Partida Rol por web

-Por lo que me dices, no te inspiran mucha confianza- suspira-Aunque si estamos metidos un cubo de Rubik gigante, vete a saber que podemos encontrar.

Bentham abre la escotilla del suelo y comienza a descolgarse

-Creo que lo mejor es que vayamos con Krauser. Más vale lo malo conocido...¿No crees?

-Sí.... - dice asustada

Que nos cuente Krauser....

Cuando volvéis a abrir la escotilla que os comunicaba con Krauser, se cierra la otra y los dos hombres desaparecen de vuestra vista. Krauser ya no está en la sala.

Belle se asoma por la escotilla intentando buscar por dónde puede bajar sin darse un piñazo.

- Esto está un poco alto, ¿no? ¿Dónde se ha metido este tío?

Escucháis un grito desesperado de una mujer en alguna de las salas contiguas.

-Espera a que llegue abajo, si quieres. Así podré recogerte si te caes-Bentham se descuelga con aparente facilidad por el techo hasta la pared. Una vez allí el descenso se hace más fácil. Ya en el suelo, mira hacia arriba

-Si no vas a bajar ahora, voy a asomarme a las salas de alrededor. ¿Te parece bien?

Belle asiste boquiabierta a la bajada de Bentham. Ella está ágil pero su compañero parece haber nacido en un circo.

- ¿A qué decías que te dedicabas? ¿Mono de feria? - dice burlona - Voy para allá...

Sujetándose de los bordes de la compuerta, Belle se descuelga y se agarra a las barras que recorren la cara superior del cubo. Siempre había estado en forma pero no se sentía en su mejor momento, las manos le sudaban y notaba cierto temblor en los bíceps.

Madre...

La mano empezaba a sudarle de más así que, nerviosa ante la tesitura de caer en los brazos de Bentham o intentar bajar ella sola, Belle toma una decisión.

No soy coco pa que me coja este mono.

Derecha, izquierda, derecha, izquierda, mano a mano Belle alcanza el lateral del cubo con facilidad. Desde allí, crecida por su resistencia, baja un par de peldaños y termina por saltar desde el centro del cubo hasta el suelo cayendo con gracilidad. 

- Alehop, abajo la Stephan. ¿Dónde decías que nos íbamos a asomar?

Te despiertas. Impresionado, abres los ojos como platos. Estás en una sala cúbica, compuesta por paneles cuadrados traslúcidos que emiten una molesta luz roja. En el centro de cada una de las paredes, incluyendo suelo y techo, hay una especie de compuerta con una manivela en el centro y un número grabado (los del título de la escena)*. Te miras. Llevas un mono gris sin bolsillos y unas botas baratas negras. En el lugar donde debería estar el bolsillo de la camisa hay bordado un escueto "Rand". Estás algo aturdido, te duele la cabeza y te cuesta enfocar.

Se levanta apoyando la mano derecha contra el frío material del que estaban compuestas las caras de esa habitación.
¿Qué pasó? ¿Qué hago acá? lentamente se toca con paciencia la cabeza buscando golpes o dolores, algo que no haya sentido hasta el momento.
Logró ver que la habitación era plana, sin muebles ni objetos, tan sólo las compuertas en cada cara de aquél espantoso lugar. Frío y cálido a la vez.
La luz roja le daba la sensación de estar dentro de un horno, pero a la vez tenía los pelos de los brazos y piernas erizados como espinas.

Agudizó la vista hacia lo único que llamó su atención es aquél momento: Seis números de dos cifras rotulaban a cada una de las selladas compuertas.
Arriba el 45, abajo el 23... detrás de él se encontraba el 13, a ambos lados el 29 y el 37 y al frente: el 78.
A primera vista los números no tenían sentido.
Contuvo la respiración, como si el hecho de mover los pulmones llamara la atención a cualquier posible captor. Apenas pestañó, no habló, no caminó ni se movió.

Rand trató de oir algo esperando que las paredes respiraran, que las compuertas se abrieran solas. Cualquier movimiento lo haría sentir que seguía vivo, que tenía consciencia.
Si me quedo aquí, volverá y quién sabe lo que me haga. Debo buscar la salida.

Camina hasta la compuerta que tiene el rotulado 78...
78...78... no me recuerda a nada en especial.
Al llegar a la manija la abre con una mano haciendo fuerza.

No se oye ni un sólo ruido, todo está incómodamente silencioso. La compuerta se abre cuando giras la manivela 360º, se desplaza unos milímetros hacia fuera con un extraño ruido de descompresión y, con el mismo sonido baja, dejando a la vista un pasaje de un metro x un metro y apenas unos 30 centímetros de largo que lleva hasta otra habitación, exactamente igual que esta, con la única diferencia del color de las paredes, amarillas, y los números de las compuertas.

Rand observa la habitación extrañado. Las paredes eran de color amarillo y no había nadie allí tampoco. Con nerviosismo se tocó el mono recordando que no llevaba ningún bolsillo.
Necesitaba encontrar algo con qué orientarse por si debía volver hacia atrás.

De pronto se dio cuenta de cómo hacer esto...
Se quitó una de las botas y se sacó una sola media, la agarró con ambas manos y tiró fuertemente de manera que se abriera para transformarla en un trapo cualquiera. Con cuidado deshilachó por donde se había roto el trapo y comenzó a juntar tres hilos enrollándolos sobre sí mismos para hacer un pequeño cordel. Tomó los hilos trenzados y los ató a la manija de la compuerta que acababa de traspasar.
Por lo menos sé que vine de la compuerta con el lazo anudado.

Tomó lo que quedaba del trapo, que era bastante, y caminó hacia dentro de la habitación notando que también había números en las nuevas compuertas.
Miró especialmente el que estaba en la compuerta que había utilizado para entrar, luego el resto de los números.