Partida Rol por web

Abres la compuerta y ves un cubo blanco, silencioso, tranquilo y vacío.

A Mario no le gusta esa tranquilidad en un cubo del que sabe que pueden emanar peligros mortales.

Cada vez está más nervioso por no ver al joven chino, así que decide actuar sin más dilación.

Vuelve a la escotilla que da al cubo 232 para entrar en él y si sigue el cadáver putrefacto en el suelo, registrarlo por si tiene alguna pertenencia de valor antes de pensar hacia dónde moverse desde el 232.

Vuelves al cubo 232. El cadáver de la joven emana un olor fétido insoportable. Registras su cuerpo entre sus ropas. No encuentras nada en ellas, parece que alguien la ha saqueado ya... puedes quedarte cualquier prenda de su ropa, o las gafas de aviador que tiene a modo de felpa en el pelo.

aspecto de la chica antes de morir

Mario está asqueado mientras registra el cadáver, pero no lo suficiente, porque su razón ha menguado tanto que le cuesta distinguir un cuerpo humano masacrado de una pieza de caza deliciosa.

Finalmente, al no encontrar nada útil, decide llevarse las gafas de aviador y ponérselas en la cabeza, pero por encima de las cejas.

Decide seguir buscando al joven, así que decide mirar lo que hay en el cubo 222.

Coges las gafas, que emanan un olor fétido, y te las pones sobre la cabeza.

Avanzas de frente y abres la compuerta del cubo 222. Es de color rojo:

Mario desconfía del color de la habitación, así que se desata la cuerda que lleva a la cintura y, quedándose en la compuerta y sin entrar, la extiende dentro de la habitación, moviéndola arriba y abajo por todos los rincones que le es posible, por si hubiera algún mecanismo peligroso o algún sensor que pudiera encenderse dentro.

No ocurre nada.

Mario confía en entrar en aquel cubo. ¿Dónde habría ido aquel maldito niño? Decide avanzar de nuevo al cubo 212 y abrir la compuerta que da a él para echar un vistazo.

Entras al cubo, y a medio camino ves algo raro. Algo no cuadra, y te asustas. Pasan unos segundos sin que ocurra nada. Miras en esa dirección y ves que en uno de los perfiles de la pared hay algo extraño. Te acercas prudentemente para ver qué es. Hay algo rayado:

Mario se queda perplejo ante el mensaje. Pero, ¿qué mierdas significa eso? ¿Quién lo ha escrito? ¿Acaso no sabe contar? Y, ¿para qué deja ahí el mensaje? ¿Sería hecho por la misma persona que hizo la inscripción tachada en el cubo 151?

Si aún le funcionaba algo la cabeza, ése número no le decía gran cosa. Si fueran 256 cubos sería una estructura completa con cubos iguales dentro de un cubo enorme. Pero, según eso, faltaban 40 cubos. ¿Y ése de color rojo? ¿Era acaso el centro de la estructura? Aún no tenía muy claro cómo iba a usar esas conjeturas.

Mario sigue en su determinación de abrir la compuerta al cubo 212.

Tras el extraño hallazgo, prosigues tu camino, abres la compuerta y ves un cubo blanco, vacío, calmado.

Mario aprieta los dientes, en su desesperada búsqueda de carne humana fresca. Su estómago empieza a rugir ya, mientras aumentan sus nervios cada vez que abre una compuerta y no aparece Zhi o cualquier otra víctima potencial.

Se acerca a la compuerta que da al cubo 231 y la abre.

Abres la compuerta, es otro cubo blanco, vacío.

De la compuerta del techo de ese cubo te llega una voz de hombre, que parece lejana. Oyes:

-Ayyyy.... -se queja.- Que andas haciendo? en que puedo ayudarte?

No se dirige a ti, pues la compuerta está cerrada y no te ve. Piensas que puede ser alguien delirando, o alguien que no esté solo... el caso es que hay alguien, y alguien con vida. Tienes bastante hambre ya, y se e hace la boca agua con el simple hecho de imaginar su tierna carne en tu boca.

Mario dirige sus ojos fijos hacia el compuerta superior y empieza a salivar. Cualquier humano con vida es carne fresca para alimentar su estómago. Se nota jadear como un animal salvaje mientras piensa cómo subir hasta ahí.

Entras en el cubo y la compuerta se cierra tras de ti. Al hacerlo, unos círculos de las paredes y el techo retroceden y dejan a la vista unos aspersores.

En un segundo comienzan a rociar un líquido. ¿Qué haces?

Mario vuelve al cubo de donde ha venido, atravesando lo más rápido que puede otra vez la compuerta.

Intentas volver sobre tus pasos, pero el líquido cae sobre tu cuerpo y tu cara. Es ácido corrosivo. Te quema la piel y te produce escozor. Gritas. A los pocos segundos los aspersores dejan de escupir el líquido. Tienes la cara y las manos ardiendo, empiezan a formarse grandes ampollas. El ácido no te alcanza los ojos ni la boca. Sólo te produce daños superficiales y de apariencia. Deberías aplicar agua o pomada sobre la piel afectada.

Vuelves al cubo anterior, dolorido.

- ¡AAAARRGGGHHH!

Me duele todo el cuerpo, esos malditos aspersores me han atacado. Parece que no puedo ir por ahí, será mejor intentar subir al cubo superior a éste.