Partida Rol por web

La helada brisa golpeaba las mejillas de ambas mientras cabalgaban sobre el agreste terreno montañoso, el sol ya estaba casi al final de su ciclo y probablemente tenían algo más de una hora antes de que se ocultara tras las imponentes montañas Nezher.

No sería buena idea dormir a la interperie con un fuego, Niren lo sabía y la maga también, el cansancio empezaba a apoderarse del caballo y de Valeria, poco acostumbrada a los llargos viajes. Nevesmortas todavía estaba a una jornada entera de viaje.

Niren torció ligeramente el gesto y resopló por la nariz.

—Deberíamos de acampar en alguna parte, el caballo no va a ver por dónde camina en plena oscuridad—dijo—. Y por muy bien que vea yo, confieso que me da palo sustituirle...

Valeria miraba hosca y pertinazmente al horizonte, como si pensara que Nevesmortas acabaría cediendo y acercarse a ella. El hecho de que Niren señalara lo que ella había empezado a temerse la irritó aún más.

—Sólo me faltaba que Oscuridad se partiera una pata —gruñó. El hecho de que le doliera el trasero de tanto cabalgar no tenía nada que ver—. Está bien. Buscaremos un lugar fácilmente defendible, al resguardo del viento. Montaremos la tienda, organizaremos guardias...

—Valeria, no estamos en la guerra —señaló Talith—. ¿Por qué no te relajas y dormís las dos mientras yo hago guardia?

Valeria enarcó las cejas.

—¿Por que no sería la primera vez que me querrías ver muerta?

—Eso sucedió hace tiempo. No eres la única que puedes cambiar ¿sabes? —la calavera se las apañó para mirar a Niren sin tener ojos—. Eh, cuernecitos. Hazle entrar en razón.

—Hay que ver cómo eres, Valeria—suspiró Niren cruzándose de brazos y negando con la cabeza resignadamente—. ¿Qué clase de persona pensaría que su antigua enemiga la cual ha sido horriblemente condenada a existir como una calavera parlante por toda la eternidad albergaría pensamientos negativos hacia la artífice de dicho acto?

Sonrió sardónicamente alzando las cejas.

—Podríamos colgarla en un palo a modo de linterna y decir que es el avatar de Velsharún que devora a los incautos que osan adentrarse en nuestro campamento—se bajó de un ágil brinco de la grupa del caballo aprovechando que a aquellas alturas iban caminando y se adelantó un par de pasos para guiarlo cogido de las riendas. Así aprovecharían que ella podía ver perfectamente cuando oscureciese del todo—. Pero por el momento me parece bien buscar un sitio con las características que acabas de nombrar. Creo que una cueva natural sería perfecta.

No creyó necesario decirle a la maga que mantuviera los ojos abiertos en busca de una, Valeria podía ser hosca pero no tenía un pelo de tonta y aquello era obvio. La propia tiefling también buscaría.

El sol se ocultó finalmente, mientras Niren guiaba al caballo de las riendas.

Fue la experta en los viajes en busca de reliquias olvidadas la que detectó un lugar donde podían extender la carpa: Una abertura en el risco de la montaña, lo suficientemente ancha. No era propiamente una cueva natural, pero quedaba en una posición altamente defendible y fácil de vigilar.

Niren se dedicó a montar la tienda, más que nada por mantenerse ocupada en algo mientras pensaba en el panorama.

—Que me aspen si esta no es la situación más irónica que he vivido en una buena temporada...—suspiró anudando bién la última cuerda. Se puso en pie y se sacudió las manos mientras contemplaba el satisfactorio resultado—. Con eso debería bastar.

Se puso de puntillas estirando los brazos (y la cola) como quien se despereza o algo así. Luego volvió a dejarse caer sombre los talones y se giró para mirar a Valeria que seguramente andaría ocupándose del caballo. ¿Realmente iba a turnar guardias con una maga roja exiliada? El destino tenía un retorcido y extraño sentido del humor. Si fuese una entidad viva, Niren lo invitaría a una cerveza.

La tiefling sonrió con picardía puso un brazo en jarras cambiando el peso del cuerpo de pierna.

—Por cierto... ¿Fuego?

Niren había viajado más que Valeria, pero la maga roja había participado en una campaña militar thayina, y el Azote de Thay no era precisamente conocido por su indisciplina a la hora de montar campamentos. Valeria ató al caballo cerca de la entrada, en un sitio donde el animal pudiera comer algo de hierba y además les sirviera de cobertura. Por mucho que le hubiera cogido cariño a Sombra, la maga valoraba aún más su pellejo, y no sería la primera vez que veía que un animal o un carromato bien colocados desbarataban un tiro franco a un oficial.

—Sí, haremos fuego, no quiero congelarme —escudriñó con sus ojos grises en derredor—. Y mantendrá a los animales alejados. Pero estamos en una posición elevada y no me apetece que vean nuestro campamento en millas a la redonda.

Detuvo su mirada en la tiefling, y empezó a decirle lo que tenía que hacer como una oficial a un soldado a su mando.

—Cava un hueco para alojar la hoguera, y amontona alrededor la tierra que sobre. Con esa precaución y manteniendo el fuego bajo, no nos verán salvo que estén encima.

A Niren normalmente le importaba un pimiento y medio que alguien tratara de darle órdenes, pero como le gustó la propuesta de Valeria no se lo tomó como una orden.

—¡Eh!, eso está genial—dijo—. Lo de utilizar el ingenio para tener ideas prácticas y no sólo para hacer saltar cosas por los aires, quiero decir. Hay demasiados tayinos para mi gusto que sólo lo usan para lo segundo.

Se hizo con una rama de un árbol cercano y se agazapó en el punto que le había indicado la maga, allí la clavó un poco como indicando que iba a empezar a excavar.

—¿Sabes?—sonrió de oreja a oreja con expresión angelical—. Si me echases una mano acabaríamos antes.

—En contraste, los tiefling son célebres en todo Faerûn por su raciocinio cívico y cabal —ironizó Valeria, en tono aburrido.

La sugerencia de Niren la hizo tensar la mandíbula y envarar la espalda. Un brillo peligroso pasó por sus ojos como un relámpago antes de que la maga thayina se arremangara para ayudar a Niren.

—Sea. Acabemos con esto.

—Ahí le has dado—comentó Niren jocosamente—. ¿Ves? Ya empiezas a conocerme.

Cuando hubieron hecho el hoyo, la tiefling cogió una ramita y se la llevó al rostro como si fuese a soplar para prenderle fuego, aunque en el último segundo, se detuvo.

—Uy, perdón—sonrió con pillería—. No perdamos el encanto de todo campamento clásico.

Dicho y hecho, hizo un fuego a la vieja usanza con ramitas y pedernal, después estiró su petate al lado para poder sentarse con las piernas cruzadas.

—Ojalá tuviéramos malvaviscos... —suspiró irónicamente haciendo rotar los ojos en redondo mientras formaba una linea recta con las cejas—. Y hablando de cosas absurdas en momentos absurdos... Nuestros queridos proyecto de paladín bien capaces son de haber terminado invitando a unas cervezas a quien quiera que estuviese dentro de esa ruina de casa. O de haber recorrido ya medio monte con el culo lleno de flechas. ¿Qué piensas hacer si cuando volvamos no encontramos a nadie allí?

Se cruzó de brazos y ladeó la cabeza.

Valeria le devolvió la mirada a Niren.

—La tarea de un guardia no es sólo arrestar criminales, sino ante todo, evitar el crimen. Si cuando volvamos no están ahí, como mínimo habré conseguido que recojan sus cosas y busquen otro escondite. Ese tiempo que no lo habrán empleado en asaltar viajeros —se encogió de hombros—. Y yo estaré satisfecha. Era una sola guardia, y no podía hacer más que eso: volver a por refuerzos.

Enarcó una ceja.

—Lo que no podía hacer es asaltar la casa por la fuera, ni dejar que nadie más actuase en nombre de la guardia. Tengo sus rostros gracias a mi conjuro. Si van cargados con equipo, podremos rastrearlos y pedirles cuentas.

Niren ahogó una risa por lo que le salió un ruido rasposo con la garganta.

—Oh, sí. Eso fue apoteósico—dijo. Acto seguido puso voz "hombruna" y teatral, agitando una mano como si blandiese una heroica espada invisible—. ¡Nosotros somos ahora la guardia que debe traer la tranquilidad a estas tierra! ¡Nombrados por absolutamente nadie, perdón, por nosotros mismos! ¡Marcaremos la diferencia entre unas tierras asoladas por gente normal y corriente, perdón, por los maleantes, y unas tierras de utopía pobladas por las hadas de la felicidad, perdón, unas tierras seguras donde todos puedan vivir en paz!

Finalmente soltó la carcajada se agarró el estómago y se dejó rodar de espaldas. Tras un par de segundos consiguió aplacar el ataque de hilaridad y volvió a sentarse a lo fakir, mientras se secaba una lagrimilla del ojo con el dedo.

—Ay, dioses... —suspiró—. Aun suponiendo que hubiésemos dado con rateros de verdad por puro designio de Tymora, hasta a un Tormita le costaría soltar algo más pomposo. Y mira que esos sueltan cosas pomposas.

Carraspeó y acodó un brazo sobre una rodilla, luego apoyó la barbilla sobre esa mano. La última idea de Valeria eran del tipo de las que le solían gustar, es decir, de las que se pensaban primero.

—En fin... me da igual cómo hayan acabado las cosas; si en guantazos o en abrazos. Lo que quiero decir es que no tengo nada claro que con esa actitud de desfacedores de entuertos vayamos a llegar muy lejos antes de que alguien nos parta la cara. Esto es el mundo real: la cabeza está para algo más que para llevar el yelmo—torció el gesto—. Y ya no es solo que eso me lleve a preguntarme qué demonios estoy haciendo aquí... si no que lo más preocupante de todo es que la única con algo de sentido común a la redonda parece ser precisamente la que hace siete años quería rebanarme el pescuezo. ¿No lo encuentras bastante irónico?

Valeria contempló el ataque de hilaridad de Niren con la misma expresión pétrea que tendría si la tiefling le estuviera hablando del tiempo. Lo de reírse, o sonreír si quiera, no iba con ella. Se encogió de hombros cuando terminó de hablar.

—Sería irónico si una cosa estuviera reñida con la otra —señaló Valeria. Se le ocurría más de una razón por la que una persona prudente y sensata querría ver muerta a una tiefling —. Entiendo lo que quieres decir, pero yo también me pregunto por qué has venido conmigo.

Niren sonrió de lado aunque no levantó la barbilla de la palma.

—Bueno, a parte de que no comulgaba con la idea de arrasar la casa porque sí, tú eres una maga thayina que rompe con "lo que se espera" de un mago thayino, apariencias a parte—dijo—. Quizá yo también rompo "con lo que se espera" de un tiefling, apariencias a parte.

Se encogió de hombros.

—O igual es que simplemente tengo curiosidad por lo que sea que ha convertido a la psicópata que me perseguía hace siete años en alguien así—añadió—. Pero la chica demonio no es el tipo de persona al que alguien acepte de buen grado contarle sus  batallitas, ¿a que no?

Enarcó una ceja.

—¿Psicópata? No estaba enajenada mentalmente —señaló Valeria, ciñéndose al significado estricto y exacto de las palabras—. No te equivoques, te hubiera asesinado porque así lo había ordenado mi maestro. Porque creía que ello me granjearía su aprobación, y con ella podría medrar en Thay.

Soltó un sonido a medio camino entre un bufido y un remedo de risa.

—Pero sólo era una bobalicona ignorante, como todos los demás. Duskar siempre estuvo un paso por delante de mi. De todos.

—Nunca he pensado que a un mago rojo le hiciera falta estar enajenado mentalmente para hacer ese tipo de barbaridades que hacen por ahí, la verdad. ¿Te parece poco insana ese tipo de forma de pensar que acabas de describir?—Niren arqueó una ceja—. "Pasar por encima de la gente, sea quien sea" para conseguir lo que quiero.

Se rascó una mejilla con gesto entre pensativo y curioso.

—Pero esto se pone emocionante... Es decir, lo del maestro un paso por delante de la alumna unido a que recuerdo que dijiste que te mandaron al frente. Suena a otra de esas ideas sádicas thayinas para "descartar" a alguien de algo.

Valeria eludió la pregunta.

—No sólo estuvo por delante de mi. ¿Recuerdas a Nefhis, la amante de Duskar? Quizá a ti te pareciera muy divertido, tal vez ni siquiera te importe, pero ella acabó "descartada" en una fosa anónima. Que era justo donde él la quería, dentro del complejo y absurdo juego de poderes en Thay. Sólo cabe preguntarse hasta dónde llegan sus planes y su carencia de escrúpulos.

Hizo un gesto elocuente con la mano.

—¿Por qué te dejo escapar de Thay, por ejemplo? Podría haberte matado una docena de veces antes de que pusieras un pie en el estribo. Y sin embargo, no lo hizo. Conociendo a Duskar, tendría una razón, y esa razón no sería la misericordia.