Poco iba a encontrar yo allí, la verdad, aunque no fue por no ponerle ganas. Que no era yo guardia de la ciudad ni nadie dado a investigaciones, leñe, lo mío era más contar oros, comerciar con telajes y andar embaucando a las gentes, que andar escrutinando suelos y muros en busca de pistas.
El detalle del estilete, sin embargo, me sacó de mis refunfuños. Si hubiese sido cosa de los mercenarios con los que dimos esa misma tarde, no hubieran dudado en atacar con más fuerza... Un arma pequeña me parecía demasiado sofisticado para ellos. Excepto, claro, para su líder, el único con algo de seso en la mollera.
Tirada oculta
Motivo: Descubrir
Tirada: 1d100
Dificultad: 20-
Resultado: 46 (Fracaso)
Te diste cuenta de que el leve rasgro que vísteis, las huellas que cruzaban el patio de armas, eran únicamente de una sola persona. Quien hiciera aquel terrible acto iba solo.
Tras inspeccionar todo el castillo, cosa que os llevó más de la cuena (una hora aproximadamente, debido a las enormes y oscuras salas que poseía), nada encontrásteis. Nadie habíase escondido allí ni otras huellas o pistas había dejado quien tan horrible crime hubo perpetrado. Al subir a la muralla, vísteis algunas antorchas allà abajo, en Piedralejo, pues los pocos soldados del Barón habían ido a dar cuenta al pueblo y husmear un poco.
Vosotros diréis qué hacéis. Es plena noche.
El joven ladronzuelo miró a sus compañeros sin saber por dónde salir en esta ocasión. - A ver si al final va a ser verdade aquesto de la brujería et es cosa de fechizos. Non ocurriesame fazer algo tan arriesgado como colarme en castillo de gente de buen et acuchillar a la señora de un Barón nin por todas las joyas de la realeza, et me considero bueno en lo que faso, eh?!. Et quien haya fecho aquesto, ha de ser demasiado bueno como para no dejar rastro alguno. El viudo ha mandado que vayan tres homnes al pueblo a investigar. ¿Queredes acompañarlos? Poco se me ocurre fazer por aquí más...
-Habremos pues de seguir con la falacia -dije, asintiendo las palabras de Zorro-. Recordad que non conoscémonos, que Lope es el mío protector et que, al menos él et yo mesmo, habemos dormido en el mío carro. Habemos escuchado el jaleo et visto las antorchas de los omnes del barón, et rumores del asesinato, et es por eso que voy al pueblo a investigar, preocupado por la mía seguridad, et la de las mías mercancías.
Escuché a mis compañeros mientras daba vueltas a la estancia como un animal salvaje encerrado. Ninguno de los tres teníamos idea de por dónde continuar los pasos. No teníamos nada.
Me paré a la altura de una de las ventanas y reflexioné. - Non se me ocurre que buscar, ni con quién falar de aquesto que nos ocupa. - Me giré para darles cara a los otros dos y les pregunté, con los brazos cruzados y mesándome la barbilla con una de ellas. - ¿Vos habéis reparado en las huellas que cruzaban hasta la muralla? Eran unas huellas que llegaban hasta la parte en la que el muro es más bajo.
Esperé una reacción por su parte y continué, - Non eran más que de una persona y eso me hace dudar de los mercenarios. Non hay duda que esos animales gustarían más de atacar juntos que de uno en uno.
Su reacción, Lope, es irse al pueblo. ¿Tu vas, Lope? ¿o te quedas en el castillo?
Si. Perdón. Que estoy apijotado. Mejor los tres juntos
En habiendo bajado al pueblo los pocos soldados del Barón de Villanache, vosotros decidísteis hacer lo mismo. Unas huellas advertidas por Lope y poco más teníais en vuestro favor, casi ninguna información. El frío nocturnos os congelaba el alma, y la terrible situación de la muerte de la mujer de don Diego no ayudaba. Una vez abajo, en medio de la pequeña plaza de Piedralejo, veíais algunos aldeanos en las calles, alertados por el suceso. Las luces de las viviendas estaban encendidas y la taberna también, acompañada de un buen jaleo.
Lugares de interés.
Camposanto.
Posada. Está abierta y albergando, seguramente, mercenarios emborrachándose.
Iglesia del pueblo.
Campos de cultivos cercanos.
El resto de casa de Piedralejo, inclueyendo la casa alejada casi fuera de él.
-Lope, vayamos a la posada -dije, convencido-. Allí preguntaremos si alguien sabe qué ha podido suceder, amparándonos en la mía necesidad como comerciante de saber si hay ladrones en el pueblo para proteger la mía mercancía. A buen seguro habrá omnes de los que vimos aquesta tarde, et siendo tan animales como parescen, quizá estén ya borrachos et puedan irse de la lengua. O quizá otra persona de por allí pueda ayudarnos.
Miré al zagal, al joven Zorro, pensando.
-Non credo que sea buena idea que véannos de nuevo juntos en la taberna. Quizá debieres preguntar a las gentes del pueblo, como aquesos -señalé a los que se reunían en la plaza, cerca de nosotros-, o quizá puedas esconderte cerca de alguna ventana es escuchar qué se cuece en las casas. Si algo he aprendido en mis viajes, zagal, es que en pueblo pequeño non hay suceso que pase desapercibido.
Encontrábame muy indeciso y no terminaba por acertar a dirigir los mios pasos a ningún lugar. ¿Al camposanto?¿Por qué ir allí? ¿A la taberna? Quizá fuese peligroso encontrarse con agún mercenario bebido. O con más de uno.
Tanto lo pensé que Alvar decidiose por decirme de ir a la taberna. - ¿Seguro estáis de querer que nos encaminemos a la taberna, Alvar? - Preguntele con recelo. - Mirad que bien puede estar llena de mercenarios con gana de pendencia y solo somos dos.
Aunque poco sitio más quedadba en el que poder encontrar a alguien dispuesto a darnos alguna pista para desfacer aqueste asesinato.
- Vayamos pues si tan seguro estás y que lo que el Altisimo disponga sea.
-Revueltas como están las aguas, dudo que busquen pendencia si non quieren llamar la atención del populacho et facer recaer sobre ellos todas las miradas acusadoras -dije a Lope, pues desde luego creía lo que decía. Si aquellos hombres buscaban pelea en aquel momento, más de uno no dudaría en acusarles de la culpabilidad del asesinato en casa del barón.
Alvar y Lope se marcharon a la taberna, no con pocas dudas sobre sí. Sin embargo, la mejor forma de no caerles sospechosos era sin embargo dejarse ver, si es que estaban allí (como parecía que era). Zorro asintió* y se quedó en la calle, quizá pensando en algún plan del que poder averiguar algo*.
*: como Zorro no ha dicho nada, de momento queda ahí, relegado. Si sigue sin aparecer lo pnjotizaré.
Alvar y Lope postean para ellos solos.
A medida que avanzábais a la taberna el rumor era cada vez mayor. Sentíase muchas voces, gritos y risas en el interior de la posada-taberna, y al asomar el gaznate por allí vísteis a un gran número de almogávares (no todos, pues tantos no cabían) allí bebiendo y divirtiéndose. El alcohol avanzaba por sus venas, el vino era tragado como agua y algunos estaban echando un pulso, afición a la que todos atendían con el vaso en la mano, expectantes.
Nada más entrar, algunos de ellos os reconocieron, e incluso vísteis a Alonso, y su fornido hombre Manel, allí presentes. Éstos bebían con más moderación. Enseguida os hablaron.
¡Venid! -os dijo con la palabra y un gesto de mano Alonso, que estaba sentado desde una mesa del lateral-. Luego caminásteis ante él. El jolgorio no cesaba. Venga, sentáos -dijo serenamente-. Tranquilos, no os pediremos cuentas de lo de las armas. ¡Aquí se viene a beber! ¿verdad? -os hicieron sentar en su misma mesa-. ¡¡Tabernero!! ¡Vino para estos dos hombres!
El bueno de Felipe os trajo una bota y dos vasos.
Decidme, ¿y dónde os alojáis? Aquí, en esta posada, desde luego no... ¡y menos con este ruido! -dijo entre risas-.
-Sí, mejor será que no nos relacionen por el momento, mas a buen grado iría a fablar con el posadero, que buenas migas pude fazer con ele et de seguro que escuchó quanto aconteció en castillo. Preguntadle pues, et si boca non abriera, mentad lo poco que os gustan los judíos et ver si eso funciona. Ire yo a la esglesia para ver qué se cociera por allí. ¡Cuidaos de los diablos!
Despidióse el Zorro a los últimos minutos de romper la compañía et tomar cada uno camino individual, a ver si los feligreses de Piedralejo eran tan buenos cristianos como debieran et a la esglesia acudieran.
-Aún no habemos tenido tempo de buscar alcoba, ocupándonos estábamos de asegurar el mío carro cuando unos extraños rumores han llegado a los míos oídos... Non es que sea yo omne de inmiscuirme en la vida de otros, ya sabe, mas gústame de estar al tanto de lo que ocurre en aquellos lugares que visito -hice una pausa- ... especialmente sobre aquellos asuntos que refiérense a la seguridad, et a la mía et la de mi buen Lope en concreto.
Agradecí la invitación al vino, y tras remojar el gaznate, continué.
-He oído lo sucedido en casa del Barón. Los suyos omnes andan estorbando et olimbreando por todas partes. ¿Sabéis vos si andan ladrones o pendencieros por aquí? ¿He de forzar a mi guarda a doblar la atención mientras andemos por aquí?
Como habíame temido en la taberna se encontraban varios de los mercenarios que ya habíamos visto anteriormente. No me gustaba.
A cualquier lugar que mirase veía alzarse las jarras con vino, a la vez que los que las portaban reían o gritaban, según les viniera en gana. Habíalos que disputaban peleas de pulsos entre ellos. El clima pues era distendido pero algo en el ambiente me mantenía en guardia. Era como si estuviesen celebrando una ultima fiesta antes de un ataque.
En una de las mesas se encontraba Alonso. Aquél nos sentó en su mesa y ordenó que que sirviesen vino. Agradecí el vino pero no dí trago alguno. Me mantenía alerta mientras Alvar le largaba las mentiras.- En la boca del lobo estamos.
Mis hombres... ¡mis hombres! -dijo como sorprendido-. ¡Mis hombres no estorban! -dijo entre alguna sonrisa-, ¿a que no, posadero? -el humilde Felipe negó mientras servía más y más vino a los otros...-. Estamos todos aquí, et el resto ha quedado en guardia del campamento. Noticias no tenemos de maleantes, empero, ¿qué ha pasado en casa de ese Barón que decís?
Alonso parecía sorprendido.
Tras despedirte fuiste entonces a la iglesia, no muy lejos de la posada-taberna de Felipe. Por las calles nadie había a esas altas horas, et que al llegar al templo santo lo encontraste vacío. Vacío et cerrado. Aquellas no eran horas para rezar.
Cerrado está.