Partida Rol por web

VALLE DEL POLVO.

AÑO: 2595.

MES: ENERO.

DÍA: FINALES DE MES.

HORA: ¿A QUIÉN LE IMPORTA? PARECE MEDIODÍA.

ALGÚN LUGAR DEL DEMIURGO A UN DÍA AL SUR DEL LÍMITE DEL PROTECTORADO, BORCA OCCIDENTAL.

Al caravanero le costó no poner los ojos en blanco. Prácticamente a nadie se le escapaba la fascinación que primo y prima tenían con los misteriosos Jehammedanos. Con gusto hubiera echado la culpa de tales extravagancias a la desaparecida madre de la muchacha; el problema era que Darío era el hijo de su hermano y si en aquella cuestión mediaba la sangre, la culpa la tenía alguien bastante cercano.

- ¿Phi?- intervino tras un carraspeo.- ¿Tú qué opinas? ¿Te importa que mi sobrino te ayude a buscar a mi hija...?

Fue a añadir algo más, probablemente algo relativo a que la caravana no era tan grande como para que costara encontrarla, incluso que quizá con un par de voces bien dadas él mismo podría hallarla, pero Darío era voluntarioso y cumplía con sus deberes cuando se le mandaba; bien se merecía aquella absurda dádiva si el maestro aceptaba.

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Phi cerró los ojos y negó levemente con la cabeza. Aquello era absurdo... pero comprendía al muchacho. Miró a Darío por un segundo y finalmente asintió ante Fedor.

- Ven muchacho, vamos a buscar a tu prima. No podemos empezar una lección tarde... o luego tendrá que quedarse más rato estudiando. Y no le gustará eso. - Dijo sin ningún tipo de titubeo. Si Phi lo decía, así sería. Rabiara o no la niña.

Hizo un gesto de la mano hacia Darío antes de ponerse a andar en la dirección que había indicado el chico. A su espalda llevaba consigo su mochila. Había aprendido a no separarse de ella si quería sobrevivir. Tampoco es que tuviera muchas pertenencias, y desde luego prácticamente nada de valor... pero le permitía llevar consigo lo mínimo imprescindible. Además de poder guardar algún objeto valioso que pudiera encontrar... aunque lo dudaba.

- Vamos. - Añadió sin mirar a ver si el muchacho le seguía. - Las inecuaciones y los polinomios no se van a aprender solos. - Espetó. Filomena, pese a las distracciones, era una niña que aprendía rápido. Sus avances en cuanto a lectura habían sido asombrosos en el poco tiempo que llevaban juntos. Y hacía unos días Phi había creído prudente dar el paso a las matemáticas. Esa ciencia de la que había sacado su nombre.

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La alegría al conocer la respuesta de Phi ante la posibilidad de poder ver al Jehammedano dio paso a la confusión tan pronto el profesor comenzó a hacer mención a términos matemáticos. Lleno de preguntas, el muchacho aceleró el paso para ponerse a la altura de su acompañante mientras escupía sus dudas sin mediar descanso alguno.

- ¿Inecuaciones y qué más? ¿Que son esas cosas? Y de verdad, señor maestro, ¿mi prima está aprendiendo de esas cosas? ¿Para qué le sirven? O sea, quiero decir, ¿en qué le van a ayudar? Pero no solo a ella, también a nosotros. ¿No es mejor aprender otras cosas? Cosas más útiles... - temiendo haber ofendido a Phi al comprender que podía dar a entender que estaba considerando inútiles sus enseñanzas se apresuró a añadir un:- Con perdón.

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Fedor vio marchar a su sobrino entusiasmado, un entusiasmo que tras el parón inicial le hizo seguir al maestro prácticamente a la carrera. Con un largo suspiro se volvió a dar la vuelta para dar un par de órdenes más antes de coger de un carro lo que había tenido intención de cargar antes de que le interrumpieran.

Con calma se dirigió al lugar en el que había ordenado montar campamento y tras dejar la caja en el suelo, comprobó que todo estaba en orden. Entonces recordó algo y como penitencia por su torpeza se dio un pequeño manotazo en la cabeza.

- Eh, Volker. ¡Volker!- le llamó.- Ven- le pidió acompañando sus palabras de un ademán con su mano pidiéndole que se acercara.

Volker era un chatarrero y aunque hacía poco se había sumado a la caravana como un mero viajero, se había mostrado predispuesto a ayudar con reparaciones como forma de aliviar la monotonía del camino.

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Volker se acababa de unir a una caravana para poder descansar algo. Vagar en solitario no es compatible con dormir tranquilo o descansar. En la misma, se había ofrecido como reparador o manitas, era un modo fácil de ser admitido y al estar ocupado no tenia que tratar mucho con las personas, que era algo que no llevaba muy bien.

Volker vio como Fedor le llamaba y hacia señas para que se acercase y eso hizo.

Buenos días Fedor. ¿En que puedo ayudarte?. ¿Hay algo que necesitas que arregle?.

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La verdadera razón por la que Volker estaba en la caravana era otra, claro que no lo podía decir por razones obvias...

Si te encontrabas allí había sido por un pedazo de papel sucio y destrozado: un plano del Valle del Polvo. En él se podían ver los inequívocos signos de un chatarrero indicando que allí se podía encontrar un suculento botín. Entusiasmado se lo habías mostrado al Mecanicista Grubb el Muelles, tu maestro, quien lo había desdeñado como siempre te desdeñaba a ti. Para él no era más que una "mierda inútil", un "pedazo de basura hecho papel", reiterándote en múltiples ocasiones que dado lo viejo que parecía el mapa, eras un "verdadero y completo imbécil" si te creías que ibas a encontrar algo allí después de tanto tiempo, añadiendo al final que te largaras, que si no le hacías el caso lo mejor era que lo vieras con tus propios ojos o, en sus palabras, "que te dieras la hostia que te merecías contra la cruda realidad".

Tú le habías ignorado, al menos en la primera parte, porque en la segunda le habías hecho caso: Te habías marchado dispuesto a demostrar que tu intuición no te fallaba y que el equivocado era él. De ahí que ahora estuvieras en la caravana y que no le dijeras a nadie la verdadera razón de estar allí. Después de todo, todo tesoro pierde valor si hay que compartir.

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- Eh... ¿Cómo lo has sabido?- preguntó extrañado.- Bueno, da igual. Es justo para eso para lo que te necesito. No yo. Son Albrecht y Hülda.

El caravanero se sacudió las manos del polvo rojizo que lo cubría todo y regresó a la línea del camino en la que la gente aun se afanaba recogiendo y preparándose para descansar.

- Aquellos ancianos de allí- señaló varios metros atrás.- Poco antes de reemprender el camino tras el último descanso, me dijeron que notaban que su remolque no iba bien. Como que se atascaban las ruedas o algo así. Yo les prometí que lo miraría en el siguiente alto. Pues bien, ese alto es ahora y no creo que tenga tiempo para cumplir mi promesa- dijo rascándose la nuca algo avergonzado.- Por eso pensé en ti. Si no te importa hacerlo, por supuesto.

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- ¿Más útiles? ¿Cosas más útiles? - Preguntó Phi que estaba totalmente incrédulo ante la ignorancia del muchacho. Abrió los ojos como platos y respiró hondo, concentrándose en no perder los estribos.

- Las matemáticas son muy útiles. - Explicó. - Todos esos conocimientos le darán a Filomena una buena base para calcular distancias, trayectorias, ángulos... Un tirador experto es mejor cuantas más matemáticas sepa, chico. Además de que para usar ciertos... aparatos - dijo pensando en qué palabra sería mejor usar - una buena base matemática es vital. -

- Todo ello por no mencionar las cuentas de municione, suministros y víveres que necesitará vuestro grupo... Saber calcular cuánto tardaréis en viajar de una ciudad a otra, el consumo de cada provisión que necesitaréis por persona que viaje con vosotros, y muchas cosas más. - Añadió. Las matemáticas estaban en todo. Eran una ciencia exacta, no como nada más en aquel mundo caótico.

- Si alguna vez os establecéis en algún lugar... y queréis construir algún refugio, o algo parecido, las matemáticas también os ayudarán... - Indicó también. - Y en cualquier caso son la base para tener una cabeza bien amueblada, chico. Para que tu prima pueda aprender más fácilmente otras artes después. -

Se señaló la cabeza. - Es mucho mejor tener algo aquí... - dejó de señalar su cabeza y pasó a señalarse el brazo, - que ser extremadamente fuerte y salvaje. La fuerza puede darte ventaja en muchas ocasiones, pero si eres inteligente... vencerás a alguien mucho más fuerte que tú. -

Por supuesto que ser fuerte y un garrulo tarugo ayudaba mucho en su existencia... pero Phi sabía que saber qué combates librar y cómo... y qué combates evitar, hacían que llegaras a viejo. Ser fuerte no.

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Volker estuvo a punto de responder el porqué de saber que le llamaban para ayudar en alguna tarea mecánica. Sin embargo se lo ahorró. Ya había coincidido con varias caravanas desde su independencia y siempre le ocurría igual. En cuanto saciaban la curiosidad inicial al encontrarse con el vagando en solitario y descubrir su profesión, el interés por él se limitaba a lo que podía hacer por la caravana.

Esta bien Fedor. Lo miraré ahora mismo. No es recomendable tener lastres por si hay que salir corriendo. Convendría que todos fuesen como Albrecht y Hülda para evitar lamentarse después.

Volker había sido testigo del asalto a alguna caravana y como el exceso de carga o fallo de alguno de los remolques o carretas desembocaba en el abandono del desgraciado que no había hecho buen mantenimiento o cálculo de peso idóneo.
Sus palabras sin embargo parecían causar un efecto contrario al que pretendía y lo que quería sonase a consejo sonó oscuro y cruel o eso le pareció descubrir en la mirada que le dedico Fedor.

Intentó poner cara de preocupación para suavizar la situación y sin más dilación y con un escueto -Me pongo a ello- se alejó de Fedor en dirección a la pareja de ancianos.

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Darío no había esperado que su pregunta provocara como resultado aquella reacción en Phi. Le había preguntado desde su ignorancia, ignorancia que el muchacho había visto subrayada con el despliegue de explicaciones y palabras. Con la cabeza algo gacha, avergonzado por no saber nada, realidad cuyo amargor se podía haber ahorrado no preguntando nada, siguió caminando hacia la cola de la caravana. Solo tras un rato se animó a volver a hablar, y es que aun a pesar de la ignorancia, la curiosidad le podía.

- Pe... pero eso son cuentas, ¿no? Sumar y restar, no inecuaciones de esas. Quiero decir... Maestro, yo sé sumar y restar. No soy tonto- aunque en esas tres palabras había ahora más duda que afirmación.- Ayudo a mi tío con las cuentas, me aseguro de que cuando hay algo que transportar es el número de cajas que tiene que ser y no más o menos. Todo eso. Sé que es útil- se justificó.- Así no te engañan. Pero...- Se encogió de hombros.- Bueno, da igual. Allí está mi prima.

Con una sonrisa algo desganada, Darío señaló a una niña que sentada sobre un rojizo y erosionado tocón, escuchaba con atención a un hombre mayor de barba rala que se desgañitaba entre voces y aspavientos con el relato de alguna historia.

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Con un "Gracias, Volker" y una palmada en el hombro, Fedor se despidió de ti antes de regresar a su trabajo. Tú, por tu parte, te dirigiste como habías acordado al lugar en el que los dos ancianos que te había señalado parecían estar discutiendo sobre qué debían bajar y qué se quedaba en el remolque, sobre cómo colocarlo, o sobre todo...

-... se le ocurre. En serio, de verdad, Albrecht, en la puta cabeza de quién cabe. ¿En qué coño estás pensando? ¿Cuántas veces te he dicho que no lo hagas así, joder?

- ¿Y yo cuántas veces te he dicho que si no te gusta cómo lo hago yo, que lo hagas tú?

- ¿Yo? Sí, claro, una pobre anciana y, por encima de todo, una dama.

- ¿Una dama tú, Hülda? No sabía yo que en el burdel en el que te conocí había señoritas de alta alcurnia.

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La mujer frunció el ceño.

- Eh, cuidado con lo que dices, que te la estás jugando.

En ese momento la anciana se percató de tu cercanía desde el improvisado pescante del remolque.

- Oye, mozo- te llamó.- Ven, por favor. ¿Podrías ayudar al inútil de mi marido? Seguro que un hombre de verdad, hecho y derecho como tú, además de guapo, pueden enseñarle a coger una puta caja a derechas. El muy imbécil lleva mareando nuestras cosas desde que salimos, primero conduciendo y luego bajando y subiendo. A saber cuántas cosas seguirán enteras para cuando lleguemos a Espinazo. Y ya sabes, Albrecht, que como se me haya jodido lo que tú ya sabes...

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El hombre dejó lo que estaba haciendo y se giró hacia su mujer enarcando una ceja y esbozando una sonrisa llena de sorna.

- Mira la damita de alta alcurnia que boquita más limpia tiene; no se le cae el puta y el joder de la boca. Será lo que le enseñaron en su noble casa... Y sí, sí, lo sé- replicó con hastío.- Lo sé muy bien. No te has cansado de repetírmelo antes y durante, y muy probablemente me lo repetirás también después del viajecito que me estás dando. Qué menudo viajecito... Y ni se te ocurra decir: "para lo que ha servido", por favor. Ni se te ocurra- repitió.

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Volker estaba pensando en darse la vuelta al ver la discusión de la pareja de ancianos, no porque le pareciese que fuese a derivar en nada serio, pues parecía la trifulca teatralizada de las personas que llevan mucho tiempo juntos para sentirse vivos. La razón de que dudase en proseguir avanzando era que tenían pinta de ser de esa gente que no paran de hablar y de hacer preguntas. Sin embargo le habían visto ya y se había comprometido a ayudarles.

Buenos días. Vengo de parte de Fedor. Se me da bien arreglar cosas y me ha comentado que teníais algún tipo de problema con las ruedas. Si queréis puedo echarles un vistazo, quizás de esa manera vuestras pertenencias no sufran tanto por el camino.

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Phi se percató durante la breve caminata de que el muchacho se sentía cuando menos avergonzado. No había sido esa su intención... pero al menos había conseguido un objetivo. Que Darío supiera que las matemáticas iban más allá de lo que él creía. Y que podían ser muy útiles... aunque aún no supiera el por qué, o en qué casos podía ser así.

Nunca había tratado de ser brusco en sus modales... pero Phi hacía tiempo que se había acostumbrado a ser hosco. Al menos en algunos casos, si quería sobrevivir, era mejor dar esa apariencia.

El Maestro se detuvo a un metro de la niña y el hombre de barba. Se mantuvo erguido con ambas manos a la espalda y miró con semblante serio a la pequeña. Ella sabía perfectamente que era hora de la lección. Phi se limitó a carraspear.

- Filomena... -

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Tan pronto le escuchó, Albrecht dejó sobre el suelo lo que cargaba. Luego cogió una nueva caja y la dejó junto a la primera, aunque esta vez con bastante menos tiento del que hubiera debido. Tras el tintineo y movimiento que se escuchó dentro, Hülda no pudo evitar chasquear la lengua con contenido sufrimiento, pero su marido le quitó importancia con un ademán de la mano.

 - No te preocupes, no es lo tuyo. Es chatarra. Basura, si me apuras. Aunque quizá le sea de utilidad a este joven para arreglar lo que diablos le pase al remolque. Por cierto, soy Albrecht - saludó tendiéndole la mano al Chatarrero tras limpiársela un momento en sus pantalones - y ella Hülda, mi esposa. Sobre el remolque... Te diría que el problema es que es viejo, pero nos ha empezado a dar problemas a mitad de camino. Avisamos a Fedor ayer, aunque hace unos tres o cuatro días que lo venimos notando, ¿no, Hülda? - La mujer asintió desde el suelo. Había bajado y se había acercado a la caja para asegurarse de que el contenido era el que había dicho su marido. - A veces las ruedas se atascan y cuesta un par de tirones antes de que vuelvan a girar. Y... no sabría decirte qué más. Me temo que no soy un experto, así que mejor que tú le eches un vistazo, muchacho.

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Mi nombre es Volker, déjame echar un vistazo a esa chatarra, eso es lo mio. 

Volker está bastante molesto con el hecho de que la gente equipare chatarra con basura. Para él solo es basura aquello que no se puede usar para nada. La chatarra son piezas u objetos que han quedado inservibles para su uso, pero eso no impide otros usos alternativos. Obviando el comentario sin embargo, se pone manos a la obra. 

Comienza observando la situación para tratar de ver de donde viene el problema y así poder dirigir después los esfuerzos a arreglar lo que de verdad es y no perder el tiempo.

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Al verte allí erguido y tras tu carraspeo, el hombre que contaba historias a Filomena guardó silencio. Filomena se giró y te saludó efusiva.

- ¡Hola, Phi!- dijo sonriendo la niña, no siendo consciente o directamente ignorando el tono admonitorio con el que la habías llamado.- ¡Hola primo!- añadió inclinándose hacia atrás para dirigirse a Darío, que en ese momento estaba a varios pasos detrás de ti. Él la respondió alzando la mano algo desganado.- Os presento a Isaías. ¿Sabéis que es un Jehammedano? Y no un Jehammedano cualquiera: Es una Espada de Jehammed...- añadió en un susurro casi reverencial.- A que mola. Me estaba contando cosas súper interesantes. Es un guerrero. ¡Un luchador! Y muy bueno, además. No os podéis imaginar en todos los sitios en los que ha estado y todos los monstruos que ha matado. Sentaos, sentaos y que os lo cuente. Venga Isaías, cuéntaselo. A mí o me importa escucharlo otra vez. Anda, cuéntaselo, por favor.

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- Isaías. - Phi saludó correspondiendo al gesto de éste de alzar la mano desganado, con una ligera inclinación de cabeza.

Se centró luego a Filomena con su mirada severa y firme. Una mirada que la pequeña sabía que estaba cargada de significado. De promesas de un futuro de estudio nada halagüeño. 

- De acuerdo. Que nos cuente una de esas historias... Y luego a estudiar. Vas con retraso en tus lecciones, pequeña. - Dijo a la niña.

Phi solía escuchar muchas historias en sus viajes. Que un Jehammedano le contara alguna más no supondría mucha diferencia. ¿Quién sabe? Después de todo quizá se enterara de algo nuevo... de algo que el Maestro desconocía.

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Te agachaste primero y no siendo suficiente para ver nada con la suficiente cercanía y detalle, no tardaste en tumbarte bocarriba e introducirte reptando bajo el remolque.

- Pues un placer, Volker- escuchaste al anciano antes de que desaparecieras debajo, por donde el hombre asomó la cabeza al rato para ver qué hacías.- Dime muchacho, ¿ves algo? ¿Tiene solución? ¿Va a ir a peor? ¿Vamos a poder llegar a Espinazo sin tener que abandonarlo por el camino?