Partida Rol por web

Xelaver le hizo un gesto a su hermana para que no se preocupara, y dejó que el hombre se apartara un poco.

—Claro, amigo. ¿Qué te pasa por la cabeza? Te noto preocupado.

Hugh en la taberna pide 4 jarras de una de las cevezas que tengan, dejando la elección a discreción de la camarera. Mientras, observa la posada. No ve nada especial, ni que delate el interés del hombre. En apariencia solo gente honrada bebiendo, jugando a los dados y conversando. Paga las bebidas y se gira viendo, para su sorpresa, que el hombrecillo y Xelaver se han dado la vuelta para hablar en confidencia.

En ese momento aprovecha para consultar al dependiente. -Disculpadme. ¿De casualidad conocéis al hombre del sombrero con el que habla mi amigo?.- Señalando al susodicho individuo.

«Vaya, le van más los hombres... » pensó Alex divertida cuando vio que el tipo se iba con Xelaver.

Su hermano nunca le fallaba, sabía cómo actuar en el momento preciso. Ahora sólo esperaba que no le trajese más malas noticias... aunque claro, ¿qué era un día sin malas noticias en la vida de un aventurero? Estaría pendiente de lo que ocurría con el mago.

En ese momento cayó en la cuenta de algo y parpadeó cómicamente arqueando más una ceja que otra.

«¡Eh!» refunfuñó en su fuero interno mientras se frotaba la mejilla que tenía tatuada «¿Cómo que "peculiar"?»

Aprovechando su carrera, Jagg sube por las cajas rezando a sus dioses por ver detrás de ellas algún rastro de su observador misterioso. En caso de encontrarlo, lo seguirá; si no, volverá atrás con el grupo.

Viendo que el tipo parece derrumbarse, decido apretarle un poco más las tuercas a ver lo que suelta.- No te haré daño si me dices quién te ha pagado por seguirnos y porqué, y dónde podemos encontrarlo.- Vuelvo a dedicarle una sonrisa maliciosa.- Y sabré si me mientes...¡así que desembucha!

Tanto Alex como Hugh, desde más lejos, pudieron ver cómo el tipo del sombrero extraño se llevaba a Xelaver unos metros calle abajo y le susurraba en tono conspirador, sin perderles de vista a ellos y a los guardias que empezaban a bajar por su calle; ponía extremo cuidado en que no le oyeran.

Mientras a Hugh le habían servido cuatro pintas de una cerveza oscura y espumosa con muy buen aroma. El sonriente tabernero, un tipo delgado, salvo en el estómago que era bastante redondeado, de largas patillas negras y blancas pero con una coronilla calva y brillante, le pidió ocho monedas de cobre por los picheles.

El tipo, aún nervioso, le hizo descender una distancia suficiente para que Alex no pudiera acercarse a escucha y en voz muy baja, empezó a susurrar a su oído con tono apremiante.

-"Escucha amigo, no tenemos mucho tiempo, no deberías juntarte con esa gentuza extranjera buscadora de problemas. Es mejor que nos marchemos y que lo hagamos ahora mismo. Les decimos que te tengo que enseñar algo sólo a ti, nos alejamos y echamos a correr. Tienes que salir de la ciudad lo antes posible. Esos dos nos darán tiempo, con un poco de suerte. Yo conozco un camino, pero hay que irse ya." - la urgencia en su voz resultaba casi patética, estaba cada vez más nervioso y su mano, que se había aferrado a la solapa de su túnica con fuerza, temblaba visiblemente.

-"No me ha pagado nadie todavía, pero a los soldados del Justicia les gusta saber por dónde andan los extranjeros peligrosos en éstos días oscuros. Pagan bien por seguir a ese tipo de gente. Yo no quiero problemas, no le hago daño a nadie y sólo quiero ganarme unas monedas ayudando a mantener segura la ciudad. La prisión está en la muralla del distrito alto, en los barracones. Podéis ir allí si queréis aclarar el tema." - 

En las calles aledañas sonaba como si un grupo grande de gente se acercase, casi como si las palabras del acechador fueran una premonición.

A punto de irse ya, Ris, vio en la respuesta de la encapuchada un atisbo de curiosidad, así que aceptando el reto le formuló una cuestión:

- Gracias. Si eres reina de la información sabrás decirme quién me seguía hasta que entré en esta posada. Un hombre anodino pero de barba peculiar, cuyo interés sospecho iba más allá de echar mano de mi bolsa. No es miedo, ni venganza, solo curiosidad... Y siempre puedes intercambiar datos por datos. Yo también sé tener los ojos abiertos. Créeme. 

-"Muchos ojos vigilan a los extranjeros sospechosos en éstos días infames. Si has entrado en la ciudad con Jagg, por mucho que puedas parecer a ojos no entrenados un viejo inofensivo, habrás llamado la atención. Otra cosa no, pero vocinglero y llamativo es un rato. Y apuesto a que ha hecho gala de su arco de guerra como un pavo real de su cola. Alguien interesado en el tema ahora sabe dónde estáis cada uno, quién puede ser... Los gremios, el Justicia, los ladrones, quienes estén detrás de las desapariciones... ¿Quién sabe? ¿Había alguna mujer razonablemente joven entre vuestra feliz familia foránea?" -

A Rislân le pareció escuchar una risita sardónica debajo de la capucha mientras la mujer hablaba.

La respuesta había sido aguda, pero el monje no esperaba menos:

- ¿Y tú, siendo una chiquilla, no temes que puedas seguir el mismo camino de aquellas que te precedieron? 

- "Si. Mucho. Por eso nunca salgo de casa." - la burla en la frase estaba clara y diáfana, pero Rislân intuía que el humor estaba debajo de esa capa inicial burda y clara. Había ironía que se veía claramente, pero había algo más... Casi podía decir que la mujer decía aquello en serio y que ahí es dónde estaba realmente la broma.

Xelaver le puso una mano en el hombro en un ademán apaciguador que pretendía transmitir confianza.

—Tranquilo. Estás a salvo, no dejaré que esos dos te hagan ningún daño. Te lo prometo —respondió Xelaver en tono calmoso—. ¿Por qué no nos tomamos esa cerveza y me cuentas qué clase de problemas crean aquí los extranjeros? Cuando tengamos la panza bien llena de cerveza puedes llevarme a ese sitio, si quieres.

Su nuevo amigo mágico mostró un gesto de desesperación. Le agarró con fuerza del brazo, casi hincándole las uñas y tiró de él para intentar que le acompañara con gesto crispado mientras miraba hacia arriba. Entre dientes y con furia, susurró furioso de frustración e incapacidad.

-"No. No lo entiendes. No soy yo quien está en peligro, eres tú" - casi llorando añadió - "No nos queda tiempo, debes correr conmigo ahora, deja atrás a esos idiotas."

Alex y Hugh vieron que la conversación entre Xelaver y el tipo se hacía rara, el hombre parecía muy nervioso, casi desesperado, se agarró al mago con gesto de angustia mientras le susurraba con continuas miradas hacia arriba, Alex creía que no a ella, a Hugh o más allá.

Ella, ocupada en que el siniestro personaje no hiciera nada a su hermano, se dio cuenta demasiado tarde de qué era lo que le preocupaba exactamente: el indicio fue cómo algunos de los soldados que bajaban se quedaron retrasados, a la altura de Hugh, todos con sus cotas de malla y sus alabardas en actitud marcial. El resto siguieron bajando, incluyendo los cinco caballeros, cuatro con lanzas de caballería con pendones y escudos con blasones heráldicos variados que incluían la campana de Puerta de Plata y les identificaban como caballeros vasallos del Conde de la ciudad, todos vestían armaduras completas adornadas y bien labradas; el quinto jinete era incluso más elegante, no llevaba lanza sólo espada, pero su armadura era más recargada que el resto y se cubría con una sobrevesta con el propio blasón de la ciudad completando el adorno con una preciosa capa de pieles blanca, tenía todo el aspecto de ser un Lord y sólo su indumentaria costaba más dinero del que podría juntar entre los tres.

Hugh estaba rodeado por media docena de soldados, aunque de momento no le parecían hacer demasiado caso, se había fijado que le miraban mal, a él y al lobo. Aún no había tenido tiempo ni terminar de sacar las monedas.

Xelaver vio cómo los caballeros y el resto de soldados, otros doce hasta sumar dieciocho, se paraban al llegar a unos metros de su hermana - que se había puesto muy tensa de repente -, el doble de distancia suya. En ese momento su amigo ya se había echado a llorar de desesperación y remató sus últimas palabras con un tirón brutal tratando de arrastrarle mientras gritaba:

-"¡No hay más tiempo! ¡Corre! ¡Corre!" - y echó a correr desesperado calle abajo tratando de arrastrar a Xelaver con él.

En el momento que el mentiroso acechador del sombrero salió corriendo el Señor torció el gesto en una expresión de furia y con voz profunda y muy enfadada bramó:

-"¡Alto! ¡Alto todo el mundo! ¡El Justicia Puerta de Plata lo ordena en el nombre del Conde! Daos presos los cuatro, habréis de explicaros en los calabozos. Soltad las armas extranjeros." - 

El nuevo amigo de Xelaver no parecía dispuesto a detenerse más de lo necesario para ver si el mago le seguía.

Apenas gritó su orden el Justicia, los soldados que rodeaban a Hugh le apuntaron con sus alabardas, mientras el lobo bajaba las orejas y enseñaba los dientes gruñendo amenazante incluso antes de que los hombres llegaran a moverse.

A la vez los jinetes y soldados emprendieron la carrera en dirección a Alex, Xelaver y el tipo que les seguía.

Rislân era un hombre paciente. La edad le había dado esa virtud... pero decidió que aquel no era su sitio y su interlocutora no estaba demasiado dispuesta a hablar claramente, con lo que con un gesto de despedida y agradecimiento subió a las habitaciones para prepararlas para sus compañeros. Distribuyó los cuartos en base a lo que había pensado por el camino y procuró dejarlo todo bien ordenado y un poco más limpio de lo que seguramente el inquilino anterior lo había dejado.

Por último, se relajó un poco pues sus huesos cansados no eran los de un veinteañero y echó un vistazo a su libro de parábolas y oraciones. Cuando terminó se preguntaba qué hora sería... miró por la ventana para comprobar que aspecto tendría Puerta de Plata en aquellos momentos...

Rislân se dedicó a reposar durante un tiempo en su cuarto. Había un buen motivo por el que eran baratos: espartano parecía una palabra pensada para aquellos cuartos en exclusiva, era una suerte que ninguno de ellos fuera muy grande porque alguien demasiado alto no cabría en la cama y, seguramente, el enano sería lo máximo que el jergón se podía permitir que durmiera boca arriba sin sobresalir por los lados. El aguamaníl era pequeño y estaba sobre el arcón, sencillo y hecho de metal que a alguno de los compañeros le resultaría insuficiente para meter sus pertenencias.

Eso sí todas las habitaciones tenían una ventana de postigos sin labrar pero perfectamente ajustados y pintados, las mantas eran de cálida y limpia lana, aunque sin teñir y el mobiliario, aunque de lo más sencillo, estaba en perfectas condiciones y era de una calidad más que razonable. Todo muy enano, aunque de tamaño humano.

El anciano estaba casi adormilado en su camastro cuando le espabiló un notable jaleo en el piso inferior, un grupo numeroso de gente había entrado y hablaba muy fuerte, tanto como resonaban sus pisadas con un redoble metálico.

El anciano se incorporó de su camastro. Era una de las ventajas de ser el que se encargaba de las labores menos divertidas de un grupo de gente: escoger el lugar dónde dormir. Había seleccionado uno en el que al menos entraba algún rayo de sol, ese astro que le recordaba que existía esperanza. Se puso su calzado y abrió la puerta de la habitación, sin bajar al piso inferior. Quizá había empezado algún tipo de celebración o solamente era que sus compañeros habían llegado. Ris recordaba bien lo ruidosos que podían ser hablando junto a unas cervezas. Pero hombre precavido vive dos veces, así que escuchó a ver de qué se trataba, antes de bajar, apoyado en su cayado.