Partida Rol por web

El plan había salido desastrosamente mal, lo cual no era, por cierto, una novedad.

Había que reconocer que al principio las cosas habían pintado bien. El viaje a El Limbo había transcurrido sin incidentes y, sin lugar a dudas, lo del chivatazo había sido un golpe de suerte inesperado. Incluso demasiado inesperado, si no confiáseis por completo en vuestra fuente. Y el plan era bueno. Parecía bueno. Robar la información a aquel tipo antes de que la vendiera cuando no estaba en su habitación no había sonado disparatado ¿Quién cojones iba a pensar que hubiera una alarma en el pad de datos de un funcionario?

Pero ahora no había tiempo para eso, teníais que regresar al Gavilán Errante. Las balas volaban por doquier y aquellos matones estaban de muy mala leche. Era improbable que trabajasen para aquel funcionario corrupto, parecía lógico pensar que venían de parte del comprador. Resultaba difícil saber cuántos eran, podíais contar al menos tres y bloqueaban el camino a las escaleras de servicio por las que habíais subido a la habitación. Eso dejaba dos opciones bastante claras: la sensata parecía huir de ellos. Siguiendo el corredor en el que estábais tenía que llegarse a unas escaleras, ya fuese para bajar de nuevo a la cantina o subir adondequiera que llevasen, aprovechando el terreno elevado. El otro era volver por dónde vinísteis, preferiblemente convirtiendo a los matones en inofensivos y amistosos cadáveres.

La vida del comerciante independiente era dura pero ¿quién sabe? Lo mismo aquel pad que obraba en vuestro poder con información privilegiada sobre esos ataques recientes que para vuestros competidores eran poco más que un rumor era la llave a una jubilación anticipada en algún mundo paradisiaco.

Zacharias encendió el cigarrillo de nuevo. Se le había apagado al caersele cuando se tiró al suelo para evitar un disparo blaster. Les habían pillado, y eso era malo. En realidad era muy malo. Tenían el PAD con la información, pero si no llegaban cuanto antes al Gavilán no les serviría de nada. Y necesitaban el dinero.

-Venga chicos. Que solo cuento tres tipos. Acabamos con ellos y rectos a la nave. Y en el Gavilán nadie puede seguirnos. Hemos tenido un ligero contratiempo pero antes de lo que pensais estaremos nadando en la abundancia.
Que no se diga.-

Zach disparó tratando de parapetarse en la esquina del pasillo, pero el blaster pasó bastante lejos de su objetivo. Nada que no se remediara con el siguiente disparo.

Las cosas se habían torcido, otra vez. Empezaba a ser costumbre ya. 

Por supuesto, si él hubiera sido el que hubiera cogido el pad de datos no habría hecho saltar la alarma, pero aquellos manazas tenían que tocarlo todo. Y menos mal que el pad no tenía un botón rojo que dijera "autodestrucción", porque si no, estarían ahora todos volando por los aires. Y ahora aquellos matones, probablemente del comprador, parecían dispuestos a convertirlos en elegantes coladores. Había que reconocer que sus armas eran buenas, de hecho, sus mecanismos de disparo eran bastante curiosos. La corredera superior debía de tener revestimiento de polímero en la base para evitar el rozamiento contra el cañón, o tal vez...

Tuvo que detener su análisis cuando una bala le pasó a un centímetro de la oreja. Se pegó a la pared cuanto pudo y sacó su propia arma, su maravilloso revólver de colección junto al que tantas aventuras había corrido. Con él, todo parecía más sencillo. De peores había salido. 

-¡Hace demasiado que no disparo a alguien, se me va a olvidar!-exclamó mientras apuntaba-Vamos pequeño, dales lo que se merecen. 

El arma atronó, con su familiar sonido haciendo pitar los oídos de cuantos lo escuchaban. Ya fuera por los ánimos que Vincent le había dado o porque realmente había apuntado bien, el revólver soltó la bala en la dirección correcta y uno de los matones recibió un impacto en el hombro seguido de una pequeña explosión carmesí. 

-No quiero que me persigan por los pasillos. O ellos o nosotros.

Habían llegado al Limbo, un tugurio más de la periferia de la galaxia, un lugar tan bueno o malo como cualquier otro. Theodore no estaba de buen humor, las preciadas hojas de te que guardaba como un tesoro se habían acabado hacía días. El médico suspiraba, en esta estación perdida en medio de la miseria sería imposible conseguir algo remotamente parecido a su magnifico te. Además, ni siquiera tenía dinero para comprar te de mala calidad, así estaban las cosas.

Necesitaban un golpe de suerte y, por fin, parecía que lo habían encontrado. Sencillo, entrar en la habitación, tomar la "mercancía" y salir. Pero, claro, tenían que torcerse la cosas. Ya estaban liados de nuevo.

Tres ¿seguro? matones, al menos ellos eran cuatro. El traje que Theodore llevaba siempre que salían de la nave daba la sensación de ser un militar veterano. Solo algunos restos en los lugares donde deberían haber insignias, que se notaban habían sido removidas, y alguna ralladura de desgaste marcaban la impoluta armadura.

Otra de sus compañeras inseparables era su vieja pistola, una arma ornamentada, de buena vista, pero que en realidad no era más que una pistola corriente a la que de igual forma se le había retirado cualquier marca o insignia de forma muy eficaz.

Aparte, el médico solo llevaba un pequeño kit de primeros auxilios, apenas para cerrar una herida o estabilizar a cualquiera de sus compañeros.

No era gran tirador, pero los años de supervivencia le habían dado cierto pulso, aparte del propio de su oficio. Apuntó y disparo, acertando sin problemas a uno de los atacantes, que cayó herido al suelo.

Una vez más Randolph se había dejado liar en un plan loco y una vez más todo se había vuelto a torcer más de lo que le gustaría. Mientras preparaba su subfusil para abrir fuego se preguntaba cómo podía haberse dejado convencer nuevamente para una insensatez como esta.

“Un plan simple, a prueba de idiotas”

Tenía todas las papeletas para salir mal y como se había demostrado cuando la alarma había comenzado a sonar, no se equivocaba demasiado.

Por suerte, la mala fortuna no parecía querer cebarse demasiado con ellos y solo enviaba tres pobres desdichados contra ellos. Tras parapetarse tras una puerta, asomó un momento para calcular posiciones, intuir posibles lugares donde se posicionarían los enemigos y abrió fuego en cuanto tuvo un objetivo claro.

El arma rugió y la ráfaga impactó contra la primera víctima. Entonces se giró hacia su capitán

- Me tendrás que explicar por qué coño todas las misiones deben terminar siempre con nosotros corriendo y luchando por nuestras vidas. Por una vez me gustaría una batalla en la que pudiera llevar la iniciativa –

Sin esperar una respuesta a un pensamiento en voz alta más que a una pregunta seria, se preparó para lanzar una segunda ráfaga.

Las balas silbaron por el pasillo mientras el tiempo parecía ralentizarse. Uno de los matones fue golpeado por un disparo en un hombro al tiempo que Vincent reprimía un grito de júbilo. Lo que le había parecido un impacto superficial había destrozado la extremidad y el desdichado matón moriría en breve por el shock o desangrado. Randolph tuvo parecida suerte, su disparo impactó en otro rival especialmente feo abriéndole un agujero de bala en el pecho. No hacía falta ser tan optimista como el capitán Zach para saber que ese tampoco se levantaría.

Aunque Theodore estaba satisfecho por su disparo y contaba con anotarse la tercera baja, el matón al que disparó fue más afortunado que sus compañeros y su chaleco desvió la bala in extremis. Tras un instante de desconcierto, disparó a Vincent, pues le había parecido el más certero de sus rivales, que vio con incredulidad como la bala le impactaba en un muslo.

Para acabar de empeorar las cosas, un estrépito considerable provenía de las escaleras situadas más allá de los matones. Zacharias diría que se acercaban aliados, pero seamos razonables, era improbable

Randolph casi ni se inmutó cuando su tiro reventó el pecho de su blanco. No había sido un tiro difícil ni la situación era complicada. Como siempre que entraba en combate, se encontraba plenamente concentrado, atento a sus alrededores pues sabía que, aunque su enemigo actual había caído, aún quedaban otros en pie… o no.

Con el rabillo del ojo vió como caía un segundo por el tiro afortunado de Vincent. Al final iba a resultar que ese ingeniero bocazas servía para algo. Sin embargo, su júbilo se vió interrumpido de golpe cuando un disparo le impactó a Vincent en el muslo tras haber fallado Zach su disparo. Su compañero se desplomó y el matón con renovadas energías por su éxito, continuó su ataque.

Pero eso no fue lo que más preocupó a Randolph, pues un simple matón contra ellos cuatro, incluso con uno de ellos herido, no debía suponer un peligro. El peligro estaba en el estruendo de botas que provenía de más allá del pasillo. Si de pronto el lugar se llenaba de mercenarios, tal vez se encontraran con serios problemas para salir de ahí.

-Joder Zacharias, no tenemos tiempo para gilipolleces. Tenemos que mover el culo ¡Viene más! – Randolph intentó mantenerse parapetado para no ser un blanco del matón que faltaba mientras se centraba en las pisadas a fin de interpretar cuantos matones más venían – “Tuercas” ¿Puedes moverte? Que el Med te eche un ojo. – De nuevo Randolph se giró hacia Zacharias – Debemos retroceder. Yo puedo daros fuego de cobertura. Quedarnos aquí sería un suicidio –

Tras terminar de hablar preparó el arma y esperó las órdenes de su capitán. A pesar de todo, aun respetaba a aquel hombre y su juicio y estaba dispuesto a esperar su orden y acatarla… de momento.

Zach escuchó los comentarios de sus hombres, y sus quejas.

-Siempre igual, siempre igual. Sólo sabéis quejaros cuando las cosas están mal. Nunca os.oigo agradecerme cuando todo sale a pedir de boca. Ya podríais, no sé, hacer otra cosa.-

El capitán pudo escuchar como se acercaban por el otro lado, y dudaba de que fueran las animadoras de los Majestic Galáctica del cuadrante beta.

Se levantó y empezó a andar por el pasillo en dirección al matón que quedaba. Cuando esté se asomó para dispararle le pegó un tiro en toda la jeta.

-Un poco de crítica constructiva o algo así.-

Miró la herida que le habían causado a Vincent y le dió una calada a su cigarrillo.

-Venga movamonos como si tuvieramos prisa. Tú también cuentista. Ya te apañarán en la nave mientras salimos de esta maldita estación.

Las balas volaron de ambos bandos, y el matón al que Vincent había disparado cayó con el brazo casi arrancado. Por aquello era por lo que le gustaba tanto su revólver. Además, Randolph, certero como de costumbre, disparó al centro del pecho de otro de los matones, derribándole en el acto. En un abrir y cerrar de ojos, solo quedó uno de los mercenarios que les atacaban, y Vincent ya estaba felicitándose por su buena actuación cuando el último de los matones le apuntó con su arma y disparó. 

Lo malo de llevar un chaleco blindado es que los disparos en las piernas no puede detenerlos, y por desgracia aquel matón lo sabía. Vincent notó el dolor en el muslo, y se llevó la mano izquierda a la pierna, donde notó la humedad de unas gotas de sangre. 

-¡Mierda, Zach, no es la primera vez que me disparan por tu culpa!- gritó mientras alzaba el revólver con la mano derecha. 

Disparó mientras se apoyaba en la pared, y el arma atronó el pasillo de nuevo, haciendo blanco solo un segundo antes de que el capitán disparase también, rematándole. Solo entonces, con el hombre bien muerto, bajó la mirada al muslo, y para su sorpresa vio que no había herida: solo un raspón. La bala no había llegado a impactarle, solo a rozarle. 

-“Tuercas” ¿Puedes moverte? Que el Med te eche un ojo.- dijo Randolph, desde el otro lado del pasillo.

-Tranquilos, solo me ha rozado- respondió Vincent-Puedo correr-oyó los pasos por las escaleras, aún más matones, seguro-Y deberíamos empezar a hacerlo pero ya. ¡Hay que pirarse!

Theodore estaba satisfecho con el disparo que había hecho, pero no contaba que el objetivo tuviera un chaleco antibalas que desvió el tiro. Peor, el tío había disparado y herido a Vincent.

- Joder, déjame ver eso - pudo comprobar que apenas era un roce - no es nada, movámonos.

El grupo echaba la culpa a Zach y, si bien era cierto que él había fallado mientras Theodore había acertado, el médico maldecía por dentro no haber sido más efectivo.

Al menos Vincent no tenía nada, podría haber sido peor.

- ¿Hacia donde vamos? No puede ser que nos esté buscando toda la maldita estación, habrá algún sitio donde pasar desapercibido y llegar a la nave.

Randolph casi saltó sobre su capitán cuando le vio salir de su cobertura y caminar tranquilamente hacia el hombre que quedaba en pie. Este, viendo un blanco fácil se confió y asomó de su cuerpo más de lo que debía y el capitán lo aprovechó para esparcir sus sesos por el pasillo.

Maldito loco, pero al menos estamos a salvo, durante unos segundos

No podía evitar seguir pensando en esas pisadas que seguían acercándose peligrosamente.

- Enhorabuena loco, ¿podemos ahora ver a donde nos dirige el pasillo? A pesar de la “suerte”... – esta última palabra la remarcó con comillas usando los dedos de sus manos - ...que hemos tenido hasta ahora, no me gustaría seguir poniéndola a prueba con quien sea que sube con tanto ímpetu por el pasillo de entrada –

El soldado revisó el arma y la puso a punto para asegurarse que de necesitar disparar el subfusil no le fallase y sin perder de vista el camino por el que venían los nuevos enemigos, instó a todos empezar a moverse.

- Yo cubro la retaguardia, Doc, ¿Puedes ayudar a “Tuercas” a moverse? –

Aunque hablaba y avanzaba lentamente hacia atrás, sus ojos no perdían de vista el pasillo.

- Tuercas solo tiene mucho cuento y una herida en el amor propio - contesté con algo de sarcasmo - Nada de lo que preocuparse.

Theodore aguardaba instrucciones, podían meterse "al lío" regresando por donde habían venido o intentar una salida más tranquila (¡Ja!) por el fondo del pasillo. Lo malo de la segunda opción es que no sabían realmente a dónde les podía llevar y si los alejaba más del Gavilán Errante.

- Zach, te seguimos, tú dirás. - expresó Theodore, expectante y con la pistola preparada.

El grupo se retiró por el pasillo con presteza, con Randolph cerrando la marcha, alejándose de los ruidos que provenían de la escalera. Habían tenido una suerte inusual en aquella escaramuza y lo más aconsejable era no seguir poniéndola a prueba. Al otro lado de la esquina el corredor acababa en un pequeño hall circular que ni siquiera duplicaba la anchura del pasillo. Estaba separado de éste por una compuerta automática que se encontraba (afortunadamente) abierta. El hall conectaba el pasillo de las habitaciones con dos grupos de escaleras, unos que bajaban a la cantina y otros que subían a pasillos con habitaciones similares y, casi con certeza, a otras secciones de la estación.

Los pasos sonaban cada vez más presurosos y parecían pertenecer al menos a media docena de individuos*, quizá más. Ahora que estaban más cerca, oían también varias voces por encima del barullo. Una, grave, desagradable y ansiosa, con un extraño tono monocorde, profería amenazas e instaba a sus compañeros a apresurarse, mientras que otra, más aguda y en un tono de voz más bajo, se disculpaba exageradamente en un tono de voz temeroso. Casi habíais doblado la esquina cuando pudieron ver cómo un individuo de altura y delgadez inusitadas pero inconfundibles giraba la esquina, escoltado por varios secuaces. Kazimir Khan vestía su habitual gabardina negra abierta, que ondeaba a causa de las grandes zancadas mediante las que avanzaba. Su presencia aquí solo auguraba problemas.

A su lado caminaba un individuo que, en comparación, parecía cómicamente bajito, aunque sería casi de estatura media. A ese también le conocíais, le habíais visto sentado solo hacía un rato en la cantina. Era Karlo Drei, el funcionario corrupto cuya habitación acabábais de abandonar... con el pad de información que pretendía vender. Si Kazimir Khan era el comprador y, seamos realistas, cualquier otra explicación para la escena que presenciabais parecía bastante más estúpida, el plan corría el riesgo de torcerse de forma muy rápida y dolorosa. Kazimir se había ganado fama de sádico y temerario en su fulgurante ascenso en las filas del Sindicato y, al parecer, sus anhelos de poder estaban lejos de ser saciados.

Su reacción al ver la habitación abierta fue inmediata. Karlo se encogió sobre sí mismo como si le hubieran propinado un golpe físico mientras ahogaba un gemido de angustia. Kazimir suspiró al tiempo que negaba con la cabeza y se llevaba la mano izquierda al interior de la gabardina. Los matones hicieron lo que hacen los matones: correr tras vosotros armas en mano.

Randolph no podían creerse su maldita mala suerte al ver aparecer a Kazimir Khan por el fondo del pasillo.  Cabrear a un tipo así no podía traer nada bueno. Al menos le alivió que contaban con bastante distancia de ventaja lo que les daba una oportunidad, pero eran muchos enemigos. Demasiados. No tardarían en darles alcance.

Rápidamente Randolph inspeccionó el acceso que daba a las escaleras y se giró hacia Vincent

- Oye Tuercas, ¿podrías bloquear esta puerta? No les detendrá por siempre, pero nos puede hacer ganar unos minutos. Yo te cubro. – Entonces se giró hacia el capitán

- Oye Zach, ¿Hacia arriba o hacia abajo? Mientras lo decides...–

Y antes de que le contesten se asoma lo suficiente para soltar varias ráfagas del arma sin llegar a apuntar a nadie en particular, pero para asegurarse que el máximo espacio del pasillo se llenaba de sus balas

- Theodore maldecía por lo bajo - Siempre tenemos esta maldita mala suerte

- Tuercas, mete caña a la puerta a ver si la puedes bloquear, Zach, tú dirás para dónde vamos.

Una vez mas Theodore disparó "al bulto", dando por casualidad a uno de los perseguidores, pero parecía que otra vez había dado en el chaleco o en alguna protección.

Entre la confusión con lo que iban a hacer y el pequeño alboroto de su herida, a pesar de que Vincent dijese en principio que estaba bien, los matones casi les dieron alcance. El médico confirmó que el disparo que había recibido era sólo un roce, nada importante, y todos echaron a correr, por una vez, en dirección contraria a los matones. Sin embargo, no llegaron a girar la esquina antes de que les vieran, y cuando Vincent se giró se sintió como si le hubieran echado líquido refrigerador industrial en las venas. Kazimir Khan en persona entraba en el pasillo, seguido del funcionario al que acababan de robar. No cabía duda de que era él, su voz, su rostro y su gabardina de villano de película eran inconfundibles. Una vez había oído que Khan había ascendido en el Sindicato como una estrella, pero Vincent creía que una comparación más adecuada era que había ascendido como un cuchillo sube entre las costillas hacia el corazón. Era como el monstruo que los niños temían que se escondiera en el armario o debajo de la cama. 

Vincent corrió bastante más deprisa tras verle, y cruzó la puerta que, gracias a todos los dioses cósmicos, estaba abierta. 

- Oye Tuercas, ¿podrías bloquear esta puerta? No les detendrá por siempre, pero nos puede hacer ganar unos minutos. Yo te cubro. – Dijo Randolph, mientras lanzaba una ráfaga por el pasillo. 

-Puedo intentarlo-dijo Vincent, mientras corría hacia el panel de mantenimiento sacando un destornillador. 

Por fortuna, el panel se encontraba en el hall, no en el pasillo, lo que significaba que podría hacerlo sin quedarse en el lado equivocado del bloqueo. Extrajo el primer tornillo antes de desestimar el método por demasiado lento y reventar la chapa de un culatazo de su revólver. Se combó hacia dentro y Vincent la arrancó de un tirón. Comprobó el cuadro del procesador eléctrico, y pronto vio que en él entraban dos manojos de cables: uno provenía de sistema de apertura y otro del de cierre. Desmontó el cuadro y sacó los cables del de apertura, conectándolos también al de cierre. Ahora, tanto la orden de abrir como de cerrar redirigían al sistema de cierre, por lo que la puerta no podía abrirse. 

-¡Vamos, esto ya está! ¡Hay que largarse!

Esperó a que todos hubieran cruzado al otro lado para conectar el último cable y cerrar la compuerta haciendo saltar el cierre manual. No importaba qué botón o palanca se pulsase ahora: la puerta seguiría cerrada con todos, incluso con el de apertura de emergencia. 

En cuanto comprobó que su apaño funcionaba y que no les faltaba nadie, echó a correr con el resto.

- Tío eres un crack - Theodore sonrió ante las soluciones creativas de su compañero, él solo veía ahí un amasijo de cables.

En cuanto se cerró la puerta, asintió a Vincent

- ¿arriba o abajo? En la cantina hay más gente y será más difícil que intenten algo en público.

Tres de los matones dispararon sus pistolas ligeras, pero en lo precipitado de la situación algunos de sus disparos se perdieron por el corredor, mientras que el resto se estrellaban contra la compuerta que comenzaba a cerrarse. Lo cierto es que Vincent había sido extremadamente hábil en este caso, consiguiendo hackear el cuadro de mandos en apenas unos segundos... Ya podía haber estado igual de rápido con el pad.

El resto de los matones, viendo la inutilidad de los esfuerzos de sus compañeros, se abalanzaron por el pasillo intentando llegar a la compuerta que se cerraba. Durante un instante, pareció que les daría tiempo, podíais ver el ansia salvaje en sus caras, pero sus esperanzas se esfumaron rápidamente. Todo lo que alcanzaron fue un balazo de Theodore a través de una rendija cada vez más estrecha.

Sin embargo, mientras todo esto ocurría de manera precipitada algo ocurrió en paralelo. Kazimir desenfundó una ornamentada pistola de cañón ancho y sin girarse siquiera, antes de que Karlo pudiera pedir clemencia o incluso cubrirse, hubo un destello luminoso, como una centella. El cuerpo de Karlo se desplomó lentamente en un grácil arco descendente mientras, a su alrededor, la escena se teñía de un sinfín de gotas escarlata.

— Imbécil —susurró, en un tono tan muerto como el funcionario, con sus ojos fijos en la compuerta que se cerraba

Con un chasquido satisfactorio, la puerta quedó bloqueada y comenzó a cerrarse, más lentamente de lo que le gustaría. Varias balas pasaron por la abertura y se estrellaron en la pared, y otras muchas repiquetearon en la puerta a medio cerrar. Los matones corrían con entusiasmo, pero era improbable que llegaran. 

- Tío eres un crack - lo felicitó Theodore, a lo que Vincent sonrió.

-Esto no es nada, una vez invertí la polaridad de un arma de riel magnético para cubrir una retirada, y cuando los soldados fueron a dispararla el proyectil salió hacia dentro en vez de hacia fuera y destrozó la mitad de...

La alegre y entusiasta cháchara de Vincent, a la que tan acostumbrados estaban, se cortó en seco cuando pudo ver por la rendija de la puerta cómo Khan despachaba al funcionario sin volverse siquiera, más frío que los asteroides helados del Borde Exterior. Karlo cayó muerto al instante en una lluvia roja. No era precisamente buen tipo, era un corrupto y un contrabandista de información, pero aun así no merecía que le volatilizara la cabeza aquel monstruo sin alma. 

La puerta se cerró del todo con un sonoro chasquido, y Vincent se volvió hacia sus compañeros. 

- ¿arriba o abajo? En la cantina hay más gente y será más difícil que intenten algo en público.- decía Theodore. 

-Creo que debemos correr hacia la cantina-dijo él, con urgencia en la voz-esta puerta no va a durar mucho, y la cantina es lo que nos asegura salida al muelle. Puede que las otras secciones conecten al muelle también, pero como no sea así nos quedaremos vendidos. ¡Vamos!

Y, si nadie le contradecía, enfundando el revólver, echaría a correr escaleras abajo.

Vincent empezaba a enrollarse, como siempre... cuando un disparo se oyó al otro lado de la puerta y el funcionario al que le acabábamos de robar el ipad caía muerto.

Aunque Theodore dudaba del camino a seguir, Vincent ya había decidido, por lo que siguió a su compañero en dirección a la cantina para continuar a partir de ahí. 

No sabían qué encontrarían por el camino, pero estaba claro que la única dirección a seguir era adelante.