Partida Rol por web

Tras albergar opiniones muy dispares sobre el mercader durante su encuentro, ahora el grupo al completo se mostraba favorable a que fuese con ellos de vuelta al Arca para advertir a los jefes sobre sus hallazgos y noticias. Un cambio favorable que Moris aceptó de muy buena gana, siempre era agradable que dejaran de apuntarte con un arma.

—Oh, no, no. No son cuevas maestro mecánico, son ruinas. Ruinas de los Antiguos —aclaró—. Claro, será un placer ir a vuestra Arca e informar a vuestros jefes de todo lo que os he contado. Y sí, por supuesto, si preparáis una exploración al lugar me encantaría ir con vosotros —añadió frotándose las manos—. Seguro que hay algo valioso en ese lugar. 

Retomaron la marcha con el nuevo acompañante. Moris les fue contando cosas mientras caminaban, aunque cuando Greeny hacía algún gesto o tomaba precauciones se quedaba callado como una tumba. El grupo avanzó a gran ritmo deshaciendo el camino andado el día anterior, como ya conocían bien aquellos lugares y no tenían que pararse a buscar nada apenas les llevó un par de horas regresar hasta su Arca. 

Cuando el perfil alto y grueso de los Millenium Mills se apareció ante ellos, Moris alzó la vista admirado y asintió con la cabeza. Cruzaron las puertas del conjunto residencial sin que Moris dejara de admirarse por todo cuanto veía. Muchos se sorprendieron de verlos de regreso tan pronto, y eso les pareció algo desalentador, pero cuando se percataron de la presencia de Moris lo miraron con curiosidad y sorpresa. ¿Quién era? ¿Qué hacía allí?

Greeny se alegró de que todos estuvieran de acuerdo en que Moris los acompañara, incluido él mismo. Se afanó por llevarlos de vuelta por el camino seguro que ya conocían para evitar sorpresas.

En una de las pausas que hicieron a mitad de camino Greeny le pidió a Moris que lo acompañara un momento.

- Moris, ¿te importa acompañarme? Ahí hay un punto alto – señalando a un lugar que en la exploración comprobó que se podía subir sin excesivos problemas – y me gustaría preguntarte algo sobre los sitios que se divisan.

—¡Ah, hogar dulce hogar! —exclamó aliviado al cruzar el umbral del portón. Los Millenium Mills y su gente tenían incontables defectos y mañas, pero todo parecía salvable (o al menos negociable) en comparación a los peligros y habitantes del Yermo—. Necesito con urgencia unas horas de sueño reparador en mi cajón.

Ya habiéndose adentrado unos cuantos pasos dentro de la edificación, pareció recordar algo de repente, y terminó por acercarse muy discreto a su nueva pupila, para comentarle algo en voz baja:

—Señorita White, permítame poner a resguardo sus útiles de escriba, así como las balas. Tengo un lugar reservado en mi altillo para su Fondo de Estudios. Con eso costeará los gastos en materiales y además tendrá un ahorro secreto, del que podrá disponer cuando le resulte conveniente.

Mientras abría su morral para dejar que la pequeña de pelo blanco depositara dentro los objetos citados, observó disimuladamente su alrededor, buscando ojos curiosos. Sabía que Lobo Gris era un jugador muy influyente en la población, con lealtades declaradas y ocultas en cada rincón. El finado Joe era buena prueba de eso.

A Alfa también le interesaba saber direcciones, sobre todo después de que hubiera hablado de esas magníficas bestias. Así que cuando Greeny pidió al comerciante ambulante que le señalara direcciones, se unió a la conversación.

Cuando llegaron al Arca, no pudo evitar sentir orgullo por haber regresado con vida y con una sustanciosa ración de carne.

—¡Mirad lo que hemos traído! —bramó, subiéndose a lo que hacía años fue una maceta enorme. Alzó sobre su cabeza un suculento trozo de carne de lagargajo y dejó que todo el mundo lo viera. Eso le convertiría en parte intrínseca de la victoria aunque no hubiera tenido oportunidad de hacer un solo disparo—. ¡Hay comida ahí fuera, sólo hay que buscarla!

Por supuesto, su plan era también despistar a la mayor cantidad posible de la presencia de Moris. Que existiera gente fuera del Arca sería tan duro para sus vecinos como para ellos, y seguramente causaría un gran revuelo.

Al menos la idea de la peliblanca estuvo bien y eso le alegró en demasía, aunque no le emocionó el hecho de regresar porque esa libertad que ahora tenía se esfumaría con la presencia de Lobo Gris. Así que por esa razón es que estuvo muy callada durante todo el viaje y al llegar, se acercó a Leech para dejarle sus cosas a resguardo. Nunca había pensado en algo semejante, era una buena opción para dejar de ser esclava algún día y la presencia del Cronista era crucial en esto por la noble ayuda que le estaba ofreciendo. 

—Muchas gracias. Me estás cambiando la vida. 

Fue lo único que se atrevió a decir tras una apagada sonrisa, no quería demostrar demasiada alegría delante de su jefe porque sería su compañero un motivo de odio intencionado. Una vez realizado aquello, se separó de los presentes un tanto temerosa, le tocaría asumir las represalias de su amo. 

Ash se escabulló a toda prisa para llevar lo que había encontrado a los mecánicos. Tenía mucho de lo que dejar constancia, y tampoco quería que los jefes se enterasen de la presencia de nuevas armas antes de tiempo. Además, no le habían ordenado dar parte de los descubrimientos, solo de la presencia de papeo.

Cuando dejó las cosas a buen recaudo para el beneficio del Arca*, se reunió con los demás. Debía dar una amarga noticia antes de revelar todo lo que habían encontrado y el nuevo plan que tenían en mente.

¿Cómo se tomarán la pérdida de Joe? Espero que hayan asumido que cayó cuando nos enfrentamos al lagargajo y que Lobo Gris no de problemas.

Greeny se apresuró a mostrar el papeo que habían traído de vuelta junto a Alfa tratando de aparentar compañerismo y no que trataba de competir con él. También acercó a Moris para que todos lo vieran, tanto para tomar el papel de guardaespaldas no solicitado de Moris como para que la atención de los demás se centrara en el papel y la nueva persona que habían encontrado. De esa manera confiaba en que Ash pasara más desapercibido, siéndole más fácil escabullirse para poner a buen recaudo los artefactos encontrados.

Decenas de almas famélicas se congregaron ante ellos, al principio esperanzados ante las palabras de Alfa pero luego desilusionados cuando comprobaron que no había más papeo que el escaso botín que traían. Eran buenas cantidades para una sola persona, pero apenas nada para doscientas. Una trifulca comenzó entre varias personas para hacerse con el trozo de lagargajo que Alfa mostraba eufórico, hubo codazos y golpes y gente tratando de robar las otras latas que los recién llegados mostraban. El hambre en los Millenium Mills empezaba a tener desesperados a sus habitantes. Los jefes tuvieron que intervenir poniendo orden a través de los golpes que repartían sus matones para contener a las masas. 

Cuando la cosa se calmó un poco se convocó una asamblea de urgencia para tratar las novedades. Entre tanto, los exploradores pudieron asearse, descansar un poco, entregar sus hallazgos a la Cúpula del Amanecer y otras cosas. Algunos tuvieron que dar parte a sus jefes, como White. Lobo Gris estaba especialmente eufórico por el aparente fracaso de la misión.  Marlotte, en cambio, no parecía particularmente contenta del pronto regreso de sus enviados. Todos esperaban que tardaran más días en regresar, y tan solo había pasado uno. Pero Moris era sin duda quien más curiosidad levantaba, la noticia de que había más personas viviendo en otras Arcas causó conmoción y levantó gran revuelo.

Los ánimos se calmaron en el Arca. Los matones de Marlotte se encargaron de custodiar todo el papeo encontrado y llevaron al cocinero los trozos de lagargajo para ver qué podía hacer con ellos. Entre tanto la gente esperó a que se celebrara la asamblea. La perdida del arreglador Joe tampoco pasó desapercibida, especialmente entre la gente de Marlotte, donde Joe era uno más. Varios de ellos lamentaron y lloraron la pérdida de Joe, y felicitaron al grupo por haber vengado su muerte eliminando a la criatura que se había cobrado su vida. 

Los cronistas de la Cúpula del Amanecer recibieron de buen grado los artefactos que Ash les llevó, y tomaron anotaciones sobre el funcionamiento de los artefactos que el mecánico pudo describir, aquel reloj extraño cuyas agujas siempre indicaban en la misma dirección continuaba siendo un misterio, pero los cronistas que custodiaban la Cúpula desentrañarían todos sus misterios. Siempre lo hacían. 

Un golpe con el revés de la mano fue lo primero que se encontró White cuando Lobo Gris salió a su encuentro. El jefe parecía muy enfadado con ella, a pesar de que su estado de humor había sido bueno mientras la gente se peleaba por la escasa comida que habían traído de vuelta. La agarró de los pelos y se la llevó a rastras hasta su guardia, donde comenzó a regañarla y a golpearla más todavía. 

—¡Te dije que le robaras el artefacto al mecánico idiota! ¡Ese era el propósito de tu presencia en ese grupo de pacotilla! Y ahora me entero que ha entregado el artefacto a la Cúpula del Amanecer, con otros dos artefactos más. ¿Cómo explicas eso? Eres una inútil, ya no me sirves para nada —la lanzó contra el suelo mirándola con desdén—. Después de la Asamblea serás la primera voluntaria para mi plan de canibalismo. 

Ash buscó a Moris y a Greeny. Estaba deseoso de preguntarle más acerca del mundo exterior, la zona y las ruinas de los antiguos. En especial, si se le ocurría alguna solución al problema de hambruna que sufría el Arca. Quería quedar bien con Marlotte, que parecía la líder más cabal y no se sintió cómodo al ver la mirada de decepción.

Tal vez eso del "comercio" que había comentado Moris podría ser útil para establecer contactos entre Arcas. Debería comentárselo también a Leech, parece el cronista más accesible y no me extrañaría que se uniese a la incursión a las ruinas.

Mientras recorría el Arca, un arreglador le interceptó. Por un momento, Ash palideció al pensar que le pediría explicaciones por la muerte de Joe, pero se relajó en seguida al ver su semblante amigable. Dentro de su gabardina, que abrió con gesto teatral, había unas herramientas bastante específicas que el mecánico llevaba tiempo queriendo conseguir. No cabía en sí de entusiasmo. Normalmente le pedían hacer alguna chapuza a cambio de agua, chatarra o papeo, pero esta vez solo tendría que desprenderse de las dos balas que había "heredado forzosamente" de Joe*.

—¡Gracias!

Así que al final, como Alfa había sugerido, debían de haber seguido buscando. Pero, por supuesto, nadie le hizo caso. Al adiestrador no le importaba: había demostrado que no se jugaba con él después de detallar claramente cómo Joe había muerto en el viaje, dejando escapar sus últimas palabras contra él durante la asamblea. Habían encontrado comida y sabía que había más gente - y más bestias - en el exterior. Había sido un viaje provechoso, y un viaje que pensaba repetir en cuanto tuviera la oportunidad.

—Eh —llamó la atención de White antes de que se reuniera con su amo. El adiestrador estaba molesto y hosco con ella por que Leech estaba acaparando toda su atención, pero pensaba arrancarse una mano antes de confesarlo—. Lo has hecho bien ahí fuera.

Y luego se marchó. Tenía que asegurarse que nadie había curioseado entre sus cosas.

Lo tuvo muy en claro, era consciente de que una vez estuviera delante de Lobo Gris, las cosas iban a estar muy mal. No había podido robar el artefacto porque habían permanecido todo el tiempo juntos y todo resultaba peligroso, si la pillaban se ganaría la desconfianza de los presentes, algo que White no quería. 

—No lo hice porque Joe reveló que estaba trabajando para ti, ya estaban desconfiando de todos. No pude mi señor, lo siento, no puede. 

Era verdad, White no sabía mentir y menos a quien la mataba a palos, así que se quedó en el suelo convertida en una bolita mientras rogó que dejase de golpearla. La misión era difícil de por sí, más aún cuando un infiltrado reveló tan rápido sus cartas y todos le tenían bronca. 

—Greeny controla todo... Ash lo sigue a todos lados... Hay que deshacerse de él—dijo aterrada. 

De regreso en su altillo, Leech abrió un par de cajones para usarlos a modo de percheros y ahí colgó su pesada gabardina y los pantalones tipo cargo, previo a vaciarlos de todo contenido. Tal strip-tease lo dejó en calzones, revelando la mutación que su atuendo disimulaba. Existía a simple vista una clara asimetría en la musculatura de su flaco torso en comparación a la de sus piernas, que bien podían haber pertenecido a uno de esos famosos velocistas de tiempos antiguos. Probablemente por eso se había tenido tanta fe en ganarle la carrera al perro de Alfa allá en el Yermo.

—Ojalá pudiera  hablar, señor Huesudo —dijo ya más relajado, mirando a la calavera que se había traído como trofeo y que ahora descansaba sobre su escritorio—. Tengo unas cuantas preguntas que hacerle.

Se sentó frente a ella y sorbió tranquilo de una endemoniada infusión amarga que solía consumir, Claridad, que no era más que agua hervida mezclada con varios tipos de hojas secas. Entre cronistas, se decía que tal bebida aportaba vigor para el trabajo de la sesera, pero alguien más escéptico bien podía alegar que esa costumbre era tan sólo otro intento banal de un grupo de eruditos snobs por emular prácticas olvidadas de "Las Personas de antes".  

Había algo de tiempo antes de la asamblea que Greeny quería aprovechar para comerciar con la pistola del finado Joe. A él de poco le iba a servir pues en las distancias cortas prefería su cuchillo, pero podía cambiarla por balas y con esas balas comprar otras cosas que sí le fueran útiles ahí fuera y en el Arca.

—¿Qué Joe trabajaba para mí? ¡Qué estupidez! —bufó Lobo Gris—. ¿Para qué iba yo a querer a un imbécil como ese?

Lobo Gris miró con desprecio a White, por un momento parecía que fuera a alzarle la mano de nuevo. Tal vez en esta ocasión el golpe fuera definitivo y White ya no se pudiera levantar, tal vez Lobo Gris tendría en la mano su famoso cuchillo y degollaría a White... Pero nada de eso ocurrió. El Lobo pareció plantearse algo tras las palabras de White.

—Así que esos idiotas pensaban que Joe era mi espía en lugar de desconfiar de ti... —no pudo reprimir una sonrisilla lobuna—. Tal vez me seas útil después de todo. Sí, hay que cargarse a Greeny. Los merodeadores son estúpidos, siempre están metiendo las narices donde no les llaman y ese más que ningún otro. Te encargarás de él. Me da igual cómo. Conozco a Marlotte lo suficiente como para saber que no se detendrá aquí, seguro que en la Asamblea os pide marchar de nuevo... Sí... Lánzalo por un acantilado, apuñálalo en la espalda, haz que los demás crean que es un espía mío y que ese bruto de Alfa le rompa la crisma. Me da igual —hizo una pausa y sus ojos amarillos se clavaron en ella—. Pero es él o tú.

Ahí había descubierto una buena mentira, una en la que Leech estaba implicado y gracias a ello había sembrado discordia en el grupo. Al menos le sirvió como baza ahora, como si fuera un punto a favor de White cuando estaba a punto de morir asesinada por su jefe. 

—Mi señor, necesito algo que lo incrimine. Una nota suya, algo... 

Ella no sabía escribir, quizás Lobo Gris sí y podía resultar útil con el hecho de tener algo que lo incrimine tanto como Joe. Era la única manera de que todo el grupo le diera la espalda, cayendo por el mismo destino incierto o desafortunado que tuvo su otro compañero. No obstante se alegró de tener bastante cerca la cronista, al parecer era la clave de los engaños allí. 

—Con eso puedo cargármelo. Por favor...

Lobo Gris la miró con consideración. Aquella era buena idea. Tomó un trozo de papel y escribió en él con su fea y mala caligrafía, dejando al final su sello personal: una mancha con la forma de una pata de lobo. La nota decía: "Greeny, te agradezco tus esfuerzos para librarnos de Joe. Siempre tu amigo: Lobo Gris." White no pudo descifrar los caracteres de la escritura, pero Lobo Gris hablaba en voz alta conforme iba escribiendo en el papel.

—Encárgate de que esto se encuentre entre sus pertenencias. Y procura que al terminar la Asamblea todos nos vean. Hablaré con él, así parecerá que tramamos algo.

La Asamblea se celebró en el lugar habitual, el auditorio de los Millenium Mills y, al igual que la asamblea de dos días atrás, se encontraba a rebosar de gente, con la notable excepción del Anciano y sus cuidadores. Esta vez, la gran expectación se debía a la presencia de Moris, el invitado que había llegado junto a los exploradores al Arca y que demostraba que no estaban solos en el Yermo. 

Los jefes iban a hablar, pero la aclamación popular obligó a que el primero en tomar la palabra fuera precisamente el invitiado. Moris se presentó ante el gentío y explicó lo que ya les había contado al grupo: que había otras Arcas, que había un almacén cercano a rebosar de papeo y que él era un mercader que vagaba por la Zona comerciando con las diferentes Arcas. Aquello cambiaba el mundo tal y como lo conocían y abría nuevas perspectivas. Nuevas posibilidades, pero también nuevos peligros.

El primero en tomar la palabra tras la intervención de Moris fue Lobo Gris, quien aprovechó para soltar una perorata sobre la mala idea de aquella expedición que no había llegado muy lejos y que había traído unas provisiones insuficientes y una nueva boca a la que alimentar.

—Además, la carne del bicho ese que cazaron ha resultado ser venenosa. El pinche del cocinero ha estirado la pata después de probar el caldo que Arguín ha preparado con esa cosa —explicó Lobo Gris—. Debemos recurrir a mi plan. Es lo mejor para todos. Ahí fuera no encontraremos nada. ¿Y qué pretenden? ¿Asaltar un almacén de otra Arca y ganarnos unos nuevos enemigos que además se mueven en vehículos ultra-rápidos y cuentan con una tecnología que nosotros no conocemos? Es mejor estar al margen, que nadie sepa de nosotros. Como hasta ahora.

—Me la trae al fresco que podamos ofender a otras Arcas. ¡Necesitamos papeo! Si no lo encontramos moriremos. Prefiero tener enemigos y el estómago lleno que morir de hambre. Este mercader, Moris, habría llegado a nuestra Arca aunque no se hubiese encontrado con nuestra expedición —argumentó Marlotte, que estaba de muy mal humor—. Y pronto lo harán otros. Si es verdad que hay más gente ahí fuera, como su presencia aquí demuestra, llegarán más. Él sólo es el primero. Debemos asumir que el Anciano se equivocó cuando nos dijo que no quedaba más gente en el mundo. Y debemos prepararnos para afrontar lo que esas gentes traigan cuando nos encuentren. Y para ello necesitamos solucionar el problema de la comida. Ese es el primer paso.

Marlotte miró al grupo de exploradores, su enfado parecía haber disminuido. Luego su mirada trazó un círculo más amplio por todo el auditorio.

—Asaltaremos ese almacén. Moris llevará a nuestros exploradores hasta allí. ¿Quién está conmigo?