Partida Rol por web

Arahan daba golpes a diestro y siniestro, tratando de librarse de los seres que trataban de aferrarse a él y llevarlo con ellos. Su espada atravesó de lado a lado el pecho de uno de los no-muertos, pero aun así no pudo retroceder sin que otro de ellos le rasgara el brazo con el que intentaba defenderse del resto. Duque se metió de lleno en la refriega, deteniendo a un buen número de aquellas criaturas, que se centraron en él y empezaron a seguirlo, logrando distraerlos de los demás y darles tiempo para actuar.

Yriel aprovechó aquello para acabar con otro ser, atravesándolo con su estoque de la axila al corazón. Aunque este no bombera ya, aquello fue suficiente para destruir al no-muerto. El hacha de Gorsha se movía de un lado a otro, segando cuerpos como una guadaña en época de cosecha. La fuerza de la orca era más que suficiente para romper los desgastados huesos y las maltrechas armaduras con facilidad, y pronto creó un hueco libre de enemigos, aunque no sin salir indemne, pues varias garras habian dejado su marca en la dura piel de la amazona.

Ussia se cargó la ballesta al hombro y salió corriendo hacia el árbol más cercano, sus manos y pies se aferraron a la moribunda corteza, que se desprendía allá donde se agarraba con demasiada fuerza. Trastabilló y resbaló en un par de ocasiones, pero no tuvo mucho problema en alcanzar una posición lo suficientemente alta y estable como para poder disparar desde allí con confianza.

Otro relámpago salió de las manos de Nimrod, que junto a Erin, cada vez tenía que dar más pasos hacia atrás, a medida que lo hacía la línea formada por Arahan, Duque, Yriel y Gorsha. El hechizo dorado acabó con cuatro de los no-muertos debido a lo pegados que estaban entre ellos, y esta vez fue acompañado por un resplandor blanco que surgió de la mano de la joven a su lado. El fogonazo de Erin arrojó unos instantes de luz sobre el círculo que les había abierto la oscuridad, pero no tuvo más efecto que el de dejarles ver que todavía quedaban muchos no-muertos por rematar. Sus ojos muertos no acusaron el destello, y siguieron avanzando con su misma implacabilidad.

Duque adelanto la posición al elfo dejando a este dentro de la pequeña formación que cada vez se iba haciendo más pequeña a causa del mero peso corporal del enemigo. El Lucerano cedió dos pasos tan solo para coger carrerilla y cargar con las armas por delante, dio un vaivén a izquierda y derecha tan solo para hacer retroceder a algunos y derribar a otros.-¡Vamos, al árbol.  Corre elfo!¡No nos queda mucho tiempo!.-si el elfo cuyo nombre ni sabía se retiraba, podría mantener la punta de la formación por unos momentos más.-¡Erin más rayos no nos vendrían mal!¡Gorsha, Yriel apretad los dientes, tras el próximo rayo intentaré derribar a cuantos pueda!.-Duque renunciaba a la defensa vista el número, había dado el tiempo suficiente para que todos se replegasen ordenadamente, sin embargo el enemigo eran tan numeroso que ahora mismo lo que necesitaban era abatirlos en mayor número. El lucerano esperaba que la armadura se llevase la peor parte del castigo y con ello poder empezar a despejar el campo de batalla de aquellas criaturas sin nombre.

La turba amenazaba con engullir al elfo, el cual estaba cada vez más herido. Siendo consciente de que no iba a poder aguantar durante mucho tiempo, Arahan vio el hueco que el Duque le había abierto para que pudiera escapar. Y eso hizo. Invirtió todos sus esfuerzos en zafarse de los muertos vivientes, no sin antes lanzarle una mirada a Duque. El elfo se sentía contrariado, para el duque era una presa fugada, una mancha en su haber, pero ahora, este le salvaba la vida. Le asintió y corrió hacia uno de los árboles para apostarse en el.

Una centella surgió de las manos de Erin, e iluminó los rostros de los cadáveres que les acechaban: los ojos inertes se mantuvieron tan abiertos en la luz como lo habían estado en las tinieblas, y la joven hechicera comprendió que eran inmunes a la ceguera.

Maldiciendo para sus adentros, retrocedió un par de pasos y giró el rostro hacia el tronco del árbol más cercano: si el lucerano tenía razón, aquella podía ser una escapatoria.

Deseó que los árboles les ayudaran... y que los muertos no supieran trepar.

Más palabras extrañas surgieron de los labios de la muchacha, que hablaba de nuevo en el idioma de la foresta, implorando a los viejos árboles su ayuda.

—Acógenos en tu copa, cúbrenos con tus ramas, ocúltanos con tus hojas, haz que tu tronco no nos sea hostil; acógenos en tu copa, cúbrenos con tus ramas, ocúltanos con tus hojas... crea un camino de madera...

El golpe recibido causó una sacudida en la mente del semielfo, que aguantaba sin mostrar temor con la única esperanza de que sucediera algo como un milagro. Al escuchar la letanía de Erin dirigida a los árboles le parecía que aquello era lo más parecido. Un pequeño milagro, lo justo para poer salvarse si esas ramas hacían algo como enredarse para permitirles moverse sobre los muertos. Como mínimo podrían formar un frente más ordenado.

- ¡Bendita magia! Nunca creí que la terminaría necesitando con desesperación.

Con otra estocada esperó separar el cráneo del huesudo cuello que la sostenía. Si salía vivo empezaría a considerarse un gran espadachín a la altura de los grandes héroes surgidos de Viavenna, aunque el último hachazo de la orca superaba a cualquier cosa que hubiera visto antes.

- ¡Los árboles nos esperan! ¡Si eso sale bien, subid de inmediato, ya mismo! ¡Gorsha, Duque y yo resistiremos! ¡Vamos Gorsha, sigue segando, te acabarán confundiendo con la propia muerte!

Una vez consiguió encaramarse bien al árbol, la mediana observó el campo de batalla con cierto horror, alegrándose enormemente de haber hecho caso a Duque. Cada vez vienen más... ¿Cuántos más quedan? ¿Podremos sobrevivir a todos ellos? Y aunque sabía que era un pensamiento egoísta, Ussia no podía evitar preguntarse lo más importante para ella: ¿Serán capaces de trepar?

Sacudió la cabeza, intentando apartar esos pensamientos inútiles, y se preparó para disparar. Esta vez apuntó directamente hacia la zona en la que estaba Duque y disparó contra el torso de uno de esos monstruos. Les había conseguido tanto a ella como Arahan bastante tiempo para trepar y, aunque no terminaba de fiarse de él, tampoco pensaba dejarle morir allí. Ni a él ni a nadie.

Gorsha Urgat casi ya no escuchaba a sus compañeros. La sed de sangre y el frenesí de la batalla se habían apoderado completamente de ella. Y los ataques de los muertos que habían llegado a tocarla sólo incrementaban esa ira. Iba a convertir a todos los que se pusieran a su alcance en abono.

A pesar de que sus compañeros estaban empezando a reagruparse, ella no tenía intención de retirarse del campo de batalla, no aún. Sólo cuando todos los demás estuvieran a salvo, Gorsha comenzaría a retroceder. Pero hasta entonces, como Yriel había dicho, haría el trabajo que la segadora se había dejado a medias.

Arahan retrocedió, librándose de la acometida de los no-muertos a cambio de debilitar la línea que ahora componían Duque, Yriel y Gorsha. El silvano corrió hacia el árbol más cercano y trepó por él con facilidad, encontrando pronto un hueco en el que apostarse con su arco.

Entretanto, las criaturas continuaban su implacable marcha. Duque seguía haciendo gala de una soberana maestría a la hora de deshacerse de los oponentes que se le echaban encima, aunque no es que uno de aquellos lentos seres pudiera considerarse un rival digno. Su fuerza estaba en el número, y en nada más. Yriel se movía con fluidez de un lado a otro, lanzando estocadas certeras que iban acabando con un enemigo cada vez, evitando que los demás pudieran rodearlo. Gorsha era todo lo contrario, se movia con pasos lentos, concentrada en blandir su hacha y llevarse por delante a todo el que estuvier a su alcance. Pero con aquél modo de combatir, ni siquiera los disparos de Ussia, que los cubría desde las alturas derribando un no-muerto más, pudo impedir que varias de las criaturas lograran aferrarse a la orca, arañando su carne y tratando de morderla.

Por detrás de ellos, Erin conjuraba de nuevo sus poderes sobre la naturaleza, como ya le habían visto hacer, aunque esta vez para proporcionarles un lugar seguro al que retirarse. Sin posibilidad de huir salvo que se internaran en la oscuridad, la joven tuvo la idea de retroceder hacia arriba, en vez de hacia atrás. Poco a poco, pudieron ver como algunos árboles empezaban a crujir a medida que se movían y alteraban por si solos para adoptar nuevas formas que hicieran más fácil la escalada por ellos.

Pero a pesar de aquella solución, la situación se volvía cada vez más desesperada. La marea de criaturas no parecía disminuir, y el círculo de impenetrable oscuridad seguía haciéndose cada vez más pequeño, rodeándolos, asfixiándolos. Podían subir a los árboles para escapar de las garras de los no-muertos, pero, ¿Qué les esperaba cuando la oscuridad lo cubriera todo? ¿Tan solo no verían nada? ¿O acaso producía algún otro efecto del que no sabrían nada hasta que no fuera demasiado tarde?

Ni siquiera Nimrod parecía saberlo, y aunque su rostro se mantenía imperturbable, en sus ojos sí podía verse la preocupación que sentía. Caminó hacia atrás con paso lento, pensando en cómo su magia podía sacar al grupo de aquello, dudando sobre qué hacer. A parte de seguir lanzando rayos, no se le ocurría nada, y aquello no duraría para siempre.

Y entonces una potente luz blanca irrumpió en el claro, cegándolos a todos debido a lo repentina de su aparición y a su intensidad, forzándolos a cubrirse los ojos con las manos en un acto reflejo. Por debajo de los gemidos de los no-muertos pudieron escuchar el sonido de una espada moverse y cortar una y otra vez, del fuerte crepitar de un gran fuego, de golpes dados con algo metálico, y de algo desplomándose en el suelo en grandes cantidades, como si estuvieran cayendo sacos llenos de grano.

Para cuando pudieron volver a abrir los ojos, una vez el brillo fue perdiendo su intensidad, pudieron ver que el suelo del bosque estaba cubierto de no muertos con brillantes cortes en sus armaduras y cuerpos, y que una nueva figura se erguía delante de ellos.

Iba vestido con una pesada armadura de placas, cubierta por una sobrevesta rasgada que en su día había sido blanca. A través del barro y la sangre reseca, un antiguo símbolo dorado todavía podía distinguirse en ella. Uno que era conocido por toda Achaea, incluso en aquellos lugares en los que no habitaban los humanos. El símbolo dorado de la Orden de los Templarios de Luminaris.

Se trataba de un hombre apuesto, cerca de los cuarenta si no los había pasado ya. Su pelo castaño le caía suelto por los hombros y su desarreglada barba le tapaba el cuello. Todo en él daba a entender que llevaba ya tiempo sin parar a tomarse un descanso. Su armadura estaba llena de pequeños golpes y abolladuras, y en su rostro también había cicatrices recientes y varios cortes que apenas estaban empezando a dejar de sangrar.

Respiraba agitadamente por el esfuerzo, y los fue mirando uno a uno mientras recuperaba el aliento, y la luz dorada que imbuía la hoja de su espada se iba disipando y desapareciendo para dejar bajo ella el acero desnudo.

- Ha ido de cerca, ¿No? - les dijo a modo de saludo, al tiempo que la oscuridad que los rodeaba empezaba a recular más deprisa que antes, dejando a la vista de nuevo el bosque que, si bien de aspecto tétrico, volvía a no ser más que un simple bosque.

La axfisiante oscuridad había amenazado por sumergirlos hasta matarlos y luego corromper sus espíritus, la suerte entonces vino a auxiliarles en la forma del templario. La espada llameante logró lo que a ellos les estaba costando horrores lograr, superar la amenaza.

- Caballero, su aparición ha sido muy oportuna, estábamos en aprietos.

Los muertos le habían alcanzado causando una leve herida que ya estaba presionando tras deslizar los estoques en las vainas. Yriel no era ferviente de ningún dios, pensaba que ninguno se preocupaba por la gente corriente pero Luminaris acababa de demostrar que estaba a la altura de lo que se decía de él.

- Mi nombre es Yriel Alessar. Tenemos asuntos que tratar con vos pues no estamos aquí por casualidad, es nuestra intención seguir adentrándonos en este bosque.

Ahí estaba casi todo dicho y esperaba que el templario tuviera un interés parecido al de ellos. El semielfo acabó por mirar a sus compañeros, con toda aquella masa de huesos y la artificial noche alrededor había sido difícil seguirles la pista.

- ¿Estáis todos bien?

Le parecía que sí por lo que se relajó un poco, quedando pendiente.

- Me apunto a la borrachera, en cuanto volvamos.

Duque empezó a relajase a medida que acababa el combate, al ver como se habían librado de la oscuridad de manera inesperado y como aquel desconocido había acabado con la horda no muerta en un abrir y cerrar de ojos. Miro a su alrededor sentándose sobre las raíces del árbol por un instante parecía que el mercenario acababa de derrumbarse, incluso alguno podrían que estaba llorando al ver las pequeñas convulsiones nerviosas que sufría. Cuando de pronto Duque de Montalbo estalló en un profunda carcajada.-Jajaja, santa madonna una vez más se me niega el infierno jajajaja. Creo que empiezo a notar como se abre una flor entre mis posaderas jajaja. No se quien sois caballero, pero bienvenido seáis bendito sea aquel que os ha hecho cruzar en nuestro camino.-el mercenario sacó la bota de vino dándole un profundo trago, luego se la pasó a Gorsha tras darle una palmada de reconocimiento en el hombro. Poco más le quedaba por aportar, era hombre simple de pocas palabras más preocupado en recuperar el resuello que en pensar en lo que allí estaba sucediendo. Ahora mismo lo único que le importaba era que seguía vivo y por ello estaba muy agradecido. Desde su improvisado asiento tomó el colgante entre sus manos posándolo en su frente entonando un pequeña plegaria con una sincera sonrisa en los labios. Desde que Erin y Girsha habían conocido a Duque jamás le habían visto sonreír con tanta candidez.

Y pasaron de ser la cena de aquellos seres a estar salvados. El elfo, encaramado al árbol y que ni siquiera había tenido tiempo de sacar su arco, le costó recuperarse del fogonazo de luz por culpa de su sensibilidad ocular. Estaba algo molesto, y no sabía muy bien el motivo, le costó darse cuenta de que sentía envidia, de que ese petulante "paladín" les hubiera salvado. Tan guapo, tan perfecto. Lo miró con los ojos entornados y estos se volvieron blancos con las reacciones de los demás. 

Viendo que el lugar estaba despejado, descendió del árbol - podíamos nosotros - dijo con la mandíbula apretada mientras escudriñaba los restos de quienes habían sido su única familia. Se fue agachando de uno en otro, buscando enseres que pudieran tener, colgantes, anillos, pendientes, alguna prenda característica, lo que fuera que pudieran conservar de cuando eran seres vivos conscientes de su vida y de si mismos. Tenía la imperiosa necesidad de darles un entierro en el bosque, al menos a sus pertenencias, algo meramente simbólico. 

Erin guardó el arco, y se acercó al recién llegado: su aspecto impresionó a la muchacha, pero el emblema que llevaba en el pecho le causó cierto rechazo.

Intentando ignorar cómo Arahan saqueaba los cadáveres, y evitar imaginarse la flor en el culo del lucerano, se centró en el caballero.

—De peores hemos salido — respondió, al tiempo que miraba a su alrededor, aliviada al ver que las tinieblas se esfumaban — Te estamos agradecidos. Yo me llamo Erin.

Con un nuevo virote preparado, Ussia se había quedado paralizada encima del árbol, observando la escena claramente hipnotizada. Ni siquiera se dio cuenta de que había estado conteniendo el aliento hasta que suspiró de alivio al ver cómo no quedaban más de esos monstruos. No sé qué ha hecho pero... Ha sido más que suficiente. Algo impasible por la sorpresa, todavía terminando de asumir todo, volvió a bajar con cuidado del árbol sobre el que se encontraba, con su ballesta echada a la espalda. Ya en suelo, avanzó unos pasos hasta quedarse al lado de los demás e hizo una sobria reverencia.

- Podéis llamarme Ussia. ¿Cómo...? - ¿Con magia? A lo mejor esa pregunta es muy complicada para mí... - Bueno, más bien qué... - ¿...ha hecho? ¿Magia o algo? ¿Salvarnos? No, eso es muy ambiguo... - No, olvidadlo, ¿quién...? - ¿Nuestro salvador? Porque eso es lo importante ahora. 

Se llevó la mano al puente de la nariz, intentando ordenar sus pensamientos y sus preguntas antes de seguir hablando. Por una vez, la mediana se había quedado sin palabras. Bufó, murmuró algo para sí misma y luego miró hacia el hombre que les había salvado, más decidida.

- ¡Gracias! - consiguió decir de primeras - Pero podemos... ¿Seguir hablando en un lugar más tranquilo? ¿Hay más de... lo que sea que fueran esas cosas?

La luz que invadió de repente el lugar pilló completamente por sorpresa a Gorsha. Cuando la intensidad de la misma disminuyó y la orca pudo volver a abrir los ojos, se encontró con que los muertos ya no estaban en pie y atacándoles.

Aún aferrando con fuerza su hacha, Gorsha se giró para mirar a su salvador. No le sonaba de nada, pero qué demonios, les había salvado de un ejército de no muertos, ¡se merecía un voto de confianza al menos!

 -Ha ido de muy cerca.

La orca se rió, con la sensación de alivio que provocaba el haber superado otra batalla más. Todos parecían estar bien, al menos físicamente. Arahan era el que peor parecía haber llevado todo aquello, aunque la orca no terminaba de entender el por qué exacto.

 -Yo estoy bien, tengo sólo un par de magulladuras que se curarán con una buena noche de sueño reparador. Nada que me impida continuar.

Porque ahora la cuestión era, ¿querrían seguir explorando el bosque o con esa incursión habrían tenido suficiente?

La tranquilidad y el silencio volvieron al claro, contrastando con los sonidos del combate y con el constante gemido lastimero de los no-muertos. El caballero los observaba mientras bajaban de los árboles, que recuperaron su forma original al desaparecer el efecto del hechizo de Erin, y se acercaban a él al tiempo que se presentaban.

- Mi nombre es Nizalian Tremus, templario de Luminaris - dijo, más como presentación que como revelación, pues aquello último ya lo conseguían sus ropajes. Con mayor o menor recelo, los aventureros se mostraron agradecidos, pero la sensación de peligro todavía no se había desvanecido en ellos, como evidenciaba el nerviosismo de Ussia. Y aunque la oscuridad había desaparecido, aquél bosque seguía teniendo un ambiente perturbador.

Mientras Duque elevaba su muda plegaria y Arahan rebuscaba entre los cuerpos de los que un día habían sido sus amigos, Nizalian siguió hablando - No hay nada que agradecer. Es nuestro deber acabar con todo mal que encontremos, sin importar el lugar o las circunstancias. No es el primer grupo de no-muertos que encuentro en este bosque... Pero espero que sea el último. Aun así, mi tarea no ha concluido aún...

-... Porque todavía os falta encontrar a lo que sea que ha levantado a esos cuerpos sin alma - dijo Nimrod entonces, interviniendo - Os recuerdo. Estabais en el Descanso del Guerrero la misma noche que nosotros, antes de partir hacia los Pequeños Reinos. Compartimos habitación, de hecho.

El templario entrecerró los ojos, como estudiando al hechicero, mientras hacia memoria durante unos segundos - Si, es cierto. Junto a vuestro aprendiz y aquella elfa sombría. Parece que haya pasado una vida desde entonces - esbozó una ligera sonrisa, recordando tiempos pasados, más tranquilos, pero pronto no hubo más que acero en su mirada y expresión - Y acertáis en vuestra suposición, me temo. Llegaron a Albia crecientes rumores de un mal que se había instalado en el Norte. Los templarios respondemos a toda llamada, de modo que me enviaron a comprobar cuanta verdad había en ellos. Me avergüenza decir que durante un tiempo me perdí por esas tierras sin delimitar ni marcar... Hasta que por fin encontré una aldea con unos problemas que se parecían mucho a lo que estaba buscando. Me hablaron de este bosque, y me adentré en él sin pensarlo, esperando encontrar alguna bestia más grande de lo habitual... Nunca habría imaginado que encontraría necromagia en un lugar tan alejado y tan adverso a los hechiceros como los Pequeños Reinos. Por suerte, solo me he encontrado con esas trampas de oscuridad y con grupos de meros no-muertos. Sea quien sea, no parece tener conocimientos muy avanzados aún, pero todavía he de hallar dónde se esconde.

El caballero limpió la hoja de su espada con su sobrevesta antes de envainarla, viendo que cualquier posible peligro había pasado ya - He perdido mi caballo y mis enseres, y llevo tres días peleando en este bosque. Si tuvierais algo de agua que compartir, os lo agradecería - ahora que la adrenalina del combate se diluía, Nizalían parecía realmente cansado y maltrecho - Pero decidme, ¿Qué asunto os ha traído a vosotros hasta tan lejos y qué tenéis que tratar conmigo? ¿Habéis estado siguiéndome? ¿Qué buscáis en este bosque?

Yriel veía prístinamente claro que este viaje había que hacerlo junto al templario. Nada de volver a vagar por los bosques sin la ayuda de la espada flamígera, tenían que colaborar y le parecía que Nizalian opinaría lo mismo.

- Un necromante, todo puede estar relacionado, buscará los restos del imperio oneiromante que se dice hay en estas tierras. Es por eso que nosotros nos hemos adentrado tan al norte.

Tras decir aquello miró a Arahan, que tenía toda la atención en los cadáveres, pero había que dejarle tranquilo y continuar con la conversación.

- Se me ocurren cosas que puede desear, tales como reclutar un ejército de esqueletos o momias extraídos de las ruinas o descubrir secretos de esa antigua civilización.

Tomó su propia cantimplora para tenderla hacia el templario, consciente de que tres días eran demasiados, habían historias de gente que había soportado menos. Ríos no debían de faltar en esas tierras, cualquier día tropezarían con uno.

Erin miró al templario con cierta preocupación: si ese nigromante "aún no tenía conocimientos muy avanzados", ¿qué diablos podría llegar a hacer uno que sí los tuviera?  Miró a Nimrod significativamente en esta parte de la conversación: se alegró de que le hubiera quitado el libro. Era mejor no conocer ciertos caminos, incluso si no se pretendía transitarlos.

- Nadie te ha seguido, Nizalian Tremus - afirmó con severidad - Escoltamos a este caballero, al que también conocimos en el Descanso del Guerrero. 

Se cuidó mucho de aportar información adicional sobre su viaje, o de desvelar que Nimrod era un mago: que fuera él quien explicara lo que quisiera, si lo consideraba oportuno. Quizá las explicaciones de Yriel no fueran pertinentes, pero ya estaba dicho: su compañero no era tan desconfiado como Erin.

- Lamento la pérdida de tu caballo - añadió suavizando su tono - Puedo curarte si lo precisas; luego podrás irte por tu camino, si así lo deseas, o acompañarnos en el nuestro si lo prefieres: tu espada nos sería útil en estos bosques, no te lo puedo negar.