Partida Rol por web

Tras hacerte con el destornillador de Thomas le apuñalas siete veces ante su total falta de resistencia. La sangre y la excitación por el esfuerzo te hacen acelerarte, y sales rápidamente del cubo por la primera compuerta que alcanzas.

Estás perdiendo peligrosamente la cabeza, y empiezas a rozar los límites de cordura, empiezas a sentir inseguridad, miedo, y mucha ira al mismo tiempo. Pensamientos irracionales de asaltan, oyes risas en tu mente, palabras sueltas casi ininteligibles.

-¡Estúpido Derek! ¿Viste lo que me hiciste hacer? Es todo culpa tuya... Sí, lo es... ¿Qué pensará el director cuando sepa de tus gustos sexuales?- río de forma paranoica y mirando a cada rincón de aquella habitación. Todas las habitaciones iguales, todas.- ¡Claro que sí!- grito a mis espaldas, girándome de forma brusca.- ¡Claro que le contaré todo! ¡Tú me metiste aquí, te lo mereces! ¡Buscaré a esa zorrita tuya, la que me tiró del pelo! ¡Ella pagará lo que has causado!

Vuelvo a reír y sigo caminando hasta abrir la puerta de enfrente.

Atraviesas velozmente el cubo, gritando, huyendo de algo, huyendo de un fantasma, huyendo de un monstruo, huyendo de ti. Antes de que la compuerta a tus espaldas se cierre ya has abierto la siguiente. Tienes las manos y la ropa manchadas de sangre. Tu pelo está despeinado y hueles a sudor. Por el hueco que tienes ante ti entra una fuerte luz azul. Este cubo no es blanco; es azul.

Entro al siguiente cubo. El color me desconcierta y aleja los pensamientos y voces durante un instante. Pese a ello, no soy del todo consciente de mi aspecto o de los actos que acabo de cometer. La antigua Cassie está a años luz de lo que hay ahora en mi cabeza. Tras la distracción y mirar esa habitación por todos los rincones, camino hasta el siguiente.

El color azul de las paredes hace que por un instante dejes de oir las voces y seas un poco más consciente de tu entorno, de las paredes y del lugar en el que te encuentras, pero sigues sin reconocerte en ese cuerpo que ha cometido esos actos tan sucios, no crees que seas un animal. Echas un rápido vistazo a los rincones del cubo, y algo llama tu atención. Instintivamente te acercas a una de las paredes, parece que alguien ha rayado algo con una llave:

¿Capicúas? ¿Los números? ¿De verdad había tantas habitaciones? ¿Doscientas?

Pensar en algo así me abrumaba y mareaba. Las habitaciones con número capicúa eran seguras. De ellas solo recordaba una, por lo que era una afirmación que no podía negar. Pero... ¿y si me estaban engañando de nuevo? ¿Y si no era esa información una trampa para atraparme en una de esas habitaciones?

Sí... Seguro... He despertado en una habitación con número capicúa y la morena loca estaba conmigo... 

Cojo el destornillador y rayo lo escrito, si había más gente como yo atrapada en aquel lugar, no caerían en esa burda trampa. Yo al menos andaré con ojo en todas las habitaciones que vea capicúas. Al acabar de rayar sobre rayado, sigo mi camino hacia la siguiente habitación. Debía huir, los esbirros de Derek no tardarían en dar conmigo, los oía.

Tras rayar el mensaje, prosigues tu camino en línea recta. Abres la compuerta de enfrente y llegas a un cubo de color naranja. Hay dos compuertas que están entreabiertas, la de enfrente y la de la izquierda.

Miro el número escrito en la habitación antes de entrar y luego me paro con las compuertas entreabiertas. Entro despacio y mirando ambas compuertas de las que no me fío. Esperando a un Derek vengativo o incluso al director de la obra. O a ambos riéndose de mí. Aprieto fuerte el destornillador conforme paso al otro lado.

El número es 161. Por las compuertas no entra luz, pero sí una leve corriente de aire.

Número capicúa, número capicúa, número capicúa, número capicúa, número capicúa,
número capicúa, número capicúa, número capicúa, número capicúa...

Mi mente no deja de darle vueltas paranoica. Empuño fuerte el destornillador y entro con él amenazante delante de mí. Miro hacia todos lados y me acerco a asomarme a las compuertas. Muerdo mis labios resecos, de los nervios, haciéndolos sangrar y notando el sabor metálico en mi boca.

Las compuertas están a medio cerrar, puede que quepas, pero es bastante angosto. Al otro lado no se ve nada, está completamente oscuro, en las dos igual. Una leve brisa entra por una y sale por la otra.

Cuando estás mirando por una de ellas, ensimismada, oyes súbitamente un grito: -¡CAPICÚA!

Me sobresalto ante el grito y miro en todas direcciones. Apunto con el destornillador a la nada, moviéndolo como si intentara apuñalar aquella oscuridad.

-¿Qui... quién coño eres?- digo sobresaltada a la voz.-¿Derek?

Silencio.

Me encaramo a una de las puertas abiertas y trato de pasar al otro lado. Llevo en la mano el destornillador, por si acaso me encuentro alguna sorpresa desagradable.

No sin esfuerzo consigues pasar y quedarte en la esclusa, agachada, pues mide 1x1x1 metros. Detrás tienes la compuerta entreabierta, por cuyo hueco sale la luz anaranjada del cubo 161. Ante ti el vacío y la absoluta oscuridad. Sientes mucho frío, hay brisa, el aire se mueve. Tanteas el borde de la esclusa y no hay compuerta, no hay escalerillas, no hay cubo.

Saco el mechero y lo enciendo, cubriendo la llama con una mano debido al aire. Espero así poder esclarecer algo aquel lugar y ver lo que sea que no veo. Si las habitaciones cúbicas interminables ya es una locura, la oscuridad y la nada que me rodea ahora es más que demencial.

¿Quién se tomaría las molestias de construir algo sí para torturarme? Ni Derek, ni nadie que conozca tiene tantos recursos...

Enciendes el mechero y lo hundes en la oscuridad. No iluminas nada, lo que quiera que haya debe estar lejos. La llama se tambalea con la suave brisa.

Frunzo el ceño confusa. Entro de nuevo a la habitación y pruebo por la otra puerta. Me asomo para ver si hay lo mismo, o más bien si no hay nada también. La voz que oí antes me desconcierta.

En la otra compuerta encuentras exactamente lo mismo. Entiendes que estás en una esquina de ese gran lugar.