Partida Rol por web

Una figura aparece en el umbral y os bloquea el paso. Su estúpida sonrisa sádica te saluda. Ulrich. Está claro que este cabrón es un 0, pero un 0 bien grande.

- Veo que el friki ya ha llegado, esto va a ser divertido… -

Y se hace a un lado para dejarte pasar.

El despacho es una oda a la ostentosidad. El suelo esta enmoquetado, Un enorme cuadro adorna la pared izquierda en la que puede verse una mujer adorada por querubines mientras pisotea figuras humanoides. A la derecha un enorme equipo de transmisión compuesto de diferentes pantallas que muestran todas las zonas de la prisión y algunas que no conocías. Y justo en frente, una enorme mesa de caoba más grande que vuestras celdas con dos sillones de tela iluminada por un enorme ventanal y justo tras la mesa, Hennessey que se encuentra sentada con los dedos entrelazados y con expresión seria.

- Su popularidad le precede señor Smith. Y esa capacidad de mover a las masas es algo que podría venir bien para un proyecto que tengo entre manos. ¿Qué sabe de “La Carrera de la Muerte”? –

Caminas nerviosa por los pasillos que te va indicando el guardia.

- Vamos coño, dale brio que no tengo toda la noche –

Y tras agarrarte del cuello te empuja hacia adelante. Sin embargo, tu mente sigue pensando en el motivo de este viaje ¿Por qué querría verte la directora del centro? ¿Por tu trabajo? ¿Tu condena? ¿O tendría algo que ver todo eso que has oído sobre “La Carrera de la Muerte”? Lo que está claro que todo es conjeturar y que la única forma de saber algo es llegar hasta el final del asunto.

- Ahora, párate –

Os habéis detenido ante una enorme puerta de aspecto robusto.  Chad se acerca a ella y llama enérgicamente a la puerta.

La puerta se abre y de su interior aparece Ulrich que te mira con su sonrisa socarrona. Tu cuerpo se estremece ante el recuerdo de alguna de sus palizas que llenaron tu cuerpo de marcas.

- La doctora Mengele ¿Cómo va ese proyecto suyo del cuerpo perfecto? No muy bien por lo que veo –

Te coge del hombro donde aun tienes un cardenal y un pinchazo te atraviesa la clavícula.

- Adelante, no seas tímida –

Y de un empujón te mete dentro.

El despacho es una oda a la ostentosidad. El suelo esta enmoquetado, Un enorme cuadro adorna la pared izquierda en la que puede verse una mujer adorada por querubines mientras pisotea figuras humanoides. A la derecha un enorme equipo de transmisión compuesto de diferentes pantallas que muestran todas las zonas de la prisión y algunas que no conocías. Y justo en frente, una enorme mesa de caoba más grande que vuestras celdas con dos sillones de tela iluminada por un enorme ventanal y justo tras la mesa, Hennessey que se encuentra de pie con tu ficha sobre la mesa.

- Por favor, tome asiento. –

Obedeces mientras esperas a ver que tiene que decir.

- La he hecho llamar porque estoy a punto de poner en marcha un proyecto y estaba pensando en que podría ser una buena incorporación.  ¿Ha oído hablar de “La Carrera de la muerte”? –

Cuando te dijeron que la mismísima directora de la penitenciaría te había convocado para una reunión te embargó la curiosidad, pero lo que era peor, a tu chica la emocionó ¿Será por eso que habéis oído sobre esa “Carrera de la Muerte”? Lo que está claro es que necesitas saber el por qué.

- Va-vamos joder, y sin ton-ton-tonterías, ario de mierda-a –

Solo esa curiosidad te contiene de darle una paliza al cagado de Lester. Que alguien tan mediocre haya llegado a nada demuestra que en el mundo hace falta algo de orden. Pero no será ahora, como suelen decir, a cada cerdo le llega su San Martín.

- ¡Parate! –

Y al decirlo, el infeliz te alza la porra. Es más de lo que puedes aguantar de una mierda de metro sesenta. Te giras hacia él cuando la puerta que tenéis en frente se abre.

En el umbral aparece alguien con el que sí que sabes que no se debe jugar, al menos de momento. Ulrich es de esos locos peligrosos con los que hay que andarse con cuidado.

- Supongo que no interrumpo nada ¿verdad? –

Mientras habla, empuña una barra eléctrica. Sonries y dejas de encarar a Lester quien respira finalmente tras quedarse congelado.

- Eso pensaba, puedes retirarte. Tú, pasa por favor –

Según comienzas a entrar descarga un fuerte golpe en el cuello que te hace recular. Apenas consigues mantener el equilibrio antes de acceder a la sala.

El despacho es una oda a la ostentosidad. El suelo esta enmoquetado, Un enorme cuadro adorna la pared izquierda en la que puede verse una mujer adorada por querubines mientras pisotea figuras humanoides. A la derecha un enorme equipo de transmisión compuesto de diferentes pantallas que muestran todas las zonas de la prisión y algunas que no conocías. Y justo en frente, una enorme mesa de caoba más grande que vuestras celdas con dos sillones de tela iluminada por un enorme ventanal y justo tras la mesa, Hennessey te mira fijamente sentada desde su trono.

- Unas cualidades curiosas las suyas, aunque no sorprendentes. – Remueve entre algunas hojas que tiene sobre la mesa – Sin embargo, suficientes para un proyecto que estoy poniendo en marcha y que tal vez le interese. ¿Sabe algo de “La Carrera de la Muerte”? –

- Pasa por aquí –

Mientras el guardia te guía por los pasillos no te dignas ni a mirarle. La escoria como él no te preocupa, sin embargo, algo ha llamado tu atención ¿Para que te hará llamar la directora Hennessey? No ha sido una ni dos las veces que has intentado hablar con ella y siempre ha sido infructuoso. ¿Qué ha podido cambiar? ¿tendrá que ver con esos rumores sobre “La Carrera de la Muerte”? Sea lo que sea, por fin tienes la oportunidad de hablar con ella.

- Detente princesita, hemos llegado -

Llegais ante una enorme puerta de madera reforzada, John se aproxima a ella y llama.

La puerta se abre y en el umbral aparece alguien a quien no tienes ningunas ganas de ver. El sádico de Ulrich tiene demasiado gusto por los gritos independientemente de donde lleguen y está el primero de tu lista entre hijos de puta que morirán cuando salgas de aquí. Pero de momento no te queda otra que soportar todo lo que te haga.

- ¿Pero a quién tenemos aquí? Finalmente lo has conseguido ¡Anímate! Aunque… no se si habrá hueco para ti y tu ego en la habitación. – Ulrich se gira hacia el guardia que te ha acompañado. – Puedes irte –

Atraviesas el umbral y accedes a la habitación.

El despacho es una oda a la ostentosidad. El suelo esta enmoquetado, Un enorme cuadro adorna la pared izquierda en la que puede verse una mujer adorada por querubines mientras pisotea figuras humanoides. A la derecha un enorme equipo de transmisión compuesto de diferentes pantallas que muestran todas las zonas de la prisión y algunas que no conocías. Y justo en frente, una enorme mesa de caoba más grande que vuestras celdas con dos sillones de tela iluminada por un enorme ventanal y justo tras la mesa, Hennessey que te espera de pie con expresión seria pero curiosa.

- Un placer señorita Waldorf. Se que ha solicitado verme en múltiples ocasiones, pero entenderá que soy una mujer muy ocupada. Sin embargo…  tengo ciertos intereses en los que me gustaría que se involucrara. Si saliera bien ambas podríamos sacar algo de todo esto. – tu anfitriona sonríe - ¿Qué ha oído de “La carrera de la muerte? -

Bastardo hijo de puta…  – Pienso tragándome la bilis mientras me froto el pescuezo dolorido por el golpe que me ha dado el perro de Hennessey. Pese a las ganas de saltar sobre él tengo que contenerme, pues no es momento ni lugar.

 Algún día…   - Me consuelo al imaginarme en libertad, esperando a que Ulrich salga de su trabajo de funcionario de mierda, siguiéndole hasta la casa en la que vive con su madre, sorprendiéndole y reventándole la cabeza contra la taza del wáter para después cagar sobre su cadáver. Un bonito sueño que desgraciadamente tendrá que esperar.

Al entrar en el despacho avanzo con deliberada lentitud, ignorando a propósito a la alcaidesa mientras examino lo que esa mal follada debe entender por lujo y ostentación; En estos momentos no se me ocurre mayor lujo que una barbacoa al aire libre y una cerveza fría con los colegas de toda la vida, así que el despacho de Hennessey me parece una cueva sobrecargada y bastante hortera.

 No - Le respondo, mintiéndole a la cara sin pestañear cuando me pregunta si sé algo sobre la Dead Race. La verdad es que algo he oído, pero no me apetece ponerle las cosas fáciles - ¿Es una droga nueva? ¿Algo contra la menopausia quizás? – Burla indirecta que espero que no pille.  

Puñeteras carceles.
Desde la adolescencia he estado chupando trena en varias cárceles a ambos lados de la frontera. Y en un par de ocasiones, he logrado fugarme aunque claro, fue al otro lado de la frontera y con el pago de algún soborno.
Pero estos putos gringos, en esta cárcel, se toman su trabajo demasiado en serio.
El fulano que llevo detrás, esta entando su suerte. Vaya que si.
Pero echo una mirada y calculo mis posibilidades. Solo lograría romperle un par de huesos y acabar en aislamiento.
Asi que me controlo e inicio el periplo por el local de hormigón echando algún vistazo que otro para controlar las medidas de seguridad.
Joder. Estos yanquis puñeteros son buenos en lo suyo.
Así que finalmente acabo ante nada menos que la alcaldesa de la prisión.
Y ya antes de que hable, solo con mirar su rostro, se que esta encabronada la tía.
Posiblemente no se la follen muy bien no.
Me siento enseñando los dientes cuando asi lo reclama. Y apenas arqueo una ceja cuando escucho su pregunta.
Claro que he oido los rumores alcaldesa. Y para un tipo como yo, son interesantes estando como estoy encerrado en un puto antro como este.
Pero ahora, entrecierro los ojos mirándola directamente antes de continuar.
Y me pregunto, cuanto de esos rumores son realidad.

... esto guardias son más tontos que entrar en una tienda y no robar nada. Son tan remilgados... si es que dan pena, joder; no entienden que estoy en un retiro espiritual porque me da la gana, que puedo irme cuando quiera, que estoy consiguiendo hata adelgazar un poco, leches, que hasta se me va a queda tipín y todo

... con tanta mierda de paseos por la trena, me ha vuelto a entrar hambre, y encima, me han hecho subir escaleras joder, que los ascensores se negaban a subir cuando me montaba; será más bien por los guardias que me acompañaban, supongo, porque eran varios.

... sea como fuere, estoy sudando, y eso no es bueno para los que estén en esta sala; a mi me da igual, no me huelo, pero estos finolis, se van a cagar como me tengan haciendo el gilipollas aquí, que me están quitando de ver una telenovela. En fín, no quiero perder mi tiempo

-Gracias, señora Alcaide; estoy intentando adelgazar un poco, porque no me dejan montar en aviones, ¿sabe usted?, es un engorro a veces. Y sí, respondiendo a su pregunta, han corrido rumores, y los que tenemos los oídos finos, lo hemos captado. Dicen que es una opción para salir de aquí, pero que de paso, es algo que tiene pinta de ser divertido... No tenía pensado estar mucho más por aquí, que la dieta no es variada y tal, pero esto ha despertado mi curiosidad. ¿Sabe usted?, en el fondo soy un deportista, y me gustan las competiciones; prefiero las de comer, por la ansiedad, pero los deportes de romper me gustan también, así que... usted dirá

Perladas gotas de sudor me hacen cosquillas mientras se deslizan por mi espalda todo para abajo; en cosa de minutos, empezarán a sentir mi fragancia... no me hace falta nada para que se haga notar mi presencia.

Se jodan, que me la suda, especialmente por el gilí del lameculos

Un día más en aquel aguantadero, así lo llamaba Alice cada vez que pasaba horas contemplando una pared que no tiene nada escrito, perdiéndose entre pensamientos que esa imagen vacía le otorgaba. Es que la locura misma a veces te sumerge en esos mundos donde se viaja muy lejos, allí donde las situaciones fluyen con mayor intensidad mientras la mente es quien controla las emociones, entre frustraciones, alegrías desmedidas y la ira, que difícil de contener muchas veces la forzaba a tener que lastimarse o buscar dolor a través del otro para sentirse completa. 

Adoraba provocar, comportarse como una chiquilla inmadura mientras su estadía en la Prisión despertaba esa marea de sensaciones. Quería ser querida, odiada y en la eternidad de ese juego contradictorio, lograr emerger como persona siendo más desquiciada, maldita y terriblemente impulsiva. Pero en medio de su meditación en el vacío, en esa regulación interior que no le permite irse por los derroteros de su propia enfermedad mental, escucha la voz del guardia mientras una sonrisa se dibuja en su rostro. Había comenzado el juego. 

- Uis, tan fuera de estado. Así no podrás follar a tu esposa, que mal querido porque te saldrán cuernitos y la verdad... Lo deseo. - enuncia al acercarse de forma sensual al guardia y tras soplar su rostro, comienza a brincar en vez de caminar mientras avanza por el pasillo, obviamente dejando atrás al gusano que desearía aplastar con sus tacones preferidos. - Jijiji, no te quejes. -comenta divertida al encontrarse con aquel otro oficial, el pajillero de la Prisión, aquel con el que había compartido "Electrizantes momentos". 

- Hola guapo, pero claro... Me sigue haciendo gracia, más cuando te haces una paja dedicada a mi en las noches. -  replica sonriendo mientras le acomoda el uniforme. - Tan idiota me has salido, lamento no tener un tiempo para jugar contigo, siempre te he dicho que me gustaría verte gozar cuando el palito con electricidad te lo meta en el culo. Así en plan... amigos/ amantes... En nuestra línea ricura. - termina por decir tras lanzar un beso en el aire, si le tocaba los ovarios, ella también lo haría ya que es parte de la bonita dinámica que mantienen. 

Y mientras continúa avanzando con el gay reprimido, Alice da saltitos en el lugar al ver que se encontraba con la bruja del lugar, es que le daba cierta emoción encontrarse con este tipo de personas mientras deseaba arrancarle el rostro con las manos y pisar sus bonitos ojos para que salpique las paredes. Le encanta el arte abstracto, para qué negarlo. Una vez ingresa a la fortaleza de la Reina mal follada, suelta una carcajada divertida. - Ellos juegan conmigo. ¿No le han contado lo que me hacen por las noches o en los baños? Vaya... si tiene ahí las camaritas, seguro lo ha visto. Pero sí, me gusta divertirme muchito, aunque depende de la diversión será la decisión... aunque seguro usted no me da opciones. jijiji. - responde a Henessey. 

Cuando le pregunta sobre la carrera de la muerte, niega enérgicamente la cabeza, pareciendo una niña pequeña. - Hm, nadita. - afirma y prosigue. - Más allá de la obviedad, no. Cuénteme Señora. - termina por decir al contemplarla un tanto expectante, le agradan las sorpresas y más aún las muertes.  

Era T-Bone quien había tomado el control ese día. Aquel negro nacido y criado en el Bronx se encargaba de protegernos y velar por nosotros en la prisión, cuidando de las mujeres y del pequeño Hedwig, motivo por el que siempre trataba de tomar el control en los momentos tensos.

Y desde el instante en que nos sacaron de nuestra celda, supimos que ese iba a ser uno de esos momentos. T-Bone tenía una forma peculiar de caminar por los pasillos, moviendo ligeramente los hombros y la cabeza, casi de forma rítmica, mientras nuestros ojos recorren toda la galería por la que caminamos.

T-Bone es un hombre fuerte, de complexión atlética y con poca paciencia. En otras circunstancias, se habría liado a ostias con MacTiernnan para protegernos, pero llevamos demasiado tiempo en prisión y queremos salir cuanto antes. No podemos permitirnos el lujo de agredir a un guardia.

-¡Eh, tranquilo, blanquito! -le espetó T-Bone, mientras nos introducía a la fuerza en el despacho.

Observamos asombrado aquella sala. Es la primera vez que la vemos y, para T-Bone resulta todo un divertimento ver el cuadro de aquella mujer adorada por los querubines.

-Vaya, vaya, ¿así que le gustan los angelitos? -preguntó, con una sonrisa, mientras tomaba asiento.

Y entonces la escuchamos. Puede que T-Bone fuera el que tenía el control, pero en ese momento todos queríamos salir y hablar por él. Pero no, el afroamericano era demasiado fuerte, demasiado seguro de sí mismo y no dejaría que tomásemos el control de la situación.

-¿Que si he oído hablar de la Carrera de la Muerte? ¿Que si he oído hablar? -pregunta, con una carcajada-. Soy el mayor gangsta de todo el puto Bronx, jefa. Habría que pegarle un tiro al negrata que no haya oído hablar de la Carrera de la Muerte. Esos bugas, las chatis, toda esa sangre, ¡y las armas! Oh sí, eso es lo mejor de todo. Las armas. Armas gigantescas para poder disparar a esos malditos blanquitos.

Otro bonito día en la prisión, el olor, las vistas, los sonidos de la gente, todo estaba en perfecto orden como me gustaba, pero de repente el bueno de Gregory me invitaba a acompañarle, por fin podría reunirme con la directora, esa número descarriado que tenia que hacer que tomase el buen camino.

-Señor Sandman!, ¿cuando he provocado yo algún altercado? sabes tan bien como yo que todo lleva su cauce y todo se basa en nuestras decisiones... a ver cuando tenemos un rato para hablar de lo que te atormenta hijo mio.-

Mientras pronunciaba esta ultima frase nos entorpecía el despojo de Ulrich.

-Que tenga un buen día tambien señor MacTiernan y mande recuerdos a su tío.

Estaba clara la actitud del agente cuando alguien de su familia era fiel devoto del elunismo y había tenido que dar tanto a la religión para tratar de cambiar de 0 a 1.

Tras entrar me paseo por el despacho inspeccionando cada elemento, me recordaba tanto a la vida que tenia fuera de la prisión, estaba claro que tipo de persona era la directora y con lo que me había costado llegar a ella no iba a perder esta oportunidad.

-Oh señorita Hennesey, ¡Que alegría verla!, claro que se lo que es la carrera de la muerte, no se habla ultimamente de otra cosa dentro de esta comunidad, si desea puedo comentar las carreras, pero si me deja unos minutos para predicar sobre el gran uno. Por apariencias esta claro que usted es una clara ganadora, podría aprender mucho si decidiera asistir a una reunión del elunismo-

Era un discurso directo y conciso ya que estaba claro que la directora no era alguien que se pudiera manipular.

La Alcaidesa sonríe satisfecha.

- Se trata de un espectáculo, señor Martinez. Una competición en el que 10 corredores llevarán vehículos especialmente preparados para la ocasión y lucharán por la victoria. –

La mujer se acerca a la mesa y señala tu ficha policial que tiene sobre la mesa.

- Y tenía la intención de que usted participara en ella – mueve varios de los papeles ojeándolos por encima. – Veo que las altas velocidades y correr por su vida no es algo que le resulte ajeno. – Alza de nuevo la mirada - ¿Qué me dice? ¿Estaría interesado? –

Te sorprende lo directa que ha sido y la poca información que te ha dado. Casi como si jugara contigo.

Que amable aquí la alcaldesa. Me pregunta como si en realidad tuviera muchas opciones.
Cuando señala mi ficha, un atisbo de sonrisa aparece en mi rostro y no es que me preocupe mucho en disimularlo. Por tanto una vez que ha expuesto el asunto que ha provocado esta reunión, me inclino desde mi silla un poco hacia delante y respondo.
¿Interesado?
¿En que?. ¿En ser su corredor para ese circo que esta montando?
Pues bueno alcaldesa. Depende de muchas cosas. Es que yo, tengo muchos intereses. Aunque claro, mi interés prioritario, es largarme del campo de concentración que tiene aquí montado. Y puesto que usted ya ha mostrado su interés por mi participación, ya que si no no me habría llamado, creo que es momento de que me hable de posibles recompensas, beneficios, y reducciones de pena claro.
Y dicho esto, mi sonrisa aumenta mientras vuelvo a reclinarme en mi silla

No terminas casi de hablar cuando sientes que alguien se te acerca por detrás, te da un golpecito en la espalda y finalmente tu cuerpo es recorrido por una corriente eléctrica que bloquea tus músculos y te hace perder el equilibrio. Te desplomas contra el suelo intentando ahogar un grito, con una gota de sudor resbalando por tu frente.  Cuando el dolor remite, aprietas los puños y alzas la mirada, mientras una babilla se te descuelga por la comisura de los labios. Ante ti, Ulrich sonríe picaronamente.

- Es más fuerte que vosotros ¿verdad? Os es imposible no soltar gilipolleces ni en los momentos menos oportunos. –

Ulrich levanta la porra para propinarte otro golpe.