERES! ¡VENID A MORIR!