Partida Rol por web

De capa y espada.

24 de Febrero. 6:30

Cargando editor
16/05/2010, 13:55
Director

Es gran pena: tan discreto y descontento


Y, sin razón, a la traición está dispuesto


Pero sus prendas eran mañas, y no gracias


Y su valor, bellaquería vil y baja.

Cargando editor
16/05/2010, 14:29
Director

  La mañana era fría y desapacible, con el rocío y la niebla metiéndose aun por los ropajes de las gentes hasta llegar al alma, y un sol hereje que alumbraba pero no aportaba calor ninguno. Cuatro días habían transcurrido hasta tener dispuesto los asuntos de la guerra y ahora los altos mandos y parte del pueblo, los valientes o insensatos que no habían tenido a bien el consejo de encerrarse a cal y canto en sus hogares, se situaban alrededor del patio de la casa de Inés para contemplar la primera ejecución del día.

  Rebeca, por enfermedad de cordel, pagaría el contribuir a las traiciones que perjudicaron a quien debía servir. Su muerte sería el principio de una día donde no buscaría en holanda el calor proveniente de ese sol suyo que no brilla, sino que sería encontrado en la sangre de sus gentes, que en mala hora fueron necios y fulleros al traicionar a un imperio que aun tenía coraje, no dinero ni esperanzas, para lavar sus afrentas manchándolas con sangre nueva.

  La antigua sirviente afrontaba las cosas con cierto cuajo, ceñida la soga al cuello, lagrimeaba rezando a Dios. Pero aun teniendo a la muerte y sabiendo que se iba desde mundo despachada por la posta de una de las maneras mas ruines, ni hacía fuerza ni ademanes para intentar liberarse. Y no era poco para alguien de tal baja estofa.

  La escena duró poco, pues la pobre alma tuvo suerte y el cuello se le rompió con caída, ahorrando el espectáculo de ver su rostro deformarse por las crueldades de la muerte. Sus pies se mecieron al viento con perturbadora gracilidad y belleza, como si el alma estuviera acompañando, con un leve baile, a una música ligera que se prestaba a tararear.

  Pasados unos minutos todos se retiraron a sus puestos y deberes, pues largo día esperaba.

  Inés vió como Marcos, quien había conseguido fuerzas para asistir, se marchaba cojeando hacia su habitación acompañado del francés, con el cual había hecho buenas migas. En buena gana hubiera cambiado el viejo soldado la compañía franca por la de Inés, pero con tales lances por venir había que dejar espacio a la joven dama, que debía ser ella quien decidiera quien la iba a asistir, en que lugar, y en que momento de ese día que comenzaba con un sol hereje que alumbraba, pero que no aportaba calor alguno.

Cargando editor
16/05/2010, 17:10
Doña Inés Mª de Osuna, Grande de España

Inés se levantó pronto para presenciar la ejecución de la traidora, sin alegría y sin ganas. Quizás fuera el tiempo que acompañaba a su ánimo o viceversa, en cualquier caso aquel sol tan débil parecía igual de frágil que la dama en aquellos días desoladores. Nada había que consiguiera animar a la Grande de España, que tras la charla con Robledo los días se le sucedieron, no exentos de labores, pero si más carentes de aquella intensidad que la había mantenido viva cual llama de vela. Mas ahora la vela se encontraba a punto de consumir con la cera ya líquida sobre la superficie. En tiempos de guerra no había cabida para la alegría.

La joven de Osuna permanecía con rostro serio y poco animoso, haciendo preocupar a Elvira y de mas gente cercana. Sentada algo mas lejos de lo normal contempló como Rebeca perecía bajo el yugo de la cuerda, y su vida se expiró en pocos segundos dejando una estampa lacónica que poco duró. La miró con tristeza divagando sobre cuales habrían de ser sus razones para jugarse de tal manera la vida. Mas prefirió dejar a parte todo aquello, que ya poca claridad tenían pensamientos a esas horas como para meditaciones innecesarias. Otros muchos muertos ocuparían sus pensamientos durante las horas siguientes.

Todavía sin moverse contempló a su soldado alejarse con malos pasos en compañía del hereje francés. No había reunido el valor suficiente para acudir a verle, y aunque lo ansiaba, dudaba. Miró a Elvira de soslayo y cuando la gente se hubo retirado bastante, todavía en silencio, se encaminó hacia la casa sin media palabra. Esperaría un rato por si algún asunto urgía de su presencia y acudiría a verle de nuevo.

Como el tibio sol de la mañana, titubeante de mostrarse o no. Así permanecía Inés.

Cargando editor
16/05/2010, 18:03
Director

El Tercio fue llamado a la guerra en la ciudad, y el Tercio acudió. Los soldados con sus picas, sus arcabuzes y mosquetes, con sus ropajes diversos y los sombreros de larga ala y pluma vistosa, puestos a matar por la gloria de su nación. El sonido del silencio de sus escuadras se fue llenando por la ciudad, avanzando hacia los puestos rebeldes, mientras los jóvenes tamborileros, algunos apenas había pasado la niñez, llenaban de ecos las calles con la cadencia de los golpes del tambor marcando el paso.

En apenas dos horas después de la ejecución de Rebeca se empezaron a oír los primeros combates, producto del adentramiento de las tropas españolas en la zona rebelde. El tambor se aceleró y con él vinieron los primeros gritos, solo permitidos en el fragor del combate. “¡Santiago!” “¡Santiago!” “¡España!” “¡España!”.

En las plazas, los piqueros apretaban los dientes y intentaban encajar las lanzas en los cuellos de sus enemigos, dándoles las buenas noches. Los arcabuceros y mosqueteros realizaban con flema y cadencia su labor, dejando caer de los dientes la bola de plomo en el arma, cambiando la pólvora y asegurando la mecha, mientras disparaban una y otra vez a la vez que pedían agua a los aprendices con sus voces quebradas y sangrantes, debido al azufre que se les metía bien adentro.

Cuando las plazas estaban tomadas, lanzas dejadas a un lado, se tiraba de toledana y pistola, avanzando por las callejuelas a golpe de blanca, sufriendo graves bajas por el apoyo traidor que recibían los rebeldes de la población civil. Pero aun así, el tercio avanzaba por aquellos tortuosos caminos, conquistando cada edificio enemigo y quemándolo en gran parte de las ocasiones (al acabar la tarde un cuarto de los edificios rebeldes se encontraban consumidos por las llamas).

El combate duró prácticamente todo el día terminando la represión triunfante cuando ya entraba la noche. De las dos mil almas españolas se habían perdido por lo menos un cuarto, por la gran resistencia encontrada. Y no era para menos, pues con la tensión habida por la zonas, y los agravios cometidos por ambos bandos, la lucha se demostró a vida y muerte.

Esa noche, aquella parte de Brujast sería destruida por completo, tomándose los soldados el buen botín que se merecían por tal esfuerzo. Pues España pagaba de esa forma la mayor de las veces, con un, mira vuestra merced que no se dispone de dinero, pero tome esa loma con sangre y sudor, que en ella encontrará buena plata de los enemigos de España.

Pero así se hacían las cosas en esos lares y en esas épocas, y suerte tenía aquella España anquilosada y orgullosa, quebrándose por todos los lados, de aun aguantar los envites de las demás naciones, aliadas entre si para hacer caer al buen gigante de malos pies de barro.

 

Cargando editor
16/05/2010, 18:21
Doña Inés Mª de Osuna, Grande de España

Marcos optó por no recibir a la dama, y esta se retiró a su salón particular donde permaneció gran parte del día, en compañía de María que, gracias a su infantil inocencia ignoraba cuanto pasaba en la ciudad. O al menos ello parecía hacer. Hizo reír a Inés y la entretuvo hasta mitad de la tarde, cuando la tutora acudió a recogerla.

La joven, sola, se sumió en largas meditaciones mientras a lo lejos se escuchaban los tambores y los disparos, los gritos y los llantos, tanto de herejes como de españoles. Desde la ventana contempló las llamas y la humareda alzarse hasta los cielos en compañía de las almas de los caídos. Recias columnas negras tratando de alcanzar el sol hereje que aun iluminaba algo al final de la tarde, filtrando sus rayos. Y después acudió la oscuridad en compañía la victoria. Brujast había sido sometida de nuevo, y a qué precio se preguntó Inés.

Ahora solo faltaban las noticias de los varones de su casa, las únicas noticias que había dado permiso para acudir a verla. Corrió de nuevo la cortina, pues no quería ver mas, y se sentó angustiada frente al fuego con las manos temblando levemente y la mirada ausente.

Cargando editor
18/05/2010, 20:40
Director

El protocolo dictaba que Inés debía reservarse en su despacho en momentos tan delicados como éste, no solo por la necesidad de que estuviera localizable, sino por que, al no saber muy bien cuando rescatarían a sus parientes, no era ni decoroso ni firme andar por las calles esperándolos como una campesina cualquiera. Así que allí esperaba la grande de España, esperando en una hora en la que ya tendría que haber noticias.

Quizás por ello su corazón se detuvo cuando el sonido de unos nudillos golpeando la puerta llegó hasta ella.

Cargando editor
18/05/2010, 21:49
Doña Inés Mª de Osuna, Grande de España

Casi se asustó cuando sonó la puerta. Se puso en pie de inmediato con el corazón en la garganta y se quedó esperando a que algo ocurriese. La silla se tambaleó peligrosamente, pero no llegó a caer. Tras unos segundos recordó que debía dar orden para que quien fuera entrase.

- A-a delante – murmuró tan bajo que casi no se escuchó no ella misma. Carraspeó y repitió la frase en un tono mas alto.

Sus ojos miraban fijamente la puerta con la respiración contenida, y la diestra temblaba levemente posada sobre su estómago por encima de la tela.

Cargando editor
23/05/2010, 22:30
Marcos de Tolosa.

Marcos entró en la la habitación, sus pasos resonaron fuertes y su sonrisa tranquila y serena fue lo primero que se adelantó al pasar (aunque cierto matiz triste se podía notar en ella). A pesar de lo intranquilo de la situación Inés todavía pudo apreciar que volvía a tener tan buena planta como antes del cruce de blancas en la taberna. Había recuperado el color y las vendas que se le ceñían al cuerpo se le notaban nuevas (buena salud daba recibir atención por parte de dos médicos todas las horas que dura el día).

Su voz resonó tranquila y grave, sensual. Aunque terminaba con un deje triste atojándose entre los ojos.

-Hola, señora Inés, hay nuevas que debe saber y se ha decidido que sea recibidas de mi persona.- Marcos cruzó su rostro con una media sonrisa.- Su hermano está disfrutando de vino caliente en las salas de abajo.

 

 

Cargando editor
23/05/2010, 23:22
Doña Inés Mª de Osuna, Grande de España

Inés sonrió brevemente al ver a su galán cruzar la puerta, contento en parte. Se alegró de ver que su recuperación iba bien, mas ese pensamiento duró poco, que la dama requería de otras noticias mas importantes.

Al escuchar que Carlos estaba bien suspiró aliviada. Avanzó de detrás del escritorio hasta quedar a pocos pasos de Marcos, todavía con la mano sobre el pecho y la angustia en los ojos. Había nombrado al mediano de los de Osuna, pero del patriarca no había dicho nada.

- ¿Y mi padre? – preguntó casi en un susurro, mirando los ojos del soldado.

Que si las noticias hubieran sido buenas del todo no habrían tardado tanto en anunciarlas, ni habrían dispuesto a Marcos para anunciarlas.

Cargando editor
23/05/2010, 23:31
Marcos de Tolosa.

Marcos contuvo una mueca amarga. Había envites que aun sin guardar relación alguna con la capa, la toledana y la sangre, eran más difíciles de lanzar que aquellos , quizás porque correspondían a algo más hondo que el quehacer de un soldado en lo sonante a la guerra y el miedo.

-Vuestro padre, Inés, ha sido dado en muerte con todas las exigencias del decoro, la honra y el honor.- El paso que el soldado dió, acercando su cuerpo con el de Inés, pareció resonar por todo el alma de la mujer, como una piedra extendiendo una honda en la superficio de un lago.- Descansó para siempre la noche pasada, por medio de hacha, sin que los testigos puedan atestiguar falta de entereza en momento alguno.

 

Cargando editor
23/05/2010, 23:55
Doña Inés Mª de Osuna, Grande de España

Inés lo suponía, mas no quería creerlo. Pero, ¿cómo podían mentir las palabras de Marcos, aquel que había dado su vida por ella? Quería creerlo, quería sentir que mentía, mas sabía que todo cuanto sus labios habían dicho era tan cierto como que sin sol el mundo se quedaba frío.

Fueron largos los segundos hasta que la dama retrocedió el paso que él había avanzado, dando las piernas contra el escritorio. Su mano ascendió con ligero temblor hasta sus labios, donde ayudó a reprimir el primer sollozo. Se encogió de hombros pasando el otro brazo por su cintura, como si tratase de protegerse de aquel fuerte achaque. Sus ojos fijos en Marcos se volvieron cristalinos, cada vez mas, y las lágrimas se derramaron silenciosas por su mejilla hasta que apartó la mirada. Quería salir de allí, en su pecho sentía la necesidad de hacer algo, de huir tal vez, mas no podía. Tenía que ser fuerte y hacerse cargo de su familia, de sus hermanos, del peso de la ciudad que recaía sobre sus hombros pesadamente. ¿Quién querría como gobernadora a una mujer llorando? Pero en el fondo, ¿qué otra cosa podía hacer?

Aunque hubiera estado en una sala llena de gente consolándola, se sintió completamente sola, perdida. Y al final rompió a llorar.

Cargando editor
23/05/2010, 23:58
Marcos de Tolosa.

Marcos no dijo nada, ni en su rostro se forjó ninguna expresión, al dar el siguiente paso y rodear a Inés con sus brazos. Su pecho se notaba cálido, quizás por la fiebre, aun después de todas esas vendas, y olía a polvo y a hombre. A Inés le recordaba a su padre, algo que en cierta manera le tranquilizó, pero no contuvo las lágrimas que parecían salir aun más fuertemente con el abrazo de aquel soldado.

Y sobre aquello él nada dijo, porque era costumbre no decir nada entre los soldados cuando aquello pasaba. Cuando al final el soldado fuerte y duro, que había aguantado la carga holandesa con un solo “arriba España” en su pecho, se quebraba con los motivos más graves o más nimios, y lloraba en la oscuridad sin que sus hermanos (los únicos que estaban tolerados a verlo) dijeran nada mientras la rabia le corría amarga por el rostro. A la mañana siguiente, ya fuera que el soldado saliera gallardo puliendo sus armas (aunque con la mirada más gris y muerta que al principio) o se encontrara bailando a dos metros del suelo, colgado de alguna viga, nadie decía nada.

La voz de Marcos volvió a sonar, grave y contenida.

-Al parecer el hijo de vuestro enemigo el judío no era tan diplomático como su padre. Y afrontó la temeridad de insultar gravemente a la excelencia de vuestro padre, Don Juan Francisco Grande de España.- Al escuchar su nombre Inés sintió que su pecho se encogía a la mitad.- No pudo permitirlo y antes de que se marcharan cogió desprevenido al sonante, y rodeandole el cuello con sus grilletes, le partió el cuello. Vuestro enemigo entendió la venganza de tal acto estaba fuera de toda tregua- Marcos reflexiono por un momento.- Vuestro padre le echó coraje....

Y había en esa última frase un tono distinto, como de igual a igual, de respeto por alguien que había tenido a hacer lo que todo hombre, y en especial todo soldado o dirigente de aquella España orgullosa, había de hacer para quedar en paz con los suyos y con el mismo. Don Francisco había muerto vengando una afrenta y sabiendo la consecuencia de hacerlo: con honra, honor, y respecto intactos.

Le había echado huevos.

 

Cargando editor
24/05/2010, 01:03
Doña Inés Mª de Osuna, Grande de España

Inés se sobresaltó cuando notó los brazos de Marcos pasando entorno a su espalda. La estrechó contra su pecho y eso no hizo sino confundirla más durante unos instantes. ¿Estaba bien aquello? No pudo discernir nada, y tampoco importaba. Ya nadie excepto el rey podía decirle qué o qué no hacer mas allá de las leyes del decoro y la honra. Había quedado huérfana.

Aquel olor, el del soldado, evocó recuerdos de su infancia, de tiempos antaño junto a sus progenitores todavía en España. Porque cualquier tiempo pasado fue mejor, eso había escuchado decir a alguien una vez, y no lo creyó cierto hasta entonces. Poco a poco la congoja fue pasando, y un sentimiento de seguridad emergió donde antes había habido soledad. En los brazos de aquel hombre escuchó el breve relato de cómo su padre había hecho honor a su nombre en un acto de valentía puramente Español. Con el corazón encogido en el pecho, suspiró aliviada sabiendo que al menos el bueno de Don Juan Francisco de Osuna había luchado hasta el último momento, muriendo honradamente, como debía ser. Le quedaba el orgullo para el recuerdo, y las lágrimas para el olvido.

La muchacha se quedó quieta un rato más, con los brazos encogidos sobre el pecho y la frente reposada en el hombro de Marcos. Esperó hasta que la última lágrima se escurrió por el lagrimal y entonces, todavía dando algún que otro respingo suspirando, alzó la cabeza sin moverse demasiado. Se limpió el rostro con las yemas y miró por encima del hombro de él hacia la pared de enfrente.

- Gracias… por darme la noticia y quedaros conmigo – susurró. No hacía falta más para que la escuchara.

Tras unos segundos posó las manos sobre el pecho del soldado y se apartó con un movimiento suave, sin brusquedad, mirando hacia el suelo. Tomó aire y los soltó lentamente en un prolongado suspiro que sonó tan agónico como liberador. Los pensamientos se agolpaban en su cabeza, abrumándola ante tanta presión. Pero por desgracia la muerte de su padre no detenía el mundo, sino que lo aceleraba más. Ahora debía ponerlo en orden todo antes de su partida. Alzó la cabeza y miró los ojos de Marcos con tristeza.

- Para mi pesar y el de todos, la muerte de un gran hombre no detiene el mundo. Aunque debiera… - dijo con voz solemne. – No… no tengo derecho a pediros nada. Habéis hecho por mi lo que nadie excepto mis amados padres dándome la vida. Pero voz me salvasteis.

Inés, que todavía tenía las manos sobre las vendas de él, las retiró sin creerse con derecho para mantenerlas donde estaban. Dudaba, pero quería hacerlo aunque las palabras se atascaran en su garganta.

- Desearía que vinierais conmigo a Madrid.

Había más que quería decirle, pero aquello era lo principal que condicionaría lo siguiente.

Cargando editor
24/05/2010, 23:24
Marcos de Tolosa.

Marcos se separó de ella, no mucho, y la miro profundamente a los ojos. Su rostro estaba serio y reflexivo. Tardo un tiempo angustiosamente largo en contestar.

-Entonces deberíais trasladarme al cuerpo dedicado a su protección.

Y en verdad era la elección más acertada, pues aun traslado a Marcos a un cuartel en Madrid (de los pocos que había) o obteniendo este su licencia, eso no le habilitaba para seguirla en el mismo medio de transporte hacia la capital de las Españas o para estar cerca de ella una vez en la gran urbe. Trasladado al grupo que se ocupaba de su protección podía acompañarla sin levantar sospechas, aun más apreciando la reputación que Marcos tenía ganada, sin contar que había salvado a la grandeza este mismo mes y que se encontraba entre los más diestros, veteranos y gallardos soldados de los disponibles en esa lejana tierra.

No obstante, eso suponía un ascenso, y no exactamente de los pequeños. Y Marcos afrontaba tal posibilidad solo presentándola como una sugerencia, con el porte frío y neutral del que nada espera y todo lo oculta. Que no quería pensar para así que había conseguido méritos dando abrazos.

Incluso en otras circunstancias hubiera declinado siquiera ofrecer la posibilidad. Pero había necesitado solo minutos de recio silencio para darse cuenta de que quería acompañarla más allá de todo deseo, y de todo orgullo.

Cargando editor
25/05/2010, 00:54
Doña Inés Mª de Osuna, Grande de España

 

Inés aguantó la mirada, impacientándose ante el prolongado silencio. No comprendía muy bien las cavilaciones del soldado y por un momento temió que fuera a decirle que no por sabe Dios qué razones. O tal vez que sí para no disgustarla mas tras el sofoco. Se dio cuenta de que había sido inapropiado preguntar aquello en tal situación, pero era demasiado tarde.

Cuando al fin respondió no se le ocurrió otra cosa mas que asentir.

- Haré lo propio para ello.

Hizo amago de sonreír brevemente, por la costumbre de hacerlo siempre, pero no pudo. Se quedó allí plantada mirándole sin saber muy bien qué hacer. Su silencio la había descolocado. Al final alzó la mano en un torpe movimiento hacia la puerta, instándole a salir seguido de ella.

- ¿Dónde se encuentra mi hermano? – preguntó con tono inseguro.

Tal era el lío en su mente que casi se había olvidado del varón vivo de su familia, el cual estaría ansioso por reencontrarse con su hermana tras el cautiverio. Las ganas de verle y comprobar su estado la abordaron de repente con tanta intensidad que el llanto amenazó con volver. Pero contuvo la opresión de su pecho para evitarlo.

 

Cargando editor
06/06/2010, 01:15
Marcos de Tolosa.

Marcos le dedicó una cálida sonrisa antes de hablar.

 

-La grandeza de su hermano andaba adecentándose para dejar de mostrar tal mal aspecto por el tiempo de cautiverio, si deseáis, al salir podré llamar a un criado para que le informe de que os encontráis dispuesta a verle.

 

Cargando editor
06/06/2010, 02:45
Doña Inés Mª de Osuna, Grande de España

Inés asintió, restregándose de nuevo la mejilla y los ojos humedecidos por el anterior llanto. Después curvó los labios en una tierna sonrisa durante unos instantes. Hermoso regalo de cualquier manera.

―Sois… sois muy gentil, Marcos, por todas las molestias que os estáis tomando hacia mi persona. Y también con el resto de mi f-familia –le tembló la voz al pronunciar la última palabra, pero trató de volver a sonreír, obviándolo-. No quedan muchos como vos, por desgracia. Gracias de nuevo.

Cargando editor
07/06/2010, 01:22
Marcos de Tolosa.

Marcos asintió una vez más y veloz como el rayo lanzó a Inés un beso que le vino a acertar en la mejilla izquierda, todo muy cercano entre sus labios, tras lo cual se giró para abandonar la sala. No sin que Inés pudiera percibir una sonrisa en el rostro del caballero ¿y acaso se le había notado con rubor en las mejillas?

El caballero ando con paso lento, como el de quien no quiere irse de donde está a gusto, abandonado la sala en busca del citado criado.

 

Cargando editor
07/06/2010, 01:39
Doña Inés Mª de Osuna, Grande de España

Inés se sorprendió de nuevo por el gesto de Marcos, y enrojeció levemente. Si la situación no hubiera sido tan precaria habría suspirado de emoción. Entre aquello y el abrazo su corazón de enamorada latía mas desenfrenado que nunca. Pero el amor hacia la memoria de su difunto padre le impidió alegrarse tanto como su galán.

La dama le observó marcharse con una leve y soñadora sonrisa en los labios. Después, vacilante y abrumada, fue hasta la ventana donde se quedó recostada sobre el marco, esperando la llegada de su hermano. Estar sentada no habría hecho sino inquietarla mas.

Cargando editor
11/08/2010, 13:23
Don Carlos de Osuna.

 

Unas botas resonaron, lentas, flemáticas, pausadas, en la madera del pasillo tras la puerta de los aposentos de Inés. Su paso lento fue correspondido con un escalofrío en la piel de la Grande de España, cuyos sentimientos eran tantos, tan variados y tan profundos que no había tierra en las Españas para reflejarlos a través del puño y la castellana letra.

 

Su padre había muerto. Y el descanso que el mundo le daba se reducía a los breves segundos que tardarían aquellas botas, que a modo de reloj fúnebre sonaban, en llegar a su habitación. Después de que su hermano franqueara la puerta pocas lágrimas se iba a poder permitir Doña Inés, cabeza de la ilustre familia Osuna, donde los sacrificios parecían ser solo superados por las penas que por ellos se cargaban. Vida mareante y de gran asfixia para los que quisieran conservar el esplendor en una época nada esplendorosa.

 

Y ahí, que aterradoramente rápido, apareció su hermano tras el chirriar de la puerta de noble madera. Vestido con sus mejores galas y adecentado por todos sus sirvientes, pero luciendo una delgadez evidente y unas profundas ojeras de un color malsanamente oscuro.

 

Carlos de Osuna se quedó en el umbral, rígido y fúnebre, sin saber que hacer o decir.