Partida Rol por web

Liadrel resopló. ¿Otra vez iban a ir por las malas? Miró a Niren esperando que al menos ella buscará una opción diferente. ¿Por qué no pagar unas jodidas monedas por aquella información que sin duda iba a ser una basura?

- Hombres... Todo testosterona... - Dijo aunque no sabía muy bien a qué se refería. Aunque leyó algo acerca de eso en un extraño libro que encontró junto a un vórtice espacio temporal hacia algún tiempo. El libro se titulaba ciencias naturales y ponía algo así como segundo de ESO. - ¿Niren?

En honor a la verdad Niren empezaba a tener ganas de coger la cabeza de Bloj y la de Bertrand y chocarlas entre si. Resultaba como poco desesperante cómo no le decían más que lo que ya sabían en lugar de responder a las preguntas tanto de Gambrinus como de Haldir.

Cuando Liadrel la interpeló, se limitó a encogerse de hombros inocentemente.

«¿Qué? ¿Acaso quieres pagarle a esa escoria?»

No es que compartiera la idea de partirle la cara directamente, Niren era más sutil y antes de recurrir a romper dientes prefería evitar la pérdida de tiempo y energías, pero sí que pensaba que lo de sus dos compañeros más que una cuestión de testosterona era una cuestión de sentido común: La elfa acabaría antes y obtendría el mismo resultado tirando el dinero a la basura que pagándole vete a saber la cantidad desorbitada que pediría aquél imbécil. Empezando porque no tenían ni idea de si esa "valiosa información" iba a ser otra vez algo que ya sabían o nada útil en absoluto.

—¡Bloj, Bloj, Bloj! Estoy segura de que eres un tipo listo que prefiere tratos justos en vez de problemas—comentó repentina y jovialmente pasándole un brazo por los hombros con desparpajo, como si fuera a contarle un secreto muy importante. De hecho le contó aquello al oído en voz baja—. No podemos saber si la información es valiosa hasta que no la sepamos, ¿no? Y querrás poder presumir de que eres un informador competente, ¿verdad? Hagamos esto: Tú nos cuentas lo que sabes y si resulta que de verdad es valioso, el tipo que te ha curado la nariz se encarga de pagártelo. Es más, cuando nosotros vayamos a comprobar lo valioso de la información, él se quedará aquí como seguro. ¡Pero no se lo digas que es una sorpresa! Le encanta hacer ese tipo de buenas obras por los demás.

Le guiñó un ojo con complicidad.

Bloj escuchó atentamente las palabras de Niren. Aquella muchacha utilizó un sugerente tono de voz que embelesó a aquel borracho. Aquel hombrecillo con la nariz terriblemente hinchada y sangrante se sentó junto a la tiefling y la miró de arriba abajo con cierta lasciva. Hasta ese momento no se había preocupado en observar sus curvas y su bello rostro. Además aquellos extraños cuernos que sobresalían de su frente y ese rabo que colgaba de su trasero, llamaron finalmente su atención.

- Verás... estaba con un viejo amigo sentado en esta misma terraza y cerrando un negocio. - Comenzó a contarle a Niren en exclusiva muy pendiente de que el resto no le escuchara, aunque su tono de voz era lo suficientemente alto como para que todos le oyeran. Al fin y al cabo, aunque había mejorado su dicción, seguía borrachos como una cuba. - Fue entonces cuando llegaron unos tipos enormes. Eran dos... ¡O cuatro! Medían dos por dos y sin mediar palabra se acercaron a nosotros y trataron de llevarse a Tarv... - Desveló. - ¡Entonces me puso en pie y golpeé con todas mis fuerzas a uno de ellos! Iba maquillado. Debajo del maquillaje de la cara pude ver que su piel era escamosa. Me dieron una buena paliza, pero mi colega huyó. Luego fueron tras él...

Niren hizo como que de aquello sólo se estaba enterando ella, poniendo su mejor cara de interés y todo.

«Como vuelva a responderme una sola vez más lo que ya le hemos dicho juro que voy a gritar... »

Lo único que había aprendido nuevo era que no habían atrapado a Tavriss allí, sino... en cualquier otro sitio de la ciudad. Decidió volverlo a intentar con la pregunta que ya habían formulado sus compañeros, a ver si ahora con el cambio de predisposición de aquel tipo la susodicha era respondida de una vez.

—Oh...  —susurró arqueando las cejas como si todo aquello fuera interesantísimo—. ¿Y sabes dónde fue ese tipo maquillado o dónde encontrarle ahora?

Y aquella era la misma pregunta que Haldir le había hecho hacía un rato. Esperaba que aquella vez respondiera, o le iba a quitar la borrachera a base de zarandearlo en el aire.

- No le pregunté. - Soltó una carcajada. - Pero tengo algo que le pertenece. Algo suyo que dejó olvidado. - Hizo una pausa y una sonrisa maliciosa se dibujó en su rostro. Aguardó unos instantes, tratando de despertar el interés de aquella gente que mostraba tanta curiosidad. - Aunque eso si que merece un buen precio. ¿No creeís?

Niren pareció perder repentinamente todo el interés.

«¿Y esto era toda la VALIOSA informaicón por la que pensaba cobrar?» pensó «¡Si sabe lo mismo que nosotros que viene a ser nada!»

—Pf... ¿Y para qué quiero yo algo suyo?—suspiró cruzándose de brazos y arrellanándose hacia atrás en la silla con teatral desilusión, siendo ella esta vez la que se hacía de rogar—. ¿Ahora me dirás que es valioso? No me lo creo.

Suponiendo que Bloj tuviera la menor idea de magia, que lo dudaba, algo suyo podría servirles para intentar localizarlo con un conjuro. Conjuro que ya habían utilizado aquel día... porque ya tenían algo suyo.

Lo único que le quedaba por averiguar era si ese "algo" realmente tenía más información en su haber que el propio Bloj, como una insignia, o una tarjeta de visita con la dirección de su casa ya puestos... Soñar era gratis. Porque a aquellas alturas lo dudaba bastante, capaz era el tipo de haberse quedado con uno de los gargajos que el lagarto hubiera "dejado olvidado" en la escupidera.

- Porque estoy convencido de que va a ser mucho más útil para vosotros ese objeto, que yo mismo o la información que os haya podido ofrecer. - Sonrió de nuevo muy seguro de sus palabras. - Quiero un intercambio por valor de cien piezas de oro. El objeto a cambio os resultará útil. Lo sé cierto. - Se acercó a la chica de los cuernos. - Eso o... - Se relamió. - Me enseñas ese rabo tuyo más de cerca. Los dos solos y en intimidad...

—Oh, ¿te gustan los rabos?

Acababa de decirle que Bertrand le pagaría una vez hubiesen comprobado que la información era valiosa pero al tipo ya se le había olvidado. Una lástima. Para él, claro.

Niren no pensaba entrar en un bucle infinito de "Es valioso", "No te creo, demuéstramelo" sólo para que se dignara a decirles qué era aquello. Nadie con dos dedos de frente negociaba con mercancía fantasma. Y en vista de lo presente no tenía una sola razón para pensar que las garantías de Bloj sobre que lo que tenía que ofrecer valiera la pena fueran ciertas. Ya habían perdido bastante el tiempo con Humdul como para repetir. Estaba harta de perder el tiempo en pistas que no llevaban a nada. No sabía si quiera si Tavriss seguía vivo y allí estaba aquel idiota mirándola como si fuera un bollo dulce recién hecho y haciéndoselo perder aún más.

La tiefling giró la cabeza para mirar a Haldir y se encogió de hombros. Después usó la cola, sí, pero para señalar ia Bloj con ella en una implícita invitación a hacer lo que el caballero rubí parecía estar deseando querer hacer desde hace un buen rato. Tras lo cual simplemente se levantó de la silla para dirigirse al marco de la puerta.

—"Ah, yo lo intenté"—suspiró con hastío.

- ¿No os interesa? - Preguntó aquel rufían etílico. - ¡Ningún problema! - Se dio media vuelta y comenzó a caminar en dirección al interior de la tasca de mala muerte. 

Gambrinus sacó las manos de su casaca y las colocó en posición para comenzar a conjurar. No le preocupaba ni un ápice montar otra pelea en Malaken, estaba claro que no había ningún tipo de autoridad local que fuera a suponerle un problema

—Voy a contar hasta tres Bloj es Horripiloso.

¿Por qué no dejaba de llamarlo con motes absurdos burlándose de su apelativo inicial? El mediano no lo entendía, pero era casi instintivo, no podía controlarlo. Y no le gustaba.

—Tres... Dos.... Uno...

Bloj escuchó aquella cuenta atrás y esbozó una sonrisa. Ya fuera por el alcohol que llevaba en el cuerpo y que le envalentonaba o puede que fuera simplemente por el pequeño tamaño de la persona que estaba contando, que aquella amenaza, para nada le intimidó. Miró hacia atrás mostrando su sonrisa mellada y mirando de reojo a Gambrinus. Entonces soltó una pedorreta.

- ¡Prrrf! - Meneó la cabeza de lado a lado. - ¡Amenazas a mi.... ja! - Y devolvió la mirada al frente y continuó su camino.

Sir Alois estaba nervioso. Sabía que poco necesitaban sus compañeros y en especial su buen amigo Sir Haldir para desenfundar sus armas y crear una matanza en un abrir y cerrar de ojos. Viendo el curso de los acontecimientos, parecía seguro que esa iba a ser la opción que iban a tomar. Niren, quien normalmente era la más partidaria de todos a usar la vía del diálogo, ya se había rendido, Sir Haldir ya había acariciado la empuñadura de su guadaña, al igual que el enano y Gambrinus parecía dispuesto a ser el primero en abrir fuego. No pensó en Liadrel ni por un momento. Aquella elfa no parecía ni pertenecer al grupo y realmente, nada había aportado hasta el momento.

- Sir Haldir... - Dijo entonces el bueno de Alois agarrándole de la muñeca. - ¿No crees que sería más fácil darle lo que pide o negociar otro precio? Igual se conforma con diez monedas...

- ¡Oye amigo! - Exclamó Bertrand. - ¿Dónde te crees que vas? 

Bertrand no sabía muy bien porque había dicho eso. No era costumbre suya meterse en asuntos de los demás. Eso provocaba situaciones incómodas, a veces peligrosas y ya le bastaba con las que a menudo el mimos causaba. Tener que estar bregando entre mentiras y falsas verdades continuamente era agotador, más cuando llegaba el momento de tomar por la fuerza lo que no lograba obtenerse con la palabrería. 

Miró a la botella de licor de cereza. Ella era la única persona que le entendía. Aunque bueno, ni le entendía ni era persona, aunque con su sola presencia le bastaba al pobre Bertrand para que sus demonios internos se calmaran. ¿Dónde estaría su otro fiel compañero? Aquel pequeño mamífero volador le había ayudado bastante en los últimos tiempos, pero desde que sucedió aquello... desde entones no le había vuelto a ver. Esperaba que estuviera bien de todas formas.

- ¿Qué crees que tengo que hacer? - Le preguntó a la botella mientras la miraba fijamente. - Estas gentes parecen necesitadas. No parecen mala gente, pero si un poco hostil. Igual si les ayudo, empiezo a ganarme el perdón de mis pecados...

La botella permanecía inmóvil mirando a Bertrand. Sí, mirándole. No tenía ojos, eso estaba claro. No parecía esta mirándole. Eso también estaba claro. Nadie más percibió que aquella botella mirara a Bertrand salvo el mismo. Pues realmente, era una jodida botella de licor de cereza. No tenía voluntad propia, ni mucho menos podía aconsejar a nadie nada. Era un simple objeto inanimado y de pronto.

- ¡Joder Bertrand! - Exclamó la botella. - ¿Otra vez con las preguntitas? ¡Ya te he dicho mil veces que no me preguntes nada, porque no te voy a responder! - La botella negó desplazándose de lado a lado sobre su eje encima de la mesa. - Bertrand, Bertrand... ya es hora de que empieces a sacarte tú sólo las castañas del fuego...

Y por supuesto, nadie salvo quizás Bertrand, escuchó todo lo que aquella botella tenía que decir.

Bloj se detuvo ante las palabras de Sir Alois y de Bertrand. Se dio media vuelta y se cruzó de brazos mirando con superioridad y prepotencia a todos los allí congregados. Parecía creer realmente que tenía las de ganar. Y eso que los rufianes con los que se había acercado hasta allí tras los insultos a su nombre del propio Bertrand, hacía rato que se habían despistado. Estaba él solo contra todos, él solo y su nariz rota y sus ojos morados por el mismos golpe.

- ¿Habéis cambiado de opinión? - Preguntó. - Os puedo hacer una rebaja, por la capa y la maleta...

Sir Haldir tamborileó los dedos una ultima vez sobre el filo de su guadaña antes de que su paciencia se agotara.

—Son rufianes, Sir Alois —le contestó a su maestro mientras se levantaba de su asiento —. No negociamos con rufianes. Les damos una lección para que no vuelvan a molestar a la gente honrada. Por mucho que sea un camino más difícil, es lo correcto. 

La acorazada y fornida figura del caballero se cernió sobre Bloj. Lo agarró por la pechera y lo alzó un palmo del suelo.

—Escúchame, escoria. Vas a darme esa pista inmediatamente, junto a toda la información que tengas o lo único que te van a dar de beber es la leche de la amapola en el templo más cercano —dijo, y acercó su rostro a un centímetro de él —. ¿Me he explicado con claridad?

- ¡Está bien, está bien! - Farfulló el rufián etílico ante las amenazas de sir Haldir. - ¡Os entregaré la puta capa, cojones! - Bloj parecía por primera vez realmente intimidado y dispuesto a colaborar. - Si me acompañáis a casa os lo doy. Aunque no estaría mal la recompensa de la que hablamos... ¿Eh?

—Si te saltas el trato inicial ahora te jodes, querido. Haberlo pensado—espetó Niren que se había apoyado en el marco de la puerta—. Confórmate con conservar los dientes.

Señaló con el pulgar hacia atrás. No pensaba pagarle un cobre y le daba igual si tenían que sacarlo de allí por las buenas o a patadas, tan solo quería avanzar de una vez. Porque más valía que de verdad aquella capa tuviera alguna pista real o se la metería a Bloj por donde ni el mejor buscador de tesoros pudiera encontrarla.

Ya tenían bastante con tener que ir a saber qué agujero hediondo en el que viviría aquel tipo.

- Zorra... - Dijo aquel escuerzo con patas. - Está bien... está bien...

Bloj era un tipo impulsivo por naturaleza. Sin embargo, eso no quería decir que fuera imbécil. No al menos rematadamente imbécil. Sabía cuando tenía las de perder y en ese momento, las tenía. Si había llegado a adulto, en medio de una sociedad como la malakina y viviendo la mayor parte de su vida en barrios marginales y delinquiendo aquí y allá, era porque si algo le sobraba a aquel hombre a parte del alcohol en sangre, era la capacidad de supervivencia.

- Seguidme... - Dijo finalmente de mala gana.