Partida Rol por web

Mr. Castle estaba muy feliz en su interior al comprobar que, tanto su experiencia a través del estudio, como la del señor Naguib a traves de la observación y el trato con el mundo real, les habían conseguido sacar de aquella sala. Pero su corazón se encogía cada vez que veía el rostro afligido del señor Sauke. Nada que pudieran hacer o decir podría menguar el dolor tan intenso que debía sentir dentro de él. Se encaminó pesadamente hacia la puerta.

- Señor Naguib, ¿no cree que no deberíamos desplazarnos más de lo necesario en cada ocasión? - dijo mientras buscaba en su mente las palabras exactas para no resultar ofensivo para nadie - Segun el mapa está claro que nos vamos a acercar poco a poco a la sala marcada con esa enigmátixa "X", pero nada nos asegura que en ella esté la salida. ¿No cree que deberíamos inspeccionar, aunque sea brevemente, cada sala con la que nos vayamos cruzando en nuestro azaroso y peligroso camino? - observó al señor Sauke que empezaba a azanvar ahacia la nueva sala. Se detuvo en la entrada de la sala que acababa de abandonar, junto al guia. Bajó el tono la voz hasta convertirlo casi en un susurro -No creo que debamos dejarlo solo mas veces - matizó mirando al guía y después de nuevo al joven que seguía avanzando despacio por el pasillo - Dudo que esté en condiciones de afrontar los peligros que nos pueden aguardar. Quien sabe que trampas esconderá este lugar. Ya sabe que los Faraones eran muy cuidadosos con la seguridad...... ¿que opina? - volvió a alzar la voz - Ahhh señor Sauke, seguro que nuestro amable guía sabrá darle detalles sobre el aguila en el antiguo egipto, desde luego un animal muy apreciado y muy presente en aquel tiempo - dijo mientras guiñaba un ojo al señor Naguib y después desviaba la mirada hacia las inscripciones que adornaban hasta el último rincón de las paredes.

Me mantuve unos momentos en la salida de la sala 5 esperando a mis compañeros, y mirando hasta donde podía ver a lo largo del corredor PJ, aunque la exigua luz de mi antorcha no me permitía vislumbras más allá de unos 7 u 8 metros. El señor Sauke pasó a mi lado mientras me preguntaba sobre el simbolismo del águila y se dirigió hacia la siguiente sala.

Unos segundos después, salió Howard y me susurró algo al oido, de manera muy discreta. Estoy de acuerdo con usted, Howard, no sería prudente dejar solo al señor Sauke, por su propia seguridad.

Al momento subí un poco la voz para hacerme oir por los dos. Señores, no aseguro que la salida sea la sala marcada con una X, tan solo que al llevar una nomenclatura diferente, forzosamente debe de ser una cámara que se desmarque del resto. Aunque obviamente puedo estar equivocado. No obstante, estoy de acuerdo con usted, señor Castle, en investigar cada sala de camino a ese destino. Y en cualquier momento, por favor, planteen si prefieren un cambio de dirección.

Dicho esto avancé hacia el este por el pasillo PJ detrás de mis compañeros, dándoles alcance y poniéndome en cabeza para iluminar lo más posible el corredor. Noté como el señor Sauke se ponía a mi izquierda y mientras avanzábamos en dirección a la sala 4 comencé mi exposición:

Mi querido señor Sauke, el águila en todas las culturas es un símbolo que se ha asociado con el poder. Los antiguos egipcios la tenían como un símbolo de vida eterna, ya que su elevado vuelo representaba la cercanía con el dios Sol. En cualquier caso, las aves en general tenía una importancia muy grande en la antigua sociedad egipcia, sus principales dioses, como Horus, Nejbet o Thot a menudo se representaban como tales, principalmente halcones e ibis...

Varios minutos más tarde entrasteis en una nueva sala (4) cuyo interior olía extraño. No era olor a putrefacción pero tenía un aroma dulzón que os hizo sentiros muy desconcertados.

Cuando entrasteis por completo ocurrió algo inesperado. La puerta de piedra que os brindó acceso se cerró de nuevo tras vuestra espalda sin motivo aparente. Aquello generó unos segundos de confusión ¿qué había pasado? ¿Se trataba de una nueva trampa?

Pocos segundos pasaron hasta que el olor dulzón se volvió más y más intenso… incluso provocaba que vuestros ojos tuviesen un escozor repentino.

"Oh no, ¡otra entrada que se cierra!" - pensó Howard lleno de pánico. Al instante rebuscó con ansiedad en su bolsillo el viejo pañuelo que siempre le acompañaba y lo extrajo rápidamente para intentar frotarse los ojos y proteger a continuación las fosas nasales con él. Un pañuelo convertido casi ya en un trapo viejo que, eso si, atesoraba arena con una antiguedad de varios milenios....y restos de varios orificios humanos, con varias horas de antigüedad.

- ¡Dios bendito! ¿Qué es esto? - dijo mientras sus ojos empezaban a lagrimear - ¡Por el terso vientre de la concubina de Oketra! ¿Acasos los egipcios ya gaseaban a sus invasores? Nunca leí tal cosa... - masculló alternando palabras con arranques de tos. Sus ojos recorrian la estancia con desesperación buscando alguna salida que les hubiera pasado desapercibida al entrar, un respiradero...o simplemente la forma de poder detener la entrada de aquel extraño olor. Pero nada parecía encontrar...

De repente comprobaste que tus acompañantes no eran quienes realmente creías que eran, ¡se trataban de criaturas con aspecto demoníaco que no dudaban en intentar alcanzarte con sus largas uñas y morder tu cuello!

De repente, visteis como Alexander empezaba a actuar de manera MUY extraña, parecía estar volviéndose loco porque no dejaba de frotarse el cuerpo y mirar a todos lados. Incluso parecía que iba a arrancarse la piel a jirones con una violencia desmedida ¡debíais hacer algo!

La puerta se cerró tras nosotros, una vez más tendríamos que arreglárnoslas para salir de allí, pero en esta ocasión no veía nada, ni un ni un rompecabezas, ni una palanca, ni nada.

Escuché de lejos al señor Castle hablar de nuestra mala fortuna al mismo tiempo que soltaba una interminable lista de nombres del antiguo Egipto. Este hombre no debía estar en su sano juicio si era capaz de soltar tantas bobadas en las circunstancias en las que nos encontrábamos.

Al entrar notamos un olor extraño, pero después de que la puerta se cerrara, ese olor se hizo mucho más intenso, tanto que tuve que tapar mis ojos con una parte de mi camisa. Apreté aquel trozo de tela llena de polvo contra mis ojos para a continuación abrirlos y buscar la forma de volver al pasillo, pero lo que no me esperaba era lo que me encontraría ante mí cuando mis ojos se abrieron...

Entramos los tres a lo que creíamos que era la sala 4. Tras los primeros pasos en su interior, nuevamente el acceso quedó bloqueado, y un olor tan dulzón que casi se podía masticar inundó nuestras fosas nasales. Ya se percibía desde el exterior, pero encerrados en la sala, parecía como si ese aroma se hubiese ido acumulando a lo largo de los siglos, y ahora nos golpeaba con toda su fuerza.

Acostumbrado como estaba a bajar a estos subterráneos, no dudé un momento y cubrí mi cara con un pañuelo, para tratar de filtrar lo más posible el aire que respiraba y miré a mis compañeros... el señor Castle, a pesar de seguir en su propio mundo, parecía que se controlaba, pero el señor Sauke parecía que se derrumbaba...

Señor Sauke... Alexander... ¿está bien? - le dije - míreme... ¡míreme! respire tranquilo... respire...

En uno de los vaivenes de su mirada, buscando ansiosamente alguna forma de salir, Howard detuvo la mirada en el señor Sauke que parecía aún mas afectado que él por aquel olor dulzón aunque muy fuerte. El guía también se había percadado de lo mismo y ya se había acercado al señor Sauke. El joven movia con extraños espasmos su brazos y en ocasiones todo su cuerpo. Sus manos parecía que querían apartar algo de encima de él y su mirada totalmente ida no ayudaba en nada a decir que se encontraba dentro de sus cabales. Howard también se acercó inmediatamente hacia él y trató de calmarlo junto al señor Naghib. ¿Qué le ocurría? ¿Qué le estaba haciendo aquel olor a su cabeza?

- Señor Sauke, señor Sauke, cálmese, cálmese...estamos aquí, junto a usted - dijo Howard mientras trataba de coger una de las manos del joven para que no llegara a autolastimarse - Tranquilícese, seguro que encontramos la forma de salir de aqui..señor Sauke, ¿me oye? ¿entiende lo que le digo?

¡míreme! respire tranquilo... respire... - estaba diciendo al señor Sauke mientras Howard trataba de hacer lo propio y hacer que se tranquilizara. De súbito algo cambió en el rostro de Alexander, como si por un segundo no fuese él quien controlaba su cuerpo... nos atacó con presteza, por puro instinto, como si un ser primigenio se hubiese adueñado de él.

¡Por Osiris! - exclamé, cubriéndome la cara ante sus acometidas... - ¡¡ALEXANDER, POR FAVOR!! ¡¡ESCUCHE!! ¡¡DEBE ENTRAR EN RAZÓN!! - No pude evitarlo, le golpeé con la tea tratando de no hacerlo con demasiada dureza, pero fue suficiente, quizás la quemazón, o quizás algo que hiciera Howard, el caso es que de nuevo el señor Sauke volvía a ser él mismo, su cuerpo sufrió una especie de transformación, como si encogiera, y lo más sobrecogedor fue ver como le cambiaba la expresión de la cara... ¡¿señor Sauke?! ¿se encuentra bien? - dije, examinando rápidamente la pequeña herida en su cabeza...

Conseguí entreabrir los ojos, mirando a cada lado para situarme en aquella sala. Vi dos siluetas cerca de mí, solté un pequeño resoplido de tranquilidad, pensando que sólo había dos siluetas, mi vista estaba aún algo borrosa y no les había mirado a la cara, pero al ser dos siluetas lo más lógico es que fueran mis compañeros.

La sala permanecía igual que antes de que se cerrara la puerta detrás de nosotros, la única diferencia es que se veía todo como con una capa de niebla, algo que se apreciaba en el aire, ¿era realidad o mis ojos aún no se habían recuperado y me estaban engañando?. Una vez analicé que todo a mi alrededor estaba más o menos igual que como estaba antes, cuando entramos, me giré hacia mis compañeros para trazar un nuevo plan y una nueva ruta, pero al mirarles, me dí cuenta de que no eran ellos.

Me encontré frente a dos criaturas de aspecto demoníaco, con la mirada perdida, la piel pálida y llena de desperfectos, en algunas zonas del rostro se podía ver como pequeños trozos de piel estaban colgando, y en alguna zonas se veía que partes de la piel se habían desprendido del todo, llevaban ropas ligeras muy sucias y desgastadas, pero a través de algunos trozos rotos de aquellas telas se podía ver el cuerpo de aquellas criaturas, la piel tan pálida como si no hubieran visto la luz del día en años, y tan escuálidos como si no hubieran comido ni bebido en días. 

Fui retrocediendo lentamente sin dejar de observar aquellos dos seres, fijándome en cada detalle, a pesar de que cuanto más miraba, más me horrorizaba. Retrocedí hasta que mi espalda chocó con una de las paredes de aquella sala, y acto seguido, las criaturas extendieron los brazos hacia mí, mientras abrían las bocas. Era evidente que se dirigían hacia mí, durante unos segundos me quedé totalmente bloqueado, observando las largas uñas que salían de cada uno de los dedos de aquellos seres, y en sus bocas provistas de pocos y deformes dientes.

De golpe, mis extremidades respondieron, y salí de aquel trance en el que me encontraba, noté como el pecho me empezó a arder y mis brazos me temblaban, la puerta seguía cerrada y no habría otra puerta, huir no era una opción. Avance un par de pasos, cogiendo un poco de impulso y empujé a una de aquellas criaturas, me incorporé lo más rápido que pude para golpear a la otra. Me encontraba algo mareado y no conseguía que mis ataques fueran certeros, me tambaleaba ligeramente mientras que las criaturas volvían a acercarse lentamente a mí, cuando de repente empecé a escuchar al señor Mahfuz y al señor Castle, sus voces eran lejanas, me llamaban, no paraban de repetir mi nombre, pero por más que miraba a los lados, no veía a ninguno de mis dos compañeros.

Estaba tan absorto buscando el origen de las voces que cuando volví a mirar a las criaturas, una de ellas ya estaba a medio metro de mí, me agarró el brazo derecho, mientras que la otra buscaba hacer lo propio con mi brazo izquierdo. Conseguí revolverme lo suficiente para golpear en el brazo a una de las criaturas pero la otra consiguió tirarme al suelo. En cuanto mi espalda tocó el suelo, se tiraron sobre mí sujetándome ambos brazos, en aquellos momentos escuché de nuevo las voces de mis compañeros más claramente y con un volumen mayor pero seguía sin haber rastro de ellos, intenté liberarme moviendo todo mi cuerpo de manera errática pero de repente, algo golpeo mi cabeza y perdí el conocimiento.

Cuando volví en mí, abrí los ojos de golpe y me incorporé los más rápido que pude, me encontraba en la misma sala, pero todo era diferente, la niebla había desaparecido, el color del fuego que salía de la antorcha del señor Mahfuz decoraba toda la sala, y delante de mí se encontraban mis dos compañeros, mirándome con los ojos como platos. Era extraño, pero cuando abrí los ojos y vi a mis compañeros me sentí como en casa, sentí que volvía a estar a salvo.

- ¿Qué ha pasado? - pregunté mientras observaba al detalle la sala de nuevo, para asegurarme de que esas criaturas ya no estaban. No las vi, pero pude ver que la puerta de aquella sala se había abierto, ¿quién sabe, quizás podríamos salir de aquel infierno después de todo?

Avancé hacia la puerta, pero tuve que sentarme de nuevo en el suelo, las extremidades me dolían y las notaba débiles, además tenía un dolor de cabeza enorme, una mezcla entre migrañas, cansancio y como si alguien me hubiera golpeado con algún objeto contundente.

- Necesito descansar, no puedo continuar tal como estoy ahora mismo - dije cuando estaba ya en el suelo, para a continuación llevarme la mano a la cabeza y añadir, - ¿por qué me duele tanto la cabeza?

Cuando me repuse un poco, me levanté con la intención de continuar avanzando, a pesar de que el dolor de cabeza no había desaparecido. Me dirigí a la puerta, viendo de reojo que mis compañeros me seguían, probablemente a ellos también les vino bien descansar unos minutos. Al llegar al marco de la puerta, me giré levemente hacia mis compañeros y dije, - ¿qué paso cuando se cerró la puerta?, ¿dónde os fuisteis?, os podía oír pero no os veía.

Todo había ocurrido en cuestión de segundos. Entrar. La puerta que se cerraba a sus espaldas. Aquel maldito olor. Las sacudidas del señor Sauke y su extraño y errático comportamiento. El ataque del joven.... Todos los recuerdos recientes se agolpaban en la cabeza de Howard mientras recuperaba el aliento sentado en el suelo junto a sus compañeros. A pesar de que la puerta se había vuelto a abrir y que parecía que reinaba de nuevo la tranquilidad, Howard se sentó mas cerca del guía que del joven, al que aún observaba sentado de espaldas a él, entre la incredulidad y, ¿por que no decirlo?, el miedo.

- Siento que este maldito lugar está empezando a pasar factura a nuestras cabezas - dijo Howard entre jadeos sentado a horcajadas en el suelo - Debemos encontrar la salida pronto o quien sabe que le pasará a nuestras mentes - se detuvo un instante tratando de controlar su agitada respiración - Será mejor que sigamos, la salida debe estar en algún maldito lugar. Ese pobre desdichado que encontramos al llegar no lo logró, pero nosotros somos tres, y sí lograremos salir. Lo presiento. - dijo tratando de animar a sus compañeros mientras empezaba a incorporarse con dificultad - Señor Sauke, no sé que le ha ocurrido pero por unos instantes no era ustad mismo. Nos miraba de una forma extraña, como horrorizado y por mas que le llamábamos...nada...no reaccionaba....y de pronto... - miró directamente al joven estando ya de nuevo de pié - ...de pronto... nos atacó y tuvimos que forcejear con usted.... - iba a tratar de seguir explicando mas detalles pero finalmente guardó de nuevo silencio.

Observó la salida desde su posición. Vió como tambien el joven y el guía se había puesto en pie y ya empezaban a caminar pesadamente hacia la puerta. Los siguió. Una vez en el pasillo se percató de que otro pasillo empezaba justo delante de ellos. Pero el señor Naguib y el señor Sauke ya caminaban hacia la derecha, intentando completar esa zona de aquel santuario o pirámide o abobinación salida del mismo infierno que los tenía atrapados. Intentó respirar con mas calma. Sus compañeros empezaban a alejarse. Con pasó algo mas decidido fue tras ellos.

Al cabo de unos minutos recorriendo el lugar alcanzasteis vuestro objetivo.

Accedisteis a una cámara circular bastante amplia (3), el lugar estaba decorado con pinturas egipcias cuya intencionalidad era meramente decorativa. Intentasteis examinar el lugar buscando alguna pista o indicio sobre cómo salir de allí sin embargo, uno de ustedes pisó de manera inconsciente una losa que accionó un mecanismo poco acorde a la era de la que supuestamente podría datar aquel templo subterráneo.

El “click” de activación dio a lugar a algo espeluznante: una gigantesca bola de piedra que tenía un tamaño equiparable a la altura de cualquiera de las salas emergió del techo y comenzó a rodar violentamente hacia adelante estando ustedes en su trayectoria.

Tan solo había una única oportunidad para salvarse, puesto que la cámara donde estabais ahora daba margen para saltar a un lateral y ponerse a salvo, de lo contrario la única opción sería correr teniendo detrás aquella inmensa roca que os acabaría aplastando pues ningún ser humano podría ir más rápido que ella.

Aún el dolor de cabeza que tenía era intenso, y mis extremidades seguían algo entumecidas. El señor Mahfuz iba por delante de mí, y yo andaba absorto en las pequeñas manchas de tierra y barro que tenía en los bajos de sus pantalones, totalmente ajeno a todo lo que ocurría a mi alrededor.

Entramos en la sala, notaba como mis dos compañeros observaban con detenimiento todas las pinturas que decoraban aquella estancia, y mientras yo me limitaba a seguir sus pasos, nada me importaban aquellas pinturas, solo quería que todo aquello acabara de una vez, para bien o para mal.

Justo entonces, escuché un click, a esas alturas, a cada ruido que escuchaba, me temía lo peor... Y lo cierto es que no me equivocaba, a los pocos segundos vi como una roca enorme se acercaba a nosotros.

Solo había una opción, tirarse a un lado para evitarla. A no ser que finalmente las fuerzas me abandonaran, y me quedara ahí, inmóvil, viendo como la muerte se cernía sobre mí en forma de roca gigante. Pero finalmente en el último momento, mis piernas reaccionaron y cogiendo todo el impulso que pude, salté hacia mi derecha.