Partida Rol por web

Notáis de repente como todo a vuestro alrededor empieza a temblar.

¿Corréis peligro aún? ¿Podría suceder otro derrumbe? La arena comenzaba a manchar vuestras cabezas como consecuencia de las sacudidas.

Aunque el momento era amargo por la pérdida de Marlen, si todo aquello se venía abajo las víctimas totales serían 4...

En esas nos encontrábamos cuando de pronto todo comenzó nuevamente a temblar... ríos de arena caían sobre nuestras cabezas, una macabra metáfora, como si las arenas de nuestro reloj de la vida se agotaran.

Tenemos que salir de aquí, lo siento mucho señor Sauke, pero soy responsable de ustedes y debo intentar ponerles a salvo, luego veremos que se puede hacer por su mujer...

Dije, y sin dar lugar a réplica me encaminé hacia el cadáver junto al cual había visto lo que parecía ser una especie de esquema sobre la tumba donde nos hallábamos. Tras una breve inspección del mismo, y observando como mis dos compañeros comenzaban a incorporarse y recuperar la voluntariedad de sus miembros, deduje que nos encontrábamos en la llamada sala 1. Les mostré el mapa en espera de su opinión.

Estaba en el suelo arrodillado frente al cuerpo de Marlen cuando de repente llegó otra sacudida, cascadas de arena empezaron a caer, como de un acto reflejo se tratara, incliné mi cuerpo para que no cayera arena en el rostro de Marlen.

Cuando la sacudida cesó, escuché las palabras del señor Mahfuz, razón no le faltaba, teníamos que movernos. Me levanté despacio mientras él se dirigía a los restos del cadáver que descubrimos al caer. No dejaba de mirar a Marlen, después de limpiarla las manchas de sangre que brotaban de su cabeza, parecía estar en calma y a salvo, desde luego más a salvo de lo que estábamos los demás.

Pensé de nuevo en aquellas palabras del guía... "soy el responsable de ustedes"... quizás podría haber empezado por no permitirnos entrar en este maldito lugar. Pero la culpa no era del señor Mahfuz, fuimos Marlen y yo los que insistimos en entrar, fui yo el que la trajo a Egipto. - La culpa es mía, con la cantidad de sitios a los que pudimos ir, yo elegí Egipto - dije para mí en voz alta. Sentía un nudo en el estómago, una parte de mí, aquella que me hacía disfrutar de cada momento, empezaba a abandonarme, dejando únicamente una sensación de tristeza y soledad absoluta.

- No podemos dejarla aquí, o al menos así, merece un entierro decente, se merece descansar en paz, quizás podamos hacer algo similar a una tumba con todo lo que tenemos en esta sala. - dije mirando a mis dos compañeros. Se miraron entre ellos como si estuviera diciendo una tontería, lo cual hizo que me desahogara y soltara toda la tensión y frustración acumulada hasta ese momento. - ¿Os gustaría acabar como ella? Aquí tirados como si no fuerais ni personas, sin una tumba o una lápida que os recuerde... Solo pensáis en ese estúpido mapa, ¿qué creéis que nos va a aportar? ¿Creéis que podremos salir de esta pesadilla con ese trozo de papel viejo? Mirad a vuestro alrededor, mirad al anterior dueño de ese mapa, o al menos lo que queda de él, ¿creéis que le sirvió de algo?

Una vez soltado el último comentario, me vino de golpe un cansancio general que me obligó a sentarme en el suelo, volví mi mirada una vez más a Marlen. Ella se convirtió en todo mi mundo, ella me salvó, sin ella no estaría vivo en estos momentos, y sin embargo era yo quien se encontraba observando su cuerpo sin vida.

A pesar de mi estado físico y anímico, sabía que el señor Mahfuz estaba en lo cierto, quedarse aquí era lo mismo que esperar la muerte, y Marlen no querría que muriera sin luchar. Estaba decidido a seguir y confiar en Mahfuz, aunque después de mi discurso, no creía que él lo fuera a hacer en mí. Pero primero tendrían que ayudarme con Marlen, a darla sepultura o lo más parecido posible dadas las circunstancias.

Les miré y a continuación agaché la cabeza para añadir con voz más calmada, - Ayudadme, sé que a ella le hubiera gustado así. Después os ayudaré yo a vosotros, haré lo que me pidáis y todo lo que sea necesario para salir de aquí. - al acabar, me sequé las lagrimas que aún corrían por mis mejillas y me quedé mirándoles esperando una respuesta.

Observé con tremenda tristeza como el señor Sauke trataba de recuperar el dominio de si mismo, intentaba descargar su ira ora contra mi, ora contra él mismo, aunque no podía culparse a nadie... respiré y pensé que lo más práctico sería "perder" un minuto en recuperarlo antes de seguir, vísteme despacio que tengo prisa, como decía mi difunto padre.

Señor Sauke, por favor, créame, siento mucho lo de su mujer, me cambiaría por ella sin dudarlo, por desgracia no puede ser, y no es culpa suya. Allá donde nos desplazamos, Anubis nos acompaña. Usted me contrató precisamente porque no somos una agencia convencional, salimos fuera de los circuitos de masas, y ofrecemos otra visión de Egipto. No obstante, la seguridad de mis clientes es lo primero, y este emplazamiento lo tenía como seguro, pues ya lo he visitado múltiples veces.

Pero, estoy divagando, de nada sirve lamentarnos. Lo real es que estamos aquí, y debemos intentar salir a la superficie, como usted bien ha dicho, a su esposa le hubiera gustado. Si el señor Castle está de acuerdo, podemos hacer un sudario y procurarle un funeral digno de una reina, y reposará en las milenarias arenas de Egipto por toda la eternidad. Tan solo nos llevará unos minutos. Pero, a continuación, le ruego que nos pongamos en marcha, pues en mi opinión es la única manera que tenemos de volver.

Lo cierto es que no las tenía todas conmigo. Puede que el señor Sauke tenga razón, que este pedazo de papel no nos sirva mucho más de lo que le sirvió al pobre diablo que yace ahí al lado, pero es un clavo ardiendo al que agarrarse. Tan solo espero que la desesperación no haga presa en él, pues en ese caso, será un cadáver que camina. En cuanto al señor Castle... tengo la sensación de que vive en su propia realidad, ajeno al mundo real.

Asentí tras escuchar las palabras del señor Mahfuz, agradeciendo que, a pesar de nuestra situación, me apoyara en un tema de vital importancia para mí en aquel momento.

Me incliné sobre Marlen, con un movimiento lento levanté su mano izquierda y suavemente fui deslizando su alianza hasta que estuvo posada en la palma de mi mano. Cogí un trozo de cuerda que, por alguna razón que en ese momento no recordaba, tenía en el bolsillo del pantalón, pasé el anillo por la cuerda y me la colgué del cuello como si de un collar se tratara. - Así siempre estarás conmigo - dije susurrando, para a continuación darla un beso en la frente, con movimientos lentos, no queriendo profanar la paz que reflejaba su rostro.

Me levanté despacio, sin retirar mi mirada de ella hasta que una vez totalmente de pie, miré al señor Mahfuz para añadir con voz decidida mientras me alejaba poco a poco del cuerpo de Marlen y me acercaba a él, - Ya está todo listo, cuando quieras podemos empezar.

¿Señor Castle? ¿Señor Castle? ¿Me oye? - Pregunté con voz firme pero tranquila, pues el arqueólogo parecía encontrarse en estado de shock y no acababa de ser dueño de si mismo.

Aproveché el momento para mostrar el mapa al señor Sauke, dándole un pequeño apretón en el hombro, dándole a entender mi tremendo pesar por la muerte de su esposa.

Tras un rápido vistazo al mapa, y tirando un poco de mi experiencia en este tipo de documentos, diría que la sala marcada con una X es la entrada, o la salida, según se vea. La sala central debe de ser la tumba de la personalidad, el resto, salas auxiliares para su esposa, concubina si las tenía, siervos, etc. Por lo vacio de la que nos encontramos, es muy probable que se trate de una cámara de mobiliario, o ajuar, aparentemente saqueada. No puedo precisar el número, así que, si el doctor Castle nos acompaña y está de acuerdo, deberíamos salir al pasillo e ir girando siempre que sea posible a la izquierda, para ir en sentido horario, al menos hasta que podamos ubicar nuestra posición - comencé a decir, tratando de ser lo más esquemático posible, pues el señor Sauke y por supuesto el señor Castle no se encontraban en su mejor momento como para atender y comprender lo que iba diciendo - Fíjese en posibles marcas en las paredes o techo. Buscamos sobre todo "palitos", pues los antiguos egipcios marcaban los números de manera similar a los romanos, así pues, 1 sería I, 2 sería II, 3 III, 4 IIII etc... ¿más o menos? - pregunté.

El mundo de Howard, como el de todos los presentes, había cambiado por completo en sólo unos segundos. Tan sólo unos minutos atras, el Sr. Sauke, la Sra. Márquez y Naguib, eran compañeros cordiales de otra excursión más a las ya tantas veces visitadas tumbas abiertas.

Aunque Howard atesoraba para si la esperanza de que aquel viaje sirviera para mucho mas, no esperaba que todo acabara, o empezara,de aquella forma tan desastrosa. Miles de imagenes le pasaban por la mente. Sus manos, sus brazos...se habían detenido. Ya no retiraba piedras de la difunta. Tan sólo la observaba. Siempre había sentido cierta fascinación por la muerte y, como no, por el mundo de los muertos. Pero desde el punto de vista del estudio, de la teórica, del pasado. Ver cara a cara a la muerte lo había dejado en shock. Pero aquel nuevo temblor y las llamadas de sus compañeros consiguieron sacarle de su ensimismamiento. Como pudo se volvió a poner en pie, se santiguó frente a la señora Márquez y, a trompicones entre las ruinas, los montones de arena y restos de mobiliario que, en otro momento, hubieran distraido su mente durante días, se acercó a Naguib y al señor Sauke.

- Si, si - pudo articular mientras tosía apoyando su mano en una pared - tiene usted razón señor Naguib, siempre a la izquierda, siempre que podamos a la izquierda.... - se detuvo un pequeño instante - así sabremos por donde hemos pasado si debemos retroceder. Estas pirámides antiguas estaban creadas con un intrincado sistema de pasillo llenos de trampas anti ladrones. Nadie quería que su Faraon o su Gran Señor, viviera en el mas allá en la mísera de las pobrezas. Debemos andarnos... - volvió a toser de forma repetitiva - ...con mucho ojo... - pudo decir finalmente de forma torpe.

Levantó la cabeza. Parecía que la tos iba remitiendo poco a poco. Frente a él, frente a ellos...la oscuridad de un largo pasillo mínimamente iluminado en sus primeros pasos por la antorcha que tililaba en la mano del guía.

Parecía que íbamos a emprender la marcha, miré hacia atrás una vez más, lo cierto es que el señor Mahfuz había hecho un gran trabajo preparando la "tumba" de Marlen. Llevé la mano hacia mi pecho, agarré con fuerza su alianza, que ahora colgaba de mi cuello y soltando una lágrima, me dí media vuelta siguiendo de cerca a mis compañeros.

Adelante caballeros, salgamos de aquí... - dije, saliendo al pasillo.

Mientras recorriamos los pocos pasos que nos separaban de la salida de la sala en que nos hallábamos, dije al señor Sauke por lo bajo - Alexander, por Osiris que cuando les ponga a salvo, volveré aquí abajo a recuperar a su mujer -

Acto seguido cruzamos el umbral y, tras un breve vistazo hasta donde me permitía la escasa luz que proporcionaba la tea que llevaba, giramos a la izquierda, tal y como había aconsejado.

Cada segundo allí dentro era a la par emocionante como espeluznante. El lugar (p1) no estaba demasiado iluminado y para colmo, a cada paso que dabais, un susurro ininteligible rodeaba las paredes que os “vigilaban” en vuestro avance. ¿Qué os depararía este laberinto?

Una vez en el nuevo pasillo (p6), bastante oscuro por cierto, revelaba un jeroglífico que a ojos de un experto podría desentrañar algo de interés.

La maldición de la carne corrompe a los infieles

La nueva sala descubierta (8) tenía una peculiaridad bastante peligrosa: a lo largo del recorrido todo el tramo estaba repleto de más de una docena de gatos escuálidos que ¿dormían? En el suelo.

Si se quería atravesar cualquiera de las otras salas había que pasar con sumo cuido debido a que el más mínimo ruido podía despertar a aquellas criaturas y viendo cómo de enigmático era el laberinto no merecía la pena correr el riesgo.

Íbamos avanzando por el oscuro pasillo, cuando el señor Castle se paró en seco, con la mirada fija en un jeroglífico, imaginé que para él significaría algo, desde luego si a alguien le podía interesar eso, por su puesto no era a mí, sino a él. Yo continué andando hasta que justo delante de mí, el señor Mahfuz dejó de caminar intentando iluminar algo que se encontraba en el suelo de la nueva sala.

- ¿Qué demonios es eso? ¿Ratas, gatos o qué son? - dije en voz baja para no despertar a lo que fueran esas criaturas, pero visiblemente nervioso.

De repente, tras ver el panorama que nos esperaba en aquella sala, una voz en mi interior me gritaba que no era buena idea continuar por ese camino, que lo mejor sería escoger uno alternativo, con el riesgo de no saber si ese nuevo camino sería mejor, igual o incluso peor que este.

- ¿Cuánto tiempo llevarán estas criaturas aquí sin comer? ¿Cómo habrán llegado hasta aquí? ¿Son realmente una amenaza para nuestra seguridad? - continué susurrándole al señor Mahfuz, que estaba tan sorprendido como yo de lo que estaban viendo nuestros ojos. En ese momento, sentí cierto interés por ese jeroglífico que había justo antes de entrar en la sala, me giré hasta que mi mirada se cruzó con la del señor Castle y añadí, - ¿Sabe qué representa ese jeroglífico? ¿Acaso indica cómo salir de este lugar?

No paraba de hacerme preguntas a mí mismo, y algunas de ellas las expresaba en alto, intentando sacar alguna respuesta de alguno de mis compañeros, pero lo cierto es que no sabía si ellos las sabrían, no obstante me quedé mirándolos esperando alguna respuesta.

Dado que el silencio se alargó unos segundos más de lo que esperaba, respiré hondo para intentar relajarme un poco y al final dije con una voz mucho más firme y segura que antes, - ¿Qué debemos hacer? 

Ya había hecho todas las preguntas que se me pasaron por la cabeza, así que decidí cerrar la boca y esperar el tiempo que fuera necesario para conseguir respuestas, si es que alguno de ellos las tenía.

La maldición de la carne corrompe a los infieles - pensé, sintiéndome ciertamente desconcertado.

Al menos los temblores parecían haber pasado. Los gatos esfinge en el suelo, quietos y en "formación" no presagiaban nada bueno. Uno no debe de fiarse nunca de un gato, pero éstos... 

Señores, estamos en las ruinas de un templo o tumba consagrada a la diosa Bastet, podemos entender que estos felinos son los guardianes... de algo - susurré a mis compañeros.

Si no he interpretado mal el mapa, hemos venido por el corredor P6 y estamos en la sala 8. Aparentemente solo tiene una salida, al fondo, hacia el pasillo 8. Pero como podéis ver, indica un pequeño corredor que enlaza con el pasillo J, que es el que nos interesa. La pregunta es, ¿somos capaces de buscar el acceso acompañados por los guardianes? ¿o damos media vuelta y llegamos al final del pasillo 6 a ver que hay?

No perdemos nada por mirar, volvamos al pasillo.

Acto seguido di media vuelta, tratando de ser lo más silencioso posible y me encaminé al pasillo 6 para seguir en dirección sur, para ver el final y comprobar que significaba el símbolo en el mapa.

- La maldición de la carne corrompe a los infieles - masculló en voz baja Howard - Desde luego nada bueno es... - y quedó absorto observando aquel jeroglífico, como tantas otras veces le había sucedido con cada nuevo descubrimiento. Intentó palpar la pared con sumo cuidado. Sentir aquellas viejas piedras con el tacto de sus dedos era una experiencia que siempre insuflava vida a Howard, pues le animaba a seguir indagando mas y mas. "La maldición de la carne corrompe a los infieles", pensó. Abrió la boca para decir algo pero se dió cuenta que cada vez veía menos aquella inscripción en la pared. Giró lentamente su rostro y pudo observar como Naguib y el señor Sauke se alejaban de su posición pasillo abajo. Casi de forma automática los siguió. Al pasar frente a lo que sería una entrada, que debía llevar a una nueva instancia que quedaba a su izquierda, apenas si pudo apreciar nada con la poca luz que llegaba de la antorcha pero una extraña sensación, que recorrió todo su cuerpo, le hizo extremecer. No sabía que mal podía esconder aquel lugar pero se sintió claramente observado.

- La maldición de la carne corrompe a los infieles - repitió una vez mas en voz baja - y esos infieles a los que van a corrorper... - detuvo un instante sus palabras - ...creo que vamos a ser nosotros si no encontramos la salida pronto. - Trató de acelerar un poco el paso para alcanzar a sus compañeros - A los viejos Faraones no les gustan las visitas...