Partida Rol por web

"Mis hijos... me alegra el corazón veros a todos reunidos, conspirando contra mí"

Akasha, la reina de los condenados

A medida que os acercáis al lugar, veis que hay más almacenes alrededor pertenecientes a otras casas, sin embargo el único en el que parece haber actividad a estas horas de la noche es el lugar que os habían indicado en la posada.

Un par de ratas cruzan los adoquines silenciosamente a gran velocidad en frente vuestro. Parece que la mayoría estáis decididos a entrar juntos al local y no detenéis la marcha hasta llegar a la altura del mismo.

Cuando os asomáis por la puerta, no tardáis ni un segundo en reconocer a Bernini como el tipo que esta de pié sobre un carro lleno de cajas marcadas con distintos nombres y propietarios. Se trata de un tipo de estatura media, entrado en carnes y con un pelo castaño graso y sudado que se le pega a la frente.

El hombre no deja de gritar órdenes desde su posición al grupo de trabajadores sudorosos que alrededor suyo se afanan a descargar cajas con suma precisión entre maldiciones y comentarios soeces. El ballet que protagonizan parece a punto de convertirse en un desastre en cualquier momento, pero de alguna forma las inminentes colisiones siempre son evitadas por un pelo.

Un rápido vistazo del capataz de los almacenes os indica que éste ha captado vuestra irrupción en su propiedad, pero nada indica que tenga intención alguna de dejar lo que está haciendo para atenderos, de hecho se muestra bastante ocupado.

Sería mejor que los que le conocéis entableis la conversación ..Digo bajando el tono para que solo me escuchen los compañeros .demasiada gente para mi gusto y algo no termina de olerme bien compañeros .Avanzo junto a los demás pero mi mirada se pierde en las alturas y en los laterales buscando otra posible salida y potenciales enemigos .

Cuando entro en el almacén, pongo mis brazos en jarra, mirando alrededor, y luego mirando directamente a Bernini. Así que aquel hombre era el mordisqueador y maltratador. Me daba asco sólo de mirarlo.

Recapacitando desde un inicio, recuerdo que la noche anterior sólo tenía ganas de torturarlo un poco por sus pecados, pero ahora se había vuelto una pieza clave en el plan de aquellos Antiguos de la Camarilla. Horrible, todo horrible. Al final siempre me emocionaba con la acción y me veía arrastrada a cosas que no me incluían para nada.

Creo que nadie de nosotros lo conoce personalmente. - respondo a User sin dejar de mirar a Bernini. - Me pregunto si será de los nuestros o solo alguien con aficiones raras. Habrá que comprobarlo.

Empiezo a caminar hacia él, a paso lento, por si alguien se me une, pero decidido para encarar a ese despojo humano.

La imagen que mostraba aquella estampa abarcaba más lo patético que lo dantesco. Sin embargo, por el gesto de sus compañeros, Milos entendió que casi todos sentían cierta repulsión por aquel estúpido falso vampiro. ¿falso...? En verdad la duda de que no fuese un verdadero cainita permanecía en el subconsciente del gitano por lo que de ninguna manera se iba a confiar ante aquel sujeto.

Lo que estaba claro es que suponía un descuido y una temeridad imperdonable tener a alguien de ese pelaje suelto... permitiendo a simples humanos que fuesen conocedores de la naturaleza vampírica. Tanto si acababa por tener relación con el encargo que les habían hecho y, por ende, con el robo del libro del Vaticano, como si no, lo más prudente sería sacarle tanta información como tuviese en su ser y luego acabar con su vida silenciándolo de una vez por todas.

Aricia comenzó a caminar de una forma que hacía presagiar una amenaza velada. Si aquel tipo había decidido no prestar atención al grupo de recién llegados, ahora lo haría. Milos echó a andar un par de pasos después. Entrelazó los dedos y se dispuso para algo de acción. Cuando uno lleva más de doscientos años en este mundo, aprende a presagiar ese tipo de cuitas.

Avanzo junto a Aricia flanquándola mientras permanezco atento a todo cuanto nos rodea.

Si alguien quiere pelea no tendré problemas en partirle el espinazo.

Tras entrar en el almacen observo con curiosidad al que debe ser Bernini, su condición es bastante rara, posiblemente provocada por alguien de la estirpe, ya que ¿de que otro modo podría llegar un mortal a esta clase de práctica?

Así, mientras los demás se acercan encabezados por Aricia con una actitud bastante agresiva, yo camino con mas calma observando mejor la situación

Bernini sigue a lo suyo mientras avanzáis por el almacén hasta llegar frente al carro donde se encuentra el capataz dictando órdenes desde su elevado posición. 

Finalmente cuando la proximidad no le permite al hombre seguir omitiendo vuestra presencia, Bernini se da la vuelta y pasea su mirada por el variopinto grupo, parando especial atención en los senos de la representante femenina de vuestra cuadrilla.

 - ¿Qué pasa? Tengo trabajo

Veis como algunos trabajadores alargan el cuello y disminuyen el ritmo frenético de descarga, atentos a los acontecimientos.

Niego con la cabeza al ver la actitud de todos esos hombres, salvajes, animales, bestias inmundas. Como todos los hombres, vamos.

Lo miro a los ojos, con mirada seca, mientras una sonrisa torcida y burlona asoma por mis labios.

- Me mandan los Giovanni. - digo, tan secas mis palabras cono mi mirada. - ¿Estás seguro de que quieres discutir delante de todos estos animales? - extiendo el brazo, señalando a los trabajadores. - No tengo paciencia esta noche, así que decide rápido.

Mantengo la mirada, esperando ver cualquier reacción, cualquier resquicio. No sería difícil matarlo, probablemente no sería difícil matar a todos ellos, pero los muertos no hablan.

Dejo que Aricia lleve la voz cantante mientras bostezo ostensiblemente  como si aquello no fuera conmigo y me resultase de lo mas tedioso .Deambulo por el lugar separándome algo del grupo ,  tapándome la nariz con un pañuelo y con gesto de aburrimiento .

Los únicos posibles enemigos que detectas por allí son los mozos de carga que tampoco parecen especialmente sospechosos.

El almacén tiene dos entradas/salidas a ambos lados, por el lado en el que habéis entrado se trata de una gran puerta doble de madera y al otro lado un enorme panel deslizante que da directamente a la calle de atrás. Ambas aperturas son lo suficientemente grandes para permitir el paso a carruajes, sin embargo la puerta deslizante de detrás es ostensiblemente más grande; quizás para vehículos de mayor envergadura como caravanas o grandes cargas. 

Parece que alguno de tus diablos juguetones juega con tus sentidos, pues al intentar leer las auras de los presentes ves como estas desaparecen ante tus ojos ¿a caso tenían color alguno? no alcanzaste a identificarlo. 

Mientras Aricia habla con Bernini empiezo a mirar a un lado y a otro y luego a mirarme las manos

-mm, que raro- murmuro tras esconder las manos a mi espalda y sonreir placidamente a los presentes que puedan girarse a mirarme

Permanezco atento a todo lo que allí acontece.

- Sin duda alguna puede haber "problemas". - pienso al contar la cantidad de humanos que hay en el almacén.

Un rictus cubre la expresión del hombre al que se dirige Aricia, entonces Bernini vuelve a pasear la mirada por cada uno de vosotros pero esta vez de una forma muy distinta, mucho más seria y suspicaz.

Tras ello baja de un salto del carruaje, y cuando se pone a vuestra altura os percatáis de su reducida envergadura. A pesar de ser un hombre bajito, los michelines en su vientre indican que es una persona de buen vivir.

- ¡Seguid trabajando, malditos holgazanes! ¡Al que vea parado le echo a la calle!

Sin mediar una palabra y mirando fijamente a Aricia, le hace un gesto a esta con la cabeza para que lo acompañe a un rincón del almacén. El hombre se mueve y se aparta un poquito del centro del lugar hacía una de las esquinas más apartadas donde no había cajas. Allí los trabajadores deberían tener un oído superdotado para oír vuestra conversación, pero seguíais en su campo de visión. 

- Disculpad mis modales. No suelo tener visitas de vuestro calibre en esta zona de la ciudad.

Su educación es impoluta al dirigirse a vosotros. Nada que ver con el tono con el que os había recibido, rozando el desprecio.

Enarco una ceja y miro al tipejo ese.

- ¿Acaso nos está tomando el pelo?

Finalmente decido dejárselo a Aricia. Seguro que disfrutará haciéndole hablar.

No puedo evitar sonreir ante la imagen que se forma en mi cabeza.

Una pelea se estaba fraguando. De manera sutil pero claramente perceptible para quien tiene ciertos sentidos extra. Era como predecir una tormenta... un leve olor a ozono, la quietud del bosque o el ambiente excepcionalmente cargado. Lo notas. Pues de igual modo ocurría allí. El grupo de recién llegados se acercaron de forma segura a su objetivo hasta el punto de que, a este, le fue imposible ignorarlos. Y... ¡caramba! Parecía que había reconocido su verdadera naturaleza. El gitano cada vez estaba más seguro de que aquel tipejo enano y contrahecho era, en realidad, un hijo de Caín. Y, en caso de no serlo, acorstumbraba a tener tratos con vampiros a menudo.

Milos caminó hacía dónde se dirigían los demás. A propósito se quedó algo rezagado para vigilar los pasos de todos; obreros, Bernini, etc. La sensación de cernirse un combate se hacía más y más presente y, de algún modo, una emboscada era algo a evitar.

Por supuesto en ningún caso pretendía llevar la voz cantante. Para eso había otros interlocutores más locuaces que él en el grupo.

Tuerco el gesto, en una mueca de satisfacción sin llegar a ser una sonrisa. 

- Muy bien... - digo, ante el gesto del guía, siguiéndolo a donde nos lleva. No puedo sino mostrar satisfacción cuando veo su cambio de actitud. Zalamero y adulador. Como debería ser.

Me voy fijando en él, con cuidado, viendo signos vitales posibles: respiración, rubor,... sabía que podían falsificarse, pero quizás incluso podría ver un patrón demasiado forzado.

- Si te digo la verdad, anoche tenía todas las ganas del mundo de torturarte por simple diversión. - comienzo a hablar, claramente, sin tapujos. - Pero esta noche me he despertado de mejor humor. Vengo a hablar de un libro, y me han dicho que sabías algo.

Todos estamos a la espera mientras dejamos que Aricia siga apretando las clavijas al gordo. Cargarle a ella la tarea nos permite vigilar el lugar y a los mortales que por allí pululan porque la palabra Giovanni no es precisamente tranquilizadora .