Partida Rol por web

—Si quisiera insultar tu ciudad natal me hubiera dirigido en otros términos—replicó el mediano con gesto indolente—. Pero no te preocupes, cuando nos encontremos con alguien normal me aseguraré de que lo sepas. Todo lo que digo merece la pena de ser escuchado.

No iba a discutir con la tiflin, no había mucho que discutir cuando la culpa era del mundo. El magodiano miró a Bertrand.

—Pues eso, Bloj el Malo.

Sir Haldir le pegó un codazo a Sir Alois que a punto estuvo de romperle tres o cuatro costillas.

—¡Ja, ja, ja! ¿Lo has oído? ¡He adivinado el maldito nombre! ¿Cuáles eran las posibilidades? 

Le sonrió a Bertrand. Le caía bien. Parecía un tipo que le venían bien los calificativos 'adaptativo' y 'funcional'. Poco sabía Sir Haldir del oscuro y sangriento pasado de aquel que susurraba a la botella de licor de cereza...

Dado que sus compañeros ya habían hecho la única pregunta que importaba, el Caballero Rubí se arrellanó en su silla listo para beberse la cerveza de un trago. Odiaba el clima cálido y seco de Malaken. Se estaba asando en el interior de su armadura completa ¡pero cualquiera lo decía en voz alta!

Y de todas formas le vendría bien adelgazar un par de kilos...

- ¿Bloj el malo? - Preguntó Bertrand mientras fruncía el ceño. - de¡Que nombre tan estúpido! ¿Me están tomando el pelo? Evidentemente lo de "el malo" es un mote. Si se lo han puesto sus conocidos... Que poco originales y si es cosecha propia... ¡Que mal gusto! - Soltó una risotada. Todos se percataron de que un hombre sentado alrededor de una mesa cercana y rodeado de una serie de rufianes muy al estilo del ciudadano medio de aquel barrio, se había dado media vuelta y miraba con una mezcla de enfadado y curiosidad al bueno de Bertrand. - ¿Y lo de Bloj? ¡Parece como si en el momento en que fuera a ponerle el nombreva la criatura, su madre arrojara lo que llevaba dentro al ver su rostro y se quedará satisfecha con ese sonido! - Estalló de nuevo en carcajadas.

Para cuándo Bertrand estalló en carcajadas, justo detrás de él ya se encontraban cinco tipos. Encabezando el grupo de encontraba un tipo vestido con una capa de color verde y que lucía una descuidada melena morena y un rostro enrojecido por el alcohol que sin duda recorría su cuerpo. Un tipo pequeño, rubio y tuerto, otro alto gordo y calvo y otros dos que no destacaban demasiado le guardaban las espaldas al primero.

- ¿Qué co... cojo...bes bi...bifes de mi maa... madre? - Preguntó aquel tipo agarrando la empuñadura de su arma.

No había duda, se encontraban ante el tal Bloj y parecía dispuesto a iniciar un combate por su honor y el de su madre. Además, que el alcohol y las demás sustancias que sin duda afectaban a aquel hombre y que prácticamente no le dejaban articular dos palabras seguidas, iban a jugar a favor de que se iniciars una nueva reyerta.

—Sí, se agradece el esfuerzo.

Niren hizo un gesto con la mano de restarle importancia al asunto. Preguntar cómo no se había clavado un cuchillo en la cabeza, dado a la bebida o metido alguna droga eran los términos estándar de echarle flores a una ciudad. Todo el mundo lo sabía.

En cualquier caso no era su intención ponerse a hablar de aquello o de que hubieran encontrado a gente normal. No era importante. Lo que le importaba de verdad  era encontrar al maldito Bloj y que todo aquello fuera alguna parte de una vez. La parte buena fue que Bloj acababa de aparecer, la mala que por desgracia el tal Bertrand resultó ser el tipo de persona que tenía la boca el doble de grande que el cerebro.

Le dio un puntapié en la espinilla por debajo de la mesa.

—Si quieres seguir vivo, cállate, ¿si?—añadió en un murmullo entre dientes con una encantadora sonrisa de oreja a oreja mientras miraba de soslayo lo que se acercaba. Luego le volvió a mirar a él y le guiñó un ojo—. Tú verás lo que es mejor para tu salud.

Desde luego ella no tenía la menor intención de partirse la cara con nadie por un bocazas. Si Bertrand terminaba con la nariz rota por ser más estúpido aún de lo que consideraba el nombre de Bloj le daba bastante igual.

—Que tiene un gran sentido del gusto, claramente—respondió levantándose y volviéndose hacia el susodicho—. ¿No lo has oído? Arrojó todo lo llevaba dentro. Toda su alma y amor en un nombre. ¡Esa es una madre de la que sentirse orgulloso!

«Amor de madre, definitivamente... » pensó una vez lo vio «Porque esa es una cara que sólo una madre podría querer. Y tengo mis dudas»

—Necesitamos preguntarte algo, ¿tienes un momento?

La verdad era que en el fondo se esperaba el enésimo callejón sin salida. Y más en aquel estado que parecía hacer honor a su segundo mote. Pero tenían al menos que agotar todas las opciones.

- ¿Un mo...mento? - Preguntó. - ¡Tengbo un, unmo...mento pada dardle una pa...pa...paliza a ese pai... paiazo! 

Un envalentonado Bloj se adelantó unos tambaleantes pasos en dirección a la silla que ocupaba el bueno de Bertrand. Bloj tropezó de pronto y acabó cayendo de bruces al suelo. El golpe sonó duro y tardó unos momentos en mover un solo músculo. Poco a poco se fue llevando las manos a la cara a la vez que emitía un gemido casi imperceptible.

- Aiu... aaiuda... - Pidió muy bajito.

Sus hombres (si es que aquel grupito de maleantes estaba realmente a sus órdenes), se miraron los unos a los otros, preguntándose por el significado de lo que acababa de decir su compañero de birras. Nadie parecía haberle entendido, por lo que se arquearon sus cejas, negaron con las cabezas y levantaron sus hombros en señal de incomprensión.

- ¡Aiuda joder! - Gritó enfadado finalmente a la vez que se sentaba en el suelo. Su nariz estaba torcida y de ella manaba sangre a raudales.

Enseguida el pequeño tuerto y el gran gordo se agacharon a su lado y agarrándolo por debajo de los hombros le ayudaron a ponerse en pie. Bloj parecía mareado, más incluso que momentos antes de caer al suelo. Por eso se sentó en un taburete vacío que se encontraba justo delante de Bertrand.

Bertrand no se había movido un ápice desde que Bloj el Malo hiciera su triste aparición en escena. Miraba excéptico lo que estaba aconteciendo a su alrededor. Tampoco abrió boca hasta que Bloj se sentó justo a su lado. Aquel hombre puso la cabeza hacia atrás, tratando de evitar que la herida siguiera sangrando y mientras tanto miraba de reojo a Bertrand con profundo rencor.

- Oye... - Abrió la boca al fin aquel hombre. - Siento lo de antes. Sólo me pareció... - No siguió por ahí. - Mira soy... curandero. - Dijo al final. - Puedo ayudarte con esa nariz. Parece que está rota... - Dio su diagnóstico. - Te la puedo tratar y puedo enderezarla. ¿Si? - Le propuso. 

Aquel hombre pareció aceptar a desgana aquella proposición. Bertrand sonrió. Podía ser que hubiera evitado un efrentamietno absurdo que no le iba a llevar a ningún sitio. Estaba convencido de que ese tipo de cosas siempre se le complicaban y acababa metiéndose en follones de los que no sabía salir sin armar un buen jaleo. 

- Voy a preparar mi instrumental mientras, trata de no poner la cabeza hacia atrás. Es mejor que esa sangre salga. - Bloj le miró con mala cara. Aunque... ¿Podía mirar un tipo como él con buena cara? - ¿No querrás que se acumule en le cerebro? Luego no podrás pensar bien. - Sonrió. - ¿Por qué no hablas con esa chica bonita de los cuernos? Tiene una pregunta ha dicho...

Y entonces Bloj al que apodaban el Malo, miró a Niren dispuesto al menos a escuchar.

Gambrinus permaneció en silencio e impasible mirando la ridícula escena que acababa de aparecer ante él. Bloj el malo era realmente malo, pero no de malvado, sino de inútil. Los restos de la personalidad del auténtico dueño del cuerpo le impulsaron a lanzar una nueva pulla acerca de los malakinos, pero la cautela del enano que llevaba dentro se impuso. Ahora que habían encontrado a su objetivo no era momento de iniciar una discusión sobre las gentes de la ciudad.

—A ver, Bloj el dificultoso, un amigo me ha dicho que el otro día le pegaste un puñetazo en la cara a alguien inusual. ¿Por qué no aprovechas y mientras te arreglan la nariz nos cuentas la historia?

- ¡Si-p...! - Exclamó aquel hombre en lo que fue una mezcla entre un "si" y un golpe de hipo. - Le pegue a un... a un tipo... - Confesó. - Un ti-po graaambe y fe...feo co-como nadie... - En ese momento Bertrand agarró su cara y la giró empezando a limpiar la sangre acumulada en la cara con un paño limpio. Bloj le miró con mala cara, pues difícilmente podría mirarle con buena cara teniendo la que tenía. - E-era un laga... lagar... lagarto. - Consiguió decir al fin. Esa no era una palabra fácil. - ¡Estoy se...se...seguro...!

Fue entonces cuando Bertand agarró la nariz de Bloj  con fuerza y sin demasiada delicadeza y le tiró de ella con un movimiento rápido para tratar de enderezarla. El resultado fue espantoso. Sangre por todo y un grito tremendo del pobre Bloj fue lo único que obtuvo de aquella mala praxis. ¿De verdad tenía la más remota idea de como tratar aquella herida?

- ¡Aaaaaah! - Gritó Bloj. 

- Tienes que quedarte quieto amigo. - Dijo entonces Bertrand, aunque lo cierto era que ese hombre no se había movido ni un ápice.

- ¡Pero que haces! - Habló mucho más claro entonces. Parecía que el dolor le había quitado la cogorza de golpe. - ¿Quieres matarme o que cojones? ¡Te voy a dar una puta paliza! ¿Me oyes?

Bloj se puso inmediatamente de pie y se alejó dos pasos de Bertrand. Entonces desenfundó una daga que portaba oculta en la cintura. Con ella amenazó a Bertrand y éste se hizo dos pasos atrás, interponiendo sus manos desnudas entre la daga del alcohólico y su propio cuerpo.

- Tranquilo, Bloj... - Le dijo entonces con voz calma. - Es normal que te duela. El golpe ha sido tremendo. Igual tendría que haberte advertido antes de tocar. Doler tenía que doler, pero ya está. Ahora tu nariz vuelve a estar recta. - Acababa de mentir como un bellaco. La nariz de Bloj el Malo estaba ahora más torcida, amoratada y deformada que tras la dura caída contra el suelo. - Ahora la tienes hinchada, pero o te preocupes, porque en unas horas va a volver a la normalidad. ¡Es más, seguro que después de que se desinflame respirarás incluso mejor que antes!

Fuera como fuera, las palabras e Bertrand, parecieron convencer a Bloj. Por suerte, el alcohol que portaba en sangre había servido en parte de anestésico. De lo contrario el dolor hubiera sido todavía más pronunciado y las mentiras de aquel hombre, no hubieran logrado salvar la situación. No obstante, Bloj parecía dispuesto ahora a recibir más preguntas.

Bertrand era un tipo tan estúpido como para vender arena en el desierto, y tan afortunado como para, realmente, apañárselas para ganarse la vida con ello. 

—Bien, Bloj —dijo Haldir en tono paternal—. ¿Y en qué lugar te pegaste con ese lagarto? ¿Sabes dónde fue o dónde encontrarle ahora?

- Fue aquí mismo. - Respondió Bloj sin quitarle ojo de encima a lo que carajo estuviera haciendo el tal Bertrand con su herida. - Estaba yo hablando tranquilamente con unos socios, cuando escuché alboroto. Me giré y entonces...

Bertrand detuvo momentáneamente la manifestación de Bloj. Había empezado a envolver el rostro de aquel rufián como si se tratase de una momia. Con la nariz y los ojos vendados Bloj empezó a luchar con aquel tipo por tratar de evitar aquel aberrante vendaje.

- ¡Oiga! - Gritó entonces, pero Bertrand no se detuvo en su empeño. - ¿Pero de verdad ésto es necesario? - Bloj agarró las vendas tiró de ellas y se hizo con el control de las mismas. Entonces hizo un ovillo con ellas y las lanzó lejos. - ¿Este tipo sabe realmente lo que hace? - Dijo con serías dudas.

- ¡Escúchame, señor El Malo! - Respondió alzándole un dedo al borracho. - ¡No consiento que nadie ponga en duda ni profesionalidad! ¿Me oye? - Bertrand miró entonces a Botella de Licor de Cereza. - ¿Has visto eso? ¡Será posible!

Aquel extraño hombre que lucía hábitos de sacerdote pero que no parecía poseer magia divina, parecía volver a estar hablando con la birella. Bertrand se apartó de Bloj y se sentó de nuevo junto a su amiga y allí aguardó el resto de la historia de Bloj.

- ¿Por dónde iba? - Se detuvo unos instantes a pensar. - Vaya... No recuerdo nada más... Aunque igual puedo hacer memoria, aunque no será barato. - Les miró con una sonrisa mellada en la que se atisbavan algunas piezas dentales doradas. - Créame, la información valiosa no suele ser barata y menos gratis. - Se dio media vuelta y se alejó varios pasos abres de girarse de nuevo y volver a sonreír. - Tengan muy buenos días, caballeros...

¡Oh si! El clásico momento del pago. Pero vista la seguridad exhibida en Malaken, no había duda que podían utilizar métodos menos ortodoxos. Y alguien a quien llamaban Bloj el malo, pedía a gritos que usaran con el tales métodos.

—¿Dónde crees que vas Bloj el calamitoso?—dijo con tono de advertencia—. ¿Quieres un trato? Me parece bien. Dinos todo lo que sabes y te aseguro que dejaré todos esos dientes de oro en paz. De lo contrario...

Gambrinus hizo un gesto mudo de quién arranca con unas tenazas unos dientes.

—¿Qué te parece?

Sir Haldir tamborileó sus dedos acorazados en el filo de su guadaña con cara de pocos amigos. Una guadaña podía ser una herramienta bastante más sangrienta para extraer dientes que unas tenazas.

Sir Alois miró de primeras el gesto de Gambrinus. Al principio no lo entendió. No era muy bueno jugando a los clásicos juegos de mesa bytheños el tabú o el dibujonari.

- ¿Humm? - Preguntó nada y entonces intervino Sie Haldir dando una serie de toquecitos sobre su guadaña.

- ¡Aja, eso sí lo entiendo! - Dijo agarrando la empuñadura de su fiel espada.

- ¡Jajajaja! - Río aquel enano de forma descontrolada. - ¡Así se habla Sir Alois! ¡Ese también es mi lenguaje! - Y posó su mano sobre el mango de su hacha de manera nada sutil.