Partida Rol por web

Los tres compañeros descendieron desde la plaza en dirección a los embarcaderos. Entre las tabernas, burdeles y almacenes del puerto se movía parte de la baja sociedad que estaba más interesada en intercambiar información. 

La gente de la zona tenía un aspecto menos sucio y lamentable que la de otras partes del distrito inferior, pero mucho más peligroso. No pocos llevaban ostensiblemente cuchillos al cinto e incluso espadas o hachas. Les miraban con la misma cara de pocos amigos que el resto, pero en aquellos personajes resultaba más natural, como si siempre mirasen así a todo el mundo; a cambio tenían pinta de ser mucho más capaces de hacer algo al respecto.

El olor a óxido, carbón quemado y metal fundido se hizo más fuerte puesto que se acercaban a la zona de fundiciones y fraguas y se mezcló con el de desagüe y agua sucia a medida que se acercaban al río. Estaban pensando a qué local dirigirse, entre los embarcaderos y muelles, cuando Hank vio algo que le hizo saltar sus alarmas.

Había un tipo. Su aspecto no llamaba mucho la atención, de hecho era bastante anodino, pero su flequillo un poco en remolinos le recordaba la de su padre y había captado su interés... por cuarta vez en lo que llevaba de mañana, estaba casi seguro de que el tipo del flequillo que le ponía melancólico estaba sentado en un poyete de una ventana en la plaza de la entrada, que le había vuelto a ver mirando sandías en el mercado, que entraba en una taberna cuando se equivocaron de calle cerca de las fundiciones y ahora estaba allí, pidiéndole fuego a un estibador.

Pero cuando Hank sugirió echar a andar y darse la vuelta de repente al girar una esquina para ver si el tipo seguía allí detrás de ellos, se sorprendió. No porque el tipo no siguiera allí, que estaba en mitad de la callejuela lateral por la que iban, muy ocupado contando su calderilla, sino porque detrás, justo en la esquina en sí, una segunda figura que no pudo distinguir y que no había visto hasta ese momento, saltó sorprendida de vuelta al otro lado del rincón, saliendo de la vista pero poniéndose claramente en evidencia. 

Alex estaba empezando a preguntarse por qué rayos le llamaban a aquél lugar Puerta de Plata. Puerta de Establo estaría mucho mejor, o Puerta Desvencijada. A menos, claro estaba, que quien le hubiese dado el nombre so hubiese hecho mientras miraba fijamente al distrito más acaudalado con unos arreos puestos en la cabeza, de esos que sólo te dejan ver hacia adelante.

Y entonces lo volvió a ver. Por cuarta vez. Ponía una mano en el fuego y no se quemaba a que les estaba siguiendo.

—Disculpad un segundo... —comentó, luego esperó el momento en que el tipo del sombrero se encontraba mirando los guardias para acercarse a paso ligero. Se mantenía alerta pero ni corta ni perezosa le palmeó uno de los hombros como si fuese un conocido de toda la vida, de hecho, actuó como tal—. ¡Míiiiiiiira quien está aquí! Que sorpresa, oye. ¿Me echabas tanto de menos que quieres un autógrafo?

Sonrió de oreja a oreja.

—¿O es sólo una feliz casualidad que te dirijas exactamente en mis misma dirección haciendo todo lo posible por disimular... ?

El tipo no fue sorprendido por la maniobra de Alexandra, e incluso estuvo a punto de escabullirse. Pero no encontró realmente por dónde alejarse de ella sin pasar junto a sus acompañantes. De modo que, cuando la mujer le habló, el hombre con un tono de voz bastante calmado y seguro negó la mayor.

-"Me confundes con algún otro, moza, no se de qué me hablas ni te conozco de nada. Además no es bueno para mi que me vean hablando con busca problemas extranjeros..." - Alex suponía que el que no intentase aprovechar la coyuntura para flirtear con ella era un hito agradable, pero lo que no dudó ni por un momento es que lo que decía era mentira. Su lenguaje corporal era neutro, demasiado neutro. Deliberadamente neutro para parecer tranquilo, el individuo no era un novato en los duelos de engaño, pero ella aún le aventajaba en esa faceta.

Mientras el grupo armado seguía descendiendo por la carretera, con los numerosos transeúntes abriendo camino. La dramática puesta en escena de la chica también había atraído algo de atención y un panadero, sus clientas y una frutera con las suyas miraban la escena con interés y sonrisas divertidas desde los edificios donde despachaban desde unos mostradores que daban a la calle justo a esa altura. Dos calles bajaban antes y después de esos edificios internándose en el menos laberíntico distrito medio, llegando un centenar de metros después a internarse de nuevo en la apestosa niebla grisácea.

Xelaver había mantenido su atención alejada del cubo sólo porque había otra cosa que la había acaparado: la ciudad natal de su madre. Mientras hacía un esfuerzo consciente por orientarse, se preguntaba cuántas veces habría pasado por esas mismas calles o cuantos de aquellos transeúntes la habrían conocido cuando sólo era una vecina más del barrio pobre. ¿Sería alguien capaz de reconocer en Alex sus rasgos? Siempre le decían lo mucho que se parecía a Alondra.

Y por suerte, tampoco era dada a sus ataques de introspección, y estaba mucho más atenta a lo que los rodeaba que él. Le hizo un gesto a Hugh para acercarse con él a aquel hombre. Siendo consciente de que estaban recibiendo una atención no deseada propuso:

—¿Por qué no invitamos a este buen hombre a una cerveza? Que no se diga que tratas mal a los admiradores —sonrió, y le dedicó la mirada.

No era una mirada cualquiera. Era "la" mirada. Algo en los ojos de un hermano que el otro podía leer casi sin proponérselo. A Xelaver no le gustaba que lo anduvieran siguiendo, y menos si estaban detrás de lo que estaban. Quería hablar con ese hombre, a ser posible en privado, y ver para quién trabajaba.

Gogri miró a Jagg y escupió la pipa, que cayó sin hacer un solo ruido a la mugre que cubría el suelo.

-Tendrás ocasión de correr, Jagg - le retó -. A ver si es cierto que las piernas humanas sirven para algo y no tienes que echar mano del arco otra vez.

Sin añadir más, el enano corrió a su vez hasta la esquina. Allí se detuvo para asegurarse de que sus ojos no se perdían la imagen fija de la escena. Si la figura era tan torpe de seguir allí, la prendería. Si se marchaba a toda prisa, no iría con cuidado y tiraría cosas. En espacios laberínticos, donde la pura velocidad no era tan importante, un enano se volvía mucho más peligroso de lo que uno podía imaginar en una persecución, pero Gogri no quería separarse tan pronto de los demás.

-¡Adelante, a ver qué tipo de rata es esa!

Habían estado preguntando por ahí, pensó el enano. Habrían llamado la atención. Quizá algún curioso o un simple ratero sin importancia, pero era mejor que nada. Y nada era lo que tenían, de momento.

Siendo realistas, antes de que Gogri haya llegado al callejón, Jagg ya le ha doblado.

- ¡Tapón pati-corto! -se burla de él dándole un suave collejita (xD) cuando pasa a su lado.

No obstante, aunque le parece divertida la situación, el pequeño superviviente interior del cazarrecompensas da todo de si, insufla energía a sus músculos, no los permitirá perder.

Desconcertado en un primer momento por los hechos, Hugh se percata de la situación al observar el gesto y tono adquiridos por Xelaver. Momento en el cual, se apresura a cerrar el paso al "extraño" cuando ve que intenta evadir a Alex. 

Luego, de forma disimulada, acerca a Silent al tipo para que capte su olor corporal. 

Hay que admitir que pese a sus métodos no son precisamente ortodoxos, esta muchacha posee muy buenas aptitudes.- Pensó mientras acompañaban al tipo a un lugar más "íntimo" donde hablar.

El hombre les miró con sospecha, parecía molesto y muy nervioso:

-"¡No pienso ir a ningún lado con ustedes, extranjeros!." - gritó montando un cierto espectáculo, para alborozo de los lugareños.

Entonces escuchó hablar de cerveza gratis y miró en dirección a la parte alta de la ciudad, su rostro cambió a una expresión sedienta y codiciosa.

-"Bueno, si me invitáis a una cerveza allí enfrente, sin ir a callejones solitarios ni nada de eso, supongo que nada malo puede pasarme. En aquella taberna dan de beber por la ventana, para disfrutar del fresco y de las vistas del valle." - dijo al tiempo que señalaba un local un poco más arriba. Alex sentía que algo no cuadraba del todo pero, lo cierto, es que la taberna, y más la ventana que señalaba, estaba a plena luz en mitad de la avenida principal con docenas de personas pasando cada minuto a menos de dos metros. Era imposible que quisieran montarles una emboscada en ese lugar, a menos que no les importase que se enterase media ciudad.

Cuando cerró la puerta de la posada tras de sí, Rislân sintió una especie de alivio. No se sentía cómodo en aquella ciudad, y la culpa no la tenían sólo los recuerdos de antaño sino el presente. Pero se había juntado con aquellos jóvenes para averiguar el paradero no solo de Melissa sino, se temía, para encontrar la causa que oprimía Puerta de Plata, que estaba seguro era mucho más cruel y oscura de lo que ni siquiera había imaginado en un principio.

Con la paciencia propia de un hombre de fe, sin demasiada prisa, se quedó en el dintel de la puerta dejando que sus ojos se acostumbrasen a la luz interior, con tranquilidad. Allí de pie analizó cada uno de los detalles de la taberna para ir a reparar, unos minutos después, al enano del que Jagg Hafferil había hablado.

Cuando el enano alzó los ojos se enfrentó a la imperturbable sonrisa del anciano, que con un tono relajado saludó en la lengua de los enanos y añadió:

- Krestaff, deduzco. Tenéis un establecimiento muy funcional. - dijo señalando alrededor, con tono sincero.

Luego se sentó en un taburete de la barra, como si estuviese muy, muy cansado. Los años no pasaban en balde.

- Soy Rislân del Valle e imploro a vuestra hospitalidad, pues un amigo común, Jagg, quiere veros y me ha indicado este lugar, como un sitio discreto y tranquilo. Buscaba techo para ocho personas ¿He venido al sitio correcto?

La emboscada lo había cogido por sorpresa. Tantos años de confiar en su espada y su armadura, tantos años de saber cuando iba a entrar en combate, le habían vuelto algo descuidado. Había perdido facultades. De niño eso nunca le habría pasado. Pero ahora no era un niño, y las armas de aquellos maleantes no le producían el más mínimo temor. Menos aun si tenía un angel de la guarda cuidándole las espaldas.

Los años que habían pasado desde la última vez que la oyese no fueron impidieron que la reconociese. No tardó ni un instante. Lilya, su antigua amiga y mentora, y en ocasiones algo más. Siempre la había admirado, tanto que llegó a confundir la admiración con amor. De ella había aprendido mucho. Había aprendido a valerse por si mismo, a sobrevivir. Encontrarsela le sacó una sonrisa, aunque las circunstancias no fuesen las más agradables.

- No creia que nuestros caminos se cruzasen de nuevo... Me alegro de que tu puntería siga siendo mucho mejor de lo que nunca fue la mía - respondió en tono jocoso

Aprovechó entonces para desenfundar la espada y echar mano a su escudo.

- Os doy a todos una oportunidad de abandonar, tirad las armas y salid corriendo. No perseguiré ni denunciaré a quien se vaya ahora mismo... - anunció levantando la voz - Ni tendré clemencia con los que se queden.

Preparado para el combate esperó la reacción de los asaltantes, confiando en que al menos alguno fuese sensato y se esfumase.

El enano miró muy ceñudo a Rislân:

-"Así que de parte de ese bueno para nada busca problemas de Hafferil, ¿eh?" - su gesto era de pocos amigos y parecía que iba a prorrumpir en gritos de un momento a otro. Pero el anciano, buen conocedor de la psique humana - o enana, para el caso - sabía que estaba haciéndose el enfadado intentando hacer una broma de dudoso gusto. Decidió que lo mejor era fingir un ligero tono de preocupación, no se fuera a ofender por pillarle el truco.

Tuvo éxito y apenas usó su mueca el enano explotó pero en una risa, mantenía una mitad de la boca tiesa, pero la otra se abría en una amplia carcajada que dejaba ver una dentadura en buen estado pero totalmente asimetrica y torcida. El ojo del lado de la cara que estaba fruncido se cerraba por completo, mientras el otro brillaba con hilaridad.

Los dos borrachines miraban la escena con ojos vidriosos y estúpidas sonrisas que indicaban que no se enteraban de nada pero estaban felices de que, por una vez, el mundo pareciera tan contento como ellos en ese momento.

El tabernero golpeó la jarra de peltre que estaba limpiando sobre la mesa justo enfrente de Rislân y, mientras la llenaba de un brebaje sospechoso de color verdoso desde una botella de cerámica dijo:

-"Claro. No tengo tantas habitaciones, pero si os juntáis de dos en dos, podréis pasar la noche en los cuartos de arriba. ¡Y tomar una buena comida y un cena caliente! No ahora, claro, la cocinera no está todavía. Está al mercado a comprar nabos, puerros y patatas para hacer el guiso. Vendrá en un rato."

Cuando el paladín desenvainó la espada y embrazó el escudo para dar más énfasis, su voz sonó vacilante en su amenaza. Aiden miró alrededor, vio la miseria de aquel lugar, gente enferma que vivía en las calles, otros rebuscando en lo que el río bajaba de las alcantarillas de los barrios altos, niños tan delgados que podría ceñir su talle con una mano y supo que aquellos tipos sólo trataban de sobrevivir. Sus ojos lo reflejaron, la tristeza quebró su voz al final de la amenaza y aquellos criminales sintieron la debilidad, la duda. Se lanzaron como una manada de lobos contra una oveja.

Una flecha voló de nuevo desde el tejado antes de que los tipos se movieran, pero se quedó demasiado corta y no golpeó a nadie.

-"¡Takasi!" - oyó Aiden la voz de Lilya maldecir en elfo desde las alturas.

Los tres criminales avanzaron hacia el con los cuchillos en la mano, dos se desplegaron para flanquearle mientras el tercero le distraía con un ataque frontal. Sin embargo aunque el cuchillo superó su guardia su filo fue totalmente insuficiente para desgarrar las láminas de su armadura que lo hicieron rebotar como si fuera un palo.

El más rápido de los flanqueadores tuvo la misma suerte, su cuchillada se estrelló contra el metal encantado como un abejorro contra una pared de piedra. El tercero, nervioso viendo que sus compañeros no eran capaces de acuchillar al blindado guerrero lanzó un tajo tan patético que ni siquiera golpeó el escudo interpuesto entre él y Aiden.

Por cortesía Ris tomó un sorbo de lo que el enano había echado en la jarra, sin temor. Parecía conocer bien al extrovertido arquero y eso daba confianza al anciano. Rebuscando entre los enseres de su faltriquera sacó un poco de sal y pimienta, de su saco de especias para uso personal. Envueltas en un tramito se las acercó al enano, agradecido:

- Excelente. Los amigos de mis amigos son mis amigos y veo que el sentimiento es recíproco. Tomad, dadle esto a la cocinera cuando regrese. Dará alegría al potaje, que es cosa buena dada la poca que hay en esta ciudad. - dijo señalando las hierbas. Luego con un tono más confidente añadió -  ¿Por qué está el ambiente tan enrarecido? Los cadáveres colgando no son algo muy agradable... 

Tras esperar a ver si Krestaff se iba un poco de la lengua, que parecía dispuesto a hablar, Rislân agradecido continuó, poniendo dos piezas de oro sobre la mesa:

- Jagg y el resto de mis compañeros son bastante comedidos en los gastos, así que espero que con esto sea bastante para quedarnos aquí. Distribuiremos el espacio como mejor podamos siempre que no causemos molestia alguna. ¿Estaremos solos? ¿Esos dos parroquianos y el de allí al lado se alojan aquí también?

Mientras Rislân probaba el bebedizo, de sabor fuerte, amargo y muy alcohólico, el tabernero cogió la bolsa que le daba y la olfateó con desconfianza, estornudó sonoramente y la guardó en una repisa detrás de él.

-"No sé qué demonios es esa cosa, se la daré a ver si ella sabe pa' que vale." -

El enano mordió las monedas mientras extendía la mano diciendo:

-"Por muy amigos que seáis de Jagg ésto no es un albergue de caridad. El precio es de 5 de plata por persona. Incluye comida, cena y desayuno, cada uno acompañado de dos bebidas. Si vais a ser ocho serán cuatro de oro, aunque no me importa que paguen según vayan llegando." - retiró la mano con un gesto conciliador al decir las últimas palabras.

Cuando fue cuestionado por los demás, negó con la cabeza y se rió con su media carcajada y su ojo guiñado.

-"No. No. Estos son habituales, tal vez luego venga algún campesino a pasar la noche o un lugareño que quiere estar en un lugar tranquilo. Estos dos" - dijo poniéndoles a los borrachines un par de jarras de peltre nuevas - con estruendo al golpearlas en la barra, sobresaltándoles - y llenándolas del recipiente cerámico - "tienen un cuchitril aquí cerca, pasarán por allí a comer y luego se irán a su trabajo en el matadero de Jensen, por la tarde. Aquella no se donde vive, viene aquí y, a veces, la visita gente. Es una habitual." - el enano puso gesto sombrío y bastante apenado.

-"Si. Los cadáveres. Ese condecito... El hijo del Conde, ya sabes" - aclaró - "está descontrolado... Diablos, las desapariciones tienen a la gente muy nerviosa... ha habido disturbios y, dicen, que ya han secuestrado a mujeres incluso del distrito alto, damas de alta cuna. Feo asunto, feo asunto. El pueblo no aguanta más, y no solo aquí abajo, más arriba tampoco. El Conde está presionándole mucho y no hay semana que el muy honorable Justicia de la Ciudad" - el rintintín y sonsonete en el título era más que patente - "no encuentre nuevos culpables de pertenecer a la impía sociedad que está detrás de los secuestros" - el enano escupió, Rislân esperaba que no en el trapo de limpiar las jarras, pero no estaba muy seguro - "Paparruchas. Los visitantes extranjeros con pinta peligrosa harían bien en no acercarse por la ciudad. De hecho los listos no lo hacen ya." - el enano se quedó un poco meditabundo, como si tuviera una idea encallada en la sesera que no terminara de ir ni para delante ni para atrás.

La mención del asunto de las mujeres turbó al monje por unos instantes, pero cogiendo el guante que el enano había lanzado intentó seguir la conversación:

- Pues me temo que yo no soy de los más listos, maese enano... siendo extranjero y con aspecto peligroso - dijo, haciendo énfasis en el adjetivo con una mueca más divertida - creo que me he metido en la boca del lobo. ¿Pero por qué tanto problema con los de fuera? A veces hay que ver la viga en el ojo propio antes que la paja en el ajeno. ¿Quién ha sido la última desdichada en caer por el influjo del Mal? ¿Hace mucho tiempo? Si están buscando un culpable... un culpable real... quizá debería ayudar al que lleva el cargo de la Justicia. Aparte de la presión política, ha de tener el alma atormentada por ajusticiar a tanto inocente... ¿Cómo se llama?

Aquello parecía un interrogatorio, pero a Rislân se le agolpaban las preguntas en la cabeza, pese a su innata paciencia. La posibilidad de averiguar algo en aquel lugar perdido en el arrabal de aquella sucia ciudad le emocionaba. Dejando descansar un poco al enano hizo un gesto hacia la figura embozada de la mesa, pidiéndole a Krestaff que le sirviese algo de lo que tomaba habitualmente. 

Arrastró la silla con sonoridad, a propósito, y preguntó a la otra parroquiana:

- ¿Puedo? - dijo, intentando ver bajo la capucha - Mi nombre es Rislân del Valle. Acabo de llegar a Puerta de Plata y he acabado aquí. No es una ciudad demasiado alegre pero dicen que cuando la desgracia llega a su colmo, viene la felicidad imparable.

Aquello no había salido como esperaba. La miseria que le rodeaba en aquel lugar le estaba afectando. Nunca había tenido intención de matar a ninguno de aquellos hombres, y su voz le había traicionado dejándolo claro. Podría hacerlo sin demasiado esfuerzo, pero él no era eso. 

Metido ya en medio del combate, sin más titubeo, lanzó su espada buscando un golpe de plano sobre el asaltante que se había colocado frente a él. Trató de darle fuerte, buscando derribarle, pero sin causarle un daño que pusiera en peligro su vida.