Partida Rol por web

Como bien dijo Don Carlos, la ruta más rápida para llegar a Irache es cruzando a través del Río Salado,la primera parte del camino es recorrida por nuestros protagonistas sin ningún percance y este humilde narrador se atrevería a decir que con se recorre con monotonía. Todos a pie excepto Ana de Fonsalba que monta el caballo de Don Carlos- el único que tiene el grupo - que junto a "Hugo" componen el equipo animal del grupo.

Avanzáis pesadamente, el cansancio acumulado, el camino empedrado y dificultoso y sobretodo la creciente humedad al aproximaros al río, hacen que en primer lugar la moral del grupo esté por lo suelos y que en segundo lugar, las heridas de Aleixo, Antón y Ernesto, en carne viva una y mal cicatrizadas las otras, molesten sobremanera.

Al caballero le tuvo que ver un cirujano de un pueblucho, que se limitó a cerrarle el corte previo sangrado, así que para él, el camino es todavía peor. Pero un santiaguista devoto puede con todo, dispone de una voluntad y de una fuerza mental superior al resto de los mortales, pues Dios está de su lado.

Aleixo recuerda que está escrito en el Códice Calixtino, escrito por Almaric Picaud y que describe con minuciosidad el camino a la tumba del Apóstol, el Río Salado tiene aguas ponzoñosas , son aguas venenosas que matan a los hombres y bestias que beben de ellas. Además el libro, previene expresamente contra las gentes que habitan la zona que circunda el río, por ser gentes traicioneras y ladronas.

Conforme el grupo se aproximaba al río la humedad del ambiente se hizo casi sofocante. Y no es que hiciese calor, precisamente pero aquel caudal impregnaba las zonas adyacentes de una extraña calima que hacía que las ropas se pegasen a los cuerpos como si estuviesen endemoniadas.

Todos avanzaban en silencio... incluso el perro que los acompañaba olisqueaba por aquí y por allá esperando que algo sucediese... como si les estuvieran acechando. ¿Sería verdad la leyenda que pesaba sobre las gentes que habitaban las lindes del río? Bah... sólo habladurías. Fuera como fuere, Aleixo se aproximó al hidalgo de mayoral quien portaba las riendas del caballo.

- Don Carlos... no permita que hombres o animales beban del río. No son aguas saludables.

De forma parca la advertencia estaba hecha. Al fin y al cabo todos los verdaderos peregrinos la conocían pero aquellos no tenían pinta de andar muy preparados en lo que a conocimientos sobre la ruta del Apóstol se refería. 

De tanto en tanto la herida le volvía a escocer. Apenas había comenzado a sanar tras la intervención de aquel torpe cirujano. Pero no era algo que preocupase a Aleixo en demasía. Si contase todas las marcas de espada, cuchillo o lanza que poblaban su cuerpo se podría formar un calendario.

Cogiendo las riendas del caballo - Así lo haré. Ya habéis oído todos, nada de beber del río. Ana , no dejéis que este caballo beba tampoco. - obedece pese a no saber con certeza el porqué, pero si un caballero que a todas luces pareccía tan capaz decía algo como aquello sería por algo.

Antón no dijo nada, el camino se había hecho lento y pesaroso. Las heridas de Ibarrela les estaban pasando factura. Ya apenas cojeaba pero el dolor del brazo seguía estando presente. De vez en cuando trataba de mover los dedos de la mano izquierda y un latigazo de dolor le recorría de pies a cabeza, tan fuerte que a punto estaba de trastabillar en el camino. Trataba de mantenerse firme, caminando con paso seguro delante del caballo de la Dama. Pero no podía dejar de pensar en todo lo que había ocurrido desde que salió de Muel, y deseaba llegar al siguiente lugar de pregrinaje y así quitarse la armadura y poder descansar.

Mirando al horizonte, se coloca la mano encima de los ojos con la palma hacia abajo para que el sol no la moleste y grita -¡ Ahí delante hay un puente! podemos cruzar el río por allí. - Dice señalando delante de ella.

Aunque estuviera cansado por la caminata disfrutaba mucho del campo, me sentía como en casa. De vez en cuando me adelantaba un poco o me salía ligeramente del camino para explorar un poco por mi cuenta y disfrutar del paseo. Me di cuenta de que Don Antón aún sentía dolores, sus heridas habían sido muy graves pero parecía que se recuperaba satisfactoriamente.

- ¿Como os encontrais, mi señor? - pregunté amablemente- las heridas parecen sanar rápidamente, me alegra ver que esos bandidos no han podido con vos... En el próximo pueblo podríamos preguntar a la gente, quizás alguien nos venda un caballo si le pagamos bien... Yo me encargaré, si os parece bien.

La doncella advirtió que había un puente delante, así que podríamos cruzar el rio por allí.

Antón sonrrió a Samuel. Aquel muchacho lo animaba, mas incluso que Don Carlos que ahora, desde lo de Ibarrela, permanecía mas callado. Algo que no podía echarle en cara.

-Gracias Samuel, pero creo que prefiero caminar al trote de un caballo. Al menos mi brazo se alegra de no tener sobresaltos y sin mencionar que los caballos gustan de arrojarme al barro-dijo tratando de sonrreir, pero lo cierto es que normalmente prefería viajar en un carro que encima de un caballo, no por comodidad si no por lo inquietos que eran los equinos cuando Antón los montaba. Algo parecído ocurría con el perro del Don, que no se acercaba a él y cuando lo hacia era esquivo pero al noble aquelloo no le preocupaba.-Preferiría descansar unos dias en una buena posada, y tener un poco de agua caliente.

Aleixo escuchó al tal Samuel con agrado. Al final parecía que el vasallo entendía su posición y se preocupaba por el bienestar de su señor. Como debía ser. Efectivamente era normal preocuparse. Algo debía atenazar la salud del noble de Muel ya que caminaba de forma vacilante. Aleixo prefirió no preguntar. A saber... Por lo pronto la idea de comprar un caballo por allí no era buena y ahí si entendió Aleixo que debía aconsejar...

- No es buena idea. Sería más prudente esperar hasta pasar Iratxe. Las gentes que viven cerca del Río Salado son ladinas y traicioneras. Mejor no juntarse con ellas y menos hacer tratos... os podrían estafar o algo peor.

Roderigo, ahora ya algo más tranquilo, disfruto del camino, del paisaje, del sonido del río y el aire limpio. Desde que habían salido de la taberna no habían tenido ningún contratiempo y eso gustaba a Roderigo.

Cuando escuchó la advertencia del caballero sobre el agua del río, Roderigo reflexionó sobre el nombre del mismo. "Claro, como no he caído antes, el río está salado". Dejandose llevar por sus recuerdos, fue a topar en su mente con un marino aventurero con el que había trabado amistad, allá en Lorca, y que le había contado varias veces como en algunas travesías por mar, cuando el agua escaseaba, algunos insensatos bebían agua del mar, y luego acaecían fuertes dolores e incluso algunos morían... no, mejor no beber de ese agua.

Estaba en estas reflexiones cuando escuchó la voz de la joven noble fugada, y su mal humor pareció querer salir de nuevo, puesto que no le daba buena espina llevarla con ellos, estaba deseando deshacerse de ella y proseguir viaje. Tenía un mal presentimiento.

Agradezco vuestra preocupación caballero, de momento creo que este paseo nos viene bien a todos-dijo tratando de mantener el buen humor- Además quiero llegar cuanto antes y dejár allí a la Dama para poder proseguir nuestro camino, cuanto menos nos entretengamos por estos lares mejor, ¿no creeis?

Era un alivio que aquel caballero viniera con nosotros, iba bien armado y manejaba bien la espada, a pesar de que fuera un poco hosco. Me sorprendió que conociera tan bien la zona, así que decidí que era un buen momento para entablar conversación.

- Si no os importa que os lo pregunte, ¿como es que conoceis tan bien esta zona? - pregunté al caballero - por supuesto seguiré vuestros consejos, no quiero que nos estafen.

Casi como si le leyera la mente, el noble de Muel dijo que quería dejar a la muchacha cuanto antes. Aquello, junto a la intervención en la taberna que distrajo momentáneamente la ira de Don Carlos ante el estallido de Roderigo, dejaba muy claro que tenía un fuerte aliado en cuanto a su opinión.

-No podría estar mas de acuerdo Don Antón. Que sabias vuestras palabras.

Aleixo miró con curiosidad de arriba a abajo al vasallo de Don Antón. Después de todo no parecía mal hombre aunque su respuesta en la taberna podría haber sido más respetuosa.

- Pues supongo que es normal. He andado el camino muchas veces... como todo Santiaguero. Nosotros viajamos constantemente. No somos peregrinos ni mercenarios... pero tampoco monjes. Ahora regreso a Santiago tras unos meses fuera... en Francia. Así que para mí, el camino de vuelta siempre es una experiencia... dulce. Volver a rezarle al Apóstol es siempre emocionante.

Allí hizo una leve pausa. Por su mente pasaban rápidas docenas de imágenes de la capital compostelana... algunas buenas y otras no tanto. Ser un instrumento de la divinidad a veces no era agradable.

- ¿Y vuesas mercedes? - preguntó dirigiéndose sobretodo a los dos nobles. - ¿... es piadoso el motivo de vuestro viaje o se trata de algún negocio?

En tono de chanza- Aunque no lo parezca - dice de buen humor - me hago viejo, he llevado una vida larga y aunque he de decir que son muchas mis buenas acciones, también las malas. Es mi intención rezar y pedir perdón a Dios por mis pecados ante la mismísima tumba del Santo. En este , mi viaje de redención, el Vizconde me acompaña junto a varios de sus hombres y hombres libres que tienen a bien acompañarme.  - recuerda con pesar - tuvimos un desagradable encuentro con unos malandrines, perdimos la batalla y a un compañero. El vizconde  y ese que véis allí, Ernesto, fueron heridos en el transcurso de la liza.- mira fijamente al puente mientras habla - Allí en el puente , ¡ veo una docena de desarrapados! - resignándose -me juego un maravedí a que nos piden limosna.

La muchacha tiene una vista espléndida - Decís bien Don Carlos, son menos de una docena creo, están al otro lado del puente. Parecen mendigos.

No nos detengamos, si son mendigos se contentarán con una moneda o dos y podrémos seguir nuestro camino, ademas... debemos mostrarnos piadosos con los hijos de dios que no tienen tanta suerte como nosotros. Don Carlos, si el dinero empieza a escasear no os preocupeis, a nuestro retorno seréis recompensado por estos abusos- en verdad Antón no quería disponer demasiado del dinero de Don Carlos, pero había perdido casi todo lo que llevaba en Ibarrela y ahora tenía menos maravedíes que esos mendigos.