Partida Rol por web

Eso es, Alvar, acercadme, si podéis, las suyas intenciones -respondió don Diego-. Por supuesto, quedad en aqueste castillo cuanto traigáis si lo creéis necesario. Ahora que estáis a mi servicio vuestras monturas estarán en el establo, y tendréis habitaciones propias. Id pues a la herrería y tomad cualesquier espada si es menester. Yo ahora he de marchar y atender a la mia familia, mas volved si traéis nuevas, sean las que sean. Sois la opción segura que me queda, que para belicios ya tengo la mesnada.

Por supuesto que había trato. Habíais sido pagados en Burgos, et en además que hablar de tratos directamente con el barón, en estando por medio el título del conde de Valdivielso asemejaba realmente feo. Por ello, don Diego se levantó, os sonrió un instante y desapareció de aquel salón caldeado por la chimenea. La tela estaba sobre la mesa y el curtidor de pieles había llegado al negocio.

¡Ea! pongámonos al lío que ya toca. ¡Zagal!, ya estás ahuecando el ala que para eso nos pagan. ¡Et date brío!, que dudo que tengas alguna vez mejor señor que aqueste. ─sonreíle al mocoso.

Yo iré a mojar gaznate en la taberna, que tal que ansí es lo que faría si anduviera de paso o hubiere venido a buscar jornal. Non es menester desentonar et tampoco pasar más tiempo del necesario en el castillo. ─miré al de Hinojosa ─¿Vos que decides grueso amigo?.

-Agradeceré un buen plato de comida caliente junto a vos en la taberna, buen Lope -dije, sincero, pues realmente me apetecía degustar algún manjar de la región. Sin embargo, tras las palabras del Barón, dudaba que la abundancia en el pueblo me lo permitiese-. Así habremos tempo para preparar bien la nuestra historia et non dejar ningún cabo suelto.

Cuando empecé a caminar lentamente, me dirigí a Zorro.

-Llegad antes que nosotros a la taberna si allí esperáis encontrar información, o bien facedlo más tarde, mas en ningún caso ha de parescer que vamos juntos. Non dirigirémoste la palabra una vez allí, et si dáse el caso, será como completos desconocidos.

Que sí....que sí...., que ya menterare antes -Dixo el toledano sintiendo el goze et alivio rascándose- por agora voy pa' la armería a ver qué me arregla, et id vosotros a llenar la panza. - Bifurcó su camino entonces, preguntando a los criados por dónde se encontraba la armería, tal como le indicó el Barón de ir a buscar, et una vez allí, guiado por el poderío de alguien pudiente et recursos, se llenó de avaricia et compençó a pedir allí todo el equipo que pudiera necesitar; esto fue un bracamante de calidad et protecciones ligeras que pudiera llevar, pues las que vistió alguna vez en vida, eran sin duda robadas, et de tamaños dispares que en ocasiones ni le servían. Así fue como se cubrió con unos brazales que dejó a la vista, unas grebas que cubrían sus espinillas et un gambesón reforzado. Tomó además un broche de metal, para cerrarse la capa a miradas poco discretas, pero con ello unido al negro de la tela, casi parecía un dominico. Pero a lo hecho, pecho, pensó, que ahora lucía como un verdadero señor et de aquesto nunca tuvo oportunidad.

Pasó por las cocinas et tomó sin permiso un trozo de pan et una pequeña cuña de queso para engañar a la fame antes de ir a la taberna, et dar tiempo suficiente a la pareja a fazerse con el lugar.

Demasiado suponía aquel muchacho que iba a encontrar en las herrerías, pues pareciendo que poco o nada había escuchado las palabras del buen Diego Aguaza, que su mente decíale de tomar robustos y pulidos pertrechos de los que el castillo de Piedralejo no poseía más que para la poca mesnada que quedaba. Et que entonces el herrero de la fortaleza elevó sus ya canosas cejas, se mesó la barba, et que se echó a reir por los requerimientos que hacía Zorro, no sin antes querer tumbarle a patadas por entrar en su fragua como el mismísimo Barón. Tuvo entonces, un mozo aprendiz del mismo oficio, recordarle al herrero que había oído a los solados decir que tres hombres venían a ver el Barón, et que el herrero, con ésto, cedió a entregarle un bracamante y una espada* (mas nada más).

No obstante, pese a ese frustrado desatino, el joven de bellos ojos paseóse por las cocinas, que ya decimos que bien ancha tenía la vista, y tomó una cuña de queso sin que ninguna de las sirvientas cazárale. Una vez siendo provisto más de lo que él mismo pensaba (o tal vez no), salió "escopetado" por el portón, bajó la cuesta y se perdió en Piedralejo, lejos de los consejos de aquellos otros dos que decíanse pardo y comerciante le relataban...

Por detrás, cuando el joven zagal hubo ya desaparecido salieron de la fortaleza ambos dos.

Sin dilación alguna te encomendaste a la taberna-posada que estaba más o menos en el centro de Piedralejo. Te encontraste algún vecino volviendo a sus casas o saliendo a sus labores. Una vez te encaminaste a ella, notaste que en su parte frontal, la fachada, no había nombre alguno. Aquello no era Burgos ni tenía el postín de villa o ciudad. Sin embargo, parecía el único lugar en el que servirían vino.

Una vez dentro, encontraste la taberna vacía. Era muy de mañana, y sería raro encontrarse a las gentes gastando a esas horas los pocos dineros que tuvieran. Era una taberna normal en su planta baja (chimenea, mesas, sillas y una improvisada barra con un tablon y dos barriles) y tenía escaleras en un lateral, que daban a la posada de arriba, a las habitaciones.

Un tipo, el tabernero, se quedó mirándote mientras paraba de limpiar el tablero donde servía vino.

¿Qué quieres? -preguntó un poco estupefacto por encontrar alguien allí a esas horas- ¿Quieres vino?

Mientras bajábais la cuesta del castillo de Piedralejo, veíais la nieve cubierta por las proximidades, que no llegaban sino a leguas de distancia por aquella altura. sin embargo, hacía sol, y el frío apenas se notaba. Desde allí no podíais ver el campamento de mercenarios que estaban instalados en otro punto cardinal. Claro que mientras respirábais la brisa helada que bien se os metía por los orificios y os refrescaba el alma, observábais los campos anexos y los huertos de Piedralejo, allá abajo, siendo sembrados, recogidos, usados paraa guardar algún ganado, y otras tantas tareas diarias vecinales.

Por otro lado, notásteis una figura, al principio de la cuesta, aproximarse. Iba al castillo, y en breves estaría a vuestra altura. Sin embargo, a medio camino, en mitad de la inclinación, se detuvo. Veía a dos tipo andando y ciertamente no os reconocía. Tal vez aquello le causara miedo. Y en estando a vuestra altura agachó la cabeza, muy temerosa. Llevaba una cesta con comida al castillo.

Que con paso firme e presuroso bajaba la pendiente en pos de la taberna. Aguada la boca tenía pensando en un buen et caliente caldo acompañado por el mejor vinacho que pudiera permitirme. Mas hube de frenar mi marcha a tan ansiado destino de momento, pues una figura tímida et femenina, veníasenos en dirección contraria.

Apartéme entonces del su camino, echándome a un lado de la vera sin descir nada, empero miréla con ojo agudo* al tiempo que daba un codazo al de Hinojosa en sus higadillos, pues plascíame ver que faríale o diríale aqueste, que labia habría, et igual mayor que su panzada...

Negó con la mano al herrero rechazando la espada corta, que non tenía él manejo de armas de nobles, nin creyó conveniente tener una quando intentaría fazerse hueco entre mercenarios et almogávares.

Una vez en la taberna se reclino sobre la silla al tiempo que escutaba al tabernero et con su cabeça reposando sobre sus braços sonrió et asintió.

-Un vinete, et si vos tomáis otro conmigo et me contáis qué se cuece en Piedralejo, mellor, que vacía tenedes la taberna vos et poca idea de qué ocurre ocurre aquí tengo yo. Non me digáis que tenéis mellores cosas que fazer en aquesta mañana!

Me llevé la mano al costado tras el golpe de Lope, que aunque amplias, no eran precisamente duras mis carnes. Observé cómo este no quitaba ojo de la mujer que se acercaba cuesta arriba, pero sin esperar a que terminara su inspección saludé a la mujer desde lejos, levantando el brazo derecho a modo de saludo.

-¡A las buenas tardes, mi señora! -Esperé su respuesta mientras me dirigía hacia ella, dispuesto a entablar conversación y ver qué nos podía contar el pueblo sobre la situación que ya nos había explicado el barón. Si algo me habían enseñado mis años de trueques y comercio es que el valor con el que se tasa todo (y con esto incluyo a uno de los más valiosos bienes, que es la información), depende del ojo con el que se mire.

El tabernero se quedó un poco estupefacto ante cuando le pregunto por Piedralejo. Dudando si aquellas palabras no eran sino burlas, tardó unos instantes en servirte un vaso de vino, no sin antes mirarte bien. Sin embargo él no se sirvió.

Sódeis muy joven para preguntar tan ligeramente... -te dijo como un padre que da un consejo a un chiquillo-. Aunque sé muy bien porqué lo hacéis: si buscáis esos tipos, se alojan en un huerto no muy lejos de aquí... Para mí que los judíos del pueblo, esos tunantes que no hacen más que hurgar por el camposanto, los han traído aquí, los han pagado y nos quieren hacer vivir con miedo... ¡si lo sabré yo!

Por un momento alzó la voz, pero enseguida se calmó.

La muchacha notó cómo Lope la miraba nada más llegar, y se asustó cuando Álvar se dirigió a ella. Apretó con fuerza su cesta y dudó unos instantes, más en estando ya con vosotros pronunció unas leves palabras.

Buenos días... -pronunció-. Notásteis, ahora que había llorado, pues tenía los ojos muy rojos, señal de llanto. ¿Venís a ver a don Diego? -se atrevió tímidamente o sin habérselo pensado unos instantes-.

-Alvar de Hinojosa es el mío nombre, bella joven. Disculpad que non pueda corresponder la vuestra belleza con la mía ni con la del mío guardia, el buen Lope -hice una leve inclinación a modo de muestra de respeto, que debió quedar bastante ridícula dada mi corpulencia, y sonreía sin parar intentando agradar. Parescía buena muchacha, aunque sin duda estaba pasando la pobre un mal rato-. Reconoscido comerciante soy, et apenas face un instante que llegué al vuestro bello pueblo. Vengo de presentar los míos respetos al Barón, et, por supuesto, de poner a la suya disposición mis mercancías. ¿También venís a ver al barón, pequeña flor?

Hice una ligera y ridícula (aunque no tanto como la de Alvar) reverencia a la moza. Su belleza meritaba, cuanto menos, doblar el espinazo al presentarle mis respetos. El de Hinojosa hilaba bien sus palabras como había intuído, así que no queriendo entorpecer intentando ayudar, mantuve la boca cerrada intentando que de paso no se escapara de ella la baba que provocaba aquella bella moza con su sóla presencia. ¡Un ángel era aquello tan bello!...

El joven abrió los ojos de par en par cuando escuchó al tabernero hablar.

-Judíos dices?! Malditos cortapichas, non se puede estar lejos de ellos ni en lo más profundo de Castilla.- bebió de la jarra et le miró de reojo.- por qué decis que vivis con miedo? son solo mercenarios et judios. Vos amenazan pa'pagarles? et eso del camposanto? - negó faziendo ver que no entendía muy bien mientras se inclinaba hacia delante mostrando interés et creando un ambiente más cómplice.

Si, esos judíos... no me fío un pelo d'ellos -aseguró el tabernero inclinándose igual que lo hizo el joven Zorro-. ¡Menudos! ¡son herejes y como herejes sabran ellos bien qué se andan entre manos! Luego se centró en el tema de los mercenarios. Alguno que otro vienen aquí a emborracharse, cada dos o tres días... Miedo tengo de cobrarle, por si me destrozan mi casa, et que por eso no les digo nada. Así hasta que se marchan. Et pese el incidente de los campesinos muertos y el soldado en la pica, que éstos no demandan nada, ni siquiera, mas a pesar d'ello miedo tenemos. Et vos... -el posadero estaba ahora con la mosca detrás de la oreja-: ¿porqué diantres preguntáis tanto?

Ambos dos hicieron una inclinación oportuna, mas a pesar de no ser la más propicia, nadie en la vida habríase dignado a hacerle una similar a una campesina corriente; aquesta era la primera vez que le mostraban tanto respeto, et que por eso se dió bien por aludida y pareció calmarse un poco, pues dudaba de vuestras intenciones. La chica pareció abrirse un poco más.

Creía que vos érais... -miró en la dirección en la que se debería llegar, cruzando el terreno correspondiente, al campamento de mercenarios-. Si, ya vuelvo al castillo. A decir verdad, trabajo en la cocina, con la dama mayor. Perdónenme, pero creí que ambos dos éran de esos hombres peligrosos... Me llamo Ruth. Et ojalá que sigan por Piedralejo unos días más -aquesto decia al saberse ahora Álvar como un comerciante, que seguramente estuviera de paso-: nunca se sabe de lo que esos hombres serán capaz de hacer.

Reconocísteis en sus ojos una expresión de calma y tranquilidad al saber quiénes érais, al menos a que os dedicábais (por lo menos Álvar). La muchacha miró otra vez a Lope y marchó cuesta arriba algo más animada, alegando que tenía que volver al trabajo.

-Paresce, buen Lope, que non inspiran otra cosa que temor aquestos milicianos... -dije, tras la marcha de la mujer. Realmente quisiera haber podido hablar más con ella, pero Ruth no parecía querer perder el tiempo. Una lástima, pensé, pero ya habría tiempo de hablar con el resto de gente del pueblo una vez en la taberna.

-¿Continuamos? -pregunté a mi compañero, pues no estaba seguro de si querría ir en pos de la preciosa mujer o si quería por el contrario continuar en nuestro descenso.

Ruth

Se grabó a fuego aquel nombre en mi mente, así como su rostro dulce y delicado. Sus ojos almendrados y carnosos labios tiernos cual fresa recién recolectada rivalizaban con la belleza de la virgen María. ¿Sería un ángel aquello que ahora veía?.

Que busqué en mi testa algo que decir; alguna frase elocuente, algo inteligente o al menos un piropo decente, más lo único que hubiera salido de mis fauces serían improperios sin sentido. Mantuve pués la boca cerrada, amilanado. Que era yo hombre de campo y pendencia, de zurrón y pan duro, de hacha en la diestra y cuchillo en la siniestra. Palabras bonitas, manos suaves y gestos delicados nunca tuve con nadie...

Tampoco salieron palabras para responder al de Hinojosa, así que aún aturdido por la imagen de semejante belleza, simplemente asentí con la cabeza a lo de proseguir.