Partida Rol por web

De nuevo, todo al traste.

La situación estaba normalizándose segundos antes. O al menos parecía normalizarse. La mujer muerta ya no parecía tan muerta. La labia tan común en él parecía que iba a sacarle de este embrollo y, quizá, con un marcador a favor. Pero no, estaba claro que el universo jugaba como tres movimientos por delante y ver la cara de Sony en aquel lugar le enseñó que había estado utilizándolos.

Tony notó la rabia crecer en él como una explosión feroz en su interior y, olvidando la actuación de su compañero, la búsqueda del otro y todo lo demás que acontecía a su alrededor, se fijó en aquel foco sobre Sony y echó a correr hacia él.

Tony ignoró a su vieja conocida y se lanzó a la carrera hacia la puerta por la que había desaparecido Ace.

La mirada de Chief se encontró con su padre. Sus ojos rebosaban malignidad, como siempre que estaba poseído por el licor, aunque ahora ya no era un niño asustado para rehuir aquella mirada. Quizás por eso el difunto se vio un momento turbado.

Cliff estaba terminando su pieza. Había estado en trance todo este tiempo. Alguien cantaba con voz quebrada de bluesman negro. Cliff se sorprendió al darse cuenta de que era él mismo. Y por algún motivo sabía que era uno de los temas inéditos de Johnson:

Puedo correr,
Pero nunca huir, nena,
el pasado siempre acecha
y debo pagar por lo prestado

Tony abrió la puerta al pasillo. Ahora estaba mucho más oscuro. El tipo de la entrada ya no estaba. En la oscuridad vio a Ace de espaldas, alejándose, a paso rápido.

El padre de Chief, Jeremiah, abrió su boca para mostrar sus encías putrefactas.

—Oh, vamos chaval.... ¿en serio? ¿predicador? ¿no aprendiste nada de tu viejo? Al diablo no se le puede ganar...

Puedo correr, nena,
hasta quedar sin aliento
pasar del cruce de caminos
¿quién me levantará si caigo?

No iba a dejar que escapara. Tony se lanzó en la oscuridad y agarró a Ace por el brazo para encararse con él. El otro se volvió con un gesto que mostraba más enfado que sorpresa. Luego sonrió de mala manera, como alguien que tiene una mala noticia que dar y va a disfrutar dándola. En ese momento Tony se dio cuenta de que todo era oscuridad a su alrededor. Sólo podía ver a Ace como si una luz indirecta los iluminase, pero no era capaz de percibir las paredes o donde estaban las salidas del pasillo.

Puedo correr, nena,
pero no sé hacia donde
un negro con muy mala suerte
y una jauría ladrando en sus talones.

De pronto Cliff sintió que estaba agotado. Dio un último rasgueo y la sala entera quedó en silencio unos segundos. La canción parecía todavía vibrar en el ambiente, pero él estaba agotado¹.

Y entonces el público aplaudió ferozmente.

Y el padre de Chief aferró el brazo de su hijo:

—Si tu dios tiene poder sácame de aquí... me debes la vida pequeño cabrón ingrato.

Y Ace se soltó del abrazo de Tony:

—¿Tienes algo que decirme blanquito?

La guitarra cayó tensando la cinta que la sujetaba. De no ser por esa cinta habría caído al suelo. Cliff tenía la mirada perdida en el público, sin centrarse en ningún punto en particular. Cerró los ojos concentrándose para mantener las rodillas rectas y no caer en el escenario. Sin pensarlo más se dirigió a la silla donde había estado la guitarra y la soltó ahí. Y le costó, porque la guitarra parecía de alguna forma pegada a su cuello y no quería desprenderse de ahí. Con un esfuerzo titánico consiguió dejarla de nuevo sobre la silla.

Se giró y miró de nuevo al público y saludó despidiéndose tras la actuación. ¿Por qué diablos había hecho eso? No era él, ni había podido controlarlo. De alguna manera el espíritu de Johnson estaba dentro de él y luchaba por mantener su impronta.

Salió corriendo del escenario en dirección a aquella puerta por la que habían salido Ace y Tony. No le importaban una mierda esos dos, quería salir fuera y comprobar que todavía podía controlar su libertad. Y dudaba poder hacerlo...

Chief aún notaba el escozor de los golpes en la espalda y la rabia de tener que aguantar las lagrimas para no recibir un segundo envite "para aprender a ser un hombre, no una nenaza".

En aquel momento, cuando su padre le agarro del brazo, se dio cuenta que no sabía por qué aquel hombre había acabado allí pero tampoco le extrañaría que hubiera vendido su alma por un par de tragos en una noche de invierno.

Y ahí estaba, exigiéndole que le salvara, que enmendara sus errores. Como cuando habían tenido que acostarle para que no acabara ahogado en su propio vómito o había tenido que recorrer a pie varias millas para recogerle casi inconsciente en algún bar.

- Lo dice el Libro de los Hechos*, todo el que invoque al Señor, obtendrá la salvación.

Sacó su vieja biblia, que ya había tenido que encolar más de una vez, y la colocó sobre la mesa, sin apartar la mano de su portada así como tampoco apartó los ojos de su padre.

- Él tiene el poder, yo solo soy su humilde servidor... ¿se lo has pedido a él? - acercó levemente la biblia sobre la mesa. - Yo puedo ayudarte a rezarle, a pedirle que te ayude pero solo Él puede concederte la salvación.

Chief vio el horror reflejado en la cara de su padre cuando sacó la biblia del bolsillo, pero ni eso lo preparó para lo que sucedió a continuación. Cuando la puso encima de la mesa sonó como un trueno y la onda del impacto hizo que los vasos de las mesas cercanas estallaran en pedazos. El predicador sintió el calor que emanaba del libro y entonces vio como las llamas salían de su interior como si estuviera empapada en aceite.

—¡Siempre has sido un necio!— gritó Jeremiah trastabillando con su propia silla mientras se levantaba saltando hacia atrás como un gato escaldado por agua —¿Cómo se te ocurre traer ese libro aquí?

Las bola de fuego fue tan intensa que apenas tuvo Chief tiempo de apartar la mano antes de quemarse los dedos¹.

En ese momento la turba del local, que hasta ese momento aplaudía entusiasmada, se volvió hacia la mesa donde la biblia se acababa de consumir por completo. Cliff, que estaba bajando del escenario, se dio cuenta de que aquella gente estaba a punto de abalanzarse sobre su amigo y, en esa ocasión, no habría música que calmase a las fieras.

Ajeno a todo aquello Tony seguía en el pasillo, manteniendo la mirada de Ace antes de contestar...

De repente la situación retiró toda la apatía que flotaba sobre Cliff. El fuego por un lado y la turba por el otro. Corrió hacia su compañero y lo cogió del brazo tirando de él hacia el exterior¹.

—¡Vámonos de aquí! —gritó tirando de sus compañeros—. ¡Tony! ¡Toooony!

Chief casi se vio transportado en volandas por el ímpetu de Cliff. ¡Demasiada tensión en el ambiente! Cuando tuvieron un momento para mirar hacia atrás no hicieron otra cosa más que corroborar que aquel local estaba lleno de gente muerta. En algunos casos la carne ya se había separado de los huesos y, en general, el aspecto era del de una de esas escenas dibujadas en 'Historias de la Cripta' donde de pronto un individuo normal y corriente se acaba de dar cuenta de que ha estado en un bar de carretera rodeado de muertos vivientes. Casi parecía a punto de sonar en cualquier momento el tema de 'Hotel California' de los Eagles, pero las dos únicas personas vivas del local no parecían dispuestas a quedarse a esperar. Irrumpieron en la oscuridad del pasillo y mientras Chief intentaba recuperarse de la impresión1 se encontraron con Tony que miraba fijamente a Ace en medio del pasillo.

Chief todavía miraba el lugar donde había estado su Biblia, sin procesar que las llamas habían prendido fuego en la manga de su camisa, mientras Cliff tiraba de él arrastrándole por todo el local hasta el pasillo.

- ¡Ah, ah! - solo pudo gritar mientras metía el brazo bajo el sobaco tratando de ahogar el fuego.

Unas lágrimas de dolor brotaban de sus ojos cerrados mientras trataba de caer al suelo presa del dolor, no era capaz siquiera de pensar en el estado en que estaría su brazo...

—¡Claro que tengo algo que decirte, hijo de puta! —le espetó Tony encarándose— ¿Se puede saber a dónde cojones ibas tan corriendo? ¿Qué coño es todo esto?

Tony notaba la tensión en su cuerpo mientras apretaba los puños hasta tener blancos los nudillos. En general, Tony no era un tipo violento, la labia siempre le había sacado de todos sus conflictos, pero en este caso notaba la ira recorrer su cuerpo mientras se enfrentaba a un tipo que, a todas luces, estaba usándolos como quien usa un pañuelo.

—Vas a respondernos, cabrón —añadió entre dientes—, porque ahora estás con el culo al aire.

—¡Tú! —dijo señalando a Ace—. Maldito malnacido. ¿Cuál era tu maldito objetivo? ¡Responde!

Cliff soltó el brazo de Chief y comenzó a avanzar lentamente hacia Sonny, con los ojos inyectados en sangre y cara de pocos amigos. Avanzaba lentamente pero si ese hombre hacía un mínimo ademán de salir corriendo, se lanzaría sobre él sin dudar. Pero antes quería saber si respondería a las preguntas de Tony.

—Vaya, vaya... estáis un poco más despiertos ¿eh blanquitos?

El tío no parecía especialmente preocupado porque le hubieran dado alcance o por las exigencias del grupo. De hecho se mantenía allí de pie casi como si la situación, tras la sorpresa inicial, le divirtiese.

—Teníamos un contrato y no veo que se esté cumpliendo. ¿Dónde están las canciones de Robert Johnson? ¿Las tenéis? No ¿verdad?— se puso repentinamente serio encarándose a Tony —Pues deja de sacar las putas plumas y consíguelas chaval. Ese era el trato que vosotros mismos firmasteis con un brindis en el bar. ¿Os lo tengo que recordar?¹

Miró alrededor:

—Esto es parte del juego blanquitos. A estas alturas ya deberíais tener claro que el hoodoo no es un motivo decorativo. Es el tema central. Robert Johnson hizo ese famoso pacto, claro que lo hizo. Pero no cumplió con todo lo que le correspondía y faltan esos temas. Hay muchas fuerzas detrás de ellos. Ya os lo dije: cualquier gasto que conllevase la búsqueda lo asumíais vosotros. Traedme los temas y lo sabr Sólo se puede engañar una vez al diablo chavales.

Entonces las luces se apagaron. Y para cuando se encendieron de nuevo ya no estaba allí. Pero seguían en el pasillo y se oía barullo procedente del interior del local³.

—¡Maldito hijo de puta! —dijo cuando la luz estaba apagada.

Cliff se lanzó hacia donde estaba Ace y lanzó un puñetazo al aire. Cuando la luz se volvió a encender entendió por qué no había impactado sobre la cara de Sonny.

—¡Joder! Este hijo de puta me la va a pagar —gritó—. ¿Cómo estáis?

—... ¿Qué? —susurró Tony mirando al vacío donde se encontraba Sonny y soltó un largo suspiro, con la mirada perdida— ¿Lo he entendido bien, Cliff? —le preguntó a su compañero ignorando su pregunta. Giró la cabeza y le miró muy serio y con evidente preocupación— Cliff, ¿hemos hecho un pacto con el diablo?

Le vinieron a la mente películas y libros relacionados con el tema y en todos el modus operandi era muy distinto. Sacaban algún beneficio y, después, debían pagar algo que no estaban dispuestos... Ellos estaban pagando antes. Estaban buscando esos temas y el beneficio lo sacarían de ellos. Pero Tony ya no estaba seguro de que hubiese algún tipo de beneficio más que salvarse. El timador timado. No podía ser, seguro que encontraba alguna forma de darle la vuelta.

—El pacto decía que debíamos encontrar los temas y dárselos. Pero no decía nada de dárselos a él primero, ¿verdad? —dijo entrecerrando los ojos y esbozando una leve sonrisa— Él mismo lo ha dicho, hay muchas fuerzas detrás de los temas... Y ya no somos tan pardillos.

Chief lloraba de dolor mientras musitaba una pequeña letanía, una oración en la que centrar su mente tratando de ignorar el dolor que sentía.

Ni se había atrevido a sacar el brazo de debajo de su axila, temeroso del estado en que se lo pudiera encontrar.

- Voy a necesitar un médico... - murmuró mientras miraba hacia el final del pasillo, la entrada por la que habían llegado a aquel antro de perdición y pesadillas.

Tony estaba tratando de encontrar una forma de engañar al diablo, de entrar en ese juego, de querer involucrar a más bandos en aquella locura...

- Destruidos. - gruñó mientras empezaba a dirigirse a la salida, apoyando el hombre en la pared para no perder el equilibrio. - Cumpliremos entregándoselos destruidos...

Chief pensaba en su biblia. Había pasado muchas cosas con ella y tenía un valor que iba mucho más allá de su precio físico. Evidentemente tenía biblias de sobra a su alcance. Pero aquella era muy especial. Porque perderla, además, hacía que una vieja promesa quedase incumplida¹.

Pero en ese momento tenían otros problemas más acuciantes. La puerta del local detrás de ellos se acababa de abrir y lo que se asomaba por allí recordaba a un mal remake de la noche de los muertos vivientes. Los cuerpos putrefactos de los asistentes, liderados por el Jeremiah, avanzaban hacia ellos como una turba vomitada del infierno. ¿No era así como rezaba aquella famosa película? Cuando ya no queda más sitio en el infierno los muertos caminan por la tierra...

La juventud de Chief no había sido fácil, un padre alcohólico que se desahogaba con sus hijos a golpes le habían convertido en un adolescente con problemas de ira y graves problemas con la autoridad.

Seguramente habría acabado engrosando las cárceles del Estado o muerto como su padre si no llega a ser por el Reverendo Bernette, quien le rescató de las calles y las bandas, quien le dio un propósito, quien le enseñó el perdón y el amor por el Señor.

Bernette no pudo ocultar el orgullo que sintió cuando Darbonne se consagró en el sacerdocio y Chief por fin sintió el amor de un padre.

El día de su primera misa, Bernette le regaló una biblia con una pequeña inscripción: "Estoy orgulloso de ti".

Desde entonces la había atesorado, como totem del amor que la Iglesia le había ofrecido, sabedor que el amor de Dios no es material pero sin poder desprenderse de aquel libro ya ajado, llevándolo a todas partes como un recordatorio.

Hasta ahora... y ahora... ahora la primera muestra de amor de su vida, seguramente la más importante, había ardido en los infiernos y Chief miraba hacia atrás, dudando si será capaz de perdonarselo alguna vez, si sería capaz de superarlo.

- Tenemos que irnos. - escuchó decir a sus compañeros pero le costaba pensar, cuerpo y alma doloridos, machado y agotado.

Tony se percató entonces por primera vez de la herida en la mano de Chief. Y de la pesadumbre que le acompañaba. Entrecerró los ojos intentando encontrar algo que le diese una pista sobre lo que había ocurrido, pero cesó en su empeño y ayudó a su compañero a salir antes de que la turba que salía del local les diese más problemas.

—¿Qué es lo que ha pasado? —preguntó Tony al aire, esperando que alguno de los dos le respondiera mientras apretaban el paso hacia la salida.

—No tengo ni la más remota idea, pero no me pienso quedar a comprobarlo.

Cliff echó a correr por uno de los callejones haciendo un gesto a sus compañeros para que le siguieran. Los callejones eran oscuros apestaban a orín y oscuridad. Giró de nuevo la cabeza pero, por un instante, no vio a sus compañeros.

—Vamos cojones... ¿dónde narices estáis? —masculló si dejar de mirar hacia la esquina que doblaba con la calle principal, donde estaba el Second Circle.

Cliff se asustó cuando algo lo agarró por la manga. Tardó un rato en darse cuenta de que se trataba de Tony, quien llevaba casi en volandas a un agotado Chief. No perdieron más tiempo. A lo lejos se veía una luz. Tenían claro que aquel no era el mismo túnel por el que habían entrado. De hecho eran callejones laberínticos y oscuros, en una ciudad cuyo cielo oscuro carecía de estrellas. Tras ellos escucharon el ruido de lamentos y pasos: los invitados al Second Circle no estaban lejos. Apuraron el paso hasta que vieron un sitio donde podrían quizás ocultarse: un edificio en ruinas que tenía una finca al otro lado y una puerta de metal abierta. A estas alturas ya nada les podía parecer extraño. Entraron en él y vieron, con alivio, que la puerta de metal tenía una barrera que se podía atravesar desde dentro. Eso les haría ganar tiempo. Tras afianzarla atravesaron los pasillos de lo que parecía un hospital en ruinas. Era un sitio muchísimo más grande de lo que se podía esperar al verlo desde fuera.

Había unas sillas de ruedas oxidadas contra una pared y lo que parecía una recepción.

Entonces se dieron cuenta de que no era un hospital.

Sobre una de las sillas había una camisa de fuerza raída y desgastada.

Era un psiquiátrico abandonado.

¿Cómo habían llegado allí? ¿Dónde estaban? ¿Tenía aquello algún significado?

De algún sitio, en la segunda planta, llegaba el sonido de un gramófono. Estaba sonando una canción. La inconfundible voz nasal de Robert Johnson desgranaba Ramblin' on my mind:

I got mean things, I’ve got mean things on my mind
I got mean things, I got mean things all on my mind
I got to leave my baby, well, she treats me so unkind

- Tenemos que encontrar una salida... - musitó Chief mientras seguía a Cliff y Tony sin prestar demasiada atención al camino que tomaban, dejándose llevar sin oponer resistencia.

Cuando se detuvieron por fin, sus ojos se posaron en la camisa de fuerza y dio un involuntario paso hacia atrás, mirando a sus acompañantes para asegurar que realmente eran ellos y nos dos enfermeros.

Por un instante se le había pasado por la cabeza que todo lo sucedido en los últimos días fueran un delirio y que le estuvieran llevando al Psiquiátrico de la calle Tchoupitoulas, donde alguna vez había acudido a celebrar la misa para los adolescentes allí internados.

- Tenemos que salir de aquí, voy a necesitar un hospital. Uno de verdad... - miró hacia el piso superior, hacia la música, tratando de aguantar el dolor por no fiarse de lo que podría pasarle si utilizara cualquier medicamento que hubiera allí.