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Desapariciones en Puerta de Plata (Finalizada)

Capítulo I: La llegada a Puerta de Plata

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18/01/2014, 01:01
Director

Emprendieron el camino hacia Puerta de Plata cuando aún las sombras eran largas, dando al sendero un aspecto fantasmal e irreal. Aún con esas, no les faltaba compañía en la ruta pues habían abundancia de viajeros, unos más lentos, cargando pesados fardos o dirigiendo carros lentos de bueyes. Otros más rápidos en carretas de caballos. Nadie, ni los mejores carros, llevaba escolta ya y los aventureros recibieron no pocas miradas suspicaces de algunos mercaderes, la mayoría de la gente con que se cruzaban miraba mal el lobo que les acompañaba y, a veces, Hugh tenía que calmar los ánimos de aquellos a los que las historias y leyendas sobre la ferocidad de los lupinos más había influenciado.

A medio camino de la ciudad se cruzaron con una patrulla de soldados; jinetes con armaduras de cota de malla, con sobrevestas y escudos con el símbolo de la campana de plata que identificaba al conde de Puerta de Plata. Iban armados con ballestas, lanzas de caballería y armas de guerra variadas: unos espadas, algunos hachas, los menos mazas de guerra o manguales. Los soldados les miraron casi con hostilidad y se quedaron vigilando, viéndoles alejarse, hasta que los aventureros se perdieron de vista, momento para el cual Puerta de Plata resultaba visible en lontananza – y ellos desde las murallas, si decidían montar un barullo significativo –

Hugh y Jagg ya habían pasado por Puerta de Plata, aunque hacía muchos años de la última vez. También Rislân, en su larga vida, la había visto antes, aunque la última vez pudo ser antes de que varios de sus compañeros actuales hubieran nacido. Gogri en cambio, que hacía también décadas desde que vagabundeaba fuera de las cavernas de los enanos, nunca había prestado demasiada atención a los parajes humanos que hollaba, ni siquiera recordaba si había estado en esa ciudad en particular o no. Xelaver, Alexandra, Aiden y Hank, no se habían acercado nunca a la ciudad propiamente dicha, estaba orillada respecto a las rutas principales y uno no necesitaba ir a ella si no era ex profeso o venía de alguna de sus muchas pedanías y pueblos tributarios. A los hermanos les hubiera llamado la atención la posibilidad de conocer la ciudad de origen de su madre, pero en esos momentos estaban más interesados en el destino de otra parte importante del pasado de su progenitora: su hermana mayor.

Por eso fue el locuaz Jagg quien dio el aviso de que quedaba poco, confirmado por Hugh enseguida. La vista del paisaje que le era familiar al volver al sitio que le vio nacer, la misma visión que fue la última que tuvo de él al abandonarlo: Un río caudaloso y rápido se dirigía con fuerza contra una colina que había sido moldeada hasta formar una pared casi vertical, golpeaba con energía el acantilado, donde el río se amansaba ligeramente formando un amplísimo remanso, casi una laguna, para después rodear la cima, que se hacía cada vez más tendida desde el despeñadero. El río circundaba la base redondeada de la montaña como si, después de golpear con fuerza la parte baja de su espalda la abrazase el vientre desde detrás. La ciudad era prácticamente inaccesible, porque el río no podía ser vadeado sin un barco y la parte que no rodeaba, resultaba muy escarpada.

Una nube gris oscura, sucia, ajironada, parecía alzarse desde un poco más arriba del agua para ceñirse a mitad de altura de la colina, como un delantal. Pronto notaron que no era una nube, sino humo sucio: contaminación de fuegos y fundiciones. Lo que podía haber sido un paisaje idílico y bello quedaba enturbiado por aquello, que presagiaba un ambiente maloliente, cargado y pesado cuando llegaran.

Lo primero que vieron de la ciudad propiamente dicha fue el resplandor del sol, todavía bajo, al refulgir sobre la cima de la montaña. Allí devolvían la luz solar, en un brillo nacarado, espléndidas obras arquitectónicas de mármol blanco, que sobresalían por encima de unas empinadas murallas de piedra que cerraban un amplio círculo de la cima de lado a lado del acantilado. Un brillo plateado, intenso y radiante, señalaba la campana de plata en una de las torres más altas del distrito que servía de símbolo a la ciudad. Después distinguieron la cuidada calzada que descendía desde la cima, amplia y no menos brillante - al menos en su inicio - que se internaba entre edificios más discretos al poco y no tardaba en desaparecer en el banco de humo.

Al seguirse acercando, cuando ya descendían hacia el valle a pie de la colina que albergaba la ciudad, ya pudieron distinguir un puerto de actividad febril, barcazas y veleros fluviales entraban y salían atravesando un malecón y pasando, como abejas en una colmena, por debajo de un puente de piedra de inmensos arcos apuntados. Ese puente parecía el único acceso a la ciudad para quien no quisiera atravesar la imposible corriente del río o afrontar la peligrosa escalada de un muro casi vertical. El lado de la ciudad del puente estaba fuertemente defendido por una pequeña fortaleza, alta y espigada, con balistas en las torres, cuerpos de guardia y un rastrillo doble con portón reforzado.

Ahora la puerta estaba abierta, aunque un grupo numeroso de guardias, vestidos con los colores y símbolos condales, detenían e interrogaban a todo el que quería entrar en la ciudad. El resultado era que, cuando los aventureros llegaron, había una fila de buen tamaño y un retraso de cerca de media hora antes de llegar hasta los guardias vestidos con armaduras de escamas y espadas al cinto, sus escudos de gran tamaño reposaban tras ellos en la pared del arco de entrada. Para ese momento un hedor fuerte, penetrante, a humo, metal fundido, agua sucia y ciudad les asaltó; tardarían en acostumbrarse, si es que lo hacían.

Las inmediaciones del río estaban preñadas de edificaciones: casas de pescadores, posadas, tabernas, burdeles, almacenes y granjas – sólo río arriba, puesto que río abajo el color del agua era de un desagradable y repulsivo tono marrón metálico a causa de la inmundicia vertida por la ciudad y sus industrias, muchas de ellas de transformaciones metálicas –

La gente de la cola les miraba con la misma desconfianza que en el camino, sus ceños se fruncían al ver sus armas de guerra y las armaduras de combate que lucían algunos de ellos. No resultaba necesaria mucha perspicacia para darse cuenta de que poca gente andaba sola, no solo junto a ellos, sino dentro de la ciudad y ni una sola de ellos era una mujer. Fue entonces, cercanos ya a la fortificación de la entrada, cuando vieron algo que definitivamente llamó la atención de todos:

De las almenas de la fortaleza que protegía el acceso por el puente colgaban como una docena de cadáveres en distintos grados de descomposición. Todos tenían carteles colgados proclamando sus crímenes, que incluían invariablemente asesinato y secuestro, a veces además añadían violación, robo o asalto. Aunque muchos de los viandantes dirigían a los cadáveres miradas de odio y comentarios crueles, otros tantos parecían ignorarlos completamente - casi parecían tratar de ignorarlos -. Después de un rato de notar tal comportamiento, Aiden, Alexandra, Hank y Rislân pudieron percibir un patrón: quienes evitaban mirar o ignoraban los cadáveres eran, sin excepción y con casi total seguridad, lugareños: ciudadanos y habitantes de la comarca. 

- Tiradas (1)

Motivo: Averiguar intenciones de grupo

Tirada: 1d20

Resultado: 20

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18/01/2014, 01:06
Director

Xelaver y Alexandra vieron, en las cercanías ya de la ciudad, una o dos de las tabernas de camino que podían haber llamado la atención de su hermana Sharyn, sobre todo si iba borracha: eran muy de su estilo y resultaban llamativas desde el exterior; pero, con la promesa de una ciudad de buen tamaño a tiro de piedra, dudaban de que fueran lo bastante atractivas para demorarse en ellas a cualquiera de los tres.

 

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18/01/2014, 01:06
Director

Hank se fijó en la febril actividad mercantil o industrial de la zona de los arrabales, pero un tipo de actividad que no atraería a cortabolsas y rateros, sino a asaltadores nocturnos dispuestos a saquear los negocios en la cobertura nocturna. Si Mara había llegado a la ciudad no serían los arrabales donde se hubiera internado a ejercitar su arte, los mercados de la zona media de la ciudad, invisibles por el humo desde allí abajo eran un sitio más apropiado. O los de la parte baja, que creía alcanzar a escuchar a lo lejos desde allí, si prefería menos riesgo y menos beneficio.

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18/01/2014, 01:06
Director

Aiden no veía ningún templo ni recinto sagrado. Sus noticias acerca de Puerta de Plata eran que no encontraría nada de ellos hasta, al menos, el distrito central. Ni los arrabales ni el distrito inferior tenían porqué haber recibido la visita de Gina. Aunque era cierto que en el distrito inferior era donde estaban los pobres y hambrientos, probablemente también no pocos orfanatos. ¿Cabía la posibilidad de que ella se hubiera internado en tan peligrosos distritos? ¿Podía ser que su desaparición fuera fruto de la vulgar violencia innata a los focos de pobreza?

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18/01/2014, 01:07
Director

¿Dónde podría ir Luna en ésta ciudad apestosa?, se preguntó Gogri. No lo sabía, suponía, vagamente, que al mercado, a donde hubiera orfebres o vendedores de joyas. Desde luego eso dejaba fuera todo lo que veía en los arrabales e, intuía, también excluiría el barrio de justo detrás de las puertas. Quizás carretera arriba, en dirección al refulgente pináculo donde parecían estar aquellos palacios, mansiones y monumentos, hubiera zonas de comercio más propias del arte de la chiquilla.

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18/01/2014, 01:07
Director

Hugh sabía que cuando se llevaron de su lado a la pequeña Lea, pobre y humilde como era, su destino fue uno de los hospicios de la parte baja de la ciudad, pasando la puerta se seguía por el camino principal hasta una plaza en la que había un mercado de frescos y desde allí se internaba y serpenteaba por calles laterales hasta una especie de iglesia vieja y destartalada, de estrecha y corta planta pero altísima torre – se veía a manzanas a la redonda – donde residían los niños. Pero Lea habría dejado el orfanato al menos dos años antes, aunque siempre la trataron bien allí, quizás volviera alguna vez a ver a las hermanas.

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18/01/2014, 01:07
Director

Mientras Jagg acompañaba a sus compañeros, la melancolía se apoderó de él al ir viendo formas cada vez más familiares en el paisaje. Desde el final de la cola para entrar, si aguzaba la vista, creía que podría ver las tierras de los Grobal; aunque sus ojos no eran lo bastante finos para ver el edificio, el camino que subía río arriba para llegar hasta allí empezaba a menos de veinte metros de donde se encontraba. También, cuando la niebla de contaminación se abría un poco, a veces, veía a lo lejos la torre del campanario de la iglesia de San Cuthbert que tomaba como referencia para llegar a casa de Valmi y Truhan: por la calle del ábside la tercera a la derecha, dos esquinas a la izquierda y cruzar la plaza del pozo. A medida que se acercaba a la puerta empezaba a distinguir el cartel de la vieja herrería que usaba como referencia para coger la calle que, tras una caminata embarrada por calles poco recomendables, llevaba hasta “La Mula Traspuesta” y las calles que había andado de niño. Aunque ver los macabros cadáveres colgando por allí hacía que prefiriera volver la cabeza a recuerdos más agradables. Melancólicamente agradables.

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18/01/2014, 01:09
Director

Para Rislân los malos recuerdos empezaban a agolparse. No había venido mucho por Puerta de Plata en su larga vida: cuando su padre le vendió, alguna vez al mercado cuando la economía apremiaba y era necesario sacar dinero vendiendo alguna cosa y en el horrible viaje donde encontró a su mujer muerta y no pudo encontrar a su hija – lo cual, si se paraba a pensarlo, podía ser una suerte – Recuerdos demasiado fuertes para que, si estuvo alguna vez más, su memoria alcance a rememorarlo. Siempre, en esas ocasiones, ha acabado su camino bastante cerca de la puerta a la que se acercaban, siguiendo el camino principal, en la primera plaza, la que tiene un pequeño mercado de frescos; nunca nadie de su humilde familia ha necesitado llegar más lejos. Y salir del camino en esa zona de la ciudad, era un suicidio para gente menesterosa y de bien. ¿Hay algo nuevo que encontrar en éste viaje? Algo le dice que si.

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18/01/2014, 01:09
Director

Para Rislân los malos recuerdos empezaban a agolparse. No había venido mucho por Puerta de Plata en su larga vida: cuando su padre le vendió, alguna vez al mercado cuando la economía apremiaba y era necesario sacar dinero vendiendo alguna cosa y en el horrible viaje donde encontró a su mujer muerta y no pudo encontrar a su hija – lo cual, si se paraba a pensarlo, podía ser una suerte – Recuerdos demasiado fuertes para que, si estuvo alguna vez más, su memoria alcance a rememorarlo. Siempre, en esas ocasiones, ha acabado su camino bastante cerca de la puerta a la que se acercaban, siguiendo el camino principal, en la primera plaza, la que tiene un pequeño mercado de frescos; nunca nadie de su humilde familia ha necesitado llegar más lejos. Y salir del camino en esa zona de la ciudad, era un suicidio para gente menesterosa y de bien. ¿Hay algo nuevo que encontrar en éste viaje? Algo le dice que si.

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18/01/2014, 12:49
Jagg Hafferil

Jagg permaneció obnubilado el trecho del camino que comprendía entre que aviso de la proximidad a la ciudad y que llegaron a la cola. Reminiscencias, imágenes del pasado se le venían a la mente. Estuvo un buen rato como mirando al horizonte, con la vista clavada en un diminuto punto en medio del campo, con una mirada nostálgica. De vez en cuando se mordía el labio como sopesando si hacer o no una locura por su cuenta. Después estuvo fijándose en el perfilado campanario de la iglesia de San Cuthbert y por un momento mostró una ranura de debilidad, una centella de lágrima que se apresuro en tapar con su mano añadiendo un comentario como "Auch, se me ha metido polvo". Finalmente, estaban muy próximos a la puerta y ahí encontró una nueva referencia de su pasado.

- Muchachos -llamó a sus compañeros haciendo un gesto oportuno y bajando la voz continuó-. Deberíamos encontrar un lugar tranquilo y discreto donde planificar un poco qué haremos. No se si el señor Rislân dispone de una vivienda en la ciudad, pero tengo la esperanza de que unos viejos amigos míos sigan por aquí. Cerca de este nido de pulgas está "La Mula Traspuesta", jejeje, la taberna más sucia y y problemática del mundo, pero su dueño, Krestaff, era un buen tipo que podría soltarnos un cable. Además, tengo una amiga, jejeje, muy dada a enterarse de cotilleos, chismes y asuntos turbios que solía parar por allí. ¿Qué opináis?

Mientras cuenta todo esto, va lanzando miradas de soslayo a los alrededores por si hay observadores indiscretos poniendo sus orejas donde no deben.

Aún le quedaba otro as en la manga al astuto Jagg, pero no lo iba a comentar tan rápido. Una visita a su cuñadito Truhan estaba al orden del día en sus prioridades, aunque lo primero era lo primero: establecerse. ¿No obstante... tener ocho desordenados invitados en su casa sería bastante castigo por su ser capaz de cuidar a su hermana?

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18/01/2014, 13:47
Director

A Jagg no le parecía que nadie estuviera prestandoles una atención curiosa, pero sí que recibían continuas miradas suspicaces de bastante gente. Considerando que eran los únicos de la fila que no parecían locales ni mercaderes, sino mercenarios tampoco se podía considerar completamente extraño, pero sí tal vez demasiado intenso.

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19/01/2014, 21:32
Alexandra

Creía que ya habíamos decidido ayer ir a preguntar a la guardia—dijo Alexandra para, acto seguido, parafrasear a su hermano—. Por aquello de no terminar planificando el plan.

Miró a ambos lados, aquella ciudad no se parecía nada a Puerta del Duque y sin embargo el contenido era muy similar. Salvo quizá por los inagotables juglares, siempre se lo había preguntado, ¿de dónde salían tantos juglares? ¿y por qué rayos a todos les daba por ir a Puerta del Duque? ¡Como si no hubiese más ciudades!

Bueno y también en el tema de la peculiar decoración: eso de tener gente muerta colgando de las almenas se le antojaba bastante asqueroso.

No es raro que a un pueblerino normal y corriente le de grima mirar un muerto colgando de las almenas de su ciudad pero podía haber más de una razón. Y seguro que su hermano pensaba algo similar. En una ciudad hay muchos ojos y oídos que que captan y oyen cosas, especialmente aquellos de personas que son invisibles para la gran mayoría de aventureros o donaires por el mero hecho de no ser nadie. Xelaver tenía un ojo infalible para saber a quién preguntar.

—Parece que alguien se lo ha estado pasando pipa ajusticiando a dedo—comentó, luego volvió al tema—. Deberíamos ir primero a eso, por aquello de informarnos. Y luego ya vemos qué nos cuentan las "fuentes extraoficiales" que menciona Jagg.

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19/01/2014, 22:08
Xelaver

—¿Hmmm?

Xelaver casi se sorprendió de encontrarse Puerta de Plata, concentrado como seguía en aquel rompecabezas cúbico. Miró en derredor, como si se hallara completamente desorientado, hasta reparar en los cadáveres que había mencionado su hermana. Enarcó una ceja, y ahora que su hermana había mencionado el asunto, observó las reacciones de lugareños y extranjeros.

Gánate la confianza de la gente humilde, y a aprende sus costumbres —le había dicho una vez su madre—. En más de una ocasión, una sonrisa, un cumplido sobre las atenciones recibidas por mi caballo o una pregunta oportuna dirigida a un mozo de cuadra me han procurado más información que la que toda la erudición o el oro del reino podría haberme proporcionado.

Se guardó el cubo en una bolsita del cinto y carraspeó antes de dirigirse a un lugareño que parecía evitar mirar a los cadáveres de allí arriba.

—Disculpe, buen hombre, pues soy extranjero en estas tierras —se introdujo, antes de hacer un vago gesto con la cabeza en dirección a los cuerpos—. ¿Qué han hecho esos pobres diablos para merecer tal escarnio público?

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19/01/2014, 22:17
Director

El hombre interrogado por Xelaver, probablemente un granjero de los alrededores que acudía al mercado con un carro de mano cargado de verduras, se sobresaltó cuando se dirigió a él. Mirándole con desconfianza, a él y a sus acompañantes, se movió para interponer el carro entre Xelaver y su persona. 

Pero pareció relajarse, tras dirigir una mirada en dirección a la entrada, se sintió más seguro al contemplar a los guardias, con sus armas y armaduras. Fue entonces cuando por fin respondió:

-"Ultimamente desaparece mucha gente por aquí. Mujeres, sobre todo; aunque también aparece a veces un hombre muerto. La gente está muy enfadada y el Conde, que los dioses le guarden muchos años, empieza a sentir la presión, dicen que atosiga mucho a su hijo, el capitán de la guardia. Y él, en estos días, ha empezado a encontrar muchos asesinos y los hace ahorcar de las almenas... Pero las desapariciones no cesan y las mujeres no aparecen, aunque sí se han reducido, eso es verdad. Debe haber muchos criminales."

Aiden, Rislân, Alexandra y Hank se dieron cuenta de que, a pesar de sus palabras, el hombre más bien sentía que los asesinos colgados no tenían nada que ver con el otro tema.

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20/01/2014, 19:21
Hank Daggerfell

Puerta de plata al fin. Mara ¿donde demonios te encuentras?- pensó Hank contemplando la imponente ciudad que se extendía frente a él. Grande y bulliciosa, por supuesto, mucho más que su hogar, pero una ciudad al fin y al cabo. Con su barriada noble, sus barrios humildes separados de estos (a la mayor distancia a ser posible), los bajos fondos donde tu garganta vale menos que el cuero de tu bolsa de monedas...y su gente, por supuesto: mercaderes, charlatanes, putas, matasietes, nobles, mendigos...una fauna que conocía bien. Más grande o más pequeña, una ciudad era una ciudad. Y era su terreno. 

Así que respiró relajado y abrió sus oídos a los comentarios de la gente. En una cola tan larga hay tiempo de sobra para hablar, así que mientras alguno de sus compañeros interrogaba al campesino de un carro, Hank decidió recorrer la fila prestando atención a lo que comentaba la gente entre sí. Resistió la tentación de husmear por si daba con alguna bolsa de monedas jugosa. Tenía dinero suficiente, y ya no se dedicaba a eso. Aunque ladrón una vez...

Notas de juego

Director, quiero ir moviéndome por la fila, sin que parezca que trato de colarme, y estaré atento a lo que habla entre sí la gente por si alguna conversación atrae mi atención. Si veo que voy a perder de vista a mis compañeros, regresaré.

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20/01/2014, 20:27
Director

La gente miraba a Hank con notable suspicacia, su aspecto mostraba a las claras que no era uno de ellos y le vigilaban más de lo que a él le hubiera gustado. Pudo notar claramente que los lugareños estaban muy susceptibles con los extranjeros - al menos con los que, como él, tenían aspecto de aventureros y buscavidas - lo que hacía que muchos se callaran para mirarle ceñudos cuando acercaba la oreja disimulado.

Aún así pudo captar retazos de conversaciones, cosas como:

-"Sí. El conde debería hacer algo, tampoco es justo tantas muertes sin sentido..."

-"Dicen que desapareció de su misma casa, esfumada, como si fuera un fantasma..."

-"Los nobles trajeron cosas para limpiar las alcantarillas y, si tienen hambre, salen y comen lo primero que encuentran..."

-"... imposible encontrar guardias que vengan hasta la ciudad, tienes que buscarlos nuevos o..."

-"...ningún visitante en su sano juicio vendría ahora..."

No era mucho, pero entre el jaleo de tanta gente, animal y carro y lo desabridos que se mostraban con él, tenía que considerarse satisfecho con aquello.

- Tiradas (1)

Motivo: Escuchar

Tirada: 1d20

Resultado: 8(+8)=16

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20/01/2014, 23:02
Aiden Stendahl

Aiden contempló con pesar los cuerpos colgados. Esa no era forma de impartir justicia, y si era cierto que se trataba de cabezas de turco... le costaba imaginar por qué podía alguien hacer eso. El simple hecho de verlo le entristecía. Definitivamente hay mucho trabajo que hacer en este lugar... pensó. 

-Jagg tiene razón, deberíamos hablar de lo que vamos a hacer. No tiene sentido que todos vayamos a hablar con la guardia  - comentó - será más útil que nos separemos y nos reunamos más tarde de nuevo.  El lugar que propone... bueno, parece tan bueno como cualquier otro.

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21/01/2014, 09:03
Gogri Grimhammer

Gogri resopló. En el mundo de los humanos uno siempre estaba mirando hacia arriba. Ése parecía su destino, si debía encontrar a Luna. Arriba, donde se comerciaba, o donde debía comerciarse, con arte. Ahí abajo, entre la carroña, sólo se intercambiarían momentos de la ponzoñosa vida que reptaba junto al río.

La historia de los muertos llamó la atención del enano,  emitió un gruñido entre interesado y circunspecto. Había vuelto a sacar la pipa, era bueno para el camino y no le apetecía hablar, ni siquiera con Jagg. En ese momento, recordaba los motivos por los que estaba fuera de su casa. No por Luna, no, por sí mismo. Él no era un enano convencional. Un enano como los dioses mandaban no deseaba abandonar su tierra. Se sentía indigno. Llevaba así ya muchos años, y la mirada de desconfianza de los humanos que se encontraban con él, incluso sus palabras frías, no eran nada comparadas con el aplastante silencio que le dedicaban muchos de sus conocidos. Hacía demasiado que no brindaba con los suyos en el interior de la morada de Groll.

Mientras chupaba y alimentaba el humo en el caño, dejaba que el humo saliera a su gusto de la comisura de sus labios. El tabaco se inflamaba en la cazoleta, como un latido adicional a su corazón templado. Finalmente, el enano se acercó a Jagg.

-Estoy contigo, muchacho. Aquí podemos hacer más cada uno con una tarea. Si preguntamos todos a la guardia, y el capitán de esa guardia es un hombre nervioso, terminaremos por llamar demasiado la atención - le dijo mientras observaba atentamente el balanceo suave del cadáver más cercano.

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21/01/2014, 18:34
Rislân del Valle

El viejo Rislân se dejó arrastrar por sus compañeros y por la propia riada de gente que buscaba atravesar las murallas. A cada paso que daba los malos recuerdos empezaban a agolparse, penetrando como el hedor a humo y hierro de Puerta de Plata. Sacó un pañuelo de la faltriquera y se lo puso en la boca para no sentir aquel regusto metálico. 

No había venido mucho por la ciudad en su larga vida: cuando su padre le vendió, alguna vez al mercado cuando la economía apremiaba y era necesario sacar dinero vendiendo alguna cosa y en el horrible viaje donde encontró a su mujer muerta y no pudo encontrar a su hija. Recuerdos demasiado fuertes para que, si estuvo alguna vez más, su memoria alcance a rememorarlo. Nunca había pasado de aquella primera plaza dónde se vendían las verduras y frutas de las pedanías de los alrededores. No era miedo lo que sentía, era emoción contenida. Tenía la sensación que esta vez iba a encontrarse con Melissa.

Percibió con claridad diáfana el miedo de la gente y sintió pena. Pena porque el hombre nunca se da cuenta que los odios nunca cesan en este mundo por odiar, sino por no odiar. Cuando Xelaver preguntó al campesino, sacando al monje de su ensimismamiento, éste tuvo la intención de tomar de las manos a aquel asustado hombre para transmitirle serenidad, pero no lo hizo. No era el momento. Eso mismo intentó transmitir a Hank con una serena mirada, al que veía inquieto entre las filas; una especie de "ten cuidado y no te metas en líos porque aquí parecen más que justos, crueles".

Sabio es el que escucha así que como vio al arcanista con ganas de seguir hablando no le interrumpió, aunque se mantuvo a su lado con una media sonrisa paciente, intentando transmitir tranquilidad. Entendía la actitud de aquella gente atemorizada por un señor demasiado severo y porque el metal que llevaban encima Gogri y Aiden imponía la ley de la precaución.

Luego se ofreció a buscar un sitio donde quedarse, comer y descansar:

- La mula traspuesta parece tan buen nombre como cualquier otro, Jagg, así que si me indicas por dónde se encuentra, reservaré alojamiento y comida. Si alguno quiere acompañarme, es bienvenido. Saber que tenemos un sitio dónde quedarnos y descansar servirá para que estemos más tranquilos y al menos tengamos un vínculo común.

Vínculo muy necesario, pensó, pues de la unión se hace la fuerza y para superar este ambiente opresivo vamos a necesitar mucha. 

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21/01/2014, 20:19
Xelaver

—Un asunto grave, sin duda —convino Xelaver, apoyando ambas manos en el extremo cristalino de su bastón—. ¿Sería tan amable de indicarme cómo se llama el Capitán de la Guardia y dónde puedo encontrarlo?

¿Por qué mujeres? —se preguntaba el joven mago. Las desapariciones se dilataban tanto en el tiempo sin ser descubiertas que no parecía encajar en el perfil de un mero pervertido. Sólo esperaba que el responsable no necesitara la capacidad de concebir para algún propósito siniestro. Si le habían tocado un pelo a su hermana...