Partida Rol por web

Bronco abrió un ojo y acto seguido se incorporó con su afilada hoz en mano. Haggar no estaba durmiendo a su lado, y si ese gandul no estaba a su vera, era sinónimo de que algo sucedía. De repente, escuchó la balbuceante voz de Boris. Aquel muchacho era bastante tímido, y no solía expresar lo que pasaba por su cabeza a base de gritos.

Se levantó y salió de la tienda con parte de su robusta pechera al descubierto. Entonces contempló como a duras penas el arquero conseguía mantenerse en pie.

- ¡¡Ya es suficiente muchacho!! ¡¡Haggar y yo ocuparemos tu lugar!!- dijo Bronco. Esperaba más puntería que resistencia al alcohol por parte de Boris.

- Sí, será mejor que me acueste. La pelea con esos lobos ha sido durísima. Imagínate, Bronco: Ahí estaba yo, sólo ante una veintena de lobos enooormes. Y a todos los he hecho huír. ¡Ja, ja, ja, ja. Soy muy peligroso cuando me enfurezco! No podía permitir que os hiciesen daño. ¡Os he protegido! Sí, y ahora tengo que descansar, me siento un poco mareado, algo no me ha sentado bien. ¿Qué mierda de raciones nos han dado?

Boris entró en su tienda. - ¡Aaah! ¡Aquí dentro hace muchísimo frío! No voy a pegar ojo en toda la no...- Fue incapaz de finalizar la frase; cayó en un profundo sueño en cuanto se tumbó sobre su manta.

Tras el pequeño altercado con los lobos y Boris, Bronco inició su guardia junto a su fiel compañero oso. La noche era de lo más fría, aunque el semiorco la resistía bastante bien. El entorno, además, era cuanto menos tétrico ya que la oscuridad estaba acompañada por una especie de niebla blanquecina que rodeaba los espacios entre los troncos de aquel bosque que tan bello y agradable resultaba de día.

Aullidos de lobos ocasionales podían oirse rasgando el silencio de la noche...

Con los ojos aún pegados, Jalles retornó al calor de su cama...que gracias a Boris encontró fría como un témpano. Se acurrucó bajo la manta y no tardó en quedarse dormido...

Paul aprovechó que Boris se había ido a la cama, para hacer un claro gesto de "empinar el codo" al resto. Tenía claras dudas que ni siquiera hubiese existido la presencia de los lobos en las cercanías, aunque no lo podía asegurar, con lo que le dio el beneficio de la duda, ..., pero dudaba, obviamente, de la cantidad y tamaño de los lobos.

Igualmente, Paul volvió hacia su tienda, ..., hasta que vio que estaba medio desmontada, fruto del ímpetu con el que se levantó hacía escasos minutos. Se puso a intentar arreglar el desaguisado, pero al cabo de pocos segundos, había liado más el asunto.
- Bronco, ..., ¿te importa echarme una mano con este pequeño estropicio? - Dijo Paul con evidente vergüenza en la voz, ..., necesitaba mejorar más en estos aspectos.

Bronco cogió su enorme hacha y se acercó hasta la tienda del Paul. Sin decir una sola palabra, arregló la tienda del sacerdote. El semiorco deseaba que el joven no hiciera todo igual, porque si no, estaban apañados.

- ¡¿De dónde ha salido este personajillo incapaz de levantar una tienda de campaña?!- se preguntaba con una sonriosa que dejaba entrever sus grandes y prominentes colmillos inferiores. Sea como fuere, el chamán del oso se dispuso a cumplir con sus turno de guardia, el más oscuro y sombrío de la noche.

- ¡¡Bola de pelo!! ¡¡Espero que estés atento y no te duermas a la primera de cambio!!- rezongó a Haggar, el cual ya estaba acurrucado cerca del fuego

Tras el pequeño altercado con los lobos y Boris, Bronco inició su guardia junto a su fiel compañero oso. La noche era de lo más fría, aunque el semiorco la resistía bastante bien. El entorno, además, era cuanto menos tétrico ya que la oscuridad estaba acompañada por una especie de niebla blanquecina que rodeaba los espacios entre los troncos de aquel bosque que tan bello y agradable resultaba de día.

Aullidos de lobos ocasionales podían oirse rasgando el silencio de la noche...

Tras una media hora de guardia, aproximadamente, el semiorco y el oso percibieron algo entre la neblina y los frondosos árboles que rodeaba el modesto campamento de los aventureros de Kassen. Por su parte, Haggar parecía oler cuatro lobos cercanos, sin embargo Bronco solo alcanzó a percibir a uno de ellos moviendose entre la espesura. Cuando sus miradas se cruzaron, el lobo quedó paralizado mirando fijamente al semiorco druida con una mirada fría y gelida....

Los lobos de los que hablaba Boris habían vuelto. Bronco adoraba la naturaleza y los animales, pero los lobos... eran demasiado territoriales. Una vez intentó acercarse y calmar a uno, pues siempres se le había dado bien los animales -Haggar era la prueba. Pero en aquella ocasión sólo obtuvo una terrible dentellada que jamás a logrado olvidar.

El chamán miró con rostro serio a las criaturas de la noche, mientras extraía su enorme tirachinas de roble.

-Sé que eres capaz de entender lo que digo. Los animales no sois tan tontos como algunos piensan, pero te aseguro amiguito que desearás no haber puesto una pata en esta pezuña si te alcanzo con mi "juguetito".- continuaba el druida con los ojos puestos en la bestia peluda.

El lobo que percibió Bronco pareció quedar inmobilizado ante la seria advertencia del semiorco, confuso por la percepción de entender al semiorco como si formara también parte de aquel entorno salvaje.

Haggar, por otra parte, olía por lo menos a tres lobos más en las cercanías....

Dos de los lobos que Bronco no logró percibir, pero que sabía que se encontraban cerca gracias al oflato de Haggar atacaron desde una posición sigilosa contra el oso Haggar, tal vez considerandolo la cena de aquella noche ambos lobos se le echaron encima rugiendo y mordiendo cogiendo por imprevisto al oso pero este logro enzarzarse de forma defensiva con los mismos en un combate animal en el que uno de los sorpresivos y hambrientos lobos consiguió clavar sus colmillos en la peluda piel de Haggar logrando hacerle sangrar.

Bronco tenía su enorme tirachinas presto para disparar, pero de repente, un par de lobos surgieron de la espesura comprometiendo a Haggar. El chamán tuvo que decidir con presteza, pues aquella situación no era nada halagüeña para rl osezno garra de runas. Casi como si de un acto reflejo se tratara, el semiorco dejó caer su arma de proyectiles y extrajo el enorme hacha que lo acompañaba desde que tenía uso de razón.

No estaba dispuesto a dejar a su amigo abandonado a su suerte contra aquellos lobos de tres al cuarto...

- ¡¡LOBOOOOOOOOOOOOOOS!!- Bramó a pleno pulmón mientras descargaba el hacha sobre uno de los lupinos enemigos. Pero la improvisación y la agilidad con la que se movía, fue suficiente para que el filo del gran hacha ni tan siquiera lo rozaran.