Partida Rol por web

Tus criados prosiguen con sus tareas cuando les das la orden y tras hacerlo llamar, no tarda en aparecer frente la puerta de tu caserío un cochero capitaneando una carroza negra. Con tu transporte, cruzas toda la ciudad rápidamente hasta llegar a su extremo oeste, una zona de clase media con poca actividad política o económica, pero con una importante densidad de población que compruebas con solo echar un vistazo por la ventanilla de tu vehículo.

Fuera la gente se pasea ajetreada arriba y abajo, y las conversaciones animadas se suceden a cada rincón. Finalmente, ves sobresalir un edificio moderno con forma de castillo fortificado, su perímetro lo flanquea una alta verja de acero forjado que permite ver alrededor de los cuarteles, sus amplios patios debidamente cuarteados y delimitados con una ordenada y escasa decoración. 

El movimiento que se distingue en el interior del recinto es muy distinto al alboroto de fuera. A pesar de que también hay bastante actividad, allí los soldados uniformados se pasean y realizan instrucción con galante disciplina. 

Al preguntar por Lucio, uno de los soldados te guía a través de los jardines de entrada para introduciros en la fortificación. Una vez dentro, llegáis a un patio interior donde, en uno de los balcones superiores bañado por la luz de una antorcha cercana, ves el rostro de la persona que estabas buscando. El soldado que te acompaña te pide que esperes un momento, y ves como se dirige a Lucio y señala con la mirada hacia tí desde el piso superior. Tras un intercambio leve de palabras, el vástago baja las escaleras y te saluda

 - Bien hallado, Aurelio.

Te sorprende que recuerde tu nombre, al fin y al cabo eres un don nadie entre la estirpe romana y nunca habíais compartido antes una conversación privada. Aún así el famoso antiguo sabe quien eres y erguido con su firme porte militar, Lucio te tiende la mano para saludarte.

¿Marcas de mordisco en el cuello? ¿Qué clase de monstruos eran que no borraban sus huellas? ¿Es que se habían vuelto locos desde la últ-

"Oh, sí. Malkavian"

Eso explicaba bastante.

-No los descartaría: esas ratas pueden estar acechándonos. Maldita la gracia que me hace.

El viaje, se me hace aburrido.¿Me estaba empezando a aburrir de la ciudad?¡No era posible!¿cual era la alternativa?¿ir al campo con la gente no civilizada?¡Ni hablar! Tenía una muy buena oportunidad en la ciudad, y si lo pensaba friamente, incluso podía congratularse con otros Vastagos. ¡Si era una verdadera oportunidad! Aunque sabía que iba a tener un coste considerable, pues iba a tener que pedir varios favores a varias personas diferentes. Esbozó una sonrisa.  Que fácil podía ser pagar favores con pagares que a lo mejor no tendría que saldar en el futuro.  Con esos pensares en la cabeza, el camino se le hizo más ameno.

Deja hacer a los guardias, el solo pregunta, sino quiere ser recibido, no lo hara, cosa que daría igual, pues tenía más puertas a las cuales llamar, pero preferiría empezar por estas. Una vez delante de Lucio, su primera opinión, no podía ser otra, estaba delante de alguien de tipo militar, pero se le notaba que era un caballero, y como tal debía ser tratado

-Es un placer, maese Lucio... me alegro en demasía que pueda atenderme esta noche... quería comentarle un tema, un asunto que el mismo Principe me ha encargado

Devolvió el saludo a su amfitrion. ¿Que era lo que le pediría ahora el protocolo? Estaba con otro caballero. Dejo que le guiara si querian hablar en otro sitio, y si le placía, alli mismo, a él le daba igual. Sea como fuere, ahora le daba igual:

-Vera, hay un Vastago de nombre Jager, que ha ofendido en persona a su Ilustrisima, no se que asunto le trae a esta ciudad, pero parece que estan pidiendo ayuda a otros Vastagos... y me propongo negarsela hasta que recapacite, pida disculpas al Principe y cumpla las Tradiciones como se tiene que hacer...

Tras discutir un buen rato y compartir vuestras vivencias de la noche anterior, parece que el plan más solido es dirigirse a la posada donde Aricia y Giani consiguieron el nombre de Bernini; de modo que todo el grupo se pone en marcha guiados por la elegante mujer y el sereno eclesiástico.

Las anchas avenidas de la Roma imperial dan paso a los estrechos callejones y las calles de más dudosa reputación para adentrarse en el barrio por todos conocido como el Trastevere. La música allí se escucha detrás de varias puertas y fachadas, y por la calle principal hay una gran afluencia de extranjeros e Italianos a partes iguales.

La gente habla y ríe a voces en idiomas de lo más rocambolescos, alcanzáis a distinguir algunos dialectos del sur y otras lenguas del todo desconocidas a medida que os acercáis a vuestra destinación.

Finalmente Giani y Aricia detienen el paso frente a una gran fachada de piedra con un balcón superior que da al exterior. Es sin duda uno de los más grandes locales de la calle y en el letrero que cuelga de la puerta iluminada por dos fanales se ve el dibujo de tres leones dorados bailando en sus cuartos traseros. 

- Jager, ¿el artesano?

pregunta el vástago extrañado, luego te hace un gesto con la mano invitándote a dar un paseo

- Es raro lo que me contáis, es un miembro de mi clan, pero siempre se ha mostrado discreto y respetuoso con las tradiciones hasta donde alcanzo a conocer. Me pregunto cuál habrá sido el agravio.

Una vez frente a la taberna en cuestión me hago a un lado

-el tabernero se llama Fracastore, el sabrá sin duda quien es Bernini y donde encontrarle, ya que intercedio por el defendiendolo la última vez que se excedio con sus mordiscos. Yo si no les importa esperaré fuera-

Sin esperar respuesta de tipo alguno camino con tranquilidad a uno de los callejones laterales moviendo la cabeza de lado a lado como buscando algo

Antes de seguir hablando, Aurelio reflexiono, se callo un momento pues creia que había metido la pata en algo... ¿que era?¡Menudo error! Jager no habia hecho nada, era su acompañante, Sav o Savio quien había perpetrado la ofensa contra el Principe. Se atusó un poco la voz y continuó hablando, mientras andaban, para matizar lo que había dicho pues, evidentemente no era cierto:

-Me tendreis que perdonar, he cometido un desliz, la afrenta la acometió un tal Sav, Jager era su acompañante, contra el cual no pesa ninguna ofensa... veréis quería haceros una propuesta, y vos juzgaréis si es de vuestro interés o no... me gustaría que me hicieráis un favor, que me ayudaráis, y yo quedaría en deuda con vos, y en el futuro, os lo devolvería, claro está...

Miro la puerta de la taberna con los brazos en jarra, una actitud quizás poco femenina, pero total, ya me iban a tachar de prostituta por estar en la calle a esta hora.

Tal como dice Giani. Si él se va a quedar fuera, yo entraré, que al menos conozco el sitio.

Doy un par de pasos hacia adelante, y coloco mi brazo a modo de enganche. - ¿Alguien va a acompañar a esta dama a este antro de mala muerte? - pregunto, sonriendo, a sabiendas de quien probablemente se ofreciera y de cómo nos podrían mirar dentro de la taberna.

Yo acompañare a Aricia si no tiene inconveniente  .. Respondo adelantandome para abrir la puerta  y que pase delante .Tu y yo otra vez solos  como en los buenos tiempos. Le susurro cuando pasa.

- Entraré antes que vosotros para poder cubriros en caso de que haya problemas. - digo.

- Tan sólo dadme unos instantes para que tenga el interior controlado. - comento justo antes de atravesar la puerta.

- Sigo pensando que irrumpir en la taberna, por mucho este barrio sea frecuentado por extranjeros, resultaría sospechoso. M quedaré con Giani si a este le parece bien. - Milos alzó el dedo para apuntar una objección y miró fijamente a su viejo amigo Sav. - Si sucede cualquier cosa que suponga una amenaza, sólo avisadnos y entraremos de inmediato.

La escasez de pistas fiables sobre el asunto que ocupaban sus mentes resultaba tediosa. Además, Milos encontrándose en Roma, una ciudad no frecuentada, carecía de los contactos de los que solía tirar para recabar más información. Con ello había vivido los últimos doscientos años. VOlver a empezar no era una sensación agradable.

Por un segundo le volvió a la mente la imagen de Durga. ¿Tendría algo que ver realmente la anciana en todas aquellas tramas y conspiraciones? ¿Realmente les habría "recomendado" para tal encargo?

Con el rostro sereno pero una mirada suspicaz te responde:

- Te escucho.

Y vuestro paseo os lleva por los patios traseros de los cuarteles, donde unos pocos soldados forman y desfilan bajo la luz de las estrellas y algunos fanales pegados a la edificación

El primero en entrar es Sav, que no espera a que los demás se decidan y pretende echar un vistazo rápido en el interior. Las puertas del establecimiento se cierran a sus espaldas.

Entre tanto, Giani se aparta un poco del grupo caminando de forma despreocupada. Por lo que respecta al resto, parece que Aricia y User se preparan para entrar con muestras de camaradería y el joven Milos anuncia la intención de esperar fuera con el sacerdote.

Te adelantas al resto y entras rápidamente al establecimiento. La aparente ilusión de categoría que rezumaba el local des del exterior desaparece poco a poco al entrar. Mercenarios con botas, espadas y pistolas se apoyan en la barra o se sientan en torno a gruesas mesas de roble.

Atractivas mujeres, muchas de las cuales son obviamente prostitutas, revolotean por la sala o se acercan a los parroquianos. Camareras cuyas siluetas se recortan contra el fuego de la pared trasera van y vienen con bandejas llenas de jarras de barro, esquivando las atenciones indeseadas y las largas manos de los lascivos bebedores.

A la derecha, una pulimentada escalera conduce al piso superior y tras la barra se alza la mole de una figura que parece más la de un oso que un hombre, con rizada barba negra y brazos como ramas de árbol. Vestido con un mandil manchado de vino, vigila sonriente la relativa paz y quietud de su establecimiento

Tan sólo en estos momentos echaba de menos el Poder del Auspex para ver las auras de la gente y saber quien era uno de los nuestros y quien no.

Permanezco atento a todos los allí presentes.

Los presentes no son los clásicos parroquianos romanos, de eso no te cabe la menor duda, pero la mezcolanza de clientes del local es tan diversa que incluso parece en cierta sintonía dentro de aquel desorden de dialectos y acentos extranjeros.

Mientras estás ahí de pié pasa una camarera:

- ¿Qué te pongo, cariño?

Otra vez sólos. - digo, mientras atravieso el marco de la puerta, respondiendo a su susurro - Sólo espero que esta vez nadie te mande a matarme. - y le dedico mi mejor sonrisa.

Quien sabe Aricia , quien sabe .Respondo susurrando otra vez mientras presento la mejor de mis sonrisas antes de ofrecerle mi brazo  .Adelante mi señora .

Por la puerta aparecen Aricia y User cogidos del brazo, un poco más adentro una camarera se dirige a Sav.

Los dos (Aricia y User) veis que no ha habido cambios sustanciales en el lugar, ambos estuvisteis aquí la noche anterior y a pesar de que la clientela es distinta, el ambiente sigue siendo ameno y distendido, lleno de foráneos hablando demasiado alto y camareras arriba y abajo.

Detrás de la barra esta el imponente Frascatore, con sus rudos brazos cubiertos de pelo cruzados sobre el mandil manchado de vino. Si Aricia cruza la mirada con él, este es probable que la salude con un movimiento de cabeza y una sonrisa cordial en los labios.

A primera vista parece que las prostitutas que hay en el lugar tampoco son las mismas, excepto una de ellas con pelo rubio que ambos pudisteis ver la noche anterior y ahora habla animadamente sobre el regazo de un borrachín.