Partida Rol por web

Ainar salió de su escondite dispuesto a repartir hachazos entre esos dos servidores del oscuro... pero se encontró con que Miriel y Fredegar se los habían cargado sin esfuerzo alguno. Y casi tampoco generando ruido.

-Vaya... qué bien- dijo mirando al hobbit y luego a Miriel con una sonrisa de orgullo -No es por desmerecer, pero me lo esperaba de ti-

-Dejemos lo mejor posible esto, y esperemos a la siguiente ronda... ¿es así el plan?- preguntó, ya apoyando el hacha contra unos cacharros para que quedara más a mano, y se disponía a arrastrar el cuerpo del trasgo.

Siempre se podía confiar en la habilidad de Miriel pero acompañó con un cabeceo afirmativo las alabanzas de Ainar hacia el mediano. En ese cuerpo menudo se escondían más habilidades que su capacidad de desaparecer como si fueran magos de los cuentos.

    Bueno, ahora es cuando empieza lo difícil. Lo lógico es que envíen a alguien a ver qué pasa con la comida y ahí no debemos dudar, golpear rápido y con fuerza y sin esperar ir hacia el pasillo a por los guardias. A partir de ese momento va a ser una lucha a vida o muerte y preferiría que todos siguiéramos con vida al acabar el día. Este lugar apesta y cuanto antes nos vayamos menos tardaremos en olvidarlo.

Miró hacia miriel: Buen trabajo... una vez más. Gracias por estar siempre ahí.

¿Sería buena idea dejar los cuerpos sobre el fondo como si estuvieran comiendo o los escondemos? Me preocupa que si no ven aquí a nadie no entren... aunque la tendencia natural sería acusar a Dondinas de la desaparición.

Vanwa se encogió de hombros ante la escena y las palabras de Welf.

- Los orcos son criaturas mezquinas y egoistas.- Murmuró.- Dudo que busquen a estos dos en un buen rato. Supongo que pensarán antes en que se han ido a un oscuro rincón a comer que no que les ha pasado... esto.- Dijo, señalando los cuerpos con la punta de su bota.

- Lo primero sería acabar con los guardias del pasillo sin dar la alarma. Al parecer van viniendo a medida que tienen más hambre. Por eso vienen en grupos tan pequeños y  no se llevan más que una bandeja o dos. Hemos de ir avanzando y acabar con los pequeños grupos que nos podamos cruzar.- Comentó.- Aunque supongo que arrancarle la llave al jefe de estos orcos será lo más complicado, y no estará solo.- Añadió. Su mente pensaba en opciones. Si no llegaba la comida también era posible que el jefe se cansara y decidiera ir él mismo a las cocinas a comerse al blandito postre encadenado, pero esa idea no la expresó ante el tembloroso Dinodas.

- Ocultemos estos muertos y atraeré aquí a los del pasillo, si os parece bien.- Propuso, tomando a uno de los muertos por las axil... Mejor por las muñecas, por favor. Su intención era arrastrarlo hasta la zona de sombras de la cocina y cubrirlo, para borrar cualquier rastro. Podría explicar la argucia que tenía pensada, pero como decía un viejo caminante sabio, "A mucha gente le gusta saber de antemano qué se va a servir en la mesa; pero los que han trabajado en la preparación del festín prefieren mantener el secreto; pues la sorpresa hace más sonoras las palabras de elogio".

Miriel aceptó en silencio los elogios de sus compañeros tratando de no darle demasiada importancia ni tampoco pecar de falsa modestia.

- Cada uno tenemos nuestro momento para alumbrarnos con nuestra luz – en este lugar olvidado por el sol, se guardó para si misma el final más lúgubre de su pensamiento.

Sin perder el tiempo ayudó a Vanwa a preparar a los muertos cogiéndolos por los pies.

- Tenemos dos opciones, o esperamos al siguiente grupo antes de ir a por los guardias y el resto, como proponéis, o vamos ya directamente a por los guardias antes de que envíen al siguiente grupo. – comentó en voz alta dejándolo para que tomaran la decisión que mejor estimaran. Ella misma no estaba segura de cuál opción era mejor.

- También deberíamos decidir ya cual túnel tomaremos cuando acabemos con los guardias y avancemos. El de la izquierda fue el que tomó el grupo anterior con la comida; probablemente lleve hasta el festín que se están dando esas criaturas tragonas sin fondo. El de la derecha no sabemos a donde llevará, ni si podrá haber algo en él que nos ayude. Podría ser el caso, pero también implica perder algo de tiempo - en el que podrían llegar hasta la cocina, una vez se guardó el final implícito para sí misma, en parte porque algo en el corazón la animaba a tomar el camino de la derecha aunque pareciera la elección menos obvia.

-También alguno podría usar los ropajes de estos asquerosos e intentar identificar al líder- propuso el enano -Hasta tal vez atraerlo...-

Él no podría ser, eso era seguro, y probablemente tampoco Vanwa y Miriel... Welf y Fredegar era otro cantar, pero no sería fácil... nada fácil...

-Y si hacemos lo que dice Vanwa, entonces mejor nos preparamos- agregó ya tomando nuevamente el hacha de donde la había dejado y poniéndose en un lugar desde el cual rápidamente obstaculizar el túnel por el que venían los orcos y trasgos.

A Vanwa también le intrigaba lo que podía haber en el otro pasillo. ¿Habría prisioneros? No lo creía si allí, en las cocina, ya había celdas. Además, para un orco un prisionero y comida podían ser cosas muy parecidas. Su lugar natural sería aquellas celdas culinarias.

La estratagema de Ainar tampoco era mala. Quizás Fredegar o Welf podrían ponerse aquellos ropajes roñosos, pero eso querría decir avanzar solo...

A criterio del elfo era importante moverse. Al final se iban a extrañar hasta los orcos de que los grupos fueran a la cocina y no volvieran de ella, así que decidió acelerar aquello. Carraspeó el elfo y gorgoteó, haciendo unas extrañas muecas.

- Eh! Venid a ver esto!- Gritó al pasillo, con una voz más grave y ronca de la suya. Como cascada, similar a la del finado Uglûk.- El conejito encadenado se ha cagado encima! Su mierda apesta a elfo!- Dijo.- Vamos a abrirle la panza, a ver si oculta a un elfo dentro.- Anunció, junto a una carcajada similar a una gárgara amarga.

Estaba seguro que aquel anuncio picaría la curiosidad de los guardias orcos. Nada como algo de violencia gratuita como para llamar la atención de aquellas viles criaturas.

Después de aquello se apresuró a esconderse una vez más. Cuando entraran los guardias, confiados de encontrar a un Dinodas a punto de ser despanzurrado, contarían con unos pocos instantes antes de que se dieran cuenta de que algo no iba bien.

    Se giró levantando el arma, ¿cómo podía seguir hablando si había visto una flecha atravesando su cuerpo? dispuesto a volver a abatir al trasgo.... cuando vió que la voz rasposa salía de la garganta de Vanwa. Jamás hubiera creido posible ese tono de voz en el elfo. Le había visto cantar, hablar con piedras y plantas... y ahora ver y oir algo así le parecía desagradable. Esperaba no tener que volver a pasar por algo similar nunca más.

     Entendió el plan de Vanwa y buscó de nuevo su rincón junto a la entrada para atacar por la espalda a quien viniera o al menos impedir que huyeran por los pasillos.

Librarse de los trasgos no fue tarea difícil. Bastaron un par de flechas bien dirigidas para que su existencia dejase de ser una molestia en aquel mundo. Pero el grupo se enfrentaba ahora de nuevo a la incertidumbre. Sabían que los trasgos volverían a por más comida tarde o temprano, pero podía pasar media hora o unos pocos minutos hasta entonces. Además, tampoco tenían claro si iban a echar de menos a aquellos dos que habían ocultado en una de las celdas más alejadas del túnel bajo un montón de cacharros, o por el contrario se iban a olvidar de ellos. Welf proponía esperar al siguiente grupo, pero Vanwa se adelantó y compuso una voz horrible para llamar la atención de los dos guardias que aguardaban más allá. Todos contuvieron la respiración, Dinodas tragó saliva al escuchar las barbaridades que decía el elfo, especialmente las que atañían a su persona. Pero pareció funcionar. 

—¿Uglûk? —la desagradable voz de uno de los orcos que vigilaban en el puesto que había tras el túnel llegó retumbante hasta ellos—. ¿Qué rayos dices, imbécil? 

—¡Están pinchando al gordito! —respondió el otro soltando una carcajada tan amarga como la que había fingido Vanwa—. Vamos, ¿sí? 

—Bien, pero no lo matéis todavía. El jefe lo quiere de postre —concedió el primero, que parecía ser quien llevaba la voz cantante —. Solo lo pinchamos un poco a ver si se vuelve a cagar. ¡Esperad que ya vamos!

—¡Sí, de postre, sí! ¡Esperad que ya vamos!

Los ecos de los pisotones de las botas de los orcos se fueron acercando hasta que las dos sombras que corrían por el pasillo tomaron forma corpórea y llegaron a la despensa. Allí solo se encontraron a un Dinodas con cara de circunstancias, todavía tembloroso y temiendo que todo el plan se fuera al garete y que terminara pagándolo él de la peor forma. Los orcos torcieron el gesto extrañados. 

—¿Dónde estáis, escoria? —Ladró el primero. 

—Sí, ¿dónde?

Sonrió. Cierto que la vida de todos pendía de un hilo, un ruido de más y todo el plan se iría al traste. Pero su cuerpo, después de la batalla en las ruinas del fuerte, después del viaje por las cuevas, después del cansancio y el agotamiento, su cuerpo respondía. Acostumbrado a las sombras del Bosque Negro encontró rápido acomodo en las sombras de la cueva, tras unas cajas desvencijadas se sentía casi como en casa al acecho de una presa y la inteligencia de muchas de las que perseguía en el Bosque era muy superior a la de los trasgos, de eso estaba seguro.

Cuando descubrieron que aquí no había nadie y se tensaron buscando una respuesta se lanzó a por el más cercano de nuevo con el hacha por delante. Un solo golpe, sólo tenía tiempo para eso. Golpear y esperar que fuera suficiente... una vez más.

Miriel lanzó la manta a Ainar por instinto al escuchar como Vanwa revelaba su magia para hablar como aquellas bestias. Los pasos se oían cerca. Apenas tenían tiempo de esconderse y prepararse. Volvió a donde se había escondido con anterioridad, pues le había funcionado. Además, ya sabía donde estaban las cacerolas en ese sitio y le era más fácil acordarse para evitarlas.

Tensó su arco con la flecha preparada. En cuanto entraron por la puerta ya estaba preparada para soltar la cuerda, pero esperó un poco más, a que entraran dentro. Por el rabillo del ojo vio a Welf ya dispuesto a asestar su golpe. La flecha voló por la sala.

A la par guardaba el arco preparándose para atacar con su espada y daga tal y como había hecho con anterioridad, pero la sangre que apenas habían limpiado antes de que llegaran los orcos le hizo perder el equilibrio, no para llegar a caerse, pero lo suficiente para facilitar que su objetivo esquivara sus golpes con facilidad.

Vanwa se deslizó otra vez en las sombras cuando escuchó la respuesta de los centinelas y le dedicó una sonrisa macabra al sorprendido Welf, antes de ocultarse.

Cuando aparecieron los desconcertados orcos cayó sobre ellos la lluvia de flechas y acero de sus fieros compañeros, pero en esta ocasión se unió a sus ataques. Había mucho en juego. Salió de su escondite y arremetió con su lanza contra el enemigo que podía amenazar a la desequilibrada Miriel.

El mediano se escondió con su habitual destreza para pasar inadvertido y colocó una flecha en el arco, apuntando hacia las sombras que tomaban forma en la habitación. Vio cómo Miriel apuntaba a uno de los orcos y él dirigió su disparo hacia el otro, esperando poder repetir el disparo de hacía unos minutos. Aunque algo le decía que aquellos enemigos eran más duros de pelar que los anteriores.

En cuanto comprobó que su disparo había sido efectivo, pero no letal, tiró el arco al suelo y tomó su espada de hoja corta lanzándose al ataque calientemente para apuñalar al orco. 

Las flechas lanzadas por Miriel y Fredegar lograron alcanzar sus objetivos con éxito, hiriendo a los sorprendidos enemigos, aunque no con tanto éxito como el ataque anterior en el que habían eliminado a los trasgos de un plumazo. Los orcos que asomaban ahora en la despensa estaban mejor armados, más acorazados y menos borrachos. 

Justo a continuación irrumpieron los demás, para golpear con sus armas a los guardias y tratar de rematarlos antes de que pudieran dar la voz de alarma. Welf lanzó su hacha para cortar la carne del orco pero éste logró esquivar el golpe aún a pesar de haberse visto sorprendidos por la emboscada. Miriel saltó tras el hombre del bosque, lanzó su espada y su daga contra el orco que logró alzar su escudo lo suficiente para desviar ambos ataques. En tercer lugar apareció Vanwa dando una lanzada contra el mismo orco, la hoja logró colarse entre los huecos de su armadura, perforando bajo la axila y obligándolo a retroceder tambaleante. 

El otro orco se preparaba para apuntar con su lanza a los intrusos cuando el valiente mediano se echó encima de él blandiendo la espada y provocándole un buen corte que le alcanzó en el pecho. 

Ainar de pronto vio... o más bien, no vio más, ya que Miriel le había lanzado la bendita manta olorosa y mohosa encima suyo. No era el momento para despotricar, pero lo haría...

Ni bien escuchó el movimiento de los demás, se sacó la manta con un movimiento rápido y se lanzó con el hacha en alto para asestarle un golpe mortal al orco que tuviera más cerca.

Aprovechando la ubicación que había elegido, se colocó en un lugar por el cual, si el orco deseaba escapar, se encontraría con él, y si quería pelear... tendría que enfrentarse a él. El hacha descendió con fuerza al omóplato del orco, que no tardaría en caer con semejante impacto. Si le hacha se clavaba lo suficiente, intentaría acompañar la caída para que no hiciese demasiado ruido...

Esta vez lo habían conseguido por poco. Se podía complicar rápido.

- Vamos, movamos los cuerpos con los otros de la entrada, que no estén a la vista si vienen más trasgos. – dijo cogiendo a uno de los orcos por los pies para cargarlo con alguien más. No tenían tiempo que perder.

- Creo que habría que avanzar ya, antes de que venga el próximo grupo de trasgos a por la comida, pues el tercero que venga tardará mucho menos que el segundo, sino es que vienen en un grupo mayor. – propuso. Aún quedaba también por decidir si tomarían izquierda, por donde se fueron los trasgos con comida, o derecha.

El elfo se quedó algo sorprendido de lo cerca que estuvo de complicarse el asunto, pero Miriel lo sacó pronto de su ensoñación y con un asentimiento le ayudó a cargar con el cuerpo fuera de la vista.

- Sí... Debemos ser rápidos y cautos al mismo tiempo.- Concedió, mientras cargaba el cuerpo.- Explorar las cuevas podría ser interesante, e incluso podría ser que en la zona ajena al banquete hubieran herramientas que nos ayudaran a liberar al mediano, o algo que nos fuera igualmente de ayuda... Pero lo lógico sería ir por el pasadizo de los orcos hambrientos... Aunque a veces no es la lógica la mejor compañera...- Comentó, siendo de poca o nula ayuda, y embrollando aún más el asunto.- Ir por el camino de los orcos exige ser sigiloso, y allí el señor Ainar hijo de Ani, no se va a sentir cómodo, aunque si las cosas se tuercen, se convierte en el más necesario.- Fue desgranando, como si tuvieran todo el día.- Tomar el camino deshabitado puede ser un buen lugar para buscar alternativas, quizás allí Ainar y yo podríamos encontrar algo que sirviera para liberar a Dinodas, y vosotros, que sois los más sigilosos, podríais adentraros en la cueva de los glotones, aunque supongo que separarnos en un cubil de trasgos no debe ser la opción más sensata.

Y efectivamente no lo era, pero él ya había expuesto sus pensamientos y decidiera lo que se decidiera, trotaría con el grupo pasillos arriba y pasillos abajo, en busca de una salida para el pequeñín gordito y salvarlo de su aciago destino como delicioso postre trasgo.

     Decía mi abuela que no era buena idea poner a todos los pollos en la misma cazuela, el plan de Vanwa es perfectamente válido. Avanzemos Miriel, Fredegar y yo por el pasillo de la izquierda mientras Ainar y Vanwa se quedan en el cruce o exploran por la derecha. Si nosotros podemos ser sigilosos podremos ver qué hay más allá y si el peligro es grande volver a por ayuda. Mientras no mordamos algo más grande que nuestra mandíbula no habrá problemas ni peligro excesivo, todos hemos demostrado ser cautos.

Miriel agarró los apestosos pies de los orcos para esconder sus cuerpos y no cargar de problemas al temeroso Dinodas si a alguna de esas hediondas criaturas les daba por volver a la cocina. Aprovechando las circunstancias también escondieron los cadáveres de los otros dos orcos y limpiaron la sangre del suelo como buenamente pudieron para evitar que las manchas delataran lo ocurrido y recolocaron las mesas y cazuelas que habían movido para esconderse.

Sin mayor dilaciones, y tras un sesudo plan elaborado por Vanwa, el grupo optó por dividirse con la esperanza de abarcar más terreno en el interior de aquellas cuevas. Así, los más sigilosos tomarían el camino por el que habían ido los trasgos hambrientos, mientras Vanwa y Ainar, tomaban el otro camino. Juntos avanzaron por el túnel hasta el lugar donde comenzaba la bifurcación y donde los recientemente finados orcos hacían guardia. Una vez allí se dividieron según lo pactado.

Conforme se iban internando en aquellas cuevas la pestilencia de trasgo era cada vez más insoportable. El túnel que Vanwa y Ainar habían tomado tomaba una ligera curva hacia la derecha y luego desembocaba en una pequeña sala de la que llegaba un calor tremendo. Allí encontraron herramientas y materiales que le eran muy conocidos al enano, aunque la calidad de los mismos era bastante pobre. Se trataba de una herrería, con una pequeña forja candente en la que no faltaban yunque y martillo, y una mesa de trabajo bastante desordenada. Allí era el lugar donde las criaturas forjaban y reparaban sus cuchillos y las puntas de sus flechas.

El lugar no parecía tener mucha más cosa. Al lado contrario de la estancia había una apertura por la que continuaban las cuevas y donde el aire era mucho más viciado, si es que aquello era posible. A su izquierda había otro pasaje desde el que llegaba una alegre algarabía cargada de gritos, risas estridentes, insultos y eructos.