Partida Rol por web

AÑO: 783 D.

MES 2: METAGITNIÓN.

MENÓS PHTHINONTOS: LA DÉCADA DEL MES QUE SE ACABA.

DÍA: 28 HENNATÉ.

HORA LOCAL: 21:15.

Los nervios estaban a flor de piel, eso Laertes lo sabía de sobra. Diría que podía notarlo como una sensación flotando en el ambiente, de no ser porque era evidente para cualquiera con ojos que la situación en la que se encontraban no era precisamente favorecedora. Pero si algo tenía claro es que saldría de esta. Si él y Leónidas habían sobrevivido al fin de los 300, sobrevivirían a esto también. 

Ahora no quedaba más que esperar. Con aspecto aparentemente tranquilo, se reunió junto a otros dignatarios en la zona donde desembarcarían las lanzaderas. Había muchas cosas que ver. Por ejemplo, como los soldados de la marquesa ya no eran caballeros con armamento medieval. 

"Poco a poco caen las máscaras" pensó divertido, aunque lo lamentaba por su pobre anfitriona. Sin duda tenía grandes planes para aquel evento, planes que el destino, de manera inmisericorde, había machacado hasta reducirlos a nada. Pero así es la vida a veces, implacable. Paseaba la mirada por la multitud cuando reparó en que el emisario Urban le estaba mirando. Quizás más fijamente de lo que sería diplomáticamente correcto. Pero una situación así invitaba a la excepcionalidad, así que sonrió levemente al enviado de Gólgota, dedicándole un pequeño guiño amistoso. 

Finalmente, la comitiva persa llegó, y ante todos ellos se presentó el embajador con dos escoltas. El primer paso correspondía a su anfitriona, y Laertes aguardó pacientemente a que la Marquesa les diera la bienvenida a sus dominios. Mientras tanto, observó con curiosidad a aquel hombre. ¿Qué habría venido a buscar? ¿Sumisión? ¿Ayuda? ¿Un poco de cada?

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DÍA: 28 HENNATÉ.

HORA LOCAL: 21:15.

El tiempo avanzaba de manera inexorable y no veía avance alguno sobre el resultado de las pesquisas de aquellos más expertos en la seguridad informática. O al menos no le informaban a ella, que eso podía ser también, algo que le parecía ridículo siendo ella la anfitriona. Por hacer algo, había ordenado a Caoban que tuviera de nuevo preparado una evacuación de emergencia. Sin embargo, esta vez, había pedido que tuvieran prioridad sus más recientes invitados: los persas. Así mismo había solicitado a Trescaras, con el que no se había mostrado especialmente cariñosa, por decirlo de alguna manera, que redoblara la protección de tan ilustres embajadores de Jerjes. Quería evitar a toda costa cualquier incidente similar al ocurrido tras la muerte de Vespan. Terrorismo cibernético. Puesto que La Marca no era una potencia en dicho campo, no le quedaba otra que hacerlo a la vieja usanza.

La llegada de la delegación complicaba aún más las cosas. Ya no sólo tenía unos invitados que desconfiaban de ella y entre sí, sino que ahora se añadía a la partida un enemigo declarado de los integrantes de la Alianza. Pocas veces en su larga vida había sentido semejante presión. La cabeza le bullía como el agua de una olla al fuego de tantas cosas que le pasaban por la mente. Por supuesto que no lo mostraba en su apariencia. Permanecía de pie, hierática, como un témpano de hielo, adornado su menudo cuerpo con un vaporoso vestido, flanqueada por la imponente figura de su Campeón, Trescaras.

- Bienvenidos a la humilde Estación de los marqueños.- Comenzó en respuesta a la amigable sonrisa del dignatario persa.- Antes de nada me gustaría volver a expresarles nuestra más sentida disculpa respecto al malentendido acaecido con la flota de los mercs enviada para socorro del Macerador. Hemos tenido problemas con las comunicaciones. No es algo impropio de la Marca, pero nunca hasta este punto.- Dijo tratando de disculpar la falta de respuesta de los piratas a sus advertencias, que es lo que imaginaba que había sucedido. Caoban le había informado sobre que la flotilla emprendía el regreso, pero que tardarían debido a los daños en los propulsores. Mejor así. Suficiente tenían con los riteanos como para  tener a los piratas presentes. Un poco de tiempo le venía bien para poder limar asperezas. - Nos hubiera gustado recibirles en otras circunstancia, desde luego.- Toda la parafernalia y el "atrezzo" que había preparado para sus invitados había tenido que eliminarlo ahora que había evacuado al personal no estrictamente necesario. Y era una pena pues se sabía que a los persas había que agasajarlos hasta el exceso.-Como les advertimos la Iculisma sufrió un ataque y estaba en Alerta Máxima en el momento de nuestra primera comunicación.- La alerta había pasado ahora al nivel tres, después de la relativa calma.- Pero estoy segura de que tendremos largo tiempo para conversar de ello. No quiero ser maleducada ni descortés. Podemos acompañarles a sus habitaciones, donde pueden ponerse cómodos y prepararse para la reunión. Imagino que no querrán demorar mucho el encuentro.

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DÍA: 28 HENNATÉ.

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Poco podía hacer desde la pantalla que cargaba Práximedes, únicamente observar la situación y responder a ella, lo que en estos momentos era, cuanto menos, inapropiado. Es por eso que evité hablar antes que la Marquesa, simplemente no habría sido apropiado, pero una vea ella lo hizo no tenía motivos para postergar la exigencia de respuestas.

- Embajador: Ziro Serchus, ¿qué os hace pensar que fuisteis atacados por tropas riteanas?

Había sido paciente para exigir mis respuesta, al menos en términos virtuales, pero habían echo unas declaraciones muy contundentes a la ligera y no veía el momento de comprobarlas.

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Avanzó junto al resto de los presentes para ver al embajador persa. Sin embargo aceptó un puesto ligeramente retirado de la primera línea, que le permitiera observar el transcurso de los sucesos y analizarlos sin llamar en exceso la atención. Para su suerte Arcadia no era el planeta que más había llamado la atención de los persas. 

La recepción y presentación de la Marquesa fue igual de educada y cortés que anteriormente con los miembros de la Alianza de Damocles, lo que daba a Helicaón unas cuantas cosas que pensar cuando tuviera algo de tiempo. No esperó mucho la IA de Ritea. El Gestor Omnios guardó el silencio mínimo e indispensable antes de plantear sus dudas al embajador que todavía no había llegado a pronunciar palabra alguna.

Helicaón que se colocó cercano al campeón Eteocles y a su hermano Taurón, guardó silencio. De las primeras respuestas de ese embajador dependía en gran medida la vida de muchísima gente, esperaba que todos los allí presentes fueran tan consciente de eso como lo era él.

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Ataviada con sobriedad dentro de la solemnidad del momento, la humana había estado esperando a que la Delegación persa hiciera su entrada. En un voluntario y discreto segundo plano se había colocado de modo que podía observar y escuchar perfectamente, sin llamar la atención. 

La sorprendió el aspecto del Embajador Ziro Serchus en cuanto éste salió a través de las puertas que les separaban de la zona de atraque. No sabía qué habría esperado de la representación de sus archienemigos, pero, desde luego, no el porte y la gallardía mundana de un príncipe más propio de un planeta como el de Laertes, con quien competía en apariencia física y desenvoltura.

Escuchó la bienvenida de la Marquesa. La cual, a cada momento que pasaba, iba ganando puntos para Perséfone como diplomática. Decir sin afirmar, afirmar sin comprometerse. Cortesía, sonrisa, acoger sin rebajarse. Maestría. Neutralidad.

No así Omnios. Bien, por lo menos en cuanto a diplomacia, era evidente que era muy inteligente, por algo tenía una capacidad de razonamiento y de procesamiento de un ente artificial. Sin embargo, no era un negociador, saltaba a la vista. Directo como un disparo, e igual de letal.

Esperó sonriendo suavemente las reacciones de cada uno de los presentes, y asistió al resto de presentaciones sin quitar ojo al dignatario recién llegado.

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Ladi acompañó a Laertes, y por tanto al resto de la delegación, hasta el lugar de atraque de lanzadera persa. El consejero tenía sus ideas sobre la presencia de los persas en aquella reunión, en aquel momento. Pero por el momento solo eran hipótesis y nada cierto del todo.

Observó al enviado de Persia, el embajador Ziro Serchus, y su magnífico porte, cumpliendo perfectamente los cánones esperados de un representante de una nación o imperio, en este caso. Apuesto, exquisitamente vestido, con gran porte y quizás un aire afeminado que le daba cierto encanto. No llegaba a los niveles de Laertes capaz de emitir un halo de magnificencia o uno sobrecogedor cuando así lo deseaba, pero realmente aparentaba ser digno, en cuanto a presencia, para cumplir su cometido. Tendría que abrir la boca para confirmarlo.

Quien sí habló fue la Marquesa, empleando una diplomacia exquisita ante la complicada situación en la que se hallaba.

Me reitero: esta mujer tiene mucho mérito, volvió a pensar el funcionario ateniense. Dando la bienvenida la soberana de La Marca a los recién llegados, probablemente pronto se iniciaría una conversación lisonjera y amable, o así lo intuía el vesperio. De querer amedrentar o amilanar, posiblemente Persia hubiera enviado a alguien más... marcial. Estaba por ver. Pero lo que Ladi tenía muy claro es que pronto se iniciaría una conversación donde la mayoría pensaría lo que decía pero no diría lo que pensaba. A excepción del de Ritea, claro. Los filtros, subrutinas y programas sobre diplomacia y protocolos, al parecer, habían sido olvidados de activar. Al menos habría que reconocer de su parte que no tendrían que escuchar demagogia.

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Con la llegada de la delegación persa, uno podía aventurar que ya estaban todos las principales facciones en la ecuación, unidos ante unas extrañas circunstancias,... aunque hablar de unidad era mucho decir., Al menos estaban allí hablando y no combatiendo, lo que era beneficioso para todos, dado el poder militar de Persia.

De nuevo empezaba la diplomacia, donde la Marquesa se movía con elegancia e inteligencia. Sus palabras contrastaron con la intervención directa del Gestor Omnios que si bien es cierto que esperó a que la Marquesa iniciase este primer contacto, fue directo al grano sin tan siquiera esperar respuesta de la delegación persa. Si Trescaras no llevará su máscara, todos los anfitriones hubieran visto su mirada de desagrado al Gestor Omnios. 

En estos momentos, salvo extremar las precauciones de seguridad -que desgraciadamente, y en vistas de las circunstancias de poco habían servido- poco podía hacer. En todo caso, se mantuvo al lado de la Marquesa, presto a protegerla si las cosas se ponían mal. 

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Todo aquello le aburría soberanamente. Ni siquiera había hecho falta reunirse formalmente para que las ambiciones, reticencias, animadversiones y demás rasgos propios de los reunidos salieran a la superficie con la velocidad de un trozo de mierda bajo el agua. Una pequeña crisis basada en la confusión y el desconocimiento había bastado para ello. Si aquellos eran los lazos que mantenían unida a la Alianza, no eran tan fuertes ni firmes como lo ansiado. 

Y que la mayor parte de los esfuerzos estuvieran destinados a determinar un liderazgo temporal y a explicaciones acerca de diversas formas de gobierno, como si aquella fuera una plaza pública, terminó de agotar su paciencia y atención. Estaba en medio de una reunión de chupatintas y meapilas que, desde luego, no cumplían con lo que él hubiera considerado un potencial liderazgo eficaz. En un grupo como aquel, lograr cohesión y un camino a seguir eran prácticamente imposibles sin una guerra mediante e incluso en aquel contexto, las luchas de poder en los entresijos cortesanos serían constantes, así como las traiciones. Y que Laertes no pareciera darse cuenta de ello, o que siendo consciente no le importara, le parecía peligroso. 

¿Atacadas las dos naves?

Miró a su polemarca, asintiendo a sus murmuradas palabras. 

-Que nuestra nave escolte a la de Melpurgis en su regreso a la estación. Y que haga un barrido del campo de meteoritos. Me gustaría saber qué han hecho nuestros amigos persas en esa localización -murmuró al oído de Athena. 

Aburrimiento, aburrimiento, aburrimiento. El mercadeo, las palabras fútiles, la traición, le aburrían. Por un instante, lamentó no hallarse en la superficie del planeta, dedicado a algo más satisfactorio como la caza. Pero la inminente llegada del embajador persa, lo sacó de su ensimismamiento. 

Lo vio llegar, junto a sus dos guardaespaldas. ¿Quién necesitaba más cuando fuera tenían una poderosa flota lista para abrir fuego? Suspiró cansado ante la presencia de la serpiente persa. 

-Athena, ¿qué crees que ocurriría si le corto la garganta a esa víbora? -dijo y una sonrisa franca y abierta se dibujó en su rostro. Una sonrisa que pronto desapareció ante la bienvenida de la Marquesa, propensa a la disculpa y al rebajamiento. Tan solo le faltaba ofrecer su cama y su entrepierna al embajador persa-. ¿Qué haces aquí, Ziro de Persia?

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Si las intervenciones de los riteanos y espartanos la molestaron no lo mostró públicamente. Iba conociendo poco a poco al Gestor Omnios y la dificultad que parecía tener con trasponer el lenguaje de unos y ceros en palabras inteligibles, o símplemente no ofensivas, para el común de los humanos. Del otro lado, el Rey Leónidas...bueno, eso era tan antiguo como la propia existencia de hombres y mujeres. Era normal que un "machirulo" como aquel chocara culturalmente con el refinamiento de los hombres persas, para otros de ademanes que rayaban el amaneramiento. Sin embargo, no podía permitir, no en sus dominios, que sus individualismos echaran a perder lo que entre todos habían decidido hacer, que era tratar como un invitado más al embajador. Habían tenido su tiempo para exponer sus quejas al respecto.

Obviando que Ziro Serchus hablaba perfectamente el idioma en el que se habían dirigido a él de forma tan maleducada, La Marquesa hizo labor de "traductora", interponiéndose entre sus avasalladores invitados y el embajador, y modulando el mensaje para hacerlo comprensible y tolerable.

- Como puede ver por parte de la Alianza también están impacientes por iniciar el encuentro.- Añadió una dulce sonrisa a sus palabras. Ahora sí se encaró hacia Leónidas y Omnios con gesto más serio, aunque no duro.- Dejemos que nuestro invitado al menos pueda abrir la boca para tomar un respiro. Lo siento, pero la hospitalidad marqueña es lo que está en juego ahora mismo.- Desvió el asunto haciéndose un poco la ofendida.- Todas las delegaciones pueden ir acudiendo a la sala de reuniones y allí exponer debidamente sus preguntas e inquietudes en cuanto la reunión. Aquí no es el lugar.- Dijo con firmeza y sin atisbo de que fuera a permitir el abordaje de la delegación persa nada más habían puesto un pie en la Iculisma.

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La imagen holográfica que representaba a la IAV que era Hades desapareció, un instante, para volver a aparecer. No pareciera haber en ella, en él, ningún cambio, ninguna modificación. El soberano de Cripta escuchó con igual neutralidad las palabras agasajadoras y diplomáticas de la Marquesa, las amenazas del Rey Leónidas, o la forma directa, inhumana, del Gestor Omnios. Quizás, ahora, era el mismo Gestor el que era más cercano al estado del propio Hades. 

Quería respuestas, como él. Y tenía, como él ahora mismo, poca paciencia para las interacciones humanas. Quizás, de no mediar las palabras de la marquesa, hubiera actuado. Pero el propio Hades había aconsejado no hablar con diferentes voces... por mucho que ninguno de los presentes, ni siquiera la propio Marquesa, pareciera capaz de tal cosa. Quizás, por ello, cercanías al margen, sintió una oleada de aprecio por los que habían permanecido en silencio: su querida Perséfone, el rey Laertes, el emisario Urban, el señor Meyers, e incluso Helicaón El Dorado, de la ciega tierra arcadiana. 

Permaneció en silencio, por tanto, observando. Esperando. Y fue uno de los que asintió a las palabras de la marquesa, acercándose a la sala de reuniones.  

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La silueta del Emisario de Gólgota se acomodó en la sala de reuniones y puso toda su atención en los invitados persas, sus ojos no dejaban de mirar al mandatario de su enemigo, de la amenaza  que invadía toda la zona del espacio.

<< ¿Cómo hemos llegado a esta situación? Invitar a una cumbre de la alianza al enemigo que todos tenemos en común. ¿Qué buenas nuevas puede traer el mandatario? >>

La mente de Urban no dejaba de pensar, su espalda recta reposaba en el respaldo de su asiento.

<< Estamos en un punto fijo, la mayoría de los mandatarios de los planetas más importantes de la alianza y no han atacado. Han perdido una oportunidad de oro para asestar un golpe mortal a su enemigo. >>

Sus ojos se posaron en la mandataria del planeta La Marca.

<< Hipótesis podrían haber muchas… hay que ir descartando, no buscan aniquilarnos en un punto fijo. ¿Motivos? Muchos… tal vez La Marca es un terreno ¿Neutral? La Marquesa… extraño personaje, diplomática e inmortal… algo tan extraño como el Rey-Dios Jerjes de los Persas. Tenemos también a su campeón, el enorme guerrero de gran armadura, Trescaras…>>

Una triste sonrisa se dibujó tenuemente en los labios de Urban, hacia tiempo que no sentía estar en una situación tan comprometida, sabiendo que podría morir sin poder hacer nada. Sus salidas son escasas en comparación a las probabilidades de morir durante aquella reunión.

<< No han destruido la estación para matarnos, soldados de La Marquesa escondidos hacen presencia. ¿Una encerrona? ¿La Marquesa ha ideado una estrategia para tenernos a todos encerrados a manos de los Persas? ¿Qué podríamos hacer con nuestras naves neutralizadas por las de Persia? Encerrados en una estación en la que los enemigos nos superan en número…  ¿Querrán hacernos presos? >>

Su mirada seguía imponente mientras esa sonrisa se borraba de su rostro, una cara sin expresión, sin vida.

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Podía no ser el lugar, tal y como decía la mMarquesa, pero habían sido unas acusaciones muy claras contra nosotros, por lo que posponer una aclaración no era plato de buen gusto.

- Por usted Marquesa. Vamos Consejero: Praxímedes.

Declaro mientras el portador de la pantalla se pone en marcha, aunque personalmente me resultaba indiferente el lugar, básicamente porque no me había movido desde hacía más de un mes.

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HORA LOCAL: 21:15.

El comienzo de la charla por la que todos estaban allí reunidos se postergaba un poco más. La tensión dominaba el ambiente, estaba seguro que todos podían notarla. El mutismo de aquel embajador únicamente la aumentaba. Rodeados y a merced de una flota superior, todos los dirigentes de los planetas del Racimo de Damocles debían caminar por el agudísimo filo de la navaja persa. Aquello era un secreto a voces, los deseos del enemigo y la capacidad política de los presentes determinaría las posibilidades de salir de aquel parlamento indemnes.

Sería necio negar que hasta un suprahumano como Helicaón tenía una sincera y casi infantil curiosidad, similar a la de un niño ante un montón de regalos por abrir, con lo que iba a suceder en los instantes próximos. Con esa reflexión en su cabeza caminó hacia la sala en la que la charla iba a dar comienzo, siempre escoltando al Campeón Eteocles y caminando junto a su hermano Taurón. 

Se decidió a guardar silencio hasta que la situación caminara por algún lugar concreto que le permitiera intervenir de forma correcta en lo que a los intereses de Arcadia se refería.

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HORA LOCAL: 21:15.

El emisario del Imperio Persa llega finalmente a la estación espacial "Iculisma" y es recibido por la Marquesa con mucha diplomacia. Yo no soy un gran diplomático y no sabría realmente como tratar a esos "invitados", que han llegado con el permiso que les brinda la potencia de su flota y no sus relaciones realmente. Persia y su campaña expansionista amenaza la libertad de todos los mundos del Racimo y son mucho más potenciales enemigos que aliados.

Sin esperar ninguna respuesta por su parte, son interpelados por el Gestor Omnios acerca de su aseveración de haber sido atacados por tropas riteanas, mientras que de forma mucho menos amable son recibidos por el Rey Leónidas, quien plasma una pregunta que todos tenemos pero que muy pocos aquí pronunciarían de esa manera.

Me quedo rezagado, en mi posición y sin mostrar ninguna intención de acercarme a esas personas hasta que nuestra gentil anfitriona nos invita a la sala de reuniones para comenzar con los diálogos.

Avanzo junto con Helicaón y Tauron, en dirección a nuestros puestos al interior de aquel salón, listos para oír la respuesta del Asirio y empezar una conversación que puede sellar el destino de nuestro mundo y de muchos otros.

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DÍA: 28 HENNATÉ.

HORA LOCAL: 21:30.

Tras la invitación de la Marquesa, secundada finalmente por el resto de miembros de la Alianza, todos los dignatarios se dirigen de regreso al salón de las deliberaciones donde ya se habían reunido anteriormente.

El embajador Persa y sus dos guardaespaldas siguen a la comitiva escoltados por un grupo de cinco mercenarios marqueños. La escolta puede parecer a priori un grupo de carceleros pero a ojos expertos también podría parecer un grupo de protectores... manteniendo por un lado a los tres miembros de la comitiva persa bien vigilados, y por otro lado protegidos de posibles agresiones de cualquiera del resto de invitados.

Una vez todos están ubicados de nuevo en el salón, la Marquesa indica con un gesto a los presentes que tomen asiento. Los murmullos y cuchicheos que se venían sucediendo se silencian repentinamente. Y un nuevo gesto de la Marquesa invita al embajador Persa a tomar la palabra.

Ziro se levanta de su asiento, inclina levemente la cabeza en dirección a la Marquesa y luego pasa su mirada por todos los invitados allí congregados. Su voz es clara y sin temblores, casi perfecta.

- "Queridos gobernantes y emisarios." - Dice saludando en referencia a cada uno de los portavoces. Su mirada se detiene en Omnios. - "Permítanme responder primero a sus preguntas una a una. Será más sencillo para todos entendernos si vamos paso a paso." - Hace una pequeña parada en la que muestra una sonrisa cordial bien ensayada y practicada.

- "Gestor Omnios. Viajábamos a través del Laberinto cuando nos encontramos de sopetón con naves de Ritea que abrieron fuego contra nosotros. Por supuesto nos vimos obligados a responder." - Su tono es serio y su rostro no refleja la menor duda acerca de sus palabras. - "Dejar naves apostadas en la salida del Laberinto está considerado una emboscada en todo el Racimo de Damocles, y es considerado un acto de guerra." - Sus palabras no carecen de veracidad, todos los planetas del Racimo saben que una treta así es considerada como un acto hostil, y según la envergadura del ataque puede ser perfectamente la causa de una guerra.

El embajador se cruza de brazos. - "Por supuesto, entiendo que usted no sabía nada de esas naves, y requerirá más información y tiempo para comprobar la veracidad de mis palabras." - Añade, de nuevo sin titubear. - "En cuanto acabe de explicar el motivo de mi visita aquí podrá hablar con los técnicos de mis naves y veremos qué datos podemos facilitarle para que lo corrobore." -

Luego adopta una postura más relajada y desvía su mirada por el resto de los presentes sin pararse en nadie en concreto.

- "El motivo de mi presencia aquí es simple. Ofreceros una oportunidad de uniros al Imperio Persa, como vasallos juramentados del Rey-Dios Jerjes." - Dice finalmente.

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DÍA: 28 HENNATÉ.

HORA LOCAL: 21:30.

Seguramente mi reacción no era la esperada vista las declaraciones del emisario porque ¿cómo iba a ser esperado que estallara en una carcajada?

- Ja. Ja. Ja. Ja. Ja. - la risa era automatizada, como siempre, y cesó con igual rapidez a como se había originado - Desde que alcanzamos Planeta: La Marca, es la segunda vez que recibo dicha oferta. Deduzco que no seré el único en encontrarlo inusual.

Sin duda con dicha explicación podía entenderse por qué lo había considerado un chiste y no una oferta aceptable.

- Pero si Embajador: Serchus, admito que disponía de fuerzas al otro lado de la puerta de Planeta: La Marca - ya no debiera de ser un dato desconocido para ninguno de los presentes - Intuí que la reunión podía ser objetivo de ataque, por lo que traer la flota riteana era algo obvio, aunque no contaba con que Persia llevara a cabo la maniobra que acabáis de describir. Consideraba a Rey: Jerjes mucho más diplomático.

Por no mencionar que su descripción del "ataque" riteano jamás se habría llevado a cabo según su descripción, desmontando su excusa de facto.

- Pero me gustaría escuchar las respuestas del resto antes de seguir dialogando sobre su declaración de guerra a Planeta: Ritea II.

Propongo quedando a la espera puesto que no disponía de ninguna prisa.

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DÍA: 28 HENNATÉ.

HORA LOCAL: 21:30.

Mientras Ziro mantiene la compostura ante las carcajadas de Omnios, sus dos guardaespaldas se mantienen firmes a espaldas del embajador. No mantienen actitud hostil alguna, aunque ambos presentan un porte imponente y sus manos descansan en las empuñaduras de sus armas.

Cabe resaltar la diferencia notable en el aspecto entre ambos guerreros. Ambos visten como los caballeros de antaño... estilo Trescaras y los caballeros medievales de la corte de la Marca. Pero el primero va a rostro descubierto, y aunque fiero se aprecia belleza en sus rasgos, y su armadura es de un color plateado vivo, con ribetes dorados. No parece para nada ornamental, sino más bien habituada al combate y con síntomas de haber sido utilizada.

El segundo parece todo lo contrario al primero. Como si uno fuera un ángel y este otro un demonio venido del infierno. Su armadura es negra como la noche, y está recubierta de pinchos. Oculta su rostro bajo un sombrío casco, al igual que Trescaras y lleva envainado un enorme espadón. Un extraño fulgor rojizo sale del interior de la visera del yelmo... donde deberían estar los ojos.

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HORA LOCAL: 21:30.

Ladi escuchó lo que el embajador persa dijo. Desde el principio hasta el final, analizando sus palabras y tratando de darles sentido en el contexto en el que se hallaban.

Queridos, dice, pensó con ironía el vesperio. Después llegó el turno de respuesta a Omnios. No había motivos para creer al persa, pero tratándose del riteano tampoco había motivos para no creerle. La IAV, o como fuese, de Ritea se basaba por cálculos fríos, unas veces muy lógicos y otros muy absurdos. Lo que pudiera parecer una estrategia inteligente, dejando en la puerta de salto una flota oculta, por otro lado era, como decía el persa, una jugada rastrera y miserable, digna de declaraciones de guerra. Al parecer la empatía para considerar lo segundo quedaba ausente de la programación de la computadora riteana, así como la certeza matemática de que si hacías una jugada así debías asegurarte de que ibas a tener éxito seguro. Y ningún testigo.

Tras eso se dedicó a hacer el manifiesto oficial de oferta para hincar la rodilla ante Jerjes. Meyers no pudo evitar enarcar una ceja entre sorprendido e incrédulo, no comprendiendo a qué venía eso de dar oportunidades, cuando no las necesitaba dar. Cuando se podía permitir el lujo de imponer condiciones. Pero antes de emitir ningún juicio de valores habría que darle más tiempo al persa para que se explayara. Quizás todo era una máscara, una fachada, un protocolo amable que tenía que cumplir por profesionalidad antes de mostrar su auténtico rostro.

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HORA LOCAL: 21:30.

El juego que se había traído entre manos el Gestor Omnios se había puesto sobre el tapete, y en entredicho. Una flota a la entrada, o salida, de la Puerta del Racimo, una flota "secreta". Hasta que dejaba de serlo. Y las acusaciones cruzadas, ¿habría realmente abierto fuego primero la riteana? ¿O era la excusa perfecta para una guerra aún no declarada? ¿Era la intención de Omnios protegerse, o hacerse él mismo con la Alianza? ¿Con todo el Racimo? ¿Hacer que los persas declararan la guerra y se forzara una unión defensiva por fin bajo la batuta de la IA?

En todo caso quedaban más hilos de los que tirar. ¿Qué pasaba con la Aniquiladora de Mundos? Ni Omnios ni Serchus habían hablado de ella aún, quizá esperando que el otro lo hiciera. La relación entre esa entidad y los persas era extraña. La Aniquiladora había cerrado la Puerta del Laberinto, y con ello había partido literalmente una de las naves insignia, lo que sugería que Jerjes no estaba detrás de la maniobra. A menos de que estuviera dispuesto a perder la nave para que no fuera evidente. Pero la llegada del Embajador con la "oferta" de Jerjes, y la actuación hostil de la Aniquiladora en la Cumbre, simultáneamente, eran demasiada casualidad. Y la casualidad no existe...

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Afortunadamente la risa del Gestor Omnios era enlatada y poco contagiosa, por lo que creía que no se extendería a más emisarios y gobernantes de las diferentes delegaciones. La Marquesa también podría reír, por no llorar, y se mantuvo impertérrita en su posición de anfitriona neutral. La "magistral" jugada de Ritea, apostando naves en las puertas del laberinto, era la excusa perfecta para sembrar la cizaña entre los miembros de la Alianza. Ahora bien, ¿eran los riteanos o los persas los que pretendían aquello? Quizás ambos. Si Omnios hablaba de declaración de guerra de los persas hacia Ritea sería porque negaba el ataque de sus naves en un primer lugar, como afirmaba el embajador incluso insinuando que aportaría las pruebas de tal hecho. La tensión hacía que sintiera las sienes palpitar. Era ora de intervenir.

- Le agradeceríamos cualquier dato que pueda esclarecer lo ocurrido, Embajador. - Dijo sin dar la razón ni a uno ni a otro.- El Gestor Omnios nos había informado de la presencia de fuerzas riteanas en las puertas del Laberinto.- Excusó al gobernante riteano. Era cierto, ahora bien, les había informado tarde,levantando ampollas entre los miembros de la Alianza, pero eso no le interesaba a Ziro. Los trapos sucios debían lavarlos la Alianza a solas.- Ahora bien, como les informé en nuestra primera comunicación, la Iculisma ha sufrido un ataque informático muy grave y sin precedentes, aún sin esclarecer, justo momentos antes de su anuncio de presentarse aquí. Por si fuera poco luego está el incidente con la puerta del Laberinto...- Los persas no podían obviar el hecho de que uno de sus acorazados permanecía en órbita partido por la mitad, por muy operativo que tuviera sus defensas, como habían demostrado.- Todo un acorazado persa.- Dijo dotando al tono de sus palabras de un matiz de grandilocuencia y admiración.- Una nave ultrapesada, ultrablindada y con gran capacidad de fuego.- Repetía casi al pie de la letra lo que el consejero de Atenas, Ladi Meyer, le había contado acerca de la flota persa. El ego de los hombres se alimentaba de alabanzas y elogios, de la admiración y del miedo.- Embajador, desconozco el tamaño de la flota riteana apostada al otro lado de la puerta, pero un enfrentamiento directo contra una flota semejante, como la que le acompaña...no sé, ni siquiera con todas la fuerzas reunidas aquí y ahora...- Siguió adulando sus fuerzas de manera indirecta.-...tendrían que ser unos locos o...- Dejó la frase inacabada. No le cuadraba que los riteanos hubieran disparado primero, a no ser que quieran provocar la reacción de los persas o estuvieran controlados por algo o alguien. Para dilucidarlo necesitaban tiempo e información.- ¿Qué saben del cierre de la Puerta?¿Han averiguado algo?- La Marquesa había obviado deliberadamente la oferta que les enviaba Jerjes a través de su embajador.